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El Parque de las Lamentaciones y Circ dels Joglars (MM B: 102350)


Sagitas E. Potter Blue
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Hélène Eloïse Bellerose



No pudo evitar soltar una risita ante los intentos de Leonid de hablar francés. No lo hizo del todo mal, pero la semiveela creyó distinguir un pequeño atisbo de nervios en la por lo general muy segura voz del mago. Estiró la diestra que tenía libre y con suavidad tomó la mano del pelirrojo, propiciándole ligeras caricias en el dorso mientras le aseguraba con dulzura que lo había hecho bien. —Podemos empezar las lecciones privadas cuando desees. —Ofreció, regalándole una sonrisa cómplice.


La información sobre la educación mágica del mago le tomó por sorpresa, quizás porque dada a su propia educación tradicional no concebía la posibilidad una preparación mágica tan atípica como aquella. Completamente fascinada, dedicó toda su atención a aquel pedazo de información, abriendo mucho los ojos claros cuando los detalles eran especialmente sorprendentes. Realmente no podía dejar de maravillarse por el resultado de aquel encuentro, sobre todo porque había acudido allí sin ninguna expectativa. A pesar de todo, Yaxley había demostrado ser un mago genuinamente especial, Hélène estaba completamente admirada.


—Realmente suena encantador. Diferente, pero encantador. —Musitó, sin evitar soltar un suspiro de anhelo. Por años había estado encerrada en aquella jaula de oro que Auguste Bellerose había construido para sus dos hijas, siempre sobreprotegiéndolas y controlando todo pequeño aspecto de su formación mágica. No podía quejarse, sabía que el patriarca había hecho lo mejor que había podido y que sin duda era muy afortunada, pero no podía evitar sentirse a veces un tanto triste por lo que hubiese podido ser de haber tenido un padre un poco más presente.


Un castillo precioso sin duda alguna. ¿Sabías que es el único colegio de Europa que tiene un coro de ninfas que anima los almuerzos? Es bello, aunque en cierto punto llega a volverse un poquito aburrido. —Comentó la bruja con gesto pensativo. —En navidad solían variar un poco el repertorio, eso era bueno. —Bromeó, dirigiendo por un momento la vista hacia el lago que hace un momento habían navegado. Desde allí se veía mucho más oscuro e intimidante que en persona, aún así seguía siendo hermoso.


Una de las razones por las cuales empecé mi carrera es justamente ese deseo que tengo de viajar y conocer todo lo que aún no conozco, ¿sabes? Rusia está sin duda en mi lista, quizás precise un guía local cuando vaya. —Guiñó un ojo divertida y luego se sonrojó ligeramente. No sabía qué era aquello que tenía Leonid que le inspiraba a decir aquellas cosas, pero no se iba a quejar. Apartó la mirada de la del mago en el momento justo en el que la comida empezaba a materializarse en la mesa, emplatada en fina cubertería. Copas de cristal y una botella de vino blanco se hicieron presentes, y al final el mesero que se acercó apresurado a la mesa y se aseguró que todo fuera lo que pidieron. Sirvió un poco de vino en ambas copas y se retiró, no sin dejar de asegurarles que estaba disponible por si necesitaban algo.


Bueno, por la cita más divertida que he tenido. —La heredera dibujó una amplia sonrisa en el rostro, mientras alzaba la copa que sostenía con la diestra. Tenía la mirada fija en el profundo azul de los orbes del mago.




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Leonid Yaxely

 

 

Escuchó con atención el dato curioso sobre el coro de ninfas que cantaba para los alumnos y profesores en la escuela francesa durante las comidas, sin dudas Beauxbatons era la institución más elegante y bella de todas, un palacio extraído de un cuento de hadas - Woow - manifestó el pelirrojo después de que la bruja terminara de hablar - Realmente me gustaría visitar tu colegio, si algún día podríamos ir me encantaría - se aventuró a anhelar. Las escuelas mágicas de todo el mundo eran lugares muy celosos con los visitantes y preferían mantenerse ocultas y en secreto del resto del mundo pero no era algo imposible.

 

Al parecer Héléne estaba tan impresionado por su educación como él por la de ella por lo cual se apresuró a replicar su comentario con picardía - Por mi podemos ir a Rusia hoy mismo, lugar donde quedarnos tengo y hasta para elegir hay… un “gran y lujoso” apartamento en Moscú o la dacha familiar en Krasnoyarsk - bromeó el ruso. Si, su apartamento estaba en la capital pero no lo describiría como amplio y lujoso sino bastante lo opuesto.

 

La comida no tardó en aparecer por arte de magia sobre la mesa entre ellos, el aroma de la sopa de mariscos ascendió en girones hasta la nariz del Yaxley haciéndole agua a la boca al igual que el pato con aceitunas que la Bellerose pidió - Esto se ve exquisito - observó el ruso a su compañera regalándole una sonrisa, después de todo fueron las recomendaciones de la castaña las que condujeron aquella cena.

 

El camarero no tardó en regresar con la botella de vino blanco y mientras servía la bebida en ambas copas se aseguró de que todo estuviera en orden y que asegurarles que cualquier inconveniente o dudas estaría allí para ayudarles.

 

-Muchas gracias - despidió el mago al servicial camarero una vez este se alejó para dejarles disfrutar la cena antes de dedicarle toda su atención a la bella bruja que tenía enfrente -Y por muchas más - finalizó el brindis con una añoranza que estaba seguro sería correspondida.

 

La sopa de marisco estaba deliciosa, era muy liviana a lo que el ruso no estaba acostumbrada en un sopa pero los distintos ingredientes resaltan a la perfección y estaba muy bien sazonada. Sin duda en su mayoría eran sabores nuevos para el paladar del cosaco pero le agradaron mucho, casi podía imaginarse en una explanada que se abría el brillante Mar Mediterraneo en algún pequeño pueblo costero francés, disfrutando del sol y la brisa marina y sobretodo de la compañía de la bella mujer que tenía enfrente.

 

 

Era algo extraño y nuevo para el ruso, normalmente era una persona fría a la que le costaba abrirse y sentirse cómodo con los recién conocidos, pero con Héléne era todo diferente. Realmente sentía que conocía a la francesa de toda la vida, se sentía a gusto y que podía ser sí mismo sin pretender nada con total libertad estando junto a ella. No deseaba otra cosa que seguir fortaleciendo y descubriendo esa nueva conexión que se estaba desarrollando entre ellos.

 

La cena continuó con el mismo ritmo especial que los acompañó toda la noche, hablaron, rieron, siguieron descubriendo pequeñas partes de sus vidas y anhelos mientras disfrutaban de la deliciosa cena que se les fue servida, Leonid obviamente insistió para que Héléne probará la sopa de mariscos y diera su opinión de un plato natal de su tierra, se sentía muy curioso por conocer la respuesta.

 

 

Al final cuando los platos estuvieron prácticamente vacíos y la cena indudablemente se estaba por terminar, Leonid decidió exteriorizar lo que aquella cita representó para él - Héléne - llamó con cariño la atención de la bruja - Realmente la pase genial esta noche, todo el tiempo que pase contigo me hizo olvidar del resto del mundo, la guerra, todo - se sinceró mientras estiraba su diestra para tomar con suavidad la mano de la bruja - Hacía tiempo que no la pasaba tan bien… y me sentía de esta forma - le dedicó una nueva sonrisa a la ojiazul - normalmente me cuesta sentirme cómodo con las personas que recién conozco pero contigo es distinto…. - reconoció.

 

-Me gustas - sonrió al sentirse muy expuesto en aquel momento - Y quiero que esto vuelva a repetirse y ver cómo…- se detuvo por una fracción de segundo tratando se encontrar la palabra correcta para describir la reciente conexión que se formó entre ellos - esta relación va creciendo y evolucionando - terminó de decir mientras aguardaba por lo que tenía para decir aquella nueva mujer especial en su vida.



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Hélène Eloïse Bellerose



La cena estaba transcurriendo en un ambiente ameno, donde risas y conversación interesante no faltaron. El alivio que la francesa sintió al ver que la recomendación culinaria había sido asertiva fue grande. Estaba agradecida con la vida por la noche que estaba viviendo y sobre todo por la compañía del pelirrojo, que en un abrir y cerrar de ojos se había convertido en su persona favorita en aquel nuevo país que le faltaba tanto por conocer.



Sabía que era muy pronto para hacer planes con el ruso, pero algo en él le hacía sentirse confiada. Aquella conexión que se estaba dando entre los dos había sido inmediata y natural y eso le proporcionaba la suficiente comodidad de disfrutar de aquel momento y atesorarlo, como si Yaxley hubiese estado ahí toda su vida. La mención del viaje a Rusia se había hecho dentro del marco de una broma, pero no pudo negar que la idea le resultaba sumamente atractiva. El aleteo incesante de las mariposas en el estómago así lo confirmaban, deseaba volver a verle y compartir más experiencias nuevas.



Una sonrisa se le dibujó en el rostro cuando él le pidió que opinara sobre la sopa de mariscos, y ella lo hizo con toda la seriedad del caso. Saboreó con suma concentración y luego de comprobar que era tal y como debía ser, asintió con aprobación. —Es indiscutible que tienen un buen chef, tendremos que volver por otro especial. —Acto siguiente y sin poder evitarlo, la francesa se aseguró de que Leonid pudiese degustar del delicioso pato, bastante contenta con los sabores que estaba degustando.


Hélène le contó muchas cosas de su vida, completamente cómoda con el mago. Aprovechó para contarle sus planes, historias de su vida, payasadas y travesuras que había hecho en el colegio. Así mismo, Leonid le compartió mucho de sus vivencias y anécdotas que había vivido con sus hermanos y cuando estuvo estudiando magia fuera de casa. La castaña absorbió toda la información con suma fascinación, sin ser capaz de interrumpir al mago en su relato. No se dio ni cuenta y ya la cena había terminado, tan solo una fracción de la botella de vino quedaba en la mesa y ambos se encontraban bastante satisfechos. Los breves silencios que hubo entre los magos no fueron incómodos, la bruja aprovechaba de cuando en cuando para fijar su vista en el lago, quizás esperanzada en divisar alguna criatura inesperada. No podía dejar de reconocer, aquella reserva era un lugar hermoso al que regresaría sin dudar.



La voz del mago la trajo de nuevo al presente, interrumpiendo sus cavilaciones. Los ojos claros de ella se centraron nuevamente en los zafiros del mago, toda su atención volcada ciento por ciento al ruso. Tan solo al verle, una suave sonrisa se pintó en el rostro, y al escucharle decir todo aquello que le dijo, el corazón empezó a latirle en el pecho completamente acelerado. Acarició la mano que él le extendió él con cariño, sintiendo el suave y cálido contacto del ruso. Bellerose se sonrojó un poco antes de responderle, pero lo que expresó lo dijo sinceramente.



Esta ha sido la noche más mágica que he vivido en mucho tiempo. —Reconoció, sintiendo una inexplicable ola de timidez que le invadió, pero no le impidió sincerarse. —Y tú la hiciste extremadamente especial. —Lo miró a través de sus pestañas, sintiendo como las mariposas se arremolinaban hacia su pecho. —Me gustas también. —Lo dijo, sintiendo como el calor de sus mejillas se acentuaba ante la revelación en alta voz de aquel sentimiento que era correspondido. —Me encantaría que esto se repita, de hecho, ya tenemos varias cosas en la lista de pendientes. —Soltó una pequeña risita, estaba emocionada por las perspectivas del futuro cercano.


—Si no vas a hacer nada el fin de semana, podríamos salir… —Se aventuró a invitar, sintiendo que los nervios se intensificaban. Aguardando la respuesta del pelirrojo, se acercó la copa a los labios y bebió, sintiendo como el sabor frutal y ligeramente cítrico del vino le envolviera las papilas gustativas.



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  • 1 mes más tarde...

Circo, 4'37 a.m.

El enano gruñón tosió un poco y se revolvió en su camastro, inquieto. Al principio pensó que sería el frío de la noche, pues se había dejado abierta la ventana, pero después de cerrarla siguió sintiendo esos nervios en la boca del estómago que se dan cuando algo no va bien. No, no era amor, pues el enano gruñón ya había olvidado la última vez que acosó a una enanita mona y sintió mariposas volando a su alrededor. No, ésto era un presagio. Algo pasaba.

Y cuando no podía dormir, lo mejor era salir de su roulotte y buscar algo de beber, leche calentita o algo parecido. Al principio, siguiendo el camino de tierra pisada que llevaba hacia el comedor comunitario, no notó nada en especial y casi olvidó porqué estaba despierto hasta que casi alcanzó la puerta. Un chirrido tan leve que hubiera pasado desapercibido en otro momento, atrajo la atención del enano. Era, sin dudar, la bisagra de la puerta de los rediles. Por mucho aceite que le ponían, chirriaba continuamente que era abierta. Y ahora se veía de par en par.

El enano no reaccionó como debiera. Es decir, las reglas de seguridad son claras: rediles con las puertas abiertas igual a Alarma General. Tal vez fue porque aún estaba aletargado, o tal vez porque no quería despertar a todos por un fallo en la maldita puerta, o tal vez porque, sencillamente, no lo creía necesario puesto que él era el encargado de cuidar a los animales y cerrar cada noche, y no quería que le echaran bronca por algo que podría no ser nada.

La cuestión es que el enano gruñón no dijo nada y eso le costó (casi) la vida: Los basiliscos Doro y Tea pasaron a su lado y le echaron un vistazo. Para ellos no fue nada, ni le hicieron caso mientras caía, petrificado, en el suelo, haciendo un gran estrépito (parece mentira que un enano fuera capaz de hacer tanto ruido al caer, chocando contra un grupo de madera y estiércol). Detrás de ellos, que iban dando tumbos de un lado a otro, asombrados de la libertad que disfrutaban sin saber cómo, los ojos de la Serpiente Cornuda brillaron en la noche aún muy oscura. Era un animal inteligente y había sabido utilizar su ingenio para escaparse.

Los tres animales salieron de sus hogares artificiales, pero el más peligroso era aquella serpiente, aún no acostumbrada a vivir en una reserva y aún no domesticada. Ella había decidido que era mejor vivir su vida fuera, disfrutando de su propia naturaleza.

Ottery estaría en peligros si conseguían salir del Parque...

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Gruñí, molesto. La poca luz que entraba en la pequeña caravana me daba directamente en los ojos. 

 

Espera....a los fantasmas puede molestarles la luz del sol?

 

Si, cuando ese fantasma soy yo. Gruñí, escondiendo entre el pelo de Sagitas, aferrándome a ella en aquella pequeña litera que el vehículo-despacho-hogar ofrecía. Menos mal qeu no dejaba de ser un fantasma y no necesitaba demasiado espacio para pasar la noche. Con un suspiro, abrí un ojo, sonriendo de medio lado, observando la espalda desnuda de mi mujer.  Cada mañana me repetía el mismo pensamiento. "Gracias, niña. Gracias por el amor. Por seguir a mi lado. POr dejame seguir a tu lado."

 

Aquello se había convertido en nuestro pequeño refugio, sin niños, sin peleas, desconectado del ministerio y de los problemas qeu amenazaban Ottery y a nuestra familia. Simplemente nos escapábamos allí como dos adolescentes para pasar la noche, entre risas, hogueras y el silencio entre sonidos de criaturas y animales qeu nos recordaba a una época más tranquila, donde las preocupaciones se basaban en examenes y viajes.

 

Notando que ganaba corporeidad, me incliné hasta su cuello, para...

 

Alguien gritó, enfurecido en el exterior.

 

Me incliné un poco más, para...

 

Más gritos. El enano gruñón llamaba a gritos a Sagitas. 

- Crees que podré matar a ese gruñón? - murmuré al oido de Sagitas, antes de desaparecer atravesando la pared. Ventajas de ser un fantasma....no necesitas vestirte. Para algunos puedes ser totalmente vaporoso, o llevar puesta la última cosa que vestías en el momento de tu muerte.

- Se puede saber por qué gritas tanto? - le reprendí, sabiendo qeu le importaría poco que le gritara. Fue su explicación lo que me llevó a cambiar la expresión del malhumor, a la sorpresa y la urgencia. - buscaré a Sagitas. 

 

Cuando volví a entrar en la caravana, levité hasta quedar "sentado" en la cama.

- Niña...despierta...creo qeu tenemos un problema. Es serio que se escapen dos basiliscos?

Editado por Matt Blackner

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En el circo, aún no amaneció:

Me revolví en aquel camastro donde tantas horas felices había pasado en mi vida. Con lo rica que era, siempre que podía, huía a aquel camarote en el que había vivido muchos años de mi vida y muchas experiencias antes de convertirme en la empresaria, warlock y, finalmente, Ministra de todo un país. Allá, en el Circo, recobraba mi anterior yo, aquel que aún conservaba un pedazo de niña en su interior y no sentía preocupaciones externas. Allá no me seguían mis guardaespaldas, allá sólo me seguía Jack, mi marido fantasma.

Y ahora le sentía, aún perdida en el limbo de los sueños, en los que me parecía que alguien gritaba mi nombre, con ese aire gélido y afectuoso que recorría mi espalda. Murmuré un gemidito que bien podría pasar por placer y me revolví de nuevo, intentando esconderme entre las sábanas para seguir durmiendo. Sus besos me hicieron soltar unas sonrisillas tontas al aire mientras intentaba esconder la cabeza bajo la almohada. Era muy temprano aún...

-- Sí, mátalo..., que nos deje dormir...

Ni sé lo que dije ni si realmente habría ido a hacerlo. Si lo pensaba bien, Jack no había matado a nadie hacía mucho tiempo, muchísimo tiempo, que yo recordara... Tal vez fue un sueño y mi marido no me había dicho nada, pues seguí durmiendo, sumida en un descanso desconocido desde hacía mucho tiempo, hasta que sentí su voz. Sonaba alarmada. 

Abrí los ojos, sin entender, sin ver, sin realmente estar despierta aún.

-- ¿Problema? ¿Qué tipo de problema?

Pero ya mi mente había captado el número "dos" y el animal "basilicos". Casi grité del susto al despertarme de golpe.

-- ¡Demonios desdentados! ¿Qué se han escapado? ¿Cómo que se han escapado?

Empecé a vestirme con lo que encontré por el suelo, sin fijarme si estaban del derecho o del revés, buscando las botas oscuras a las que ahora me había acostumbrado, muy fáciles de caminar con ellas y de correr, si era necesario, por cualquier tipo de suelo.

-- ¿Ya los están buscando?

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  • 2 semanas más tarde...

Había pasado ya mucho tiempo desde que aquella figura pisara ese lugar, se veía un tanto incómodo en aquellos parajes pero por algún extraño motivo su destino lo hacía regresar a aquel lugar, ¿O era otra cosa? Claro que era otra cosa o, mejor dicho, otras cosas, les había abandonado a su suerte aunque sabía que la bruja de los cabellos multicolor no los dejaría a su suerte.

Caminaba con precaución porque no sabía que nuevas sorpresas de seguridad o miembros nuevos habría en el circo y quería pasar desapercibido lo más posible aunque no había garantía de ello.

En su mente miles de preguntas se agolpaban ¿Estarían enojados con él, le reconocerían? La respuesta a ambas era clara y obvia pero tenía que intentarlo; pasó por varias carpas sin tener buen resultado y esquivando la mirada inquisitiva de enanos trabajadores del circo, hubo algunas miradas de cierto reconocimiento y varias más de recelo, claro, las cosas serían más sencillas si dejara el rostro al descubierto pero eso no iba a ocurrir, al final, después de tanto buscar su objetivo estaba a la vista, pasó saliva y se dirigió a la carpa, lucían tan hermosos como en los tiempos en que se hicieron amigos, con extremo cuidado se acercó a ellos inclinando su cabeza y, dejando al fin, al descubierto el cabello que mostraba más canas y alguna que otra cicatriz en el rostro, ellos le miraron recelosos ya que para nada les gustaban los extraños pero, aguardó paciente a que le reconocieran como tenía que ser.

Sus figuras imponentes se acercaron cautelosas, olfateaban el ambiente y miraban extrañados a aquel "extraño" que tenía el descaro de acercarse a ellos sin protección alguna, parecía haber pasado una eternidad, pero sólo eran un par de minutos hasta que Stelaris cedió al orgullo y se inclinó ante el "extraño" pero no era momento de hacer todavía algún movimiento ya que Aquarius no parecía tener intenciones de perdonarlo por tanto tiempo de abandono, se acercó y olfateó el ambiente y parecía estar dispuesto de mostrar su enfado pero, al final, imitó a su compañero e inclinó su cabeza dejando que aquel sujeto se acercara por fin a ellos y pudiera abrazarlos después de tanto tiempo.

-Mis amigos, les eché mucho de menos.

Los abrazó y jugueteó con sus plumas que lucían espectaculares, a final de cuentas estaban bajo un excelente cuidado, y les dio unos cuántos hurones que había encontrado en un rincón. Volvían a ser el trío aventurero que habían recorrido tantos lugares y, después de una larga separación volvían a estar juntos.

 

 

 

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En el Circo:

No esperé a la respuesta de mi marido ni le dije que me acompañara. Ya vestida, até mi pelo con una goma elástica para evitar que me molestara y salí de la roulotte, decidida a buscar a aquellos dos animales asesinos. No me preocupé por Jack, sabía que él atravesaría las paredes y me buscaría mucho más rápido que lo que yo había tardado en salir de allá. En cuanto pisé el camino de tierra pisada, corrí, como quien lleva al diablo dentro. Aunque era algo así, en realidad, correr hacía que me despertara del todo y que mi cuerpo reaccionara a la acción que necesitaba para encontrar a los animales escapados. Varios elfos y miembros del staff corrían de un lado al otro, buscando algunos, otros escondiendo animales sueltos que habían aprovechado la huida, otros escondiéndose ellos mismos, algo que me causo gracia.

Pero no me detuve hasta llegar a los rediles. Por algún motivo, vi miradas ansiosas y nerviosas en varios de los enanos. ¿Era porque se habían escapado aquellos animales o pasaba algo más?

Les iba a interpelar pero entonces sentí la voz y un aleteo. Caminé despacio hasta la zona de la reserva que se dedicaba a los hipogrifos. Alguien estaba acariciando a algunos. Levanté la varita, enfadada por aquella visita.

-- ¿Eres tú quien has dejado escapar a mis animales? ¿Quién eres...?

Aunque no hizo falta que me dijera su nombre. Lo reconocí, a pesar del tiempo que había pasado...

-- @ -zacek- , ¿eres tú? ¡No me lo puedo creer!

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En los rediles

Absorto como estaba con mis hipogrifos perdí la noción de los hechos, sabía que los enanos andaban apurados pero no era por mi sola presencia y pretender pasar desapercibido y algo más pasaba, esa agitación no era nada normal en el circo.

Descansaba un poco del jugueteo con Stelaris y Aquarius y al no sentir ningún tipo de preocupación bajé la guardia y no me di cuenta de que alguien se acercaba hasta que fue muy tarde.

-No, no es mi estilo dejar que la locura se desate en este lugar, hasta donde recuerdo esa es tu especialidad.

Me di la vuelta resignado a lo inevitable, había sido descuidado y me habían visto.

-Si -le sonreí- soy yo aunque parezca algo imposible de creer he decido ver como se encontraban mis pequeños después de mucho tiempo, mi querida amiga @ Sagitas Potter Blue

La había dejado sin palabras algo que no era común, creo que esos momento el circo podría explotar y ella seguiría con la misma expresión en su rostro.

 

 

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En los rediles:

Estupefacta.

Así me había quedado al verle. Por un momento, delante de mis ojos, pasaron todos aquellos sucesos, algunos triste, muchísimos alegres, de aquellos tiempos iniciales en el pueblo, cuando yo era aún muy joven y cuando aún no tenía ningún negocio, sólo trabajaba en el Circo. Recordé que Zacek había sido el anterior dueño y, después, recordé que aquellos dos animales eran suyos.

Sonreí y bajé la varita, enganchándola en el pelo (no, aún no he aprendido, a pesar de los accidentillos que he tenido o causado por eso). Me acerqué un poco más a él, pero no mucho. Aquel era su momento con los hipogrifos y no quería molestarles.

-- Sí, tienes buena memoria. Yo era la loca de la casa, cierto... Y me temo que no he perdido esa facilidad para meterme en problemas, amigo. ¿Qué tal te ha ido la vida? Mucho tiempo fuera del pueblo. -- Señalé a los dos hipogrifos que acariciaba con cariño. -- Te han echado de menos, eso se les nota. Te han reconocido a la primera. ¿Has visto que te los cuidé bien? El Circo ha crecido un poco desde que te fuiste, pero a ellos los cuido muy bien.

Me acerqué un poco más, "olvidando" que había unos animales peligrosos escapados de los rediles. Merecía la pena la espera. No todos los días se puede volver a ver a @ -zacek-  y ya tenía a medio circo buscándolos, así que podía permitirme estar un poco más con mi amigo.

-- ¿Vienes a llevártelos? -- pregunté, algo preocupada. Al fin y al cabo, eran suyos.

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