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Stormride Ghost Ship (MM B: 102158)


Axel Rexdemort
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La noticia de su aparición en el Castillo Ivashkov, la verdad, la había puesto muy nerviosa. Sin tener un piso en el que caer si quiera, los cuestionamientos correteaban libres por su cabeza, sin tener un orden al menos. ¿Y si volvía?

 

Quizá fue por eso que tomó un bolso a la ligera y desapareció del lugar sin rumbo fijo. Para cuándo abrió los ojos, frente a ella estaba el barco más destartalado de la historia. Al final del Callejón Diagon. ¿La respuesta a su nerviosismo era huir? ¿Y quién se lo iba a reprochar si todos hacían lo mismo?

 

Subió a bordo en un dos por tres y comenzó a observarlo con detenimiento, como si alguno de los cráneos que decoraban el borde tuviera las respuestas a sus problemas. De hecho, se sintió tan fascinada, que sus dedos acariciaban los ornamentos extraños, y delineó una de las representaciones de Belial, un demonio bastante antiguo para la humanidad.

 

Y entonces, unos pasos.

 

Instintivamente, Maida retrocedió y casi se agachó lo suficiente para intentar pasar desapercibida, sujetó con ambas manos la falda de su vestido negro y esperó que el andariego visitante desapareciera. Es más, de haber podido, habría detenido su respiración, sus mejillas estaban encendidas por la ansiedad y lo que era peor, no lograba distinguir de quién se trataba ¿y si el barco estaba cerrado a visitantes? Una voz sólo logró alterar más sus sentidos y trastabillando, salió de su "escondite".

 

- Pe-perdón -susurró en medio de una extraña reverencia y finalmente alzó el rostro para toparse con un desconocido mago-, no sabía que alguien más estuviera por aquí.

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Si tenía que ser sincero, Cillian tampoco se esperaba a nadie pero la chica ya estaba ahí y no podía hacer nada para evitarlo así que optó por la opción más obvia y decidió dedicarle una sonrisa. Después de todo sus sonrisas eran irresistibles, ¿o no? Bueno que si no era así, entonces algunas personas le habían estado mintiendo por un largo periodo de su vida.

 

Se llevó una mano hasta su cabello y trató de arreglárselo un poco. Un momento atrás no le importaba su aspecto ya que no tenía planes de mantenerse bien arreglado más de un par de minutos después de encontrar a Axel, no, más bien tenía planes de estar bañado en sudor y en una extraña posición pero el encontrarse con una extraña lo cambiaba todo.

 

— Tranquila, es normal encontrar a más gente aquí, supongo. Al fin y al cabo es una especie de tienda, ¿lo sabías no? —seguro que lo sabía pero quizá, sólo quizá la chica hubiera llegado hasta sólo por curiosidad sin saber a ciencia cierta cuál era el propósito del barco—. Aunque la verdad es que no venden demasiadas cosas de utilidad.

 

Se extendió una mano y espero a que la chica la tomará o que saliera huyendo, lo que sea que pasara primero.

 

— ¿Quieres que te acompañe a ver el resto del barco? —Inquirió aún con la sonrisa en el rostro. No sabía porqué hacía aquello pero estaba seguro de que aquella tarde sería bastante divertida.

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Genial, una mano se extendía frente a ella y nuevamente, Maida lucía una expresión confundida en el rostro. No le gustaba ser descortés, menos con alguien que parecía inofensivo, pero ¿cómo lograba eso sin tener que tocarlo? Terminó de incorporarse y sacó su varita, hizo una floritura extraña en el aire y pronto sus brazos se vieron cubiertos de unos guantes de cuero negros, entonces sí, estrechó la mano del joven mago.

 

Mucho gusto, me llamo Maida Ivashkov —dijo con fingida seguridad, y respirando menos agobiada, esa idea del guante le había salvado la vida, o bueno, al menos la apariencia—, y no sabía que esto era un negocio —dijo soltándole la mano—, sólo me dediqué a aparecer en un lugar extraño y aquí estoy, apreciando el detalle de las estatuas de Belial.

 

La verdad era que aquel pequeño hechizo iba a salvarla de ahora en adelante de situaciones como esas en las que no sabía realmente como comportarse. Aunque pensándolo mejor, ¿qué haría en verano? Negó con la cabeza rápidamente.

 

— ¿Es usted el dueño? La verdad es que tampoco llevo mucho tiempo en Londres y no me conozco de memoria todos los negocios, es más, es la primera vez que veo este tipo de barco —comenó devolviendole la sonrisa que minutos atrás, él le había ofrecido.

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¿Guantes? ¿Qué demonios? Algo estaba mal en aquella chica, podía notarlo pero lo mejor sería que dejará pasar aquel detalle.

 

— ¿Ivashkov? —Cuestionó un tanto sorprendido, hacía demasiado que no cruzaba palabra alguna con la est****a bruja que llevaba aquel apellido—. Tengo el placer de conocer a un par de tus familiares y bueno, ahora también tengo el placer de conocerte a ti —añadió justo en el momento en que soltaba la mano de la chica.

 

Un lugar extraño, genial. Sin duda había elegido uno de los mejores aunque si hubiera sido él seguro que aquel barco no era una opción. Comenzó a caminar lentamente, esperaba que la chica fuera detrás de él porque no quería dejarla sola en aquel lugar, tenía que asegurarse de que se fuera para así poder continuar buscando a Axel y que nadie los interrumpiera al final.

 

— Ya sé que soy muy guapo pero no, yo no soy el dueño de este lugar. Axel es aún más guapo que yo —respondió sin darle mucha importancia al asunto y sin ningún tipo de pena—. Y bueno, yo tengo años aquí tampoco puedo decir que conozco este lugar a la perfección... Todo siempre esta en constante movimiento.

 

Se detuvo sin avisar y acto seguido tomó a la chica del brazo, ahí donde no había nada que impidiera el contacto directo de su piel con la del Ryddleturn.

 

— ¿Quieres bailar? No creo que Axel este por ningún lugar en éste est****o barco y necesito hacer algo para controlarme un poco... Ya sabes —murmuró en tono cómplice—. Tú tranquila, no tienes de que preocuparte, no me gustan las chicas así que no te haré nada que no quieres —qué demonios, Cillian tenía sólo aire en la cabeza.

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Luego de estrechar su mano, Maida caminó no sin cierta cautal detrás del mago, que, distinto a lo usual, hablaba sin parar, más que nada, de él mismo. Sonrió cuando se refirió a su familia, ella ni siquiera conocía a todos los miembros, solo a sus hermanas y a su madre, se la pasaba demasiado encerrada y así, era imposible. La verdad es que, él parecía agradable, aunque bastante diferente de los magos que había conocido hasta el momento.

 

¿Guapo? ¿Era guapo? la pregunta no pretendía ser insultante, pero es que hasta la fecha, Maida no se había topado con nadie a quien pudiera calificar de tal, quizá porque el único rostro que se tallaba en su mente, era el que había visto casi quince años, todos los días, desde muy pequeña, Al lado del rostro de Agares, todos palidecían, todo era más gris, y no, no se permitía tener ninguna otra escala de belleza que no fuera la del demonio. Sin quererlo, se mordió el labio inferior, aceptando lo obvio. No estaba ni cerca de olvidarlo.

 

Casi cae de espaldas cuando sintió el agarre del chico en la piel del brazo que no estab cubierta por los guantes y incluso podría decirse que un grito se quiso colar entre sus labios. Sin darse cuenta, su cuerpo tembló mientras él ponía una de sus manos en la cintura. y claro, le aseguraba que con él no habrían problemas, que no le gustaban las chicas.

 

Eso debía calmarla, pero no lo hizo.

 

Ajam, calmarse, si —dijo en voz alta más para ella que para él, y evitó mirarlo, daba igual si a él le iban o no las chicas, no dejaba de ser un hombre, y por lo tanto, algo que aterraba a la pobre ojiazul, ahora entre sus brazos—, ¿Quién es Axel? —preguntó en un vano intento de hacerlo aparecer con su sola mención, a ver si así se aligeraba el aire en la cubierta del barco.

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— No eres de muchas palabras, ¿cierto? —llevó una de sus manos hasta el bolsillo izquierdo de su pantalón para hacerse de Leah, su varita—. Y de cualquier forma haces demasiadas preguntas, pero bueno... De Axel lo único que debes de saber es que es uno de los chicos más calientes que existen en el mundo mágico y... También es el dueño de este barco —añadió sólo para que la chica no pensara que era un maldito pervertido.

 

Acto seguido agito su varita y una suave melodía comenzó a rellenar el silencio que había quedado tras la última palabra del Ryddleturn. Volvió a rodear la cintura de la chica pero esta vez con ambos brazos. Nada de lo que hacia tenía siquiera un poco de sentido pero era algo normal en él, no podía evitarlo.

 

— ¿Quieres bailar de verdad o no? —Sin pensarlo le había adjudicado su idea a la chica—. No soy el mejor pero eres tan insistente que no he podido decir que no y ahora, ahora parece que sólo quieres convertirte en una estatua. Venga, chica, dame un respiro.

 

Se separó un par de pasos y con otro movimiento de varita cambió la música por algo más de sus gustos, Toxic de Britney Spears y comenzó a moverse al ritmo de la misma o por lo menos eso pensaba él que hacia ya que en realidad parecía que estaba teniendo un ataque de convulsiones.

 

— Y dime, ¿quién es tu madre?

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La verdad es que la música suave había relajado y por mucho, los nervios de Maida, se dejó llevar por unos segundos en los brazos de aquel mago, y tras la aclaración de no estar interesado en las mujeres, se sintió incluso más cómoda. Escuchó, o lo intentó, porque la verdad es que hablaba muy rápido, la descripción del dueño del local y asintió en cuanto pudo, más para no parecer tonta que por otra razón. En el concepto de belleza masculina, ella ya tenía una idea fija en la cabeza, quizá porque no había conocido a ninguna otra persona de esa manera.

 

— No, si, perdona, es que no te sigo la mayor parte del tiempo —se disculpó.

 

No hubo mucho tiempo para más, pronto la música que los envolvía cambió a algo más estridente que definitivamente ella no conocía y mucho menos sabía bailar. Se apartó para verlo moverse y tratar de aprender, aunque no estaba realmente interesada. Se cruzó de brazos caminando hacia un lado de la baranda, sin perderlo del todo de vista.

 

— Soy hija de Lyra —comentó en voz alta apenas pudo.

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Y entonces la música se detuvo, ya no estaba de humor para seguir bailando.

 

— ¿A ti qué te pasa? —Inquirió sin importarle si era el todo prudente o no—. Apenas y haz soltado un par de palabras desde que comenzamos a hablar.

 

Axel se había esfumado de sus pensamientos y en aquel momento estaba completamente interesado en la chica frente a él. Guardó su varita de nuevo en el pantalón, no se había percatado de que la había llevado en manos hasta ese momento, y se acercó a Maida. ¿Qué sería lo que tendría en esa pequeña y desorientada cabecilla?

 

— ¿Necesitas hablar? —Un par de pasos más y ya se encontraba junto a ella—. Aunque no lo parezca del todo también se escuchar, no te prometo darte buenos consejos pero por lo menos lo intentaré. Pero si debo ser sincero, lo mejor serás que no los sigas... Lo más seguro es que cualquiera de ellos te lleve a despertar en la cama de algún desconocido.

 

De nuevo sin preguntar rodeó el cuello de la chica con su brazo.

 

— Puedes confiar en mí, chica rara y no importa si no logras seguirme la mayor parte del tiempo por ahora, más adelante lo harás.

 

El nombre la madre de la chica despertó una extraña sensación en el pero nada importante, seguro que no lo era ya que desapareció un instante después. ¿El tenía una madre? ¿Qué era una madre para comenzar? *****, ya no entendía nada de nuevo.

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No soy una bruja de muchas palabras —dijo dedicándole una sonrisa desde dónde se encontraba.

 

Se pensó un rato lo siguiente que haría, la verdad, comenzaba a cansarse de explicar sus actitudes o simplemente dejar que la vieran como alguien extraño para relacionarse. Además, él también era raro, en una manera distitnta a la de ella, era cierto, pero raro al fin y al cabo. Agradeció la intención, que ahora si, parecía sincera de acompañarla, pero la verdad es que pocos o nadie podían aconsejarla sobre el tema Agares, y la frase con la que cerró casi la hace doblarse de risa.

 

¿Terminar en la cama de alguien desconocido? —pregunto aguantando sinceramente la risotada— Si, seguro. Ya veo porque no hay que seguir tus consejos, son malísimos.

 

Se detuvo casi al instante cuando sintió su brazo rodearle el cuello. A pesar de todo lo expresado y manifestado en los últimos momentos, Maida no podía controlar los impulsos que tenía de querer salir corriendo al mínimo contacto. No quiso ser grosera, así que respiró con dificultad y se forzó a si misma a no ser tan bruta.

 

La verdad es que mis líos no son importantes, es sólo que me pasé casi los diecinueve años de vida especializandome en eso de ser una bruja ermitaña —confesó—, siempre siguiendo las reglas, siempre obedeciendo. Esto de vivir en Ottery es para mí una nueva experiencia en todo el sentido de la palabra.

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— Entonces disfruta, c***... —Bufó— ¿O es que pretender vivir esta nueva experiencia siendo la misma bruja ermitaña que has sido durante los últimos diecinueve años? Que aburrido, por Merlín.

 

Se alejó un par de pasos de la chica y esperó hasta que ella se diera media vuelta para continuar hablando. Tenía mucho que decir, podría decirse que Maida había pasado a convertirse en su nuevo proyecto de vida o algo por el estilo. Cuando tenía la atención de la chica de nuevo, le dedicó una sonrisa más.

 

— Regla número uno: Si quieres ser mi amiga tienes que abstenerte de hacer malos comentarios sobre mis consejos, ¿vale? —Negó en forma de broma—. ¿Sabes con lo de hombres que he llegado a estar gracias a ellos? Ha sido una experiencia verdaderamente fascinante... Y placentera, claro esta.

 

Le señaló una de las entradas al interior del barco.

 

— Tengo algo que mostrarte, ¿vienes?

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