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¡Yo, soy tu padre!


Vladimir Karkarov
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Me encaminé tranquilamente sintiendo el suave prado verde bajo mis pies, era una colina a unos 2500 metros sobre el nivel del mar, por lo que hacía bastante frío, pero aún así el sol calentaba la llanura que se bañaba son sus inmortales rayos de energía. La llanura consistía en un valle de al menos una hectárea cuadrada, por lo que no se veían arboles cerca de donde estaríamos. Me sentía tranquilo ademas porque no había rocas más grandes que un balón pequeño de unos doce centímetros de diámetro.

 

Caminé desnudo solo tapado por una luz en mis partes nobles, fuera de eso, no llevaba nada encima mío que mi propio cuero. Llevaba en mi mano derecha mi varita y la hora era aproximadamente la una de la tarde, ya que no llevaba conmigo reloj alguno.

 

Me posicioné en una improvisada linea recta y esperé a que mi padre, el cual hacía mucho tiempo no veía, llegara. Era importante para mi, ya que significaba muchas cosas y aunque no tuviéramos el mismo sentido por nuestra vida, lo apreciaba como el padre que es.

 

-Bien... veo que has llegado...- dije sonriendo y tratando de evitar un poco la pena que sentía por no estar vestido, aunque claro, de seguro el ya me había visto así. -¿Qué tal estás?- le pregunté cortesmente.

 

Me alejé a unos siete metros de él y le hice una gran reverencia. Coloqué mi espalda recta y le apunté con mi varita. Sin dudarlo, no dejé que se adelantara a mis movimientos.

 

-Sectusempra- un rayo de color verde azulado salió de mi varita sin demora, de impactarle en el pecho le provocaría una serie de cortadoras profundas que desgarran su piel, la sangre saldría a borbollones y caería muerto desangrado y con un dolor increíble.

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Sabía que Cye me mataría, de eso no había duda, el aceptar un duelo en algún páramo alejado de toda civilización no era lo que ella le llamaría 'una convivencia entre padre e hijo', lo único que rescataba es que no caerían los regaños sobre mi nada más, mi querido Vladimir tendría parte del castigo.

 

Tomé mi varita que descansaba en el tocador de nuestra habitación en el castillo Lockhart y verifiqué que mi mujer estuviese distraída, gracias a Merlín Bodrik andaba cerca y se tomaron un te en los jardines traseros. MI momento para escabullirme. Me miré al enrome espejo que teníamos, acomodando mi enrome túnica bombacha tornasol, que iba del plateado hasta un tono azul opaco; traía de calzado mis botas gruesas que apenas y se notaban cuando caminaba. Estaba listo.

 

Aparecí en un segundo en aquel lugar y vi, a lo lejos, una figura desnuda que se acercaba a mi. Incliné mi cabeza hacia un lado mientras me cruzaba de brazos, ¿era en serio que había acudido a un sitio como ese sin ropa? Bueno, era su manera de 'asegurarse' cierto tipo de estrategia... lo bueno es que tenía la suficiente experiencia como para que no resultara un problema para mi.

 

Una reverencia corta y, en seguida, un rayo viajó hacia mi.

 

- ¡Protego! - Conjuré rápidamente para crear un escudo mágico que absorbiera el ataque de mi hijo, uno que me marcaba el tono del enfrentamiento que tendríamos ese día.

 

Tenía que ser muy cuidadoso con mis movimientos, lo que menos quería era darle la oportunidad de que tomara ventaja en ese sitio aunque su nivel mágico y el mío eran similares, se podía sentir, no había mucho riesgo para ambos al momento de intercambiar conjuros demasiado dañinos.

 

- ¡Silencius! - Mandé en seguida para que quedara mudo mi contrincante y limitarlo al momento de seguir con sus acciones.

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Nada mejor que un duelo como parte de una experiencia padre-hijo, sin importar el resultado. Al fin tendría esas clases de duelo que él me había prometido pero que nunca, ya sea por su trabajo, realizó. Me encorvé un poco el efecto de lanzar hechizos, hace ya bastante tiempo que no lo hacía y estaba desacostumbrado, además de que mi postura era importante para la puntería.

 

Luego de lanzar mi rayo, vi como mi padre se defendía totalmente de este, algo bastante predecible, pero que me llenó un poco de insatisfacción. Predije su siguiente movimiento, por lo que adelantándome a él, dije rápidamente:

 

-Morphos- y la túnica de mi padre se convirtió en una taipán de Australia (oxyuranus) lo bastante grande y adulta para inyectar un mortífero veneno. Inyectó su veneno ocasionando atrofio en su cuello, parálisis cardiovascular y un fuerte dolor. De no curarse, moriría inevitablemente a causa del veneno que desgarraba su tejido muscular.

 

Traté de lanzar un segundo hechizo, pero mi voz se había ido, tan concentrado estaba de adelantar a su movimiento que específicamente no presté atención totalmente a su hechizo. Solo noté una pequeña <<Si...>> , ahora sabía exactamente de que se trataba. Sin embargo, esto no fue problema para mi, seguía con mi varita alzada y apuntando a mi padre.

 

<<Seccionatus>> de mi varita salieron invocadas doce medias lunas, con su medida normal de doce centímetros y afiladas para desgarrar fácilmente la carne del pecho de mi padre, de impactar, claro está. Poco a poco veía como el brillo de sus ojos se intensificaba, nunca lo había visto molesto, pero sabía perfectamente que esa serpiente lo iba a poner de muy mal modo.

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Mi querido hijo realizó un morphos de manera adecuada, intercalado entre mis dos movimientos anteriores, por lo que la serpiente logró morderme en un movimiento al mismo tiempo que silenciaba a mi contrincante. Debía de pensar en una rápida defensa si no quería verme en apuros, tendría que concentrarme ahora en recuperar las fuerzas perdidas.

 

Después de mi anterior efecto, rápidamente pise la cabeza de la serpiente para que se transformara de nuevo en mi túnica al morirse el animal y yo aprovecharía para transformar una de las rocas pequeñas en un antídoto.

 

- ¡Morphos! - Rápidamente un bezoar apareció en mi mano en vez de la roca que había tomado del suelo, una de unos tres centímetros de largo así que, en seguida, me la comí para curarme del veneno.

 

Lo que no tenía planeado es que mi hijo me atacaría con todo lo que tenía, me había lanzado un seccionatus y cinco medias lunas llegaron a clavarse en mi pecho; rápidamente me las quité tirándolas en el césped, heridas mínimas que necesitaban de soluciones rápidas, nada que no estuviera dentro de mi rango de acción.

 

Pensé en un episkey para cerrar las heridas y mostré una ligera sonrisa hacia mi rival, las cosas se pondrían muy interesantes a partir de éste punto, veríamos si mantendría una misma estrategia o si se vería obligado a cambiarla.

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Agudicé mi vista al ver que mi querido padre tenía buenos reflejos, algo totalmente grato al darse cuenta de su edad. Unos cuatrocientos años mas o menos. Las cinco lunas que se habían clavado ahora estaban en el césped con su sangre. Me provocó querer ir un poco más despacio, para disfrutar de una buena estrategia y un rol más amigable.

 

-Silencius- el efecto saldría excelentemente unos micro segundos antes de su curación, pero este efecto solo afectaría a su siguiente acción. No podría hablar después de que mi efecto hiciera estragos en su garganta. Volví de nuevo la vista a su mano donde llevaba la varita.

 

-Expelliarmus- una luz verde salió en forma de rayo desde mi varita hasta la mano o cualquier parte del cuerpo de mi padre, esto realmente no importaba mucho, ya que el efecto seguiría siendo el mismo; el desarme de su varita a cinco metros a su derecha, dejándolo expuesto por un pequeño periodo de tiempo.

 

Volví a agudizar mi vista en la silueta de mi padre, una acción inesperada es mejor recibirla con algo de anticipación que no totalmente inesperada. Suspiré agitado, la adrenalina era tan alta y no me había dado cuenta, una desconexción de mi cerebro me protegía de pensar cosas sin importancia.

 

@Ishaya

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Antes de realizar mi curación, mi hijo me había silenciado por lo que agradecí que había optado por haber realizado un hechizo no verbal ya que el efecto que me llegó a afectar, como bien el lo especifico, era para esa acción. Ahora debía concentrarme en el rayo que salía de la punta de su varita, si no lo hacia podría quedar a expensas de terminar nuestro encuentro siendo derrotado y, bueno, mi orgullo le ganaba más al sentimiento paternal de dejar el encuentro así.

 

- ¡Protego! - UN escudo apareció frente a mi, un escudo que absorbió sin problemas aquel potente hechizo que estaba a punto de impactar en mi cuerpo dándome la oportunidad de continuar con nuestra batalla.

 

Debía de ser astuto, las cosas se estaban volviendo monótonas y eso que apenas estábamos empezando con nuestro pequeño encuentro, debía de tomar la ventaja de algún modo y no lo podría hacer si seguía esperando a que el se aventajara en mis movimientos. Pensé en un par de técnicas que podría utilizar aunque descarté de inmediato dos, movimientos que sólo usaban aquellos que deseaban ganar por ganar y no era ese mi objetivo.

 

Pensé rápidamente en un zancadilla para tumbar al suelo a mi querido Vladimir y, con ello, desviar cualquier rayo o invocación que estuviera planeando mandarme después de mi protego, de esa forma lo obligaría a realizar sólo un tipo de conjuros. Al estar en el suelo, por el lazo mágico, lo tenía en un punto débil, con una ligera desventaja que debía de aprovechar en mis siguientes movimientos antes de que pudiera deshacerse de mi efecto.

 

Las cosas resultarían interesantes a partir de ese momento, eso era un hecho, ya que no me gustaba dar por ganado un encuentro sin antes demostrar un poco de habilidad con mi varita y, bueno, aquel día no sería la excepción. Los siguientes conjuros que lanzara serían decisivos para dar a uno o a otro una ventaja bastante amplia en el duelo.

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