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~ House of Books ~ (MM B: 103943)


Seba Granger
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Pronto, se sintió envuelta en sus brazos y todo lo que meticulosamente había formulado en su cabeza, se desplomó, una magia que no iba a entender del todo. Luchó un par de segundos pero finalmente sus manos se deslizaron por su espalda demostrándole que también le había extrañado y mucho. Ahora si que su túnica tendría arrugas, o por alguna razón en eso fue lo que pensó justo antes de que él la besara y terminara por desaparecer su enojo por la falta de comunicación. Aunque claro, seguía en el limbo de la incertidumbre. Se sentó frente a él y presionó sus labios con el dorso del dedo pulgar para cerciorarse que el beso no hubiera sido producto de su imaginación, o algo así.

 

No, un jugo de frutas estará bien —soltó de pronto dejando las manos quietas sobre su regazo y se aclaró la garganta—. También te extrañé, Call- Callum.

 

Y casi se atora con lo que no dijo. Podía entender sobre misiones secretas, cosas que solucionar en el extranjero, problemas en los que no tenía porqué estar incluida y un sinfín de cosas, pero no podía permitirse ser una prioridad de final de lista. ¿O sí? No era que tuviera dudas sobre si le gustaba o no, claramente al chico le gustaba ella. ¿Y si se veía muy exigente? Lo miró a los ojos unos segundos y le sonrió de lado. No estaba segura de si él lo sabía o no, pero era momento de ser un poco valiente. Sólo un poco, lo mínimo, bastaría.

 

¿Solucionaste todo? —soltó antes de decidirse a preguntar algo más personal— Digo, porque... no me gusta...yo quisiera decirte... —sacudió la cabeza para ordenar los pensamientos—, sólo intento decir que no tienes porqué irte solo. Yo puedo acompañarte.

 

¿Eso era lo que quería preguntar? Bueno, en parte sí. En parte se estaba sintiendo como que lo acababa de acorralar y de pronto, recordó lo que realmente quería decirle: "no me gusta que te sientes tan lejos". Si, algo sencillo que de alguna manera se había transformado en lo anterior. Si tan sólo pudiera decirle las cosas sin dar tantos rodeos, pero no, era más fácil sentirse cómoda con la maldición asesina. Afortunadamente apareció alguien a atenderlos y distrajo la tensión al menos un instante en lo que su jugo de frutas era pedido y el rubor se disipaba.

 

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—Jugo de frutas —repitió el castaño en voz baja, asintiendo mientras la observaba acomodarse en su asiento y sonriendo un segundo después al escucharle decir que también le había extrañado. Le pareció que la bruja estaba mas abstraída que de costumbre, y deseó saber que era lo que pasaba exactamente por su mente.


No supo si debía esperar servicio a la mesa o habría que ir a pedir las bebidas a la barra de la cafetería, pero decidió esperar un poco antes de dispararse a preparar las bebidas él mismo. No deseaba que la bruja pensara que era habitual en él hacer aquéllo, aunque ya le había visto apoderarse de la cocina en el museo, y pocos días después en su propio hogar, de modo que hacerlo en aquél momento indicaría declararlo un hábito. Por un momento, su mente se estancó en el recuerdo de su visita a la Manor.


—¿Que si solucioné todo? —repitió y se aclaró la garganta, percatándose de que no estaba diciendo nada y que solo estaba reformulando la pregunta de la bruja como tonto. ¿Acaso estaba nervioso? Aquéllo le causó un poco de gracia. Solo un poco, porque en realidad le era muy molesto. No obstante ella pareció tomarlo de otra manera porque, por alguna razón, creyó que debía excusar su curiosidad como si él pensara que se estaba entrometiendo. Hacia el final de su oración, Callum se percató de que había estado muy lejos de entender realmente lo que Maida trataba de decir.


La sorpresa se reflejó en sus ojos. El rumano estaba acostumbrado a viajar siempre, sus ausencias eran algo habitual para su familia, para sus amigos. Callum lo sabía, y era por eso que en la mayoría de las ocasiones ni siquiera se molestaba por despedirse, y no estaba habituado a establecer correspondencia con nadie. Sin embargo, durante toda su vida, jamás nadie había expresado el deseo de acompañarle, de permanecer con él. De pronto entendió.


Volvió a aclararse la garganta cuando alguien llegó a atenderlos. Callum no le miró, sus ojos seguían clavados en la Yaxley, pero ordenó dos jugos. Su mano se extendió sobre la mesa hacia ella, con la palma hacia arriba para que ella aceptara la invitación de tomarla. Le sonrió con una dulzura tal muy impropia de él, deseando en aquel instante levantarse e ir a besarla de nuevo.


—Lo siento —ya se había disculpado, pero aquél era un "lo siento" muy diferente —. No estoy habituado a que presten demasiada atención a mi ausencia... ni mucho menos a que alguien quiera compartir esa ausencia conmigo. Pero ahora que lo pienso... creo... que me gustaría eso —se inclinó sobre la mesa, buscando estar mas cerca —. Solo si es contigo.



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Claro, si la culpa era enteramente suya por estar fijándose en lo que básicamente parecía ser un nómada. Sonrió cuando él tomó su mano, por lo menos no la había rechazado. Aquello la relajó, cosa muy rara en la Yaxley que se impedía disfrutar a sí misma todas las cosas que el resto parecía hacer naturalmente. Presionó con la mano libre el amuleto que hacía su conversación mucho más privada, y tomando su mano como ancla, fue directamente a sentarse en su regazo. Le regaló un beso en la mejilla y se río abiertamente luego de aquello.

 

¿Ves? Soy ligerita para llevar, es cuestión de hacerme espacio en la maleta —bromeó dándole un piquito—. Te gustará, no sé muchas cosas, pero creo que puedo ser buena compañía. Además, quisiera pasar mucho más tiempo contigo, tengo que volver a mis labores personales, pero necesito un remanso de paz al cual llegar.

 

Y claro, el castillo Triviani no era exactamente pacífico. A cada instante podrían saltarle animales y cosas extrañas, de las paredes, en fin. Sin darse cuenta resopló colgando ambos brazos de los hombros de Callum. Aunque sus mejillas estaban encendidas por completo, se sentía cómoda ahí, se sentía libre y poco a poco, la culpa que sentía al principio, se había esfumado de su cuerpo. Quería hacerlo todo con él, desde viajes interminables sin decirle a nadie dónde se metían hasta quedarse en los jardines del castillo viendo como cambiaba de la noche al día. Hasta las ganas de ser tímida se le habían desaparecido antes su actitud hace un rato.

 

Eso si, cuando te aburras de esta bruja-chicle me avisas, así me separo un poco —dijo apartando la cara unos centímetros pero mirándole a los ojos—, algo así. Los rostros separados, pero aún en tus brazos —y, aunque estaba en fase valiente, con esas últimas palabras terminó de enrojecer hasta las orejas—, me gustaría eso.

 

El sonido de las bebidas contra la mesa la sacó un poco del estado de vergúenza, pero no se movió ni dejó de mirarlo. Quería quizá grabarlo, por si aquella cita también quedaba en el recuerdo y volvía a irse del pueblo sin avisar. O A lo mejor era para probarse a ella misma que si podía ser más demostrativa con la persona que le gustaba. Había una última alternativa, si veía a una tercera persona, su valentía se esfumaría por andarse comportando así en público.

 

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  • 4 semanas más tarde...

Descansaba su mano izquierda sobre su hombro derecho envuelto en su capa negra, los ojos irritados y caminando arrastrando los pies como si le pesaran... ha estado renuente a reunirse con amigos, más ahora que ve por todos lados la próxima celebración que esta en puerta...

 

Él había resistido en ir a la librería de sus grandes amigos Darla y Seba...estuvieron en su pensamiento y le reconforta imaginar lo dichosos que son juntos como debe ser una amorosa pareja. También él intento estar bien, así que medianamente sobrevivió a la temporada navideña...

 

Ahora estaba perdido en una melancolía mayor, estaba indeciso de salir de casa...casa...es un decir porque solo tiene los locales donde vive, por ahora se refugia en el hotel donde Alejandro, Abizaid, Ángela y Asrael, le procuran ayuda para sobrellevar el día a día, sobre todo el bromista de Asrael al que ha hecho esforzarse el doble para arrancarle una sonrisa...

 

Anthony siente que el dolor le atraviesa, siente un malestar general, es tanta su tristeza que como solución se ha inscrito en varias clases en los colegios mágicos, pero febrero es un mes que no cree que pueda ignorar lo que lastima su alma.

 

Camino durante toda la mañana y sus pasos le levaron hasta "House off books" cuando se percato de ello iba a dar la vuelta y seguir deambulando sin rumbo pero un pensamiento le hizo entrar a la querida librería... tal vez Darla y Seba le pudieran aconsejar de como aliviar su congoja...

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--No puedo creer que todavía haya adornos navideños por esta casa --murmuró la Potter Black mientras apuntaba hacia los platitllos de colores colgadas en uno de los pasillos que unían la sala con el dormitorio. Su elfina recibió en una caja los dos adornos que la bruja había quitado.

 

--Lualú quitó todos los adornos del local, Leto ayudó a Lualú y Dash ayudó con los del hogar, a Lualú se le escaparon los pasillos del lugar --murmuró con tono compungido la pequeña elfina,cabeza gacha.

 

--Sí, sí, ya lo sé, a mí también se me escaparon --respondió mientras llegaban al living comedor y se volvía hacia su elfina --tú y Dash andan muy distraídos últimamente... bueno, siempre --río haciendo que las mejillas de la elfina se pusieran de un rojo intenso --ya, ya, ve a guardar eso y revisa con Dash si están en orden los adornos de San Valentín, pero no los pongan, no los quiero hasta el catorce de febrero, no seamos empalagosos con la gente, ya bastante con los carteles de los libros más románticos --comentó a su elfina y ésta hizo una gran reverencia y salió corriendo hasta desaparecer con su cargamento.

 

La campanilla había sonado en la planta baja, sabía que estaba Tommy allí y si él estuviera ocupado Leto siempre estaba atento a quien entraba. Había pensado pasar de largo de eso, pero un pequeño alboroto y un aura especial que llenó el ambiente atrajeron su atención.

 

Leto, elfo de Darla

 

Leto había terminado de ubicar los carteles de los libros de oferta y de las promociones de los desayunos y meriendas, los tés y las masas, así como bocadillos salados que se podían desgustar en el primer piso de House of Books. Se acomodó su amado delantan, regalo de su amigo Antoni y se acercó a la barandilla de la escalera, era un día demasiado tranquilo en realidad y podía descansar, ya que todo estaba en orden en su parte del local.

 

Sabía que en la planta baja Tommy terminaba de organizar la remesa de libros que había entrado en la semana y Lualú ayudaba a su ama a terminar de acomodar su hogar. Era raro que Dash no diera vueltas por detrás, seguro que estaba con su amo Seba. La campanilla sonó en ese momento y el elfo se asomó más para ver si Tommy podría atender y vio en ese momento una cabellera verde perteneciente a un mago totalmente envuelto en una capa. Un chillido escapó de sus labios mientras corría escaleras abajo, más bien se aparecía allá.

 

--¡Amo Antoni! ¡Leto es tan feliz! ¡Feliz Navidad, Año Nuevo y Reyes! ¡Feliz Leto de ver al amo Antoni! --chillaba mientras bailaba sin atreverse a abrazar al mago cuya expresión le estrujó el corazón --¿el amo Antoni está bien? ¿Leto puso mal al amo Antoni? --preguntó el elfo bajando sus orejitas y tirando de ellas muy preocupado.

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Su mirada baja, dio algunos pasos adivinando que el camino estaba libre, sentía un frío que ya no le abandonaba, de tanto ignorarlo ahora era como si se hubiese metido por debajo de la ropa, apenas fue consciente que a los primeros que vería serían a los elfos... solo si existía alguna razón imperiosa para que la atendiese la vampiresa, ella estaría abajo.

 

No escucho la campanilla y tal vez tardo en emitir alguna palabra, ¿que detenía su accionar? recuerdos que venían a su mente y le congelaban en el ayer donde todo parecía extraordinario su andar pausado fue detenido por la presencia de un joven elfo, su voz sonaba alegre y muy en el fondo el peliverde trato de sacar otro gesto más acorde a su relación con su amigo Leto.

 

Fracaso en ocultar su sentir, se coloco a la altura de la criatura y lo envolvió en sus brazos mientras sus ojos se humedecían...--No Leto... no es culpa tuya lo que siento ... perdona que me encuentre de está manera, es por eso mismo que no viene antes.

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  • 2 semanas más tarde...

San Valentin

 

Aun no estaba seguro si este año participaríamos en alguna de las galas que se organizaban por el mundo mágico, así que por ahora me adelantaría un poco y al menos podría empezar con una sorpresa para Darla, aunque esta vez no iba a involucrar a los elfos, por lo mismo había decidido salir temprano a comprar aquella mañana, luego de recorrer algunos locales y tiendas de alimentos, conseguí todo lo que necesitaba.
Al llegar de nuevo al hogar decidí entrar por la parte trasera, por el bosque que al final habíamos adquirido luego de tantas ofertas y tiras y aflojas de los dueños antiguos para vender, siempre había pensado que querían sacar le aun mas dinero pero por suerte todo eso había acabado, aunque por ahora no habíamos hecho nada con el, mas que poner hechizos protectores para que nadie entrara por ahí.
Ingrese a la cabaña lo mas rápido que pude solo Eros se dio cuenta de lo que ocurría por lo mismo le llame para pedirle que inventara algo para que nadie pasara para ese lugar.
Tras hablar con Eros por algunos minutos cerré la puerta de la cabaña con llave, sabía que de vez en cuando eran Dash y Lualu los que se pasaban por ella supuestamente a limpiar, ya no sabía que hacían esos dos cada que se desaparecían, aunque sospechaba que una de esas cosas eran las clases que la elfina de Darla le daba a mi elfo.
Tome un cuchillo y empece a cortar trozos de carne, luego algunas verduras que puse a saltear en una fuente para cocinar, luego de sellar la carne la puse sobre las verduras y la puse a hornear por al menos una hora, sabía que tardaría un poco pero aun era temprano, mientras eso se hacía comencé a preparar la mesa con la que esperaría a Darla, aunque esta aun no estaba invitada.
Un mantel blanco con un caminito con letras era lo primero, las velas lo adornaban con algunos pétalos de rosas, una vajilla blanca que encontré en la cabaña sería la que recibiría la comida, tras eso puse los servicios y fui a ver la comida de nuevo, aun faltaba un poco así me tocaba esperar.
Agarré una pluma y garabatee unas letras, "Te espero en la cabaña, necesito tu ayuda" escribí en la nota que se convirtió en una mariposa que llegaría a las manos de mi chica.
Me acomode en el sofá con una libro en las manos y una rosa como marca paginas.

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San Valentín

 

El día era especial, la mañana había sido casi casi como la de todas las semanas, ¿la diferencia? los mimos y las caricias se habían mezclados con los besos susurrados de Feliz San Valentín, mi amor. No se habían entregado regalos en esa mañana más que sus propios cuerpos, sus mimos y sus labios. Darla odiaba que no hubiera un día inhábil para celebrar el amor, cuando había comentado el tema con los duendes del banco éstos la habían mirado como si fuera un bicho raro. Corrió toda la mañana para terminar temprano, le había dicho a Seba que iría a buscar... algo... él sabía que podía ser un tema fenixiano... o un libro con cargamento especial... pero no, era su regalo, llegaba ese mismo día, o eso esperaba.

 

Darla bufó, ella hubiera querido entregarle el paquete que había comprado durante la mañana, pero los muggles a los que se lo había comprado no habían entendido nada con la referencia del Caldero Chorreante a donde los quería enviar para luego le alcanzaran al Callejón Diagon. La pelirroja empezaba a sospechar que deberían comprar algún terreno que diera a una fachada muggle, porque por más que desmemorizara luego a los muggles que le trajeran el regalo, sería complicado. Suspiró mientras llegaba a escondidas a House of Books con su regalo para Seba. Revisó el listado que le había dado el vendedor y por tercera vez constató que todo estuviera en su cajita con aroma a té: luna taza que decía I love you), un platito y cucharita; un porta hebras de té y un colador de tela, un envase con "Frontera Sur Té", le habían asegurado que era una marca muy sabrosa, una velita aromática con forma de rosa y un porta incienso con forma de hojita, una cajita de búho conteniendo galletitas, la cajita se la quedaría ella, un cartelito que expresaba todo y poco a la vez "Mi corazón es tuyo", un prendedor de enamorados, un globo corazón metalizado. Todo estaba empacado en una bonita caja de madera de balsa.

 

La pelirroja volvió a cerrar el paquete, y miró la hora, preocupada porque Seba aún no llegaba, cuando una mariposa entró volando y fue a posarse sobre la caja blanca con el regalo. La bruja la tomó con curiosidad, era de papel como origami, se trataba de un mensaje, apenas lo abrió reconoció la letra de Seba y abrió sus labios con asombro, tras leerlo la mariposa volvió a formarse a aletear, alejándose de ella dió un par de giros y pareció esperarla para guiarla. La bruja no sabía qué ocurría, esperaba que no fuera nada malo, tomó la caja y con delicadeza la metió en la bolsita de piel de moke que colgaba en su cintura y tomó su varita, guardándola en el bolsillo de su pollera. Las botas sonaron armónicas sobre la madera de la escalera.

 

--Ya vuelvo --dijo a los elfos mientras caminaba hacia la entrada trasera siguiendo a la mariposa, saliendo al jardín y de allí en dirección a la cabaña que había en los terrenos traseros del local.

 

Se acercó con paso acelerado, siguiendo la mariposa y ya desde el porche elevó su voz.

 

--Seba, amor ¿estás aquí?

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San Valentin


Esperaba la mariposa encontrara pronto a Darla, me levante del sofá de nuevo para echar un nuevo vistazo a la comida, que por la pinta que tenía ya estaba lista, pinche un poco las papas y las verduras para ver que estuvieran completamente cocidas como la carne, tras eso apagué el horno con el calor se terminaría de poner aun mas blanda.


Ojee por la ventana para ver si la Potter Black, tras eso me apresuré hacía el refrigerador, tantee que el helado que había comprado estuviera en su punto tanto demorar en las compras había llegado un poco derretido, pero ya estaba en su punto, saqué una botella de champan que envolvió en un pañuelo para ponerlo en aquel artefacto que servía para mantenerla fría, la puse sobre la mesa.


Me senté una vez mas esperando a mi novia, para mi suerte no tardo mucho en llegar su voz llegaba desde fuera, -Entra amor, ¿me puedes ayudar por favor?- intente no reír o parecer muy bobo mientras hacía que leía y levantaba la rosa que estaba de marca paginas.


La mesa la esperaba y su novio también.


-Espero tengas hambre- sonreí entre coqueto y travieso.

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  • 2 semanas más tarde...

San Valentín

 

La voz de su amor le llegó desde el interior de la cabaña, extrañamente juraría que también le llegaba el aroma de carne con verduras asadas. ¿Seba estaba cocinando? Apoyó la mano en el picaporte de entrada de la puerta y la abrió, encontrándose a su prometido, sentado junto a la mesa “leyendo” un libro.

 

—Hola amor —miró a mago con curiosidad —que bella rosa —comentó viéndolo con ternura —¿en qué te puedo ayudar mi vida? —preguntó la bruja mientras se acercaba a su novio y una sonrisa se dibujó en sus labios al escuchar su siguiente comentario.

 

—Pues ahora que lo dices, sí, algo despierta mis apetitos y más cuándo estoy contigo —respondió traviesa, acercándose a su novio e inclinándose hacia él para besarlo con mucha ternura y amor, luego se alejó un poquito y miró la mesa, y una sonrisa se dibujó aún más amplia en sus labios. Todos los detalles eran preciosos, el mantel, las velas, las rosas, los pétalos la hielera con champan.

 

—¿Todo esto es para nosotros? —tras hacer la pregunta se sintió redomadamente tonta —está precioso amor, yo, me siento tonta, mi regalito es tan sencillo y tú preparaste todo esto —la mirada de Darla era la de una novia embobada totalmente con los detalles de amor que su futuro esposo tenía para ella en San Valentín.

 

Su mano acaricio la mejilla de su prometido, sin poder quitar los ojos de él, sintiéndose la persona más dichosa del universo por tenerlo como compañero de vida, por haberle encontrado cuando pensaba que nadie llegaría a su alma. Sí, era afortunada porque aunque el camino había sido difícil, cuando sus destinos se cruzaron comenzaron a construír esa historia de amor juntos no con un final feliz para ellos sino como una historia sin fin, siempre juntos, siempre únicos, siempre amándose.

 

—Te amo tanto, ¿sabías? —susurró viéndolo con más amor aún.

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