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Animagia


Suluk Akku
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La primera impresión que me dio la Arcana Suluk es que no era muy alegre que digamos, sobre todo por el saludo. Nunca me había llegado una lechuza sobre el lugar exacto donde nos veríamos, al menos a mi no.

 

-Algo me dice que si hubieramos entrado de todas formas protestaría.- Pensé.

 

A lo mejor la estaba juzgando mal y solo había tenido malas experiencias con otros alumnos, lo que explicaría todo, por lo que decidí no prestar mucha atención. Además, como alumna no me convenía hacer enojar a la profesora, no me hacia gracia imaginarme tener que cursar animagia una y otra vez.

 

-Me debí haber traído a mis mascotas. Al menos buscaría unos ratones pero tardaría más en acabar con lo que me pidió.- Ese momento me había recordado cuentos infantiles muggles, en los que los animales siempre ayudaban a la protagonista a hacer el quehacer. O hacer otras cosas en lo que ella trabajaba.

 

Abri mi mochila y saque mi monedero de piel de moke, mientras dejaba varias pociones en una mesa que tenía cerca y revisaba bien las etiquetas, por fin pude sacar las soluciones de limpieza, era un buen momento para probarla y sino, pedir en el Mall que me devolvieran los galeones. Saque un par de guantes de piel dragón también de la mochila, nunca salia sin ellos. Guarde el resto de las pociones, no sin haber sacado un trapo antes para usar la poción en algunos objetos.

 

-¿No deberíamos ponernos a cantar y demostrar alegría mientras trabajamos?- Pregunté en voz alta. -Al menos en esos cuentos muggles siempre lo hacen así.

 

Movi la cabeza negativamente, mientras empezaba a acomodar los libros y objetos en las estanterias, sacudiendo primero las estanterias antes de poner nada en ellas, con la poción para la limpieza. Al menos estaba dejando todo bastante limpio, por lo que no tendría que devolverla.

 

-Al menos no fue el baño.- Murmuré, mientras colocaba los libros ordenándolos por tema y tamaño. Para los objetos no use un método específico para ordenarlos, solamente como me gustara, eso si, iba sacudiendo cada uno. -La próxima clase traeré a mi elfina.

 

Una voz conocida me hizo salir de mis refunfuños, al menos tendría alguien con quien platicar mientras hacia los deberes. Sonrei al escuchar su pregunta.

 

-Dalmata linda, me alegra tenerte como compañera en la clase.- Comenté.-Veamos, sobre la clase, la arcana salió volando literalmente y nos dejo haciendo el quehacer. Parece que se confundió y en vez de darse cuenta de que somos sus alumnos pensó que la Universidad le había mandado elfos domésticos, ¿puedes creerlo?

 

Aquello empezaba a ser divertido, de todas formas había que hacerlo y si bien me costaba obedecer órdenes, sabía en que momento tenía que ponerme rebelde.

 

-Creo que cuando termine la clase le mandaré a uno de mis elfos de vez en cuando, para que no se le vuelva a llenar todo de polvo- Comenté.-Como no tienes una tarea asignada, si quieres puedes ayudarme. Me falta quitar el hielo de las paredes, pero creo que ya acomode los libros y otros objetos en la estanteria.

 

Uno de los libros me había llamado la atención. Me preguntaba si se daría cuenta de que falta el mismo de la estantería, pero era mejor no arriesgarse.

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La luz de la mañana había logrado internarse completamente en su habitación cuando terminó de vestirse con unos jeans azul oscuro, unas botas acordonadas de piel color gris, una blusa gris y una chaqueta de cuero color vino. Su pequeño hijo Percy hacia rato que se había despertado y se estaba dando un baño con ayuda de Enriqueta. Cuando salió del baño lo ayudó a secarse y a vestirse, lo peinó con dedicación y juntos bajaron a desayunar a la cocina donde los elfos siempre atentos les sirvieron de todo. Después de pasar aquel momento con su hijo tendría que irse. Salió con él hacia el vestíbulo tomandolo de la mano.

 

- Te portas bien y haces caso a Enriqueta, ¿ok? - se despidió de él con un beso en la frente - Por favor cuidalo, ésta vez no estoy segura de cuánto tiempo tardaré, pero trataré de llegar lo antes posible - le dijo a Enriqueta que los seguía de cerca, la elfina se acercó a Percy asintiendo. Caminó unos cuantos metros antes de girarse y sonriendo una vez más a Percy desapareció.

 

Los terrenos de la Universidad Mágica le dieron la bienvenida una vez más. Una suave brisa golpeó su rostro deslizando por su rostro algún mechón de pelo que no había logrado ser sujetado en aquel moño que se había hecho. Empezó a atravesar aquellos jardines buscando el lugar indicado, sin darse cuenta se le había hecho tarde y en ese momento deseó haber podido conservar el giratiempos de su antepasado, pero las cosas habían cambiado mucho en los últimos años y lo había tenido que entregar al Ministerio.

 

Después de unos minutos perdida llegó a la peculiar casita cuya puerta se encontraba abierta. Ingresó algo dubitativa pensando que se trataba de algún aula pero no, sólo se trataba de una singular y fría casa en donde ya algunos magos y brujas se encontraban limpiando y ordenando. Estaba confundida... ¿Se había equivocado de lugar?

 

- Hola Elvis, ¿es aquí donde la Arcana de Animagia? - preguntó en cuanto vio al mago que se encontraba junto a unos perros cuya raza no conocía, pero debía reconocer que eran hermosos. Tras observar alrededor logró vislumbrar a su hermana Lyra junto a Sofía y sonrió, le agradaba encontrarse con ella precisamente en aquel lugar después de tanto tiempo.

 

Su varita se materializó entre sus fríos dedos, no por la temperatura que imperaba en el lugar sino por su condición de vampira. Un ligero movimiento de Maomi y un par de mariposas plateadas empezaron a revolotear alegremente rumbo a Lyra, rodeandola y captando su atención. En cuanto su hermana la vio la saludó con la mano.

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Asuhr tomaba un frugal desayuno en la residencia donde vivían muchos de los Uzza que habían llegado a la Universidad, acompañando a los Guerreros. Era el día señalado para el comienzo de las clases de Animagia y según las indicaciones que le había dado el Señor Pippin, de mala gana, debía acudir a la residencia de la Arcana, una casita en el borde exterior de la Universidad, junto al río que la circunvalaba. No tenía pérdida, pero no estaba precisamente cerca. Una hora andando, al menos, contando con las barreras anti aparición dispuestas en algunos lugares de la Universidad.

 

Así que se había levantado temprano y en aquel momento desayunaba en una larga mesa, apenas ocupada por dos jóvenes Taikir de la tribu de los Malkuth.

 

- Hoy te has levantado pronto, Asuhr, apenas ha salido el sol. - Era Rania quien hablaba, una mujer joven de cabello castaño oscuro y ojos negros, vestida con un ligero Kfatan en tonos rosados, que se abría en la parte delantera mostrando una túnica fucsia clara bordada con rica pedrería. La túnica larga hasta los tobillos se cerraba al cuello con un escote de caja, adornada con un collar de cuentas de ópalo. Llevaba el cabello suelto y éste le caía sobre la espalda, lacio y sedoso.

 

- Tengo clase de Animagia, debo ir lejos esta mañana y no quiero llegar tarde.

 

- Ese maestro tuyo, Rasori, es peculiar. ¡Mira que hacerte estudiar en esta Universidad!

 

Asuhr levantó la mirada y miró a Yassin, el marido de Rania, con gesto amenazador. ¿Cómo se atrevía a juzgar a Rasori por las pruebas elegidas para su adiestramiento como Guerrera?

 

- Cuidado, Yassin, cuida tu honor. Estamos lejos de nuestra Tierra, pero nuestras costumbres no han de ser olvidadas.

 

Asuhr se levantó de la mesa, recogió sus cosas y las metió en la mochila y ya estaba por salir, camino del lugar indicado, cuando la voz de Aram sonó a sus espaldas. La joven se volvió y observó al Nahm-Uzza que le tendía un pergamino enrollado y la miraba intensamente, como sólo los Nahm-Uzza saben hacer, cuando enfocan la única parte no cubierta de su rostro hacia uno y lo miran tras unos ojos remarcados por el intenso khol.

 

- Llévale ésto a Suluk, por favor.

 

Tras entregarle el pergamino, Aram salió sin dar mayores explicaciones y Asuhr tampoco preguntó. Nadie hacía preguntas a un Nahm-Uzza sin que éste le invitara a hacerlo.

 

Sin decir palabra, Asuhr guardó el pergamino en la mochila y se dispuso a emprender el camino hacia la vivienda de la SinHonor. Si ya era bastante humillación tener que estudiar en aquel lugar, que una de las maestras fuese una Arcana, era casi el límite de lo que podía soportar. Pero Asuhr estaba dispuesta a perserverar en cualquier prueba a la que su Maestro la sometiera, en aras de su mejor entrenamiento.

 

El sol comenzaba a despuntar por el horizonte cuando Asuhr descubrió que el benú la seguía, como de costumbre. Afortunadamente, ya hacía salido de la residencia donde vivían la mayoría de los Uzza que habían viajado a la Universidad. No era probable que nadie la vigilara en aquel momento y el fenix, al menos por esta vez, la seguía muy a la distancia.

 

Recorrió el camino sin vacilar y llegó a la vivienda de la Arcana. Observó que la puerta estaba abierta y dejaba ver un extraño contraste. Por fuera, todo era igual que el resto de la Universidad, la casita parecía una más de las muchas que había diseminadas en los terrenos de la Universidad. Sin embargo, más allá del muro que rodeaba el jardín, Asuhr observó algo que la dejó anonadada. ¿Qué era aquella tierra blanca que lo cubría todo? Parecía estar cayendo del cielo, como si fuera.... ¿nieve? Asuhr había visto la nieve, por primera vez, al llegar a Inglaterra, pero jamás había visto tanta nieve junta. Y cuando penetró en el jardín, su cuerpo se estremeció, presa de un frío congelador, como jamás antes había sentido. ¿Tendría que cubrir su cuerpo otra vez, igual que cuando llegó a Inglaterra? Que la Diosa Uzza le perdonara por ello, pero Asuhr no pudo por menos que invocar una capa y cubrirse con ella.

 

Al entrar en la casa, el frío no disminuyó y el asombro tampoco. De la Arcana no se veía ni rastro, pero la casa era un hervidero de actividad. Por todas partes se veía gente, haciendo tareas domésticas. Asuhr no entendía nada.

 

- Perdón, ¿alguien me puede decir si esta es la clase de Animagia? ¿Me he equivocado de sitio?

 

No conocía a nadie, por lo que tampoco se atrevió a dirigirse a nadie en particular, pero una voz a sus espaldas la sacó de dudas.

 

- Aquí es, no te has equivocado. Sólo que la Arcana de Animagia ha decidido pirarse a disfrutar del frío glacial convertida en un pajarillo ártico, mientras nosotros nos encargamos de poner en orden su casa, que por cierto, es todo un desastre. Así que toma, puedes ayudar con el trapo.

 

La que hablaba era Mackenzie. La conocía porque se había cruzado con ella durante las inscripciones y, aunque no habían tenido un primer encuentro muy agradable, no fue por eso por lo que Asuhr se quedó clavada en el sitio sin saber qué hacer o qué contestar. Ella no había venido a limpiar, había ido a aprender y no estaba dispuesta a perder el tiempo.

 

Se acercó hacia las estanterías, sin contestar a Mackenzie y observó los libros recién ordenados.

 

- ¿Hay algo por aquí que se pueda leer? ¿Algo que aporte conocimiento sobre la habilidad? La verdad que lo desconozco todo sobre la Animagia y no tengo tiempo para perderlo limpiando.

 

Esperaba que alguien le diera alguna información o le proporcionara indicaciones sobre cómo aprender la habilidad. Por ella, la SinHonor podía irse al cuerno, no pensaba esperarla para empezar a aprender.

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La Granger enarco una ceja mientras esta vez observaba al resto de sus compañeros, efectivamente todos tenían tareas asignadas y no era una broma de Lyra. Al menos ya sabia que no se había perdido demasiado, solo una asignación de cosas que no le gustaba hacerlas en su propia casa.

 

-vaya con la Arcana, -le contesto a la minina mientras lanzaba un fregotego a las paredes de la biblioteca. Enseguida un cepillo comenzó a trabajar sobre las paredes tumbando la capa de hielo que los cubría. - Dalmata...si tan solo pudiese serlo otra vez, es tan frustrante no poder transformarme minina.- confeso sentándose encima de un escritorio que se encontraba en aquella biblioteca.

 

Un par de brujos llegaban apenas, al menos no era la única que llegaba con atraso, eso la hizo sentir mucho mejor. Miro la pared que ahora lucia normal y termino el hechizo bajándose del mueble. Se acerco a los recién acomodados libros y los miro con curiosidad. Se pregunto si alguno de esos libros los ayudarían a recuperar lo perdido.

 

- ¿dime una cosa, tu has podido? Tienes mucho mas poder que yo, tal vez tu si pudiste...- pregunto la rubia curiosa por saber si era la única que había perdido la habilidad. No le gustaba sentirse así pero desde que había perdido la habilidad de transformarse en la dalmata se sentía incompleta. Alguien mas llego y pudo reconocer a alguien de su pasado, no sabia tampoco como reaccionar a aquello, detestaba encontrarse con antiguos compañeros de correrías, solo se sentia a gusto con su familia, por los lazos que la unían.

 

-creo que te buscan - dijo al ver aquellas mariposas volando alrededor de la bruja. El sello personal de Sally, no lo olvidaba, lo usaba hasta en su patronus.

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Exceptuando a Elvis, todo el que llegó después era gente conocida para Gatiux. Le sonrió a Katara cuando se quedó mirándola, seguramente preguntándose algo que no se atrevía a formular en voz alta. Era una mujer amable que le había proporcionado un hogar después de su largo viaje, y le proporcionó información con la que llenar sus lagunas de memoria, aunque todavía no se recuperaba del todo de aquel viaje con la poción del olvido, y en su memoria seguían existiendo agujeros. Pero sólo tenía gratitud para aquella mujer, pese a ser una desconocida le había ayudado en un momento de debilidad. Aprovechó un instante para tirarle del pelo a su hermana Ainé y luego señalar a Bastian cuando ésta la miró.

 

No llevaban mucho tiempo esperando cuando la anciana Suluk se dejó ver, los riñó por haber esperado fuera en vez de pasar directamente, aunque algo le decía a Gatiux que se hubiera quejado si hubiesen pasado sin su invitación previa. Se quedó mirándola expectante cuando los hizo pasar, ya conocía sus nombres por lo que esperaba que la instrucción comenzase pronto, pero no fue así. La anciana le asignó a cada uno una tarea y luego se marchó.

 

«Será caradura» -pensó Gatiux atónita mientras la Arcana emprendía el vuelo- «¿Querrá también que le pintemos la valla del jardín?»

 

No vio prudente protestar en voz alta, había visto varias películas muggles en la que el maestro hacía que el aprendiz desempeñara otras tareas que no tenían nada que ver al parecer con las lecciones antes de enseñarle algo de provecho. Suluk le había encomendado hacer la cena, pero la banshee hubiese preferido tratar con los perros.Por lo menos no le había tocado fregar el baño, ahí se hubiera negado en rotundo, por lo que sintió un poco de lástima por su hermana Ainé y le hizo un puchero antes de marcharse a la cocina.

 

Comenzó a abrir todos los armarios donde Suluk podía guardar comida y los observó durante unos minutos pensando en lo que podría hacer. Estaban con una Arcana de Animagia, por lo que si preparaba un plato con carne, tal vez podría sentirse molesta, por aquello de sentir empatía con todos los seres vivos. Sería más seguro preparar algo con verduras, un plato consistente y que la hiciese entrar en calor ya que fuera hacía mucho frío. Puso una rudimentaria olla con agua en el fuego y luego eligió diferentes verduras que tenía en la cocina. Eligió también arroz. En una tabla de madera comenzó a pelar y cortar ingredientes en trozos parecidos que apartaba para echar en la olla. Cortar cosas siempre se le había dado bien, fuera con un cuchillo o una katana.

 

Pese a que nunca hacía nada en la Malfoy, había aprendido a cocinar cosas básicas para sobrevivir en sus viajes, no eran muy vistosas, pero sabían bien y tenían las proteínas suficientes para hacer que un viajero recuperase el espíritu y siguiera adelante. No habría sobrevivido tanto tiempo sola sin aprender algo de cocina.

 

Una vez que puso los ingredientes a cocer, salió de la cocina y comenzó a contar a la gente que estaba en la cabaña, había llegado Sofía, Mackenzie, una muchacha desconocida y otra que le sonaba pero que no sabía de que. Diez comensales. En otra olla puso huevos a cocer mientras tarareaba entre dientes una canción. Removió el arroz y a los 15 minutos lo apartó del fuego y lo escurrió. Las verduras seguían hirviendo, y poco a poco llenó la casa con un delicioso aroma.

 

- ¿Alguien puede poner la mesa? -inquirió, alzando la voz desde la cocina- Somos diez si no he contado mal.

 

En aquel momento estaba quitándole la piel al huevo duro, mientras algunos estaban mano sobre mano en la cabaña, mirando cómo los demás llevaban a término sus tareas. Ya podía alguno haberse ofrecido para ayudarla, en vez de estar jugando con mariposas o de cháchara, cocinar para diez personas era una tarea engorrosa. Y seguramente alguno se quejaría por que los platos no eran elaborados o de alta cocina, quizás en ese momento les clavase un cuchillo en la frente.

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Alguien más había llegado tras ella, no la conocía pero luego reconoció la voz de Mackenzie también, respondiendo a la pregunta que ella también había hecho al llegar. Ahora podía entender el cierto aire de molestia general por estar realizando tareas de limpieza en la casa, lo cual le había llamado la atención pero no le sorprendia, cosas más extrañas había llegado a ver en el mundo muggle...

 

Observó alrededor suyo, viendo en qué y a quién podría ayudar. Guardando su varita pues no la necesitaba, ayudó momentaneamente a Elvis con los perros ya que era con quien más simpatía tenía y estando solo necesitaba algo de ayuda. Entonces el aroma vino desde la cocina antes de que Gatiux se asomara por la puerta, evidentemente algo fastidiada por tener que cocinar. Ya se estaba incorporando para ver si podía ayudarla en algo, pues cocinar era de las cosas que más le gustaban, cuando Gatiux pidió que alguien ayudara poniendo la mesa.

 

- Yo voy - dijo adelantandose sin dudar.

 

Entró en la pequeña cocina y se dirigió al rústico estante donde se encontraban los platos revisando de cuáles había al menos diez, era evidente que la arcana no acostumbraba a recibir demasiadas visitas y algo le decía que probablemente llegara más gente. Tendría que poner platos extras en la mesa y procurar que hubiera el suficiente espacio para todos.

 

- Montaré la mesa afuera, aquí no cabemos todos - le anunció a Gatiux. La mesa en la cocina era pequeña y el espacio era algo estrecho para tanta gente, sería mejor comer afuera y estaba segura de que algunos lo agradecerían, parecía que el frío dentro de la casa no les sentaba bien.

 

Sacó su varita y salió fuera de la casa, con ligeros movimientos apareció una mesa cuadrada de madera rustica pero fuerte, cuatro largos bancos de madera a cada lado para hasta cinco personas cada uno. Guardó su varita y volvió a la cocina, sacó unos quince platos y los fue disponiendo en la mesa a cierta distancia. Regresó a sacar los vasos, cubiertos, servilletas y finalmente un pequeño florero que llenó de agua y flores de colores, pues en su percepción de las cosas no podía faltar un centro de mesa.

 

Ya estaba todo lo necesario pensó, y regresó a la cocina a ver en qué más podía ayudar. Gatiux ya había terminado de pelar los huevos y lo demás ya estaba listo también pero le faltaba algo de color y picor también... Empezó a revisar los ingredientes disponibles en la cocina pensando qué más podía preparar.

 

- La mesa ya está lista, podemos llevar la comida - le dijo a Gatiux - Haré un par de salsas y un refresco más para acompañar - dijo sacando unos tomates, cebollas, hierbas, especias e ncluso tomó el caldo de verduras que la bruja había escurrido sobre una fuente.

 

Rapidamente empezó con el misen place y en una cacerola se puso a realizar una salsa de tomate y en otra una salsa verde con algo de picor. Mientras éstas se reducian buscó agua en una jarra y tomó un poco de la linaza molida que había descubierto en uno de los frasquitos, agregó un poco y el azúcar necesaria también. Llevó la jarra a la mesa y regresó a la cocina, las salsas ya estaban listas. Las vació en platos hondos y las sacó al exterior junto a unas cucharas para que todos pudieran servirse.

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- ¿Qué tal te ha ido con el baño, hermana? - Le preguntó Mackenzie a Ainé, mientras la veía revolver los libros de la Arcana. - He oído que te ha tocado la peor parte -río-. ¿Quieres que te ayude con esos papeles?

 

Al igual que su hermana, Mackenzie pensaba que la información era poder. La Arcana se había molestado en informarse bien sobre sus alumnos, pero la Malfoy despreció los papeles que hablaban sobre ellos y se fue directa a otros que no parecía que tuvieran que ver con la clase. Había muchos estudios sobre metereología, pero también informes sobre las principales familias y negocios.

 

- ¿Has visto esto? Parece que esta Arcana se escribe mucho con los Inefables. Mira éste -señaló un pergamino que tenía un dibujo grabado y varias anotaciones desordenadas y crípticas-. ¿Qué es esta cúpula planetaria? ¿Y esta defensa contra amenazas exteriores?

 

La bruja removió varios papeles, aunque procuraba dejarlos ordenarlos. Le interesaba lo que pudiera descubrir, pero ni mucho menos quería que la anciana encontrara su escritorio desordenado y la obligara a hacer horas extras de tareas domésticas. Al sacar una pila de pergaminos del cajón, observó un sello de los Malfoy en uno de ellos. Lo extrajo y no pudo disimular una mueca de asombro y enfado a un tiempo.

 

- ¡Pero si es el testamento de papá! ¿De dónde lo ha sacado?

 

Allí, en una breve lista, se enumeraban los herederos y también los desheredados. Mackenzie miró por encima del hombro a los Malfoy allí presentes. Si veían aquello, se podía montar una verdadera trifulca familiar.

 

- ¡Vamos a cenar! Creo que la mesa ya está preparada -comentó, guardándose con disimulo el papel en el bolsillo.

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De repente muchas cosas parecieron suceder al mismo tiempo. Vi que llegaba Mackenzie, que le explicaba la situación a otra mujer que había llegado de cabello muy oscuro y ojos negros. ¿A que hora había llegado Mack?

 

-{i]¿Te refieres a si he podido convertirme en animaga todavía? Si he podido, esta mañana todavía pude, se me hace raro que no puedas hacerlo, ¿ya lo intentaste? Porqué definitivamente, no creo tener más poderes que tú o alguien más.[/i]- Comenté.

 

En ese momento, vi las mariposas de Sally y le devolví el saludo a mi hermanita. Iba a ir a saludarla al escuchar a Sofia sobre mi hermanita, cuando vi a una mujer que nunca antes había visto de cabello muy oscuro, casi negro y ojos negros.

 

-¡Oye, tú! No se quien seas, pero alejate de esos libros- Exclamé Bastante trabajo me había costado limpiarlos y no iba a dejar que esa desconocida los tocará.- Al menos espera a que la Arcana vea que he trabajado.

 

¿Acaso creía que uno si tenía tiempo para estar limpiando? Me importaba poco quien fuera, solo sabia que se me hacia una persona bastante engreida y no me había caido bien. Si daba otro paso más...

 

De repente, me convertí en una minina persa blanca y me interpuse entre ella y los libros, amenazandola con la pata delantera derecha como hacia siempre que me enojaba. Empecé a bufar, intentando hacer que se alejara de los libros.

 

Estaba dispuesta a arañarla y darle unos mordiscos, cuando vi nuevamente las mariposas invocadas por Sally y deje los libros para perseguirlas, afortunadamente tenía las patas limpias y no ensuciaría el piso que Bastian estaba limpiando. El perseguir las mariposas hizo que me olvidará de los libros, más cuando escuché el comentario de Gatiux sobre la cena.

 

 

-Creo que llegaron dos mas.- Comenté, señalando a Mack y a la otra joven que no conocía, me acerque a ella.-Lyra Katara Selwyn, disculpa la agresividad, pero como dije, me costo mucho trabajo ordenar esos libros. Estaban llenos de polvos y hasta arañas. No las soporto.

 

Movi la cabeza negativamente mientras me quitaba los guantes de piel de dragón y los guardaba en la mochila igual que las pociones. Al menos esta vez no me habían salido ronchas por el polvo.

 

-Yo lavo los trastes cuando terminemos. Hermanita, ¿seguro que no tenían polvo al ponerlos? Solo de pensar como estaban los mismos...- Otro movimiento negativo de cabeza, habría que regalarle un elfo a la arcana.-Normalmente preguntaría si no debemos esperar a Suluk Akku, pero creo que podemos olvidar los modales por esta vez, con todo el trabajo que nos hizo hacer. Deberías probar de nuevo lo de la animagia, Sofia. Esoy segura que podrás convertirte en dalmata, mientras no ensucies nada.

 

Sonrei, mientras me dirgía al jardín donde Sally estaba poniendo la mesa y le di un fuerte abrazo. Ahora estaba segura que ella nunca me hubiera traicionado de ninguna forma y yo le había pagado mal, movida por otros intereses, aunque a mi vez había aprendido la lección de una forma muy dura.

 

-¿Y mi sobrino? ¿Cómo esta? Me refiero a Percy, no tienes más hijos, ¿verdad?- Pregunté, sin mencionar nada más.

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Había mucha gente. Mucha información y muchas cosas por asimilar. Bastian no pensó ver a su tía, la viceministra, en aquella clase. Pensó, quizá ingenuamente, que ella recibiría instrucción privada por parte de los Arcanos. Después de todo ¿No era ella quien había trasladado, junto a Crazy, toda la universidad desde Egipto a Inglaterra? Estaba claramente equivocado. En fin, se limitó a escuchar por un momento. Si los inefables estaban metiendo las narices en el asunto era claro que alguna cosa habrían sacado. Ellos tenía formas de obtener información de forma peculiar... manejaban magias desconocidas de las que la gente normal ni siquiera había oído hablar.

 

—Estem ¿El testamento del abuelo? ¡Esta arcana sabe muchas cosas de todos nosotros!

 

¿Podrían leerlo antes de tiempo? ¿Estaría aquel documento protegido por hechizos para que las letras se vieran solamente a la muerte del Ministro? Bastian supuso que así sería, pero no se atrevió a dar una mirada. ¿Y si era una jugarreta de Mackenzie para saber si su sobrino era igual de cotilla que Ainé?

 

A lo lejos escuchó una conversa acerca de que si podían o no convertirse aún en animagos. Se le hizo raro que Sophie no pudiera hacerlo. Él podía, el problema estaba en que en absoluto se atrevía a hacerlo. Tenía miedo de perderse nuevamente, le daba pavor que la bestia dominara su parte racional y que no pudiese volver a ser persona.

 

—¿Salimos a comer? —preguntó, aunque en realidad no le apetecía. Y no era porque Gatiux se hubiese encargado de preparar la cocina, sino que no se sentiría cómodo con tantas personas más bien desconocidas en la mesa.

 

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- ¿Fuera de la casa? ¡Si hace mucho frío! -protestó- ¡Además hay palmo y medio de nieve!

 

Dentro de la casa estaban resguardados del frío que había invocado la Arcana para su jardín, donde la nieve vírgen cubría la superficie. Negó con la cabeza pensando en que Sally se había vuelto completamente loca, o que no había observado bien el terreno que la rodeaba. La casa no estaba tan fría como el jardín. La Dumbledore había comenzado a sacar vasos y cubiertos, dejando la puerta abierta. Gatiux se cruzó de brazos para contener el temblor de frío mientras la miraba ceñuda. Ni siquiera llevaba un abrigo apropiado para eso.

 

-Yo no quiero comer fuera. -dijo- Prefiero que nos apretemos en el Salón en una mesa grande. ¿Por qué has decidido algo tan importante tú sola?

 

No podía contener el impulso de querer discutir con la otra mujer, pero por lo visto a nadie le parecía una tontería comer en un sitio con nieve, donde hacía frío en vez de tener un lugar donde hacía un poco más de calor, con unas paredes rodeándolos. Estaban locos. Dejó a Sally ocupándose de aquel tema, saliendo de la cocina en cuanto llegó y comenzó a hacer y deshacer.

 

Fue a ver en qué andaban los demás, y se quedó apoyada en una pared cuando escuchó algo del testamento de su padre, algo que dijeron Mackenzie y Bastian. No supo por qué pero no le gustó en absoluto aquella conversación, y comenzó a hacer cábalas sobre lo que dirían aquellos papeles. Era muy probable que le dejase todo o casi todo a la Viceministra, su ojito derecho después de todo. Apretó los dientes y salió de la cabaña a paso rápido. Sus pensamientos viajaban más rápido de lo que podía soportar. Rodeó la cabaña para no quedar a la vista de la puerta principal, para quedar justo en el lado opuesto y una vez allí se sentó.

 

No sintió que la nieve estaba mojando sus mallas. Tenía los ojos amarillos cerrados y apoyaba la cabeza y la espalda contra la casita de la Arcana. Nunca había pensado en aquel tema, qué pasaría cuando el viejo estirase la pata, quien dirigiría la familia o si se acordarían siquiera de ella en la repartición de candelabros. Tal vez no.

 

«¿Qué estás haciendo aquí? Deberías estar muy lejos.»

 

Su ánimo se empañó. No quería estar jugando a la casita feliz con todas aquellas personas. Si no fuera porque se olvidó de cómo hacer tantas cosas, si no fuera por haber tomado tanta poción del olvido no estaría allí, intentando recuperar la conexión con su parte animal que le hacía sentir libre. Pensó en echar una siestecita allí mismo, ojalá fuera un gato para poder subirse al tejado...

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