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Clinica Santos Mangos (MM B: 87868)


Sagitas E. Potter Blue
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- Tu no te fijaste, pero...nosotros no le dimos importancia. Y el resto ni siquiera se enteró - le dije.

 

Me quedé mirando a mi madre, dando vueltas a sus palabras. Negué con la cabeza al oir la sugerencia de que tal vez los huesos engordaran.

- Si nosotros los humanos no engordamos los huesos, los vampiros tampoco, mamá. - le dije.

 

Pero...observé a la vampiro, ahí tumbada, con la vía en su brazo para que el suero la ayudara a recuperar el líquido que hubiera perdido. Sagitas la había notado más ancha tras solo una semana, y vestida...me sonrojé ligeramente, a diferencia de ella, yo había visto a @ desnuda, y de cerca, muy de cerca...Abrí la boca un par de veces, sin acertar a contestarle. La miré, algo nervioso, y me encogí de hombros.

- Yo...bueno...si, tal vez tengas razón, pero...Y que tiene q...

 

No le dije nada más. La vampiro balbuceó algo, y fue atendida por las enfermeras, mientras que la sanadora que la había atendido regresaba. Aun tardarían un par de horas en tener sus resultados, pero mientras querían hablar conmigo. Miré a Sagitas, en una consulta muda para saber si quería acompañarme o no, pero ella misma me invitó a salir, y ella mientras cuidaría a la vampiro. Asentí con la cabeza sonreí levemente y salí, cerrando a mi espalda.

- Que...que necesita? - le pregunté.

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sanadora Amelie Bourdeu

 

La sanadora había salido del box con el marido de su enfermera. Lo notaba realmente preocupado y eso a ella no le gustaba para nada. Bueno, en general no le gustaba para nadie, pero ella estaba allí para sanar a la gente y que estuviese el menor tiempo posible en la clínica. Los hospitales no son buenos para nadie, y ni siquiera, para los que trabajan en ellos... Aún llevaba la carpeta con las anotaciones realizadas en una mano. Se ajustó un poco el pijama y suspiró. Aún no tenía los resultados de nada, pero la experiencia se la daba y eso le proporcionaba seguridad a sus palabras...

 

- No dudaré en que estarás a su lado para cuidarla. Te he visto pocas veces por aquí, pero se ve que eres un muchacho que se preocupa por los suyos -le dijo con una gran sonrisa - en éstos tiempos tan locos eso apenas se ve por aquí - suspiró.

 

No sabía cómo formularle la pregunta sin ser demasiado directa, pero si tenía sus sospechas y más conociendo a su jefa de enfermeras, debía preguntarle y no por morbosidad u otra cosa...

 

- verás... quizá para ti sea un poco violento, ahora que no está tu madre delante - le dijo con una sonrisa más conciliadora- pero ella, de momento, está bien atendida, no te preocupes -le dijo para responder a su pregunta y preguntó algo que seguro que no se esperaba.

 

- Sois jóvenes y mi deber es preguntar... Imagino que, ¿tendréis relaciones sexuales, no? -preguntó de medio lado - más que nada, porque si es así... creo que sabrás la respuesta antes de que vaya a por los análisis - comentó, antes de lanzar una risilla- más que nada porque ya sabes cómo son los vampiros y la fama que tienen -dijo, alzando las cejas- y tu esposa, no es la excepción...

 

- Pero eso sí, no te preocupes, daré orden para que la trasladen a una habitación para que esté cómoda. Tendrá que tomar alguna poción pimentónica, herbotilizante (o cómo se escriba xD) y revitalizante para recuperar las energías... Por desgracia a la gripe no se puede atajar con un simple catarro. Tampoco podremos abusar mucho de las pociones, ya sabes que pueden causar muchos efectos secundarios y no queremos eso... Por el momento, está bien con los sueros para hidratarla y es raro, parece que hace siglos que no bebe agua... y ya de por sí es raro eso. Siendo vampiro y teniendo esos síntomas. Igualmente pediré un estudio sobre sus genes y a ver lo que nos sale - suspiró pasándose la mano por el pelo, para tranquilizarse y sobre todo, para no poner más nervioso al marido.

 

@@Matt Blackner

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Cierto era que no me gustaba demasiado visitar la clínica, y cuando lo hacía era a regañadientes. Pero en ese momento, mientras acompañaba a Amelie y nos alejábamos un poco del box.

 

Sonreí ligeramente con sus palabras, ya que tras verla desmayarse, en lo único que pensaba era en ella. Por lo menos me aliviaba saber que estaba en buenas manos... No dudaba del personal de la clínica.

 

Tuve la ligera sensación de que... Me preparaba para algo? Al fin formuló su pregunta, el motivo por el que me había sacado de alli, algo de intimidad.

- Si, claro que mantenemos relaciones - contesté, sin pensar.

 

Pero... Supongo que al oirla, me vinieron a la mente de nuevo las palabras de mi madre. Pociones pimentónicas, herbovitalizantes, no abusar... Sagitas decía que parecía haberse ensanchado un poco, como si hubiera ganado peso...

 

Desvié la vista hacia la habitación, y a mi mente vino un momento, apenas un par de días atras. La recordaba a medio vestir, refunfuñando algo sobre camisas menguantes. Me había burlado de ella, me parecía una tontería, incluso me había reido de ella porque últimamente comía demasiado...

- No... - murmuré. No, no podía ser ESO. - no no no...

 

Demonios...

- bien en... Entonces esperemos a los resultados - dije. Luchaba por mantener la calma. En ese momento, luchaba por no entrar en pánico.

 

Se equivocaba. Sus palabras eran seguras gracias a sus años de experiencia, seguramente había visto a más de una mujer con esos síntomas. Pero mi cabeza solo quería pensar que se equivocaba. Porque Helike era una vamoiro, si... Y poseía ciertos encantos irresistibles, pero... No podía ser eso.

 

Verdad?

 

El box se abrió, y vi a las enfermeras salieron arrastrando la camilla de la vampiro, con las bolsas de suerl en alto. La traslsdaban a una habitación, donde podría estar más cómoda. Miré a la sanadora y me marché.

 

Ni siquiera pensé en que podría haber estado haciendo Sagitas, quien tenía cierta mirada culpable, ni miré los frascos y mezcladores ahora vacios. No pensé que hubiera estado trasteando alli. Solo la ayudé a levantarse y a caminar hacia la habitación de mi mujer.

 

Fue un camino silencioso.

- Ella... La sanadora cree que Helike esta.. Emb... - murmuré al entrara la habitación, no demasiado alto. No me atrevía a decirlo en voz alta.

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Morros...

 

Matt se largó, ¡se largó! Así, sin más... Sin decirme si quería estar yo presente y... ¡Mal hijo! Bueno, tampoco tanto, me dejaba tiempo para buscar cositas. Lo que necesitaba era una rana. Sí, una rana. Pero esos bichos están en las acequias o estanques, no en las clínicas, así que tendría que apañarme con los remedios de botica que conocía porque amaba la Herbología. Yo tenía una gran reserva de plantas en las dos mansiones pero nunca había pensado en que podía necesitar aquel tipo de hierbas así que no las había recolectado nunca.

 

Eché una mirada por encima de mi hombro y noté la puerta cerrada. Matt y la enfermera hablaban fuera, Heliké parecía dormitar así que me levanté (sin acordarme que me dolía la pata) y empecé a hurgar en los cajones y armarios. Había de todo aunque eso era un impedimento para encontrar lo que buscaba. Me mordí el labio superior porque ahora estaba nerviosa y quería encontrar ciertos ingredientes antes de que volvieran.

 

¿Qué necesitaba...?

 

Cerré los ojos y recité:

 

-- Baños internos de agua hervida de Lengua de Vaca. Puede causar infertilidad pero a estas alturas...

 

Moví la varita y un frasquito salió de detrás de otros. Vacié un pote con polvitos y soplé para quitar los restos, después puse varias hojas en él y devolví el tarro a su sitio. No quería que me notara que los había vacíado. Seguí buscando.

 

-- Semillas de moringa, un abortivo eficaz en ciertas culturas. Y semillas de Regaliz, endurece el endometrio. Gotas de limón, de eso tengo en casa. El Hibisco impide que el óvulo crezca y lo suelta, aunque puede generar hemorragias... Hierba Palaecea de la Soledad también me sirve. Milenrama y Verbena, de eso tengo en la Ojo Loco...

 

Mientras murmuraba, iba soltando semillas y hojas y poniéndolas en el frasquito. Estaba dispuesta a hacerme un montón de tisanas en casa. Sólo por si acaso... Pero... Eran peligrosas. Era mejor que me cerciorara que su uso estaba motivado de verdad y no en miedos. Suspiré y decidí que lo mejor era cerciorarme. Bueno, sin un análisis de sangre porque no quería dejar ningún rastro. No ahora.

 

Así que tomé una onza de algodón en rama y lo mojé en un líquido transparente. Después... Volví a mirar por encima del hombro y, con cuidado, metí la mano entre mis pantalones y lo froté con cierta parte que es mejor no mencionar. Sentí pasos. Corrí hacia la silla y me senté, sacando la mano. Varias enfermeras, sin decir ni pío, entraron y se llevaron a Heliké. Me quedé sola y bajé la mirada. Matt entró en ese momento y me pilló observando la redoma que tenía en la mano. Había adquirido un color verdoso. Temblé y murmuré...

 

-- ¿Embarazada...?

 

Levanté la vista.

 

-- ¿Có...? ¿Cómo que embarazada...?

 

Estrujé el algodón en mi mano, para que nadie lo viera y, en la otra, apreté el frasquito que contenía mi salvación. Lo usaría cuando estuviera en casa.

 

-- ¿Dónde la llevan? Si no me van a decir nada, mejor os espero en la mansión y descanso. Los chicos deben de estar preocupados.

 

Me dejé ayudar pero estaba decidida a irme a casa. Cuanto antes. Lo necesitaba. Aunque sólo si Matt se podía quedar sólo. No, mejor esperar con él a que confirmaran lo que fuera porque... Eso no era posible.

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Había escuchado trastabillar un poco, no entendía quién estaba allí a mi lado. Suponía que era algunas de mis compañeras que estarían recogiendo algunas pociones o reponiendo los ya usados. Intenté abrir los ojos, pero sentía que los párpados me pesaban cómo si necesitara descansar en siglos. Esbocé una media sonrisa, sí, hacía siglos que no descansaba cómo los humanos pero ahora, parecía que todo se había vuelto del revés... Después de un esfuerzo considerable por mi parte, y a pesar de la luz de dónde me encontraba, conseguí abrir un poco los ojos.

 

¡Sagitas estaba allí conmigo! Intenté abrirlos más, pero no podía. Ella estaba de espaldas a mí, así que, no sabía lo que estaba haciendo, sólo que, parecía toquetear con las diferentes cosas que había por allí, para atender a las personas que necesitaban una urgencia médica. Quise preguntar, pero a pesar de que, había conseguido humedecer los labios, notaba la garganta bastante seca y sólo pude emitir un gruñido. Carraspeé pero eso hizo que la garganta me doliese un poco más. No sabía si era efecto del medicamento, pero sentía que la cabeza me dolía menos, aunque la zona de las sienes sentía algunas palpitaciones...

 

Momentos después, varias compañeras y algún celador, me sonreían, no entendía nada. Sentía movimiento y eso me mareaba más a pesar de estar tumbada en aquella camilla. Antes de cerrar los ojos vi a Matt a hablar con la sanadora francesa. ¿De qué hablarían? Me pregunté yo, tampoco tenía cuerpo para preguntar. A pesar de llevar el suero, al menos, se podía decir que, poco a poco me encontraba algo mejor, pero no mucho. Sabía que, si me levantaba quizá me desvaneciera de nuevo. Aún notaba ciertas gotitas en la frente y en las mejillas... Intenté tocarme...

 

- Nos ha dicho la sanadora Amelie que tienes gripe... Tendrás que tener una mascarilla puesta. No es que sea tan contagiosa como la viruela de dragón, pero hay que prevenir -asentí, cansada. Sí, había visto algunos casos a inicios de septiembre. Parecía que había algo de epidemia en el mundo mágico y no dábamos abasto a atenderlos a todos. Yo no comprendía cómo pude cogerla yo, porque nadie en casa la tenía... Sería ese tiempo endiablado aunque, alguien en el ministerio pudiese estar incubando ese virus y sin darme cuenta, cogerlo...

 

Abrí un poco más los ojos y notaba cómo mis brazos y manos, iban adquiriendo un tono ¿rosáceo? bueno, más bien de color humano. No sabría cómo describir ese color. Me desconcertó por completo. Quise hablar de nuevo, pero sólo pude balbucear palabras inconexas.

 

- Tranquila, pronto llegaremos - me dijo mi compañera, supuso que a lo mejor quería saber a dónde me llevaban - estás en la clínica... ¿te has dado cuenta?

 

Negué con la cabeza y al hacer ese gesto, casi se me sube el contenido del estómago al esófago. Intenté aguantar las ganas de vomitar. Notaba como si me elevaran e intenté no prestar atención a eso. Un poco más de movimiento y después otra vez quieta. Supuse que ya estaría en una habitación, pero las cortinas estaban un poco cerradas, a pesar de que entraba algo de luz por un resquicio. Aún era de día. No quise abrir más los ojos porque esa luz brillante me molestaba y me hacía doler más la cabeza.

 

- Descansa, dentro de un poco, vendrá la sanadora con los resultados -me dijeron con cariño. Al poco rato, notaba que ya estaba sola en la habitación. Al menos, rogaba y esperaba estar tranquila sin tener a nadie a mi alrededor porque parecía que todo me daba vueltas al menor esfuerzo.

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Me quedé parado, de pie en la habitación. Me pareció que Sagitas se movía, como si tirase algo y se hubiera guardado otra cosa. En ese momento no sabía donde estaba. Tenía demasiadas ideas en la cabeza, intentando...intentando buscar una explicación qeu contradijese lo que la sanadora me había dicho.

- Se...se la han llevado a una habitación, para que podamos estar tranquilos. Ha pillado la gripe, pero aun...aun hay qeu esperar los análisis, y tardarán un rato. - contesté.

 

Supongo que ella también debía procesar lo que estaba diciéndole, porque preguntó que si estaba embarazada, que como podía estarlo. Como si yo lo supiera! (bueno, lo sabía, pero...)

- Demonios mamá, necesitas que te explique como se hace? - pregunté, volviéndome hacia ella. Pero en seguida agaché la cabeza, tratando de calmar los nervios, sintiendo que me sonrojaba. - Yo, no...no...no puede ser...verdad? No...tiene qeu ser otra cosa.

 

Me daba miedo pensar que fuera aquello.

- No! Yo... - no quería que se marchara, aunqeu era algo egoista por mi parte. - Puedes quedarte? - pedí. - Deb...deberíamos ir a la habitación, por si despierta

 

Ofrecí el brazo a Sagitas, para ayudarla a caminar. Las enfermeras nos indicaron el camino hacia la habitación de la vampiro, asi qeu abrí la puerta. La habitación se encontraba en penumbra, seguramente para evitar agravar el malestar. Ayudé a Sagitas a sentarse en un sillón, junto a la cama, y me acerqué a @, cogiéndole la mano.

- Seguro qeu hay otra explicación - dije en voz baja.

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Sentía pasos cómo si hubiese cucarachas en la habitación. Me molestaba y parecía que me retumbaba la cabeza por ese sonido.

 

¿Sinceramente? Preferiría estar resfriada. Sí, la comparación no es que fuese la mejor, pero en el estado en el que me encontraba. No estaba para tirar cohetes. Sentía mis extremidades de gelatina, la cabeza embotada y a pesar de la medicación, que hacía que me encontrara mucho mejor. Si alguien atacaba la clínica conmigo dentro, no tendría oportunidad de defenderme. Casi que no tenía fuerzas para recoger la varita, si es que mi marido lo había hecho.

 

Agradecí que dentro de la habitación estuviese a oscuras. Al menos me daba la sensación de que no deliraba cómo al principio. Abrí un poco más los ojos, con menos esfuerzo que antes (quizá por las pociones) y al alzar la vista, comprobé que tenía una bolsa de sangre. ¿Una bolsa de sangre? No comprendí. A su lado, había otra que reconocí enseguida, era de suero. Al menos, el líquido reponiéndose dentro de mi cuerpo hacía que no tuviese la boca tan reseca cómo al principio. Refunfuñé molesta. Aunque quería estar despierta y en alerta mi cuerpo pedía descanso. Además, sentía que tenía que comer por dos, cómo si tuviese un agujero en el fondo del estómago que nunca se llenaba. ¿Qué estaba pasando?

 

Si realmente mis sospechas eran de una simple gripe, saldría antes de dos semanas. Quizá me hubiesen aislado para evitar el contagio de los demás. Escuché ciertos pasos que reconocí los de Matt. Estaba acostumbrada a su manera de andar. Además de su propia loción de afeitado (?). ¿Qué raro, porqué no percibía el resto de aromas? Bueno, sí los reconocía pero no con la intensidad de antes. Me llegaban débiles, el aroma a licántropo llegaba pero cómo si no existiese. No podía comprenderlo. Fruncí el ceño y pensé en nuestra boda... Recordaba haber tomado whisky de fuego o algo por el estilo, era lo que siempre bebía y recordaba no notar nada extraño en el sabor, o quizás era tan fuerte, que lo disimulaba.

 

Me sentía cómo antes de que me transformaran siglos atrás. Me sentía medio humana. Débil pero dentro de mí todavía tenía el vampirismo heredado por nacimiento, de mi padre Deiwan. ¿Qué pasaba? Mi cabeza daba vueltas a esas dudas que no encontraba respuesta. Rememoré otro momento, en el fulgor de la batalla me había llegado un aroma que reconocí muy bien, era el de Lázarus. Sabía que estaba ahí pero no había llegado a atacarme... Y después, desapareció mi tío Wild. ¿Sería él el causante de su desaparición? Eso me inquietaba. Lo conocía lo suficientemente bien, si lo había raptado sería por algo... ¿Quizás para encontrarme o intentar que fuera en su busca? Sabía que lo haría, para mí, lo primero era la familia. Independientemente de los apellidos o el nexo en común entre nosotros.

 

Carraspeé...Intenté enviarle un mensaje a mi marido << cariño, ¿tú estás bien?>> no sabía si lo llegaría a recibir. Sentía que quizá, pudiese enviarse pero, debilitado, cómo un eco lejano o un sonido de baja frecuencia que nadie oiría. Me inquietó bastante. Me puse nerviosa. Me temblaban las manos y me agarré con fuerza a lo que tenía en esa supuesta cama. Noté la fina sábana de algodón entre mis dedos.

 

- No puede ser... No puede ser... -conseguí balbucear ahora ya, temblando... Lázarus era muy bueno con las pociones, se le daba genial el fabricar objetos mágicos únicos cómo así brebajes que sólo él conocía. Si quería hacerme daño, quizá lo hubiese hecho de una forma en la que ni siquiera lo hubiera notado en su momento. ¿Sería para atacar en un momento preciso? Había escuchado algunas historias en mi larga vida, pero las había tomado por absurdas. Los vampiros eran vampiros hasta el final de ¿sus días? O cuando morían con una estaca en el corazón he incinerados. No había otra posibilidad. Imposible volverse humanos de nuevo... La conversión era permanente, cómo los licántropos. Eran heridas y sangre maldita. De por vida...

 

Intenté salir de la cama, pero sólo recibí de esa consecuencia, un fuerte mareo y tuve que tumbarme...

 

- Tengo... que... irme... buscar... a... Lázarus - conseguí decir esa frase entera sin cansarme demasiado. Puede que fuese una imprudencia, pero nadie lo entendía ni comprendía cómo yo. ¿Momentos de llamar la atención? Para nada. Sólo tenía ganas de matarlo con mis propias manos y creía saber dónde estaría su guarida. Era un vampiro previsible y si hasta lo pensaba, quizá pudiese encontrar a mi tío Adrián.

 

- ¡Maldito ca.brón! - solté enfadada de repente. Aunque las náuseas volvieron tuve que boquear varias veces para no vomitarme encima.

 

Si alguien me viera en esa cama, vería una bruja vampira echa un asco. Todo por un maldito virus que te dejaba débil en defensas y con la cabeza retumbando... Intenté apoyarme de lado, para salir de la cama, pero no calculé bien las distancias y me di un batacazo en el suelo, o mejor dicho, la cabeza en el suelo...

 

- ¡Ayy...aayy..! - me quejé, intenté levantarme pero apenas tenía fuerza para levantarme a un palmo del suelo.

 

@@Matt Blackner @ drama, drama everywhere jajajaja ¡os quiero! :love:

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Matt no me prestaba atención, algo que agradecí porque mi mente giraba a mil por hora en múltiples pensamientos, a cada cual más negro. Di un respingo cuando Matt alzó la voz y me pregunto si tenía que explicármelo...

 

¿El qué...?

 

Me ruboricé. No seguía el hilo de sus palabras y ahora me había pillado un poco en orbis. Rebobiné y entendí a lo que se refería por lo que me ruboricé aún más.

 

-- ¡No, no! No hace falta que me expliques... como se hace... -- ¿Pensaba en ella o en mí? -- Sólo que pensé que vosotros... No sé... -- ¿Cómo iba a pretender que una pareja de recién casados no disfrutara de prerrogativas sexuales? -- Pero no puede ser... No puede estar... Embar... Embarazada...

 

Otra vez, no sabía si hablaba de mí o de ella. No estaba centrada, menos mal que Matt no me veía la cara porque bastante tenía con su pesar. Suspiré y tiré el algodón a una papelera.

 

-- Será eso... La gripe... Seguro que hay alguna gripe que afecta a vampiros. Claro que me quedo, tonto. Ya mandaremos una lechuza a la casa para que se tranquilicen.

 

Me agarré a su brazo y caminé con paso firme, o al menos todo lo firme que podía, aún tenía la mente en otro sitio. En mi hija; en aquella bolsa de productos muggles que me había dado y que debería usar cuando llegara a casa. Era imposible saber nada con una semana... Una semana...

 

-- Perdona... Saldremos de ésta... No te preocupes, hijo...

 

Otra vez sin saber si hablaba de ella o de mí.

 

-- Me quedo a vuestro lado, Matt. Lo que necesitéis...

 

Y me senté en la silla y me mantuve firme. Yo estaría con ellos, como madre, como matriarca de la familia, apoyándolos. Pero yo... ¿Con quién contaba yo para mantenerme firme en aquella situación insólita para mí? Miré a Heliké y, de repente, sentí crecer la rabia y el odio que me envolvía el estómago por dentro, con esa hiel que se revuelve, aumenta, se multiplica... Ya lo había vivido alguna vez y ahora lo tenía muy controlado... Era esa sed de venganza que te hace desear la muerte de alguien, de romper, destruir, hacer peligrar tu propia vida a cambio de tener un segundo la vida de alguien en tus manos y acabar con ella... Ese deseo de muerte, Muerte en mayúsculas, que sólo una bruja oscura puede entender y satisfacer...

 

En otro momento hubiera luchado contra eso y lo habría minimizado hasta hacerlo retroceder, como muchas veces había hecho. Ahora, levanté la barbilla y sonreí levemente a mi nuera, entendiéndola, por primera vez, desde que me dijo que era mortífaga.

 

Palidecí un poco cuando nombró a Lazarus. Sentí su mano en mi espalda cuando me ataba; sentí sus brazos cuando me llevaba, desnuda, por las puertas hasta el edificio de mi maldita prima; su mirada despreciativa cuando me dejó con aquellos monstruos. Mis ojos se achicaron un poco y sentí que perdía la partida. La Sagitas de hacía años volvía y, curiosamente, la estaba dejando entrar de nuevo en mi cabeza.

 

-- ¡ Matt! ¡Arestum Momentum! -- Heliké se cayó al suelo pero el golpe fue mucho más suave que si yo no hubiera hecho ese hechizo. Mi varita había aparecido en mi mano, al necesitarla. Pinnea Nera brillaba, oscura, dando fé de su nombre. Sonreí otra vez, un poco más grande la sonrisa, aunque con expresión dura. -- No te preocupes por Lazarus. Nos haremos cargo de él, en su momento.

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Agradecía enormemente qeu Sagitas se quedara con nosotros. la miré un momento y sonreí levemente. Trataba de mantenerme en calma cuando en realidad, estaba a punto de colapsar, o entrar en pánico. Estaba preocupado por el estado de la vampiro, y solo con pensar en al posibilidad de la Sanadora, creía que me acabaría desmayando.

 

Me quedé mirando a @, sentado en un taburete porque había dejado el sillón a Sagitas. Ella también decía qeu tal vez solo fuera gripe, o que debía haber otra explicación.

 

Fruncí ligeramente el ceño. Helike había comenzado a moverse, lentamente, con movimientos pesados, algo normal si se había desmayado y se encontraba débil por la fiebre. Sentí el mensaje en mi cabeza, y eso me hizo sonreir, esperanzado. Tal vez se encontrara mejor, y todo quedara en un susto para poder ir a casa.

 

Lo qeu no pude hacer fue contestar. Comenzó a balbucear, y entre aquellos sonidos sentí el nombre de Lázarus. Eso me hizo gruñir, pero...ver como de pronto abría los ojos, sin pensar, sin ver nada, y aun débil y sin poder sostenerse, se puso de pie, forzando más de lo qeu debería su cuerpo, y se lanzó de la cama...Si no hubiera sido por la rapidez de Sagitas con la varita, habría dado un golpetazo contra el suelo. La tomé y volví a recostarla sobre la cama, agradeciendo que no se le hubieran soltado las vias.

 

Miré a la vampiro y a Sagitas, y sonreí.

- Tranquila. Estamos rastreando al tío Adrian, y también al maldito Lázarus. Le arrancaré la cabeza cuando lo tenga delante. - dije. Le haría pagar por loq eu había hecho.

 

- Estoy bien vampirito - susurré para responder a su pregunta, con mi mano en su pierna, y la otra, en su cabeza. - Pero no puedes levantarte, y menos asi. Tienes qeu descansar un poco.

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A pesar de que mi marido me había alzado con delicadeza todo me daba vueltas. El tener la gripe era mucho peor de lo que hubiese imaginado en un principio, eso y sin contar de que tenía el estómago revuelto por momentos. Al final, no sabía si había dado con la cabeza en el suelo, pero había sentido cierta suavidad al dar con la frente... Escuché la voz de Sagitas y parecía que había refrenado mi caída.

 

Sentí cierto alivio al escuchar a la pelivioleta sobre Lázarus. Mi cabeza no paraba de dar vueltas sobre las diferentes formas de encontrarlo... Seguramente tuviese un hechizo inmarcable que impedía su rastreo. Pero yo era su pupila y sabía cómo trabaja, en cierta forma.

 

Negué con la cabeza.

 

- ¡No! - grité- no, no... a Lázarus, dejármelo a mí - conseguí decir. Sentía que con el suero me iba recuperando un poco de líquidos, la fiebre no eran intensa, y pude abrir los ojos sin tanta pesadez como al principio...

 

Giré mi cabeza y vi a mi tía, tenía algo en la mirada algo raro que no le había visto antes...

 

- Sagis, ¿te pasa algo? - no tenía el don de la legeremancia pero no hacía falta. Alguna vez había visto esa mirada siniestra que aunque nunca lo reconocería en voz alta, me daba miedo. Aunque nos habíamos peleado por mi condición de mortífaga sí, la temía. No sabía si era como Reena que se transformaba en dragón, cuando se cabreaba. Recordaba ese momento vagamente y en dónde por proteger el pequeño templo, había recibido una quemadura en la palma de mi mano, quedando su señal.

 

Intenté escudriñar su rostro. Esa mirada era la que le había visto a algunos compañeros mortífagos. Esa en la que, antes de atacar parecía de ¿locura y venganza? no sabía definirla. ¿Sed de sangre? Tampoco lo era... Subí un poco más la sábana e intenté apartarme un poco de su campo de visión. No sabía si era por estar enferma, pero el estar tan débil, me sentía lo suficientemente indefensa como para no querer un enfrentamiento directo... No, a esa Sagitas mejor dejarla para otro momento, me gustaba más cuando nos metíamos puyas o estaba risueña y contenta... O hasta incluso, su halo sacerdotal en el que no creía en absoluto.

 

- Pensé que no sería capaz - miré ahora a Matt y alcé las cejas para darle a entender que me refería al mensaje. Había sido débil pero le había llegado...

 

sanadora Amelie Bourdeu

 

En ese momento otra persona había entrado a la habitación...

 

- Veo que se encuentra bien, señora Blackner...

 

- Rambaldi - la sanadora asintió con la cabeza al escuchar corregirla su jefa de enfermeras- bien, señora Rambaldi... Tengo que robarle a su marido unos momentos, enseguida estará con usted...

 

La francesa hizo un gesto al marido y con una inclinación de su cabeza salieron del cuarto. La puerta se cerró tras la sanadora y le entregó un sobre al marido.

 

- El resultado se confirma... su mujer está embarazada -dijo con una gran sonrisa - pero, hay otra cosa que me inquieta más. Los del laboratorio me avisaron para que se lo dijera personalmente... Me temo que se está transformando en humana, o al menos, en la parte que había sido suprimida por su vampirismo -dijo en voz baja para intentar que no se escuchara al otro lado de la puerta- recogí unos análisis extras porque me preocupaba el tono de su piel y de su embarazo. No era muy normal. Y algo que no entiendo, la sangre es maldita, es imposible revertirla mediante magia o poción. A no ser que hubiese alguien que la inventara cómo la poción matalobos... Pero en la clínica no tenemos ni idea ni siquiera hay rastros de pociones en su sangre. Eso quiere decir que, aunque el proceso sea lento su cuerpo se lleva cambiando desde al menos hace un par de meses... cómo mínimo. El tiempo que lleva en estado...

 

Aguardó para ver la reacción del muchacho. Sabía que sería un poco locura lo que le había dicho. Quizá no lo entendiera y pidiera más explicaciones, pero hasta la sanadora francesa, no tenía ni idea de cómo hubiese ocurrido aquello. Médicamente, no tenía explicación ninguna. ¿Milagro? Por supuesto que no, y ella no creía en eso... los sanadores investigaban diversas formas de mitigar como la poción matalobos pero ¿la vampírica? hasta en los laboratorios estaban sorprendidos por los resultados obtenidos.

 

- Han repetido los análisis al menos tres veces por si hubiese habido contaminación... Y no, no la hay de ningún modo. Quizá su mujer, ya se haya dado cuenta de los cambios... deberá tener que volver a acostumbrarse a los cambios en su organismo, y según parece hace siglos que ya era vampiro... tiene que tener paciencia, porque además con el embarazo los cambios de humor son bastante notables, sobre todo, en el tema hormonal - le dijo con una cariñosa sonrisa- si necesita cualquier cosa más, no dude en avisarme, señor Blackner. Por ahora su mujer con la gripe está controlada. Si va bien con la medicación saldrá antes de lo previsto. Sus compañeras se encargarán de ella y le repetirán los análisis cada día para ver su evolución. Tiene suerte de que no haya ido a peor. Una gripe mal curada puede desencadenar problemas más serios -dijo, enarcando una ceja al familiar de la paciente.

 

@@Matt Blackner @

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