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Animagia


Suluk Akku
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No tenía caso seguir atrasando lo inevitable, tenía que ir al sitio de ayer, para encontrar respuestas a lo sucedido con aquellos magos. Me cambie de ropa, asegurandome primero que la puerta del cuarto y la ventana estuviera cerrada. Mejor dicho la cortina, la cual era demasiado tentadora para mis garras.

 

-Es demasiado bonita.- Pensé.

 

Una vez que me vesti y tendí la cama en la que había descansado, me fije que ni la cama ni los muebles tuvieran arañazos. De todas formas saque una libreta y vuelapluma, dejando la siguiente nota:

 

Querida Arcana Suluk:

Gracias por su hospitalidad.

Me aseguré de que no quedará rastro alguno de arañazos de mi parte en los muebles, creo que ya reparé algunos que deje en la sábana, pero no pude resistir la tentación, son unos muebles demasiados bonitos como para dejar pasar la oportunidad.

 

De todas formas, si hay algo que no este bien, ¿me podría avisar por favor? Le prometo que lo reparare.

 

Atentamente,

Lyra Katara Selwyn.

Tenía que aprovechar la animagia lo más que podía, ¿y si por alguna razón no lograba obtener la habilidad? Al menos me habría divertido un rato en la clase. Tome mi varita y puse mi mochila en e hombro derecho. La ventana la había dejado abierta, por lo que sali por ella. Escuché unas voces en el interior, pero no tenía muchos ánimos de platicar con nadie.

 

Me costo un poco de trabajo orientarme al intentar llegar al portal desde otra parte de la casa, la misma era mucho más grande de lo que parecía a simple vista. Me quede unos segundos petrificadas frente al portal. Como pude me las ingenie para alcanzar la perilla sin abandonar mi forma gatuna y logre abrir la puerta, de nuevo se vio el resplandor azulado. Pase sin pensarlo y en ese momento, aprecie muchas cosas que no había apreciado antes.

 

Había una extraña calma, los magos que les había salido mal su transformación no parecíanbuscar pelitos con nadie, más bien, parecían estar cada quien en lo suyo. Vi que Bertie estaba cerca, hablando con algunos y lo salude con un movimiento de cabeza. De repente, empecé a escuchar las conversaciones que ya se llevaban a cabo en el lugar.

 

Me acerque al gatito que se encontraba dormido sobre las amapolas, por lo vito no se había movido en toda la noche.Sus garras tenían forma de pies y manos humanos. Por cortesía, le pregunté si quería hablar, aunque no sabía como hacerlo con un desconocido.

 

-Hola, soy Lyra. La arcana nos dijo que podíamos hablar con ustedes, ¿te molesta?- Le pregunté, todo eso mentalmente. -Si quieres, puedo irme.

 

-No, espera, no te vayas. - Contestó el pequeño gato.-No tengo nombre. Lo tenía cuando era humano, pero hace mucho que lo olvide.

 

Ahi estaba, no había forma de me hechara hacia atras, era tiempo de aprender, de una forma dura, pero era mejor asi.

 

-¿Porqué estas aquí, pequeño? ¿Porqué no te llevo la Arcana a San Mungo?- Pregunté.

 

-San Mungo no es la solución para todo tipo de magia, por eso uno debe tener cuidado con la magia. - Contestó.-Veamos.Todo empezó como un simple juego, había leido tanto de los animagos que crei que podría convertirme en uno. Quería presumir un día en mi casa, pero creo que empecé demasiado tarde.

 

El gatito se paro en sus cuatro patas y movió la cola. Parecía triste al explicar todo eso.

 

-Me encontraba en el campo cerca de la casa en la que vivía con mi familia. Tenía esposa y dos hijos pequeños, ahora creeran que los abandone, cuando lo que quería, era jugar con elos.- Explicó.-A veces creo que fue un castigo a mi vanidad. Al final, consegui una transformación perfecta en un gato atigrado, todo estaba bien. Sin embargo, no pude volver a ser humano, no se porque. Solo consegui transformar las manos y los pies. Sabia que no podía volver con mi familia, por lo que vague sin rumbo. Estaba muy cansado, con las patas heridas y la Arcana me rescato.

 

A pesar de la triste historia, pareció sonreir cuando mencionó a la Arcana. Ambos dimos una mirada a nuestro alrededor.

 

-Desde entonces, no he vuelto a intentar recuperar mi foma humana, muchos de ellos lo han tratado, pero no lo han conseguido.- Comentó.-Nadie sabe porque no puede lograrlo, volver a la normalidad.

 

Me quede pensativa, eran muchas cosas las que parecía influir en que uno se transformará con éxito. Tenía muchas dudas pero las tenía que pensar bien. Decidí dejar que el pequeño minino descansara un poco antes de seguir con la plática.

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Estaba distraída sentada en el árbol, mirando más allá, escuchando conversaciones que no se hallaban debidamente protegidas, cuando un aleteo interrumpió aquel estado de Gatiux. Se trataba de un pájaro gris de tamaño mediano, unos sesenta o setenta centímetros, había dejado de volar y estaba en la misma rama que la Malfoy. El pájaro tenía un pico curvo que parecía bastante fuerte, y en vez de garras dos manos. Graznó con fuerza en dirección a la banshee, la cual se puso de pie en el árbol, que se meció y crujió por el brusco movimiento. Avanzaba en su dirección, caminando con las manos, graznando y chasqueando el pico de forma peligrosa.

 

Miró al pájaro y luego al suelo. El animal con manos seguía avanzando, como si fuese a atacarle. Gatiux retrocedió, visiblemente intimidada por aquella criatura, perdió pie y el mundo se precipitó. Cayó con fuerza contra el césped, en el impacto había puesto las manos por delante y se las había raspado enteras. Miró hacia arriba. El pájaro graznaba aún más fuerte, movía las alas pavoneándose de su victoria. La bruja frunció el ceño mientras emitía una queja al levantarse.

 

Una risita.

 

- No deberías haberte sentado en su árbol. -dijo una voz burlona- Robert se toma muy en serio su árbol y defender su territorio.

 

Gatiux se volvió a mirar a su interlocutor. Tenía forma humana, pero al mismo tiempo no. Era tan alto como un humano, tenía las mismas extremidades que un humano, pero existían visibles diferencias. Su cara se alargaba hacia delante, tenía la nariz cuadrada y colmillos, y por ello arrastraba las S y algunas palabras, las pupilas verticales en unos ojos grandes pero con forma normal. Sus orejas se alargaban como las de un elfo, acabando en punta, tenía muchísimo pelo y de su espalda salía una cola.

 

- Deberías lavarte las manos antes de curarlas. -seguía con una nota socarrona en su voz- Hay un río cerca de aquí.

 

Tomó la invitación y le siguió, estaba intentando averiguar como formularle alguna pregunta sin ofenderle, seguía al hombre-gato mirando el movimiento de su cola, tratando de formar patrones de actividad. Llegaron a un río que fluía rápido, aunque no era demasiado ancho. Gatiux se quitó los zapatos y los calcetines y metió los pies en la corriente, sentándose al borde y metiendo las manos en el agua. Sintió cierto alivio y un cosquilleo.

 

- Me llamo Gatiux -carraspeó- ¿Hace mucho que vives aquí?

 

- Tres años. Me rescató Suluk de un circo ambulante. -había respeto y adoración en su voz- Era la máxima atracción de la feria. ¡Garra el hombre-gato!

 

- Como nombre no es muy original.

 

- No. Lamentable su falta de imaginación, yo les decía que me llamaba Bill, pero decían que no era un nombre muy comercial. -dijo con sarcasmo- Me capturaron. Me encerraron en una jaula y se preocuparon por exhibirme de pueblo en pueblo. Siempre bien atado con mis cadenas de hierro.

 

- ¡Qué cerdos! No hay honor para ese tipo de personas. Espero que lo pagasen caro al menos.

 

Los ojos amarillos de Gatiux miraban a Bill con reconocimiento, era un superviviente, y lo mejor de él es que no se estaba victimizando por lo que había vivido, al contrario, lo estaba contando con total normalidad. Sacó las manos de la corriente, las secó antes de hacerse un episkey y las dejó como si nada hubiese pasado, pero dejó los pies metidos en el río. Bill se sentaba al lado de Gatiux. Ambos miraban el correr del agua tranquilos. La paz en el alma del hombre-gato era contagiosa, pues no se avergonzaba de ser lo que era, un híbrido entre dos especies. Tuvo un accidente y aprendió a vivir con ello.

 

- Sí, aunque no fui yo quien les di su merecido. -dijo al fin- Tardé un poco en adaptarme, pero al final comprendí que hay tragedias todos los días, en cualquier parte del mundo, y hay veces que te toca sin más. No hay que buscarle más explicación.

 

- Algún día me gustaría tener tanta fuerza mental como la tuya, Bill. -reconoció la Malfoy- Creo que yo no habría dejado de lamer nunca mis heridas después de algo así.

 

Bill había sufrido un accidente que lo había dejado así, a medio camino, y luego le habían capturado cuando se encontraba demasiado confuso o paralizado como para defenderse y lo habían exhibido sin contemplaciones. ¿Cómo había hallado las fuerzas para recomponer su alma dañada? ¿Cómo había sido capaz de aceptarse a sí mismo y seguir adelante? La mujer de cabello violeta lo miraba, intentando solucionar el puzzle.

 

- Somos más fuertes de lo que creemos. Todos. Personas y animales. -le sonrió, y con la sonrisa mostró sus colmillos alargados- Encontrar esa fortaleza depende de nosotros mismos. De seguir perseverando. Día a día. Y de no rendirse nunca.

 

La mortífaga se echó hacia atrás, quedando con la espalda en la hierba, mirando el cielo matutino. Las palabras de aquel hombre le habían llegado a lo más profundo de su corazón, removiendo sentimientos. Era un hombre muy sabio, seguramente ya lo era antes, su transformación había acentuado aquel rasgo. Gatiux le sonrió agradecida. Se sentía mucho más sabia que la noche anterior, en la que sólo sintió temor al llegar al claro donde estaban todos.

 

- Gracias por haberte acercado a mi. Creo que no hubiese sido capaz de ir a buscar a alguien de aquí.

 

- Quería ser el héroe del día, salvando a una damisela de Robert, el pájaro malvado. -dijo en tono de broma- No suele usar el pico ese que tiene más que para buscar insectos en los árboles, pero ellas no lo saben.

 

Aunque no lo volviese a ver, ella supo que había hecho un amigo que estaría para siempre en sus recuerdos.

«I'm a villain, and villains don't get happy endings.»
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Me materialicé cerca de dónde se encontraba el hogar de la Maestra Suluk. Algunas hojas salieron volando por aquella repentina corriente de aire, y mientras volvían al sitio de dónde habían volado junto con un poco de tierra, ya me encontraba avanzando hacia mi destino. El sol apenas se estaba despertando. Los rayos que despedían aún no llegaba a la copa de los árboles más altos y por eso la brisa estaba fresca. No había dormido demasiado pero me había servido para estar fresco nuevamente. Había un poco de movimiento por allí. No sabía cuánto tiempo teníamos para la tarea que nos había pedido la Arcana.

 

Buenos días... Hola ¿Cómo estás?... —iba saludando a mis compañeros que estaban llegando también. O a algunos que se encontraban haciendo algún labor y para no interrumpir, continuaba caminando. Atravecé aquella diminuta casita, donde el día anterior había brillado con una intensa luz azulada. Recordaba muchas criaturas que había visto y esperaba que pudiéramos tener una conversación agradable. ¿Aunque sería así de fácil? Miré hacia arriba y la divisé, estaba a medio esconder, donde me hubiera puesto yo si deseaba alejarme de todos los movimientos.

 

Y me transformé en un búho. En nuestro primer encuentro no había mencionado sobre mi animagia. Generalmente no me gustaba hacer alarde de aquello, aunque mi forma de animal fuera en una criatura común, siempre la utilizaba en caso de necesidad. Si todos sabían cómo era ¿Qué ventaja tenía recurrir a ella? Di vuelta alrededor de 3 o 4 árboles para tomar distancia del suelo y llegar a una rama cercana, sabía que si me ponía cerca de aquella ave parecida a mi, se alejaría. Todos mis compañeros estaban concentrados en sus tareas, asi que seguramente ni me habían visto o escuchado.

 

Ululé un par de veces. Aquella lechuza me había divisado desde que había llegado debajo del árbol donde se encontraba. Sabía que ése momento era el justo para intentar hablar por unos momentos. En unas horas, cuando el sol saliera en todo su esplendor, seguramente se resguardaría en su nido para dormir durante el día. Me podría comunicar con mi semejante. Que hasta no haberla estado mirando por unos segundos, no habría podido detectar cuál era su problema, eso que había salido mal.

 

Por momento la zona de su cara empezaba a vibrar e iba cambiando sus grandes ojos por los de una persona. sus alas se iban achicando para transformarse en unas manos. Y empezaba a crecerle cabello entre las plumas, pero antes de llegar a una forma humana, su aspecto de lechuza regresaba a la normalidad. Como si a mitad de la transformación se arrepintiera de lo que estaba haciendo. Allí pude entender porque estaba en la casita de Suluk, con los otros casos. ¿Qué sucedía si tras un largo vuelo empezaba a maltransformarse a cientos de metros de alto? Eran consecuencias y allí dentro podría estar tranquila.

 

»¿Hace cuánto tiempo estás aquí? ¿Te sucede hace mucho? ¿Que cosas pueden llevarte a ésta transformación? ¿Cómo te sientes?« Me había gustado que no fuera una conversación normal y que desde un principio, la lechuza ya sabía a qué estábamos allí. Al parecer no le molestaba mis preguntas y prefería que fueran precisas. Me contó que habían sido unos buenos años, hasta que sus preocupaciones surgieron dentro de su cabeza. Y cada vez se volvían peores. Y cada vez más reales. Había empezado a alejarse de las personas para ver si resolvía algo, pero se había dado cuenta que era ella más que los demás, asi que adoptaba su forma animaga para quedar protegida.

 

"Yo también suelo hacer eso. Me gusta sentir libertad, alejar los pensamientos por un rato aunque sea." le dije.

 

"Es una de las ventajas. Aunque te terminan consumiendo porque los problemas siguen estando cuando regresas" me contestó.

 

Y pude materializar una de mis preocupaciones. No me alejaba para evitar los problemas, sino justamente para tener un poco de paz por un rato. ¿Y qué sucedía si en alguna oportunidad deseaba que por todo un día no me molestara? ¿Y si a eso le sumaba una semana y después cambiaba a un año? Realmente me faltaba mucho para eso, pero aquella animaga me había enseñado que no era algo bueno. Aunque no entendía porque no volvía a ser como era.

 

"El problema no es regresar a convertirme en una persona. Sino a no poder regresar a ésta forma. Estoy bien. Estoy tranquila" repitió.

 

Sabía que no podía hacerla cambiar de parecer. Lo que nos diferenciaba es que odiaba la soledad. Los Gryffindor eran demasiado y eso era lo que amaba de mi familia. Las responsabilidades podían llegar a ser pesadas y variadas hasta agotarme pero era lo que me gustaba. Hablamos por un rato más. Me había confesado que intentaba una vez al mes regresar a su forma humana. Ayudaba a la Arcana Suluk con algunas tareas. Y entendí que la Maestra lo hacía para que no se convierta definitivamente en una lechuza porque no le serviría de nada. Mientras tanto vivía allí y se refugiaba en soledad.

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GOLDOR ♦ DEMONIUM MERIDIANUM

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El saludo de Mack la hizo volver de golpe, no daba crédito a todo lo que se había imaginado. Las malas pasadas o trastadas de su cabecita loca, si que se estaban pasando un poco del límite permitido por la Malfoy, dedicándole una media sonrisa a su hermana le vio partir hacia un lugar desconocido para la mortifaga. Parecía que cada uno tendría que ir por una senda diferente, rebuscando entre las diversas criaturas que habitaban dentro del hogar que partencia a la Arcana, desde pequeños felinos hasta hermosos pajaritos que alegraban el ambiente.

 

-Si, decidí que no deseo perder mi habilidad como animaga…-alcanzó a decir justo antes de perder de vista a su hermana. Llevando sus manos hacia su cabeza, dándose leves golpecitos, encontrarla el modo de entablar una conversación con algunos de los animagos que no podían recuperar su forma humana. ¿Cómo se puede perder la habilidad de pasar de humano a animal?, dejando escapar esa interrogante, no buscaba obtener una respuesta ante dicho cuestionamiento-¿Quién anda ahí?...-avanzando con pasos dubitativos se vino a topar con un felino muy peculiar. No le molestaba charlar con el mismo, ya que ella tenía en parte rasgos de un ser muy parecido al que le miraba con suma atención.

 

-Juv Malfoy…-se presentó sentándose en el suelo-¿Cómo te llamas?...-al no obtener una respuesta se atrevió a dejar una leve palmadita en la cabeza del león. Recordando vagamente el relato que le trasmitía el aire, aquel elemento que la mayoría de las veces estaba asociado con la libertad y el poderse expresar sin atadura alguna-Vamos…-sonrío abiertamente-No pienso lastimarte…-externo llevando sus manos sobre sus rodillas abrazándose como si fuera una niña pequeña. El ver el rostro desencajado del rey de la selva, no era lo más alentador para una joven que pensaba mantener a capa y espada su habilidad como animaga.

 

-No tengo un mote o nombre por el cual puedan llamarme…-la voz cantarina del joven la hizo soltar un respingo. Se aventuro a contarle que no tenía un nombre como tal y eso era lo más extraño, si pertenecía a Suluk, al menos seria conocido por Leo o León, aunque no estaba del todo segura si su apreciaron era correcta o se estaba yendo por las ramas-Lamento escuchar eso…-terciando un gesto ácido en sus labios se comenzó a mecer de forma suave-Yo soy un guepardo o eso es lo que recuerdo…-ladeando la cabeza como si se tratará de una muñeca de guiñol, perdiendo todo el control de su anatomía. Ahora era tirada por cordeles que ataban sus brazos por la zona de hombros y otro par movía sus piernas de forma descontrolada.

 

Eso era la libertad a medias, no era lo que esperaba y le decepcionaba la idea de terminar con una anatomía conformada por una mitad humana y otra animal. Daba igual en el peor de los casos, ya que cada uno siempre tenía lo que se buscaba y su retraso le estaba pasando una costosa factura, arrinconándola en un rincón sin salida de momento-No quiero terminar así…-cubriendo con sus manos su angelical rostro se arrastraba por un sendero oscuro, atemorizada de no obtener lo que deseaba y echar por tierra el poder conservar ese don tan preciado que se jactaba de poseer desde que podía recordarlo con lujo de detalles.

 

Esperaría que su acompañante le tendiera un cable o darle una mano amiga o que le llevara a donde pudiera ser destrozada una y mil veces por sus temores y esos demonios que no dejaban de intentar sacarle la piel a tiras. Justo ese era su punto débil, verse atrapada por esos seres repletos de telarañas y malos augurios, gritando a boca de jarro el control que tenia dentro de la vida de la rubia, mancillando poco a poco sus ganas de resurgir y demostrar que era merecedora de todo lo que poseía desde que pudo ver por primera vez la luz del mundo mágico.

Editado por Juv Malfoy Croft

Cuando eres tan grandiosa como yo, es difícil ser humilde

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Básicamente ya eres la mitad de una maldición

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Escuchó atentamente a la arcana cuando realizó apuntes sobre el pequeño debate que se había formado a consecuencia de sus preguntas. Lo cierto es que no se había puesto a pensar en muchas de las cosas que ahora mencionaba, como el hecho de que transformados en una criatura podían comunicarse entre ellos y con el resto de los animales por ejemplo. Tampoco es que se hubiera transformado tantas veces y mucho menos había entrado en contacto directo con un animal en aquellas ocasiones, eso sería algo nuevo para ella.

 

Siguió a la anciana junto al resto de sus compañeros hasta el portal que era aquella casita cercana y pudo observar las diversas expresiones de los que la acompañaban mientras se internaban en aquel terreno lleno de casitas por todos lados. Aquellos seres también despertaron su compasión y a la vez su curiosidad, pero no la perturbó aquella realidad. Era precisamente por eso que se había convertido pocas veces en una mariposa plateada, porque conocía perfectamente lo peligroso que podía resultar exponerse demasiado.

 

Aún recordaba lo que decían aquellos libros y registros encontrados en la biblioteca de Hogwarts sobre la animagia. Una magia poderosa y peligrosa, algo que no se arriesgó a probar sino después de haber estudiado mucho al respecto y tras estar segura de que no iba a morir en el intento. Trató de recordar si había alguna forma de remediar aquello que veía en esos momentos pero al parecer no lo había, de ser así aquel paraje no estaría lleno de aquellos pobres seres. Suspiró con tristeza.

 

La noche había caído impetuosa y no reparó en ello sino hasta que la arcana los despidió, ella se iría a casa, tenía que asegurarse de que su hijo estaba bien y además no podía dejar de desayunar con él la mañana siguiente. Se despidió de sus compañeros y recorrió el mismo camino que había trazado para llegar a la casa de la arcana, unos minutos después su figura desapareció en el horizonte para volver a dibujarse el día siguiente en el mismo lugar.

 

Cuando estaba a algunos metros de la casa no percibió movimiento en ella, probablemente los magos que aceptaron la invitación de la arcana aún dormían o quizá ya estaban en aquel paraje al que conducía el portal. Así que decidió ir directamente allí. Al entrar caminó un poco antes de cerrar los ojos y transformarse en una mariposa plateada que revoloteaba alegre y despreocupadamente por el lugar. Se había despertado optimista, después de todo pensó que habría alguna solución para aquellos seres, lo único que no tenía solución era la muerte, ¿verdad?

 

Fue saludando a uno y otro en el camino, su intención era entrar en aquellas casitas diminutas donde el resto apenas podía ingresar o pensar en hacerlo, estaba segura de que allí encontraría algo más de lo que se veía a simple vista. Se acercó a una que le llamó la atención en particular, revoloteó alrededor de ella, llamando a quien se encontrara dentro para que abriera.

Editado por Sally Sigel

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~Bastian Malfoy

El animal emitió un leve rugido. O al menos la parte animal que parecía ser la que día con día ganaba dominio en aquel infortunado ser. Bastian sintió nostalgia en cuando se dejó llevar por la magia del anillo de amistad con las bestias. Le costó entender aquellos sentimientos. Eran muy animales, si, pero tenían aún la esencia humana que luchaba con toda su fuerza, que intentaba prevalecer, que tenía como único objetivo regresar a su forma normal. El animal aún tenía momentos lucidos -con el paso del tiempo menos frecuentes- como en ese preciso momento.

 

Quizá tuviera que ver con la presencia de otros humanos, o quizá no. Bastian necesitaba hablar con el animal. ¿Quién mejor que contarle sus penurias que un igual? ¿Acaso no todos los tigres eran igual de agresivos? ¿No tenían un instinto común en la cacería, en la forma de matar y de actuar? Supuso que si. Él podría enseñarle a no fallar, contarle sus errores para evitar que otros felinos tuvieran el mismo destino.

 

El Warlock cerró los ojos y se concentró. Sintió por un segundo aquella extraña sensación de no ser nada. Aquel milisegundo en que el cuerpo cambia y la conciencia humana somete a los instintos, a todo aquello que controla generalmente a una bestia.

 

—Hola, soy Bastian —rugió.

 

—No recuerdo el nombre con el que me bautizaron mis padres. La gente de la Tribu comenzó a decirme Sariri hace ya muchos años. Mi gran hazaña fue ser chaman luego de dos generaciones sin que naciera uno. Pero no adopté aquel nombre hasta que llevé mi poder a otro punto. Me convertí en animal, un animal que jamás había visto. Mi pueblo convirtió su respeto en alabanzas, me consideraban un dios...

 

Dejó de hablar. En su forma animal, el mortífago, era capaz de sentir no solamente nostalgia. La criatura tenía miedo, su corazón estaba desgarrado. Aún así era fiero. Ya casi no había humano en su alma, en su conciencia. Pero aún así, pese a que hacerlo era doloroso, utilizaba toda su fuerza para recordar a sus amigos, a su gente, a su esposa.

 

—Yo mismo me consideraba un dios. Las personas recurrían a mi para pedirme consejos. Para hacerlo aprendí a leer los huesos quemados. Por cada consejo se sacrificaba un animal en la hoguera, para así poder interpretar las grietas en los huesos. El tiempo pasó y dejé de ser solamente un consejero, fui nombrado señor de la Tribu y de lo salvaje.

 

Sintió que la esencia humana se estaba debilitando víctima de la nostalgia.

 

—No tienes porque contarme todo esto. Te está afectando.

 

—Pero quiero hacerlo. Comencé a visitar el bosque en cuatro patas. Los animales me hacían caso, incluso los más agresivos era dóciles cuando estaba cerca. En realidad era el amo de los humanos y de los animales. Pero así como mi gente me pedía que comiera en sus mesas, los animales me querían ver correr junto a ellos en cacería. Los animales presa se alejaron de mi poder en cuanto acepté. Me repudiaron.

 

—Yo también he salido de cacería con mi manda...

 

—Lo se. Ya llegaremos a ese punto. Conforme pasaban los días, las semanas, pasaba más tiempo comiendo carne cruda que y mismo mataba que sentado frente a una mesa con la gente que se supone debía dirigir y proteger. Las Hadas del bosque se acercaron a mi, intentaron hacerme entrar en razón. Pero el instinto de un felino salvaje es demasiado grande. Pasé en la piel de animal una luna completa. La luna me habló con tristeza. "Te he visto día a día desde lo alto, te he visto con la misma piel, te he visto olvidando por completo como caminar con tus piernas, olvidando mis caricias, el gesto amable de tu pueblo. Elegiste el camino de la bestia, se una bestia o no serás nada".

 

Para ese punto de la historia Sariri ya había llegado a un punto sin retorno. Cuando su esposa le habló solamente pudo conectarla con la Luna y asumió que era ella quien le hablaba.

 

»En ese momento no entendí las palabras de la Luna aunque estas se grabaron con fuego en mi cabeza. Mi conciencia animal trataban de entenderlas cada que estaba desocupado. Dile destino, dile casualidad, pero un día algo en mi interior dijo "tu otra forma entiende aquellas palabras". Entonces lo poco que quedaba del humano intentó hacerse cargo de la situación y salir de la piel del animal. En cuando lo intenté comprendí las palabras de la luna, y cuando me vi reflejado en un charco me desprecié por haber olvidado la lengua de la luna.

 

—¿La Luna en realidad te habló? —preguntó en rugidos. Bastian estaba interesado en toda la historia pero fue ello lo que más le impresionó.

 

—Lo era —afirmó, siendo que era así como él lo recordaba —. Viví en una época en que las plantas hablaban, un tiempo en que los árboles agitaban sus hojas y creaban tormentas

 

Aquellos ya eran delirios, recuerdos mezclados de como veía el mundo cuando animal y de como lo interpretaba como humano. En realidad no era tan viejo, tendría poco más de unos cuarenta años contando desde el día en que nació como humano. Su vida sería tan larga como si nunca hubiera caído en desgracia, como si se conservara con el cuerpo de una persona. En promedio unos noventa años.

 

»Pero hoy quiero hablar de ti, joven mago. No vivas en la piel de un animal más tiempo del que lo haces como humano. Aléjate de los instintos de un felino tanto como puedas y no sucumbirás ante ellos. Si tus colmillos se clavan en carne cruda no dejes de pensar en tu esposa, en tus hijos y en el resto de tu familia. Que sean los recuerdos, el poder del amor de las personas los que mantengan a raya al instinto animal.

 

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Realmente se sentía bastante fuera de lugar, plantada como se encontraba en el umbral de la casa. Una voz captó su atención, una conocida y por un momento sintió la necesidad de cambiar de forma y no lo pensó dos veces. Se transformó en un lobo de oscuro pelaje que, si algo la delataba, era el intenso azul del color de los ojos, igual que el de su forma humana.

 

Tanto sus ropas como bolso al que había aplicado un encantamiento habían desaparecido, pero más tarde, cuando volviera a adoptar su forma humana volverían a aparecer. Aquello era algo que nunca había podido explicar y, quizás, la arcana, pudiera hacérselo saber.

 

Caminó con sigilo por el pasadizo y vislumbró la forma de un gato que le resultó conocido.

 

¿Lyra?, pensó, quedando solo en eso, un mero pensamiento.

 

Sin lugar en el que cobijarse llegó a un pequeño y acogedor salón, donde se acurrucó sobre sí misma.

 

A la mañana siguiente , el ruido la despertó. Gente caminaba de aquí para allá. Saludó a un par de personas, incluso creyó reconocer a una ex líder de la Orden del Fénix , o se habría confundido? Sea como fuere se desperezó y rasco una pata para transformarse nuevamente en humana.

 

Sonrió a la viceministra, a quien no se extraño encontrar en aquella casa pues era una mujer de gran poder y muy reconocida. Se abochornó un poco antes sus palabras Y le devolvió el saludo con un gesto de cabeza.

 

- Espero que no... - le respondió a la bruja moriéndose el labio inferior.

 

Buscó un lavabo. Al mirarse al espejo se espantó de las pintas que lucía. Si algo no le gustaba era verse sucia y con apariencia demacrada. Tras lavarse la cara y trenzarse la larga cabellera salió.

 

- Perdona, qué es lo que se supone que tenemos que hacer? - preguntó, pero tarde la persona había doblado una de las esquinas de la casa y desapareció de su vista sin siquiera escucharla. Parecía que se iba tener que espabilar ella para saber qué era lo que tenía que hacer en aquella casa era solución para poder conservar su habilidad más preciada.

 

.

 

Tarea en el siguiente posteo. Dicto al móvil lo que lanzo.

Editado por Felicity Malfoy

Mortífaga retirada
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Una vez que Sin Nombre descanso de la plática anterior, me di cuenta que era tiempo de continuar con la conversación, aunque no seria tanto como para cansarlo.

 

-¿Crees que sea posible, que no se puedan volver a transformar porque están tristes?-Pregunté.-Se que suena tonto creer que el estado de ánimo pueda influir, pero es sabido que si influye en los resultados. No es lo mismo hacer un hechizo cuando estas contento, que en peligro.

 

Recordé los momentos en que iba a asaltos. Muchas veces me ponía nerviosa y no recordaba bien los hechizos porque no podía estar al pendiente de todos los ataques.

 

-No suena tan tonto como crees. Cuando logré convertirme en felino, recuerdo que escuché que alguien se acercaba. O algún animal, no estoy seguro. En ese momento intente recuperar mi forma humana, pero pienso que por el miedo, no lo logré.-Comentó el pequeño gato que ahora tenía manos y pies en vez de patas.

 

-Me imagino que pasado el susto de que te hubieran interrumpido, te sentite mal al ver que no lo habías lograd, ¿verdad? Y supongo que por eso no puedes transformate, porque extrañas a tu familia.- Comenté.

 

-Si, la extraño, aunque estoy temeroso también. Han pasado muchos años y no puedo asegurar que mi esposa no se haya casado de nuevo. O que mis pequeños me recuerden. Seguramente me recibirían con reproches si es que me hablan y los entiendo.- Contesto.

 

No pude evitar poner la mano en su cabeza para mimarlo. Ya no me daba miedo, más bien tristeza.

 

-Lo siento.- Me disculpe.

 

-No te diculpes. El caso es que el temor no me ayuda a transformarme y me siento más seguro con la Arcana. Esos reproches, el ver que a lo mejor ya no tengo familia, son cosas que no quiero afrontar.- Comentó.

 

Asentí con la cabeza. Entendía a la perfección al pequeño Sin nombre y me hubiera gustado saber más detalles de su vida anterior, pero sabia que eso lo pondría mal. Era mejor terminar con la conversación.

 

-Gracias, pequeño. Espero que un día encuentres valor para enfrentarte a tu familia y puedas recuperar tu forma humana.- Al menos intentarlo, pensé.

 

Me levante y me quede pensativa, ¿podríamos visitarlos de nuevo aún cuando hubieramos terminado el curso? A lo mejor si se sentían apoyados por alguien más aparte de la Arcana, algún día podrían volver a intentar volver a su forma humana. Suspire. ¿Qué seguiría ahora?

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Cuando despertó, estaba cubierta en sudor y las mantas se habían desparramado por el suelo. Suspiró con resignación. Quizás sus alumnos pensaran que hacía frío, pero había tenido que modificar el clima lo suficiente para que no les castañetearan los dientes, lo que a ella le estaba suponiendo pasar calor. Todo sea por el bien del conocimiento y la sabiduría -se dijo- incorporándose de la cama y restregándose los ojos.

 

Se aseó un poco en una tina de agua sin calentar y se colocó una túnica gris, bordada con runas, que tenía una sola abertura en la parte de la cabeza y llevaba incorporada con capucha de piel de oso. Cuando estuvo lista, salió hacia la cocina dispuesta desayunar. No tardó en encontrarse con Felicity, que se encontraba sola, deambulando por la casa.

 

- ¡Vaya, por fin llegaste! -Exclamó. - Y veo que tu compañera Juve también ha aparecido esta mañana -estaba consultando una gema verde, fabricada con su collar de cuentas de hielo, que le decía quiénes se encontraban en los alrededores. Pero Felicity obviamente lo ignoraba, así que forzosamente aquello le tuvo que causar extrañeza. - ¿Quieres desayunar, Felicity?

 

La anciana sonrió con picardia, sabedora de que el hecho de que la llamara por su nombre le resultaría desconcertante a su interlocutora. Suluk había leído lo suficiente sobre cada uno de sus alumnos como para conocerlos a todos, incluso aunque no se hubiera molestado en consultar también retratos y fotografías, pero obviamente no había querido prescindir de ellas, pues ya lo dice el refrán, una imagen vale más que mil palabras.

 

Cuando la Arcana sació su apetito, se levantó de la mesa con aire resuelto y le hizo señas a Felicity para que la acompañara.

 

- ¡Vamos! La mayoría de tus compañeros están en el Campo de Cliodne, así que vamos hacia allí a buscarlos. Tu vienes conmigo, así te enseñaré el lugar. Más adelante, tendrás que volver allí, pues es importante que aprendas las lecciones que el lugar puede proporcionarte, pero eso cuando hayamos terminado con otras cosas -sus ojos chispearon con brío-. Cuando volvamos, quiero que friegues los platos del desayuno, luego tenemos tarea con un espejo mágico y no podemos demorarnos mucho, pues tenemos que salir de excursión. Así que no se nos puede hacer muy tarde, tendrás que volver al Campo de Cliodne en otro momento.

 

Suluk miró al sol, calculando la hora y asintió. Tenían tiempo de sobra, todavía era temprano. Caminaba más despacio de lo que su fortaleza le habría permitido, pero lo hacía con toda intención. Quería aprovechar el corto camino hacia la casita en la que se encontraba el portal que llevaba al Campo de Cliodne para hablar con Felicity y que le contara algo sobre sí misma y sobre la animagia.

 

- Por cierto, supongo que sabes quién era Cliodne, ¿verdad? Una brava irlandesa, sí señor -asintió para sí misma-. Era una poderosa animaga, ¿lo sabías? Se convertía en un ave marina, pero descubrió la forma de convertirse también en una ola marina. Tenía tres pájaros mágicos que curaban con su canto a los enfermos, mientras éstos dormían. Sí, era muy poderosa, también descubrió las propiedades del Rocío de Luna.

 

La Arcana miró a Felicity estudiando su expresión y tras una breve pausa continuó hablando.

 

- ¿Qué sabes de la animagia? ¿Ya te has transformado alguna vez? ¿En qué animal te conviertes?

 

Suluk escuchó lo que la joven tuviera que decir y después entró en la casita y atravesó el portal. Ya en el Campo de Cliodne buscó a Bertie y le pidió que reuniera a los chicos y los llevara hasta la casa de Cliodne. Ella no se quedó a esperar, Bertie llevaría a sus alumnos. Caminó por un sendero de piedra, a cuyos lados crecían hermosas hayas y acebos. No tardó en llegar a una bifurcación y tomó el camino de la derecha que bordeaba la margen de un pequeño riachuelo. Siguió el curso del río, hasta adentrarse en una zona del bosque, en donde había tantos árboles y tan altos, que apenas se vislumbraba el sol, penetrando entre los escasos huecos por los que la tupida naturaleza dejaba ver el cielo matinal.

 

En lo más frondoso del bosque, había una casa con la forma de un ave marina. Dos ventanas en la parte superior, simulaban los ojos de la criatura y un enorme balcón curvado, en tonos amarillos, representaba su pico. En la parte baja de la casa, una bóveda que cubría un pequeño lago interior, demarcaba la separación entre las patas y sus formas abultadas en los laterales, de un blanco inmaculado, dibujaban perfectamente el cuerpo de la criatura. Casi parecía que la casita fuera a graznar de un momento a otro. Era la casa de Cliodne.

 

Suluk entró en la casa de Cliodne y recorrió los pasillos hasta un enorme salón, cuyas paredes estaban repletas de retratos. Los suelos y paredes eran de madera noble y en el centro de la estancia, lucía una gran mesa de caoba, sobre la que colgaba un enorme círculo de velas que alumbraba con gracia el interior. Esperó a que sus alumnos terminaran de llegar y entonces comenzó a hablar.

 

- Espero que hayáis sacado algún lección de vuestra visita al Campo de Cliodne.

 

Dado que sus alumnos eran instruidos, supuso que habrían oído hablar de la bruja. Aunque imaginó que les extrañaría aquel nombre, así que decidió desvelar lo que sus alumnos estarían preguntándose.

 

- Este lugar se llama así en honor a su creadora. Era una animaga muy poderosa y fue ella quien comenzó a preocuparse por aquellos casos en los que la transformación salía mal. Después de ella, otros muchos Animagos nos hemos encargado de este lugar, procurando recoger a todos los que podemos y traerlos aquí, para cuidarlos y, si se puede, tratar de curarlos, quitarles los bloqueos, en fin, hacer lo que se pueda por ellos. Pero no siempre es posible. La realidad es que son pocas las veces que tenemos éxito. Al menos lo intentamos y, cuando no lo logramos, aquí pueden vivir felices y atendidos en la medida que precisen.

 

Suluk miró a los presentes, preguntándose si alguno de ellos también habría sentido el deseo de "curar" a aquellos seres desgraciados. Se encogió de hombros y avanzó hacia un espejo de grandes proporciones que se encontraba al fondo del salón.

 

- Éste es el espejo de Cliodne. Es un espejo mágico. -Suluk acarició con respeto la superficie de cristal y el marco de madera de ébano. -Os habréis dado cuenta ya de que hay una constante en las transformaciones que salen mal. Sí, a veces hay también accidentes. Pero más allá de los accidentes, una gran parte de las transformaciones que no salen bien, son por dos motivos: Uno -enumeró con el dedo índice- no nos conocemos y dos -levantó el dedo corazón- no nos aceptamos. Conocimiento de nuestra naturaleza y aceptación de la misma. Esa es clave. Quien se conoce y se acepta no debe temer las dudas, los miedos y los bloqueos que normalmente provocan los accidentes que habéis visto.

 

Se colocó frente al espejo y le sonrió. Su reflejo le devolvió la sonrisa.

 

- ¿Otra vez aquí, pequeña gaviota? -La voz que procedía de alguna parte indefinida del espejo era de mujer. Suave y dulce, armoniosa, con un timbre más bien agudo, pero para nada molesto. -¿Nuevos alumnos?

 

- Muéstrame quién soy -le ordenó Suluk al espejo.

 

- Como quieras -respondió el espejo, dejando escapar un suspiro.

 

Al momento, el reflejo de Suluk desapareció de la superficie de cristal y se transformó en una neblina que fue ondulando hasta mostrar el rostro de una niña con ojos alegres y despiertos. Era el rostro de Suluk, no había duda. Sus mismos ojos chispeantes, su misma sonrisa, pero ahora su piel estaba tersa y suave como la de una niña de 11 años y sus cabellos eran de un negro tan brillante que parecía seda.

 

- Sí, esa soy yo -río Suluk- pero muéstrame algo más. Háblame de mi naturaleza animal.

 

El espejo mostró una gaviota, surcando un mar helado de embravecidas olas. Suluk respiró hondo, absorbiendo la plenitud que le proporcionaba aquella imagen. Se sentía tan identificada con la escena que casi le parecía estar ahí, en medio de aquel mar furioso. Era la gaviota, pero de alguna forma, también era el mar y el hielo y las olas que rompían contra los glaciares con un incansable ímpetu. Veía en aquella escena sus ansias de libertad, su voluntad de hierro, su fortaleza y el deseo de explorar los límites del conocimiento. Contra viento y marea, tal era Suluk.

 

La Arcana se apartó del espejo y el reflejo se deshizo en el acto. Se volvió hacia los estudiantes, tratando de averiguar si habían comprendido lo que tenían que hacer o debía darles más explicaciones.

 

- El espejo os ayudará a conoceros y cuando encontréis la imagen que en verdad os representa, la reconoceréis. Mientras vuestro conocimiento de vosotros mismos no sea perfecto, el espejo no os devolverá la imagen que buscáis. Puede que divague, que muestre imágenes poco claras o inexactas. Sólo cuando os conozcáis, os mostrará la imagen que necesitáis. Esa imagen os ayudará siempre. Podréis acudir a ella en vuestra mente siempre que lo necesitéis y os dará fuerza, voluntad y sabiduría. Agarraros a ella cuando las olas de la vida os tambaleen y esa imagen os hará florecer. Es mágica, puesto que es la mejor representación de la verdad sobre vosotros mismos. No la temáis, aceptarla. La verdad os hará libres y sabios. No sólo eso, os hará poderosos.

 

La Anciana se retiró, dejando que los estudiantes se acercaran al espejo. De pronto, cayó en la cuenta de que algunos de ellos eran tímidos.

 

- No temáis que los demás vean vuestro reflejo en el espejo. Podéis evitarlo. Sólo tenéis que pedirle que os muestre su reflejo a vosotros únicamente. -Miró a Gatiux y Asuhr y decidió añadir algo más. -Los que habéis perdido la habilidad de transformaros, el espejo puede seros de gran ayuda. Podéis pedirle que os muestre vuestros bloqueos. Asuhr, también te puede ser útil para conocer tu naturaleza animal, pregunta al espejo, él te ayudará. El espejo os mostrará a todos aquello que le pidáis conocer sobre vosotros mismos: quiénes sois, quiénes no sois, qué es lo que os bloquea, qué animal os representa mejor... en fin, probadlo, probadlo, él os guiará.

 

Suluk se retiró al fondo del comedor y se sentó en un butacón junto a la chimenea, observando lo que ocurría a su alrededor.

Editado por Suluk Akku
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La charla con aquella lechuza había sido realmente agradable. Nunca habíamos dejado de mantener nuestra distancia. Al parecer en ése aspecto eramos iguales, pero muchas cosas nos diferenciaban. No había intentado de hacerla cambiar de parecer, sino le había contado algunas experiencias como mis acciones de ser animago para con la Orden del Fénix o como era agradable poder regresar a mi forma humana para estar de nuevo con mi familia. Le agradecí con un ulular suave.

 

»Nos vemos más tarde, gracias por tu tiempo« pensé aunque nos estábamos comunicando de aquella manera. Abajo por los senderos iba la Maestra Suluk con una compañera. Al parecer el momento de encontrarnos había llegado asi que de un salto, me alejé de la rama de ése árbol y desplegué mis alas. Empecé a batirlas para dejar de caer y elevarme un poco en el aire. Tuve que rodear a tres o cuatro árboles para poder descender hasta tocar tierra firme. Cuando nadie observaba, empecé a aumentar en mi tamaño para regresar a mi forma humana. Me acomodé un poco el cuello mientras seguía el paso de la Arcana y la bruja.

 

La casa con forma de gaviota era genial. Muchos animales (mitad humanos) andaban despertando a ésa hora de la mañana. Como también otros de mis compañeros, que como yo, habían estado intentando hablar con los habitantes de aquel sitio. No me crucé a muchos de ellos pero en cuanto entramos, los pude ver a casi todos. No tardaron en presentarse y como veníamos haciendo siempre, Suluk empezó a hablar y dirigir la conversación hacia el siguiente punto. Al parecer ahora veríamos más real todo lo que teníamos en nuestra mente y lo que acabábamos de aprender.

 

Asentí con la cabeza. Las palabras de la Maestra de la Animagia llegaron a mis oídos como si siempre hubieran estado allí. Muchas de las cosas que explicaba ya las habia supuesto, pero si no fuera porque había estado hablando con aquella lechuza y había visto todo eso en ése lugar, seguramente no podría haber visto todo lo que quisiera en el espejo. Me hizo acordar a otro espejo mágico que conocía, el de Oesed, aunque éste mostraba otro tipo de deseo. ¿Me habría mantenido como siempre? ¿O había cambiado en mi forma de ser? Estaba seguro que si, me habían pasado cosas.

 

Esperé mi momento y me levanté, esperaba que el espejo me mostrara lo que realmente creía que iba a ver...

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GOLDOR ♦ DEMONIUM MERIDIANUM

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