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Animagia


Suluk Akku
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Más que ayudarte, la haré de guía, pero el camino debes recorrerlo por tu cuenta. concedió Suluk poniéndose de pie, para tomar su varita, que en ese momento adoptó la forma de cristal. Generalmente la empleaba como un báculo. No debes tener miedo de transformarte, aún cuando haya sido a temprana edad. Al igual que la propia magia que poseemos, está muy sujeta a las emociones que sentimos o experiencias por las que pasamos.

Rememoró brevemente la etapa terminal de su amado, el anterior Arcano de Animagia. En los ojos de la esquimal, que parecían los de un felino si uno se fijaba mejor, podía observarse la melancolía. Ella había aprendido a transformarse a la fuerza, por así decirlo, un instinto de supervivencia que la había guiado gran parte de su vida, hasta que encontró la verdadera razón por la que se transformaba.

Aguardó a que su invitada terminara la sopa, así como su bebida, para invitarla a levantarse.

Parecería que tu transformación se activa ante un evento de estrés pero, ¿cómo sería de no ser así? a sus espaldas, un portal creado por el Fulgura Nox se abrió en plena estancia, suficientemente amplio para que ambas cruzasen al mismo tiempo. Acompáñame, por favor. Haremos una pequeña visita al norte, creo que será buen lugar para iniciar.

Una vez cruzado el portal y que éste se esfumara tras un estallido, se encontraron en un pequeño pedazo de hielo suspendido sobre el gélido mar de Groenlandia. Seguramente un fragmento de algún iceberg que se había desprendido, víctima del calentamiento global. La arcana guardó las manos entre el ropaje para mantener la temperatura, aunque no era del todo necesario, dado que podía modificar su grasa corporal a voluntad, para equipararla a la de un oso polar.

Bienvenida a Groenlandia. Nos encontramos cerca del pueblito de Qaanaaq, donde yo crecí. Pero, parece que nadar hasta allá en nuestras formas humanas no es la mejor idea.

Dio un ligero pisotón a la estructura de hielo sobre la que se encontraban. Era gruesa, pero no resistiría el peso de ambas, por muy delgadas que pudieran ser. Debían abandonar pronto ese pedazo de hielo.

Como mencionaba antes, mucho depende de tus emociones. Puedes estar en una situación que amerite determinación, pero si tu mente piensa en lo que desayunaste, difícilmente lograrás mantener la forma animal. La criatura en la que te conviertes, según entiendo, puede sobrevivir en este tipo de aguas, no deberías tener problema.

Sosteniendo su varita y extendiendo ambos brazos, se dejó ir de espaldas hacia el agua. No se escuchó el chapuzón; en su lugar, una elegante gaviota ártica emprendió el vuelo, aleteando a una altura razonable de donde la pelirroja se había quedado. La idea era llegar al pequeño puerto de Qaanaaq, dónde visitarían a un viejo conocido.

Aún en su forma animal, era capaz de comunicarse con sus alumnos, esto a través del vínculo que los unía: la habilidad misma.


@@Ela Karoline

~ ~ ~

He conocido seres mágicos a los que se les dificulta recorrer grandes distancias. Pero eso será una historia para otra ocasión.

Su varita volvió a la forma habitual que solía mostrar cuando salía a campo abierto. La modesta varita de sauce enano reposó entre sus falanges un par de segundos, los suficientes para invocar el servicio de té para su invitada, antes de guardarla entre su ropaje esquimal. La tabla de arce levitó desde la cocina hasta reposarse sobre la mesita que separaba a Lucrezia de Suluk, quien había pasado a sentarse sobre el reposabrazos del sofá.

Apreció lo directa que resultó la italiana en cuanto a la razón que la traía ahí. Pocos de sus estudiantes eran honestos al respecto; no le importaba que le mintieran, ella sólo podía interceder si lo veía necesario, pero lo que más le interesaba era que no se mintieran a ellos mismos. Mientras la rubia relataba el sueño, Suluk se dejó invadir por la esencia que su persona transmitía. Años de enseñar a canalizar aquella habilidad le habían otorgado, por decirlo así, una especie de precognición cuando se trataba de determinar si la persona en cuestión podía ser animaga o no. La Médici, naturalmente, no mentía.

En situaciones más comunes, le habrían dicho que fue víctima de una posesión, y en realidad estaba viendo lo que otro quería. Una práctica habitual durante la Segunda Guerra Mágica, pero... Creo que ambas sabemos que no fue un sueño común y corriente.

Se inclinó para poder tomar una de las tazas que hacían el par, cuya agua se había mantenido caliente debido al sistema de calefacción de su propio hogar, así como unas cuantas hojitas de menta del cajón de infusiones que acompañaba el servicio. Mientras depositaba la esencia en el recipiente, giró su mirada de vuelta a Lucrezia.

Las habilidades, a veces tienen un patrón genético muy marcado. De allí que tengamos familias enteras de metamorfomagos, o de excelentes oclumantes. explicó, recordando que de su pueblo, ninguno había desarrollado la animagia. Son parte de la magia que fluye con nuestras venas, yo lo asociaría con el potencial de la persona, que deriva en este tipo de...premoniciones, si quiere llamarlo así.

Hizo una pausa para darle un sorbo al té de menta.

El animago siempre tiene dos personalidades en conflicto, la animal y la mundana. Si la serpiente le ha llamado, puede que este conflicto no haya hecho más que comenzar. Pero, cuénteme de esta serpiente, ¿ha sido la primera vez que la ve, o ya había vislumbrado alguna con la descripción que me da? Alguna vivencia en la infancia, tal vez.

Suluk estaba lista para emprender un viaje al pasado, si era necesario para su estudiante. Su preludio a la transformación resultaba intrigante, sin duda, pero si querían salir de especulaciones, lo mejor era comenzar a analizar qué factores desencadenarían su cambio a la forma animal.


@@Lucrezia Di Medici
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  • 1 mes más tarde...

El retiro le había sentado bastante bien. Irónico, pues su edad no era tan avanzada, y aún más, podía ocultarla gracias a cierta característica mágica y, a su vez, genética. Se encontró a sí mismo en una especie de exilio autoimpuesto, retornando a la civilización sólo cuando era requerido, o cuando le encontraban, siendo más preciso. Su patria norteamericana lo recibió con los brazos abiertos, aunque con discreción. Y aquella aparente estabilidad no duró mucho, desquiciándole la cotidianidad.

Dicha travesía lo llevó a Mahoutokoro, en el lejano Este, de las pocas escuelas cuya ubicación no había sido relevada a los no mágicos. De acuerdo a los rumores, ahí se habían establecido los Arcanos, aquellos míticos seres que muy a menudo estaban en desacuerdo con los Uzza. No obstante, sólo conocía a uno de ellos hasta el momento.

¿Cómo estará Amara? Si es que me recuerda, claro. Ha pasado tanto tiempo desde entonces.

Ingresó a las instalaciones sin problema alguno, aunque su atuendo distaba de ser el de un estudiante; las botas de cuero aún tenían un poco de nieve de la última locación, y el cabello atado a juego con la barba de varios días, le daban el aspecto de un ermitaño. Supuso que, como en la Universidad, las viviendas de dichos seres estaban repartidas a lo largo de los terrenos, por lo que se aventuró a buscarla. Pero no era a la experta en Metamorfomagia, a quien el Black Lestrange quería consultar.

Suluk Akku, Arcana de Animagia. se dijo a sí mismo, cruzando los bellos jardines, aparentemente sin rumbo fijo. Ojalá esto sea buena idea. De lo contrario, bueno, ya es tarde para regresar.

Temía que su intriga ocasionara que un ser de tal magnitud perdiera su tiempo, pero lo que lo traía ahí era más que mera curiosidad. Intentó recordar las señas particulares de las que le habló su familia, la vivienda y más o menos, cómo lucía Suluk. Con el sonido del río próximo, se dejó llevar por sus propias pisadas, y hasta se llevó un racimo de moras como aperitivo.

Por fin la encontró, y se habría pasado de largo, de no ser porque toda el área que abarcaba la vivienda experimentaba un invierno perpetuo. Le habían dicho que la arcana gustaba de aquella época del año, pero podrían ser detalles para despistar. Lo que llamaba su atención, era la extraña antena que coronaba la variante cuadrada del iglú; al punto, de que se llevó el puñado de moras a la boca, sin preocuparse de si eran venenosas o no.

Su fortaleza física flaqueaba, y podía notarlo a cada paso que daba. Hasta la vista parecía fallarle, más que de costumbre. Hurgó el el bolsillo superior del abrigo para buscar sus gafas, pero ya habia recorrido gran parte del trecho, alcanzando la puerta de entrada para apoyar el brazo libre.

¿Acaso será mi primera prueba? Recorrí bastantes kilómetros a pie, por el puro gusto, no planeo morir. No hoy, a menos que la arcana lo considere necesario.

Llamó a la puerta utilizando sus nudillos, pues quedaban lejos los días en que allanara la propiedad privada de alguien por el simple hecho de tener la capacidad de hacerlo. Quedaba esperar a que Suluk estuviera en casa. Más preocupante todavía, que lo recibiera.
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Suluk Akku reposaba su comida en aquel asiento reclinable de la estancia principal. No era muy cómodo, pero ella prefería lo sencillo a los lujos sin mesura. Sus ojos y mente en pausa, la llevaron a un vívido sueño en el que surcaba el cielo ártico como gaviota, a la luz de las auroras boreales. Continuó su vuelo, hasta que una serie de golpes y uno que otro quejido interrumpieron su descanso.

¿Quién será a estas horas, y por qué hace tanto ruido? Estos jóvenes impetuosos.

Apenas abrió la puerta para recibir a la persona, el cuerpo se desplomó sobre su propia entrada. Un joven, o más específicamente, un sujeto que había caído en el descuido de su persona, a juzgar por el largo del cabello y el atuendo errante, se estremecía boca acabo, con un puñado de bayas en la mano.

¡Pero, niño, no todas las moras son comestibles! levantó los brazos en son de escándalo, agitando las pieles esquimales que cubrían su cuerpo. Ni siquiera nosotros, los Arcanos, pecamos de confiar en que la flora y fauna de este recinto es amigable.

Con la fuerza de un oso pardo, levantó al castaño de los hombros, echándoselo a la espalda. Le parecía inusualmente liviano, a pesar de la estatura y el peso de su indumentaria, incluso empleando aquel regalo que le confería la capacidad de convertirse en casi cualquier animal con el que hubiese hecho comunión. Lo llevó a su propia habitación, pues no disponía de otras, ya que rara vez tenía visitas, y depositó su persona. Mientras su extraño visitante intentaba sobrellevar el envenenamiento, parloteando incoherencias, Suluk preparó un antídoto en su cocina, siendo experta en casi todas las ramas de la magia, y se lo presentó en forma de té.

¡Tómatelo! Eso evitará que sigas alucinando, a menos que eso no haya sido inducido. le ayudó a verter el líquido por su garganta, pues aunque estaba más o menos consciente, su movilidad se vio mermada. Si querías morir, habrías acudido a Baleyr, no a mí.

Asumía muchas cosas de su visita sin darle oportunidad de que replicara, un rasgo que nunca se había esforzado en ocultar. El antídoto actuaría pronto y le permitiría al otro contar su versión de los hechos, por lo que la Inuit simplemente se retiró a un taburete próximo a la cama, para esperar antes de bombardearlo con más cuestionamientos.

Ya que estás más lúcido, creo, ¿te importaría explicar qué ha sido todo eso? Normalmente mis alumnos no se desmayan en el marco de la puerta. Y tú no eres uno de ellos, a menos que hayas querido establecer una tendencia.
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Un veneno. Un maldito veneno. La arcana de Animagia acertaba casi como por suerte en sus suposiciones. Se sentía avergonzado, no por fallar en distinguir un fruto envenenado, o por no actuar inmediatamente para elaborar un antídoto; no le agradaba para nada el quedar como un simple mortal ante los Arcanos, seres a los que guardaba un profundo respeto, un valor del que pocas veces solía hacer gala.

No podía hacer mucho con el ser mortal. Tras sortear la debilidad posterior a la curación de su envenenamiento, se las arregló para incorporarse y reposar en el borde de la cama, frente a frente con Suluk.

-Creí que el aspecto desaliñado era una coartada aceptable. Una disculpa, lo consideraré para la siguiente ocasión.

Sostuvo su cabeza con ambas manos, como si quisiera masajear su mandíbula. Gracias a su metamorfomagia, dejó atrás la devastación facial que exhibía, dando paso a la piel exfoliada y desprovista de barba que no usaba desde hacía años, además del cabello castaño con mechones rubios que lo caracterizaba. Volvía a ser Eobard.

-Así está mejor, supongo. -encontró las gafas que buscaba antes de colapsar, colocándoselas al fin. -Quizá otros Black Lestrange fueron más sutiles con su llegada, pero yo siempre he sido el raro. Y el extranjero.

Le dedicó a la arcana una fugaz sonrisa, en pos de demostrar que la travesía recorrida hasta ese punto tenía un propósito. No iba a intentar ponerse de pie en ese momento, se sentía cómodo ahí sentado en el borde del colchón, como si aquello se tratara de una conversación casual. Con aquella iluminación tan lúgubre, era imposible distinguir las reacciones de Suluk, o quizá cerciorarse de que ella era quien creía que era. Un salto de fe, pues él tampoco era alguien en quien se confiaría de inmediato.

-No pretendo quitarle mucho tiempo, arcana. No a propósito, al menos. Pero imagino que debe ser cansado, ¿no? Después de tantos años. Hasta podría decir que me vuelvo un alumno predecible al cuestionar todo esto.

Colocó la pierna derecha sobre la izquierda, sosteniéndola con su mano, y se inclinó ligeramente hacia su interlocutora. En ese momento, la curiosidad sobre la experiencia que habían tenido Jock, Mía y Aries con la Animagia le hizo preguntarse si estaría a la altura de su propia familia. Le enorgullecía ser metamorfomago como ellos, pero esto era distinto.

-Vengo a experimentar todo lo que conlleva el ser un animago. -puntualizó a la par que un cosquilleo se originaba desde el cuello y lo recorría hasta la punta de los dedos. -No tengo antecedentes, claramente; jamás he intentado transformarme una mano, ya no digamos, visiones o sueños donde me visualizo con forma animal.

La sensación eléctrica fue suficiente para que se estremeciera. No por miedo o frío, sino por la expectativa.

-Además, tengo entendido que un animago, a diferencia de un metamorfomago, no necesariamente lo es de nacimiento, ¿no?
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La anciana escuchaba las palabras que decía el joven Black Lestrange respecto a lo que lo había orillado a semejante acto impulsivo. Pero no se fijaba en sus argumentos, sino en sus ojos. Compartía la capacidad de distinguir objetos hasta en la más oscura de las noches, y un cuarto con pésima iluminación no iba a ser la excepción. Tras aquellas palabras, se escondía una peculiar persona preocupada por no estar a la altura de su propio apellido.

Dejó que el muchacho hablara, sin inmutarse por la facilidad con la que dominaba la habilidad de cambiar de forma.

Efectivamente, un animago no siempre se origina de nacimiento, y muy a menudo, se trata de personas que han decidido desarrollarlo desde cero. indicó mientras extendía la diestra en torno a su tentativo pupilo. Pero tú eres de los pocos que acude sin tener la certeza de poder hacerlo. Si no es que el primero. Lo fundamental es aceptar la posibilidad de que no puedas acceder a una forma animal.

Intentó hacer memoria, nada por el momento. Ya que estaban en esas, sacó la varita de entre su ropaje y realizó un encantamiento convocador al servicio de té que siempre dejaba en la sala, pues era el sitio en el que habitualmente se reunía con sus alumnos al inicio de su enseñanza. Tomó una taza con humeante infusión de lavanda, e invitó al muchacho a servirse lo que fuera de su agrado.

¿Black Lestrange, dices? Los patriarcas, Jocker y Mia, fueron mis alumnos en su tiempo. Ambos lograron transformarse en zorros. Y supongo que ese animal tiene algo que ver con tu familia, ¿no?

Por lo que podía detectar del muchacho, él no despedía esa misma aura que sus otros parientes. Aquello era normal en toda familia mágica, pues aunque sí compartían cierta esencia que los caracterizaba, siempre había uno o dos detalles que los diferenciaba entre sí. Prueba suficiente, era el joven Aries, quien según recordaba Suluk, tampoco se convirtió en un zorro, sino en un caballo.

Aunque sería interesante disertar sobre la ínfima relación entre los emblemas familiares y la animagia, creo que lo mejor es pasar a la práctica de campo. se levantó con semejante energía, como la de un jovial estudiante. Ya su varita había adoptado la forma de cristal. Lo ideal es que la transformación se dé en un espacio abierto, por si el animal es muy voluminoso, así que vamos allá.

Realizando una sencilla floritura y sin mediar palabra, conjuró un portal espacio-temporal usando cierto poder del Libro del Druida. No podía verse el entorno del otro lado, debido a que estaba diseñado para que el Black Lestrange eligiera un lugar en el que se sintiera cómodo. Se arriesgaba a asumir que él podía controlar los poderes del Druida, pero seguramente así era.

Una vez en aquel lugar seleccionado por su pupilo, volvió a dirigirse a él.

La concentración, desde luego, es de vital importancia. A diferencia de tu metamorfomagia, que seguro dominas inconscientemente, el convertirse en un animal conlleva un proceso en el que la mente debe prevalecer por encima del cuerpo. El ser humano es animal por naturaleza; intenta acceder a los instintos más primitivos, pero cuidado con ceder ante ellos.
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Eobard aprovechó el lapsus para servirse un té de lavanda. Se sentía agradecido con la hospitalidad de la arcana, equiparable al de Amara, pero a la vez, desafiante. El solo resumen de la experiencia que habían tenido las dos cabezas familiares en aquella habilidad, casi hacen que el castaño se atragante con el humeante brebaje.

Los recuerda, qué halago. Y sí, cada miembro recibe un zorro, es nuestro emblema familiar. Aunque dudo mucho que sea el animal en el que me convertiré, si es que lo logro, claro.

Se sentía cómodo discutiendo las condiciones de la animagia con la mayor experta sobre el tema, a pesar de la inconsciente presión que quizá sentiría si no lograba volverse animago como la familia. Ya estaba acostumbrado a salirse de los estándares de los Black Lestrange en Europa; cambiar su aspecto a un ser distinto del emblema no sería tan diferente.

Ojalá que no sea un pulpo. Odiaría el lugar que tengo en mente. indicó con cierta ironía, dirigiéndose hacia el portal. Una magia que llevaba tiempo utilizando . Espero le agrade el clima del norte, arcana. Lo mejor será encontrar un punto medio.

Pensó en su pasado. El estado que le vio nacer, mientras del otro lado, un país entero pronto se sumiría en otra guerra mágica. Concentró sus recuerdos a la par que accedía al portal, por lo que, cuando puso un pie del otro lado y éste se hubo cerrado tras de sí, se encontraron en la idílica bahía bostoniana. Se tomó un par de segundos para respirar el ambiente marítimo que provenía de las aguas que rodeaban gran parte de la urbe.

¿Sabe, Arcana? Nací en esta ciudad, pero jamás viví aquí. Me hubiese gustado. Tiene un...no sé, bastante distinto de otros lugares en los que he estado, Londres incluida.

Consciente de que la presencia de no mágicos quizá dificultaría su proceso de transformación, le pidió a Suluk que le acompañara a uno de los varios parques que rodeaban el puerto. Aún con la variedad de áreas verdes, siempre había uno o dos que se quedaban vacíos. Bien podría usar los poderes de los libros de hechizos, pero aquello merecía hacerse como era debido. Ya en un sitio medio oculto, entre los bancos de roca y un frondoso abedul, que se reanudó el desarrollo de la clase.

En uno mismo hay dos naturalezas en constante conflicto, supongo que aplica a lo que dice de los instintos. -sugirió Black Lestrange, apoyándose en el tronco del árbol mientras recordaba cierta novela de un sujeto que se transformaba en otro . ¿Por qué lo primitivo es tan tentador? Hace unos años, presencié varios animagos cediendo. Algo bizarro, a menos que les gustara la idea de quedarse en su forma animal.

No pretendía despreciar la capacidad de adoptar una forma distinta a la humana, sino examinar las posibles situaciones que podría conllevar esto. Pigmentos negros en lienzo blanco, que daban como resultado algo gris. Intentó vaciar su mente, acción que siempre consideraba una gran hazaña. Le había funcionado con la metamorfomagia, así que quizá no era tan mala idea.

Se dejó llevar por las sensaciones que le rodeaban. El olor a humedad, pues Boston era un estado habitualmente lluvioso, aunque quizá no tanto como Nueva York; la vegetación que ofrecía un escondite a quien lo requiriera, y hasta en los seres que moraban allí. Entre las raíces y la tierra, las ramas y las hojas. Cerró los ojos a medio proceso, pues quería contemplar la reacción de la arcana, si la había, a su intento.

No se vaya a reír tanto.

Inhaló con tranquilidad antes de dejarse llevar por la sensación de conexión con el medio. Una vez que expulsó la bocanada de aire, notó el primer cambio: lograba ver todo a su alrededor, como si la profundidad de su visión se hubiera ampliado, permitiéndole observar casi hasta sus espaldas. O es lo que percibía, pues no había abierto los párpados. También experimentó una especie de reacción viscosa en su boca. Como si la saliva se hubiese vuelto densa. Movió su lengua, pero parecía más larga y delgada. De pronto, sentía un gran apetito por los insectos que vivían en aquel parque.

Abrió los ojos de golpe, y prácticamente se fue de espaldas al perder el equilibrio.

Lo vio todo, ¿no? inquirió, apoyándose en sus codos para quedar como si estuviera sentado sobre el concreto. Se acomodó los lentes . Considerando que me han dado ganas de comerme un escarabajo, creo que podemos descartar al zorro de la lista. ¿Es capaz de ver en qué animal se transforman sus alumnos, antes de que ellos lo sepan?
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Siguió a su pupilo sin poner reparo alguno, pues le parecía que tenía mejor idea del lugar en el que estaban. Encontró divertido el hecho de que el muchacho no se había cambiado la ropa para viajar al mundo no mágico, por lo que más de un transeúnte lo miró con extrañeza, debido a su aspecto de exiliado.

Ella hizo lo propio para transformar sus ropas Inuit en una especie de kimono, pues al no modificar sus facciones, fácilmente pasaría como habitante de allí.

Lo primitivo no requiere lógica. Libera el potencial máximo de la forma animal, sí, pero renuncias a tu parte humana-explicó la arcana, tomando asiento en uno de los bancos de piedra, próximos al árbol que había elegido el joven . Es el camino fácil. De ahí que haya quien lo elija.

Precisamente ahí radicaba la importancia de la concentración. Más allá de ser un cambio de apariencia, era como compartir el control del cuerpo con otro ente totalmente distinto. Había que mantener un cierto equilibrio, y eso es lo que esperaba que pudiera aprender.

Sin más, procedió a su primer intento de transformación, que Suluk siguió atentamente. Al inicio, parecía como que quería realizar una aparición, pero poco a poco, sus rasgos comenzaron a cambiar. Y no usando la metamorfomagia. Notó que su piel se agrietaba desde las manos hasta el cuello, seguida por la aparición de una tonalidad verdosa.

«Gracias a los dioses, viejos y nuevos, que no abre los ojos. Podría desconcentrarse ante su notable progreso».

Por poco lo logra, hasta que perdió el equilibrio y terminó en el suelo.

No, son casos muy extraños. A menudo sé de su animal, porque me lo han descrito, o porque es su segunda visita. O tercera. Pero no os preocupéis, que tengo certeza de tu animal. Un reptil bastante peculiar.

Aquello sería un cambio respecto a la tradición de su familia, considerando también a su otro pariente en su tiempo. Dado que sería ideal poner a prueba las capacidades de su forma animal, particularmente su capacidad de adaptación.

Estamos en Boston, por lo que me dices, ¿no? Y tengo entendido, que aquí corre uno de los sistemas de transporte más antiguos del continente. comentó mientras se ponía de pie para aproximarse al castaño. Le colocó uno de los mechones de cabello tras la oreja . Tu siguiente tarea será convivir con tus iguales. Si bien, quizá sea poco probable, hay fechas y casos específicos, en los que los reptiles moran las estaciones del subterráneo.

Le rodeó, cual serpiente que acecha a la presa moribunda antes de asestar el golpe de gracia. Miraba con ojos de reptil, esperando la confirmación de que su estudiante en efecto pertenecía a dicha categoría. En efecto, lo era, pero había algo; no notaba esa sed de sangre, la frialdad, que caracterizaba a muchos de esos animales.

Instintos primitivos que, llegada una situación de vida o muerte, confiaba en que el pupilo emplearía sin dudar.

Vaya, jovencito Black Lestrange. Intentaré unirme con usted en unos instantes, le pido que se vaya adelantando.
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Eobard. se despidió con una cabezada y echó a andar por Atlantic Avenue.

Pretendía que la arcana recordara su nombre, así como el de los miembros de su familia que había mencionado. Evidentemente no lo haría con un pobre intento de transformación, ni diciéndole su nombre. Se percató que aún lucía como un vago, aunque no más que de costumbre.

Encontró su varita en uno de los varios bolsillos de su maltrecho atuendo y, al no ser tan versado en las transformaciones, se las arregló para convertirlo en unos pantalones cortos y una playera con diseños hawaianos. No lo que tenía en mente, pero así pasaría como un turista con pésimo sentido de la moda.

A ver, si Faneuil Hall está hacia el norte, entonces la línea azul no debe estar tan cerca conforme recorría las rústicas calles bostonianas, iba desbloqueando recuerdos . La estación de Aquarium sería la más cercana. Gracioso, uno podría pensar que habría criaturas marinas.

Una vez que divisó la abstracta entrada a la estación de metro y hubo ingresado a la misma, causando una ligera falla en el torniquete, se encontró con el andén un tanto abarrotado. Debía ser la hora del día, considerando que la zona tenía varios puntos de interés como la casa de Paul Revere u Old North Church.

Convivir con la misma especie. Ojalá tenga suerte en esta estación, aunque no me molestaría realizar un recorrido por toda la red de transporte.

Se fijó en el suelo, a ver si lograba divisar algún indicio de la presencia de reptiles. Al inicio no tuvo suerte, y se planteó abordar un tren para continuar a la siguiente, hasta que lo vio. Una pequeña salamandra en el lugar menos esperado. Se arrastraba entre los zapatos de turistas y locales, quienes sólo separaban la mirada de sus celulares ante la llegada de un nuevo tren. El animal desapareció de la vista al alcanzar la escalera de servicio.

El problema no sólo era llegar hasta ahí y colarse sin levantar sospechas, pues cada pocos minutos arribaba un nuevo vagón, causando una serie de eventos desafortunados entre los que querían abordar y los que bajaban en aquella estación. Así, aprovechó el descontrol, fingiendo ser empujado hacia el acceso para el personal de mantenimiento, para iniciar su travesía.

Intentemos de nuevo, al menos ahora la arcana no podrá ver si me tropiezo. se dijo a sí mismo, alumbrándose con las linternas dispuestas cada ciertos metros. La penumbra parcial resultaba útil . Concéntrate, Eobard.

Seguro se equivocaba en que Suluk no se enteraría de su segundo intento de convertirse en aquel animal. Resopló, un tanto abrumado por el incremento de temperatura conforme se iba adentrando en el túnel. Se enfocó en sus sensaciones; era bien sabido que los reptiles toleraban ese tipo de ambiente, así que le ayudaría. Volvía a experimentar la sensación de resequedad en su piel.

La distancia que cubría con sus pasos se vio reducida notablemente, hecho que notó cuando abrió los ojos. Su cabeza estaba a nivel de suelo, pudiendo observar las rocas a nivel de suelo. Y no sólo eso, su visión era mucho más amplia que en su forma humana. Más aún, se percató que no era el único ahí, pues otras especies, como lagartijas y algunas pequeñas serpientes pasaban a su lado sin reacción aparente.

«Ah, genial, parece que la ropa no se transforma. Ojalá Suluk la vea de camino aquí»

Se miró las extremidades escamadas, que parecían adoptar los tonos oscuros del concreto, para ocultarlo de los ojos curiosos. Acompañó a sus similares reptiles a un hueco que finalmente desembocó en una especie de covacha. Juzgando por la afluencia de esos animales, era como su refugio, lejos de los inconscientes humanos.

«Eso explica la comitiva de bienvenida. Hasta diría que medio zoológico está aquí», pensó, mientras se acercaba al punto de reunión. «Se organizan, quizá mejor que aquellos sobre sus cabezas».

Intentó establecer una conexión con los presentes, así fueran distintos de su forma animal, los unían ciertas características. Notaba cierto resentimiento hacia el trato humano, pero también esperanzas de que aprendieran a respetar al reino animal y vegetal. Una de las serpientes ahí, una falsa coralillo, aparentaba ser aquella que deseaba atacar a las personas.

Aquello lo desconcentró unos momentos. Lo suficiente, para que su transformación intentará revertirse, haciendo que su piel se decolorara al tono níveo que era habitual en el castaño. Pensó que nadie lo notaría, pero fue evidente. En menos de cinco segundos, ya le rodeaban variopintas especies, mirándole con desconfianza.

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Entonces, ¿se supone que esto comen a diario?

Suluk se detuvo a comprar en uno de esos stands de comida rápida. Le vendían algo llamado hot dog, nombre que le preocupaba por la posible procedencia del mismo. Quizá su mirada consternada asustó al tendero, quien rápidamente le aseguró que la carne la proveían otras especies.

Así, con comida en mano, la arcana de Animagia se propuso a encontrarse con su alumno, no sin antes maravillar la vista ante las estructuras y puntos de interés que caracterizaban esa zona. Valiéndose de un potente olfato, cual lobo rastreando a su presa, logró captar la esencia del Black Lestrange bajo tierra, por lo que se aventuró a ingresar a esas famosas estaciones de metro.

Pero no lo hizo como humana, sino como ardilla, a pesar de que pudo tener un trato preferencial, dada la edad que exhibía.

«¿Acaso no han visto una ardilla tomar el transporte público antes?»

Uno que otro curioso prestó atención al roedor que intentaba colarse, ya fuera en los torniquetes o el andén. Eventualmente consiguió llegar al túnel de mantenimiento donde el rastro de su alumno era más reciente. Volvió a su forma humana luciendo una expresión de gracia.

Ah, joven Eobard. levantó la vestimenta que había dejado atrás, esperando que se debiera su transformación . Sólo espero no andes por allí ocasionando daños visuales.

Guardó las pertenencias del aspirante entre sus pieles Inuit; ella tenía la capacidad de transformarse sin abandonar su vestimenta, pero el resto de los Animagos debía renunciar a ésta para efectuar la transformación. Casi como por instinto, se convirtió en una serpiente de cascabel, y se arrastró a apoyar al Black Lestrange, pues presentía que había topado con pared.

Y así fue, pues para cuando llegó, media comunidad de reptiles ya lo tenía rodeado. Suluk agitó el cascabel en su cola, llamando la atención de los animales presentes.

«Es uno de ustedes, deben tratarlo como tal. Pero, permitan que les dé una muestra de buena fe de mis palabras».

Tenía esa capacidad de razonar con el resto de los animales, cosa que también podían realizar sus alumnos. El que los otros aceptaran entablar conversación y resolver la problemática ya era otra cosa, pero generalmente era posible disuadir a ciertas especies de causar daño.

Le indicó al muchacho que hiciera lo suyo, y se retiró de aquel agujero, para avanzar hacia la siguiente estación. Había una especie de habitación, en la que encontró una serie de calderas, lo suficientemente espacioso para encontrarse con Eobard. Una vez que el joven la hubo encontrado, le devolvió su ropa.

Ten en cuenta el llevar siempre un cambio de ropa cuando te transformes. Digo, tú al menos la dejas ahí tirada, pero de ser un animal más grande, seguramente la destrozarías.

Rió con cierta ternura, cual venerable ancianita. Una vez más, realizó una floritura con su varita, que estaba de vuelta en su forma cristalina, para abrir otro portal que ignoraba las consideraciones espacio-temporales.

Ahora iremos al hábitat natural del camaleón de Parson, que es la especie en la que te transformas. le indicó, extendiendo la mano para pedirle que cruzara . Dime, ¿ya has estado en Madagascar antes?

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De no haber sido por la intervención de Suluk, probablemente habría acabado muerto. O peor, como comida para las crias. ¿Los reptiles recurrirán al canibalismo en tiempos desesperados?, se preguntó, mientras la serpiente de cascabel daba a conocer su punto. Fue bastante breve y, se atrevía a pensar, ambigua, respecto a zanjar la situación que había surgido a partir de su descuido en la transformación.

En realidad, iba a depender de él mismo aclarar la situación, pues la arcana sólo le había brindado la oportunidad para hacerlo.

«Ya la escucharon, ¿no? Soy uno de ustedes. O casi. »; abría la boca, esperando emitir el sonido de un camaleón, pero en su lugar, salían palabras con la misma naturalidad que la de su forma humana. «Más importante, ustedes son una comunidad. Un porcentaje importante de los reptiles son amenazados, en estos tiempos, la unidad es vital»

Irguió el cuerpo, como si hubiese sido un camaleón de Parson desde el nacimiento, orgulloso de su propia especie. Caminó a paso quieto hacia dónde la coralillo presidía aquel evento que casi termina en ejecución. Como humano, entendía nada del lenguaje de las serpientes, pero como animal, parecía que hablaban como iguales. Aunque le dedicó una mirada lúgubre, que el castaño temió que desembocará en una mordida, finalmente le permitió expresarse.

«Es cierto, que los humanos han contribuido en gran medida a la pérdida de nuestros hábitat, y de muchos de nuestras hermanas y hermanos. Pero, no todos son malos; les queda mucho por aprender, y quizá podamos ayudarles en ese sentido»

Su propuesta fue tomada como una burla, por lo que hubo siseos y uno que otro gruñido, quizá lo equivalente a abucheos y lanzamiento de tomates. Él realmente no esperaba que comunaran con la idea de apoyar el humano, pues hasta él sabía que la raza estaba condenada. Aguardó a que el murmullo pasara, para retomar la palabra.

«Lo he intentado. Y como sólo vine a corroborar que soy un camaleón, será exactamente lo que haré. Después me iré», sentenció mientras giraba los ojos, buscando por el recinto a toda velocidad un elemento que le ayudará a salir de allí.

Una pequeña polilla volaba por encima de las cabezas de los animales de sangre fría, atraída por la iluminación del único foco amarillo. Se las arregló para apuntar con su lengua y atrapar al insecto, tragándoselo de un solo bocado poco después. Para su sorpresa, no sintió náuseas, y aprovechó el silencio que tuvo lugar tras su hazaña para regresar al túnel del metro.

Su amplio sentido de la vista no le ayudó a localizar a Suluk, pero sí una puerta de mantenimiento que se encontraba abierta, algo raro para un estado tan ordenado como lo era Massachussetts. Ahí se encontró con la anciana, quien seguramente lo esperaba desde hace rato, y que le lanzó su ropa de turista apenas le vio. Eobard volvió a su forma humana, una vez que medio se situó en su vestimenta, quedándose sentado como si estuvieran en la playa.

Ella le hablaba del animal en que se convertía, y por fin lo entendía. El camaleón de Parson. Nunca antes había escuchado de él, así que le causaba curiosidad. Más aún, la idea de desplazarse miles de kilómetros a una isla tropical.

-Nunca he estado allí pero, siempre hay una primera vez para todo, ¿no?

Cruzó el portal que le indicaba la arcana, encontrándose con arena a los pocos instantes. No notó mucho el cambio entre la tenue iluminación, pues fue recibido por el firmamento nocturno. El oleaje se escuchaba a lo lejos, impactando contra la roca. Estaban en una de las varias playas privadas, propiedad de ostentosos hoteles.

-¿Acamparemos esta noche? -inquirió el más joven de los Black Lestrange, dirigiéndose a la Inuit con cierta sonrisa de lado-. Debió decirme que vendríamos a nadar, me habría traído mi equipo de buceo.

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