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Castillo de la familia Haughton (MM B: 84511)


Anne Gaunt M.
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Un aprendizaje rápido y efectivo siempre implicaba dolor o eso era lo que Mónica pensaba en aquel entonces. La oscuridad que los envolvía impedía que vieran más allá de la punta de sus propias varitas, pero permitía a su vez que ambos se concentraran únicamente en la voz del otro. Era lo único que tenían para encontrarse, así que cuando uno de los hablaba, el otro se callaba e incluso contenía la respiración para que nada los distrajese.

- Si aciertas me dolerá a mi y si fallas, te dolerá a ti – la voz de Mónica siempre había sido suave y melódica, tanto que incluso en los momentos más inesperados sonaba con una dulzura que claramente luego desaparecía en sus actos-. ¡Vamos!

La última palabra, aunque con su mismo tono, fue una orden obvia. En medio de la oscuridad no solo se encontraba ella, si no también el mayor de sus hijos que en aquel entonces aún era un niño. Temblaba y aunque su madre no pudiera verlo, lo sabía. Sonrió y volvió a repetir la misma palabra que un momento antes había dicho, esta vez acompañada de su nombre implícito para llamarle la atención.

- ¡Vamos Dovakhin!

Oír su propio nombre de labios de su madre pareció despertarlo, pero no le dio la seguridad que necesitaba. Balanceó la varita de un lado a otro y cuando creyó localizar a su progenitora murmuró una palabra aún prohibida para él fuera del salón de entrenamiento de su propia casa. El rayo, que surcó rápidamente el largo de la habitación, chocó contra la pared del fondo iluminando toda la piedra durante unos segundos. Luego todo se quedó oscuro y en silencio de nuevo.

- Has fallado – volvió a decir ella, cuya voz fue acompañada del filo de su katana deslizándose de su envoltura. Un momento después el arma cortó el aire y con él una de las piernas del más joven, que calló al suelo con un golpe seco que volvió a dejarlo todo muerto.

Cuando el fuego de las lamparas colgadas del techo se encendió para iluminarlo todo, Mónica y su hijo se encontraban a apenas tres metros el uno del otro, pero ella no estaba situada frente a él como el pequeño había pensado, si no a sus espaldas. La mujer no tardó en acercarse y arrodillarse al niño de no más de once años, que a pesar de tener un profundo corte en la pierna derecha, ni siquiera lloraba. La miraba con ojos curiosos y ella únicamente le sonrió.

Puede que algunos no parezcan tus enemigos y puede que no los veas, pero debes saber que siempre estarán ahí – aquella frase era algo que ella había aprendido hacía mucho y con aquello, sabía que su hijo tampoco lo olvidaría nunca-. No debes confiar en nadie, solo en ti mismo y en tu criterio.

Cuando el ébano negro de la mortifaga pasó sobre la herida de Dovakhin, esta se cerró de inmediato. Pasó varias veces el arma hasta que solo quedó una fina linea plateada donde un momento antes tenía la herida y luego le acarició con su mano libre sobre el pelo. La katana había desaparecido, dejando únicamente la figura materna que él ya conocía.

- ¿Te parece si vamos a merendar?

~~~***~~~

 


Cuando la puerta se abrió ella ya sabía de quien se trataba. Era como los animales cuando tenían una cría; las diferenciaban por el olor, por algo que iba mucho más allá de la vista o un nombre. Era obvio que aquella era una comparación odiosa y que la situación no era tan primitiva, pero había algo diferente en la relación entre Mónica y su primogénito, algo paradójico.

- ¿Te crees que una baratija va a allanar el camino? - de nuevo esa voz dulce lo inundó todo, pero había mucha más frialdad de la que Dovakhin había recibido nunca de aquella mujer-. Pues estás muy equivocado – casi ni miró el huevo, algo que para cualquiera que la conociera sería increible.

Ella se encontraba junto al ventanal, justo detrás de la cortina que impedía que la luz lo llenara todo. Cuando se movió pareció como si en vez de una persona hubiera sido otro tipo de ente, quizás por la lentitud con la que lo hizo o simplemente por culpa de la bata de satén negro que la cubría desde los hombros hasta llegar al suelo. Cuando deslizó la cortina y los rayos de sol entraron tuvo que entrecerrar los ojos hasta acostumbrarse y la nueva luz dejó al descubierto su maltrecho aspecto.

Se sentó en el sillón de piel marrón de detrás del escritorio y se dejó caer hacia atrás hasta apoyarse en el respaldo. Estaba más pálida y delgada que de costumbre y bajo sus ojos verdes dos notables ojeras destacaban más si cabía su aspecto cansado. La tela negra le cubría los hombros y se ceñía lo suficiente para que casi nada de piel se le viera, pero allí donde no cubría -manos, cuello y parte de la cara-, tenía pequeñas manchas grisáceas que le oscurecían levemente la piel. Estaba enferma.

Cuando volvió a hablar fue como si le hubiera costado un esfuerzo enorme hacerlo.

- ¿Qué estás haciendo aquí?

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Se sorprendió al ver a su madre en tan mal estado, sabía que sus regalos y su llegada no iban a ser recibidos como si nada hubiese pasado, pero Dovakhin jamás hubiese imaginado que su progenitora estaría tan enferma y dejada ¿acaso sus demás hijos la habían dejado a su suerte? ¿Qué pasaba con sus hermanos que habían permitido que Mónica terminase en ese estado tan deplorable?.

Su rostro se tornó serio y pasó por alto el regaño acortando las distancias entre ambos con unos pasos rápidos y cortos.

—¡Por los siete infiernos! ¿cómo te dejaste estar madre?— Preguntó ahora regañándola él a ella, no porque estuviese enojado ni porque fuera un derecho el retar a quien le dio la vida, sino porque sabía que si la Malfoy Haughton notaba un dejo de lástima en Dovakhin, se enojaría mucho con él.

 

A pesar de todo era su madre y no podía verla mal, era la única persona capaz de sacar el lado bueno escondido en él -o al menos opacar su crueldad- pero eso era mucho para el mortífago, se sentía culpable por haber estado tres años afuera sin contacto con ella.

 

—Eres una mujer fuerte, imponente y con una calidad de vida buena— Mencionó. Si realmente estaba mal la cuidaría, sin embargo se le cruzó por la cabeza que hacía todo eso sólo para hacerlo sentir culpable por haberse ido, pero como ésto último sólo fue una ocurrencia se limitó a creer en lo que estaba viendo de frente.

 

Dejó el huevo en la mesa de luz y se sentó al lado de la mujer respetando obviamente su espacio personal y dejándole suficiente lugar para no hacerla sentir invadida. Su mamá le había enseñado correctamente todo tipo de cosas desde que tenía uso de razón por lo que se irrespetuoso o demasiado confianzudo no era algo que saliera del Haughton generalmente.

 

—Lamento haber desaparecido, necesitaba irme un tiempo— Intentó excusarse pero sabía que su madre no tendría compasión y tampoco entendería su necesidad de irse por lo que esperaba que al menos no le negara el hecho de volver a su hogar ni tampoco su parentesco.

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Sabía que no estaba gritando y aún así la voz de su hijo le resultaba insoportable, como si en vez de ser el sonido que tan bien conocía, se tratara de un millar de cuchillos clavándose en su cabeza como si esta fuera de plastilina. Cerró los ojos e hizo un ademán con la mano pidiendo la calma que necesitaba para acostumbrarse a la presencia de otra persona y a una voz que no fuera la suya hablando en su propia mente.



- La compasión no es algo que yo te enseñara ni nada que a estas alturas pegue contigo – murmuró cuando consiguió hablar de nuevo, a la vez que sus ojos seguían los movimientos del muchacho hasta sentarse este al lado de ella-. Y dime que no es lástima eso que veo en tus ojos porque no me apetece mucho sacar la varita – se permitió la broma, aunque no sonrió.



Ladeó la cabeza hacia donde Dovakhin se había sentado y puso cada una de sus manos en sus respectivos posabrazos. Allí, bajo la tenue luz de la tarde, sus dedos parecían casi translucidos de lo delgados que estaban y los anillos parecían querer deslizarse fuera de ellos cada vez que los movía. Las uñas, generalmente pintadas de colores oscuros, tenían el natural tono incoloro. Posó entonces su mirada sobre su hijo y a pesar de estar enferma, el intenso verde pareció querer desnudarle el alma.



- Bien sé que todos necesitamos desaparecer a veces – hizo una pausa y pensó en que ella misma lo había hecho tantas veces que a lo largo de su vida había perdido relación con muchas personas por ese mismo motivo, algo que por un momento la entristeció-, sin embargo Dovakhin hay a quienes debes aprender a no darles la espalda. No pretendo que me pidas permiso para hacer absolutamente nada, ya pasamos esa etapa hace muchísimo y me preocupé de enseñarte en su momento a tomar tus propias decisiones sin volver con una pierna menos.



» Pero eso no quiere decir no me debas un mínimo de deferencia... Me preocupé de mantenerte vivo toda tu vida hasta que fuiste capaz de hacerlo por ti mismo así que no dejes que crea que has muerto durante tres años, porque para mi ahora es prácticamente como si lo estuvieras.



Las últimas diez palabras le habían abrasado la garganta al decirlo pero su gesto no se mudó ni un ápice. Con el paso de los años se había convertido en una mujer tan dura con sus hijos, -sobre todo con Dovakhin-, que ya no sabía ni podía ser de otra forma. Era como si algo dentro de ella le dijera que mostrarles amor los avergonzaría o provocaría en ellos algún tipo de rechazo ¿Estaría en lo cierto? ¿Aunque qué iba a pensar una mujer que nunca se había sentido realmente amada?



Separó de nuevo los labios y los volvió a cerrar dos segundos después. Hizo el mismo gesto varias veces hasta que por fin habló:



- Y dime, ¿para qué has regresado? ¿y porqué ahora?


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Para sorpresa de Dovakhin, su madre comprendía la necesidad que tuvo el mago de alejarse, sin embargo también era dura con sus palabras y aquella ambivalencia lo confundía. Notaba las expresiones en el rostro de Mónica y sabía que no estaba bien, de más está decir que aquella imagen de su única figura materna no le gustaba para nada.

 

—Estoy seguro que enferma y todo no podría hacerte frente en un duelo— Contestó a su broma. Toda la habilidad y el don que tenía para los enfrentamientos mágicos lo había adquirido de ella, una mortífaga realmente legendaria y respetada entre sus pares, para él, la mejor que conoció jamás. Y aquél pensamiento no se iría con nada de su cabeza, pues admiraba a su madre y estaba agradecido con ella por todo lo que le brindó siempre.

 

Las palabras fluían de la boca de Mónica y Dovakhin prestaba atención a cada una de ellas, sin embargo las últimas sentenciaron el silencio que se generó hasta que la mujer retomó la conversación y cuestionó el regreso de su hijo a su propia casa.

 

El demonio respetaba a su madre, incluso sin decirlo la amaba y haría lo que fuese por ella pero lo que ésta estaba haciendo y diciendo sólo lo molestaban y lo enojaban en cierto punto. No creía llegar al extremo de la exageración, el hecho de desaparecer estuvo mal, en efecto, pero de ahí a dar un hijo por muerto era algo que el joven Base no toleraba en absoluto.

 

—¿Crees que yo puedo morir?— Cuestionó ofendido. —Madre, eres mas experimentada y habilidosa que yo, pero no soy un niño ya. Soy un hombre, y como tal puedo valerme por mi mismo como bien dijiste— Dijo mientras se ponía de pie. —¿Sabes? Si era lástima lo que sentí, porque no puedo creer cómo en tres años, la imponente mujer que eras ahora está postrada en una cama, toda dejada y desarreglada, descuidando a la familia. ¿Dónde están mis hermanos?— Las palabras del mago brotaban sin filtro de su lengua, si su madre le había enseñado a ser quien era no podía quejarse de una pequeña demostración.

 

Se cruzó de brazos y la expresión de su rostro se tornó seria. —Regresé para poner un orden al mundo— Exclamó. —Creí que al llegar mi casa volvería a ver a mi madre, a mi verdadera madre. No a éstos restos de lo que fue la mejor bruja que he conocido en toda mi vida. Esperaba un katanazo, un regaño duro pero de la mujer que fuiste, no de lo que te has dejado ser— Sentenció con crueldad.

Era cierto todo lo que decía, ella no podía negarlo y tampoco debía enojarse por la reacción de su primer hijo al escuchar esas palabras.

 

—Entré a la marca nuevamente y planeo seguir perfeccionando mis habilidades, no tengo tiempo para estar llorando por una madre que me considera muerto. Si quieres que esa sea nuestra relación, perfecto. Pero si no, deberías dejar el ego de lado un rato como yo hago contigo, que nada me cuesta ser cruel como aprendí de ti.— Seguía expresando su enojo pero parecía infinito, no se aliviaba en lo más mínimo diciendo todo eso.

 

Realmente aquello era una de las pocas cosas que realmente lo herían, estar constantemente intentando enorgullecer a su progenitora y que ésta sólo tuviese palabras frías y duras para él, quien se reservaba el cariño y el respeto sólo para ella.

Luego de unos instantes en los que se tranquilizó, volvió en sí y continuó tratándola bien. Demostrando que ya no era un adolescente haciendo berrinches, que podía enojarse y expresarlo pero que eso no cambiaba sus intenciones principales ni le hacía olvidar quién mandaba entre madre e hijo.

 

—Si quieres revivirme en tu mente y tu negro corazón, estoy aquí para ayudarte en lo que quieras, sea lo que sea. Pero no quiero verte dejada ni enferma, si tantos años enfrentándote a la muerte no pudieron contigo, ésto no tiene que poder tampoco.— Finalizó para luego extender su diestra para darle un apretón de manos, pues sabía que la Malfoy Haughton era reacia a los abrazos y los besos, al igual que él. Digno hijo de su madre.

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  • 2 meses más tarde...

Candela Triviani

Servicios Administrativos del Wizengamot

Empleada

 

Candela se apareció en los jardines de la mansión de los Haughton con los cabellos revueltos, más que de costumbre, y la ropa medio rasgada.

 

— ¡Maldito mapache! ¿Se encuentra bien ama?

 

Chuck, su elfo, se había aparecido detrás de ella. Al parecer habían tenido un altercado con una bestia de nombre "mapache" (?) que atacó a ambos sin piedad; la Triviani se libró del animal de una patada y el elfo lo hizo desaparecer. ¿A dónde? Sólo él lo sabría.

 

La bruja levantó una mano en señal de asentimiento e inmediatamente acomodó las mechas desorganizadas de su cabellera, zurció con magia la tela rota.

 

— Rápido, ve a dejar esto. —le entregó a la criatura una de las invitaciones que guardaba en su bolso y continuó reparando su vestimenta.

 

 

 

 

Chuck recibió el telegrama y corrió hasta la puerta principal, por donde deslizó el memo que llegaría a todos y cada uno de los integrantes de la familia. Cuando terminó, se apresuró a asistir a la bruja, pero ésta rechazó la ayuda con un simple gesto.

 

— Vámonos. —ordenó y desapareció. La siguió el elfo.

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~ Mosquito ~          Ianello 

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  • 3 semanas más tarde...

La aparición podía decirse que fue buena con los datos que el libro me había proporcionado el bosque estaba a nuestras espalda y los tres caminos al frente, tome el central para llegar hasta la entrada principal mientras sentía los pasos de Rose detrás de mí. Me detuve a esperarla y la agarre de la mano si yo estaba nerviosa no podía imaginar lo que ella sentía. Toque la verja que separaba los jardines del exterior y automáticamente se abrieron dejándonos paso.

 

El jardín era basto y muy bien cuidado se notaba que la familia tenia dinero y reputación, la entrada estaba detrás de la fuente donde los rugidos de piedra de la pareja de leones nos daba la bienvenida, sabia que no nos atacarían pero el simple hecho de que figuras de piedra me intimidaran ya era suficiente, alce la barbilla y pase rápido sin demostrar miedo tironeado la mano de Rose.

 

-Tranquila dije en voz baja no sabiendo si se lo decía a ella o era para mi

 

Toque dos veces la puerta y una elfina abrió, nos miro de arriba abajo pero no dijo nada

 

-Buenos días, el señor Dovakhin Haughton se encontraría en casa?- la elfina dio un paso para atrás dejándonos pasar al vestíbulo donde nuestros pasos retumbaban en la inmensidad del lugar. Suspire ante la belleza del lugar mirando en ambos lados.

 

@ @@Dovakhin Haughton @@Monica Malfoy Haughton

Editado por Alegna Black

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otra vez aparecer en un lugar sin saber como lo hacia pero el lugar me daba un poco de miedo estábamos las dos en medio de un silencio que nos recorría , aunque estando las dos no había mucho que temer me sentía segura con mi hermana entre las dos algo podíamos hacer. el lugar era inmenso me dejaba anonada a tal punto que solo reaccionaba tras los tirones de alegna .

dos figuras de piedra nos saludaban con aun mas miedo me pego a mi hermana casi empujándola para entrar mas adentro de la casa. toda la iniciativa o decisión la dejaba a ella en ese momento la sentía la mas fuerte de las dos ,firme y decidida .

la miro cuando toca la puerta nos atiende una criatura que ya había entendido que eran elfos domésticos , esperando que alguien nos atendiera .

sensaciones recorrían seria que conoceríamos a nuestro padre como reaccionaria y si no nos aceptaba mil dudas recorrían en mi cabeza pero no deseaba que mi hermana se diera cuenta , mi mirada la dirigía a todos lados de aquel lugar observando cada detalle para no ser tomada por sorpresa .

 

¿estamos bien aquí ? segura que es lugar indicado ?- me dirigía a @@Alegna Black

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La conversación con Mónica daba para largo, luego de tres años de ausencia era su deber poner al corriente a su madre de su situación actual, sin embargo el reencuentro se vio interrumpido por el sonido de la madera de la puerta de entrada siendo golpeada y tras ésto abierta. Dovakhin miró a su madre y pospuso la charla para retomarla más adelante.

—Iré a ver quien es— Exclamó justo antes de atravesar la puerta de entrada de la habitación de Mónica y dirigirse hacia la sala de estar del castillo.

 

Sus pasos firmes resonaban en todo el recinto ni muy fuertes ni muy débiles pero sin perder la presencia de su andar cuando finalmente vislumbró a escasos metros de su posición a dos mujeres que preguntaban por él. ¿Quienes serían?

 

—Yo soy Dovakhin Haughton, ¿qué necesitan?— Preguntó con expresión seria en su rostro sin sacar los ojos de encima de aquellas jóvenes.

 

El mortífago dejó su túnica en manos de la elfina que había atendido a las muchachas y con un chasquido de dedos le dio a entender que debía llevarla a su habitación. Ahora vistiendo una camisa con tirantes y un pantalón largo de color negro, ya con una imagen más informal se puso cómodo. Se acercó a la pequeña bodega de la sala donde escogió la mejor botella de Whisky que encontró y se sirvió una medida.

—Vamos, ¿les comieron la lengua los ratones? No tengo todo el día— Exclamó impaciente por saber el motivo de aquella inesperada visita.

 

 

@

 

@@Alegna Black

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Rose estaba mas nerviosa que yo, podía sentir su respiración y su ritmo cardiaco acelerado, no le gustaba aparecerse y mas desde la ultima vez que lo hice sin su consentimiento y sin que ella supiera que diablos hacia. Trate de tranquilizarla sosteniéndola de la mano notando un pequeño temblor por lo que le apreté su mano en la mía quizás debí haber venido sola u cerciorarme primero antes de inmiscuirla a ella.

 

-Tranquila Rose, estoy aquí – las palabras sonaron en el vestíbulo junto a los pasos de alguien que se acercaba, la imagen del mago todavía la tenia tan presente como en el torneo de duelos en los que me había hecho añicos. Fruncí el ceño y mi mirada se endureció ante su falta de memoria. Aunque dudaba que se acordara de todos los que había ganado alguna vez.

 

-Disculpe la hora señor Haughton, si la urgencia no me guiara en este momento no dude que hubiese pedido…. Cita – en mi voz no se denotaba el miedo y disgusto que en ese momento sentía.

 

-Me presento soy Alegna Black y ella es mi hermana Rose, somos hijas de… Ashura Lestrange, no se si la recuerda – no había porque dilatar a lo que habíamos ido esperaba que, sino era el por lo menos me diera un nombre el cual seguir, carraspee al sentir la garganta seca.

 

Observe el semblante del mago que tenia al frente, nada se podía asemejar a alguna facción que tuviéramos aunque ahora que lo pensaba tampoco éramos parecidas a nuestra madre, solo el color de mis ojos se parecía a los de nuestra abuela materna. El silencio se volvió incomodo, el hombre pensaba demasiado mi pregunta por lo que decidí tirarle mi interrogante.

 

-La verdad creemos que eres nuestro padre – las palabras salieron entrecortadas demostrando así lo nerviosa que me había puesto.

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Estoy bien no te preocupes-

 

le decía a mi hermana cuando en ese momento se hace presente un hombre, el hacía nosotras se notaba tan frio , no podía titubear palabra alguna ni reacción cuando menciona el nombre que teníamos como padre nunca había tenido una figura paterna ni nada que sea semejante .lo seguro era qu en ese momento no me arrepentía de no tener.

solo tragaba mi saliva por los nervios apreté fuerte la mano de Alegna me sentía segura con ella , ya que la actitud ante nosotras de aquel hombre no mostro interés alguno pensé en demostrarle indiferencia así con la mirada dispersa hacia cualquiera lado de esa mansión la cual entendía por que era tan sombría igual que aquel habitante . No podía creer que fuera nuestro padre no sentía que tuviéramos rasgos de el , nuestra madre podría haberse enamorado de esa persona , que había ocurrido que nunca lo había vuelto a mencionar .

 

Miraba a mi hermana desafiante cada palabra hacia el peor cuando mencionaba que éramos sus hijas , no sabía dónde meterme si por lo menos pudiera aparecer y desaparecer como lo hacia ella estaría encanta de desaparecer con ella de ahí .no estábamos cómodas ninguna de las dos aquel hombre me impacientaba . y si era nuestro padre que haríamos? Por mi parte no podría ir a abrazarlo feliz de la vida, seria todo un proceso aún más de lo que ya estaba viviendo y realmente si no fuera por mi hermana no sabría cómo superarlo ella me protegía como una hermana mayor

 

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