Jump to content

Agencia de Viajes El Fénix Aventurero (MM B: 78435)


Sagitas E. Potter Blue
 Compartir

Publicaciones recomendadas

En Egipto:

Había caminado muchas veces entre los muertos. Como Nigromante, había bajado muchas veces al lugar en que los muertos descansan o intentar hacerlo, al menos. No era muy diferente a lo que veía ahora, aunque se notaba mucho la diferencia de creencias. Era algo sobre filosofía de la Muerte, pero, realmente, ahora mismo no tenía ganas de ponerme a razonar sobre las diferencias entre los muertos de civilizaciones tan diferentes. Lo que me interesaba era no permitir que Matt entrara en el Averno o la Duat o como se llamara allá y lograr que los dos volviéramos al mundo de los vivos. 

También sabía lo que debía pagar a cambio, aunque no era algo que me importara en aquel momento, daba algo de miedo. Era una eternidad infinita allá, lejos de todo y de todos, en la que estaba segura que mi marido no podría alcanzarme nunca. ¿Merecía la pena el riesgo? Un hijo siempre lo merecía. Mientras hubiera un ápice de esperanza y de solución, no me quedaría quieta. Además, contaba con la magia de aquellos que nos habían recibido en su poblado, de los que sabía que intentarían poner a sus dioses a nuestro favor, rogándoles por nosotros.

Las religiones son bien curiosas, la Fe es una fuerza mágica imparable. Yo contaba con ambas; como sacerdotisa y maga, lograría mi objetivo; no dudaba de ello.

El camino era infinito y mi ritmo era lento, parecía no avanzar nada. No pude traspasar la varita al ultramundo, pero soy buena con la magia, así que no me había importado adentrarme en el lugar sin ella. Mis poderes de sacerdotisa, antes blanca, ahora oscura, me habían dado un dominio de las almas que decidí aprovechar. Era una buena Nigromante, nunca lo había dudado, y los poderes del clan de los Senescales me habían dado el poder para dominar ciertos poderes sólo con la concentración que me ayudaron a ampliar la velocidad de mis pasos.

Sí, contrastaba mucho con el resto de los no-vivos-ni-muertos, que iba a un ritmo pausado, una pierna detrás de otra, sin prisas, sin pausas. Avancé aquel paso hipnótico y seguí gritando el nombre de Matt. Ello provocó que varios de los Guardianes de los Muertos se percataran de mi presencia. No obstante, pco podían hacerme, puesto que llevaba mi propio sello, marcado en el cuerpo, de Nigromante excelsior; no podían hacerme nada, de momento. Sólo se situaban a mi alrededor y me seguían, controlando mis pasos. Eso me permitió un hueco de visión en el que vi el pelo rojizo de mi hijo entrando en una cámara que no había visto hasta el momento.

Corrí. Al principio, mis pies parecían elásticos y no se despegaban del suelo. Apreté los dientes con fuerza para forzar la situación y conseguí correr y que la distancia pareciera más corta. Un par de guardianes, cruzaron unas armas para impedirme el paso. No estaba para protocolos así que los crucé; al fin y al cabo, yo misma era un espíritu, las banalidades de unas lanzas no me iban a interrumpir, ahora que había cogido carrera.

La luz era penumbra, en realidad. La vela titilaba en un no-aire y me vislumbró una estancia funcional, nada decorativa, donde destacaba la figura poderosa de un Dios, el llamado Osiris. Derrumbé mi miedo intentando buscar el nombre de mi religión, para no dejarme llevar por el poder que emanaba de su figura y de su posición.

-- Matt Blacker es puro y aún no está extinto. No puedes pesar su corazón todavía.

Curioso... Mi voz era firme y mis palabras apoyaban mi actitud decidida. Ahora, ¿cómo iba a solucionar aquello? 

Ni idea, la mera idea de enfrentarme a Osiris era ridícula, pero, de alguna manera, tendría que convencerle que mi hijo no merecía estar allá, en el mundo de los muertos.

kNTUx8c.gifsf6Sw.gifHdDMuO2.pngXXBPo79.gifKRLtVZp.gif

D69M3Vr.jpg

  tOWLU4S.gif  KhGckEc.gif.6e9b2b71e2797bafac6806b66df1d1b0.gif     Icr0JPz.gif

0jsC0dL.pngWliKSjc.pngckkcxVm.png

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

Juicio de Osiris en la Sala de las Dos Verdades. Con Sagitas.

Ni siquiera pestañeé al sentir la mano del dios sobre mi pecho. De no ser por la repentina interrupción de Sagitas, habría sacado mi corazón sin ningún tipo de oposición. Pero el dios se detuvo, desviando la vista hacia ella, dibujando una media sonrisa.

- Aibnat Sayidat Albuhayra. Sayidat Zahra. - pronunció, girándose hacia ella. Parecía encantado. - Sagitas Ericen Potter Blue. Vienes a por tu hijito?

 

Mi mente no procesaba que estaba pasando. No reconocía a Sagitas, no reaccionaba a las voces. Ignoraba las sensaciones de aquella sala o lo qeu implicaba estar alli. Era como una marioneta, una vasija vacía a la espera de recibir una nueva orden. 

- Por qué no quieres que pese su corazón? - preguntó de nuevo Osiris, separándose de mi, señalándome como un vendedor que trata de vender su mejor pieza a un posible comprador. - Temes qeu no supere mi juicio? Sabes...sabes las cosas que tu hijo, que tu niño, hizo? Yo se que no es la primera vez que muere. Se que la primera vez le salvaste del infierno y de la tortura de una demonio. Su nombre está en la lista de muchos panteones...

 

Osiris se acercó a Sagitas, confiado. Nadie se le había escapado nunca, y su juicio nunca se equivocaba. Pero una audacia asi nunca se veía. Nadie se atrevía a interrumpir el tránsito de las almas, y mucho menos, a irrumpir en su sala y detener sus decisiones.

- Te contaré un pequeño secreto. Sabes por qué no reacciona? - le preguntó, situándose a su espalda mientras me señalaba, para que pudiera verme. - Por qué aun no está muerto, no del todo. - admitió. - Normalmente las almas que llegan aqui ya han completado su tránsito a la otra vida, y solo esperan conocer su destino definitivo. Pero eso ya lo sabías, verdad? A pesar de que la herida arde por la fiebre y la infección, su cuerpo está helado, como el de un cadáver. Y aun asi, se resiste a morir del todo.

 

Osiris dejó que Sagitas procesara aquello un momento, situándose a su lado.

- Pero...soy un dios justo y compasivo. Dejaré que lo intentes. Si logras que tu hijo reaccione y recuerde que quiere vivir, os dejaré marchar, sin coste alguno. - Por que él, el dios de los muertos, sabía perfectamente el coste de la magia que Sagitas utilizaba para estar alli. Lo que arriesgaba. - Sin coste para ninguno de los dos. Pero, si no lo consigues, él se quedará y se someterá al juicio. Tu sabrás el resultado y luego regresarás con los vivos para enterrarle. - un reloj de arena apareció junto a la balanza. - Tienes hasta que el último grano caiga.

M4xQXhr.jpg

XaIHB03.gif.8d9da3f22cdcf76478ba8b5e63d5666a.gif KhGckEc.gif.6e9b2b71e2797bafac6806b66df1d1b0.gifXXBPo79.gif

 

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

Juicio de Osiris en la Sala de las Dos Verdades. 

¡Lo sabía! Matt estaba vivo aún. La alegría me brindo cierto calor interior y, a la vez, aumentó la creencia de que aún estaba a tiempo de volverle conmigo. Sin embargo, Osiris no era fácil de llevar. Estaba segura que algo tramaba, no podía ponérmelo tal fácil. Además, era un homb... Dios, de grandes conocimientos. ¿Sería cierto que sabía todo de todas las almas de allá abajo, aunque nosotros éramos de otra cultura? Al fin y al cabo, Infierno o Inframundo, el lugar era el mismo y los muertos también. ¿Las reglas occidentales serían las mismas allá abajo? Ese era para mí el gran dilema.

-- ¡Ah, sí, la demonio Yasmina! -- No recordaba el nombre pero sí el dolor que nos había proporcionado aquel ente maligno en nuestras vidas, separándonos nada más nacer él. Mantuve el tipo a pesar que un guardián con alabarda hizo un ruido de desaprobación por la familiaridad con la que le hablaba al Dios Osiris. Hice un gesto con la mano acompañada de una mueca para demostrar que aquel hecho había sido un acto sin importancia. -- Ya la recuerdo. Hemos hecho cosas peores que aquello.

No sé si alardear de "proezas" en el infierno era bueno o malo en aquel momento, pero tampoco parecía que podía ocultar nada al Dueño del Inframundo.

-- Mi hijo es tan cabezota como yo, así que ¡claro que se resiste venir a este inframundo! Aún no le toca. ¿No tenéis un registro con las horas? Nuestra Muerte en Occidente lo tiene, así nunca se confunde. -- ¡Era una boba por insultar así a Osiris y acusarlo delante de sus guardianes y escribas de cometer errores, pero yo tampoco soy una mujer normal y corriente; me jugaba mucho estando allá abajo. Sabía que Siwa y sus hijos Aya y Sett estaban cuidando el cuerpo de mi hijo y que, probablemente, seguía vivo gracias a sus atenciones. -- Gracias por su... compasión. Y le agradezco muchísimo que me dé una oportunidad. Sabrá que no puedo enterrarle en Egipto, tenemos una cripta de propiedad en Londres y le prometí a su padre que toda la familia descansaríamos allá, juntos.

Arranqué la sonrisa más amable que pude a mi rostro, pues sabía que no sentía ninguna ganas de hacerlo. Le hice un gesto de respeto a Osiris y después me fijé en Matt, todo tieso allá, delante de la balanza, desequilibrada apenas por el peso de una pluma, esperando el corazón de él para ver el resultado de su juicio último. Me acerqué y le toqué en el brazo. El tacto era... extraño. No estaba frío como solía estar su padre, ni estaba caliente, sólo era... un brazo.

-- Lo siento, Matt... Tienes que venir conmigo, necesito que vuelvas...

No sé porqué pensé que mi mano le atravesaría. No fue así, pude aferrar su brazo y moverlo. Pero sólo eso. Él seguía mirando la balanza sin ser consciente de donde estaba ni de lo que sucedía a su alrededor. Tragué saliva.

-- No estás muerto. Este no es tu sitio. -- Ni caso... -- Cielo... Soy mamá... Soy.. Sagitas... Soy... Aibnat Sayidat Albuhayra. Sayidat Zahra. -- Esperaba haberlo pronunciado bien. Aunque tenía muy bien oído, yo, de lenguas antiguas muertas del Antiguo Egipcio, ni papa. -- Soy la abuela de tu hija Artag... Elentari. Ella te espera en casa. Tienes que venir a hacerla callar. Llora mucho por las noches, esperando los brazos de su papá...

Esperaba que la mención de su hija le hiciera reaccionar. Sino, tendría que actuar más duro y, la verdad, no estaba segura de si sería capaz de hacerlo. 

kNTUx8c.gifsf6Sw.gifHdDMuO2.pngXXBPo79.gifKRLtVZp.gif

D69M3Vr.jpg

  tOWLU4S.gif  KhGckEc.gif.6e9b2b71e2797bafac6806b66df1d1b0.gif     Icr0JPz.gif

0jsC0dL.pngWliKSjc.pngckkcxVm.png

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

Juicio de Osiris en la Sala de las Dos Verdades.

El rumor de las voces era como ese viento qeu sopla antes de la tormenta, en invierno. Azota todo a tu alrededor, pero no oyes nada, solo el ruido. Eso pasaba. Alguien hablaba, discutía, mientras que mantenía la mirada perdida en la balanza dorada, ligeramente inclinada hacia un lado por la pluma blanca, ligera, imperceptible, esperando algo.

 

Que esperaba? No lo sabía. Me daba igual.

 

Ni siquiera reaccioné al contacto de la mano cálida de aquella mujer con mi brazo, un gesto qeu parecía familiar. Una voz que debería reconocer, expresiones de cariño, como las que una madre utiliza con su hijo. Sin embargo, yo mantenía la mirada fija, como si fuera invisible, con el cuerpo desconectado del contacto, de la mente.

 

No comprendía que decía, no me llegaba su voz. Sencillamente ahí estaba, sin que su forma de agitar el brazo, mi brazo, me desviaran, mientras la mujer hablaba y hablaba.

 

"Soy mamá..."

Que era esa voz?

 

"Abuela...."

Una imagen, un fogonazo, se cruzó por mi cabeza. Un portón enorme se abría, y una mujer pelivioleta recibía a alguien con los brazos abiertos y una sonrisa. Era...

 

"Artag...Elentari"

Aquella sonrisita triste mientras nos despedía, agitando la manita. Me había costado despegarla de mi, mientras escondía su carita en mi pecho para que no me fuera.

 

"Ella te espera en casa. Tienes que venir a hacerla callar. Llora mucho por las noches, esperando los brazos de su papá..."

Las noches en vela, meciéndola, mientras Sagitas me traía un biberón y se quedaba conmigo hasta que volviera a dormir, en esas noches qeu parecía que nunca se cansaría de llorar, los tres solos...

 

Fue sutil, casi imperceptible. Desvié la mirada hacia Sagitas, como si de pronto la viera alli, mientras una ligera chispa parecía encenderse en mis ojos, al mismo tiempo que Osiris nos observaba, expectante, y la arena seguía cayendo en el reloj.

Editado por Matt Blackner

M4xQXhr.jpg

XaIHB03.gif.8d9da3f22cdcf76478ba8b5e63d5666a.gif KhGckEc.gif.6e9b2b71e2797bafac6806b66df1d1b0.gifXXBPo79.gif

 

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

Mantuve la respiración a la espera de una reacción en mi hijo. Bueno, es un decir, mi cuerpo vivo yacía en una cobija que el sacerdote de la tribu egipcia había dispuesto junto a mi hijo, para facilitar mi paseo por el inframundo, así que era imposible que respirara. Pero la cuestión es que me mantuve en ascuas, otro decir, me mantuve quieta esperando que Matt diera alguna señal de reacción.

No había manera, no me recordaba o tenía el recuerdo bloqueado. ¿O sería que no me quería? No, no, no podía caer en el desánimo; Matt me quería, pero tenía otros problemas últimamente en los que pensar, sabía que yo podría apañármelas solas, ninguno de los dos dependíamos de forma vital con el otro, aunque no negaba que los dos haríamos lo que fuera por salvarnos (como estaba haciendo yo ahora por él; como había hecho él con anterioridad por mí) si pasara algo; pero podíamos sobrevivir solos, o, al menos, teníamos una oportunidad de hacerlo por nosotros mismos.

Es por eso que, aunque doliera, entendí que no reaccionara al mencionar mi nombre ni decirle que era su madre. Pero precisamente por ser madre, sabía qué era lo que más nos hacía movernos y reaccionar como un resorte cuando algo les sucedía: nuestros hijos. Es por eso que apelé a su papel de padre, algo que él no sabía cómo llevar cuando se encontró a una niñita entre sus manos por primera vez y que, sin embargo, ahora, hacía con un placer y un miedo por igual, sabiendo lo que ella dependía de él y lo que, a su vez, él dependía de aquella niña que crecía a su lado.

Torció la cabeza hacia mí y pareció mirarme, aunque aún no me veía. Aún seguía perdido.

-- Se llama Elentari -- le susurré, bajito, para no estorbar los recuerdos que parecían estar golpeándole por dentro, acudiendo a su mente, haciéndole reaccionar y dejando de ser un muerto viviente.  -- Heredó de ti tus ojos y la Empatía, esa forma de sentir a los demás y detectar sus pensamientos.

Mantuve una voz firme, aunque baja, aún sabiendo que Osiris no se perdía ni una de mis palabras. Parecía interesado en mí tanto como en él. ¿Mantendría su palabra de dejarnos marchar? A veces, hasta los dioses odian que les ganen la partida. No quería mirar el reloj, eso daría impaciencia a mi voz y, tal vez, afectara a mi hijo alejándole de mí de nuevo.

-- Tu hermano Ithilion le está dando el biberón mientras tú no vuelves, pero ella te busca. Necesita un padre, ahora que su madre no está. Matt, hijo... Elentari te necesita, todos te necesitamos. Vuelve... Vuelve conmigo allá arriba...

No sé si me entendería, pero esperaba que la carencia de mi voz, timbrada y siguiendo un ritmo suave, le llegara de alguna manera. Por un momento, sentí el ruido de un tambor tribal. Creo que el tiempo se acababa y lo que sentía era el ritual de los egipcios, de aquel pueblo amigo, que nos indicaban el camino para volver.

Aunque sólo lo haría si Matt volvía conmigo.

kNTUx8c.gifsf6Sw.gifHdDMuO2.pngXXBPo79.gifKRLtVZp.gif

D69M3Vr.jpg

  tOWLU4S.gif  KhGckEc.gif.6e9b2b71e2797bafac6806b66df1d1b0.gif     Icr0JPz.gif

0jsC0dL.pngWliKSjc.pngckkcxVm.png

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

Juicio de Osiris en la Sala de las Dos Verdades.

Poco a poco, aquella voz rompía el silencio que reinaba en mi cabeza, de forma rítmica, leve...no la entendía, pero cada vez resonaba con un poco más de fuerza, como si quisiera hacerse entender. Los fogonazos iban y venían, mientras recuerdos inconexos acudían a mi cabeza, como si esa voz los invocara.

 

"Heredó de ti tus ojos y la Empatía, esa forma de sentir a los demás y detectar sus pensamientos."

Un bebé no dejaba de llorar durante días. No comprendía lo que veía, pero le aterraba. Sagitas la tomaba en brazos, tratando de calmarla con un biberón, pero parecía imposible. 

 

" Tu hermano Ithilion le está dando el biberón mientras tú no vuelves, pero ella te busca."

Ithilion esperaba impaciente para ver que traía su hermano. Al principio, no le llamó la atención, solo era un bebé aburrido, pero entonces, su hermano le dijo que ahora era tío, y debía ayudarle a cuidar de ella cuando él no estuviera. Entonces, su expresión cambio, aunqeu le temblara un poco el labio por los nervios, por una mucho más formal, mientras asentía aceptando su pequeña misión.

 

En la sala de las Dos Verdades, Sagitas seguía hablándome. Aunque no podía entenderla, poco a poco su mensaje iba rompiendo la barrera en la que cuerpo y mente estaban separados, ni más muerto que vivo, pero sin estar en ningún sitio al mismo tiempo. Había vuelto la cabeza hacia ella, aun sin verla, pero con una ligera chispa en los ojos. Los recuerdos parecían intentar conectar, guiados por ella. Un ligero espasmo en la mano, una gota de sudor en la frente...

 

"Necesita un padre, ahora que su madre no está."

Apenas hacía un día que estábamos en la Potter Black. La niña había nacido sana, habíamos vuelto a casa, todo estaba bien...pero a la mañana siguiente, Helike no estaba. No me preocupó hasta que Harpo me dijo que nadie la había visto desde la noche anterior. Nadie sabía nada. La busqué, hasta...

 

Hasta que entendí que se había ido y no iba a volver. No entendía que había hecho mal, que había podido pasar. Simplemente se había marchado, sin dar explicaciones, sin decir nada. No estaba. Y yo me quedaba solo con un bebé sin tener ni idea de que hacer o como ocuparme de ella. 

 

Bebé que comenzó a llorar. Agaché la cabeza, cerrando los ojos y apretando los puños, sin atreverme a moverme, agobiado, asustado. Fue la voz de Sagitas la que apareció detrás de mi, hablando con voz dulce, con...con el mismo tono que me hablaba aquella voz lejana entre el ruido.

- Cielo... - giré para mirarla, apoyada en la puerta, con un biberón en las manos. La seguí, agachando la cabeza, pero al verme en la habitación de la niña, con Sagitas mirándome, me di cuenta de algo tan simple como que no sabía dar el biberón. Casi no sabía cogerla sin parecer un robot porque me daba miedo romperla. Ella lo entendió, y como si lo hubiera hecho mil veces, me sentó en una butaca, poniéndome a la niña en brazos. Para ella natural, y yo me sentía perdido. Y sin darme cuenta, ahí estaba, sujetando a mi hija con un brazo y dándole el biberón, con Sagitas detrás de mi, vigilando. En algún momento, terminé con una sonrisa boba, entendiendo que debía tragarme lo que sentía por el bien de ella.

 

- Se llama Elentari. Significa Guardiana de las Estrellas. Pero tu puedes llamarla Artagracia. A ella le hace gracia. - murmuré, con voz ronca, mirando a Sagitas. Ella parecía preocupada, pero no recordaba que había pasado. No sabía que era ese sitio. 

M4xQXhr.jpg

XaIHB03.gif.8d9da3f22cdcf76478ba8b5e63d5666a.gif KhGckEc.gif.6e9b2b71e2797bafac6806b66df1d1b0.gifXXBPo79.gif

 

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

  • 6 meses más tarde...

Juicio de Osiris en la Sala de las Dos Verdades:

Me sorprendió sentir otra vez aquel tambor. Quería fruncir el ceño, pero... ¿Cuándo se ha visto que un alma haga eso? Mi cuerpo yacía junto al de mi hijo, en el campamento de aquel sacerdote egipcio, mientras yo caminaba en busca del alma de Matt, para arrastrarlo de nuevo a la vida. El sonido del tambor, sin embargo, me interrumpía e indicaba algo. ¿El qué...?

La voz de Matt me sorprendió tanto como el sonido apremiante de aquel instrumento que avisaba del peligro. Me olvidé de casi todo, casi riéndome al notar que acababa de llamar Artagracia a su hija, nombre que odiaba y que yo, cabezota, seguía insistiendo en utilizar, a pesar de lo horrible que era. A veces no me entiendo ni yo, pero era agradable aquel nombre horripilante para unirnos a los dos en aquel lugar tan incierto como la Sala de las dos verdades.

-- Su nombre, Elentari, es más hermoso, pero como abuela, me reservo el derecho de llamarla como quiera. ¿Guardiana de las Estrellas?

¿Había sabido en algún momento su significado? Eso era nuevo para mí, al menos en aquel umbral entre la vida y la muerte. De todas maneras, no era lo importante, sino que él se acordara de su nombre.

-- Elentari está preciosa, regordeta como a mí me gusta, muy ágil sobre Fenrir... ¿No quieres volver a verla? Ven conmigo.

Extendí la mano, esperando que él se decidiera a cogerla. Necesitábamos el contacto. Sin embargo... Algo me tiró al suelo. En un principio, pensé que eran los guardianes de aquel espacio, del mundo egipcio de los muertos, los que esperaban el Juicio a Osiris. Después, sentí de nuevo el tambor y supe que alguien estiraba mi cuerpo inerte del interior de la tienda. Olía a humo, a quemado... Estaban atacando el poblado que nos había acogido.

Levanté la mano de nuevo hacia Matt, algo más alejada ahora, desde el suelo, y dudé. ¿Me levantaba y luchaba por él o me despertaba y luchaba por sobrevivir y llevarme el cuerpo de mi hijo a un lugar seguro, donde no muriéramos quemados.

-- Matt, soy tu madre. Sagitas. Ayúdame a volver -- murmuré, sin saber qué era lo más urgente hacer ahora.

kNTUx8c.gifsf6Sw.gifHdDMuO2.pngXXBPo79.gifKRLtVZp.gif

D69M3Vr.jpg

  tOWLU4S.gif  KhGckEc.gif.6e9b2b71e2797bafac6806b66df1d1b0.gif     Icr0JPz.gif

0jsC0dL.pngWliKSjc.pngckkcxVm.png

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

Juicio de Osiris. Sala de las Verdades.

 

Mi mente estaba confusa, turbia. Como el agua del lago que agitas con una rama y de pronto se mezcla con el lodo del fondo. No recordaba como había llegado allí, pero veía la preocupación en Sagitas, y eso me dijo que no estábamos en casa, ni en Siwa. Algo me decía que no estábamos en un sitio físico. 

Al menos oir el nombre de Artagracia la hizo sonreir un instante. Seguía mirándola, intentando ordenar los pensamientos, tratando de recordar qué había pasado.

 

Observé su mano extendida, invitándome a seguirla. Quise alargar el brazo, pero lo notaba dormido. Notaba parte del cuerpo entumecido, y de pronto, mi cerebro reaccionó en un estallido de dolor. Miré asustado a Sagitas hasta que una ligera risita me distrajo. 

- Por un momento creí que no lograría traerte hasta aquí. - Osiris parecía complacido, aunque no estaba seguro del motivo. Reparé en la balanza tras Sagitas y de golpe, ahora si, comprendí lo que estaba pasando. Volví a mirar al dios, negando con la cabeza. 

- Tranquilo. Hice un trato con ella. Y yo cumplo con mi palabra...si es lo que quieres.

 

Desconfiaba, pero algo pasaba....donde fuera que estuviera Sagitas, porque desde luego su cuerpo físico no podía estar en la habitación de Osiris. Ella parecía nerviosa, y de pronto cayó al suelo, como si hubieran tirado de ella. "De ella, no de mi. Solo piensan en sacarla a ella" pensé, descartándolo al instante. No podía pensar en lo que significaba.  

 

Alargué la mano, agarrándome a ella.

 

El silencio pasó al ruido. A gritos, a olor a humo, y a tambores rítmicos acompañados de voces. La explosión de dolor en mi cabeza, sintiendo de golpe todo lo que debería haber sentido durante horas, hizo que no pudiera respirar, tratando de moverme, como si huir ayudara a que dejase de doler, agarrándome con toda la fuerza que podía a lo que sostenía mi mano. A Sagitas.

M4xQXhr.jpg

XaIHB03.gif.8d9da3f22cdcf76478ba8b5e63d5666a.gif KhGckEc.gif.6e9b2b71e2797bafac6806b66df1d1b0.gifXXBPo79.gif

 

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

9f1Un4T.jpg

Mert Ekert

No me importaba caminar por la arena del desierto. En realidad, era el terreno preferido por mi tribu y no me cansaba subir y bajar dunas. Me orientaba muy bien y soportaba tanto el calor del día como el frío de la noche. Khadi Meskhenet era mi nombre y el poblado de Siwa, mi destino. Mi misión: ayudar en lo que fuera necesario al sacerdote de aquel lugar, de nombre Bayek, conocido por ser el guardián del Santuario de los Fénix, uno de los animales más apreciado por el pueblo Uzza.

El otro animal querido es, sin dudarlo, el dragón, un ser majestuoso, justo y libre que pocos pueden dominar con el poder de la magia. Son animales que eran agradables en su forma tosca y agresiva de atacar y defender a su familia, muy al estilo de los Uzza. Tal vez por eso, cuando llegué a las proximidades de Bayek, me enfureció ver que viles magos usaban aquellos dragones como bestias de carga y ataque. 

A pesar de ser de día, el cielo estaba oscuro por el humo de las casuchas incendiadas, ladrillos de barro, paja y telas ardiendo ante el ataque de aquellos animales sagrados. No me hubiera enfadado tanto si los dragones actuaran por instinto, pero no era el caso. En un rápido vistazo, detecté las heridas de bridas, laceraciones y heridas recientes con los que eran obligados a obedecer. Al instante, supe que aquellos seres que atacaban el poblado de Siwa eran mis enemigos, si mostraban tal impiedad ante aquellos seres. No soy un Uzza compasivo, pero valoro la fuerza de los animales para ayudarte por concienciación y conocimiento, no por el dolor. Ninguno de mi pueblo lo permitiría. Yo no iba a permitirlo.

Así que mis armas se unieron a las de las mujeres y hombres que defendían, sobre todo, una de las tiendas, algo más grande que las otras, seguramente en la que vivía alguien importante, tal vez al hombre que yo había venido a conocer. Mis golpes eran certeros y mi magia era imponente, mucho más que la débil que exhibían aquellos magos que apenas podían resistir nuestras defensas. No contaban conmigo. Mi llegada había sido inesperada

De la tienda salió un hombre, alto y algo esquelético, sobre todo si se comparaba conmigo y mi fuerte musculatura. Me contempló brevemente e hizo un breve saludo Uzza que reconocí algo forzado. Era un foráneo que lo había aprendido, pero no era un Uzza, así que no supo hacerlo del todo correcto. Sin embargo, lo admití como bueno. Por la descripción que me habían dado los sabios de mi tribu, debía ser aquel a quien buscaba. Estiraba de un cuerpo femenino de pelo completamente llamativo, de un violeta que brillaba púrpura ante las llamaradas de fuego de los dragones, que atacaban a nuestras espaldas. Quise ayudarle, pero ella se debatía, intentando agarrar algo o alguien dentro de la tienda.

-- Khadi Meskhenet -- me presenté ante el sacerdote. Lo sujeté antes de que cayera al suelo, no sé si por el esfuerzo o por estar herido.

La mujer entonces reaccionó de una forma imprevista que no me esperaba aunque viviera mil vidas seguidas. Aquella mujer, forastera, extraña, hablando una lengua que para mí era conocida sólo como la lengua de Merlín, "la que hablan los externos", frágil y que parecía poca cosa, agarrada con fuerza a la mano de otro hombre de tez pálida como la misma muerte y pelo rojizo como la sangre, me sorprendió.

-- Ignea Maxima.

Fueron dos palabras que provocaron mi desconcierto e inquietud al encontrarme a una extranjera que conocía tal nivel de magia uzza. De su varita salió la conocida lluvia de polen de lirios de fuego, flores que sólo crecen en nuestros desiertos, y quedé rociado a tiempo, un momento antes de recibir una llamarada de fuego de un dragón escamado. Me di cuenta del error que podría haberme costado la vida, al dar la espalda al enemigo. Me interpuse entre el sacerdote con aquellos extraños y los atacantes, quienes pronto acabaron cayendo todos al suelo, muertos, listos para reunirse con los dioses en los que creyeran.

-- ¡No los mates! -- La mujer volvió a hablarme. Se refería a los dragones. ¿Creía que yo atacaría a aquello pobres animales obligados a obedecer a tales malhechores? Pero ya no me miraba. Sacudía al hombre de pelo rojo y le llamaba insistentemente. -- ¿Matt, Matt? ¿Me oyes?

Contemplé el poblado quemado, los supervivientes, valientes que habían luchado bien y que ahora intentaban apagar el fuego provocado por los dragones, al sacerdote Bayek (o eso suponía) y a los extraños. La oí pronunciar el Vulnera Sanentum, el hechizo de curación más complicado y de magia superior Uzza, junto a otros que yo mismo desconocía. Me percaté de todos los anillos que llevaba colgando en su pecho y de los amuletos de mi propio país pero con rasgos extraños, algo toscos comparados con los nuestros.

Y entonces lo supe.

Ella era la mujer de la profecía de los Los Ktam, quienes habían vaticinado en mi nacimiento que yo serviría a una mujer extraña con un fénix. Me arrodillé ante ella, aunque no me incliné. Soy un guerrero UZZA orgulloso y no nos inclinamos ante nadie, sólo ante la diosa.

-- Le debo mi vida. Tengo una deuda de Sangre y de Honor con usted, Señora.

kNTUx8c.gifsf6Sw.gifHdDMuO2.pngXXBPo79.gifKRLtVZp.gif

D69M3Vr.jpg

  tOWLU4S.gif  KhGckEc.gif.6e9b2b71e2797bafac6806b66df1d1b0.gif     Icr0JPz.gif

0jsC0dL.pngWliKSjc.pngckkcxVm.png

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

Siwa.

Volver de la muerte siempre era desagradable. No era mi primera vez, pero desde la última había pasado bastante tiempo desde la última. Los recuerdos de lo que pasó en el avión, el accidente y los dragones se acumulaban en mi cabeza, como ráfagas, recordando de golpe lo que había pasado.

 

Y el dolor. Ese que me partía en dos y no me dejaba respirar. Quería gritar, pero no podía. Levantarme, imposible. Tenía la sensación de que alguien me arrastraba, pero me era casi imposible procesar la situación entre la nube de dolor. Noté que perdía el ancla, el contacto familiar, lo único que diferenciaba en aquella situación. Lo que me arrastraba nos había separado, asi que traté de levantarme para buscarla, aunque el cuerpo no me respondiera.

 

Hasta que volví a sentirla. Noté el tacto de su mano sobre mi hombro y automáticamente me agarré a su mano, con miedo a volver a....aquel lugar. Ignoraba lo que sentía, el dolor del pueblo, los gritos de Aya organizando a los que aun se mantenían en pie para apagar incendios o sanar a los heridos. Ni al hombre que juraba una deuda de honor con Sagitas. Solo aguantaba, agarrándome a ella hasta qeu el hechizo hizo efecto, y el dolor pasó a ser ruido de fondo. Logré coger aire y mirar a Sagitas, antes de perder la consciencia. 

 

Un par de días después del ataque.

- Aún debemos encontrar a los culpables del ataque. Y el prisionero no quiere hablar. - Bayek, cansado, hablaba en voz baja a quienes le acompañaban alrededor de la hoguera, entre mullidos cojines. Su hija Aya, pues Sett estaba fuera con la partida de caza. Mert Ekert, el joven Uzza a quién habían enviado para completar su entrenamiento con mi gente, y que ahora guardaba una deuda de honor con Sagitas, a quién habíamos logrado separar de la cama del inconsciente Matt para que comiera algo. - Al menos la reconstrucción del campamento ha sido exitosa gracias  a Ekert y Aya. Nuestros heridos sanan gracias  a su ayuda, Sayidat Zahra. Lamento haber arrastrado hasta nuestros problemas.

 

- He sido yo quien os ha arrastrado a esto. - dije, con voz ronca, mirándolos a todos. Las miradas se clavaron en mi, como si estuvieran viendo un fantasma. Supongo que no andaba lejos de parecer uno. No estaba seguro de como estaba aguantando de pie, con la mano izquierda sujetando el costado que Sagitas había sanado. - Qué miráis? Ni que fuese un fantasma - bromeé.

M4xQXhr.jpg

XaIHB03.gif.8d9da3f22cdcf76478ba8b5e63d5666a.gif KhGckEc.gif.6e9b2b71e2797bafac6806b66df1d1b0.gifXXBPo79.gif

 

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

Unirse a la conversación

Puedes publicar ahora y registrarte más tarde. Si tienes una cuenta, conecta ahora para publicar con tu cuenta.

Guest
Responder a esta discusión...

×   Pegar como texto enriquecido.   Pegar como texto sin formato

  Sólo se permiten 75 emoji.

×   Tu enlace se ha incrustado automáticamente..   Mostrar como un enlace en su lugar

×   Se ha restaurado el contenido anterior.   Limpiar editor

×   No se pueden pegar imágenes directamente. Carga o inserta imágenes desde la URL.

Cargando...
 Compartir

Sobre nosotros:

Harrylatino.org es una comunidad de fans del mundo mágico creado por JK Rowling, amantes de la fantasía y del rol. Nuestros inicios se remontan al año 2001 y nuestros más de 40.000 usuarios pertenecen a todos los países de habla hispana.

Nos gustan los mundos de fantasía y somos apasionados del rol, por lo que, si alguna vez quisiste vivir y sentirte como un mago, éste es tu lugar.

¡Vive la Magia!

×
×
  • Crear nuevo...

Información importante

We have placed cookies on your device to help make this website better. You can adjust your cookie settings, otherwise we'll assume you're okay to continue. Al continuar navegando aceptas nuestros Términos de uso, Normas y Política de privacidad.