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Les antiquités de Cathecir~ (MM B: 106590)


Circe Atkins C.
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Nombre del Negocio: "Les antiquités de Cathecir"

Nombre de los propietarios: Cirse Atkins y Catherine Stark

Rubro al que se dedicará: Venta de antigüedades

DESCRIPCIÓN

La remodelación tardó un buen tiempo, pero cuando finalmente estuvo completada, podía distinguirse perfectamente el rubro del negocio. Las vidrieras gruesas dejaban a la vista un par de escaparates a ambos lados de una entrada amplia y despejada, de puerta con divisiones cuadradas, en un viejo estilo inglés, que dejaba sonar una campanilla cada vez que alguien entraba al negocio.

En dichos escaparates podían distinguirse viejas y majestuosas lámparas, mesas ratones, juegos de té y diversos artilugios de plata, oro y bronce. Una pequeña tetera dejaba escapar un humo pálido y de placentera apariencia y todo estaba enmarcado por unas pesadas cortinas rojas con flecos dorados. Las paredes del interior se encontraban forradas con una tapicería bonita y poco llamativa, que dejaba que la atención recayera sobre los productos.

Estos se encontraban cubriendo las paredes, dos anaqueles a cada lado, posados en un orden poco notorio a primera vista, por el ramo mágico del que derivaban, así como el grado de antigüedad o simplemente por su estética sobresaliente. La impresión general hubiera sido como si alguien hubiese ido dejando allí cosas de otras épocas sin más de no haber sido por la estética que parecía darle a todo el conjunto pinceladas de ingenio.

A su vez, un par de hileras de anaqueles que alcanzaban la altura del pecho de una persona promedio, hacían que el espacio se dividiese en cuatro hileras por donde una persona podía pasearse mirando artículos a izquierda o derecha o directamente seguir de largo desde la puerta hasta el mostrador principal, que se encontraba dispuesto frente a la entrada apenas unos cinco metros más allá. En éste también había artículos exhibidos tras el vidrio, aunque éstos eran más caros.

Un par de sillas se encontraban justo detrás, lugar en donde Atkins y Stark tenían intenciones de pasar una que otra tarde jugando snap explosivo o ajedrez mágico.

TRASTIENDA

Se accede a éste pasando por la puerta que se encuentra tras el mostrador. Es una mezcla de almacén, lugar de ocio y lugar de clasificación de la mercadería que les va llegando.

SEGUNDO PISO


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Subiendo las escaleras que se encuentran tras el mostrador, se puede acceder las estancias del segundo piso. Cuenta con una sala de estar con muebles y mesa y juego de té, además de una cama y un escritorio. Ampotrada a la pared, se encuentra un chimenea, cuyo extremo sobresale ligeramente del segundo piso de la casa, otorgándole una apariencia curiosa al techo del establecimiento.

Afiliados: Se aceptan

Criaturas: -

Objetos: -

Elfos: -

 

Registro: Les antiquités de Cathecir~

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Precisamente el lugar que necesitaba. Camino directamente hacia él, ya basta de esperar en aquellos otros locales que no se dignaban en atender, tras largas horas de espera.

 

ya estaba fastidiado de esa falta de seriedad, necesitaba no tardar tanto fuera de su propio negocio. Es verdad que dejo al elfo Jerard al frente de la recepción, pero no se fiaba todavía del elfo y su capacidad, por lo que cada tropiezo y retraso, le estaba molestando y veía su reloj de oro blanco con creciente inquietud.

 

La puerta de madera fue fácil de hacer un lado y vio los escaparates a ambos lados de la entrada, pero no se detuvo a observarlos.

 

Se adentro al local, buscando con la mirada al encargado del lugar, la campanilla sonó, esperaba que pronto apareciera alguien a atenderle, pues en verdad tenía prisa por comprar e irse a ocupar de su local.

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Un día bastante agotador pero agradable hasta podría meterlo en la categoría "feliz" si lo pensaba un poco más. ¿Por qué? Pues la Atkins junto a su socia y amiga Catherine habían abierto el negocio que tanto ansiaban desde hace muchísimo, tal vez desde antes de cerrar su antiguo negocio Mi Edén Salvaje, si bien les había ido a la perfección con aquel lugar decidieron cerrarlo, necesitaban un cambio y la idea surgió de ello.

 

La Atkins sonrió —como pocas veces— y comenzó a desempacar las últimas cajas que quedaban, al terminar recorrió todo el gran local con un aire de orgullo, estaba al 100% que les iría fenomenal, de seguro ya irían a entrar algunas personas y como si le hubiesen leído la mente, la campanilla sonó indicando a un cliente entrar. Sin más preámbulo se fue a gran velocidad y se situó delante de aquel jovencito con una pequeña sonrisa, muy pequeña a decir verdad.

 

Buenas tardes, bienvenido a la tienda de antigüedades, ¿se le ofrece algo? —Preguntó enarcando una ceja. Bien, eso era bastante extraño, ¿la rubia siendo cortes? cosa rara pero tampoco podría ser descortés sino de seguro su compañera la mataría. Suspiró ante el pensamiento y prestó más atención al chico delante de ella y gran sorpresa se llevó; ¿cómo no se había dado cuenta que era el ahijado de su hermana Isabella? definitivamente era muy mala recordando caras.

 

—¡Pero miren que coincidencia! Yo intentando ser educada y al final me encuentro con un conocido, que por cierto, aún sigo molesta contigo. —Se cruzó de brazos fingiendo molestia.— Después de todo, recuerdo el recibimiento en el Castillo Hawthorne de tu parte y no fue muy agradable. —Y de verdad no mentía pero tenía ganas de jugar y molestarlo, porque, lo menos que tenía la ojiazul era enojo.

 

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Con movimiento distraído se paso la mano por el cabello, tomo parte de el y lo paso por detrás de su oreja, tenía minutos pensando como iba a solicitar el objeto en su mente.

No es que ya fuera conocedor de el mundo mágico o de las costumbres y quehaceres de magos y brujas, pero al menos sentía que ya era capaz de moverse entre los miembros de la comunidad.

 

Así que esperaba salir airoso sin nada que lamentar, por lo que se alegro al escuchar pasos, se giro sobre sus tacones de botas de piel negra de dragón y miró acercarse a él a una joven.

 

No pudo evitar notar que por una extraña coincidencia, que aquella joven podía realizar una pequeñisima sonrisa...se admiro de momento pero no dijo nada, no acostumbraba a comentar sobre cosas como esas, estaba consciente que pocas personas entendían de aquellas similitudes.

 

--- Buenas tardes--- contesto el chico, aliviado de ver que llegaba al fin alguien--- Si, requiero un artículo bastante peculiar, espero que pueda ayudarme.

 

Se arreglo la capa negra con estampados dorados y ribetes alrededor, sabia que las antigüedades tendrían precio elevado, pero iba preparado, o al menos eso creía él.

 

También había leído sobre antigüedades, específicamente sobre el objeto que deseaba adquirir, no le resultaba difícil investigar, le fascinaba leer y conocer por medio de la lectura, era su manera de ir apropiándose día a día de conocimiento.

 

Miro a la joven, y le vio cruzar los brazos...aquella actitud, sonrió con la mirada y le escucho con curiosidad mientras fijaba atención a sus ojos azules.

 

--- ¿Debo entender entonces que no eres alguien educada? pues, ahora me lo pareces. --- un suspiro y cerro de momento los ojos al tiempo que colgaba los brazos y hacia los hombros al frente--- Suelo hacer enojar a la gente...y a veces solo porque me dan ganas de vengarme...me disgusta lo que vivo, así que no me extraña.

 

Nuevamente la joven externaba su molestia y el entremetió los dedos de su mano derecha en su cabello y luego la colocaba sobre su costado a la altura de su cintura al tiempo que parecía esgrimir su varita apuntando a la bruja, ¡pero claro que no tenía su varita en la mano!

 

--- ¡así que estas enojada! ¿y quien me robo la maravillosa noche que pensaba usar para la cena de bienvenida a mi queridísima madrina, eh? bueno...en fin, espero que ella haya disfrutado de la noche.

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Tenía que confirmar si aquello era cierto o no. Mavado no dejaba de decir que para la apertura del negocio había visto al impresentable de Richard Stark merodeando en el sótano del Castillo Evans en busca de reliquias interesantes. Y Mavado estaba convencido que lo que había hecho era hurtar lo más valiosos objetos.

 

Yo no podía dar mucha fe del asunto porque solo en un par de ocasiones me había asomado a ese viejo lugar, entelerañado. El aura tétrica que emanaba me incomodaba sobremanera, así que sin corroborar si lo que decía el elfo era cierto o falso, me encaminaba al negocio recientemente inaugurado por Cirse Atkins y Catherine Stark.

 

Catherine...ella era también una fuerte razón para ir al local. No había vuelto a verla desde la Fiesta en el Castillo Evans, y ya había pasado demasiado tiempo de aquello. ¿Se encontraría bien? ¿la encontraría en el local? Con aquellas preguntas en la cabeza apenas era consciente del sonido del tacón de los botines al contacto con el empedrado del Callejón Diagon. Coloqué las manos en los bolsillos de la gabardina gris que traía encima y por fin me detuve para contemplar unos momentos la fachada de ese negocio, con sus dos enormes escaparates y su espaciosa entrada.

 

Les antiquités de Cathecir

 

Ingresé al lugar procurando ser lo más discreta posible, pero una traidora campanilla anunció mi ingreso. De cualquier forma, una rápida mirada me demostró que mi "prima" no se encontraba presente en aquel lugar. Solo estaba su socia Cirse conversando con un muchacho de sobra conocido por mí. Se veían bastante ensimismados el uno en el otro así que no quise interrumpirles, y me limité a avanzar hacia los anaqueles.

 

Los objetos estaban colocados respetando un orden de antigûedad y también al parecer, de poderes. Bien decían que muchas cosas conseguían ciertos poderes en el tiempo, quizá producto de un hechizo aplicado directamente sobre ellos, o algunas que habían estado estrechamente en contacto con su dueño, terminaban por a la muerte de este conservar algo del poder de él en su interior.

 

La magia podía obrar de formas muy extrañas, siempre trataba de tenerlo presente.

 

Ahora solo tocaba concentrarme en dar con algún objeto de la familia. Antes de venir había tomado la precaución de revisar el cuidadoso inventario fotográfico que teníamos en la biblioteca del castillo, y que contenía información de absolutamente todos los objetos existentes en él. El preciado album había pasado de una generación a otra de Evans, y actualmente yo era la única depositaria del mismo, por encargo de mi padre Boss Elessar.

 

En el bolso de cuero que traía, llevaba precisamente dicho inventario reducido mágicamente para que pudiera caber allí. Si encontraba un objeto que pareciera familiar solo bastaría con comprobar en el album si pertenecía o no.

 

Y ay si encontraba uno solo en esa tienda, Richard Stark pagaría caro su falta...

 

La campanilla de la puerta volvió a sonar ¿de quién se trataría esta vez?

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La Macnair llevaba días intentando distraerse en algo, su cabeza no paraba de darle vueltas a las cosas. Su pasado aun no llegaba a su mente, su vida tenia un gran hueco y no podía llenarlo con nada. Sabia que tenia familia y que la querían, ahora lo sabia, solo que se frustraba tanto por no conocer si quiera su historia misma.

 

Caminaba por el callejón y sonrió a sus alrededores y miro un escaparate que le llamo la atención -mmm antigüedades- pensó para sus adentros, y se adelanto para pasar al local, si se veía muy interesante por fuera, por dentro debía estar muchísimo mejor.

 

Entro en el establecimiento y la campanilla de la puerta sonó, había ya gente en el establecimiento y la Macnair se puso a ver los artículos que se encontraban ahí. Había perfectos artefactos y muchos le llamaban la atención, pero no se podía concentrar en algo concreto, así que se acerco a una chica que estaba en la tienda.

 

-¿Tu trabajas aquí?- pregunto la chica con una sonrisa.

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Con @

Una desconocida asomó a la tienda. Era bastante más alta que yo (la verdad que medio mundo en Ottery lo era) y sus ojos jade, con un extraño brillo en ellos observaron curiosos aquel lugar. No la recordaba de ningún lado así que procuré volverme a concentrar para lo que había venido, mas entonces se dirigió a mí tomándome por una empleada del lugar.

 

- ¿Yo? No, lamentablemente no, soy tan solo una visitante como tu a este lugar ¿viniste por alguna razón? ¿alguna compra para tu familia o recuperación de patrimonio perdido?

 

Mientras le hacía aquellas preguntas empecé a sentir una extraña fascinación, una que no sentía hace mucho por alguien...por Pandora. Caí en cuenta entonces de la naturaleza de esa (aparentemente) jovencita. La palidez de su piel no hizo sino confirmármelo.

 

"Una vampiro"

 

De golpe sentí como si mi difunta prima estuviera hablándome al oído explicando porqué estaba en su condición ser tan atrayentes para los humanos. Ella siempre lo había considerado algo molesto, pero yo sabía de sobra que otros solian sacar sumo provecho a su condición ¿lo haría también aquella muchacha?

 

- Perdón, que descortés, olvidé presentarme- exclamé de pronto cayendo en cuenta de mi error- Bel Evans McGonagall, un gusto ¿y usted es?

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Ariadna Macnair Grindelwald

 

 

Sonrió mucho ante el recibimiento de la chica, aunque no fuera una empleada, tenia muy buenos modales y eso le encantaba a la Macnair, ella siempre podía ser amiga de quien fuera respetuosa, ante su persona y ante los demás. La gente sin educación, le caía muy mal a la bruja.

 

-Simplemente pasaba por aquí, algo me dijo que me gustaban las antigüedades- comento la peliazul con una tremenda sonrisa y levantando la mano de su bolso, le estrecho la mano a la chica.

 

-Mucho gusto, soy Ariadna Macnair Grindelwald- le contesto con otra sonrisa y miro una vez mas el lugar -¿a ti también te gustan las antigüedades?- sonreí de oreja a oreja -¿como que cosas antiguas te gustan?- se empezó a hacer un poco para atrás, mirando un candelabro del techo, y casi se cae por tropezarse con una maleta antigua que había en el suelo.

 

-Hay pero que torpe soy, terminare pagando toda la tienda, si empiezo a romper cosas- comento la chica y le sonrió a Bel.

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Con @

- ¿Gryndelwald? interesante apellido- no podía recordar excepto vagamente a una muchacha otra persona que llevara ese apellido en Ottery, pero no quería parecer desatenta así que contesté a su interrogante lo mejor que pude- eh...no soy muy aficionada a ellas con sinceridad, me gustan las cosas que tiene una historia interesante tras de ellas, pero ahora mismo...

 

¿Debía contarle o no a aquella desconocida de las verdaderas motivaciones que me traían a la tienda? No parecía alguien de quien pudiera tener cuidado, pero en Ottery simplemente bajo las condiciones que la guerra mágica con los mortífagos había impuesto ya no podía tomarme tantas confianzas, no sin conocer algo más a quien tenía al frente.

 

Mientras yo divagaba, Ariadna prestaba atención a un candelabro de elaborada manufactura, y tanto era su interés por él que retrocediendo para poder contemplarlo mejor por poco y tropieza con una maleta que quien supiera porqué habían dejado allí. Tendí mi mano automáticamente como para sujetarla si caía pero por suerte no había sido así.

 

La muchacha me comentó de su torpeza, y lo hizo con tanta gracia que no pude evitar soltar una carcajada.

 

- Bueno ¿veamos las cosas juntas te parece?

 

Giré mi vista hacia el escaparate, observando con fijeza cada objeto. Hasta el momento, todo resultaba desconocido a mis ojos, ninguno de los objetos se acercaba siquiera a alguna de las apreciadas reliquias de la familia Evans. Un minuto estuve así, con Ariadna al lado contemplando en silencio los objetos cuando de pronto, unos finos pendientes dorados, con una esmeralda incrustada en ellos, captaron mi atención, de una forma tan especial, que sin pensarlo demasiado los cogí y sostuve en mi mano unos momentos.

 

- Bonitos...- cogí la mano de la joven aun sin saber bien porqué y le coloqué uno de los pendientes en la palma de la mano- ¿que te parecen a ti?

 

Oí su respuesta, y sonreí, quizá debía llevármelos a casa. Mas justo tras aquel pensamiento noté que el escaparate y absolutamente toda la tienda a nuestro alrededor se desvanecía y solo podía contemplar un mar oscuro y solitario, con olas altas que rompían de forma estruendosa contra la costa.

 

- Señorita- dije tratando de mantenerme formal pese al estupor y algo de miedo que comenzaba a instalarse en mi mente- ¿ves también el mar?

 

Bajé la vista y entonces vi como la joya brilla con inusual fulgor. Asustada giré la palma para hacerla caer pero no se desprendió y se mantuvo firme sobre mi palma. "Maldición, nuevamente me he metido en un problema", me dije.

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  • 3 semanas más tarde...

~Luego de la separación con Káiser

 

Ingresó al local aun con la capa de viaje. Acababa de transcurrir una experiencia tan intensa, que se sentía un tanto desorientada así que se colocó sobre la silla que se encontraba detrás del mostrador aun con la expresión ida y soltó el bolso de viaje que había estado cargando dejándolo caer pesadamente en el suelo. No pudo saber con certeza cuanto tiempo estuvo así, como congelada, mas pronto reaccionó como si se tratase de una inyección de poción herbovitalizante. Al ver alrededor, pudo captar sólo las figuras de Bel Evans McGonagall y una chica que no conocía. Parecían estar igual de paralizadas que ella, aunque Catherine no les prestó la debida atención por una sencilla razón: no deseaba hablar con Bel.

 

Por ello, se escabulló escaleras arriba hacia la cama adoselada. Se acurrucó allí un buen rato, aislándose una vez más de su entorno, arrebujando sus pies desnudos en la túnica, luego de sacarse las botas de fieltro. Luego, jugueteando con su nueva varita, decidió invocar algo que no había podido invocar desde hacía mucho tiempo. Agitándola en el aire susurró claramente "expecto patronum". Su sorpresa, fue surgir una voluta informe de humo blanquecino de ésta. No había alcanzado a identificar la forma de ningún animal, pero supo que podía hacerlo de nuevo. Un reguero de sentimientos inundados la envolvió y, aun con aquellas dudas en su mente, se quedó dormida.

 

Al despertar, aun seguía en la misma habitación. La cama estaba desordenada y tenía frío, por lo que se cubrió con la colcha y, con voz dudosa, llamó.

 

-¿Atkins? -Aun le costaba usar el nombre de pila con la mujer, a pesar de que habían decidido llevar aquel negocio juntas, como habían intentado hacerlo con el edén. Le había parecido escuchar ruidos no muy lejanos y se preguntó si no estaría subiendo las escaleras o, simplemente, removiéndose en su silla en el piso de abajo- ¿Eres tu no es así?

 

Suspiró. Sus sentidos ya no eran tan agudos. El poder de Káiser, el alma de Káiser, todo aquello la había abandonado ya. Una sensación de vacío la inundaba a pesar de que sólo podía definirse aquello como el librarse de una maldición. Entonces ¿por qué había dejado aquella seña en su alma? No podía dejar de preguntárselo.

 

Jamás se lo diría, por supuesto. No tenía intenciones de aumentar el ego de aquel maldito ególatra y aun así... no podía dejar de pensar en ello.

 

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Oscuridad- Barba Azul

 

En sus manos, descansaba el grimorio. Un cúmulo de criaturas de sombras, informes y retorciéndose sin cesar, parecía llenar el espacio bajo el agua en donde Gilles de Rais recitaba sin descanso sus rezos. El sonido de las olas inundaba sus oídos, otorgándole la fuerza de él. El dios había oído un tímido llamado y, en su magnanimidad, había enviado a Gilles, su fiel sirviente.

 

Su grimorio, de invocación de demonios, era además su fuente de energía, por lo que lo sostenía con manos en las que las uñas se habían tornado en garras torcidas y amarillentas. Su rostro, que era como el de un ave de presa, tenía los ojos enormes demasiado separados y ligeramente bizcos. Acuosos, como si viesen el más allá. Las sentencias de su señor le llegaban desde lo más profundo del mar y él podía oírlas gracias al libro que sostenía entre sus manos.

 

Sabía que el llamado no había sido voluntario. Pero tampoco podía decirse que hubiese sido casualidad pues tal cosa no existía en el mundo de su Dios. Una pálida y graciosa gema había sido devuelta y Gilles debía agradecer apropiadamente a las portadoras de los regalos. Una sonrisa asomó a su cara haciendo de su expresión algo aun más demente; en la costa, en donde las olas no causaban ninguna espuma, una de sus criaturas empezó a derrapar hacia el par de mujeres frescas y llenas de vida, que a ella habían llegado.

 

-Sed bienvenidas en nombre de mi señor -fue lo que dijo Barba Azul, Gilles de Rais, surgiendo de las olas siguiendo en una procesión aterradora a las criaturas que se asemejaban a un pulpo de tonos morados con grandes ventosas y sin cabeza, que agitaba sus patas constantemente como si se retorciese de dolor sin cesar. Dejando escapar una risa desagradable continuó-. Éste las espera una vez más.

 

En aquellos instantes, la luz de un faro atravesó la escena, pintando el espacio de tonos sepia. Gilles de Rais entrecerró los ojos con desagrado, aunque no se movió. Cuando la luz hubo pasado y apuntado hacia otro lugar, observó de reojo el faro que se encontraba justo al borde del acantilado para luego volver la vista hacia las muchachas. Su rostro volvió a dibujar aquella desagradable sonrisa, que indicaba que no era más que un carnicero conduciendo la cena de su señor.

 

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Demisit lacrimas dulcique adfatus amore est 

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