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Animagia


Suluk Akku
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Una gran sonrisa apareció en los labios de Suluk al sentir que el joven Black y la Gryffindor habían comenzado a entender la conexión con el Pegaso, la intension del animal eran puras, ayudarles a descubrir aquélla sensación de libertad que les daban las alas y el mismo cielo. Ella como gaviota se perdía días hasta meses volando, el viento en sus extremidades era lo más placentero de la vida sino fuera que llevaba más de trescientos años perfeccionando aquélla habilidad volver a su forma humana le sería casi imposible, perderse con los instintos animales era tan fácil que muchos magos se parecían ante ellos borrando sus pensamientos humanos.

 

¿Sus alumnos serían igual? Se preguntó esperando alguna muestra de cambio en sus tres aprendices, sólo necesitaba un cambió para traerlos con ella y seguir con su aprendizaje. El clima iba oscureciendo las nubes de apoco, cosa que Suluk estaba segura de tener que prerar varias tazas de te para que entrarán en calor.

 

El Pegaso comenzó a acercarse a ambos jóvenes, sus alas se agitaban con brío sobre sus cabezas, el viento les serviría para despavilarse y unirse a la criatura en vuelo porque el Pegaso los hizo montarse sobre él y volar por los aires para hacer un movimiento brusco y arrojarlos al vacio, sus alumnos debían dejar fluir el aire dentro de ellos y así lograr su transformación porque sino lo hacían los esperaban peñascos al final de la caída.

 

-Ustedes pueden- habló Suluk en sus mentes -deben dejar que las sensaciones del aire al caer predomine sobre sus miedos- no era momento de pensar sino sentir.

 

De igual forma ella los estaría esperando con un portal al final sino lo lograban, estarían a salvo aunque ellos no supieran.

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A su lado, el Black parecía concentrado en aquella majestuosa criatura que los observaba. No sabía los pensamientos de cuál de los dos lo habían atraído, o si tal vez fueron los de ambos, pero el Pegaso se acercó y les permitió montar en su lomo. La Gryffindor no lo dudó, pues la tormenta estaba amenazándolos más de lo esperable, empezaba a preocuparse de no poder librarse de ella.


Al remontar vuelo sobre el blanco caballo alado, la nieve pareció quedar atrás, para dar sitio a un aire más cálido y agradable. Iba sentada delante, por lo que veía en primera plana el precioso paisaje que se extendía frente a ellos, y percibía en sus piernas el movimiento de las amplias alas. Se atrevió a levantar los brazos, experimentando la hermosa libertad que el volar transmitía, mirando de reojo al caballero que viajaba detrás de ella, como buscando saber si él estaba experimentando lo mismo.


Pero la calma no duró demasiado, cuando estaban a una buena altura, el Pegaso pareció reaccionar y, con un movimiento brusco, los dejó caer. Por su mente pasaron demasiadas cosas al mismo tiempo, mientras veía como el suelo se aproximaba de manera peligrosa, intentando no pensar en dónde podrían caer. No, no caerían, al menos ella no lo haría.


Fue entonces cuando trató de recordar, de volver a sentirse como tanto tiempo atrás lo había hecho, despejando su mente para dar sitio a algo muy distinto. Las sensaciones pasaron a ser lo primero. ¿A qué le había temido hasta entonces? El aire recorría cada centímetro de su cuerpo y ella parecía sumarse a esa bella danza que las correntadas querían inspirar.


Nunca supo cuándo cerró los ojos, pero los abrió para notar cómo el aire ya no la golpeaba, sino que la acompañaba en sus movimientos, mientras las alas que ahora poseía se movían con una velocidad interesante. No, no era el movimiento que habitualmente lograba con las alas de una lechuza, era algo más. Se dejó llevar por esa feliz emoción de volver a volar por sí misma, sin otros elementos, solo su voluntad y el aire. Nada más.

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Black intuyó que el Pegaso los entendió porque en vez de alejarse comenzó a aproximarse poco a poco. El agitar de sus alas pareció cubrirlos de la copiosa nieve que caía en Atenas y al mismo tiempo les daba una potente brisa que sin comprender la razón, el mago sentía como maravillosa. Miró de reojo a Mica y ella subió de forma elegante a lomos de la hermosa criatura. Black terminó imitándola, subiéndose detrás de ella, sintiendo las enormes alas al lado de sus piernas.

 

De repente todo empezó a verse difuso porque la mitológica criatura tomó impulso con el batir de sus alas y ganó muchos metros de altura, además de velocidad en forma horizontal. El mago de cabellos negros sentía cómo el viento lo despeinaba y las hebras platas se bañaban de nieve. Estaba casi seguro de lo que pasaría a continuación, de lo contrario, ¿por qué el Pegaso les había permitido subir en él?

 

Mientras intentaba responderse a sí mismo, el animal hizo un brusco cambio de dirección, como si de una difícil snitch dorada se tratase, y tanto mago como bruja salieron despedidos sin ningún tipo de seguridad, en el aire. Entonces la voz de Suluk invadió la mente del galés como si se encontrara a su lado.

 

No era fácil para él evitar pensar que iba a romperse la cabeza y unos cuantos huesos, pero de a poco la sensación del aire golpeando su rostro y también el resto de su cuerpo fue rodeándolo. Llegado a cierto punto, cerró los ojos como si su vida dependiera de ello y una fugaz pero clara imagen de ave capturó cada uno de sus sentidos y cada centímetro de su cuerpo. Su consciencia se agilizó, como si sus pensamientos ya no pesaran en él, y de repente abandonó la sensación de caída inevitable, sintiendo esperanza. La esperanza hizo que abriera sus ojos y no se sorprendiera con que al mirar a los lados ya no encontrase sus brazos sino alas, alas pequeñas pero fuertes y enérgicas.

 

Las alas no se asemejaban a las enormes del Pegaso porque él no era un Pegaso sino un vencejo, un pequeño y bonito vencejo en cuyo ojo izquierdo aún perduraba la señal de una cicatriz oscurecida. Internamente sentía un desbordante júbilo, acababa de alcanzar aquel grado de la magia que tanto anhelaba y la conexión con la pequeña pero veloz ave había podido llevarse a cabo. Cuando observó en todas direcciones buscando a Mica no pudo encontrarla pero sí halló a un llamativo y precioso colibrí. Black sabía que se trataba de la bruja y se alegró de que también ella pudiera alcanzar aquel estado tan maravilloso de la magia.

 

Black en forma de vencejo real continuó volando, disfrutando de aquella sensación de libertad y de contemplar todo a su alrededor desde una nueva perspectiva.

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Se tomó el tiempo que necesitaba para acomodarse al movimiento. Con aquellas pequeñas alas lograba mantenerse a flote en el lugar, volar hacia atrás, adelante o a los lados. Experimentó cada una de las posibilidades antes de intentar avanzar. Notó que su compañero también lo había logrado, estando ahora los dos a salvo, volando, como deseaban desde el inicio de aquella clase.

Con la velocidad que le daban sus nuevas alas, se acercó hacia ese majestuoso vencejo, voló trazando un círculo a su alrededor, y luego continuó el camino. El Pegaso no se había detenido a pesar de dejarlos en caída libre, seguía volando sobre sus cabezas, con toda su majestuosidad. Intuyó que debían seguirlo, de seguro la Arcana tendría para ellos nuevos desafíos y no había que hacerla esperar, o al menos no más de lo que ya llevaba esperando.

Se adelantó entonces, deteniéndose en el aire cada tanto para evaluar lo que veía a continuación. Era tan grata la sensación de utilizar aquellas nuevas alas que cada segundo en el aire se volvía un disfrute. ¿Hacia dónde se dirigían? No tenía idea, solo no quería abandonar el aire aún.

El Pegaso pareció cambiar de idea y descender, en forma abrupta, como en picada. Tomó valor e hizo lo mismo, siguiendo la transversal trayectoria. Sintió por unos segundos una adrenalina similar a aquellos momentos en que en prácticas como buscadora perseguía la deseada snitch, pero luego se volvió aún más intenso, al sentir que los metros que la separaban del suelo eran cada vez menos. El caballo alado había disminuido la velocidad y logrado un aterrizaje perfecto y grácil.

Se concentró en sus alas, en el aire a su alrededor y procuró cambiar la trayectoria de su vuelo, para lograr moverse en paralelo al suelo, a unos dos metros de distancia del mismo, antes de acercarse a la mágica criatura que los estaba guiando. Lo logró, aunque con la firme idea de arriesgarse menos en próximas ocasiones.

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Estaba contenta con el resultado, habían logrado lo que ella quería que era conectarse con su animal interior. Mientras dejaba que disfrutarán en el cielo Suluk sirvió más te. Esto recién comenzaba aún les quedaba camino para recorrer para mejorar sus habilidades por ellos mismos, ella como arcana sólo podía guiarlos a hacer el cambio después que mejorarán dependía de ellos.

 

-Muy bien, es hora de volver- con eso su varita de transformó en su vara de cristal dándole forma a un bastón de 2 metros.

 

Invocando al Fulgura Nox abrió un portal en el patio exterior de la Torre de los vientos para que sus alumnos cruzarán por el hasta su como hogar. Suluk los estaba esperando con varias preguntas antes de mandarlos a hacer otra misión y si todo salía bien ya no los volvería a ver. Al ver que cruzaban el portal la arcana les hizo un movimiento con sus manos para que tomarán asiento.

 

-Que tal el viaje? Lograron su cometido?- les preguntó curiosa.

 

Quería saber si había encontrado compañeros para volar por los aires y enseñarles nuevos trucos. Escuchó pacientemente sus respuestas.

 

-Que sintieron al volar por primera vez en el Pegaso y en su forma animaga?- siempre era distinto que te lleven a ser uno quién maneje las alas a su gusto y quería oír de sus propios alumnos esas diferencias.

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Volaba en paralelo al suelo, a una distancia baja. Sus pequeños ojos divisaron entonces la imponente estructura de la Torre de los Vientos, a donde estaban viajando ¿hacía cuánto? Había perdido la noción del tiempo mientras experimentaba aquel primer vuelo luego de tanto sin lograr hacerlo. Para lograr recorrer ese sitio necesitaba sus pies, así que se concentró para regresar a su forma humana, notando como de pronto caía unos centímetros hasta encontrarse con la tierra firme.


Estiró sus músculos, como volviendo a tomar conciencia de la existencia de varios de ellos. Se movió en principio torpemente, pero luego logró su paso habitual. Sus ojos se perdieron en la blanca torre octogonal, recorriéndola para observar desde cierta distancia cada uno de los relieves que mostraba en su cima. Era un monumento de belleza arquitectónica bastante particular y llamativo.


No pasó mucho tiempo antes de que apareciera un portal frente a sus ojos y caminó hacia él. Sabía que su compañero estaría cerca y haría lo mismo, así que lo cruzó sin preocupaciones. Al hacerlo, reconoció nuevamente la sala en que Suluk los había recibido. Sintió los pasos de Martin detrás de ella, eso la tranquilizó a la hora de seguir instrucciones de sentarse nuevamente a la mesa.


El viaje fue extraño, pero creo que lo hemos logrado –sonrió, intercambiando una mirada cómplice con el joven de negro cabello.– seguir el vuelo del Pegaso fue algo maravilloso… aunque también lo fue volar en su lomo y bueno, luego volar juntos –se ruborizó, de pronto sentía bastante íntimo el momento vivido junto con su compañero, aunque no sabía el por qué de esa sensación. –Se sintió muy diferente ser trasladado por aquella criatura, a pesar de ser a su ves distinto que un vuelo en escoba, pero ser dueño de a dónde quieres ir y cómo... es una libertad que no todos estamos listos para experimentar. –concluyó,

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  • 1 mes más tarde...

Era el momento de regresar, Black lo sabía. No muchos minutos después se encontraba en la morada de la arcana, quien no se cansaba de beber tés. La ancestral mujer los evaluó con su mirada silenciosa y luego comenzó a realizarles una serie de preguntas. Mica fue la primera que empezó a responderlas mientras el mago de cabellos negros aguardaba en silencio.

Reacomodándose de forma sutil su pelo con hebras platas, Black se dispuso a tomar asiento en el antiguo sitio antes del viaje. Su mente iba de un sitio a otro, sopesando cuáles serían sus respuestas.

—Sí, definitivamente lo hemos conseguido —respondió entonces con mucho convencimiento. La comunicación con el animal mitológico había costado al inicio, hasta que entraron en sintonía y él dejó que lo montaran ambos—. La conexión fue inexplicable —admitió, sin evitar que una media sonrisa se formara entre sus labios.

Para las otras preguntas Black miró levemente hacia el techo, intentando dimensionar con los términos justos lo que quería transmitir.

—El Pegaso me transmitía mucha paz y calma. Cuando subimos a él estaba seguro que no iba a pasarnos nada hasta que… —Recordó el instante en que los arrojó sin más en una altura incalculable—. Mantuvimos la calma —repitió— y eso nos permitió alcanzar la conexión. Pudimos transformarnos y fue una sensación maravillosa.

La libertad había golpeado su pálido rostro con la fuerte caída libre. Pero luego sus propias alas surcaron la brisa y Black retomó el vuelo con forma animal. Definitivamente la experiencia había sido excelente. No se parecía en absoluto a viajar en escoba, y eso que al mago nacido en Gales le encantaba también esa sensación, pero convertirse en un pájaro rompía todo tipo de límites que antes no imaginaba que existieran.

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Suluk estaba complacida con las respuesta de sus alumnos, habían aprendido la diferencia de volar sostenidos por escobas u animales a hacerlo con su animal interior desplegando sus alas a lo largo de sus cuerpos. Por dentro le hubiera gustado haberlos acompañado pero lastimosamente el tiempo con ella se estaba agotando, habían aprendido lo suficiente para pasar a la última ronda.

 

Le dio un sorbo a su te.

 

Su alumna tardía parecía haberse perdido entre la tormenta o seguramente el pegaso se la había llevado para mostrarle alguna nueva aventura para descubrirse a ella misma. Pero la Arcana no podía pensar en ella ahora era turno de concentrarse en los que estaban apunto de ir a la prueba y enfretarse retos difíciles para vincularse a la habilidad.

 

-Ahora nos queda que me respondan una sola pregunta-les dijo observandolos con cuidado -están listos para realizar la prueba?-

 

Ahora dependería de ellos si la querían hacer o al contrario si deseaban quedarse aún con ella haciéndole compañía y mejorar su aprendizaje.

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Escuchó atentamente la respuesta de su compañero, sin sorprenderse en absoluto de que fuese muy similar a la propia. Si bien seguramente la conexión con su animal interno variaba en cada mago o bruja, la aventura atravesada era tan similar que se reconoció en las palabras de él. 

La Arcana parecía conforme, pero no postergó un sorbo a su té antes de volver a dirigirse a ellos. Una sonrisa se dibujó en el rostro de la Gryffindor cuando, de los labios de Suluk, surgió aquella propuesta que esperaba con ansias desde el momento en que cruzó la puerta de entrada a la cabaña. Sin darse cuenta, estaba asintiendo con la cabeza, aunque suponía que debía poner en palabras su consentimiento. 

Creo estar lista... —informó a su profesora y buscó con la mirada a su compañero. Si bien sabía que era un proceso individual, se sentía mucho menos nerviosa al saber que no debía atravesarlo sola.  —Quiero realizar la prueba —agregó finalmente, volviendo a mirar a Suluk. 

No tenía idea de cómo continuaría todo, sin embargo estaba lista para lo que fuera, sentía que era el mejor momento para intentar lograr dominar aquella habilidad. 

 

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  • 2 semanas más tarde...

Haber llegado hasta ese punto de la historia a Black le había resultado increíble. Unas horas antes había viajado al archipiélago asiático con la intención de aprender los profundos conocimientos de canalizar el animal de su interior, con muchas dudas y temores. Pero ahora se encontraba allí, de regreso en la casa de la arcana, tras surcar los cielos griegos y haber podido realizar la tan compleja transformación.

La pregunta de Suluk Akku lo sorprendió a medias. ¿De verdad ya tendrían que pasar a la prueba? ¿Acaso habían demostrado estar capacitados, junto a Mica, a acceder a ella? Por un lado, el mago de cabellos negros albergaba dudas. Pero por otro, se encontraba con la convicción de que podría convertirse en el ave otra vez, y otra, y otra. La mera sensación de lo vivido le decía internamente que era capaz de hacerlo.

—Sí —respondió entonces Black, dejando de lado el té que hasta entonces había bebido hasta la mitad—. Siento que podría hacer cualquier cosa —confesó con seguridad, mirando a la anciana, pudiendo notar la intensidad reflejada en ella de los propios orbes grises.

Como acto instintivo, Black se paró de golpe del asiento y se dispuso a hacer ya mismo lo que correspondiese. Así como en el pasado no necesitaba más preparación que la de proponerse cumplir una misión, la sangre fluía por el interior de su cuerpo con la misma intensidad.

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