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Meteorología Mágica


Xell Vladimir Potter Black
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Fue un honor para mí recibir la carta de la Universidad, en la que me anunciaban que me era concedido el puesto de Profesora de Meteorología Mágica. Me sentí muy feliz y me puse a danzar en medio de mi habitación, con los brazos en altos mientras aún sujetaba el pergamino en las manos. El sol lucía brillante y sus rayos entraban por la ventana. No. No fui yo, creo, quien provocó que luciera un sol maravilloso en Londres en ese momento, algo que no se veía en aquella época desde la década de los sesenta, según los telediarios muggles. No tengo tanto poder mágico. O tal vez sí...

 

Estaba feliz, muy feliz. Aunque la siguiente lechuza me bajó la moral para ponerme tan nerviosa que grité de miedo. Los telediarios muggles dicen que ese cambio violento del clima, del sol al granizo, no se había visto nuna, o al menos no lo tenían documentado. No suele pasarme, suelo controlar mis nervios y, por tanto, no suelo afectar al clima local. Pero es que en cinco minutos supe que era profesora y que mi clase empezaba en menos de una hora.

 

¡No había preparado nada!

 

Tomé mi cuaderno de notas; eran de mi aprendizaje en la antigua Academia. También cogí un par de frasquitos que contenían truenos, me los había regalado mi anterior profesora, como recuerdo de la clase en la que me gradué. Tomé un par de chubasqueros y un par de botas de agua. Sonreí al recordar la danza de la lluvia. Tal vez se la enseñara a mi alumno, si me caía bien. No me gustaba hacer el ridícul0 ante los demás. Era muy sensible y no soportaría que se burlara de mí.

 

Con las manos cargadas con todo lo que pude improvisar, me aparecí en las afueras de la Universidad, presta para aprender a ser profesora. Eso no lo había sido nunca e iba muy nerviosa. Cuando entré en el centro docente, un Conserje me indicó donde estaba mi clase. No tenía tiempo de entrar en la Sala de Profesores, pues ya llegaba tarde.

 

Empujé como pude la puerta y entré. Dejé todo lo que traía encima de la mesa y después me giré. Los alumnos habían llegado. Alumnos, en plural. Me asusté. A lo lejos, una formación tormentosa parecía formarse por encima de la Torre de Astronomía. Me estruje las manos y tartamudeé.

 

- Bu... Buenos días... Soy Xell Vladimir y... Sólo... Sólo traje dos chubasqueros, uno para mí y otro para... Pensé que... En la carta ponía que tenía que dar la clase y supuse que... No creí que tanta gente quisiera... quisiera hacer Meteorología...

 

Mal empezaba... Les sonreí. Mi mami dice que tengo una sonrisa muy dulce; seguro que con eso me excusaban.

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Llevaba días esperando esta clase, así que no tardé en estar lista y preparada en la cocina de la Potter Black, con un lindo traje sencillo de pantalón corto y blusita de manga corta, tomándome un cafecito y pensando que era bien raro que luciera el sol tan brillante. Londres es una ciudad húmeda y fría, pero si hoy quería hacer sol, sin quejas, me broncearía un poco, que estaba bien blanca. No había tenido tiempo de tomar el sol el verano, ocupada con hem... digamos una aventurilla sin importancia en la que por poco todos perdemos la vida.

Sentí un ruido que había empezado sin darme cuenta, pero ahora era imposible ignorar. Alguien tiraba piedras contra las ventanas.

-- ¡Demonios de chicos! -- grité. Vivíamos bastante alejados de la puerta de entrada y, además, las ventanas de la cocina daban a la parte de atrás. ¿Quién estaría haciendo puntería contra los cristales? Me levanté con la varita en la mano. Como les pillase, les iba a dar un buen remojón, para que se le aclararan las idead. -- ¡Demonios!

Esta última expresión fue de sorpresa. Estaba granizando. Miré al cielo, temblando de frío. ¿Pero qué...? Si había una enorme nube gris encima del cielo de Ottery. Brrr, odiaba Londres, ¿por qué no me habría quedado en la España soleada en vez de venir a este país con un clima tan inhóspito como cambiante? Corrí a mi habitación. Ahora sí que iba a llegar tarde, pero con lo que caía no podía ir tan ligera de ropa, con lo que me puse un pantaloncito de pana negra y un jersey blanco de cuello alto. Miré por la ventana y, ¡sorpresa!, ya no granizaba, aunque lucía un día gris. Seguro que llovería.

-- ¡Demonios! -- se que esa expresión molestaba a mi madre y, como es natural, me había acostumbrada a decirla para molestarla aún más. Por si acaso, tomé un chubasquero del armario, de color amarillo, para que se me viera bien y nadie chocara contra mí y tomé un paraguas plegable que me puse en el bolsillo; como buena londinense (?) tenía una colección de ellos. -- ¡Harpoooo! Dile a Matt que le veo en clase.

Salí de la mansión Potter Black. El Autobús Noctámbulo ya no pasaba porque era de día así que tuve que caminar para tomar el tren hasta la Universidad. Aproveché para comprarme un periódico muggle. Soy profa de esa asignatura; he de estar informada de sus locuras. Por el camino fui oyendo comentarios sobre el cambio brusco del tiempo. Hasta los muggles se habían dado cuenta que algo raro pasaba... Presté orejas. Si los muggles se escandalizaban por un día soleado interrumpido por una lluvia de granizo en pleno invierno londinense, es que no era normal... ¿Debería decírselo a Reena? Ella era ahora la directora de ACC y, por tanto, la que se encargaba de dar excusas muggles a los tont.os muggles que no creían que existía la magia, ni debían saberlo, por cierto... Bah, era mi estación, así que me bajé y olvidé el asunto.

Para mi sorpresa, llegué a la clase de las primeras y el profesor aún no había entrado. Tenía ganas de dar clase con aquel despistado de ex-funcionario de Accidentes, aquel danés divertido que se había atrevido a quemar el pelo de mi hermana Amya. Esperaba su sorpresa cuando se personara en la clase y lo viera.

Me senté cerca de la pizarra (Veo bien, era sólo para poder importunar al pobre profe con mis preguntas. Yo sabía mucho de Metereología, pues incluso había impartido una vez esta clase, pero las reformas ministeriales decían que los conocimientos había que volver a recibirlos para tener una Acreditación Oficial, así que allá estaba, dispuesta a vengarme del Ministerio en la figura de aquel muchachito extranjero). Fueron entrando los alumnos y, por fin, vi llegar a Xell.

http://trucchifacebook.com/wp-content/uploads/2012/12/sorpresa.png La sorprendida ahora fui yo. Xell no se dirigió hacia una silla, precisamente le estaba señalando uno para que se pusiera a mi lado y así martirizar al profe cuando llegara. Mi sobrina, sin embargo, ni vio mis gestos y dejó lo que traía en las manos encima de la mesa del Profesor.

-- ¡¡¿Tú?!!

No daba crédito a mis ojos. ¿Xell era la profesora? ¡Xell era la profesora! Me levanté de forma tan vehemente que por poco tiro la silla al suelo.

-- ¡Esto es una maldita provocación! ¡Si yo te enseñé a ti! ¿Cómo que tú eres la profesora? -- me crucé de brazos, enfadada. Odiaba las reformas ministeriales.

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Mi regreso a Inglaterra había sido excepcional, mi esposa estaba más que feliz de volver a compartir mi tiempo completo con ella y con mi familia, algo de lo cual no me quejaba; de la misma forma estaba complacido con la aprobación de mi solicitud para ser un profesor en la nueva Universidad Mágica a pesar de mi tiempo fuera del radar aunque las modificaciones de las leyes me traían como loco. Esto de las Reformas me causaban siempre un conflicto en las primeras semanas, ya me iría acostumbrando.

 

Había leído los informes especiales en El Profeta acerca de aquella nueva institución educativa, una forma de proteger el legado histórico internacional y en lo personal, que me encantaba la historia en general, me parecía una medida más que necesaria. Tendría que tomar un tren especial que llevara a las campiñas inglesas, un transporte especial que el mismo Ministerio de Magia había instalado en King Cross para mantener la protección de aquella locación. Y este día era doble mi emoción: también regresaba como alumno.

 

Aquella mañana me había llegado doble correo de institución, una con la nueva plantilla de profesores incluyendo mi nombre, y la otra con la aceptación de mi solicitud de tomar un conocimiento mágico especial. Meteorología había sido una antigua materia que había adquirido siendo miembro del Wizengamot, hace tantos años ya, y cuando bajé de rango mágico perdí los requerimientos necesarios para mantenerla; ahora, con las nuevas leyes mágicas, podía recuperar todos aquellos conocimientos que se me habían esfumado.

 

Arribamos a la estación especial y vi por primera vez el rostro de los poderosos magos que llegaban conmigo. Muchos me eran conocidos, grandes y poderosos magos que llevaban una historia muy larga dentro de la sociedad mágica y que, como era de esperarse, no podían esconderse ante la opinión pública. Otros tantos eran rostros más jóvenes, caras frescas y actitudes enérgicas, recién graduados o jóvenes adultos que no llevarían más de tres años fuera de la educación básica. Era una variedad de magos y brujas demasiado hipnotizante.

 

Al atravesar la estación, mis ojos se abrieron con sorpresa ante la visión de estar en medio de un desierto, estar en el norte de África caminando entre las dunas del Sahara; y al parecer era de los pocos que se asombraban ante dicha visión, claro, mi llegada tardía a la reforma del mundo mágico me dejaba de los rezagados en acostumbrarse. Aceleré mi paso hasta las aulas de clase y llegué hasta la que me correspondía, con una vieja amistad, Xell Vladimir.

 

- Buen día... ¿Sagitas?

 

Las sorpresas estaban al orden del día. En vez de encontrarme con una clase de pos grado, con ambiente relajado y tranquilo, no, me topé con la visión de mi hermana payasa en una acalorada conversación con Xell. Me detuve en seco en el marco de la puerta con la boca abierta. Sin duda ésta era una buena forma de regresar al ambiente educativo, al ambiente de Inglaterra.

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La sonrisa dulce puede que sirviera para los otros alumnos, pero no para la tía Sagitas. Ella saltó en cuanto me vio como profesora. Tal vez sea entendible, pues ella había sido mi profesora y gracias a su dedicación, hoy yo era la nueva Profesora de Meteorología Mágica.

 

- Sí, tía. Bueno... Verás... Pues...

 

Ah, no, no tenía que justificarme ante ella. Si las normas ministeriales habían cambiado y la obligaban a obtener un certificado no era culpa mía. ¡Qué protestara ante el Primer Ministro! Yo era inocente. ¡Es más, yo era su protesora; me debía un respeto que yo debía imponer!

 

- Verás... Tía Sagis... Yo... Será un placer que seas mi alumna para que compruebes los logros de tu paciencia en aquellas clases. Te sentirás orgullosa de tus maravillosas y magníficas enseñanzas.

 

No soy buena para las peleas, así que mejor la alababa, fortaleciendo su ego. Seguro que así se volvía a su asiento. La puerta se abrió y quedé patidifusa. ¿Pero es que me había tocado una reunión familia? Tendría que haber montado la clase en los jardines de la Potter Black. Suspiré, estaba muy nerviosa y no me comportaba como profesora sino como una chiquilla asustada.

 

- ¡Tío Ishaya! ¿Cuándo has vuelto a Londres? ¿Qué tal la tía Cye? Hace tiempo que no la veo.

 

Una chiquilla asustada...

 

- Bien, ahora... ¿Podéis sentaros para que pueda empezar la clase? Me gustaría que el resto de la clase no pensara que vamos a tomar el té en familia. Vamos a aprender los principios básicos para provocar cambios en la climatología y necesito que estéis muy atentos a mis explicaciones, porque... La meteorología es simple, sencilla, obedece más a un estado de ánimo que a un poder mágico. Cualquiera que sepa el hechizo básico cambiará el tiempo que hace en su calle, o encima de su cabeza, pero se necesita mucho autocontrol para controlar el cambio y poder aprovecharlo, para que sea productivo. Me gustaría saber, por eso, que todos dijerais el motivo que os ha llevado querer aprender esta asignatura.

 

Ahora ya parecía una profesora.

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- Hace un par de semanas, he estado ocupado con las nuevas reformas. Le mando tus saludos.

 

Sonreí divertido y entré al aula de clases cerrando la puerta detrás de mi, tomé del brazo a mi hermana Sagitas para que nos sentáramos juntos en aquella aula y ponerle atención a la joven Xell. Tomé mi portafolio de cuero y saqué un pergamino con una luma y tintero, tenía que ponerme de inmediato en modo de alumno, debía de mostrarle el respeto a mi profesora para que se sintiera más cómoda al dar su clase de conocimiento especial.

 

Comenzó a hablarnos en un tono más serio y asentí, me alegraba que nuestra compañera de docencia tomará posesión de la clase, porque tanto Sagitas como yo formábamos parte del claustro de profesores. Era muy sencillo, nos explicó lo fundamental del uso del conocimiento mágico y el cómo afecta a nuestro medio ambiente, algo que recordaba de cuando aprendí a utilizarlo en los viejos tiempos que pertenecí al Wizengamot y que, al parecer, estaba la propuesta en puerta de volver a pertenecer a ese gremio de magos y brujas, sobre todo por la creciente oleada de juicios mágicos que se avecinaban.

 

- ¿Puedo tomar la palabra? - Dije al momento en que Xell nos pidió las razones por las cuales habíamos elegido tomar la clase y, bueno, creí prudente darle mi apoyo con mis palabras. - Siempre me ha parecido la Meteorología un conocimiento muy noble, sobre todo en el aspecto del medio ambiente ya que, como seres mágicos, debemos de tener una conciencia más responsable de lo que le hacemos al medio ambiente y apoyar en todo lo que podamos; por ello siempre me ha parecido necesario su uso, conocimiento y buen manejo.

 

Terminé de hablar mientras le lanzaba una sonrisa a Xell, no quería acaparar mucho la atención y brindarle la oportunidad a otro compañero de que pudiese exponer sus razones. Ante todo la educación y el respeto.

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- Maldita sea! no cierren la puerta!

 

Chilló descomunalmente la bruja a escasos metros del susodicho acceso.

 

Aquel día, con un clima tan caprichoso, al menos ella había optado por ponerse cierta armadura medieval que había conseguido hace algún tiempito atrás en una barata de muggle (?)

 

En su interior, se estaba a temperatura confortable gracias a un hechizo un poco ilegaloso, pero como era magia bastante "inocente", ella no pensaba que la pudieran mandar a Azkaban por ello.

 

Lo único malo era que no contaba con apropiado aislamiento contra ¡rayos!

 

Las bolas de granizo las rebotaba bien. Fastidiaba un poco el ruido que se producía por dentro, mas nada que uno no pudiese aprender a ignorar con algo de práctica. Resistente al Agua común y al Fuego ... mientras éste último no fuese mágico, ó que proviniese de un lanza llamas muggle, xDDD.

 

Ideal no? después de la experiencia dejada del anterior curso ... la adleriana solo quería estar "preparada" para cualquier eventualidad accidentosa. Además, sabía de antemano que la peli-violeta iría a esa clase, y aún su hermana no se había cobrado lo de la planta voladora (!)

 

Bueno pues, Amya_An no avanzaba muy rápido con ese armatoste encima, pero así se sentía confiada de sobrevivir a Metereología. Tocó con la punta de la bota de metal la parte mas baja de la puerta mientras trataba de levantarse la visera del yelmo (sin éxito) y que así, el/la profe, pudiese constatar que era mas ó menos humana quien se hallaba dentro ... y que no la echasen a patadas.

 

Lo malo fue que le empezó a dar comezón en una parte indecible y solo le restó menear un poco el cuerpo a ver si así se le pasaba (?). Y así, en ese especie de "culebreo" (movimiento semejante a una culebra?), la pilló la repentina apertura de la dichosa puerta.

 

Alguien estaba de pie y exponía algo ... péro ya acababa.

 

- Buenas ...?

 

Saludó alargando la palabra hasta darle una entonación final bastante extraña de pregunta.

 

Al principio no supo qué pensar.

 

Qué hacía Xell exactamente allí dónde estaba? ó que había hecho? ó por qué las miradas se centraban en la rubia? (antes de su aparición en el umbral de la puerta)

 

- Tan pronto y ya hicimos correr a otro profe?

 

Se auto-preguntó pero en voz alta. Y claro que por su seso no pasaba ni remotamente la idea de que la pequeña Vladimir fuese quien dictaba la materia en esta ocasión.

 

Se sacó de dentro de la pieza de la pantorrilla derecha ... una banana, y toda fresca, la fue a dejar por sobre la mesa del/de la que fuese profe.

 

 

Y con toda su peculiar y ruidosa paciencia, se fue a sentar al sitio mas espacioso ... porque doblarse con esa cosa puesta, le tomaría algo de tiempo y esfuerzo (!)

 

Casi ya habiendo logrado sentar su posadera, se animó a lanzar una nueva pregunta al aire (sorry, pero ella no había escuchado nada del introductorio de la clase) ... ya había conseguido desatascarse la cabeza del enlatado y ahora, se le veía la cara (qué horror!)

 

- Y a qué estamos jugando? alguien trajo el twister muggle? ... y yo que venía a ver si había alguna innovación en la magia metereológica aprovechando que hay que volver a titularse de todas formas ; ^^ Siempre es bueno Actualizarse un poquito, ¿no?

 

Bromeó, sin saber que estaba respondiendo a lo solicitado (?)

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-- Brrrrr -- gruñí, mientras era arrastrada por Ishaya hacia mi sitio.

 

Mi hermano había llegado y se había mostrado tan sorprendido como yo, pronunciando mi nombre en la puerta de la clase. Sin embargo, no puedo asegurar si el desconcierto en su rostro se debía por verme a mí en la clase o por ver a Xell como profesora. O tal vez por las dos cosas juntas.

 

-- Grrrr -- repetí, con una ligera variación, desde el pupitre al lado de mi hermano. Ishaya parecía haber venido bien preparado, con pergaminos y plumas, algo que yo no había traído. Al fin y al cabo me sabía al dedillo la asignatura y si Xell era la profa, le podía enseñar algún par de truquitos que me había dejado en el tintero cuando le di clases. Una profa no lo enseña todo o se queda sin pan para mañana. -- Hum, hum...

 

Sí, bueno. Xell sabía como calmarme. Eso de que yo había sido una buena profesora ya lo sabía, no hacía falta que me dorara la píldora, aunque era cierto... Si Xell triunfaba en la clase, el mérito sería mío porque yo le había enseñado lo poquito que sabía. Continuaba con los brazos cruzados, aunque me sentía halagada y algo en el fondo de mi cabeza dura me decía que tenía que ayudar a Xell a hacer una buena clase o mi fama como profesora quedaría en entredicho.

 

-- Dale mis saludos a Cye, mano querido. Hace tiempo que no la veo. Me contaron que se junta con malas infl...-- Leñe, leñe, leñe... -- Naaaa, rumores de taberna de la tía. Cye es la mujer más buena del mundo y la gente habla por hablar. Dile que la quiero y que tenemos que tomarnos algún té, si es que aún conserva los negocios. ¡¡Maldito ministerio!!

 

Mi enfado iba y venía, pues no soy de mantenerme quieta mucho tiempo con los brazos cruzados. Y menos cuando se oían ruidos metálicos en el exterior de la clase. ¿Habría clase en el coro? Yo también quería ser cantante. Tal vez debiera haberme apuntado a Música, en vez de a metereología. Para mi sorpresa, el ruido ceso momentáneamente mientra se abría la puerta y entraba...

 

-- ¡Leñe! ¿Una armadura? -- ¿Seria alguna de las que tenía en el arco de entrada de la "Ojo Loco"? No, las conocía. Estar era una armadura desconocida. Y muy parlante. Lástima que no se entendiera nada de nada con la visera bajada. Hasta que la subió. -- ¿A...? ¿Amya?

 

Otro salto de mi silla. Me levanté y, por segunda vez, señalé a alguien con el dedo.

 

-- ¿Es que tienes que dar las mismas clases que yo? No quiero líos. Si la profa sale huyendo de nuevo por TÚ comportamiento, yo declino toda responsabilidad. Además ... -- Señalé a Xell con el dedo. Mi dedo estaba siendo muy activo en la clase de hoy. -- Te la verás con Reena como hagas llorar a su nena. Anda, a ver si te atreves a meterme con ella, venga, venga...

 

Huy, mira que soy cizañona cuando quiero. Nada de preguntar el motivo de tan original traje defensivo ni de la posibilidad de que acabara churruscada si le caía un rayo encima. Yo, a meterme con ella.

 

Volví a sentarme y miré al resto de compañeros. Qué raros debíamos parecerles. Y eso que aún faltaba a un miembro familiar... En cuanto llegara Matt, podríamos decir que los Potter Black éramos los dueños y señores de la clase.

 

-- Bah, tonteras -- repliqué, cuando mi querido hermano expuso sus motivos para hacer la asignatura. -- Yo sólo quiero tener el certificado legal para que el Ministerio esté contento. Mira que tener que estudiar, a mi edad... Yo no tengo culpa de que el Ministerio haya perdido mi anterior papelucho donde se afirmaba que yo tenía este conocimientos adquirido. Ejem, ejem...

 

Tosí, no era para menos.... ¡Demos gracias a Merlín que lo perdieran antes de comprobar que era una buena falsificación adquirida en el Callejón Knocturn! Así que mejor cambiar de tema.

 

-- El uso de la metereología es variado. El bueno y al que todos debíamos aspirar es a controlar el clima en un beneficio altruista, no para beneficio propio, aunque... -- Sonrisa malévola. -- Xell, si nos enseñas a atrapar rayos haciendo servir a Amya como parartayos, te pago una cena en el Restaurante de lujo que decidas.

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Siempre salía con prisas de la mansión. Sagitas aprovechaba se escaqueaba y me dejaba a mi con las tareas....

 

A veces maldecía ser el patriarca. Me tomé el café a toda prisa, vestido con vaqueros claros y una camisa verde, mirando por la ventana como el cielo cambiaba casi con cada parpadeo. de una mañana normal para la época en que estábamos había pasado a un calor impresionante, con el sol radiante en el cielo azul....para dejar de pronto caer el granizo. Esa parte me había sorprendido saliendo de la ducha, y para cuando bajé, se había calmado un poco....

 

- Llego demasiado tarde? - exclamé, agarrándome a la puerta de la clase de meteorología.

 

llegaba corriendo, más bien patinando por el pasillo, y de no haberme agarrado seguramente me hubiera pasado de puerta. En el interior, Amya (vestida de forma muy rara) y Sagitas, que hablaba con Ishaya. Los saludé a todos alzando la mano, dándome cuenta mientras me sentaba de que la prima Xell permanecía de pie.

 

- Va prima, siéntate, como te pillen haciéndote pasar por la profesora se pillarán un mosqueo.... - dije, recordando las clases pasadas.

 

Fruncí el ceño. Sentía que me miraban raro.

- Qe he dicho?

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Ese sentimiento de éxtasis por sentirme profesora se desinfló como un globo cuando sentí los pasos metálicos que se acercaban y se paraban delante de la puerta. El tío Ishaya tiraba de Sagitas; creo que la tía aún quería seguir la pelea delante de todos pero cedió y se sentó en su lugar, aún con los brazos cruzados. Yo intentaba controlarla con el ojo derecho y comprobar lo que sucedía en la entrada con el izquierdo. Acabé bizca y con dolor de cabeza, así que tuve que dejar a la tía Sagis para dedicarme a quien entraba.

 

¡Una armadura!

 

¡La armadura hablaba!

 

¡La armadura paso y saludaba de forma educada! ¡Me dejó un plátano en la mesa!

 

- Bu... Buenas... - yo también saludé, pero con la cara desencajada del susto. ¿Quién había animado mágicamente una armadura para que entrara en el aula?

 

Seguí sus pasos con la vista mientras el tío Ishaya y la tía Sagis hablaban. El primero dio su opinión sobre la asignatura y me gustó mucho aquello que le movía a estudiarlo. Hubiera aplaudido, pero aún miraba la dichosa armadura, que parecía bailar, como si tuviera una ardilla dentro.

 

- Permíteme - susurré, pensando que lo mejor sería abrír el yelmo y sacar el pobre bichito que había tenido la mala suerte de quedarse atrapado.

 

En medio de la distracción por aquella mole metálica, la tía Sagitas volvió a levantarse y a acusar con el dedo. Me encogí un poco.

 

- ¿Qué hice ahora?

 

Pero no se metía conmigo sino con... ¡La tía Amya! ¡¡Por supuesto!! Sólo mis tías estaban tan locas para lucir tal vestido incómodo dentro de la clase.

 

- ¡Tía Amya! ¿Pero te crees que es buena idea venir con una armadura? Deberías quitártela - Dirigí una mirada muy seria y enfadada a la tía Saagitas por su supuesto fraticidio. - No deberías reírte. Los rayos son atraídos al suelo por trampas metálicas y pueden ser apresados en potecillos especiales. ¿Alguien sabe como se fabrican? Tú no, tía Sagitas, tú lo sabes to-do.

 

Enfaticé la última palabra y me acerqué a la tía Amya, para susurrarle al oído, pues no quería que el resto de alumnos nos oyeran:

 

- Traes ropa debajo, ¿verdad? Yo puedo dejarte el impermeable amarillo. Es largo, seguro que te cubre hasta las rodillas.

 

Después volví hacia mi mesa y me puse delante, retorciendo las manos. Volvía a ser la chiquilla nerviosa que quería ser una buena profesora.

 

- El tío Ishaya tiene mucha razón en su exposición. Siempre he pensado que esta asignatura liga mucho con la Naturaleza, el medio ambiente, las sacerdotisas, el amor a la vida en resumen. La Naturaleza se autocompensa ella solita, por lo que nuestra injerencia en el clima ha de ser lo mínimo posible. Quiero que tengáis una cosa muy clara: el jugar con ella se paga. A veces, se paga muy caro.

 

Guardé un minuto de silencio, esperando los comentarios del resto del alumnado. Me fijé que el plátano de la tía Amya estaba sobre un pergamino con una serie de nombres. ¡Eran los nombres de los alumnos!

 

@

@Amya_An

@Ishaya

@@Mei Black Delacour

@@Matt Blackner

@@Elodia Riddle

 

 

- Ay, madre... ¿Elodia no es la Directora de la Universidad? - pensé.

 

Mientras escuchaba las protestas de mi tía Sagis, me puse de puntillas, a ver si la identificaba. Ahora sí o sí tenía que demostrar que era buena profesora.

 

- Pensar en ello. Juguetear con el clima para hacer bromas pesadas como hacer que llueva en una habitación o que caiga un rayo en el jardín de alguien es un Uso Indebido de la Meteorología Mágica. Regar unos cultivos resecos o hacer que nieve en una montaña para que haya agua en Primavera, o detener un peligroso Tsunami que se acerque a la costa de un poblado, eso es un buen uso. La magia que usaremos para esto es más... espiritual, por ello, la energía física que se gasta produce tal desgaste que es mejor usarla para casos muy claros.

 

Sonreí a la tía Amya y levanté el plátano.

 

- No está nada mal comer algún plátano antes de hacer el esfuerzo. ¿Estáis listo para conjurar magia y ver como llueve? - les pregunté a todos, esperando que hablaran o las tías y el tío acapararían la clase.

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Alcé la cabeza observando fijamente el reloj de pared del despacho de directores. Por un instante me quedé paralizada ante aquel estrepitoso chirrido que anunciaba el inicio de cada clase. Llevaba poco tiempo trabajando en las nuevas instalaciones, sin embargo nunca me terminaría de acostumbrar a aquel ruidoso aparato; esa mezcla descontrolada de tambores y campanillas estaba lejos de catalogarse como armoniosa, incluso llegué a pensar que el bendito reloj estaba descompuesto sino fuera porque marcaba el tiempo exacto de los términos e inicios de cada una de las clases. Ya habría tiempo de revisarlo, por lo menos en esta oportunidad me había servido para despabilar un poco de mis quehaceres y apurar la marcha hacia la nueva clase.

 

«¿Dónde se fue el tiempo? » pensé mientras me levantaba del escritorio, dejando atrás la abrumadora pila de pergaminos pendientes. Era increíble la cantidad de trabajo que tenía encima, cada vez que terminaba algo aparecían otras diez cosas por hacer, aunque de imaginarse, después de todo trasladar aquella legendaria universidad egipcia al corazón mismo de Inglaterra no iba cosa de fácil. Por lo menos el esfuerzo valía la pena, o eso creía, ya que estábamos frente un hecho histórico que sólo traería consigo múltiples oportunidades de desarrollo para todos. No había necesidad de viajar por el mundo en busca de conocimientos y habilidades, pronto tendríamos a mano la totalidad de la Universidad a nuestra disposición, con ella, alucinantes oportunidades de aprendizaje.

 

Ensimismada en aquellos pensamientos eché todo lo necesario a un discreto bolso encantado para la ocasión, el cual puse debajo de la pulcra capa blanca que cubría mi figura, antes de encaminarme por los pasillos del palacete oriental. El camino hacia el salón de clases se me hizo eterno, quizás por el entusiasmo que sentía ante la idea de cursar un nuevo conocimiento, sobre todo Meteorología, una de las materias que realizaría sólo por placer, no por la necesidad de certificar o validar dicho título ante el Ministerio para fines laborales.

 

- Si me hubiera aparecido directamente, no estaría llegando tarde – Murmuré mientras echaba un vistazo a uno de los salones. Había tomado por costumbre caminar por las instalaciones, de cierto modo aquello me despejaba de las presiones que últimamente estaba teniendo.

 

La dirección me absorbía demasiado, me estaba costando horrores contrapesar dicha responsabilidad con los deberes que tenía como alto rango de la Orden del Fénix, más aún con aquellos correspondientes a mi vida personal.

 

- Esperaba un día soleado, de esos que hacen sudar la gota gorda… ¿debo suponer entonces que alguien ha estado jugando con el clima?, ¿me equivoco? - Comenté desde el umbral de la puerta al tiempo que observaba el interior de salón. Un selecto grupo de magos aguardaba una prometedora clase.

 

Busqué rápidamente el rostro de Mei entre los presentes. Pero no estaba, entre ellos sólo creí reconocer a algunos magos con los que tuve el placer de compartir un par anécdotas en el pasado. Y francamente dudaba que estuviera dentro de aquella armadura, pero… ¿Qué hacía esa armadura medieval ahí?, no pegaba ni juntaba con la infraestructura, ni mucho menos con la decoración de la Universidad.

 

- Me disculpo por el retraso, espero no interrumpir – Añadí con sinceridad, aunque mi semblante era un tanto inexpresivo, sólo esperaba que la profesora no se lo tomara a mal – Por cierto, mi nombre es Elodia Evans, una alumna más de esta clase.

Editado por Elodia Riddle

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