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Castillo Gaunt • (MM B: 102403)


Anne Gaunt M.
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El vampiro permanecía recostado en su habitación. Sus ojos estaban medio abiertos pero descansaba tranquilamente sobre si cama. Despertó precipitadamente debido a que su lechuza, Esmeralda, se movía en su jaula. — ¿Que es lo que te sucede pequeña? — le preguntó el vampiro acercándose a su jaula mientras metía un dedo por el espacio entre los barrotes para acariciar las plumas de la cabeza del animal. — ¿Que quieres ? — el chico continuaba conversando con su mascota como si ella le entendiera algo o él a ella, pero su relación así había crecido desde que la pequeña salió de su huevo y era toda una pequeñita sin plumas ni nada. El animal toco con una de sus patas, finas pero con garras afiladas, el pequeño cerrojo de la puertita de la jaula. — ¿Quieres salir ? — le preguntó a la lechuza mientras ella descendía al piso de madera de su recinto. — Está bien... sólo te dejaré abierta la entrada por si vuelves con alguno de tus botines — le dijo y soltó una pequeña risa al pensar en todas aquellas veces que Esmeralda lo había despertado ululando ya que no podía entrar a su jaula porque en su pico tenía una serpiente o un ratón que había cazado en cada una de sus salidas. El Gaunt abrió el cerrojo y el animal salió volando atravesando su jaula y, luego, la ventana de la habitación del chico.

 

El vampiro se había quedado viendo como su lechuza tomaba altura y desaparecía por los jardines del Castillo hasta no verse más en la lejanía. Un pequeño pero ruidoso chasquido interrumpió aquél momento del muchacho; su elfo había irrumpido en su habitación y se encontraba algo desorientado y nervioso, Shave nunca lo estaba, a pesar de los malos tratos, él siempre estaba sonriente y de buen humor por lo que está situación de verlo en ese estado era alarmante. — ¿Que sucede Shave? — el vampiro se dirigió a él mientras le daba tiempo para recuperar el aire. El elfo levantó su vista y miró al chico — Perdón amo por interrumpirlo en su descanso ... — hizo una pausa y continuó — ... pero Shave a visto a varias personas dando vuelta por los jardines del Castillo y no ha reconocido a ninguno como algún familiar o amigo de la casa — el elfo terminó de hablar y se sentó en el suelo sin dejar de mirar a los ojos azules del Gaunt. — ¡¡¿¿QUEEE??!! — gritó el joven agarrando su túnica rápidamente para salir a ver quienes eran — ¿Quien los ha dejado entrar? ¿Cómo se atreven a entrar en una propiedad privada? — gruñía el joven mientras daba vuelta el placard para encontrar la túnica azul marino. Se volvió al elfo — Muchas gracias Shave por avisar — le dijo aunque no solía agradecerle pero en estos casos era necesario — Ven atrás mío y a cualquier señal mía das aviso a quien esté en la casa — terminó de decirle u salió de su habitación.

 

¡¡Anne, Anne, Anne... !! — gritaba el vampiro por toda la casa mientras bajaba las escaleras con rapidez. — Shave ...ve a avisarle a Anne que hay intrusos en la casa y que se encuentre conmigo en la entrada principal del Castillo —. El elfo, sin perder el tiempo, chasqueó los dedos y desapareció; el muchacho salió corriendo hacia el hall de entrada, abrió la puerta y salió para ver quienes eran.

 

Su varita estaba en la mano derecha lista para empezar a lanzar hechizos si era necesario defender el Castillo. Todavía no había ingresado a la Marca pero no le iba a importar si tenía que proteger su hogar con todo lo que conocía. Salió y se paró en los primeros escalones de la entrada pudiendo diferenciar unas 6 o 7 figuras que corrían por allí; un olor familiar le venía a su nariz. — Tenían que ser los asquerosos muggles — dijo mientras guardaba su varita y preparaba sus colmillos y garras — Va a ser una linda cena esta noche —. El vampiro esperó a su hermana para recibir apoyo por las dudas de que estuvieran armados o le ganaran en el número, que por lo que veía lo hacían.

Editado por CentauroLechuza2013

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... y, por supuesto, nunca me cansé de buscarla a pesar de todo —dijo el Calicó, finalizando así su relato. La Gaunt tenía sus ojos grises clavados en el fantasma, que la miraba con una sonrisa de inmensa ternura. Se dio cuenta de que había escuchado todo historia con la boca abierta, y se apresuró a cerrarla sabiendo que su cara presentaría una expresión de máxima estupidez.

 

Por todos los infiernos, Jack, es increíble —murmuró entonces la chica, cuando consiguió articular palabra. El viejo pirata le había relatado cómo su amor por Anne Bonny le había llevado a no abandonar la tierra una vez perdió la vida, y la felicidad que le había causado encontrarla a ella, Anne, que tanto se parecía a la que era su antepasada—. No sabía que tuviésemos su sangre en las venas... y menos aún que me pareciese a ella. Entiendo ahora porqué te sorprendiste tanto al verme. Es tan...

 

Pero no terminó la frase, ya que un grito desde la parte baja del Castillo la hizo saltar del sillón en el que llevaba más de dos horas sentada. Sintió que sus bebés se removían en su interior, sobresaltados también por la reacción de su madre. Jack se asustó de igual manera, aunque ninguno pudo decir nada ya que un elfo apareció donde se encontraban para disipar sus dudas. Era Shave, el elfo de Emmet.

 

Intrusos... —murmuró, al escuchar lo que la criatura le comunicaba. Miró a Jack significativamente, pero éste simplemente movió una mano como indicándole que bajara a atender aquellos asuntos—. Te veo luego —se despidió del fantasma, saliendo de la habitación que éste ocupaba en el séptimo piso.

 

Con un chasquido, se apareció en el vestíbulo, donde Emmet la esperaba. Se acercó hasta el vampiro en silencio y, al colocarse a su lado, apoyó una mano en el hombro del Gaunt.

 

¿Son muggles? —inquirió, notando que los colmillos de su hermano sobresalían ligeramente de sus labios, probablemente sedientos de sangre. Asintió para sí, ya que su nariz captaba el olfato de aquellos pobres desgraciados que se habían atrevido a pisar sus terrenos—. Vale, espero que tengas una feliz caza, hermanito... yo iré a lo mismo, aunque no me interesa matarlos... todavía —murmuró, a la vez que su varita de roble se materializaba en su mano izquierda.

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Su hermana ya estaba junto a él y ella también se estaba preparando para atacar a los intrusos. — Me parece excelente idea Anne — le dijo el vampiro a la licántropa mientras ubicó a los primeros desafortunados con sus ojos azules — Allá nos vemos — terminó de hablar y, seguido de una sonrisa maléfica, salió a toda velocidad hacia ellos.

 

El viento rosaba su cara a medida que corría cada vez más rápido. Su hermana ya se había perdido detrás de él por lo que sólo se dignó en perseguir a los intrusos. El primer desafortunado era un hombre de unos 35 años de edad, tenía una contextura delgada por lo que era más ágil que los demás pero no que el muchacho cuya habilidad principal era la rapidez. El muggle corría de aquí para allá intentando esquivar al vampiro pero no lo logró ya que el Gaunt saltó sobre él propinándole un golpe en la cabeza que lo dejó inconsciente. El chico lo tomó del brazo y corrió a toda velocidad hacia el hall de entrada de la casa dejándolo allí tirado. — Uno a cero hermanita — le dijo a su hermana que todavía estaba allí analizando la situación — Te voy ganando — Emmet se lo tomaba como un juego por lo que decidió ir tras el otro muggle que era algo regordete y que lo vio esconderse cuando atrapó al primero. — ¿Dónde estás pequeño ratón escurridizo? — dijo el joven mientras que, parado en el medio de dos grandes árboles que habían en el jardín, buscaba al intruso. — ¡Ahí estás! — se contestó solo al ver la cabeza del muggle que se asomaba para ver si ya se había ido. El Gaunt se acercó a él y tomándolo del brazo con fuerza lo arrastró por todo el jardín hasta la entrada — ¿No te han enseñado a que no debes meterte a dónde no te llaman y menos en terrenos que son propiedad privada? — le dijo al muggle mientras lo dejaba al lado de su compañero inconsciente — Esta noche te equivocaste... — hizo una pausa el vampiro al mismo tiempo que le daba un golpe con sus uñas en la cara del muggle provocando cortes profundos —... y feo — terminó de decir el chico y antes de salir por el tercer intruso sacó su varita y, apuntándole directamente al regordete, conjuró un Desmaius que dejó inconsciente al mismo.

 

No se quedan quietos — le dijo a su hermana, en modo de broma, que lo miraba a medida que traía a los muggles — Son seis o siete hermanita... yo con tres me conformo, los demás te los dejo a ti para que te diviertas un rato con ellos — le dijo el vampiro y salió a la búsqueda del último. Ubicó a otro joven de unos 20 años, pero su olfato captó el aroma de su sangre; un aroma especial nunca antes percibido por el vampiro pero que lo hacía especial a éste. — Sos mío — le dijo al joven parándose frente a él mientras que la cara de miedo del intruso empezaba a formarse — No irás a ningún lado asqueroso muggle — le dijo y lo tomó del cuello hasta dejarlo dormido. El Gaunt sabía que no lo había matado debido a que sentía el pulso en su cuello; un botín con ese tipo de sangre no se encuentra en todos lados ni todos los días por lo que si éste moría la sangre se volvería insípida por eso prefería mantenerlo con vida.

 

Éste es el último para mi, hermana — le dijo dejándolo al lado de los otros dos — El último que atrapé tiene un olor en la sangre especial, ¿puedes sentirlo? — le preguntó el vampiro. Miró a su hermana que estaba en posición para salir ya que quedaban unos tres o cuatro.¿Necesitas ayuda para los que restan? — preguntó el Gaunt mientras se limpiaba las uñas y miraba que los que había cazado no se movieran.
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Anne esbozó una amplia sonrisa cuando vio como Emmet salía disparado para comenzar a cazar muggles. Lo cierto es que ella también sentía su sangre bullendo con alegría en sus venas, sólo con pensar en lo que haría con aquellos entrometidos en cuanto les echase el guante... si es que su hermano vampiro dejaba alguno para ella. Fulminó al chico con la mirada cuando éste bromeó que iba ganando en la cacería.

 

Que te crees tu eso, chaval... ahora verás lo que es bueno —murmuró, con tono divertido. Sin embargo, aún esperó para ver cómo se desenvolvía Emmet en aquella situación, y quedó gratamente sorprendida al ver que los sentidos del Gaunt estaban tan afinados como sus dotes para la magia. Asintió para sí, complacida y orgullosa de él. Cuando dejó a su lado al tercero muggle, anunció que los demás los dejaría para ella, aunque le ofreció su ayuda para capturarlos. Además, añadió algo sobre el aroma de la sangre de uno de los que yacían a sus pies—. Tienes razón, éste huele distinto... buen provecho, imagino que los usarás como merienda —comentó, mostrando sus afilados colmillos lobunos en una pequeña sonrisa—. Y ahora, si me disculpas... voy a por los que quedan.

 

Dicho aquello, la mujer abandonó el amparo que le ofrecía el castillo Gaunt para adentrarse en el bosque que se expandía tras los jardines laterales de los terrenos: de allí procedía el olor a muggle asustado que tanto le llamaba la atención. Si bien sus instintos no la llevaban a desear la sangre de aquellos seres literalmente tal y como le ocurría a su herman, sí que la provocaba el hecho de que se hubiesen atrevido a entrar a los terrenos de su familia. Aquella afrenta la pagarían con la vida, aunque no tan rápido como ellos desearían.

 

En cuanto se sintió rodeada de árboles, dio por comenzada la caza. Con un ágil salto, pasó por encima de un árbol caído y comenzó a caminar en silencio, sabiendo que cerca había un hombre escondido: olía su miedo, y casi podía escuchar los agitados latidos de su aterrorizado corazón. Enseguida supo donde estaba, pero decidió que daría un rodeo para despistarlo y alargar su agonía. Cuando el muggle pensó que escaparía, la mujer apareció por detrás de él, surgiendo de detrás del follaje.

 

Te pillé —exclamó, como si de un juego se tratase. El hombre, casi calvo a pesar de ser de mediana edad, chilló presa de la desesperación e intentó levantarse dando traspiés, aunque no fue lo suficiente rápido como para escapar—. Tsss, a dónde te crees que vas, despojo... ¡Incárcerus! —volvió a exclamar, apuntándolo con su varita. Varias cuerdas cayeron sobre el muggle, que se quedó atado en el suelo gimiendo de terror y temblando como una hoja—. Espérame aquí, voy a por tus compañeros.

 

No tuvo más que alzar la vista para vislumbrar a los otros dos muggles que quedaban, que corrían como ratas asustadas, profiriendo gritos y rezos a viva voz pidiendo piedad a pesar de que aún no habían sido capturados. La licántropa lanzó una carcajada mientras sacudía la cabeza, divertida con aquella escena. Qué patéticos y débiles eran los muggles... no podía creer lo que veía. Ella jamás reaccionaría así, aunque tuviera que enfrentarse a un centenar de personas y viera que no saldría indemne de la situación.

 

«Necrohands», pensó, invocando así una de los poderes oscuros que más le gustaban. Del suelo brotaron dos grandes manos fantasmales de piedra justo a un metro y medio de donde se encontraban los muggles que intentaban huir a la carrera y, a pesar de que las vieron, iban tan rápido que no tuvieron tiempo de reacción: chocaron contra ellas y cayeron, aturdidos, sobre la tierra del bosque. Con una pequeña floritura de varita, ambos estuvieron convenientemente atados y, levitando los tres cuerpos, la Haughton desapareció del bosque para reaparecer directamente en la entrada del Castillo, donde se encontraba aún Emmet.

 

Hola hermanito, ya he vuelto. Mira, encontré los tres que quedaban —comentó, mostrándoles los tres cuerpos que llevaba atados, amordazados y elevados a medio metro por el suelo—. Ahora me los llevo a las mazmorras. ¿Quieres venir? Si no me falla la memoria, creo que aún no conoces esa parte del castillo... y es altamente interesante, la verdad.

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El vampiro reía al ver a su hermana dándole caza a los asquerosos muggles, no podía dejar de ver la habilidad que la licántropo tenía para la cacería. — Déjanos ir por favor ... — suplicaba el intruso regordete al cual el vampiro había dado un zarpazo con sus uñas — ¡Cállate pedazo de basura! — le contestó el chico dando una vuelta rápida hacia él — tú y tus amigos van a pagar con su vida por haber entrado en nuestra propiedad — terminó de decir el joven y le volvió a propinar otro golpe en la cara que produjo otros tajos profundos en el rostro. — Son sacos de basura que andan dando vuelta en el mundo — sentenció el Gaunt al ver que su hermana se aproximaba con los otros tres intrusos.

 

Hola hermanita — le saludó el vampiro mirando a los otros tres muggles — Parece que éstas son las otras basuras que andaban por nuestros terrenos — dijo el muchacho soltando una risa macabra dejando ver sus filosos y sedientos colmillos. La invitación de su hermana lo tentó bastante ya que, como decía ella, no conocía esa parte del castillo y ésta parecía ser una buena oportunidad para hacerlo. — Me encantaría hermanita, pero ... — hizo una pausa y continuó — ... déjame hacer algo antes — el vampiro se dio vuelta repentinamente hacia dos de los intrusos y, agarrándolos de los pelos, mordió sus cuellos con sus colmillos tomando toda su sangre hasta dejarlos sin vida. — Listo — dijo el Gaunt sonriendo de satisfacción y dejando atrás a los dos cuerpos sin vida — Ahora le diré a Shave que se los lleve por ahí... total nadie los va a reclamar... jajajaja — terminó de decir y soltó una risa de fiesta.

 

Me llevaré a éste que tiene algo especial en su sangre — le dijo el vampiro a su hermana y, tomando su varita, conjuró : — ¡Levicorpus! — el cuerpo del delincuente se elevó a pocos metros del suelo listo para ser arrastrado a las mazmorras de la propiedad — Ya estoy listo hermanita — dijo el chico esbozando una sonrisa de felicidad. Antes de partir, el muchacho llamó a su elfo para que llevara los cuerpos fuera del castillo y que los hiciera desaparecer en algún lugar alejado de los terrenos del castillo por —... deja los cuerpos tirados en algún lugar alejado de aquí para que nadie venga a molestar — le terminó de decir el y se preparó para ir con su hermana.

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Ver cómo su hermano hincaba sus colmillos en los cuellos de aquellos muggles fue ligeramente desagradable, aunque no dijo nada del tema. Simplemente desvió la mirada mientras el olor de la sangre fresca y aún caliente llevaba hasta su nariz, haciendo que su propia sangre bullera con más energía que antes. Cuando Emmet volvió a hablar, Anne le miró y vio cómo lo sangre escurría de su boca. Aunque aquello no le agradase demasiado, sabía que era el impulso natural del Haughton... su propia hija, Mery, era vampiresa y por eso estaba acostumbrada a aquellas cosas.

 

Bien, que limpien la entrada... no quiero que haya manchas de sangre en las escaleras —comentó, cuando el chico dijo que su elfo se llevaría los cuerpos de los muertos. Después chasqueó los dedos y los tres muggles a los que ella habia apresado comenzaron a levitar tras sus pasos—. Vamos Emmet, me apetece visitar una parte del castillo que lleva años sin utilizarse... de hecho, no creo que nuestro abuelo Sammuel los usara, él era demasiado... bueno —murmuró. La mortífaga comenzó a caminar por el vestíbulo, dirigiéndose sin vacilar hacia la puerta de la habitación-trastero que había al fondo de éste. Al colocarse junto a la puerta, alzó la mano derecha y tiró del candelabro que colgaba elegante sobre la pared de piedra, el cual se separó por el extremo superior unos centímetros hasta que se detuvo, profiriendo un pequeño "click".

 

Tras el sonido, se abrió una pequeña abertura en la pared de piedra que había junto a la puerta, de aproximadamente dos metros de ancho y dos metros de alto. Indicando con un gesto de cabeza a Emmet que la siguiera, Anne se adentró en aquella oscuridad con los tres muggles tras de sí. Para su sorpresa, aquel extraño pasadizo era fresco y estaba bien ventilado: además, las antorchas que colgaban de las paredes se encendieron de repente, como recibiendo a los dos Gaunt. La matriarca sonrió: adoraba aquel castillo.

 

Juntos, ambos hermanos caminaron con sus prisioneros descendiendo por aquel pasadizo, que se adentraba en las profundidades de la tierra. Llegados a cierto punto, unas escaleras daban acceso a una amplia mazmorra tenuemente iluminada y con un ligero olor a sangre en el ambiente. La mujer metió a dos de los muggles en una celda y se llevó al tercero, el hombre al que había encontrado primero, con ella.

 

Ven, Emmet, llegó la hora de jugar —comentó, alegre. De repente, la magia que había levitado el cuerpo del muggle hasta allí acabó y el hombre se precipitó contra el suelo con fuerza, profiriendo un gemido de dolor—. Oh, pobre, ¿te has caído? Espera, déjame que te ayude —susurró, con sorna. Hizo una floritura de varita dirigida hacia el hombre y éste salió despedido, chocando contra una celda vacía. Volvió a gemir, y la licántropa soltó una carcajada—. Ay, no, pero qué débiles sois los muggles... y ahora cuéntame, ¿cómo has entrado en los terrenos de mi castillo?

 

Pero no obtuvo respuesta. El muggle tan sólo acertaba a farfullar algunas palabras sin sentido mientras temblaba como una hoja, mirando a la mortífaga con ojos llorosos.

 

Crucio —exclamó la mujer, ante la poca disposición que presentaba su víctima a hablar. Empezó a gritar y a retorcerse, pero la Gaunt no se compadeció lo más mínimo—. A ver si así te apetece hablar. Tengo todo el día libre, tú verás... quizá si me respondes todo lo que quiero saber, salgas de aquí con vida —añadió, encogiéndose de hombros.

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Ya se había deshacido de dos de los intrusos que el vampiro había cazado. La sangre fresca corría por la comisura de sus labios; su cuerpo volvía a tener más vitalidad. — Se lo merecían — dijo el Gaunt soltando una risa macabra — y ahora te toca a ti — se acercó a hablarle al otro que estaba inconsciente todavía.

Shave... — llamó a su elfo — ... cuando termines de llevarte los cuerpos limpia la entrada para que no quede ningún rastro de sangre — terminó de decirle su amo y el elfo, con una pequeña reverencia, desapareció del lugar.

 

Estoy listo hermanita para jugar — le respondió el vampiro y con un suave movimiento de su varita, el cuerpo del muggle se elevó a pocos metros del suelo y siguió flotando tras el chico a medida que caminaba junto a su hermana. — Jajajaja ... — soltó una sonrisa a viva voz — ... quizás nuestro abuelo no sabía divertirse con estas basuras ... o nunca se le presentó la oportunidad — sentenció con sus colmillos, aún teñidos con sangre, que salían fuera de su boca.

 

A su hermana se le hacía muy fácil llevar a los intrusos; parece que ella ya ha tenido experiencia en cazar muggles por lo que al muchacho le interesaba aprender un poco más de la licántropo. Atravesaron todo un pasadizo cargando a los prisioneros detrás de ellos, el muchacho ya quería divertirse un rato con el prisionero que traía. Llegaron al recinto, el olor a sangre vieja se sentía en el aire pero al joven le daba lo mismo. — ¡Creo que es hora! — grito el chico con júbilo y, con un movimiento de su varita, la magia que tenía a su prisionero flotando detrás de él desapareció. — Uyyyy ... — dijo el muchacho con sarcasmo — ... el nene se cayó al suelo... jajajaja — terminó de decir con una sonrisa en el rostro. El muggle ya estaba despertando y al vampiro más le convenía para que sintiera lo que le iba a pasar por haberse metido a sus terrenos. — ¡Vaya! hermanita — le dijo el chico — no los trates tan mal a nuestros invitados — terminó con una sonrisa maléfica.

 

¡Despertaste! — cantó el Gaunt al ver que su prisionero despertaba lentamente por lo que se acercó a él y, agarrándolo de los pelos, lo tiró contra una de las paredes de la celda — Uppsss ... perdóname — le dijo el vampiro ante la queja de dolor del intruso — No puedo medir mi fuerza — . Miró un rato como se retorcía del dolor mientras intentaba pararse — ¿Acaso quieres escapar? — le preguntó con un tono burlón — Anda, eres libre — cuando terminó de pronunciar su frase, el prisionero salió corriendo por el pasillo — Jajajaja ... — la risa del vampiro resonó por toda la habitación — Mira Anne, el maldito pretende escapar — se dirigió a su hermana. El chico sabía que no iba a llegar lejos por lo que tomó su varita y apuntándolo, pronunció: —¡Incárcerus! — tres cuerdas se materializaron de la punta del arma del vampiro impactando en el prisionero y atándolo de pies, manos y otra dirigida al cuello. — Puedo hacer que esto sea más doloroso de lo que tu imaginas — le dijo mirando al hombre joven en el piso tirado — Han cometido un gran error metiéndose en nuestros terrenos y tuvieron la mala suerte de encontrarse con un vampiro, como yo, y una mujer lobo, como mi hermana — seguidamente el vampiro señaló a su hermana. — Tu sangre es muy especial lo que hace que mi sed aumente — mostró una de sus largas uñas y, pasándola por el rostro del prisionero, causó un corte del cual salían pequeñas gotas de sangre. — ¿Te duele? — le preguntó el muchacho con un tono burlón — más te dolerá esto — y acto seguido el vampiro tomo la muñeca del muggle y haciendo fuerza la rompió — Creo que no eres tan fuerte después de todo — dijo el Gaunt y sonrió mirándolo.

 

Su hermana se estaba divirtiendo bastante con el suyo. Había escuchado el conjuro Crucio y juró haber visto al muggle retorciéndose. — Parece que no quieren hablar hermanita — le gritó desde la otra punta del pasillo — algo tenemos que hacer para que nos digan que estaban haciendo en nuestra propiedad — le terminó de decir a Anne y se dirigió de nuevo a su juguete — ¿Me vas a decir cómo se metieron acá ? o ¿ tengo que seguir rompiéndote huesos y después convertirte en mi cena? — le dijo el vampiro pero el prisionero sólo se quejaba del dolor que le causaba su muñeca fracturada.

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Shhh, cállate, por Morgana... vas a hacer que me duela la cabeza —soltó la Gaunt, dando una patada al muggle en el estómago. Éste seguía retorciéndose tras haber recibido la maldición de tortura, gimiendo y pidiendo clemencia a voces. Ésta notó que comenzaba a delirar, y sabía que pronto perdería la consciencia... así que lo mejor era darle un pequeño respiro.

 

Se entretuvo en ver cómo Emmet se las apañaba con aquel hombre cuya sangre había alterado sus sentidos vampíricos. El chico se desenvolvía bien, y la licántropa lo miraba con orgullo. Cuando hizo creer al hombre que podía escapar y luego lo ató, soltó una sonora carcajada y se dobló ligereamente hacia adelante para acentuar su risa.

 

¡Pero qué patéticos son estos muggles! ¿En serio cree que corriendo puede huir de nosotros? —chilló, entre carcajadas. Caminó hacia adelante un par de pasos para poder ver cómo el vampiro arañaba en la cara a su prisionero—. Es interesante ver la desesperación en sus ojos, ¿verdad? Pobrecitos... y lo peor es que se lo han buscado ellos solitos —canturreó, regresando la atención a su propio cautivo.

 

Alzó la varita y la hizo girar varias veces entre los dedos con agilidad, a la vez que miraba con ojo crítico al muggle que tenía ante sus pies. Emmet interrogaba ahora al muggle al que andaba torturando, pero no parecía decidido a pronunciar palabra... por el momento. Así que la mortífaga decidió intentarlo una vez más con el suyo.

 

A ver, querido, todo sería mucho más fácil para ti si te decidieses a hablar en lugar de chillar —le explicó, con voz engañosamente conciliadora—. Quiero saber cómo demonios has entrado en mis terrenos, sólo pido eso.

 

Por favor... por f... por favor, señora, no me... m... me mate —gemía el hombre, tartamudeando ligeramente y dirigiéndole una mirada aterrorizada. La licántropa volvió a reir, pero esta vez de forma mucho más sarcástica.

 

Hijo, para empezar no soy señora... soy señorita —bufó, resoplando por la nariz sin perder el gesto burlón que mantenía en su rostro desde que habían llegado a la mazmorra—. Y, para seguir... matarte o no ya no es la opción que estamos barajando. Lo que aún no sabemos es si morirás lenta y dolorosamente o de forma rápida e indolora —le explicó, con paciencia, agachándose a su lado. Apuntó a las cuerdas que rodeaban el cuerpo del hombre que su varita y su sonrisa se amplió—. Morphos.

 

Éstas se convirtieron en una gran serpiente color tierra, evidentemente venenosa. El reptil comenzó a moverse alrededor de los miembros del muggle, que temblaba como una hoja e hipaba compulsivamente, muerto de miedo.

 

Venga, comienza a hablar y mi querida amiga escurridiza no te hará nada —comentó, a la vez que se incorporaba y daba un paso hacia atrás. Había algo de sí misma que nadie, salvo su hija Mery, sabía: tenía una terrible fobia hacia las serpientes y, por nada del mundo, se acercaría a semejante bicho—. Bueno, mientras te decides... te mostraré lo rápido que será todo para ti en caso de que decidas colaborar como un buen muggle —añadió, mientras se daba la vuelta y caminaba hacia la celda donde otros dos muggles aguardaban, cada uno en un extremo de su habitáculo. Apuntó a uno de ellos con su varita, entornando los ojos grisáceos, que en aquel momento brillaban peligrosos y aterradores—. Avada kedavra.

 

Una luz verde inundó la mazmorra momentáneamente. La maldició asesina había actuado debidamente y, en el suelo de la celda, tirado en el suelo con expresión de terror, se hallaba el cadáver del muggle.

 

Venga, espero tu respuesta —anunció entonces, girándose hacia el que seguía temblando en el suelo apresado por la serpiente, que miraba la escena con absoluto pavor.

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El chico miró como su hermana asesinaba a uno de los muggles con su varita y éste caía seco en el suelo de las mazmorras — Creo que nuestro piso está sucio — dijo el vampiro a modo de burla mirando cómo su hermana continuaba torturando a otro de ellos. — Bueno... bueno... bueno... — dijo el muchacho soltando un suspiro largo y sostenido — Creo que ya te he esperado mucho y me cansé y, como no me has dicho nada, lamentablemente no te podrás ir — volvió a su prisionero mirándolo fijamente — Has tenido demasiado tiempo como para hablar y tú has decido que ... — no pudo terminar la frase debido a la interrupción del muggle — Cállate maldita criatura asquerosa — dijo el prisionero mientras permanecía atado por las cuerdas mágicas — Tú y tu maldita hermana no durarán mucho — los ojos del vampiro se volvieron azul oscuro por la ira que corría su cuerpo, habían insultado a su hermana alguien a quien apreciaba mucho y era capaz de defender hasta la muerte. — ¿Has oído eso hermanita? — se dirigió a Anne directamente — Esta basura nos ha amenazado y algo peor que desata mi ira, te ha insultado y eso no lo voy a permitir — terminó de decir el vampiro y acto seguido guardó su varita y caminó tranquilamente hasta el chico que estaba atado en el suelo sangrando.

 

Tomó un respiro e intentó tranquilizarse pero la rabia lo superaba. Nunca nadie había insultado o maltratado a un familiar enfrente de él. — Te has equivocado feo insultando a mi hermana — le dijo y lo alzó por el cuello poniéndolo contra la pared de una de las celdas — no sabes con quien te estas metiendo ni lo que has hecho — le dijo al muchacho a medida que apretaba cada vez más el cuello del intruso — quiero que sepas que me molesta muchísimo que insulten a alguien de mi familia y más a alguna de mis hermanas — le advirtió el vampiro a medida que se acercaba a su cuello a oler la sangre que le caía de la herida de la cara — no sabes lo que soy capaz de hacer cuando alguien hace algo así — señaló y pasó uno de sus dedos para empaparlo con la sangre del muchacho — Estás en el punto justo — dijo oliendo su sangre. Sacó sus colmillos y mordió el cuello del intruso sosteniéndolo, aún contra la pared de las mazmorras. Se retorcía como si fuera una serpiente enroscándose en un pedacito de rama de árbol — Ahhh... — soltó el vampiro con la boca manchada de sangre — si que estaba en su punto justo — agregó mirando cómo su hermana torturaba al otro muggle. El Gaunt dio una última mordida y soltó el cuello del cuerpo muerto dejándolo caer seco al suelo — Te dije que no te metieras con mi hermana — le habló al cadáver.

 

Se sentó en un banco cerca de su hermana por las dudas que necesitara ayuda — ¿Está todo bien? — le preguntó a su hermana mientras se limpiaba la boca — Yo ya me cené al último mald**o que quedaba — le dijo.

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La falta del respeto que el muggle acababa de comerte contra ellos había sacado de quicio a Emmet. Su reacción sorprendió notablemente a Anne, que se giró para observar cuáles serían sus siguientes movimientos ante la falta cometida por sus prisioneros, ignorando los balbuceos desesperados que el muggle al que había estado torturando hasta hacia medio minuto antes soltaba mientras observaba con terror la varita de la bruja.

 

Tras algunas palabras, el vampiro clavó sus colmillos en el cuello del hombre, que pronto dejó de moverse. La licántropa vio cómo caía al suelo como un saco, ya sin vida. Los restos de sangre del muggle cubrían parcialmente la boca de su hermano, al que miró con una pequeña sonrisa en los labios.

 

Cuida tu alimentación, querido —le comentó, divertida—. A lo mejor tienes una indigestión si sólo te alimentas de muggles... no pueden ser buenos ni para comer —añadió, soltando una carcajada. Tras esto, Emmet se sentó en un banco cercano y le preguntó si necesitaba ayuda—. No, no, tranquilo. Lo tengo todo controlado... además, mi amigo iba a contarnos porqué estaban aquí. ¿A que sí? —lanzó la pregunta con tono fuerte, girándose de nuevo hacia el muggle, que comenzó a temblar de forma descontrolada.

 

Yo... esto... de verdad, yo no quería.... no queríamos entrar en la propiedad privada... por favor, piedad.... por f...

 

Oh, ¡por Morgana! Deja de gimotear, asqueroso impuro —soltó la mortífaga, asqueada—. ¡Absorvere!

 

El muggle volvió a gritar con fuerza cuando un sonoro chasquido resonó por la mazmorra. Su fémur derecho acababa de quebrarse de forma dolorosa, haciendo que se retorciera a pesar de que la serpiente aún le apretaba los miembros con fuerza mientras se observaba la pierna, horrorizado. La Mago Oscuro tenía la vista clavada en él, sin ni siquiera parpadear para no perder detalle de lo que sucedía. Ya se había cansado de aquel juego, ya no quería seguir escuchando súplicas y llantos.

 

Qué asco me dais tú y tus lloriqueos. No sabéis lo que es el orgullo o la resistencia. Sólo sabéis gritar como ratas asustadas y correr hacia vuestro cobijo sin la menor posibilidad de defenderos, suplicando clemencia para salvar vuestras miserables vidas. No llegáis ni a la calificación de elfo doméstico —masculló, entornando los ojos, que se habían vuelto de un inusual verde brillante—. Te he hecho una pregunta y no me has respondido. Te ofrecí la alternativa de morir rápida e indoloramente pero no la has aprovechado. Así que, ahora, morirás lentamente... Sectusempra —sentenció, alzando la varita hacia el pecho del muggle.

 

Varias heridas sangrantes aparecieron en su torso, haciendo que rápidamente sus raídas y sucias ropas se empaparan con el fluido vital. Sabía que aquello acrecentaría el deseo de su hermano de probar cómo sabía el hombre, pero le indicó con un gesto que no se acercara. El prisionero ni siquiera se molestó en gritar o gemir: miró de soslayo las heridas que habían aparecido en su piel mágicamente y que comenzaban a arrebatarle la vida gota a gota.

 

La mortífaga tuvo que esperar unos minutos hasta que el hombre, finalmente, exhaló su último suspiró: se había desangrado. A su alrededor se había formado un extenso charco de sangre, el cual amenazaba con alterar sus sentidos a pesar de que ella solía controlar bien sus impulsos. Giró sobre sus talones y se acercó a Emmet.

 

Ése que queda en la celda lo dejaremos para después... que sufra, que sepa lo que le espera para cualquier día de estos, cuando nos aburramos. Será nuestro invitado de honor... en las mazmorras —comentó, con voz siniestra y un tono ligeramente más grave que el suyo natural—. ¡Anko!

 

Ante su llamada, un esmirriado elfo apareció, haciendo una profunda reverencia que prácticamente le hizo rozar el suelo con la punta de la nariz.

 

Llamaba, mi ama...

 

Sí. Limpia toda esta porquería, y deshazte de los cadáveres. Sin rastros, ¿entendido? Emmet, nosotros vámonos de aquí. ¿Te apetece una copa de vino? ¿O has tenido bastante con la sangre de esos llorones? —exclamó, comenzando a caminar hacia las escaleras que la llevarían al vestíbulo nuevamente.

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