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Agencia de Viajes El Fénix Aventurero (MM B: 78435)


Sagitas E. Potter Blue
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Posó el pergamino sobre la mesa, tenía mucho que pensar, un viaje no era algo que tomar a la ligera y por ello debía de estudiar bien sus posibles destinos.

 

--No, no puede ser que esta agencia pertenezca a ella.

 

Su humor cambió cuando vio el icono de la agencia al final de aquel folleto. No imaginaba que Sagitas pudiera llevar algo así, o quizás sí, después de todo, cualquier cosa era posible en la mente de Sagitas.

 

Cambió de opinión, arrugó el panfleto haciéndolo una bola y lo lanzó al fuego que calentaba su pequeño y tranquilo hogar.

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Gemelas-D


¡D-Mente & D-Squiziada!

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Agarre la mano de Heliké para girar, dejarme llevar por la aparición justo a tiempo de sentir los primeros rayos de sol sobre la espalda.

 

Para aparecer en un lugar qeu me era totalmente desconocido. El olor a pino, olor a bosque y a hierba húmeda seguramente por el rocío de la mañana. Se oían cuervos qeu graznaban sin parar, mientras sentia como Fenrir se separaba de mi y comenzaba a trotar.

 

Abrí los ojos y me encontré en un círculo formado por grandes piedras. A nuestro lado, un altar de piedra. Aquello tenía aspecto celta, cosa qeu la vampiro no tardó en confirmar. Miré alrededor mientras proponía bajar al pueblo y come algo. Asentí al oir aquella idea, la verdad era qeu tenía hambre...y esa era la mejor forma de hacer un primer contacto con el pueblo y su gente.

 

Asiq eu emprendimos l bajada.

- Nos quedaremos en el pueblo o estableceremos nuestro escondite en las ruinas? pregunté, pues los muggles tenían aquel lugar como maldito y no nos molestarían demasiado. Además, llevaba mi vieja tienda de campaña en la mochila, asi qeu de ser necesaria...

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  • 3 semanas más tarde...

- Pues estaría cómo método de seguridad, establecernos en las ruinas, pero no tenemos tienda de campaña ¿o si? - pregunté, mirándolo a los ojos, mientras íbamos bajando la pendiente. La verdad es que aún faltaba para llegar al pueblo. Era mejor no usar la magia por si las dudas...

 

Aún estaba algo lejos, se podían ver que, se iniciaba la actividad a pesar de llegar todavía temprano al lugar.

 

No tardamos mucho en llegar. Las luces se iban apagando mientras el día se aclaraba. Los lugareños se iban levantando mientras otros, cómo el panadero iba repartiendo su carga por las diferentes casas. Todo parecía en calma, o eso daba la sensación.

 

- ¿Qué te parece si tomamos algo? - Inquirí mirando a Matt - es mejor no usar la magia, por si acaso. Sólo en casos extremos - susurré yo. No me gustaba para nada no usar mi varita pero estando en mitad de un pueblo muggle, no era buena idea llamar demasiado la atención porque estaba segura de que se montaría una buena. No estaba por la labor de que el Ministerio de Magia español, nos llamara la atención.

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  • 1 mes más tarde...

Llegamos al pueblo caminando. Era una población pequeña y plenamente muggle, con lo qeu era mucho mejor no usar la magia a menos que fuera algo necesario. Miré a Heliké, casi riendo.

 

- Dudas qeu tengamos? - pregunté. - Llevo mi vieja tienda de campaña en la mochila. Es vieja y tal vez no sea gran cosa, pero te aseguro qeu tendremos un sitio para dormir. Cuando regresemos a las ruinas montaremos nuestro campamento. - propuse.

 

Era temprano, pero en el pueblo ya empezaba a haber movimiento. Asentí con la cabeza, señalando a lo lejos.

- Claro, tomemos algo. - acepté. - Un café no me vendría nada mal.

 

En el pueblo, como era normal, se conocían todos. Por eso cuando había visita en el pueblo no tardaba en correrse la voz, y en este caso éramos dos jóvenes.

- Asi podremos hablar un poco de qeu haremos hoy...y recuerda..se supone que estamos de viaje de novios, no?

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- jejeje eres previsor - le dije con una sonrisa y dándole un beso en la mejilla - claro que podríamos establecernos en una posada del pueblo, no es lo mismo - me encogí de hombros - ahí al menos, tendremos más privacidad... Recuérdame que, cuando volvamos a subir, aplicar los encantamientos protectores, tanto para magos, muggles y demás - asentí con la cabeza y alzando el dedo índice.

 

A pesar de todo eso, no me confiaba, no en absoluto. Llevaba buena compañía, sí... pero era muchas veces, mejor prevenir que curar. De eso estaba segura. La leyenda hacía que los muggles no se acercaran a las ruinas y eso al menos, nos daba una oportunidad para estar más tranquilos, sin nadie que nos tocara las narices.

 

- Bien, pues entonces vamos...

 

Divisé con la mirada si había alguna taberna de pueblo, enseguida la localicé... Parecía el único del pueblo, con lo cuál le indiqué con la cabeza a Matt dirigirnos hasta allá.

 

- Así al menos, podrás descansar algo la espalda. Hicimos mucha caminata desde allá arriba...

 

Saqué la capa que llevaba encima de mis hombros y la guardé en la mochila.

 

- No quiero llamar la atención más de lo necesario - le susurré.

 

- Por supuesto, viaje de novios, pero nunca se sabe y más con ésta gente, que parece toda una cotilla - reí por lo bajo. Algunos que pasaban por nuestro lado, se nos quedaba mirando. Suponía que, mi piel al ser demasiado blanca, llamaba bastante la atención. Debían de pensar que era albina, a no ser por el cabello oscuro.

 

Llegamos a la taberna y empujé la puerta para entrar. De nuevo, con un gesto de mi cabeza, le indiqué al pelirrojo que nos sentáramos en una de las mesas del fondo, que estaba libre. Olía a tabaco, café y parecía algo de comida, cómo si fuese algún tipo de bizcocho local. Un señor regordete de mediana edad, enseguida vino a atendernos y a pasarle el trapo encima de la mesa, para dejarlo impoluto.

 

- ¿Qué les pongo? - preguntó.

 

- Dos cafés, para mí cargado, por favor - le dije con una sonrisa y éste asintió con la cabeza, parecía algo asustado.

 

- Siempre se me olvida que cuando sonrío se me muestran los colmillos, maldita sea - negué con la cabeza, un poco enfadada. Los brebajes no tardaron en aparecer. Saqué del morral de cuero que llevaba encima, dos monedas. Menos mal que había cambiado dinero del banco para hacer aquél viaje.

 

- ¿Extranjeros, no? - preguntó el mesero. Asentí con la cabeza. Se debía de notar bastante por nuestro acento. A pesar de que conocía el idioma no se podía negar que éramos de otra tierra.

 

- ingleses, venimos aquí por un viaje de novios... - el camarero asintió con la cabeza. Parecía que se daba por satisfecho.

 

- Hasta en el mundo muggle, también son todos unos chismosos - le susurré a Matt y sin poder evitarlo, reí de nuevo por lo bajo.

 

- Parece que, de momento, está todo tranquilo - murmuré yo. Y era cierto, era todavía temprano, pero me daba la sensación de que, al finalizar la tarde, quizás hasta nos depararían alguna que otra sorpresa.

Editado por Helike Rambaldi Vladimir
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  • 2 semanas más tarde...

En el interior del bar, sentados en una mesa del fondo, teníamos buena visibilidad del local. Olía a tabaco, pero alli no se podía fumar. mas bien era el olor residual de los fumadores que se echaban la última calada antes de pasar al interior, al café del desayuno y a comida. El camarero no tardó en venir para atendernos y por su puesto, hacernos algunas preguntas.

 

- Que esperas? seguramente somos los primeros visitantes en una larga temporada. de alguna forma se tienen que entretener - dije por lo bajo, riendo.

 

Era cierto, todo estaba muy tranquilo. Tal vez a lo largo del día llegara alguna sorpresa, ojalá qeu no fuera algún susto. En un pueblo de muggles tendríamos más fácil poder defendernos, pero preferíamos no llamar la atención, pues desmemorizar a todo un pueblo...

 

desayunamos algo, viendo como algunos iban y venían. Unos trabajadores, seguramente de una obra por el polvo y las manchas de pintura en su ropa pidieron bocadillos para llevar, mientras un grupo de mujeres, probablemente madres, llegaba para tomar un café mientras sus hijos estaban en la escuela. tras cotillear un poco y recibir alguna mirada de parte de aquella mesa, también se marcharon, mientras que un grupo de mayores bebía café y hablaba en voz alta. Parecía la rutina diaria del lugar.

 

Cuando acabamos y salimos, el sol brillaba en el cielo y el pueblo tenía un poco más vida que al llegar. caminamos un poco por el lugar, juntos.

- Sabes qeu? aun no me has contado que venimos a buscar

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Di un sorbo al café que me habían servido mientras escuchaba a Matt hablar, los lugareños iban y venían, entre cafés, cervezas y diferentes bebidas...

 

- Pues, ya te digo que, hace siglos ésto era muy diferente - no pude evitar que un escalofrío me recorriera la espalda. Al menos no se notaría.

 

- La maldita Inquisición tenían a los del pueblo con el miedo encogido - le susurré. No quería que nadie más se enterara de lo que estábamos hablando.

 

>> No dudo que se tengan que entretener con algo, pero vaya - me encogí de hombros, un poco molesta- pues, me gustaría saber si alguien me ha reconocido, ya sabes, a veces hacen descripción de las personas en una leyenda... Espera un momento - le indiqué, poniéndole mi mano encima de la suya.

 

Me acerqué al mesero que en esos momentos manejaba un cacharro que parecía ser usado mediante electricidad y que estaba preparando varios cafés, por el aroma que provenía de ellos.

 

- disculpe -el hombre se giró y me indicó con una sonrisa- sí, dígame - me respondió.

 

No sabía cómo se lo tomaría pero era mejor preguntar directamente, ¿sabría de la historia del lugar? Seguramente. Las leyendas de un determinado sitio, siempre eran gustadas por todos al contarlas al lado del fuego, en una noche de tormenta, sobre todo, para asustar a los niños.

 

- ¿Sabe si el gran caserío que estaba en lo alto de la montaña, aún sigue en pie? - él me miró un poco confundido, entre miedo y parecía que sorpresa. La verdad es que no sabía definirlo bien.

 

- Que yo sepa, aún sigue ahí, pero en su interior está todo destrozado. ¿Acaso son inspectores de patrimonio? - eso me dio una excusa perfecta - algo así somos sí - afirmé yo, con una sonrisa.

 

- Pues, puede ir tranquilamente... Está todo lleno de maleza, nadie en siglos se ha molestado de cuidarlo. Tendrán que tener cuidado al pasar, si van a mirar por ahí. Dicen que la casa está madita y por eso está intacta... - lo miré asombrada. Vaya, pues al final habían hecho correr el rumor.- los que vivían ahí hace trescientos años, desaparecieron sin dejar rastros. Quizá los que gobernaban el pueblo entonces, los habían hecho desaparecer - tomó uno de los vasos de cristal y empezó a limpiarlos.

 

- Decían que eran brujos y que usaban magia, ya sabe - asentí con la cabeza- por aquél entonces, las brujas eran muy perseguidas. No hace falta que le cuente más - al parecer, ese hombre sí que estaba enterado de toda la historia del lugar.

 

- Gracias, es todo lo que necesito saber - asentí con la cabeza y con una sonrisa me dirigí a la mesa de nuevo. Suspirando.

 

- La casa sigue en pie - susurré a Matt, respondiendo la última pregunta - y al parecer no hay ningún descendiente vivo de aquella época, que no sea yo - le dije, sin poder evitar tener los ojos cristalinos- te la enseñaré cómo era por dentro - comenté con la emoción impregnada en mi voz.

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  • 1 mes más tarde...

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Era la primera vez que Edmund utilizaba aquella moto voladora.

 

Y conocía poco o nada sobre artefactos muggles. Especialmente sobre aquel. Pero aún así había decidido comprarla en el Magic Mall por lo que bien que se veía. Además, era fanático de los transportes mágicos ¿y cómo podía perderse de una experiencia cómo aquella? El mago había tardado unos minutos en encender la moto pero un par de horas para comprender como esta funcionara. Tenía que ser precavido o sólo se ganaría un viaje directo y gratis hacia el Hospital Mágico San Mungo.

 

— Creo que ahora así —comentó Edmund para sí mismo al tiempo que se ubicaba sobre el asiento.

 

Edmund colocó ambas manos sobre el volante y colocó su pie sobre el pedal de aceleración. Avanzó sobre el pavimento unos metros antes halar el volante en su dirección para elevarse unos metros. Volar sobre aquella moto no distaba mucho de volar sobre escoba. Claro, las escobas de carreras eran mucho más rápidas pero la moto era más cómoda. El mago disfrutó el viaje hasta Londres aquella tarde. Afortunadamente, hacía mal tiempo, pero aún así había decidido aplicarse un encantamiento desilusionador sobre sí mismo y sobre la moto.

 

Al llegar al Callejón Diagon, el mago dejó la moto aparcada afuera de la agencia de viajes "El fénix aventurero" y le aplicó maldición fragante para que evitara que esta pudiese ser robada. Ya el encantamiento desilusionador había culminado cuando el mago entró al local. Tocó la campanilla y esperó a ser atendido.

 

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No suelo utilizar mis negocios para dormitar, pero hay que reconocer que la Agencia de Viajes no iba bien. Por decirlo de otra manera, los magos de Ottery solían planificar sus viajes con el Departamento de Transportes directamente sin ninguna previsión de detalles. Así que pocas veces consultaban El Fénix Aventurero para poder trasladarse a algún lugar.

 

Era un poco agobiante, menos mal que entre mi familia, los únicos que sabían lo correcto que era utilizar los servicios de intérpretes, de elfos guías, de hoteles mágicos para hacer turismo, ya fuera en el interior o en el exterior de Inglaterra.

 

Pero hoy había sido un día tranquilo (es un decir, pues ahí fuera había mal tiempo y eso no acompañaba a que la gente quisiera salir de paseo por el Callejón), así que dormitaba muy a gusto en el sofá de tres plazas que estaba en la entrada para recuperar el sueño y pasar la tarde lo mejor posible. Por eso, la campanilla le sorprendió en medio de un sueño muy apacible rodeada de pastas de té y amigas con sombreros algo grotescos. Abrió los ojos y le pareció ver la figura de una persona imponente en la entrada.

 

-- ¡Demonios! ¿Quién es usted? Los galeones se guardan dentro del banco así que aquí no podrá robar nada, excepto catálogos de viajes al extranjero -- dije al extraño, aún adormilada.

 

 

@@Edmund Browsler , perdona, poco tiempo para foro y no pude contestar antes. Besitos.

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— ¿Disculpe? —espetó el mago, sintiéndose un poco ofendido.

 

Era cierto, tenía mal aspecto. Aún así, ¿cómo podía confundírsele con un vulgar ladrón?

 

— No estoy interesado en sus galeones, muchísimas gracias —dijo fríamente sin dejar que la bruja se excusara. Aunque mentía, claro, el saldo de su bóveda en Gringotts se encontraba cayendo en picada. Los números rojos no le agradaban pero no por eso se iba a dedicar al vandalismo.

 

Edmund se aclaró la garganta y trató de calmar sus facciones cuando notó que la bruja que se encontraba frente a él estaba más dormida que despierta. Su primera impresión era que se trataba de una bruja irresponsable, ¿cómo podía dormir en el trabajo? No le sorprendía en absoluto que los servicios de aquella agencia de viajes hubiesen caducados, si así eran los empleados que tenían, no se imaginaba cómo serían sus propietarios.

 

— Mi nombre es Edmund Browsler —se presentó con voz solemne y realizando una breve reverencia—. Y soy uno de los jefes del Departamento de Transportes y Deportes Mágicos. — Tuvo que parpadear un par de veces y actuar con normalidad al reparar en el color de cabello de la bruja, ¿era cierto lo que veía? La bruja tenía el pelo de color violeta, intenso y brillante—. ¿Tendrá unos minutos para conversar sobre algo importante? —Edmund esperó, aunque le parecía una ironía aquella pregunta, es decir, la bruja tendría que tener todo el tiempo si dedicaba las horas de trabajo a dormir—. Se trataba sobre los servicios ministeriales de la agencia.

 

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