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Adivinación


Melrose Moody
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Lentamente las voces a su alrededor s fueron apagando, resultaba doloroso ver las demostraciones de cariño entre madre e hija pues hasta su llegada a Ottery, suponía que las familias eran como la de ella, sin madre sin padre, recibiendo únicamente cartas escritas por algún elfo con mas corazón que su progenitora, o de su nana, quien ahora era su madre adoptiva, y de la cual había recibido instrucción y algo de cariño, Galery habia sido engendrada con un propósito que nada tenia que ver con el amor, ella era el resultado de un hechizo Imperio sobre su madre, en el ocaso de la vida de su padre, muerto por Voldemort tiempo después.
Se inclino sobre la mesa de estudio y sin darse cuenta sus brazos se aferraron uno contra el otro, en acción reflejo de las personas que sufren de poco o nulo contacto físico, como cuando bebe, se auto arrullaba en su cunero sacando un piecito para apoyarse contra el muro y empujarse lentamente, asta quedarse dormida sollozando, abrazada únicamente de la frazada que la cubría, ni siquiera juguetes de felpa tenia, pues era considerado inadecuado para formar el carácter de la futura heredera del legado Grindelwald. cerro los ojos intentando borrar imágenes que le causaban dolor, últimamente se descubría a si misma llorando con frecuencia, y agradeció vivir prácticamente sola.

La voz de Sagitas la saco de sus recuerdos y lo agradeció, sin embargo la pregunta le pareció interesante, asta ese momento nadie se había percatado, o habían ignorado su apellido, se pregunto si ella sabia algo mas de su familia o su desaparecido padre - Efectivamente, mi hogar por ahora es la mansión Malfoy, aunque por el momento paso una temporada con mi nana, mi madre adoptiva, en el castillo Crowley...si, no hay Grindelwalds en Ottery, pero pronto cambiara eso - dijo con su voz dulce y una sonrisa ante la futura visión de su misión completada, - usted...conoció a alguien de mi familia - pregunto con interés, sin apartar sus ojos del pequeño juguete.

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¿Cómo lo había adivinado? ¿Tanto lo había dejado vislumbrar La voz curiosa de la muchacha me hizo dar un respingo que espero que no molestara a mi hija. Durante unos instantes, no supe que decir. Yo me lo había buscado. La curiosidad mató al gato, según dice un refrán muggle. Y ahora tenía el "premio" a mi curiosidad, debía hablar de algo que llevaba un tiempo, mucho tiempo, escondiendo.

 

-- La Crowley... No he tenido el honor de conocer a nadie de esa familia.

 

Mi primera frase era de tanteo, más que nada para darme tiempo a una reflexión interior sobre lo que debía o podía decir. No sabía nada de la muchacha y, la verdad, hacía tiempo que no me fiaba de nadie que no fuera de la familia. Las vivencias, malas y peores, de aquellos tiempos oscuros que había vivido de cerca, me hacían ser cerrada.

 

-- ¿Quiere decir que pronto formará una familia con ese apellido en el pueblo o que... tal vez... esté en estado de buenaventura? -- dije, tanteando el terreno. No me apetecían para nada las dos alternativas. Ambas eran peligrosas para mí, como si el pasado llamara a mi puerta.

 

Hice un leve gesto nervioso ante la tercera pregunta que tenía que responder. Fue muy pequeño y seguro que nadie se dio cuenta. Continué acariciando a mi hija, para darme un segundo, pero el tiempo pasaba.

 

-- Sí... Creo que sí...

 

¿Creo? Era el padre de mi hija mediana. ¿Sólo creo?

 

-- Conocí a un hombre hace mucho tiempo, Grindewald, que vivía en la mansión Malfoy. Pero ha llovido mucho desde entonces y no lo recuerdo muy bien.

 

Otra mentira; recordaba perfectamente lo sucedido el día de su muerte, el día que los mortífagos atacaron el Circo y el día en que yo le maté por su gran traición, el día que se iba a celebrar nuestra boda, el día que descubrí que ya estaba casado y que mantenía relaciones a la vez con mi cuñada. Recordaba perfectamente aquella navidad. Lo recordaba todo como si hubiera pasado ayer.

 

-- Lo siento, no recuerdo nada.

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Demonios! que tarde era! o solo me daba a mi la sensación?

 

Había salido a la carrera de la Potter Black, con la camisa casi a medio abrochar, sin peinar y con las deportivas desatadas, olvidándome hasta de qeu me podía aparecer en cualquier lugar de la mansión gracias a que era el patriarca...

 

Aunqeu al final acabé llegando a los terrenos de la universidad, una vez más. Había dejado de acercarme por la academia en cuanto terminé de estudiar...y de pronto pasaba alli mucho más tiempo que en aquel entonces. Esperaba no llegar demasiado tarde, pensaba yo jadeando, buscando la clase de adivinación.

 

Yo que demonios pintaba alli? no estaba del todo seguro...Sagitas tenía que haber traido mi solicitud...sería una broma pesada?

 

Entré al final en la clase, notando qeu además de algún desconocido, estaban alli los de siempre, Reena, AMya, Jesse y Sagitas. Saludé a todas con la mano y me senté tras Sagitas, robándole una galleta. Ni siquiera había desayunado.

- Que haces tu también aqui mamá? tenías que haber traido mi solicitud..pero no para adivinación. Ni siquiera me creo estas cosas - acabé murmurando.

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Me recargue en mi madre, comenzando a quedarme dormida entre sus brazos mientras la escuchaba hablar con la otra chica, bueno según yo la escuchaba pero ya estaba más dormida que despierta y soñaba con mi hermano, jugando en el jardin en un columpio que había improvisado para él con un par de cuerdas y una tabla que encontrara en el desban.

 

Si que extrañaba a ese enano ¿ya habría crecido? NO tenía la menor idea. Estaba a punto de hacer volar a mi hermanito pequeño por los aires para luego atraparlo antes de que cayera y se lastimara y mi madre nos matara a ambos; fue cuando escuche a mi hermano Matt.

 

Abrí los ojos lentamente mientras lo escuchaba decirle a nuestra madre que porque había traído su inscripcción a esta clase.

 

-Dudo que haya sido mamá, en todo caso fue la tía Amya, ya que ella trajo la de madre... así que creo que la tuya también hermano... por cierto ¿como estas?

 

Me estire en mi lugar y me desperece un poco aunque quería volver a dormir en los brazos de mami.

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-Oh, vamos.

 

La voz sonaba casi como un ruego irónico, pero Catherine sabía que no era así; a pesar de las oscuras implicancias, no pudo evitar esbozar una sonrisa, que ocultó de forma discreta con el reverso de su mano. Era una mente carismática, su razón. Sus alumnos, mientras tanto, se habían distraído. De seguro la considerarían alguna especie de loca o lunada y para esas alturas no la extrañaría que así fuera. Más bien, los consideraría est****os si la hubieran juzgado de otra manera.

 

Pero no iba a ceder a los sádicos impulsos de Káiser de torturar a la mujer que le había ofrecido galletas luego de despreciarla (de forma indiscreta, aunque nada malintencionada) ni tampoco de presionarla. Ya había torturado antes y no le gustaba todo el sucio proceso; se había prometido no volver a caer en eso. Aun recordaba el rostro ensangrentado de Crowley y las manchas de sangre sobre el suelo. No, no quería evocar esos recuerdos.

 

Richard opinaba que eran sólo cosas incómodas e innecesarias que atrasaban la merienda, aunque por supuesto, la propia Catherine siempre había tenido una idea mucho menos controlada de todo el asunto. Le causaban náuseas. Aún se sentía algo enferma a causa de los sueños, por lo que quería partir cuanto antes, por una bocanada de aire.

 

Apenas había parpadeado ante los comentarios de Potter Blue y el momento de dar algún tipo de respuesta había pasado (sólo había negado con la cabeza ante el ofrecimiento de galletas). Ni siquiera se inmutó ante la extravagante entrada de una mujer de cabello negro, ni por la naturalidad con que ésta fue recibida. El espeso aire a su alrededor se tensó, casi como si una capa se arremolinara en torno suyo. Catherine soltó un finísimo suspiro, esperando que no fuese notado. Aun no podía acostumbrarse al frío, no porque ella lo sintiese, si no por el que sabía, podía hacerse perceptible alrededor suyo.

 

Pronto, empezaron a hablar de cosas triviales. Catherine dejó que se relajaran un poco. Una incluso parecía querer dormirse, pero de eso ya tendrían bastante después, así que se alegró de que no lo hiciera del todo. A pesar de que su intención era enterarse más cosas de ellas, no se enteró de mucho, salvo quizá de que un elfo llamado Harpo era buen cocinero. Pero sí hubo algo que hizo que se animara: la inexistente moral de todas las presentes. Aunque de apariencia despreocupada, no parecía importarles realmente los estándares. Del tipo de persona que accedía a correr, gritar, robar o matar, en caso resultara conveniente o lo consideraran necesario. El tipo de persona que era del agrado de Richard. Que sólo juzgaba bajo lo que consideraba su propio e indiscutible juicio (o el de sus camaradas).

 

A pesar de todo, la inquietaba sobremanera estar junto a sacerdotizas, aunque también hubiese humanas presentes. Quizá, tiempo atrás hubiera podido llevarse bien con aquellas personas. Se miró las manos de color tostado, empalidecidas terriblemente sin sentido aparente. Sus poderes de druida habían muerto para siempre y siempre era una palabra terrible que nunca había tenido que asimilar. Se había prometido no arrepentirse, pero extrañaba a los espíritus. A los molestos y a los calmos. Y también extrañaba a los animales. Sus criaturas se habían rebelado a su mando y obedecían a su presencia por mero poderío; era miedo y no lealtad lo que destilaban sus ojos y Catherine temía que la traicionaran.

 

Sucedería con ellos, siendo perceptivos como eran si no abandonaba ese salón; empezarían a sentir el aire pesado, notarían el frío y en cuanto posaran los ojos en los suyos deserían alejarse. Percibirían la maldición, la olerían en el aire como ella misma la había percibido a través de sus sentidos la primera vez que decidió tomarla, por propia voluntad. Así que debían marcharse. No había tiempo para esperar al último alumno.

 

La bruja avanzó unos pasos hacia ellos en el momento en que éste último ingresó. Así que, aliviada, se limitó a dar una palmada para llamar su atención.

 

-Ya habrá tiempo para dormir después -explicó de forma pausada. Su voz, antes grave y ronca, había variado ligeramente, dándole una especie de eco. Casi como si una segunda voz hablara, aunque era un efecto que sólo se veía acrecentado cada cierto tiempo. Por lo pronto, apenas se percibía. Káiser rió y Catherine sintió un escalofrío en la espalda. A pesar de todo, no fue un escalofrío exento de emoción-. Esperé a que todos vinieran porque la sesión necesita iniciar con todos.

 

Les indicó que formaran un círculo alrededor de la mesa frente a la cual había estado y señaló el sombrero.

 

-Tiene un "portus" encima. Lo tomaremos a las tres.

 

Se cuidó bastante de que no la tocaran.

 

-Uno... dos... ¡tres!

 

Lo siguiente que supo fue que todo daba vueltas. Luego, que posaba los pies de forma áspera sobre un suelo cubierto de hojarasca. Era vieja y húmeda y en aquel espacio sólo había paredes de rocas y árboles, creciendo unos metros sobre sus cabezas.

 

Olía a madera muerta, a árboles creciendo, lleno de vida y a nieve. Quizá, una tormenta cercana. Catherine miró alrededor y notó que la bruma era bastante espesa; eso la hizo sentirse aliviada; el silencio, era abrumador y más aun para un lugar como un bosque. Pero esa una de las razones por las cuales los había traído hasta esa zona poco explorada de Escocia, su tierra natal. Con un ademán de la cabeza, les señaló la cueva que se encontraba detrás suyo, apenas a unos diez metros. Quizá no estuvieran muy dispuestos a entrar, pero sin duda tendrían que hacerlo.

 

La abertura no era mayor de los dos metros y medio de alto, por dos de ancho (bastante grande, a pesar de todo). Allí, el aire estaba más enrarecido todavía, pero no embotaba los sentidos. Era casi como respirar un rico brebaje de menta. Adictivo, porque ciertamente lo era.

 

-La brisomancia -explicó Catherine, ingresando en la cueva mientras pisaba ramitas rotas y la hojarasca-, es una especialidad, una rama de la adivinación, que funciona distinto para cada uno -su voz, amplificada por el espacio, dejó entrever descaradamente aquel efecto y una vez más, su cuerpo se estremeció ligeramente, reaccionando ante la voz de su razón. Káiser, sin embargo, permaneció en silencio. Se volvió hacia el grupo conformado y se excusó mediante una ostensible venia, que casi emulaba una reverencia, aunque poco obsequiosa-. Me temo que no he sido muy cortés o atenta, aunque supongo que adivinan el porqué. Cuanto menos sepan de su anfitriona, tanto mejor -aun para los que la habían conocido de antes era una ventaja, ya que Catherine no era la misma, no, no desde que su razón se quedara con ella para siempre-. Los sueños son fácilmente influenciados por la realidad inmediata. Un lugar, con pocos sonidos, menos población y mayor alucinógeno, es exactamente lo que se requiere.

 

Tomando su varita hizo con ella una simple floritura. Un montoncito de sábanas apareció en el aire y ella lo extendió en el suelo.

 

Eran exactamente seis. Ella no necesitaba la sábana. Había aprendido a moderar sus sueños, aunque fuese un asunto que siempre la dejaba agotada.

 

-Tiéndanse en el suelo, por favor.

 

Presumió que quizá muchos no tuvieran la predisposición, pero dudó de que se negaran. De cualquier forma, continuó.

 

-Caerán desmayados dentro de poco, así que les recomendaría hacerlo.

 

Catherine convocó entonces un cascoburbuja. Pero explicó que no deberían convocarlo ellos.

 

-La llaman hierbasueño -dijo, señalando el gas-. Es rara y sumamente difícil de encontrar y colectar, ya que sólo se haya en lugares como éste -siguió hablando rápidamente, aprovechando que aun estaban conscientes-. Cuando empiecen a soñar recuerden: Siempre será un lugar de sus recuerdos: una casa, un castillo, un bosque, una cabaña, un lago... un lugar bonito, un lugar desagradable. La hierbasueño los llevará a ese rincón que más desean ver, pero que se niegan a reconocer. Y no deben temer, o su mente los arrastrará a algo peor que su muerte: la locura puede ser un plato que puede parecer dulce y siempre se hallará entre lo fácil.

 

Su voz, en las mente de ellos, se iría difuminando, como cuando se escucha algo desde muy lejos o una señal de radio que se pierde en el vacío: los caminos serán distintos. Yo los ayudaré en lo que pueda con mi voz... sólo, escuchen.

 

Catherine se sentó sobre una piedra que allí se encontraba, aplanada y baja. Los seis miembros habían caído en un profundo sueño. Sin embargo, temía de cierta forma por ellos: había esperado ver en su clase personas más dispuestas a dar algún tipo de viaje astral o encontrar algún significado en aquello que andaban buscando. Pero no había esperado toparse aun con escépticos que tomaran su clase por curiosidad o alguna clase de error. Así que decidió que tendría que esforzarse aun más en aquella oportunidad, ante lo que Káiser soltó un bufido de desprecio.

 

Le aburría el esfuerzo; siempre había conseguido todo por su cuenta, con relativa facilidad. Aun así, Catherine se acostó también, junto a ellos, tendida en la hojarasca con la cabeza acercada a las mantas que formaban una media luna en torno a su rostro.

 

-Entren -ordenó en voz baja y clara.

 

La voz dominante de Káiser se sobrepuso a la suya. Un gruñido, un ligero estremecimiento en los párpados, una fruncida de ceño o de labios. Las reacciones ante su voz fueron diversas. Mas supo, con orgullo, que todos habían entrado al palacio de su mente.

 

Una sonrisa críptica asomó a sus labios.

Editado por Catherine Stark

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Demisit lacrimas dulcique adfatus amore est 

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Desvié la mirada de Galery justo a tiempo. Dicen que la verdad se ve en los ojos y, aunque tenía la habilidad de la Oclumancia, prefería no arriesgarme en nada, así que me alegré de que apareciera Matt y que me robara galletas, pues la conversación giraba por completo.

 

-- Amya, te has lucido este mes -- le recriminé, aunque con alivio sincero porque me permitía conocer a alguien que nunca creí que aparecería en mi vida. ¿Sería alguien directo de aquel hombre? ¿Sería un pariente lejano? ¿Una casualidad, una jugarreta del destino?

 

La voz de la profesora me sacó de mis funestos pensamientos y escuché sus palabras. Incorporé un poco a mi hija Jessie para que no se durmiera, susurrándole al oído que empezaba la clase. No le gustaba la forma pausada de su voz. Quien tiene la fuerza de voluntad para hablar así es porque se está controlando. Este tipo de personas son peligrosas. Y eso me desconcertaba pues, en un insulso pensamiento sin lógica, me había imaginado a una mujer dispersa, lunática y de poco cerebro.

 

Le di un codazo a Matt.

 

-- Por tu culpa casi no hacemos la clase, a ver si te compras un despertador.

 

La profa dijo que un sombrero, del cual no me había percatado hasta ahora, era un portus. Suspiré, con lo divertido que es caminar... Odio las apariciones, los portus y hasta las escobas. No hay nada como la alfombra mágica o la red flu, el resto de trasladores mágicos deberían estar prohibidos, según mi opinión. Aunque ello no quita que los use, pues son parte de la vida cotidiana de un mago, pero no me gustaban.

 

Pero si la clase lo precisaba, pues a tocarlo. A la de tres, el sabido estiramiento, dolor de estómago, las vueltas con los ojos cerrados para no vomitar y el topetazo en el suelo. Nunca conseguía caer de pie. Me pregunté si le habría ido mejor a Amya, con su habitual tendencia a no querer Aparecerse, por miedo o por terquedad. Estábamos en mi bosque.

 

-- ¿En el Bosque Prohibido? Pues conozco yo un atajo que nos hubiera llevado directos sin este incipiente dolor de cabeza-- susurré, malhumorada. Pisoteé el suelo y la hojarasca se deshizo con el empuje de la punta de mis bambas.

 

Ahora que me fijaba, no era el Bosque Prohibido. Era parecido, olía a antiguo y secreto pero... No. No era el que yo tanto conocía y en el que tantas tardes había gastado leyendo algún libro a la sombra de los anchos árboles. Observé que la profesora lo conocía y eso me trajo algo de alivio. Por un momento pensé en los cuentos de hadas y ogros de los muggles, en el que dejaban perdidos a los niños en medio de un bosque. Capaz que la profesora nos dejaba allá y decía, medio en broma medio en serio, que adivináramos el camino de regreso.

 

Suspiré de nuevo, intentando quitarme los malos presagios de encima. Soy una inconformista con la Adivinación pero soy buena sacerdotisa, y allá había demasiados sentimientos entremezclados de la naturaleza. No era un lugar apto para visitas, nadie en su sano juicio quisiera estar en aquel lugar donde dominaban los espíritus oscuros junto a la esencia pura de la Madre Tierra.

 

Busqué el origen de la sensación y la encontré en el mismo instante que la profesora señalaba la cueva. No me gustaba. Aquella gruta era... peligrosa. Aspiré y tosí un poco. Aroma de plantas entremezcladas que parecían trepar por mi cuerpo y atraerme al suelo. Retrocedí un paso. Me arrepentía de haber escogido aquella asignatura. Ahora me daba cuenta que era... peligrosa. Aún así, la seguí; prefería estar con una persona que se suponía debía mantener vivos a sus alumnos, así que era mejor tenerla cerca.

 

-- Brisomancia -- repetí sin entender, pues mis sentidos luchaban contra la esencia de la hierba que querían atraerme. Pero parecía que todo iba a ser inútil, pues parecía que era la finalidad de la clase, dormirse. Sus palabras flotaban como si se hubieran materializado. Extendí la mano y agarré una palabra que había salido de su boca.

 

Vamos, encima... Era buena sacerdotisa, sabía que el poder que estaba desatando era sólo el de las hierbas prohibidas, las que aletargaban y dejaban el cuerpo vulnerable mientras la mente volaba en sueños creados por aquellas sustancias. ¿Así que aquello era la adivinación? Íbamos a caer en un trance que había practicado muchas veces con mis iguales, no tenía nada de extraño para mí.

 

Pero esta sería la primera vez que lo hiciera sin las Sumas Sacerdotisas que me guiaran. ¿La profesora tendría el nivel de Anclaje para sacarnos del sueño? No era la primera persona que se quedaba perdida y tardaba años en volver a su cuerpo. Esperaba que fuera buena porque iba a caerme y todos mis intentos de resistirme me provocaban mayor dolor de cabeza.

 

-- Esta bien -- susurré, accediendo a tumbarme, como si pudiera evitarlo. -- Jessie, cielo, ven a mi lado, sé que te asustan las cuevas.

 

Intenté abrazarla. No estoy segura de si llegué a hacerlo porque caí perdida en el sueño apenas acabé la frase. El suelo era pantanoso y mis bambas se hundían en un lodo que enseguida me llegó a los tobillos. Puse cara de asco y de miedo. Sabía perfectamente donde estaba y no, no podía ser que hubiera vuelto a aquel lugar. No era un sitio que quisiera volver a ver en mi vida. ¿Por qué estaba allá, a los pies de aquella Fortaleza Oscura? Me estremecí. Creo que mi cuerpo dentro de la cueva se estremeció. Intenté convencerme a mí misma, "sólo sueño".

 

Pero una voz potente, nada parecida a la de la profesora sino más hombruna, se interpuso en mi necesidad de clarificar mis sentidos. Era una orden que no quería obedecer, pero allá sólo era sumida y obediente. Acerqué la mano a la puerta de hierro y huesos incrustrados, huesos de muertos que se habían enfrentado y habían perdido en la lucha contra Aquello. Gemí, no quería, pero empujé la puerta. Creo que lloraba pero... entré.

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Vi a mamá reñir a Matt, mi cosa favorita, amaba cuando mami reñía a mi hermano, es que se metía en cada problema y por primera vez lo veía sin golpe, arañazos ni contusiones. Definitivamente estábamos destinados a sufrir accidentes en la familia, no sabía si era por los Potter, por los Black o era una conjunción de ambas familias.

 

Mamá me despertó un poco más diciendo que la clase comenzaría pronto. Me desperece un poco más y me puse de pie siguiendo a mi madre, la tome de la mano, no quería alejarme mucho de ella. No sabía a donde íbamos a ir y eso me daba un poco de desconfianza. Escuchaba hablar a la profesora, vi a mamá tomar el sombrero y puse un dedo sobre el ala del mismo sintiendo el típico tirón en el ombligo y cayendo de bruces cuando llegáramos a un bosque un tanto extraño.

 

No... odiaba los bosques, las cuevas, la brisomancia ¿qué era la brisomancia? Solo escuchaba bla bla bla porque estaba más asustada por el lugar en el que nos encontrábamos, me aterraba, no me gustaban los bosques. Eran aterradores a decir verdad y eso me hacía sentirme pequeña e indefensa.

 

De ser posible me acerque aun más a mi madre mientras la profesora nos pedía que nos tumbáramos en el suelo. Me acosté a un lado de mi madre y la abrace por la cintura. Me comí la hoja que nos diera la profesora y antes de darme cuenta ya estaba en un profundo sueño del cual no podía despertar.

 

​Era un lugar oscuro, con pilares de mármol rotos, cortinas blancas rasgadas, hojas de Laurel por todas partes. Una gran mesa de granito rota por la mitad y manchada de sangre dorada. Icor de los Dioses ¿Qué demonios estaba pasando? Me voltee a ver y traía un vaporoso vestido blanco, manchado de sangre e icor de los Dioses.

 

El lugar parecía que hubiera sido un templo griego antiguo pero ahora estaba en ruinas.

 

-¿Hola?

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Aunque la amable mujer parecía sincera, sus ojos y la posición de su cuero decían lo contrario, seguramente se trataba de algo serio si lo tenia que ocultar, pero de que se trataba, debía ser sobre su padre, asta donde la rubia sabia, era la única hija viva de Gellert, seria tal vez de algún pariente de su padre si erael caso, ademas de ella y ese prometido que gracias a su suerte aun no conocía, ni deseaba hacerlo, pues cada vez que recordaba esa profecía, sentía el peso de un reloj de arena sobre su cabeza, sin embargo ahora que las cosas habían cambiado con el Rumano, las ganas de llegar a conocer a ese tipo crecían, quien podría saber si las cosas no eran como ella imaginaba y lograse enamorarse de su primo; la idea le retorció el estomago.


Ya no pudo contestar nada, el ultimo delos alumnos entro a la clase y la profesora salio atinadamente de su mutismo, reafirmando la idea de la Grindelwald sobre ella, los observaba y evaluaba mientras conversaban, típico de una adivina, callar y escuchar, observar, después juzgar y ejecutar, las palabras de sus tutores revoloteaban en su cabeza cuando dio la instrucción de acercarse y tomar el sombrero, algo que realmente era desagradable, por eso la insistencia en presentar su examen de aparición, detestaba los trasladores, red flu y todo eso.


Gracilmente toco el piso con la punta de su pie, y arqueo las cejas al ver el estrepitoso caer de algunas de sus compañeras, el bosque era denso y brumoso, húmedo y hostil, lo podía percibir en la piel, pero estaba muy lejos de sentir miedo o preocupación, se sentía como en casa, las raíces retorcidas asomaban saludando a los visitantes, y un aplauso de hojas secas bajo sus pies les dieron la bienvenida a la boca de la cueva que les fue señalada como próximo destino, las palabras de la maestra fueron claras, sin embargo la muchacha intuyo algo mas en ella, no era una persona común sin lugar a dudas, algo en su voz, no era normal-


- Brizo...Diosa de los sueños presidía los viajes oníricos y los proponía como oráculos. Los habitantes de Délos le rendían culto y ofrecían ofrendas, interesante - murmuro para si, la muchacha que observo, como al llegar a cierta parte mas amplia de la caverna, la profesora apareció seis mantas sobre las cuales les indico debían recostarse, sabia lo que seguía, sin embargo, como pretendía que aprendieran si ni siquiera les había dado una pequeña reseña de lo que pasaría? Loa viajes astrales eran sumamente complicados para un sapiente, requerían de mucha fuerza interior para no perderse dentro de los dispersos caminos entre la realidad, y la fantasía delo que se quiere ver, pero no objeto nada, solo obedeció y al final cayo presa del pesada somnolencia.


Era un espeso bosque, mas denso aun que el bosque prohibido, parecía ser parte de los terrenos Malfoy, sintió un helado escalofrió recorrer su cuerpo desde la espina dorsal, hasta la punta de los pies, era ese sueño que no la dejaba descansar desde hacia un par de meses atrás, para ser precisos, desde que regreso de Hungría, con la noticia de que su prometido estaba en Ottery y que pronto lo conocería, la cita con él, saco su varita como tantas veces, olvidando que en cada sueño, después de asesinarlo, pasaba algo que le partía el corazón, deseando morir.

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Reena quería mas lluvia?, bueno, no era que la peli-roja supiera lo que habían terminado haciendo en la clase de Xell (!)

 

Amya_An tuvo la asquerosidad de olerse las axilas muy ruidosamente.

 

- No mana, es mi aroma "natural" ...

 

Le disque contestó a la peli-violeta encogiéndose de hombros.

 

o.O y por qué las parientas querían que empezaran tan aprisa con la lección?

La bruja se rasqueteó la cabezota de los puros nervios y luego se dejó escurrir literalmente sobre el asiento.

 

- 5 minutitos mas plis ...

 

Rogó con una vocecilla lastimera.

 

- *JA JA JA*

 

Se carcajeó de pronto. Aquello de las Intimidades de Sagitas le trajo pensamientos muy cómicos a su cabeza ...

y no porque fuesen recuerdos verídicos de su manis.

 

Se volvió hacia madre e hija.

 

- ... seguro que hasta allí guarda la Carpa plegable que le desaparecimos a Hayamé del Hall de Accidentes!

 

Se quiso hacer la graciosilla pero se vio interrumpida por el ataque del polvillo desértico traido de souvenir en esa condenada alfombra (era legal?)

 

- xDDD hermana ... no haga polvo que empezaré a moquear como si me hubiesen embrujado con una Maldición de Mocos, *cof-cof*

 

Y no se aguantó mucho tiempo. Mientras seguía sacando cosas, Amya_An se fue un par de sillas mas allá (?)

 

Y cómo relámpago, apareció Matt ... o.O es que nadie creía en los juegos Adivinatorios??? ¬¬ pos habrían a aprender a la fuerza entonces ... U.U ella solita no iba a estar en una clase con una OwO profa adivinadora ... no, uy, qué mello.

 

Y dicho y hecho ... esa mágica, la que impartía el curso, era media tétrica para su adleriano gusto

(o.O y después se asombran de que arrastrara con sigo a toda la familia posible???)

 

« Por qué un condenado traslador? »

 

Replicó en pensamientos. No le gustaba las Apariciones, no le gustaba los Trasladores ... no le gustaban los elevadores ministeriales ; *0* no le gustaba la mayoría de formas de transportaciones mágicas!!!

 

Frunció el ceño pero no le quedó de otras mas que alargar y tocar el condenado sombrero ... y ella que creyó en algún momento que saldrían conejos de dentro del coso (!)

 

La succión mágica fue como siempre la recordaba que era ... >.< Asquerosa!

 

Y peor se sintió cuando se halló rodeada de bosque. Bosque añejo ... por qué bosque? la última aventura en uno,

terminó en una cabalgata sobre lomo de centauro

(nada amorosa la cosa, el pobre trataba de sacarse a la bruja de las espaldas ... ¡?)

con unos bichos indecibles pisándoles los talones,

bichos salidos de las profundidades de las olvidadas Catacumbas por debajo del Ottery (!)

 

Resopló furiosa ... ella que pensó que sería algo tan facilito como mirar manchas de tintas ó jugar un poco con la baraja del Tarot para sacar el horóscopo del día (?)

 

La profesora sí que estaba chiflada cuando advirtió que no se conjurara cascos-burbujas. Estaba mas chiflada que todos los Accidentosos juntos!!!

 

La bruja se pinzó las fosas nasales disque para reducir los efectos alucinógenos del lugar.

 

- ... si quería una sesión hippie, con que me hubiese pedido una provisión pequeñita de Fungus de la Felicidad, era mas que suficiente.

 

Murmuró en voz nasal por lo bajo. Siguiendo al resto pero aún llevando la contraria en su corazón.

 

No, xDDD ... la bruja solo era una bruja estandar, pero como floristera, conocía muy bien de esas cosas naturales (naturaleza en sí) ... con esas "fuerzas" no se jugaba nunca, era peligrosísimas.

 

Peor aún, invocar los Demonios interiores sin una preparación adecuado era jugar a sacar chispas en el cobertizo de su casa, estando repleto éste de TNT marca Acme (?)

 

No obstante, cayó profundamente ... Al Suelo!

 

Si de por sí ya su humanidad le pedía a gritos Dormir, con los efectos soporíferos de ¿la cueva? fue como darle con un chipote chillón en la maceta (!)

 

Con los ojos cerrados y en total oscuridad, rebotó solo para "despertar" en un muy extraño lugar mental (?)

 

Pradera extensa, cielo celeste e increíblemente despejado. Nubes, aunque escasas y pequeñas, hermosas ...

parecían pintadas en lo alto. Solo hierba muy crecida a todo su alrededor. Dientes de león balanceándose en

una suave brisa con olor ... ¡a cementerio!

xDDD.

 

- Sáquenme de Aquí!!!

 

Gritó potente, mas allí, ella era pequeñita e insignificante (?)

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Soy sacerdotisa, he hecho esto muchas veces. A "esto" me refiero a usar hierbas aromáticas para entrar un trance en el que ver cosas del pasado o del presente, pero nunca para adivinar nada. Era reacia a eso. Sabía que el futuro no existe porque lo cambiamos en cada instante del presente con nuestros actos. Por ello, no creía en la asignatura que me había visto obligada a cursar este mes.

 

Mi cuerpo permanecía enfriándose poco a poco en el suelo de aquella cueva. Era consciente de lo duro que estaba el suelo y que había gente a mi alrededor. Incluso oía las palabras que habían dicho mis compañeros. Pero ante mí tenía la realidad tangible de un sueño vívido: la Fortaleza Oscura era tal como la recordaba. ¿Por qué tenía que soñar con aquello? ¿Qué me iba a proporcionar esta clase excepto dolor por algo sucedido y que ya conocía perfectamente? No había nada de Adivinación en eso.

 

Pero entré, a pesar de que intentaba guiar mis pasos hacia otro lugar. Debiera poder hacerlo. Era buena, uno de los ejercicios más comunes entre las de mi gremio. Y, sin embargo, me vi avanzando en mi sueño por aquellos caminos de piedra oscura, manchada de sangre seca y restos orgánicos muertos. Me estremecí. De todos los lugares con los que podía soñar, de todos los lugares en los que me gustaría soñar... ¿Por qué aquí? ¿Por qué en aquel lugar maldito que había muerto una vez?

 

Quería retroceder, volver a la cueva y reírme de la profesora. No iba a adivinar nada en aquel pasado. Pero no lo hice. No pude. Sólo podía arrastrar los pies, alargar las manos hacia adelante y avanzar, temiendo encontrarme con lo que ya había sucedido.

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