Transformaciones III

[Sagitas E. Potter Blue]

¿El profesor? Ni caso, a saber donde se había escondido, porque en su lugar había un lindo gatito que miraba de un lado a otro. No sé si los gatos pueden mostrar extrañeza, pero seguro que lo estaba al ver a un cerdito volando, a un chico con un cazamariposas, a una mujer agarrada de las patas de un chico-dragón, a un mujer que se enfadaba porque su capa se había ensuciado, a un chico desmayado que despertaba y a muchos, muuuchos humanos que aparecían de golpe en el aire donde antes habían estado los animalitos.

 

-- ¡Leñes y re-leñes! ¿Quieres quedar detenido de una vez para que te podamos esposar y llevarte al Ministerio de Magia Franchute y que te juzguen por fechorías contra los muggleosos y los mágicos? Eres muy joven, pero no es excusa para romper el Secreto de la Magia delante de muggles.

 

El profesor que no aparecía, yo que intentaba mantener el equilibrio y mi hermana que me dejaba sorda con tanto chillido. ¡Ni que la fueran a llevar al matadero! (hum... costillitas de cerdo asaditas a la barbacoa, hum... No, no, que no soy caníbal).

 

-- ¡Eh, tú! ¿Qué haces?

 

La pregunta bien podía pasar como una inquisitiva al chico alado que me sacudía de un lado para otro, pero en realidad era a la cochina de mi hermana, que me había lanzado a mi hijo como si fuera un dardo envenenado, porque venía hacia nosotros con el cazamariposas extendido como un cohete supersónico de los muggles.

 

-- ¡Que nos da! Vuela, vuela, vuela...

 

Vale, que nadie piense que ayudaba a escapar al chiquillo maleducado que había hecho estragos en el Disney parisino; pero es que en aquel momento sólo se me ocurrió salvarme del proyectil humano que era mi hijo intentando que volara. Pero no lo hizo, así que quedamos engarzados entre la red del cazamariposas, las garras en sus tobillos y el impacto de Matt contra nuestros cuerpos. Y así, los tres, caímos al suelo. Si al menos cayera contra el suelo aquel esponjoso que... No, las transformaciones simples no duran tanto tiempo, seguro que volvía a ser tierra dura.

 

Vi acercarse el suelo.

 

Vi acercarse las personas.

 

Vi acercarse a la Directora, que contemplaba sus ropajes como si les pasara algo raro.

 

-- ¡Apártese o me la cargo! Y no quiero que me acusen de directorcidio!!!

 

Para mí, que Vladimir aún deliraba acciones raras de su Desmaius porque soñaba despierto sobre mí. Sí, lo sé, soñar con la suegra es porque la quiere mucho, pero no, no me gustan los yernos, ¿por qué no me caía encima de él en vez de encima de Misty? Al menos hizo algo bueno; dormido o no, despierto o no, su Arestum salió a la perfección y frenamos los dos a unos centímetros del suelo ( y mejor aún, a unos centímetros de la directora, sin tocarla) ¿Dos? ¿Y dónde se había metido mi hijo? ¿Es que se había quedado por algún sitio perdido?

 

-- Leñe, que alguien desvanezca estas cuerdas que me estoy pegando aletazos con este crío de los demonios -- grité, en el suelo, enredada en el caza-mariposas. Y hubiera seguido protestando si no hubiera visto la colita de Amya. Estallé en ristas. -- ¡Tienes cola de cerdita para siempre, ya que el profesor ha desaparecido!

 

Tan pronto lo dije, tan pronto apareció de la nada.

 

-- ¡Profe, profe, no le quite la cola! Hágale una nariz a juego.

[Felicity]

- ¡Evanesco! - gritó Felicity, haciendo desaparecer las cuerdas de la red que mantenían atrapada a su tía Sagitas.

 

Escuchó como esta pedía al profesor que dejara al cerdo así para siempre y comprendió entonces que se trataba de una compañera de clase que había sido transformada (cruelmente...) en aquella forma.

 

- ¿Hay algo que no haya sido extraño en este pequeño paseo? - preguntó, poniendo los ojos en blanco - aunque es entretenido, por cierto... creo que vienen a por nosotros...

 

Señaló un grupo de hombres vestidos con trajes azul oscuro y negros y gorras en la cabeza. Sostenían algo entre sus manos, pistolas creía que se llamaban.

 

- ¿Nos apuntan con esas varitas? - arqueó una ceja - bueno profesor, evalúe mi trabajo, mire, mire que bonita cola le ha quedado a esta lagartija...

 

La mostró en alto, tomándola de la cola con solo dos dedos. Los hombres ataviados en oscuros uniformes, cada vez se encontraban más cerca y ella se iba poniendo nerviosa. Si tenía que usar la varita y lanzar maldiciones imperdonables, lo haría. Y la mirada de sus ojos, fría y decidida, así lo demostraba.

[Cillian Haughton]

¿Qué demonios?

 

Todo había pasado en un par de minutos, ese par de minutos en los que el se había quedado pasmado en forma de gato. Todas las personas en el parque estaban recobrando su forma original mientras un par más aparecía de la nada; policías muggles que se habían percatado de todo aquel desastre.

 

¿Cómo era que habían llegado hasta ahí? La niña que lo había engañado seguía ahí, completamente inmóvil, y el chico con alas de dragón había desaparecido por completo. Genial, genial, genial... El verdadero culpable de todo ya no estaba y después de él, Cillian era el único que había prometido responder por cualquier problema.

 

Suspiró.

 

¿Qué le dejará la cola? ¿Qué evaluara su trabajo? Bueno, eso último lo haría, pero sería mejor ir paso a paso. Los funcionarios del Ministerio francés comenzaron a acercarse al pequeño grupo de la clase, mientras los muggles afectados trataban de escapar de todo aquello. Un disparo resaltó entre el par de voces.

 

— Nosotros no somos los culpables —murmuró y apuntó con su varitas al grupo de policías que se acercaba rápidamente hacia ellos.

 

Las atracciones también estaban volviendo a su forma original, al parecer lo que sea que Vladimir hubiera hecho había funcionado a la perfección. El problema en general estaba resuelto, pero aún debían atrapar al culpable y arreglar el problema inmediato. Lo primero bien podía quedar ya en manos de los franceses así como el encargarse de los muggles implicados.

 

¿Podría ser que los policías estuvieran bajo el poder del chico dragón?

 

Un joven de no más de veinticinco se acercó al Ryddleturn y le murmuró algo al oído, era un funcionario del Ministerio Francés del departamento de Aurores, sabían algo sobre el chico dragón y sobre sus acompañantes. Al parecer no eran simples niños si no que eran mucho más mayores de lo que pudiéramos imaginar.

 

— Siempre han sido un problema para nosotros, creímos que esta vez lo teníamos en nuestras manos —terminó.

 

— Por lo menos ésta vez se han capturado a dos de sus amigos —le respondió Cillian, señalando a la pequeña y su amigo un par de metros más allá.

 

Los policías seguían acercándose sin más, como poseídos.

 

— Apunten a sus armas... —gritó, esperando que todos a su alrededor lo hicieran—. Un ligero movimiento en circular y un Xilos bastará para deshacernos de sus armas, las transformara en plumas —explicó y acto seguido hizo lo suyo.

 

El primer hechizo dio de lleno en el policía más cercano y su arma desapareció dejando en su lugar la pluma que el Ryddleturn esperaba. Pero los demás no esperaron más para atacar, al mismo tiempo que la pistola desaparecía los demás comenzaron a disparar.

[Amya An]

- Bruja del demonio!

Le acusó erróneamente a su peli-violeta hermana, apuntándole con la varita

(y ni pregunten cómo volvió hasta ella el palito mágico poque da pereza explicar tanto)

 

- Tuviste algo que ver con que ahora tenga antojo de plátano achocolatado con pop corn salado encima, ¿verdad?

 

Lo dudo, pues la adleriana siempre es de comer extraño (!)

 

Las hermanas siempre son de muestras cariñosas muy poco comunes (¡?) y aprovechando de que Sagitas se le distraía sin dejar de palabrear (y de luchar con ese crío alado, enredado con ella en la net), la Amya se las ingenió para expulsar (con un Hechizo) una buena porción de ese mejunje hacia su manis y dejarla achocolatadita.

 

Con suertes, le hacía tragar un poquito ... a ver si la transfiguraba en algo igualmente divertido, total,

las Transformaciones Mágicas podían ser de muchas modalidades (¿?)

 

No obstante, esa colita la perturbaba bastante. Parecía un gusanito con mente propia allá atrás. No se estaba quieta y la andaba distrayendo mucho ... seguro que pronto terminaría como can enloquecido en el afán inútil de perseguirse su propia cola (!)

[Cillian Haughton]

— Es hora de volver a casa —informó a los chicos.

 

El problema había quedado medianamente resuelto, no habían atrapado al Chico Dragón pero tenían a dos de sus compiches así que el Ministerio Francés bien podía agradecerles. El problema con la policía muggle se había resuelto gracias al esfuerzo conjunto y al final habían descubierto que sí, en realidad estaban bajo los efectos de los extraños chicos.

 

Cillian y su clase ya no tenían nada que hacer en aquel parque, las autoridades mágicas de aquel lugar se encargarían de ese momento en adelante; borrarían los recuerdos de los muggles sobre esa noche y arreglarían cualquier destrozo que existiera sobre el parque para que así, a la primera hora de la mañana, pareciera que no había pasado nada.

 

— Creo que todos han aprobado... O por lo menos eso parece, aunque no estoy seguro, pronto recibirán noticias —comentó poco antes de que todos comenzaran a irse—. Les agradezco lo poco o mucho que me han ayudado.

 

Bien, sí, era hora de partir. Se despidió de todos con un gesto de mano y le dedicó una pequeña sonrisa a Amya que aún seguía con esa cola de cerdita, pero no por mucho. Más valía desaparecerla, así que Cillian le apuntó con su varita y después de un susurró casi imperceptible, la cola desapareció.

 

— Ahora sí, es hora, nos vemos pronto —sus últimas palabras antes de partir.

 

Seguro que con algunos sería las últimas en mucho tiempo, pero no estaba del todo seguro con respecto a la Directora de la Universidad.

Editado 22 de Mayo del 2015 por Cillian