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╚ Parque Acuático Witch ╝ (MM B: 102556)


Sunar PBT
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Sagitas acabó con aquel elfo deshidratado, llamando la atención de los elfos incluso de aquel que le faltaba un pedazo de oreja. Me alejé un poco para lavarme las manos, cuando sentí el ruido sordo que hace un cuerpo al caer y chocar contra el suelo. Volví la cabeza para darme cuenta de que la que había caido era sagitas, y que mientras los dos elfos gritaban y manoteaban asustados, el desorejado alzaba una daga.

 

Con un gruñido de rabia, me tiré contra él, estampándolo repetidamente contra el suelo hasta que soltó el cuchillo.

- Maldito seas. Estás muerto. - gruñí, mientras Fenrir aparecía a mi lado, de la nada, con el pelaje totalmente erizado, gruñendo y con las orejas en alto en señal de alerta. Me puse de pie, con los puños apretando, mientras el lobo mordía al elfo por la pierna. Pude sentir con el hueso crujía, pero me dio igual. Fenrir se lo llevó, arrastrando.

 

Más tarde me ocuparía de él.

- Sagitas? - pregunté, tirándome al suelo para arrodillarme a su lado, presionando sobre la puñalada en el pecho. Era profunda, y por el olor dulzón, aquella navaja tenía veneno. - Lo siento, lo siento....debería haberme dado cuenta.

 

Me puse de pie, cargándola en brazos. Salí de la cocina y caminé hasta el ascensor. Subí hasta una de las suites y la abrí de una patada, caminando hasta la cama. No sabía que hacer.

 

- Jack. Jack! - llamé al fantasma. Cuando se materializó a mi lado, se le desencajó la expresión. - Ayúdame a mantenerla despierta. - pedí, mientras rebuscaba en mi mochila, en busca de algo que me sirviera como primeros auxilios.

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Respirar no es fácil cuando el aire se escapa por algún agujero. Mientras me desmoronaba, sentí aquella acusación de "asesina" e intenté negar con la cabeza. ¿De qué hablaba ese elfo? A lo lejos, muy lejos, cuando ya lo veía todo negro, sentí el gruñido de un lobo y un enorme peso en el pecho. Parecía que algo me sujetaba. Respirar se me hacía ahora casi imposible. Intenté protestar pero mi cabeza sencillamente se cayó hacia atrás. Supongo que eso fue una suerte, en esa postura el aire entraba directo sin tanto esfuerzo y pude respirar un poco mejor, sólo un poco, pero lo suficiente para ver que quien me sujetaba era Matt.

 

-- Matt... Ases... -- "Matt, no soy una asesina", pretendía decirle pero no pude murmurar más porque la siguiente bocanada no entró y de nuevo me ahogaba.

 

Dejé de sentir nada de nuevo hasta que sentí frío en la mejilla. Le vi, aún con los ojos cerrados. Era Jack y me acababa de dar un beso. Esbocé una sonrisa. Era estupendo verle. Si me moría, quería que él estuviera a mi lado, sujetándome en ese mundo que había visitado alguna vez con el uso-abuso de ciertas magias. Pero ahora no estaba preparada, no así, no sin entender...

 

-- Jack, cielo... -- Menos mal que con Jack no hacía falta pronunciar nada, si lo pensaba, él me oía. -- Dile a Matt que no soy una asesina, yo no ....

 

Volví a cortar la frase pero esta vez no era porque me ahogara. En realidad, sí lo era. Varias veces. Todas justificables y Matt me daría la razón en todas ellas pero... Sí, había una etapa de mi vida, oscura, que no podía recordar pero sí, la tenía y era consciente que en ella había transgredido muchas leyes, entre ellas la del asesinato: cuando fui mortífaga.

 

-- Sí soy una asesina pero... no sé a cuál se refiere. Dile que... Quiero verlo, para que me aclare a quién maté.

 

Todo eso se lo dije a Jack mentalmente para que se lo transmitiera a mi hijo. Yo, en realidad, apenas había pronunciado un gorgoteo sanguinolento.

 

-- Dile que me cure, que cierre la herida del pulmón, entre las costillas... No puedo respirar... -- ¿Cómo no se me había ocurrido antes? Yo sabría de primeros auxilios pero no me podía curar, podía guiar a Matt para que lo hiciera.

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  • 3 meses más tarde...

Jakc apenas asintió en cuanto formulé mi petición. Nadie mejor qeu él podría mantener a Sagitas con nosotros, aunqeu siguiera inconsciente, Jack podría mantenerla unida a su cuerpo...auqneu era un arma de doble filo. A veces había ttemido qeu el hecho de poder volver junto a su marido como fantasma la trayese...

 

Oía el gorgoteo que escapaba de su garganta cuando, creía, intentaba decir algo. la respiración pesada y el crepitar qeu escuchaba sin necesidad de aparatos, unido a un pitido, leve y agudo. Aquello sin duda tenía que deberse a alguna herida interna en los pulmones.

 

Al fin encontré aquello qeu buscaba en mi mochila. Un pequeño bezoar, el último qeu me qeudaba. Tenía qeu eliminar la presencia de veneno si quería tener opciones de realizar una curación exitosa. Ya bastante me costaría sanarla. Me arrodillé a su lado, y murmurando una disculpa, se lo puse en la boca, obligándola a tragar.

 

- Ya se que no eres una asesina - murmuré, aunque ella seguía inconsciente. Suponía que, hablando, la mantendríamos aquí. Preparé un cuchillo bien afilado, gasas, algunas pociones, desinfectantes...Me quedé quieto un segundo, dudando en qeu hacer...tenía qeu arreglar el escape de aire que provocaba aquel pitido ahogado, para que pudiera respirar mejor.

 

Jack volvió a aparecer frente a mi, sujetando la mano de Sagitas. Me hizo sobresaltarme, cerrando los ojos, maldiciendo.

- Tienes que cerrar la..

 

- La herida del pulmón, ya lo se.[7i] - contesté, tomando la hoja afilada, acercándola a la zona herida. Necesitaba agrandar mínimamente aquel espacio para poder sangar la fuga

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  • 7 meses más tarde...

Creo que grité. ¿Grité? Pues no lo sé, pero es que hay cosas que no se pueden hacer así, sin una poción adormidera. Me ahogaba, así que seguro que no grité, o no al menos hasta que hiciera su trabajo y el pulmón volviera a recoger aire en él. Ni le hablé a Jack, con el miedo a morir. No podía morirme, no, no podía. No era una asesina. ¿No lo era? Sí, lo era, lo era desde hacía tiempo, ¿por qué lo escondía? ¿Por qué no quería reconocer que era una asesina y que mi vida no valía más que la de los muertos que había ido dejado por el camino?

¿Estaba desvariando?

Tal vez era eso, deliraba. Mi mente me decía que tenía la fiebre muy alta que ya Matt tenía que darse prisa o acabaría muerta. Y no le tenía miedo a la muerte. A estas alturas, no. Tenía miedo de morirme y no encontrarme con Jack.

-- ¡Jack, Jack! No me sueltes.

Tal vez Matt pensara que me refería a que no soltara la mano que se suponía sujetaba. No era casi corpóreo. Nuestro amor se mantenía, pero mis fuerzas para amarle iban desapareciendo a medida que la vida escapaba por aquella herida horrible. En realidad, yo quería que no me soltara por si moría y mi espíritu volaba a otro plano que no fuera el mismo que el suyo. ¿La Diosa tendría esa maldad conmigo, me alejaría del hombre a quien quería y me daba una eternidad para atormentarme con su ausencia? Por eso, lo repetí:

-- Jack, no veo... No... Quiéreme, quiéreme y agárrame... Yo... no puedo...

Sí, tal vez fuera un desvarío pero sí, tenía miedo de morir y no encontrarle, no de la Muerte misma.

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El chico estaba asustado. Su rostro era serio, y por la frialdad con la que se movía, sin que le temblase el pulso, cualquiera habría dicho que no conocía a Sagitas. Pero yo le conocía. La mandíbula tensa, el silencio de repente, la gota de sudor que le caía por la sien...tenía miedo de fastidiarla, tenía miedo de qeu Sagitas se muriese sin poder hacer nada.

 

Desaparecí, soltando la mano de Sagitas justo cuando el chico utilizaba la poción de un frasco para adormecer la zona donde tenía que actuar, para evitar que Sagitas sintiera dolor (o más dolor del que sentiría por la herida). Había empezado a perder consistencia, y eso no era buena señal. Si Matt se daba cuenta, se pondría más nervioso, y si yo le hablaba, acabaría centrándose en discutir conmigo. 

 

Había que confiar en él.

 

Por eso desaparecí hacia el plano qeu solo yo podía visitar. El plano espiritual, el de los muertos, el de aquellos que ya no pueden visitar la tierra. Escuchaba la voz de Sagitas, asustada, angustiada, llamándome. Encontré el vórtice negro, el remolino qeu giraba atrapando su voz. Me adentré, pero ella vagaba, gritando. Luché para llegar hasta ella, hasta sujetarla por los hombros. 

 

Tenía que ganarle tiempo al chico. 

 

- Niña...niña cálmate. - sonreí para tranquilizarla. La tocaba, la sentía, allá, en medio de la oscuridad, podía verla. - No te voy a soltar. Nadie te apartará de mi lado, ni ahora, qeu es pronto, ni en otras vidas. - me acerqué a ella, y comencé a besarla. Pocas veces podía hacer aquello y sentirlo de forma tan real. La última vez fue en aquel antro donde la dejaron, mientras esperaba a ser resucitada...y poco después, en el confesionario, cuando fui corpóreo para la boda de nuestro hijo e hicimos cosas sobre aquel altar del confesionario qeu era mejor, nadie más supiera, nunca. Solo nosotros. - Matt está parando la hemorragia, te arreglará el pulmón, ya verás... Solo tienes qeu tranquilizarte, y lo verás.

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Noté que salía, que ya no estaba sujeta, que daba vueltas, que me moría, así de sencilla. Me moría. Y sentí miedo. Aún tenía mucho que hacer en este mundo y en el otro. Eso era cierto, pero no quería estar en el otro sin mi marido y él no aparecía. ¿Estaba en otro lugar? En realidad, nunca había entendido bien eso de los planos astrales y espirituales, sólo tenía claro que, cuanto más lejos, más posibilidades de no encontrar nunca más a Jack.

Y eso me aterrorizaba.

-- ¡Por favor, Diosa Oscura! ¡Por favor, Diosa Eterna! -- rogaba con una fe que parecía inquebrantable. Siempre había sido sacerdotisa y nunca la había abandonado, pues una vez serví a su vertiente de pureza y calmada y en la otra a la vertiente furiosa y oscura, ambas una. Sabía que ella podría ayudarme. -- No dejes que me aleje de Jack, por favor. No me lo quites, ahora que puedo tenerlo entero. Por favor, por favor, no me abandones ahora, que es cuando más te necesito, soy tu sacerdotisa más devota, Diosa mía.

Bueno, como oración no sé si era adecuada, pero al menos era fervorosa y verdadera. Y me recompensó, pues sentí la voz de Jack y su tacto, su maravilloso tacto. 

-- ¡Jack, Jack! Gracias, gracias. Te quiero, ¡te quiero! -- Me hubiera gustado comérmelo a besos pero apenas podía moverme, todo me pesaba, me sentía casi estatua en aquel mundo. Así que sólo podía confiar en él. -- Me tranquilizaré si me abrazas, si estás a mi lado mientras Matt...

Me sentí horrorizada, ¿y si Matt me salvaba ahora, que empezaba a sentirme a gusto en los brazos de mi amado?

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  • 4 semanas más tarde...

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Con una media sonrisa, la abracé, enterrando la cara en su pelo, notando el agradable cosquilleo, que me traía recuerdos de otros tiempos. POcas ocasiones teníamos asi, aunque no me gustaba por lo que significaba.

- Matt debe hacerlo. - le dije, no sin un ligerísimo deje apenado en la voz. - aun debes vivir, aun...Ithilion te necesita, y Matt necesitará que alguien le ayude o le dará un ataque teniendo que cuidar a su hija sola. Además, están Xell y Perenela...

 

Apreté sus hombros. El tiempo en aquel plano era de lo más extraño. No tenías consciencia de la velocidad en qué pasaba. 

- Si te tranquilizas, y te concentras, podrás oirlo. - le dije. Y es que yo podía oir a Matt, que gruñía y murmuraba a ratos, como si quisiera impedir que Sagitas se marchara del todo. 

 

Si Sagitas conseguía aclarar su mente, el espacio bajo nosotros se aclararía, como si las nubes de la tormenta se retirasen, y podríamos ver al chico, de un lado a otro de aquella habitación, contenido pero nervioso, con las manos y la ropa manchados de sangre pero sin importarle, había terminado de aplicar pociones, había solucionado la fuga en el pulmón y ahora, en su mano, brillaba el anillo de curación, destacando entre la sangre, mientras ponía la mano sobre Sagitas y cerraba los ojos, intentando concentrarse todo lo qeu podía paraa que hiciera efecto. 

 

Sin los conocimientos de primeros auxilios, siempre le resultaba más complicado utilizar aquel anillo y los hechizos relacionados a él.

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Sentir el tacto de mi marido era un premio inmerecido. Morir no me asustaba tanto como no poder pasar mi eternidad con él. ¡Ahhhh, qué placer sentir su cara en mi pelo, sus besos en mis labios, sus susurros anheladores en mis oídos...! Sin embargo, sus palabras no lo fueron. Como si me hubiera leído el pensamiento, me dijo que Matt haría bien en devolverme al mundo de los vivos.

-- ¡No, ahora no! -- A pesar de todo lo que decía, que eran verdades, que eran necesarias oírlas para desear volver a la vida, estaba tan cansada en aquel momento, que no sentía ganas de luchar. Tal vez hubiera algo de egoísmo en aquel cansancio, pues me era más fácil, sintiéndole a él, abandonarme a sus brazos y dejar que la vida pasara de largo. Sólo quería que me abrazara, que me dijera palabras bonitas y que dejara que me durmiera en sus brazos, hacer el traspaso ahí, feliz con él. ¿Cuántos muertos no hubiera querido morirse en los brazos del ser amado? -- No, por favor, deja que me quede contigo.

Pero Jack insistía en que me concentrara para escuchar la voz de Matt, eso implicaría volver a la vida, allá abajo. Dejarle... 

-- No... No quiero... ¿Es que no quieres que me quede contigo? ¿No quieres que esté muerta a tu lado?

Tal vez un golpe bajo... Pero ni eso podía negarle, estaba demasiado cansada como para negarme a hace lo que quería y dejé que las palabras de Matt me llegaran. Solté un par de lágrimas, pronunciando con los ojos cerrados.

-- Abrázame, Jack, tengo miedo de perderte

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Iba aquí y allá de la habitación, con un pellizco en la boca del estómago que no me dejaba respirar. Claro qeu estaba asustado...había permitido qeu aquellos elfos se quedaran, les había dejado comer porque...porque me dieron pena, y creía que sería bueno para ellos sentirse seguros durante un rato, antes de intentar ayudarles a encontrar donde vivir, o algún lugar en el que pudieran trabajar para valerse por si mismos sin que los esclavizaran...

 

Y en lugar de eso, Sagitas ahora estaba tirada en una cama, mientras ponía todo mi empeño en que siguiera viva. Había encontrado la vena perforada, la había reparado, eliminando el líquido que inundaba el órgano y ahora, después de aplicar ungüentos, mantenía las manos sobre ella, sobre la herida...Ponía todo el empeño, toda mi concentración en que despertara. El maldito anillo de sanación no funcionaba igual conmigo que con Xell, o con la misma Sagitas.

 

- Por favor, por favor, venga... - murmuré, frustrado, con la voz entrecortada. Desvié la mirada un segundo hacia el suelo, donde tenía esparcidos todos los utensilios que acababa de utilizar. En medio, brillaba mi viejo cuchillo de caza. No quería tener que utilizarlo, no quería tener recurrir a la nigromancia porque ella no estaba muerta...

 

 

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Me aferré aun más a ella, sintiendo la tranquilidad que siempre me había dado el contacto con su cuerpo, su cercanía, las risitas que le arrancaba cuando besaba su cuello, sus manos en mi espalda, su...

 

No. No podía ser. Tenía que pensar en ella, en los niños, en...en todo. No podía quedarme con ella, no aun...no era su momento. Sus palabras me rompieron el corazon, lo que me hizo estrecharla, apoyando mi frente con la suya.

- Como no voy a querer qeu estés conmigo? Como voy a pensar en pasar la eternidad sin estar a tu lado? - la besé, y sonreí , apartando un mechón rebelde de sus ojos. - No es tu hora aun, lo siento. Aunque me gustaría que te quedaras conmigo...cuanto más tiempo te retenga, más se resentirá tu cuerpo, más te perjudicará.  Y te necesitan lo mejor posible.

 

- Seguiré contigo ahí abajo, y cuando sea tu momento, seré yo quien te reciba. - la voz de Matt parecía ligeramente más clara. - Y en ese momento los dos estaremos juntos. Pero ahora mismo tienes que volver a vivir. - le dije.

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Fue un dolor desgarrador saber que tenía razón. Era sincero. Me quería, pero ahora no era el momento, ahora tenía que volver al mundo y seguir con todo lo que teníamos pendiente en el mundo real, en aquel en el que era Ministra y me enfrentaba a todo y a todos para salvar a mi hijo pequeño cuando no fuera tan pequeño y, con él, a Ottery y el mundo mágico. Por ello, sólo por ello, debía volver. Sopesar que era mejor aquel mundo en compañía de mi marido, sosegado y envidiable, frente a la horrible perspectiva d de lo que me esperaba en la vida, producía daño. 

Pero como alguien dijo una vez, era necesario escoger el camino verdadero y no el fácil.  Al fin y al cabo, Jack siempre estaría allí y, por mucho que la vida fuera lo más importante en este momento, algún día nos juntaríamos sin tener que separarnos nunca más.

-- Vivir es un asco -- murmuré, al sentir un tirón psíquico que me empujaba hacia abajo. -- Duele.

Creo que fue lo último que le dije a mi marido. He de reconocer que mi hijo tenía una gran fuerza para atraerme hacia mi cuerpo. Seguro que él había conseguido una forma de curar aquellas heridas. Levanté los brazos para agarrarme a Jack, pero, de repente, él estaba inalcanzable, etéreo, flotando por encima de mí. Grité su nombre y creo que mi voz se perdió en el limbo. La luz cegadora me hizo cerrar los ojos. Cuando los abrí, borroso, distinguía la imagen de mi hijo, nervioso, toqueteando heridas y un amuleto que reconocí al instante. Sonreí un poco. Como había dicho a Jack, la vida dolía.

-- Ellos no tuvieron la culpa. El elfito sólo estaba nervioso -- susurré, antes de dejar escapar un "ay" doloroso. ¿Es qué no se le había ocurrido ponerme algún calmante para que no doliera al volver? Pocos pensaban en eso. Si supieran el tormento que era volver a la vida...

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