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~ La Rosa Negra ~ (MM B: 101997)


Cissy Macnair
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-- Heem... Sa... Hem...

 

¿Estaba siendo buena idea o mala? Cissy no parecía reconocerme. ¿Sería a raíz de lo sucedido en el Templo griego? No parecía dominar su cuerpo, tal vez necesitara un poco de ayuda. Aquí debería estar Matt, a su lado, enseñándola a usar un cuerpo humano. La cuestión es que no me había conocido. Mejor.

 

-- ¿30 Galeones? Con eso tengo yo para...

 

Frío en la espalda.

 

-- Vale, sí, perdón, entendí 300. Está bien.

 

Pagué al contado, allá no parecían aceptar órdenes de pago a Gringotts, así que conté las monedas con la soltura de alguien que maneja mucho cambio en negocios. Después temí que se hubiera fijado en mis manos.

 

-- Tome, 40 galeones y traigan algo de beber, zumo de naranja con mucho azúcar, para recuperar energía.

 

Puff, ¿a ella qué le importaba si era para recuperar o no lo que fuera? Tomé la llave, la núm 25.

 

-- Soy Sagrario Black, un nombre muy común por estos lares -- dije, antes de subir corriendo hacia la segunda planta. ¿Jack me seguiría? No le notaba.

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Pobre Cissy. Parecia algo descontrolada, no en su comportamiento, pero Sagitas me había contado lo ue habian pasado en Grecia, en aquel Templo de Delfos, lo qeu habían tenido que hacer por la joven, y ahora que volvía a ser humana después de tantísimos años, parecía aun un poco insegura.

 

donde demonios estaba Matt?

 

Dejó una llave sobre la mesa, las habitaciones eran acogedoras, seguro qeu si. Sagitas pagó, se iba a poner exigente con el dinero, pero aun asi pagó, lo que hacía falta era que las dos se peleasen alli. Eso si, le pidió un zumo de naranja para recuperar fuerzas, cosa que me hizo gracia.

 

Recuperar fuerzas le iba a hacer falta si.

 

Habitación 25.

 

No esperé, levité y atravesé el techo hasta la planta superior, y de ahi, la puerta de la habitación 25. Me coloqué sobre la cama ya visible, sonriente. En cuanto se abrió la puerta sonreí.

 

- Señorita Sagrario Black eh?

 

 

 

 

Mientras tanto, abajo, la puerta volvió a abrirse. Matt entró después de terminar la ronda en todos los negocios, cansado, pero aun asi feliz. Hacía un par de días que no veía a Cissy y se sentía fatal, asi que se coló tras el mostrador sin que le viese y la abrazó por la espalda.

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Abrí la puerta, sofocada por la huida. ¿Por qué huía de Cissy? Era tan...

 

¡Jo, era excitante! Era una mujer casada que iba a tener una aventura excitante con un hombre en una habitación pagada de un hotel. ¡Era excitante! Ya echaba de menos eso, empezaba a estar agobiada con la rutina de la vida diaria en la mansión.

 

Sonreí al verle. Estaba tan... vivo...

 

-- No se me ocurrió otro nombre... No le iba a decir que soy Sagitas. ¿Qué pensaría de su suegra?

 

Me quité la capa y la tiré de cualquier manera en el perchero. Me acerqué a la cama, con una gran sonrisa. Me encantaba ver así a Jack, corpóreo.

 

-- ¿Te gusta el nombre de Sagrario?

 

Me quité los zapatos y me arrodillé sobre la cama.

 

-- ¿Prefieres a Sagrario antes que a Sagitas, señor Jack Blackner? ¿Quieres tener una aventurilla con esta Sagrario?

 

Y me quité la camisa, tirándola a un lado de la cama. Me tumbé a su lado, sintiendo ese frescor de su piel que me atraía y me estremecía a la vez. Puse la cabeza sobre su pecho. Me puse a reír.

 

-- ¿Por qué nos escondemos, maridito? ¿Será posible que hayamos llegado a esto? -- y le besé, con deseo. ¡Por Merlín, qué ganas tenía de disfrutar de cinco minutos a solas!

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Recibí los galeones de la mujer y los guardé, tomando la orden de llevarle un zumo de naranja a la habitación 25, que era la que había elegido. Hice un garabato en el registro con el nombre que me había dado, Sagrario Black, y luego lo guardé debajo del mostrador, pues el hombre llamado Christopher parecía estar pensando en algo como para decidir en qué habitación iba a quedarse.

 

Una mujer con aspecto de animal se me acercó y pidió que le llevara a la mesa unas cuantas cervezas negras, así que llené varios tarros y me acerqué, depositándolos sobre la mesa. Eran cuatro vampiros: la mujer, que parecía ser del Clan Gangrel y dos Ventrue, fácilmente reconocibles por su porte de Sangre Azul y la forma de hablar que tenían, probablemente americanos. El cuarto hombre sentado a la mesa era claramente humano y no parecía incómodo en lo más mínimo de encontrarse entre vampiros, probablemente perteneciese al rebaño de uno de los Ventrue.

 

Volví a mi lugar tras el mostrador y comencé a ordenar algunas cosillas cuando sentí que alguien me agarraba por la espalda. Pegué un respingo y solté un improperio, tan alto que la mitad del lugar se giró a mirarme y luego volvieron a sus cosas.

 

-Demonios, Matt, me has pillado por sorpresa- me quejé, un poco enfadada, pero luego sonreí y le abracé-. Ya me tenías abandonada, sabandija. ¿Dónde has estado?

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Habitación 25

 

Entró de golpe, cerró igual. venía sofocada, como su huyese de alguien y cerrar la puerta significara su salvación. Pero es que estábamos huyendo de todos. De los niños, de Cissy...

 

Era excitante! nos escondíamos como fugitivos de la familia en busca de aventuras. Pero otro tipo de aventuras, fuera de la rutnia. Era más especial sin duda.

 

- Pues pensaría que es una mujer, que tine un marido, y qeu lo mejor la hacemos un poquito más rica. Además, te crees que ella y Matt no...

 

No iba a decir nada más de los niños. Lo habíamos decidido al propoer la aventura, nada de niños. Pero fue una decisión más que en firme cuando la capa voló al perchero y se acercó a la cama. Sonreí feliz, onreía vivo, corpóreo.

 

- la verdad, no. Soy un fantasma casado, y soy fiel a mi esposa. Además... - reí levemente, admirando como se ponía de rodillas en la cama y se sacaba la camisa, tirándola al lado de la cama, de cualquier forma. - No hay nadie más excitante qeu tu niña. Además...si no es a Sagitas, a quien demonios voy a tocar?

 

Se tmbó a mi lado, me atraía de forma inevitable, me puse un poco turbio al tenerla tan cerca. dejé que se apoyase en mi pecho y empezó de pronto a reir. Adoraba que se riese asi, contagiaba la alegría qeu sentía.

 

- Nos escondemos porque tienes...tenemos...unos hijos que son unos trastos. Uno es torpe con las chicas, la otra no deja de gritar, y el más pequeño disfruta saltando en la cama y tirándome su hipogrifo descabezado a la cabeza.

 

Me incliné hacia ella y la besé. Por dios, qeu gnas, tranquilidad, relax, silencio, solos...

 

La puerta.

 

llamaron a la puerta.

 

Nos quedamos parados y reí levemnete. Ni a escondidas.

- Que deje el zumo en el pasillo y se largue o se llevará el susto de su vida.` - murmuré entre risas, haciéndole cosquillas con la nariz por el cuello.

 

 

Matt Blackner. Con Cissy

 

 

En cuanto notó qeu la agarraba dio un respingo. Me hizo gracia, empecé a reirme orque había gritado tan alto que la mitad se volvió para mirarla antes de volver a sus asuntos.

 

Se enfadó un poco, pero acabó por sonreír y abrazarme.

- Eh! no te abandoné, lo prometo. No paro en el ministerio, y luego tengo que pasar por las mansiones para vigilar que no hayan derribado ninguna, luego hago la ronda por los negocios...por dios, a Sagitas le pertenece medio diagón.

 

Me encogí de hombros, mirándola. No tenía excusa por haber tardado tanto, pero...

- Acabo de terminar y quería verte. Además, te traigo dos cosas.

 

Saqué una mano de su espalda, y en ella sostenía una rosa.

 

- Has cenado? - le pregunté. Yo apenas habia comido, pero me preocupaba más ella, sobre todo porque hacía poco ue había vuelto a ser humana. Pasaba mucho tiempo con ella, ayudándole sobre todo a acostumbrarse de nuevo a aquella vida, y entre esas costumbres estaba el comer a sus horas. - Venga, vamos a cenar algo. - le dije.

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Christopher Bruce

 

Iba a contestar pero empezaron a llegar muchos otros huéspedes, así que se agarró las llaves de una habitación desocupada y se mantuvo en las sombras. La dueña del local estaba más interesada en otros, la curiosidad inicial de ella se había disipado. Consciente de que a ella le importaba poco o nada su persona y que tenía otras distracciones, se perdió por la parte del pub. Se sentó en un sillón de varias plazas, rodeado de cortinas burdeos para mayor intimidad. Probaría parte de la carta que había para los cainitas.

 

Pronto estuvo acompañado por dos preciosidades. Una mulata de piel chocolate y ojos turquesa, alta y con hermosas curvas. La otra era una asiática de ojos rasgados, exótica, también alta pero de cuerpo más delgado que la anterior. Parte de la ropa pronto estuvo por el suelo y por el mueble. Las cuatro femeninas manos acariciaban el torso masculino, de pectorales y abdominales exquisitamente tallados. Ellas quedaban pequeñas en comparación a aquel vampiro de casi dos metros, musculoso y varonil. Degustó la sangre de las dos humanas, ambas de cero negativo. No bebía otro tipo sanguíneo. Sus ojos celestes brillaron en la oscuridad del lugar en éxtasis. Sus imponentes colmillos de marfil se dejaron ver una vez mantuvo la invitante boca entreabierta.

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¡Sin niños! ¡Sin familiares! ¡Sin elfos que molesten! ¡Sin tener que pensar en decisiones matriarcales! Sin nada más que estar al lado de Jack. Dormir a su lado sin tener que salir corriendo porque alguien me necesita... Abrazarle... ¡Algo tan sencillo era lo que quería!

 

-- Oh, sólo me quieres porque soy con la única que te poner cuerpudo -- fingí un enfado cuando en realidad sentía halago por sus palabras. Había empezado a hablar de los chicos y no, no, no quería hijos en aquel cuarto. Sólo él y yo.

 

Besé sus labios. ¡Oh, como amaba el sentir que se hacían cada vez más corpóreos! Era una sensación prometedora. Apreté con los dientes cuando sentí que llamaban a la puerta.

 

Nos reímos flojito.

 

-- Vale, hacemos que no hay nadie -- repetí la premisa de mi marido.

 

Pero volvieron a llamar.

 

-- Oh, demonios. No parará hasta que recoja el zumo -- dije, algo enfadada.

 

Me levanté y ni me puse la camiseta. Abrí la puerta de golpe, tal como iba. Abrí la boca de la sorpresa. El zumo estaba derramado en el suelo y se expandía por la alfombra. El elfo yacía sobre ella, con una mancha enorme de sangre que se mezclaba con el zumo de naranja. Una sombra gris parecía huir por el techo.

 

El elfo estaba muerto con signos de violencia en el pecho.

 

-- ¡Por Merlín! -- grité, con la puerta abierta, sin reaccionar.

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No pude evitar sonreír. Matt comenzó a excusarse a una velocidad sin precedentes y tuve que ponerle una mano sobre los labios para que callara.

 

-Shhh... hablas demasiado- le susurré, plantándole un dulce beso en los labios.

 

Me sorprendí cuando sacó la hermosa rosa y tardé pocos segundos en ponerla en un florero que hice aparecer de la nada. Se me hubieran saltado las lágrimas de alegría si no me hubiera contenido. A pesar de ser humana, parecía ser sensible aún a cosas como aquellas.

 

-Es hermosa Mattie, gracias- dije, dándole otro beso, pero esta vez en la mejilla.

 

No había notado que el vampiro había tomado la llave de una habitación y desaparecido, así que probablemente luego tendría que fijarme de cuál era para recordarle que tenía que pagarme.

 

Volví mi atención a Matt, pues el Blackner seguía hablando.

 

-No- respondí a su pregunta sobre si había cenado.

 

De hecho, no me había dado cuenta de la hora y sentí que el estómago me rugía. ¿Eso era tener hambre? Como vampiresa recordaba el ardor en la garganta, pero jamás una sensación en el estómago, a menos que fuera de nervios. Aquello de sentir que el estómago se "quejaba" era nuevo y hasta parecía irreal.

 

-Me encantaría ir a cenar. Espera que agarro mi abrigo- le respondí.

 

Di media vuelta para agarrar la chaqueta de cuero cuando escuché un grito proveniente del piso superior. Parecía el de una mujer. Los vampiros que se encontraban en las mesas giraron sus cabezas mirando hacia arriba y muchos sacaron sus colmillos.

 

-Oh, no- miré a Matt-. ¡Calma, calma! Guarden sus colmillos, señores- grité a la multitud, poniendo mis pies rumbo al lugar del que provená el grito, sabiendo que Matt me seguiría.

 

En pocos minutos llegué a la habitación, la número 25 y lo primero que vi fue a un elfo bañado en zumo de naranja y sangre.

 

-¡Por las barbas de Merlín!- exclamé, tapándome la boca con ambas manos.

 

Ori estaba muerto en el suelo y mis ojos recorrieron su cuerpo y luego subieron por los pies de la mujer que estaba en el umbral de la habitación y que parecía haber gritado. Estaba envuelta en lo que parecía una camisa y el cabello violeta le caía rebelde y desordenado por los hombros. Si no hubiera tenido ya los ojos abiertos por el espanto, los hubiera abierto al descubrir que se trataba de Sagitas. Probablemente Matt estaría tan conmocionado como yo, pero no podía girar a mirarlo, porque la escena al completo ya era demasiado para mi.

 

-¿Qué...?- pregunté, sin terminar la frase.

 

Me arrodillé junto al cuerpo de Ori y le abracé. No podía creer que alguien hubiera matado a mi elfo.

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¿Qué fue lo que me hizo reaccionar? Tal vez el gesto de amor por el elfo muerto o notar que todo el entramado secreto que había hecho para que no me reconociera se había ido al garete. Cissy estaba allá, agarrando a su elfo. sin creerse lo que veía. Su estupor al ver mi cara había sido aterrador para mí. ¿Pensaría que era yo?

 

-- Cissy... Yo... ¡No es lo que parece! -- ¡Por Merlín! ¿Era Matt o Jack quien miraba la escena desde el pasillo? Estaba tan blanco que no lo reconocía.

 

Retrocedí un paso mientras buscaba mi varita con la mirada. Allá, tirada de cualquier manera sobre la mesita.

 

-- Vamos, entrar. Llevarlo a la cama. Puedo resucitarle. Tengo la habilidad de la Nigromancia. Tal vez aún no sea tarde.

 

Era eso o llevarlo a la Reserva. Y allá harían preguntas que no sabía responder. También me las haría Cissy o Matt, pero con ellos me atrevía a manifestar mi ignorancia sin sentirme ridícula. Así que les animé a entrar. Recogí la ropa esparcida en el suelo y me sonrojé.

 

-- Estoy acompañada, pero no es nada malo...-- ¿Pero por qué me justificaba en estos momentos tan delicados? Ahora lo que importaba era el elfo.

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  • 2 semanas más tarde...

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Nadie nos iba a molestar! por fin por fin por fin! un poco de paz, un rato a solas, intimidad, oh, que poco la valorábamos hasta ahora...

 

Labesé por el cuello al notar que se enfurruñaba porque si, era la unica con quien me volvía corpóreo, y por eso la quería tanto, porque no había mentiras entre nosotros.

 

Nos besamos. Que bueno era poder sentirla! era prometedor, me iba haciendo más real con el contacto.

 

Pero como no, era imposible que nos quedásemos un rato de relax para nosotros solos.

- Shhh..yo puedo fingirlo, soy un fantasma, pero tu no puedes invisibilizarte. - dije, riendo levemente, poniendo una mano sobre sus labios, sin parar de reir por lo bajo.
Pero quien fuese, era insistente, ya que volvió a llamar a la puerta, y con cierta urgencia.
Se levantó tal como estaba, enfadada. La miré alejarse la poca distancia desde la puerta a la cama, admirando su forma de andar y pensando en que después del zumito, qeudaríamos a solas. Pero en vez de abrir y cerrar, se quedó alli parada. No le di importancia, tal vez discutían el precio vete a saber.
Pero cuando el tiempo pasó y seguía igual, levité preocupado.
Gritó y ya estaba a su lado.
- Quien demonios ha hecho esta salvajada? - pregunté, asqueado por el espectáculo.
Pasos subían hacia nosotros.
Matt Blackner
Me puso una mano sobre la boca para que me callase, y lo consiguió al instante. Me sonrojé un poco, no podía parar de hablar, siempre me ponía nervioso cerca e ella.
Correspondí a su beso encantado, creo qeu era la mejor forma de hacerme callar cuando alcanzaba aquel extremo, porque veces encontraba justo el otro, cuando no abría la boca. Aunque eso siempre era con os desconocidos, y no era el caso.
Puso la rosa en un florero, y creo qeu se contuvo en algo. Ais, aquel paso de vampiro a humano...aun debía "practicar" ciertas cosas. Todo era cuestión de acostumbrarse.
- No hay de que.
Había visto que alguien se movía cerca del mostrador, pero no me había fijado demasiado, solo había visto de pasada que era un hombre, un vampiro, y poco más, ya que estaba distraido en cosas mejores para mi.
Fruncí el ceño al saber que no había cenado, aunqeu seguramente ni se había dado cuenta. Menos mal que estaba yo alli para recordárselo.
Sonreí y metí las manos en los bolsillos, mientras ella iba a por su chaqueta de cuero. Al parecer tenía frío, después de tanto tiempo siendo una vampiro, sin notar seguramente los cambios de temperatura...yo al contrario, aun paseaba en manga corta, pasaba calor la mayor parte del año.
Pero aquello acabó de golpe. Un grito de mujer y todos se revolucionaron. Los vampiros mostraban sus colmillos. Salté el mostrador mientras Cissy los calmaba, y la perseguí hasta la planta superior, frente a la puerta 25.
Alli había un charco de sangre y zumo, y en medio, un elfito muerto. Gruñí, asqueado, me uqedé pálido. Tenía el pecho destrozado.
Que o quien podía hacer una cosa asi a un elfo? eran criaturas inocentes, la mayoría solo ayudaban, eran tan...no merecían algo asi.

Cissy se arrodillo a abrazarlo, conmocionada. Pero alli había alguien más. Alcé la vista y me encontré con Sagitas, medio desnuda, con el pelo revuelto...
- Que... - por dios, aquello era delirante.
Pero Sagitas actuó rápido, nos dijo qeu pasáramos a Ori dentro para tumbarlo, ella podría traerlo a la vida con la Oclumancia. Me arrodillé y cogí a Ori de brazos de cissy, le hablé para que se levantase, era Sagitas, ella le ayudaría, más allá de saber luego qeu hacía con esas pintas en la habitación...
Aunque conociéndola, alli también estaba Jack. Lo noté en cuanto pasé con Cissy y tumbé al elfo en una cama donde notaba que alguien se había tumbado, aunqeu no estaba lo bastante deshecha para...
Lo dejé alli, Jak e había materializado junto a Sagitas y los dos hablaban en susurros. Cerré la puerta y abracé a Cissy.
- Tranquila, es sagitas, sabes que ella y Jack lo traerán de nuevo - le dije.
Pero estaba intranquilo. Un ataque asi no iba dirigido al elfo, era una advertencia a Cissy.
- Mamá, tengo lágrimas de Bennu en casa, Si llamamos a Harpo puede traerlas. Y deberíamos...deberíamos cerrar la puerta del hotel. QUe nadie salga o entre hasta que sepamos quien demonios ha sido.
No, esto no iba a quedar asi.

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