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Castillo Gaunt • (MM B: 102403)


Anne Gaunt M.
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El gusto por la sangre de aquél último muggle que había matado todavía continuaba en su boca. Sus comisuras labiales estaban impregnadas de sangre todavía y no tenía intención de quitarla de allí. — Mi alimentación está bien cuidada — le dijo el vampiro a su hermana con una sonrisa burlona tocándose su fuerte vientre.

 

Se había quedado quieto en el lugar por la advertencia de su hermana pero la sangre de aquél intruso le había dado más sed que nunca a pesar de haber bebido bastante. El charco de fluido que había en el suelo de la mazmorra era muy atrayente para el vampiro pero debía contenerse porque no sabía que podía llegar a tener la sangre de aquél que, su hermana, había matado.

 

Me parece perfecto — le dijo el Gaunt — Que se quede allí y que aprenda lo que somos capaces de hacerle a los intrusos — sentenció el muchacho sonriendo y mirando por última vez al muggle que quedaba en una celda rodeado de los cadáveres de los demás muertos. — Te acompaño con una copa hermanita si lo deseas — le espetó a la mortífaga mientras limpiaba la comisura de sus labios con las mangas de su camisa blanca que, por la cacería, había quedado manchada con sangre y polvo pero era más roja que otro color. — Vamos — le dijo a su hermana mientras el muchacho desprendía los botones de su camisa para quitársela.

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Mery Anne Haughton

 

La busqueda de su serpiente estaba siendo un completo desastre, y su madre había desaparecido por arte de mágica. Dio una carcajada, "por arte de mágia" pensó, claro que había desapareciado, le tenía demasiado miedo a aquellos seres como para ponerse a buscarlos, seguramante se encontraría encaramada en una meso, o en el piso más alto del castillo Gaunt pensando que la serpiente no sabría subir las escaleras, pero, ¿no había penso que si sabe trepar por las barandillas? Ahora más que nunca tenía que tener el oido bastante fino para escuchar si la Gaunt gritaba, eso significaría que Ka le había echo una visita.

 

- Ka, ¿donde demonios estás? -dijo la vampiresa echa una furia. Subió dos pisos y la serpiente no estaba. El cansancio se estaba apoderando de la joven por lo que decidió sentarse y esperar a un poco, con suerte, o la serpiente aparecería en las tres primeras escaleras de la planta baja, o Anne la encontraría, aunque la primera opción sería más agradable que cualquier otra.

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Viendo que Emmet estaba de acuerdo en abandonar las mazmorras, la matriarca Gaunt puso rumbo a la planta baja, ascendiendo por las escaleras que la llevarían hasta allí. El frescor que desprendían las paredes de piedra del lugar resultaba agradable para la licántropa, y sintió que si tuviese que pasar mucho rato allí necesitaría alguna chaqueta para abrigarse. Siguió ascendiendo, justo cuando notó que algo se movía un par de metros por delante de él.

 

Se detuvo en seco, entornando los ojos para vislumbrar mejor de qué se trataba. Seguía moviéndose y, tras unos segundos más mirándolo, se dio cuenta de lo que era.

 

¡¡MEEERYYYYYY!! —gritó. Sabía que la chica no podría acceder a las mazmorras sin su ayuda pero, con un poco de suerte, escucharía su grito y sabría que estaba metida en problemas. Al escuchar el ruido, la serpiente pitón se movió, asustada, y comenzó a reptar por las escaleras, rumbo al vestíbulo—. ¡Maldito bicho asqueroso! —bufó la mujer—. ¡Aquí no puede acceder nadie sin mi permiso! ¿Cómo ha llegado ese ser inmundo? —bramó, fuera de sí. Subió por las escaleras tan rápido como su avanzado embarazo le permitía y, cuando llegó al acceso del vestíbulo, lo atravesó como una exhalación.

 

Se encontró a su hija al pie de la escalera, probablemente sorprendida por su grito. A unos metros de ella, la enorme pitó reptaba huyendo de su ira, pero la licántropa ya la había visto. Sacó su varita y la apuntó, con gesto iracundo.

 

¡Sectusempra! —chilló, para matarla. Sin embargo, algo se cruzó delante de ella y la hizo desviar la dirección de la varita, haciendo que el rayo saliese hacia la derecha de la serpiente, sin darle. Parpadeó, confundida, y se percató de que era Jack, el fantasma del castillo—. ¡Maldito seas, Calicó!

 

Ya estoy maldito, tienes razón. Pero no creo que sea buena idea que mates a la mascota de tu hija... ¿no crees, querida? —inquirió éste, con voz amable.

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Sophie Haughton.

 

Departamento de Transportes Mágicos.

 

Dirección de la Red Flú, Trasladores y Control de Calidad.

 

Empleada.

 

 

El revuelo de una capa y un sonido implosivo y al siguiente parpadeo la fachada del Castillo Gaunt se erguía con majestuosidad frente a la Haughton que arregló su cabello y vestimenta antes de dar otro paso.Su cara de sorpresa que nadie estaba allí para ver, demostró que había aparecido unos cuantos metros del portón más alejada de lo que esperaba así que tuvo que recuperar con algunos pasos hasta finalmente alcanzar el portón.

 

¿Pero qué era lo que había venido a hacer allí? Lo recordé una vez dentro justo a tiempo para realizar el hechizo, me giré sobre mis talones sacando la varita del interior de mi capa y acto seguido el hechizo antiaparición había sido re-instalado de manera que

  • Sólo los patriarcas pueden aparecer y desaparecer en cualquiera parte del Castillo.
  • Los miembros de la familia pueden aparecer en los jardines delanteros del Castillo y en sus dormitorios personales.
  • Miembros ajenos a la familia no pueden aparecer ni desaparecer a menos de 50 metros del castillo.

Muy bien, no dudaba que mi madre y todos los habitantes del Castillo estaría más cómodos con aquellas nuevas condiciones, pero por ahora mientras avanzaba más y más hasta la puerta del Castillo recordé lo que me traía realmente hasta allí, afortunadamente ya había conciliado mis pensamientos, o al menos estaba casi segura de ello.

- Buenas - el elfo realizó una reverencia - ¡Señorita Sophie! - dijo emocionado reconociéndome, si mal no recordaba aquel era el mismo elfo de mi madre - Pase pase - añadió con urgencia - iré a buscar a la ama - seguidamente guió hasta la sala en donde me hizo sentar y no se conformó hasta que le acepté una taza de té.

Seguramente mi madre estaría ocupada, así que disfruté a pequeños sorbos el té, también era muy posible que estuviera más grande que la última vez que le había visto en el Departamento y por primera vez el pensamiento arrancó un tierna sonrisa de mis labios.

 

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Secajo, elfo personal de Anne K. Gaunt Haughton.

 

El elfo corría, nervioso, por la sala de estar del vestíbulo. Escuchaba los gritos de su ama, a pesar de que había estado muy pacífica aquel día. ¡Otra vez la serpiente de la señorita Mery!

 

Cualquier día de estos la pobre ama Anne morirá de un infarto —se lamentaba la criatura, apenada. Sabía de la terrible fobia que sufría la Gaunt hacia las serpientes y, precisamente, una de las hijas de ésta tenía una pitón por mascota. No era la primera discusión que tenían por el tema, y sabía que no sería el último.

 

De repente, escuchó que alguien llegaba al Castillo, y sus orejas enormes y alargadas se empinaron hacia arriba. Salió corriendo hacia la gran puerta de entrada, tropezando varias veces en su camino. Finalmente llegó y abrió para ver de quién se trataba.

 

Buenas—exclamó, con voz chillona. Hizo una gran reverencia hacia la chica, rozando el suelo con su pintuaguda nariz—. ¡Señorita Sophie! Pase pase, iré a buscar a la ama —le dijo, haciéndola pasar hasta la sala de estar en la que él había estado limpiando unos instantes antes. Cuando se aseguró de que la chica se había sentado y aceptaba el té que le servía, corrió fuera a buscar a la ama Anne.

 

La halló en una de las salas contiguas al vestíbulo, aún gritándole presa de la histeria a la amita Mery. Carraspeó con la garganta, sintiendo que un nudo de aire se instalaba allí y le impedía hablar a causa del miedo.

 

A... ama Anne... no quiero mo... molestar pero... ha... ha llegad... llegado la amita Soph... Sophie —tartamudeó, encogiéndose sobre sí mismo.

 

 

 

Anne K. Gaunt Haughton.

 

Si había algo que la sacaba de sus casillas era aquella costumbre que Mery tenía desde niña a guardar silencio cuando se metía en problemas y la reprendían por ello. Las ganas que la licántropa sentía de matarla iban aumentando por segundos. Sin embargo, la vocecita de Secajo la sacó de aquella furia que se había apoderado de ella, dándole un nuevo objetivo contra el que arremeter.

 

¡¿QUÉ QUIERES AHORA, SECAJO?! ¡¿NO VES QUE ANDO OCUPADA?! —vociferó, con un brillo de ojos fiero y peligroso. Sin embargo, cayó en la cuenta de lo que la criatura había dicho al avisarla y su rostro cambió al instante—. Espera, ¿has dicho Sophie? ¿Ha venido? —murmuró, sorprendida. El enfado había desaparecido; la serpiente había desaparecido de su mente. Se giró hacia Mery, cosa que la hizo fruncir el ceño para que no pensara que todo había terminado—. Tu hermana mayor acaba de salvarta el pellejo, pelirrojita —le dijo—. Pero ya volveré. Le debes gratitud eterna a Jack... de no ser por él, ese bicho estaría muerto. Enciérralo... y que no lo vuelva a ver. O la próxima vez, le servirá de alimento a Ares —la amenazó, alzando el dedo índice hacia ella—. Sophie ha venido, así que podrías asomarte a saludarla, al menos —añadió. Tras esto, giró sobre sus talones y se dispuso a seguir a Secajo, que ya se había recompuesto y había dejado de temblar.

 

El elfo la condujo hasta la sala de estar, a la que Anne entró con gesto serio. No sabía si Sophie habría conseguido digerir completamente la noticia de los dos hermanitos que nacerían pronto, o si aún estaría pesarosa con aquella cuestión. En el fondo, la Gaunt sabía que aquello era culpa suya, por haber aprendido a ser madre tan tarde.

 

Hola, Sophie —la saludó, avanzando despacio hacia el sofá donde se encontraba la Haughton. Se inclinó levemente y la besó en la mejilla, con ternura y cierta vacilación. Aún no sabía de qué humor andaba su hija—. Disculpa la tardanza. Estaba... yo venía de... em... bueno, discutía con Mery —se excusó. No estaba segura de si sería muy buena idea contarle que acababa de matar a dos muggles en las mazmorras, así que bastaría con el último acontecimiento de la mañana.

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Lo había pensando mejor y realmente ahora me sentía un poco avergonzada de mi reacción en el Departamento, era injusta con mi madre, envidiosa con los gemelos por nacer y sobre todo egocéntrica... nada de aquello podía ser, era más feliz ahora que tenía a mi madre y lo mejor que podía hacer era aprovechar cada minuto con ella, definitivamente no podía dejarme manejar por los celos pero se lo haría saber. De pronto la voz de mi madre sonó junto a mi, me había distraído de tal manera en mis cavilaciones que no le había escuchado venir.

 

- ¿Discutir con Mery? - dije alzando una ceja y conteniendo una sonrisa - ¿Y es que acaso no me tienes noticias nuevas? - solté una risa divertida, en efecto estaba tan embarazada que yo no entendía muy bien como hacía para moverse de un lado a otro. - ¿Anda por aquí ? - giré mi cabeza como buscándola esperando encontrarla tal vez detrás mío. Se me apagó el semblante al no encontrarla, pero sería mejor que se tardara, no quería tocar el tema por el que venía con ella ahí pues no quería que discutieran más.

 

- Siento muchísimo mi comportamiento en el Departamento - reconocí bajando un poco la cabeza - acepto que me he dejado dominar por los celos pero... - volví a alzar los ojos para encontrar los grises de mi madre y en aquel momento comprendí completamente lo torpe que había sido al encontrar el mismo tono de los míos, no importaba si tuviera tres o mil hijos, sería madre de todos y muy a pesar su humor siempre tendría tiempo para cada uno. - la verdad es que ahora lo comprendo y no quiero que te agobies. El pasado no es más que eso y ahora lo importante es lo que podemos hacer con el presente.

 

Volví a alzar mi vista hasta ella y le dirigí una sonrisa al tiempo que extendía mi mano para acariciar su tan abultado vientre, lo importante era justamente aquello, aquellas criaturas que no podían nacer en un ambiente hostil, no al menos uno proveído por su propia familia.

 

- Me dirás que nombres has pensado o ¿acaso es un secreto? - pregunté genuinamente curiosa.

 

 

 

OFF:
quiérote ma :love:

Editado por Sophie Wright Ryddleturn

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El gesto serio que había colocado en su rostro al entrar en la sala de estar no duró demasiado. Cuando Sophie preguntó por Mery, Anne perdió parcialmente el nudo de nervios que se había instalado en su pecho unos días antes y pudo respirar con algo más de calma, haciendo que su cara no reflejara tanta tensión. El resto desapareció cuando la Haughton soltó una risita, buscando con la mirada a su hermana. Se sentó junto a ella y consiguió armar una sonrisa en su rostro, leve pero sincera.

 

Sí, anda por aquí. Estará escondiendo a su mascota, si es que le tiene algo de aprecio —respondió entonces la Gaunt, con voz irritada—. Quizá baje en un ratito... al menos, le he dicho que lo haga. Seguro que estará encantada de verte —añadió, relajándose nuevamente al notar que el recuerdo de la serpiente amenazaba con destruir la calma que se había apoderado de ella.

 

Pero entonces, aquello también desapareció de su mente. Sophie comenzó a excusarse por lo que les había pasado en el Ministerio unos días antes, cuando la licántropa había confesado a su hija que tendría mellizos. Según iba hablando, Anne sintió que la congoja se apoderaba de ella y que las lágrimas amenazaban con llenar sus ojos grises, tan similares a los de su hija, que ahora la miraba directamente a la cara. Tragó saliva como pudo, y terminó por bajar la mirada lentamente, mientras sentía la mano de la mujer en su vientre. Sonrió cuando le preguntó por los nombres de sus hermanos y, cuando sintió que podría hablar sin sollozar, volvió a mirarla a los ojos.

 

Sophie, yo... Hija, no tienes que disculparte por nada. Aquí la que debe pedir perdón soy yo —murmuró, con tristeza—. Lamento mucho lo que te hice, el obligarte a crecer lejos de tu familia y demás... sé que no fui buena madre, y por eso te pido disculpas, porque te falté cuando más me necesitabas. Pero te prometo que no volverá a suceder, nunca más —siguió diciendo, a la vez que tomaba a Sophie de las manos—. Te prometo que siempre me tendrás para lo que necesites, y te agradezco mucho que hayas venido para darme ánimos a decirte esto que no me atrevía a decir —añadió—. Y me alegra saber que sabes pasar página, porque ahora es lo único que podemos hacer. Vivir a partir de ahora y aprender de nuestros errores —terminó diciendo.

 

Se inclinó hacia adelante y la abrazó, alzando una mano para acariciale suavemente el pelo. Antes de separarse de nuevo, la besó en la mejilla y luego se sintió con ánimos de esbozar una sonrisa al recordar la última pregunta de la chica.

 

Claro que no es un secreto, creo que ya tengo los nombres para los niños —comentó—. La chica será Sarah, y el chico será Erik, si no cambio de opinión cuando nazcan.

 

 

OFF:

Yo te quiero más aún, hija :love: Meri tiene problemas para conectarse pero si puede, pasará a saludarte *O* ♥

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El vampiro había presenciado cómo su hermana había intentado matar a la mascota de Mery pero el fantasma que había en el Castillo lo había impedido interponiéndose entre la serpiente y ella.

 

Shopie había venido del Ministerio a confirmar algo del hechizo antiaparición según pudo escuchar desde la cocina mientras servía dos tragos. Uno de ellos era rojo y espeso que manchaba todo el vidrio del vaso y el otro era whisky para su hermana. Habían quedado sedientos luego de la caza que habían llevado a cabo en los terrenos de la propiedad y más cuando jugaron con ellos en las mazmorras de la propiedad. El Gaunt agarró los dos vasos y se encaminó hacia dónde estaban las mujeres hablando. — Perdón la interrupción — dijo el mortífago mientras pasaba por delante de las mujeres y se sentaba en uno de los sillones individuales — Toma hermana — le pasó el vaso a la Haughton y miró directamente a Sophie — Disculpa que no te he ofrecido nada pero no sé lo que tomas — le dijo con una sonrisa dejando ver sus colmillos mientras su hermana tomaba un trago de whisky — ¿Quieres beber algo? — le preguntó antes de que las mujeres siguieran hablando.

 

El Base miró a su hermana — ¿Puedo quedarme o tienen que hablar cosas privadas? — dijo el mortífago sonriéndole tiernamente a Anne.

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Podía observar por los gestos y la ansiedad ahora reflejada en el rostro de mi madre que aquella conversación no es nociva únicamente para mi, nos afectaba a ambas, pero unos segundos después Anne contestó a mis palabras; su voz sonaba un poco cambiada pero de sus labios surgieron las palabras que cualquier ser querido(pero especialmente tu madre) pudiera regalarte en tu vida.

Frases como "no volverá a suceder nunca más" eran más apaciguadoras que un vaso de whiskey de fuego, por suerte había decidido contestar también a mis preguntas porque las lágrimas amenazaban con escapar de mis ojos pues tanto me había conmovido; esperaba que de aquella manera nunca más tuviéramos que siquiera mencionar o recordar aquel capítulo de nuestras vidas, acordando al fin que no era más que un pasado superado. La sonrisa posterior a sus calurosos gestos de cariño acabaron por confirmarlo.

 

- La chica será Sarah, y el chico será Erik, si no cambio de opinión cuando nazcan.

- ¡Oh! - exclamé sorprendida escuchando seguramente por primera vez los nombres de los mellizos, repitiendo los nombres en mi cabeza con distintas entonaciones "Erick" "Sarah" - ¡Me gustan! no son... - mis siguientes palabras se vieron interrumpidas, Emmet el hermano de mi madre y consecuentemente mi tío aparecía con una bebida en cada mano, una evidentemente sangre como parte de su dieta y en la otra, miré mal a mi madre, si aquello era licor no lo aprobaba.

 

- No existe tal asunto como cosas privadas- dije adelantándome a la pregunta que había hecho a su hermana con una sonrisa dibujada en mi rostro- debo decirte Tío que se te ha adelantado un elfo - dije haciendo un gesto de brindis con mi taza de té - En realidad me alegra verte ¿como estás? - pregunté invitándolo a tomar asiento.

Editado por Sophie Wright Ryddleturn

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El Gaunt sonrió al escuchar los nombres que tendrían sus sobrinos cuando nacieran <<Erik y Sarah>> , se repetía por dentro de sí mismo; mejores nombres no podía haber escogido su hermana — Me encantan esos nombres, Anne — le dijo el vampiro sonriéndole tiernamente — La verdad que son muy atractivos — agregó mientras dejaba su trago en el apoya-brazos del sillón.

 

Su sobrina, Sophie, estaba compartiendo con ellos, al fin y al cabo, era la primera vez que el vampiro conocía a otras de sus sobrinas. — Aquí estamos — contestó el muchacho soltando un leve suspiro — descansando ... como podrás ver — le dijo soltando una pequeña risita. Hacía poco que había entrado a las filas oscuras por lo que estaba muy emocionado ya de pertenecer al bando que siempre quiso. — ¿Tú como te encuentras? — le preguntó dándole un sorbo a su trago y batiéndolo un poco — ¿Que tal el trabajo? — volvió a preguntar y la miró mientras la chica tomaba el té que el elfo le había traído.

 

Estaba interesado en lo que hablaban y en lo que se preguntaban mutuamente pero su mente estaba todavía pensando en aquella salida repentina que había tenido su novia. Había pasado ya un poco más de un mes y medio de aquél momento en el que recibió la carta de la Lockhart. Extrañaba pasar el tiempo que pasaba con la chica, aunque no fuera mucho, pero por lo menos la veía y sentía el calor de su cuerpo. Ella le transmitía paz y tranquilidad lo que le permitía no descontrolarse en lugares que no debía. La extrañaba mucho, la pensaba mucho en silencio y la amaba en silencio todos los días que pasaban sin saber nada de ella. No sabía si estaba bien o no, o si necesitaba su ayuda o no; lo único que sabía era que iba a matar a quien le había dado la idea de que viajara sola.

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