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Castillo Ivashkov (MM B: 106154)


Leah Snegovik
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~Leah Atkins Ivashkov
No tengo límites, pequeña copia, deberías hacerte una idea de lo que puedo llegar a hacer.
Había sonado como una broma, pero siempre se dirigía a la vampiro con un poco de frialdad. Su relación no había empezado bien, la razón era desconocida para la rubia, aunque lograban tratarse de vez en cuando. Caroline era mucho, mucho, más agradable en cuanto a relaciones sociales y mucho más agradable cuando estaban juntas. Quizás porque eran muy parecidas o, tal vez, por el hecho de haber cursado la academia juntas en una ocasión. Que la hubiera besado, más de una vez, estando ebria había sido un pequeño experimento auspiciado por el vodka.
Sonrió, al menos la Ryddleturn había estado consciente. Zack se había llevado un Desmaius un parte de una enmascarada y, literalmente, había sido violado por la demonio en compañía de otras cuatro mujeres. Lo interesante es que había entrado de incógnito a su propio castillo con la intención de hacer suyo al Haughton, ahora Ivashkov, sin saber que era su sangre. Se encogió de hombros y dejó de mirar el rostro de su madre, plasmada en un lienzo de por vida, para ver lo que hacía Elaena a sus espaldas.
El pergamino entre sus manos parecía a punto de desintegrarse de un momento a otro, no lo había visto hasta que se había girado y estuvo divagando en las posibles cosas que podrían estar dentro. Lo más probable era que se tratara de una página extra del diario de Nadeshka. Y como no hablaba en voz alta, digno de su apática personalidad, la mujer decidió tomar asiento nuevamente. Pero tan solo había llegado a tocar el mueble cuando se dirigió a ella nuevamente, acusándola como si fuera una criminal, haciendo que se irguiera velozmente. Enrojeció, la sangre empezaba a hervirle en las venas literalmente, peligroso en compañía de dos inmortales que vivían de la sustancia.
¿Y qué quieres que haga, Elaena? ¿Lloro y me flagelo? —frunció el entrecejo con lentitud, formando una línea perfecta de mal humor—. En 1543 no había nacido todavía, cariño, lamento recordarte que la única vieja en esta sala eres tú. Por cierto, te recomiendo que me bajes la voz a menos que quieras que haga algo de verdad, no tengo ganas de manchar el suelo con tu sangre.
Era más joven que ella, definitivamente, pero tenía el carácter y los suficientes años encima como para sentirse completamente ofendida por el hecho de que le gritara. ¿Qué culpa iba a tener ella de que Nadeshka no hubiera enviado la maldita carta? Recién había nacido en 1811 como para preocuparse en lo que su madre estuvo haciendo trescientos años atrás. El por qué nunca había enviado la carta sería una incógnita permanente debido a la desaparición inexplicable de sus progenitores, ni ella ni nadie podría descifrar motivos a aquellas alturas.
En vez de culpar a mi madre, ¿por qué no te preguntas por qué tu padre no envió la carta en primer lugar? ¿Es que acaso no podía hacerlo él mismo? ¿O es que el correo era muy complicado en ese entonces que necesitaba la ayuda de su hermana? —bufó con indignación—. Tan grande y con la mentalidad de un infante.

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~Flashback.

Transilvania - Rumania.


Como era de esperarse, cada segundo que pasaban en ese viejo castillo les afectaba. Mientras siguieran buscando información todo dato encontrado causaría una discusión entre los tres, al menos eso pensaba el vampiro al notar la manera en que sus dos acompañantes se hablaban. Él no iba a detenerlas de ninguna forma, al contrario, sería interesante ver como se tiraban de los pelos, si caían al nivel muggle, o cómo se batían a duelo como toda bruja capacitada debería hacerlo en momentos así.


– Están muy equivocadas si pretenden que yo las voy detener. Por mi se pueden matar, me harían un favor, sería el último de los Ivashkov –. Comentó arrogante y mirando al techo ya visualizándose como único heredero de todo lo construido por sus antiguos familiares. La reputación que pudieran haber tenido en Transilvania sin duda pasaría a él. Lo lamentable del caso es que las dos mujeres solo parecían querer herirse con palabras, algo aburrido para el Nigromante. – Les voy a agradecer que dejen la estupidez y se comporten. Dan pena –. En ese momento su mirada estaba sobre Elaena hasta que escuchó una risita por parte de Leah. – ¡Las dos! –. Finalizó enfocando sus ojos en la última y bufando.


– Se ve que nunca seremos el tipo de familia cursi. Y eso es bueno… Hasta cierto punto –. Esta vez su comentario iba en respuesta a lo dicho por Elaena varios minutos atrás. Ahí, menos que nunca se pondrían con tonterías a decir lo felices que estaban de descubrir su parentesco, al contrario, parecían tomarlo de la manera más ligera posible a pesar de que por dentro todos estuvieran sorprendidos y extrañados de que sus predicciones fueran acertadas. Desde un principio los tres alcanzaron a imaginar la posibilidad de tener la misma sangre, y de hecho así fue.


Zack caminó por la estancia alejándose unos metros de las brujas pero sin perderlas de vista. Cada rincón estaba tan sucio como cualquier cueva del mundo, incluso el polvo podría verse a simple vista hasta en las paredes. Tendrían que buscar alguien que limpiara eso, contratar un servicio de elfos que pudieran mantener todo pulcro. Solo en ese momento pensó en la posibilidad de vivir ahí.


– No sería mala idea mudarnos, ¿qué opinan? – Cuestionó en voz alta para que las dos féminas que todavía discutían alcanzaran a escucharlo, él había doblado en la esquina de un largo y amplio pasillo.


******************************


~ Actualidad.


Distraído con las florituras realizadas por la trabajadora ministerial y su evaluación de los terrenos del castillo, el vampiro tuvo que agitar la cabeza levemente para volver en sí al momento de que su acompañante le hablara. Estaba confiado que había hecho un buen trabajo, esperaba no tener que visitar el ministerio para poner una queja, eran pocas las veces que ellos hacían un mal servicio.


– Me alegra mucho que todo esté en orden –. Comentó asintiendo frente a la mujer. – No dudo que de esta forma se mantendrán al límite los miembros de ambos grupos criminales. Es una molestia para los patriarcas de cada familia saber que los enmascarados y Fenixianos irrumpen en los hogares cada vez que les place –. Zack sabía que aquello no limitaba del todo a los miembros de la Orden del Fénix, aún seguían expuestos a ellos. La única ventaja sería que tendrían que aparecer en Ottery, frente a la cabaña limitada por una amplia verja que al atravesarla los transportaría a los verdaderos terrenos del Castillo Ivashkov.


– Estoy completamente de acuerdo, eso fue lo que solicité –. Respondió confiado en que había sido una decisión acertada contratar el servicio antiaparición. Juntos se encaminaron a al interior del castillo en busca del portafolio de Lyra. Zack no podía dejar que se fuera sin antes brindarle una bebida, al menos. A pesar de que fuera pagado por esa visita, no quedaba fuera de lugar el ofrecimiento de un trago antes de partir. – ¿Le provoca algo de tomar? – Cuestionó justo al momento que atravesaron el marco de la puerta.

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Lyra Katara Selwyn
Empleada del Departamento de Transportes y Deportes.


Ese tema de la seguridad era muy interesante, era una lástima no ser periodista para cubrirlo, aunque ya había quien hacia esas notas. ¿Cómo era posible que no hicieran rondas? Era mejor no ganarse enemigos, afortunadamente las cosas estaban tranquilas últimamente en la Selwyn y la Ryddleturn, con mis hijos era suficiente el desastre.

-Debería pedir vigilancia, aunque no estoy segura de que presten ese servicio, pero al menos una ronda deberían hacer.- Comenté.

Le saque una copia al pergamino que tenía en la mano y se la entregue, indicando que se había activado el hechizo antiaparición y firmado por mi para que la tuviera como respaldo. El original lo guarde en el portafolio, dejando como siempre mi varita en la mano derecha. Tal vez era costumbre, mania, paranoia, podía llamarséle de muchas formas y tal vez todas fueran correctas.

-Le agradezco mucho sus atenciones, señor Ivashkov, pero mi jefa seguro está preguntándose donde estoy.- Contesté.- Auqnue si tiene un negocio, le prometo pasarme

Espere que me diera las indicaciones si tenía negocios, intentaba conocer otros lugares cada día, a veces era bueno conocer a la competencia y ver de esa forma como mejorar los propios, además que era una buena forma de salir de la rutina.

-Tengo que irme, si me disculpa, si necesita que activemos el hechizo en algún otro sitio, estaré encantada de atenderlo.- Contesté.

Me despedí y sali del castillo, era una pena no poder hacer trampa y desaparecer, pero me hubiera perdido nuevamente la vista del laberinto. Era una fortuna no haber guardado mi varita, ya que me la pasaba orientándome con ella. Sali del mismo y me dirigi a la zona en que podían desapaprecer los visitantes, regresando al sitio donde podíamos aparecernos para ir al trabajo en el Ministerio.

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  • 3 semanas más tarde...

~Leah Atkins Ivashkov
Flash Back
Siseó hacia Zack, apretando los dientes en el proceso y terminó por enderezarse. No tenía ganas de pelear, realmente, pero su prima tenía la facultad de sacarla de quicio con una facilidad digna de estudios científicos. Le lanzó una última mirada altiva y se alejó del par de vampiros, buscando un poco de tranquilidad en el alfeizar de la ventana. Debido a la cantidad de polvo, que bien podría haber sido una alfombra cubriendo la madera, decidió que no iba a recostarse allí y mucho menos sentarse, aunque sacrificó uno de sus dedos para limpiar un círculo en el cristal.
¿Mudarnos aquí?
Movió una oreja levemente hacia la voz de su primo y frunció el ceño mientras lo meditaba. Su madre, Nadeshka, había habitado allí durante sus años de vida y ahora ella estaba ahí como para sentirlo algo real. Se encontró a sí misma mirando los jardines con añoranza, pensando en que tal vez su vida habría sido diferente si tan solo Derek la hubiera dejado con ella. ¿Qué tan parecida era ahora de su progenitora? Su padre había intentado protegerla de las costumbres Ivashkov, lanzándola a una familia muggle durante la guerra y luego, después de haber pasado siglos de estudios de magia negra y demás, había llegado a ser una mortífaga.
Desde su punto de vista, los intentos de Derek por hacerla diferente habían sido en vano. Para empezar, ella y sus compañeros de bando se caracterizaban por buscar siempre la gloria, en batallas, en torno a la familia, en todo. Ahora mismo podría estar conviviendo con ella o podría estar afrontando su muerte sin el peso de no saber qué era lo que había sucedido, podría incluso estar teniendo otro tipo de conversación con sus primos. La maldición de los Ivashkov había afectado más a la tercera generación que a sus padres, ella se sentía extrañamente dolida. Suspiró y dejó caer la mano del cristal, limpiando la suciedad de sus dedos.
No me parece mala idea. La mayor parte de las cosas se pueden arreglar y limpiar con magia, no es una tarea excesivamente difícil. Me preocupa más el jardín, no sé nada de botánica y los terrenos superan por mucho un campo normal —giró el cuello para ver a Elaena, aún con recelo, antes de buscar a Zack con la mirada—. Podríamos traer elfos incluso. Además, si pretendemos quedarnos, podríamos encantar la verja para que nos lleve a Ottery y viceversa cada vez que sea necesario.
Bufó cuando sintió el polvo adentrarse en su nariz y se acercó a la puerta, lanzando una mirada al pasillo de las habitaciones como si estuviera buscando algo.
¿Creen que tengamos problemas con los pueblerinos? Quiero decir, temen de los Ivashkov y hay suficientes leyendas sobre lo que eran como para que el decreto del secreto mágico se vea amenazado. No es como si quisiera problemas con el Ministerio de Magia rumano, ni hablar del inglés —no vio nada particularmente interesante y regresó al punto de reunión, manteniéndose curiosamente alejada de su prima—. Tenemos que contar con el hecho de que ustedes dos son vampiros y yo, si bien no lo soy, parezco una. Tendremos que encargarnos de ese tema.

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~Flashback.
Transilvania - Rumania.
A pesar de que todo estuviera perfectamente descuidado al mejor estilo de una familia súper antigua, el vampiro se sentía cómodo estando ahí. De alguna u otra manera debía existir un tipo de conexión con ellos y el lugar donde vivieron sus padres. Pensar en eso además de triste e incómodo resultaba inspirador, juntos podrían sacar una nueva generación de la familia y retomar la popularidad que tuvieron sólo que esta vez les tocaría extenderla hasta Ottery, tarea fácil.
– No me parece nada del otro mundo. De hecho, tampoco está tan mal… –. Al terminar su frase pudo sentir la penetrante mirada de ambas mujeres y desplazó sus ojos a la capa de suciedad recientemente limpiada por Leah. – Está bien, necesitaremos una mano. Pero eso es lo de menos. No hay nada que no pueda solucionarse con magia. Y por el jardín… ya buscaremos a alguien experto en el tema, ciertamente hay que devolverle el encanto a todo esto –. Agregó mirando a través de la ventana, justo por la parte limpia.
A continuación Leah tocó un tema muy importante, que sería la forma de llegar al Castillo. La esencia del hogar se manía ahí, en Rumania, por lo que no podían simplemente arrastrar toda la edificación a Ottery ni mucho menos construir un ejemplar. Mostrar un jardín encantador limitado por una amplia verja sería lo más oportuno en ese caso. Al atravesarla simplemente llegarían a Rumania, a los mismos terrenos donde ellos se encontraban en ese momento.
– Tú podrías encargarte de eso. Un encantamiento simple a la verja puede cumplir lo que queremos. Además, es hasta mejor vivir aquí, a excepción de ese otro tema que tocas –. Técnicamente los Ivashkov tenían cierta mala fama sobre sus miembros, la clase de personas que eran y a lo que se dedicaban. Así que tendrían que lidiar con eso si decidían levantar la familia. – A medida que vayan viniendo los problemas los iremos resolviendo. Ya llegamos muy lejos como para arrepentirnos. Solo debemos ser muy cuidadosos con ambos Ministerios.
Si bien era un asunto delicado, el vampiro decidió no lidiar con ese estrés mental por el momento. Más adelante podrían buscar una forma de desmentir ciertas cosas descubiertas por la comunidad sobre esa familia. Seguramente a medida que pasara el tiempo incluso ellos irían conociendo más sobre su sangre.
– Estás muy callada. ¿No te gusta la idea? –. Cuestionó el Nigromante a Elaena que solo escuchaba con atención sin opinar nada al respecto.
******************
La empleada del Departamento de Transportes rechazó el ofrecimiento de Zack en cuanto le invitó un trago. Seguramente tendría otros lugares por visitar y seguir haciendo su trabajo el resto del día, por lo que el hombre no se molestó en retenerla o insistir, él también se tomaría un descanso mientras sus primas se dignaban a aparecer. Hacía varios días que no se cruzaba con Leah o Elaena, y ambas tenían que asumir el matriarcado de la familia, no le dejarían toda la responsabilidad a él, aunque por ahora sólo fuesen ellos tres.
Comenzó a caminar por todo el Hall hasta perderse en uno de los alargados pasillos donde el silencio extremo resultaba incómodo, incluso para él. No llevaba muchos días en el Castillo pero ya lo conocía de una esquina a otra, lo suficiente como para andar a ojos cerrados si gustara. Aun así, de vez en cuando daba recorridos por la estancia tratando de imaginarse que alguna vez hace mucho tiempo sus padres y tíos estuvieron ahí, probablemente sin saber que la tercera generación tendría la dura tarea de poner el apellido en boca de todos una vez más.
– Nadie cuidará de este lugar mejor que nosotros –. Murmuró perdiendo su mirada en una de las ventanas que daba a los jardines traseros. Ahora que tenía su propio Castillo entendía la preocupación de otros Patriarcas sobre proteger el terreno. Probablemente la visita de los Fenixianos sería inevitable en cuanto supieran que precisamente ellos tres eran quienes vivían ahí. No es que tuvieran pruebas sobre su pertenencia al bando tenebroso, pero sin duda ya muchas personas lo sospechaban.
– Si vienen los recibiremos con los brazos abiertos… Y varita en mano, por supuesto –. Bromeó para sí mismo mientras se dirigía a la cocina en busca de un vaso de sangre.

 

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Transilvania//Rumania

-¿Transilvania?, ¿Rumania?...-espetó con la duda en la punta de la lengua-¿Qué demonios se le ha cruzado por la cabeza?...-sus orbes lapislázulis estaban a poco de saltar de sus cuencas-Esta demente, yo no pienso irle a buscar a ese sitio…-dejándose caer sobre el mullido sillón, recordó ese par de gemas azul grisáceo-Es la clase de chico que sabe cómo convencer al resto, pero no a mi…-cruzándose de brazos se negaba a responder a la petición del Ivashkov, al grado de desear verlo sometido bajo el filo se su katana-Puede que tenga un castillo de 5 estrellas, pero la sexta que le falta es la que me hace negarme a su petición…-haciendo un mohín con sus labios mantuvo su negativa. Era demasiado testaruda, no le importaba si el mismísimo Zack había firmado la nota con su puño y letra.

 

Echando su dorado cabello sobre su hombro izquierdo, reculó sobre la posibilidad de obtener la visita de los Fenixianos dentro del imponente castillo. Tal vez no era mala idea ir a buscarle la cara al Haughton, ya que después de todo seguía arrecha con el mismo, deseando matarlo y hacerlo pedazos-Pues que sea lo que tenga que ser…-entornando sus ojos hacia la capa de viaje que reposaba en su cama se alistó para abandonar la mansión Malfoy-Vayamos a Transilvania, pues…-enfundando su katana en su espalda, no paso por alto cubrir su marmórea faz con una máscara azul metálico-No les daré el gusto de reconocerme…-asintió categóricamente percibiendo un ardor que ascendía por su antebrazo izquierdo-Quema de una forma tan placentera…-tras rozar con la punta de su varita el tatuaje que adornaba su nívea piel-Es hora de partir…-cubriendo su dorada cabellera con la capucha de su capa de viaje, sintió un escalofrió ascenderle por la espina dorsal.

 

Lanzándose al vacio tras subirse al alfeizar de la ventana de su habitación, extendió sus brazos dejando que la brisa recorriera todo su cuerpo libremente. Sentía su piel erizarse de forma inmediata, reaccionando con un ligero quejido que le hizo abrir los ojos de golpe-Esto es libertad…-justo antes de tocar el suelo desapareció rumbo a donde estaba la cabaña que le indicaba el camino a seguir-Aquí vamos…-terciando un media sonrisa se quedaba con ese gesto para ella, ya que cualquier ademán o mueca que expresara su rostro se verían protegido por el cuerpo de metal que protegía su faz. Tocando la verja de metal se vio arrastrada por un remolino grisáceo que le transportó hacia Transilvania, Rumania. Dejando detrás Londres, olvidándose por completo que habitaba dentro de ese elitista pueblo de magos. Llegando a un sitio que era paradisiaco en toda la extensión de la palabra, viéndose recibida por una montaña que se encontraba rodeaba por inmensos arboles, quedando frente a la verja espero que algún elfo le anunciará ante los patriarcas.

Cuando eres tan grandiosa como yo, es difícil ser humilde

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Básicamente ya eres la mitad de una maldición

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~Leah Atkins



-Me tienen en el abandono, ni siquiera mi primo ha tenido la amabilidad de aparecer -bufó con indignación, bajando la mirada del sol apagado del medio día en Rumania para mirar su antebrazo.


La rubia se encontró a sí misma acariciando la silueta de aquella marca permanente que la señalaba como una mortífaga. Hacía pocos minutos, quizás solo un par, la figura de la Atkins había roto la tranquilidad que llenaba el lugar. Desapareció de su habitación en el castillo, llegando directamente a una banca del amplio jardín Ivashkov. En el punto más central, cerca de una de las fuentes más grandes, ahora estaba tratando de tener un momento de paz cuando la acción la llamaba con cada segundo.


-Bah, tonterías.


Dejó caer sus manos, posándolas en la superficie de sus muslos y frunció el ceño mientras miraba al frente. Parecía imposible que hubiera un día caluroso en Transilvania, aparentemente estaban demasiado arriba como para sentir un poco de calidez. Sin embargo, eso no era lo que le molestaba. El sitio era hermoso, con sus colores bien mezclados, los jardines cuidados y la estructura impresionante a sus espaldas. Lo que le molestaba, en realidad, era el aburrimiento.

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Había una situación que tenía días atormentando al vampiro. Cada vez que su mente se concentraba en una cosa volvía a distraerse pensando en aquello que tanto lo incomodaba. Tenía que solventar ese problema cuanto antes para poder vivir tranquilo. Una y otra vez volvía el recuerdo de cuando descubrió que Mía pertenecía a la Orden del Fénix. Para él fue sorpresivo saber tal cosa, no se lo esperaba luego de haber compartido tanto en las filas tenebrosas con la misma fémina. Aunque ya fueran pasado semanas seguía impactado.


Dejó el vaso sobre una isla de mármol en la cocina y limpió una gota de sangre en la comisura de sus labios ya enrojecidos por el líquido que acababa de tomar. Fijó sus orbes en la ventana atravesando el cristal con su mirada hasta fijarla en un punto inexistente del jardín. Le preocupaba que Mía pudiera haber revelado su secreto, a pesar de que gran parte de él confiaba en que ella no sería ese tipo de persona, mucho menos si él también conocía a qué organización prestaba sus servicios.


– ¡Blash! –. Una lechuza blanca arribó a la cocina luciendo sus majestuosas alas hasta posarse cerca de su dueño. Eso, al mismo tiempo que un vuelapluma comenzaba a escribir en un panfleto todo lo que Zack murmuraba. – Tenemos algo pendiente. Te espero en el castillo Ivashkov. Y Asegúrate de venir sola –. Seguido a eso Zack colocó su firma en el papel y lo amarró a las patas de la criatura que más adelante salió volando soltando un chillido. En cuestión de minutos Mía Black Lestrange recibiría el mensaje que su antiguo compañero de bando y actual socio le enviaba.


La confianza entre ellos dos se podría decir que iba más allá de la pertenencia a un bando. No tenían dos ni tres días conociéndose y probablemente por ello la mujer decidió revelar su secreto mientras sorteaban los obstáculos en un bosque puestos por su profesor de encantamientos. El que por cierto, nunca se hizo cargo de ellos. Con el pasar de los días Zack quiso obviar el tema y borrar las escenas de su mente, pero necesitaba escuchar de la voz de Mía que todo estaría bien y que ambos tendrían que callar eso por el resto de sus vidas. Cuando se servía a uno de los dos bandos podían pasar los años y todavía seguirían en ellos.


– Amo, hay una señorita rubia esperando en la verja. ¿Quiere que la haga entrar? –. La vocecita del pequeño elfo sobresaltó al vampiro que parecía perdido en sus pensamientos.


– Ve por ella. Creo saber de quién se trata –. Respondió mientras asentía dando una clara orden a la criatura. Hacía unos días había invitado a Juv para que conociera el castillo, planeaba presentarle su nuevo hogar a los amigos y colegas más cercanos. Tampoco era una lista tan extensa, pero sí esperaba que varios conocieran el lugar donde antiguamente vivieron sus familiares.
Editado por Zack Black Haughton

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~Leah



-Malditos fenixianos -escupió con total desprecio, apareciendo en los jardines de la familia.


En Transilvania, las cosas eran un poco diferentes a lo que eran en Londres. Para empezar, el frío no era nada en Ottery en comparación al que hacía en esa época por el castillo Ivashkov. Para estar desnuda en medio de los arbustos, sinceramente parecía demasiado cómoda. Pero era más que todo por su naturaleza demoníaca, cualquiera sentiría el clima como el primer problema de aquél lugar. Bueno, después de la lejanía. Ella en parte estaba bastante incómoda con su propio descuido, ¿por qué no había aparecido directamente en su habitación?


Sin embargo, estaba demasiado enojada como para preocuparse en algo más que no fueran sus maldiciones y sus pequeños insultos a su primo, por el hecho de que ni siquiera se hubiera presentado. Entraría, iría a la habitación de Zack y le iba a arrojar la máscara a la nariz. Aún la portaba, con orgullo, mientras andaba en dirección a la vivienda rumana y su varita aún estaba entre sus dedos como si pretendiera usarla contra el vampiro. Muy lejos de la realidad no estaba. La noche era joven y tenía bastante tiempo para encontrarlo, tratar de matarlo y quizás lograr su cometido con una copa de vino esperándola después. A su alrededor no había nada más cerca que cinco metros, por suerte, pero quedaba a la vista de cualquiera desde el castillo o desde la entrada.

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- LAAAA, LARA LA LARAAAALAAA, NO SÉ QUE SHADES OF COOL


Después de una ronda de póker en casa de unos colegas, el pequeño Hank había salido a dar un paseo en la cúspide de la madrugada por las húmedas calles de Ottery. Tenía los pies descalzos y blancos, lo que lo hacia sentir dichoso con el resto de sus recompensas por haber ganado casi todas las partidas; unos guantes de piel de oso, una linda bufanda y un gorro para el invierno bien ajustado. Lo único que habia perdido habían sido sus zapatos, e intuía que no le harían mucha falta.


Pero, de repente, y aunque su intención habría sido dirigirse a la Evans, un brillo le pegó de frente en el ojo izquierdo. El niño se volteó enseguida, sacando la varita e iluminándola en la punta. Otro destello le alcanzó. Hank se interesó tanto que apagó su arma y se acercó a urtadillas al curioso artefacto que, a lo lejos, lucía de maravilla.


- Que extraño.. - susurró, y escuchó su eco tres veces.


La belleza de una verja que parecía recién pulida hacía un contraste realmente irónico ante la vejez que portaba su al rededor. En el primer instinto, quiso comprobar su naturaleza. Y así fue como logró transportarse hasta Rumania, no sin antes echar agua y jugo de moras por la boca en el primer matorral que encontró.


- ¿Pero qué myerrrr? - exclamó, sintiendo un frío que le entró hasta los huesos. De repente, se sintió como en casa. << Esto no puede ser Noruega.. >> Alzó la vista y se dirigó por instinto hacia lo que parecía un castillo. >> Ya, es el Castillo Ivashkov<< pensó, ubicándose. Era uno de los lugares que había pasado de largo en la infancia, dentro de sus muchas excursiones por los países con historia mágica que tanto fascinaban a su padre. No tuvo que recorrer demasiado para visualizar una figura femenina a unos nueve o diez metros de él. Estaba de espaldas.


- ¡Hey, tú! ¿Qué magia me ha traído aquí? ¡Expecto Patronum!


Exclamó, y una hermosa esfinge con su dirección exacta (averiguada desde el aire por el propio hechizo) se dispersó en la inmensidad hasta cada miembro con vida de La Orden del Fénix.

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