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Chateau Dumbledore (MM B: 78647)


Ada Camille Dumbledore
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Arya Dumbledore

 

Suspiró mirando por la ventana, esta era su vida y se estaba cansando de la rutina. Iba a trabajar por las mañanas y al volver leía uno o dos libros, si estaba de buen humor re-decoraba su habitación. Pero al llegar la noche le atormentaba siempre lo mismo, su soledad. Aun cuando sabia que Ian no se marcharia de su lado, no era lo que ella necesitaba. Habían pasado ya algunos meses desde que su humanidad se apagó y fue bastante divertido, el no estar atada a los sentimientos que los humanos poseen podria hacer lo que deseara sin ningún remordimiento.

 

Pero después de un tiempo toda esa adrenalina desapareció, leía novelas románticas con la esperanza que su lado humano despertara, pero no tuvo exito alguno.

 

-Creo que hay alguien en los jardines -Susurró al ver que algo se movía entre las sombras, tomó a Owen en su mano y bajo las escaleras tan rápido como su habilidad vampirica le permitió, estaba por salir cuando escuchó tres golpes en la puerta trasera, estaba por abrir cuando su elfo la miró negando con la cabeza.

 

-Yo me encargo -Susurró Ian acercándose a la puerta, al abrirla Arya quedó escondida detrás de la misma -Buenas noches, en que le puedo ayudar? -Preguntó el elfo.

 

@Oscurus

Y yo la olvidaré, pero ella perdonará mi olvido, así que yo la perdono por olvidarme a mí



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- ¿Sabes cómo te voy a llamar? Resiliencia.

 

Acababa de recoger al Cruce de Kneazle del que me había enamorado de la trastienda del Magic Mall. Por fin le podía llevar a casa tras esperar todo el chequeo y las atenciones sanitarias gratuitas que ofrecía el comercio mágico del Callejón Diagón. Era la primera mascota que tenía, sin contar a Nix.

 

Iba por delante de mí. Se había negado por completo a que le llevara en brazos, algo que tampoco me ofendió. Era consciente de la inteligencia de la que gozaba su especie y, por consiguiente, era de esperar que denotara una gran independencia. No lo había hecho por desprecio o disconformidad con ser de mi propiedad, de hecho en la tienda, en cuanto le hube cogido, lo primero que hizo fue mirarme fijamente a los ojos, algo que sentí como si se estuviera adueñando de mi interior para poder reconocerme siempre con sólo adentrarse a través de mi mirada y saber que era yo el que le había sacado de aquella cárcel.

 

Pero su temple, tan sereno y aparentemente racional, en lugar de darme respeto o temor, me causaba gracia. Era como un pequeño ser con la madurez suficiente para derrotar a cualquier hombre impetuoso e irracional, una especie de "cerebrito" que exteriorizaba toda la seguridad que sentía sobre sí mismo.

 

- ¿Sabes qué es la resiliencia? --El animal con completa forma de gato se paró en seco y me miró de nuevo, igual que lo había hecho en el Magic Mall--. Claro que lo sabes. Eres pura resiliencia.

 

Seguí mi camino hasta llegar a las puertas del castillo. Resiliencia se paró frente a ellas y esperó pacientemente a que yo le abriese paso al interior.

 

- Creo que no, pequeño amigo --le dije mientras le levantaba del suelo con uno de mis brazos y con el otro me agarraba a uno de los árboles cercanos a la fachada.

 

Empecé a trepar hasta alcanzar una rama cercana a uno de los balcones del tercer piso. Tras aquel ventanal que se abría hacia dentro, estaba mi antigua habitación, la habitación de mi infancia. Los últimos años me había establecido con mayor frecuencia en la Mansión de los Potter Black, mi familia adoptiva, y aquella habitación casi no la había modificado desde que mi madre desapareció.

 

- Si consigo dar con el hechizo, podré fabricarte una cama sólo para ti --le comenté a Resiliencia que observaba la habitación sin mostrar emoción alguna--. Pero de momento, podrás dormir conmigo en la cama.

 

Escuché pasos en el piso inferior. Había más gente en el castillo. No era que me extrañara, de hecho ni siquiera sabía si la familia había crecido, pero fue como si mis instintos desearan que aquellos ruidos fueran los que hubo una vez en aquel castillo y pertenecieran a las mismas personas que estaban en aquel momento; pero no sería así, nunca más.

 

- Bueno, supongo que no puedo impedir que la vida avance aquí también. Yo mismo ando metido en una vorágine de cambios constantes.

 

Aquellas palabras, lanzadas en parte a Resiliencia, en parte al aire, parecieron invocar a Nix, que se posó sobre la barandilla de forja negra que rodeaba el balcón. Con una floritura simple de mi varita llené el comedero y el bebedero de la jaula de mi lechuza, que estaba sobre la cómoda. Sin embargo, Nix permaneció en su puesto, vigilante. Miraba con atención a Resiliencia.

 

- Es una nueva compañera, espero que sepas tratarla bien.

 

No supe muy bien que significó su reacción posterior. Soltó una especie de graznido extraño y elevó el vuelo por la habitación, hasta volverse a posar en el mismo sitio en el que se encontraba, pero aquella vez, de espaldas a nosotros.

 

- Voy a bajar al comedor, a ver si queda algo de cena. Por favor, haced buenas migas.

 

Y dicho aquello, emprendí el camino por el pasillo y las escaleras hacia el gran comedor del castillo, deseando que todavía no hubieran retirado los platos, si es que había habido cena. Si no, tendría que hacer una extensa incursión a la cocina, y seguro que a más de un elfo aquello no le agradaría.

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Introdujo la mano izquierda en su bolsillo y acarició a Prixnea con cariño y nostalgia. Habían transcurrido muchos años alejado de ella, y en aquel momento creía sentirla vibrar ansiosa por volver a llenarse de poder.

La puerta de la cocina cedió ante alguien que no pudo ver, pero tampoco esperó a que alguien pusiese la cara para recibirlo. Avanzó con paso tranquilo hacia el interior y a su espalda escuchó una suave voz femenina que ofrecía su ayuda como una bienvenida.

-Un whisky doble.- contestó el rubio mago sin darse vuelta –Lo espero en el living.

Su alta figura atravesó la cocina con paso firme y antes de cruzar una puerta más hacia el living divisó a sus pies la mirada atónita de un elfo tal vez indignado por la poca cortesía con la que había contestado a quien lo había recibido. Sin embargo no lo tomó en cuenta y unos segundos más tardes estaba parado frente a un fuerte fuego del hogar y sobre él, el gran cuadro de quien había fundado aquél castillo.

-Albus, despierta. Estoy seguro que no es una sorpresa verme aquí.- dijo Aparicio con una media sonrisa. - ¿Será que esa chica me trae el trago?



Off: Gracias por la Bienvenida. Ayra no te recuerdo, pero es un gusto ver sangre nueva por acá. Adrian es un viejo conocido, al parecer estamos volviendo todos xD
Disculpen a Aparicio xDDD

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No podía ser. Parpadeé, abrí y cerré mis ojos a conciencia un par de veces y después los restregué con mis manos. Estaba de pie bajo el marco de la puerta que daba acceso al salón, anonadado. Iba a encender la chimenea para que al menos los vecinos viesen que seguía habiendo vida en aquel lugar, que la familia Dumbledore no había desaparecido, pero el fuego ya estaba chisporroteando, y una figura de rasgos masculinos reposaba sobre el sofá y le hablaba al adormilado retrato de Albus.

 

Sin embargo, aquella escena casi parecía haberse escapado de algún baúl oculto en el castillo lleno de recuerdos del pasado. No podía ser verdad que aquel hombre estuviera allí sentado tan tranquilamente, como si el tiempo no hubiera pasado. Quizá fuera un fantasma, o la falsa ilusión de un pasado que sabía perdido.

 

Cuando recobré el sentido sobre mi propio cuerpo logré avanzar un par de pasos, con el mayor sigilo que podía tener. No quería que aquel hombre, aquella sombra desapareciera, se desvaneciera como el humo si escuchaba algún sonido extraño. Me acerqué con cautela y me senté en una de las sillas próximas a la lámpara de pie que iluminaba aquel recuadro de la estancia. Debía intentarlo, total, si se esfumaba, podría echarle la culpa a mi añoranza.

 

- ¿Oscurus?

 

Las palabras sonaros huecas, sin fuerza y casi no resonaron por el espacio. Sentí cómo se caían nada más llegar al respaldo del sofá. Pero para mi sorpresa, la figura no desapareció. El sonido de mi voz pareció no importunarle. No mostró una reacción inmediata, así que esperé dejando que el silencio terminara por vencer el hilo de mi voz que moría lentamente, como si cayese en un pozo sin fondo.

 

No podía ser. No podía ser él de verdad.

 

 

@Oscurus

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El anciano del cuadro emitió un leve ronquido muy actuado que sólo consiguió que el mago que estaba parado frente a él, ensanchara un poco la sonrisa. Aparicio decidió dar media vuelta para encarar hacia el gran sillón, y a medida que avanzaba retiró la varita de su bolsillo y con un leve movimiento dejó la magia fluir y su capa de viaje desapareció.

-Vamos Albus, sé que la sorpresa de tenerme aquí es aún más grande de aquella que te llevaste al ver por primera vez la espada de Gryffindor en mis manos.- dijo el rubio mientras depositaba todo su cuerpo en el sillón adoptando la pose de tranquilidad.

-¿Oscurus?- escuchó la voz masculina por detrás y su postura se endureció.

No se le ocurrió ni por un segundo girar su cuello, pero por un momento enarcó una ceja producto de la sorpresa de escuchar su segundo y nada utilizado nombre, aquél que su madre utilizaba para llamarlo y el tanto despreciaba porque parecía nombrar a alguien que el mago no era.

Aquel ser se acercó unos pasos y por fin lo pudo divisar con su pelo castaño largo en una melena incontrolable, y sus ojos del mismo color curiosos como los de un adolescente lo observaban como si de un muerto se tratase pero sin una nota de miedo sino más bien llenos de esperanza.

-Albus, hay un chico aquí utilizando ese desagradable nombre, o vives en un largo sueño o ya no educas a nuestros familiares.- indicó con ironía desviando la mirada hacia el cuadro por apenas un segundo y captando allí los ojos del ex director de Hogwarts bien abiertos y expectantes – Buenas noches Adrían, ¿es así como te llamas no?, espero que no tengas inconvenientes en que vuelva ocupar un lugar en el castillo.- comentó, sin importarle si el chico tenía algún reparo con su presencia allí, mientras le hacía una seña con la mano derecha hacía el sillón para que tomase asiento.


@@Adrian Wild

Editado por Oscurus

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- ¿Importarme? --La expresión de mi rostro se tornó relajada y, en alusión a las dos copas de burbujeante vino blanco que hice aparecer con mi varita sobre la mesa de café que había frente al sofá, chisporroteante--. Ya estaba penando de tener que levantar de nuevo el ánimo de este castillo yo solo.

 

Tomé asiento al lado de aquel viejo conocido. Sí, conocido, porque a pesar de ser familia, el tiempo y los recuerdos livianos habían aflojado los lazos hasta el punto de parecer que estuviese ante un completo desconocido y, al mismo tiempo, ante la posibilidad de retomar mi vida, o por lo menos aquella parte que se había quedado atrás. Y era exactamente aquello lo que hacía aflorar en mi rostro la sensación inusitada y caduca que tenía cuando me tumbaba en los jardines de los alrededores del castillo con mi madre.

 

Le hice una seña al hombre para indicarle que tomara una de las copas de vino. No sabía tampoco muy bien por qué había hecho aparecer una bebida tan elegante para aquel momento, no era muy dado a beber vino, de hecho, aunque reconocía que me fascinaba que muchos encontraran todo un mundo de sensaciones en aquellos fermentos. Quizá fuera por la novedad, por la idea subconsciente de celebración al encontrarme con mi pasado allí mismo, tan latente.

 

- Perdona por llamarte Os... Bueno, eso. Nunca he sabido que te molestara --me disculpé mientras intentaba entrar a través de su mirada en algún recuerdo que se me hubiera escapado de la memoria--. ¿Hace mucho que estás aquí? ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que nos vimos la última vez?

 

¿Y cuándo fue aquella última vez? Todo resultaba ser una nebulosa de imágenes que se superponían las unas a las otras. Entonces me di cuenta de lo frágil que es la memoria frente al constante discurrir de la vida. Nos sumergimos en una vorágine inconmensurable y, cuando queremos pararla, ya nos ha tragado hasta tal punto que ni siquiera recordamos desde qué punto habíamos partido.

 

Tomé la otra copa entre mis dedos y con un gesto despreocupado y directo, bebí de ella. Después, mis ojos se fijaron por encima del hombro de Aparicio y se perdieron en el reloj de mesa que había sobre la mesilla en la que varios artilujios metálicos reposaban. No miraba la hora. Tampoco veía el reloj en sí. Sólo necesitaba un punto de apoyo en el que mantener los ojos hasta que mi cabeza dejara de dar vueltas sobre ese manto de nubes que la llenaba.

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Acercó la copa a su nariz y aspiró el dulzón aroma del vino que el primo hermano de su madre le había ofrecido. Con unos pequeños movimientos hizo que el líquido de suave color ámbar girara dentro de la copa dejando ver su tersa textura, y un segundo después apoyó el vidrio que lo contenía sobre sus labios y dejó que el calor del alcohol danzara en su paladar.

-Hace apenas unos minutos que mis pies tocaron el bosque.- contestó Aparicio más para el anciano del cuadro que para el chico que había hecho la pregunta –Y en este mundo es difícil determinar cuándo es la última vez que verás a alguien.

El antiguo patriarca de la familia, porque estaba seguro que con el pasar de los años le habían quitado aquel derecho, levantó la mirada hacia Adrián que estaba sopesando la respuesta fijando sus ojos en un punto más atrás que su hombro, por lo que el rubio se dedicó a contemplar la pequeña sonrisa que lucía el ex director de Hogwarts desde su cuadro.

-Mi querido Aparicio, me alegra saber que te ha llegado mi mensaje.- la voz de Albus sonó áspera, como si hacía un buen tiempo que no charlaba con nadie –Adrián es un gusto verte por aquí, siempre es un orgullo ver que esta familia da cálidas bienvenidas a sus demás miembros.

 

Fue el turno de Aparicio de sonreír. Conocía a aquel viejo mago casi tanto como a sí mismo, tantas horas dentro de la biblioteca junto a sus interminables discursos de conocimientos habían logrado que conociera las pequeñas artimañas del poderoso mago e incluso aquellas frases donde se escondían sutiles retos de su ancestro. En aquel caso supo que le estaba reclamando la falta de atención para con sus familiares.

-Creo que Adrián estaría más contento de saber por qué estoy de nuevo aquí.- dijo Aparicio con voz más dura pero sin borrar su pequeña sonrisa.

-Ha llegado el momento de disolver esta Familia.- Albus fue rotundo tan rotundo al decirlo que logró arrancar una mueca de sorpresa en el recién llegado mago.

@@Adrian Wild

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Artheón se levantó de donde estaba. El sol le acariciaba el rostro. Al parecer había llegado un mago al Castillo. Artheón levantó su mochila y avanzó hasta la puerta del hogar Dumbledore. Con su varita plateada, tocó una de las manijas que tenía el umbral. La puerta se abrió y entonces entró al vestíbulo.

 

-Al menos aún recuerda mi varita.

De los múltiples encantamientos que tenía el castillo, uno de ellos era reconocer la varita de los familiares y así darles entrada. A decir verdad, Artheón amaba aquél castillo lleno de magia, tradición y misterio.

 

-Hola. Buen día- Dijo el mago mientras hacía un gesto con la cabeza. -Me llamo Artheón Dumbledore, soy hijo de Xavier Dumbledore y Alexia Black.

 

Por supuesto que no pretendía un trato especial, sino evitar asustar a los presentes, @Oscurus y @Adrian Wild.

-He estado de viaje pero después de un largo periodo, acá estoy de nuevo.

Editado por Artheón Dumbledore
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Arya Dumbledore

 

Miraba con cierta indignación a su elfo, la persona que habia llegado ni siquiera se habia molestado en presentarse. Y como si fuera poco le pedia que le llevara una bebida? Pero quien creia que era?. Ian estaba por servir la bebida cuando Arya a sus espaldas lo detuvo.

 

-No tienes porque hacerlo, de cierta manera tu deber es solo conmigo mi pequeño amigo -Respondió la joven mientras le hacia señas a uno de los elfos que se encontraban en la cocina.

 

-Llévale ese trago a la persona que acaba de llegar, por favor -Indicó Arya a la elfina, la cual se retiró en dirección al salón con una pequeña reverencia.

 

-Quien se cree para venir asi y no presentarse? -Murmuró para si misma mientras caminaba hacia la sala con Owen en su mano, se detuvo unos pasos antes de llegar a la puerta ya que se habia percatado que había alguien más alli. Al acercarse más vió que se trataba de 2 personas a las que no había visto nunca en su vida, estaba por preguntar por sus identidades cuando lo escuchó.

 

-Nadie va a disolver esta familia -Dijo con seguridad ingresando al la habitación.

Y yo la olvidaré, pero ella perdonará mi olvido, así que yo la perdono por olvidarme a mí



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Me quedé con la mirada fija sobre los ojos que había detrás de aquellas gafas de media luna. ¿Disolver la familia? ¿El propio Albus Dumbledore estaba diciendo aquello? Atisbé el leve movimiento de su comisura, en un intento de suavizar la sentencia que acababa de soltar. Acompañé a mis ojos con la cabeza para mirar entonces a Aparicio. Al parecer él ya lo sabía y había tenido una comunicación previa con Albus.

 

De pronto una voz a nuestras espaldas me sobresaltó. De nuevo un golpe de memoria revolvió las imágenes de mi cabeza. Aquella figura pertenecía a mi infancia. Lo sabía. Esa cicatriz en la ceja...

 

- Tío --dije notando como la palabra inundó el espacio y se perdía, como una ola que llega a la costa y arrastra la arena hacia el interior del mar.

 

Solté la copa en la mesa sin dejar de mirar al nuevo espectro que se presentaba ante nosotros, a esa figura que se hallaba próxima al olvido y a la que, sin embargo, la memoria había evitado soltar. Me levanté para abrazarle, pero a mitad de mi camino otra muchacha apareció por la puerta de la cocina. Parecía más joven que yo, y sus rasgos aterciopelados y su tez clara casi me dio todas las pistas para intuir que pertenecía, como yo, a ese grupo cada vez más numeroso de inmortales. Aunque ser vampiro y mago no era tan fácil, pues la inmortalidad era aún más relativa.

 

Sus palabras me pillaron justo al lado de la mesita del reloj, y me hicieron retornar la mirada hacia el cuadro de Albus, pues era quien había formulado aquella frase decisiva.

 

- ¿Dónde está?

 

Albus había desaparecido. Había soltado una de sus intrigas y se había marchado, dejándonos a los cuatro sin ninguna pista de a qué se había referido con disolver la familia, de cuáles eran sus intenciones. Entonces recordé las palabras de Aparicio. Él debía saberlo. Lo miré, con temor a lo que pudiera decir, a lo que pudiera saber y a lo que su opinión hubiera contribuido a la decisión del ancestral patriarca.

 

La Dumbledore no se podía romper así como así. Y Albus debería darnos más de una explicación antes de llevar a cabo tal empresa.

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