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Les antiquités de Cathecir~ (MM B: 106590)


Circe Atkins C.
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Enarcó una ceja por su peculiar nombre y miró el letrero de la sección a donde se dirigía. La gran Rusia imperial, muchos pensaban que Brendon era como los otros nórdico, llenos de cerveza e instinto animal. Pero lo cierto era que a él le gustaba el whisky y leer sobre la historia, aunque el instinto animal también lo tenía. Hacía mucho tiempo que había leído sobre la Rusia imperial pero recordaba gran parte de ella. Fue un libro que alguna vez le regaló su padre por medio de un pedido. Si esa bruja buscaba algo de allí entonces sabría encontrarlo para ella.

 

—Mi nombre es Brendon. —Alzó una comisura— Brendon Ravenclaw. El placer es todo mío.

 

Casi se sintió culpable por querer utilizarla para encontrar un regalo, pero se lo compensaría. Brendon estaba siendo un caballero y era obvio que era un dama de alta cuna a pesar de sus rasgos jóvenes. Le agradaba su olor y al mirada que tenía era una debilidad para el nórdico. Invitarle un café luego sería lo mejor.

 

—Tal vez ahora no, pero pronto. —Respondió a su oferta de agradecimiento— Vi que estabas a punto de entrar a La gran Rusia imperial ¿Te gusta? Para serte franco, es una de mis dinastías favoritas.

 

Tal vez le sorprenda que alguien como él sepa algo de esa época, o siquiera algo fuera de su país dado el concepto que todos tienen de un vikingo. Pero se había instruido lo suficiente como para hablar de Rusia todo el día.

 

—¿Buscabas algo en específico? La Rusia imperial tuvo unos buenos años, dejó atrás mucha cultura y joyas.

 

No quería parecer un i****** diciéndole algo que tal vez ya sepa, pero quería pasar más tiempo con la bruja. Ya tenía su nombre, ese era un progreso grande. Tal vez buscaba joyas o algún cuadro de la época. Era casi deprimente que pudiera encontrar algo para ella y no para su padre, lo que hacía una mujer.

 

 

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Me puso un poco triste que declinara mi oferta de agradecimiento, en verdad quería agradecerle por devolverme mi pañuelo, ese pedazo de tela que me recuerda mi amada nación y mi familia, pero después me di cuenta que el joven nórdico buscaba saber más de mí, acaso le estaba interesando? Lo descubriría con el tiempo.

 

 

-Amo la gran Rusia imperial, es mi patria, mi familia pertenece a la gran dinastía rusa-dije.

 

 

No sé por qué estaba sincerándome con él nórdico, aún nos encontrábamos en peligro mi familia y yo, podría ser un espía de los revolucionarios en busca de mi cabeza junto al resto de mi amados familiares, pero algo me incitaba a confiar en él, sentía que le conocía de hace tiempo.

 

 

-Quisiera algunos muebles, cuadros o artículos decorativos, vendrán mis padres a Londres y quiero que se sientan como en casa-le confesé.

 

 

Me resultaba un poco gracioso y curioso que el joven quisiera ayudarme en algo que no era de su cultura, si hubiera sido otra persona habría recibido una tremenda reclamación de mi parte, más aparte de quitarlo de mi vista, pero el nórdico me tenía intrigada e hipnotizada por su hermosa figura tan varonil, quería saber todo de él.

 

 

-¿Buscabas algo en específico para tu padre?- se me salió el comentario- Discúlpame, no pude evitar escuchar tus pensamientos hace unos momentos, soy Legeremante- dije.

 

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Brendon pretendió ocultar su asombro ocultar su asombro a la bruja. Pertenecer a tal dinastía era una virtud de solo genes y mucha suerte. Eso explicaba sus finos rasgos y su acento, peculiar encontrar gente como ella en Londres, y no en la mismísima Rusia. Eran una dinastía eclipsada con el tiempo pero sus increíbles historias seguían impresionando al mago.


Algo que también le sorprendió era el hecho de que leyera mentes, algo realmente desafortunado para el mago. No podía pensar nada indecente o lo timaría de loco, y eso no era lo que buscaba. En el mundo mágico se podían encontrar cosas poco usuales.


—Solo un regalo, pero será luego de que encontremos lo que quieres. —Le sonrío a la bruja tratando de lucir amable.


No era bueno remodelando, no tenía idea de muebles pero si de la dinastía y de sus increíbles joyas. Tesoros alguna vez quiso robar cuando estaba en Suecia siendo un vikingo, y ahora que los tenía en frente, prefería dárselos a la bruja. Como cambiaban las cosas.


—¿Que tal los huevos de Fabergé de la zarina? —Tomó uno de ellos y se los mostró— No se mucho de remodelación, pero se que se ven hermosos y que combinan con tus ojos.


Un halago digno de esa mirada, lo merecía. A lo lejos miró un cuadro de la familia Romanov y el nórdico se acercó hasta el atrayendo a la bruja.


—Ese cuadro también es una buena opción, son los Romanov.


Aunque claro, ella ya debería de saberlo. Pero no estaba demás recalcar tal apellido.




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Le sonreí al escuchar su respuesta, quería en verdad ayudarme primeramente a encontrar lo que buscaba, en verdad le observaba fascinado con mi búsqueda y la historia de mi familia, a pesar de que podía escuchar sus pensamientos, algo me impedía saber sus intenciones conmigo, era frustrante, sentimiento que era raro que yo sintiera.

 

Comenzamos a recorrer la sección rusa y el Ravenclaw iba dándome opciones de lo que podía llevarme a casa para la cena que estaba organizando para mis padres, todo iba bien hasta que mostró los huevos de Fabergé de mi abuela, la zarina, que tenía años sin verla, la nostalgia me invadió, me sentía ahora triste, recordar todos mis momentos con ella, pero me contuve a llorar y los tome en mis manos.

 

 

-La última vez que los tuve frente a mi tenía 14 años, estaba de visita en la mansión de mi abuela en parís-dije en tono de nostalgia.

 

 

No quería que me viera llorar, así que seguí caminando por el pasillo, el nórdico iba detrás de mi confundido ante lo que vió, estaba reponiéndome de aquel recuerdo feliz y triste a la vez cuando el joven me sugirió llevarme un cuadro de mi familia, en el estaban mis hermanas fallecidas gracias a esos malditos revolucionarios, fue ahí cuando caí de rodillas al suelo y no pude más, estaba llorando a mares.

 

 

-¡Xenia! ¡Alexandra! , hermanas, como las extraño, ya no puedo con esto, llévenme con ustedes-me lamentaba llorando en el suelo.

 

En aquél momento habia olvidado que estaba en compañia del Ravenclaw, pero ya no soportaba el hecho de esconder mi identidad, pretender que mi pasado habia muerto en aquella invasión cuando tenia solo 15 años, esconderme como rata para que los revolucionarios no nos encontraran y nos mataran a mi junto a mis padres, era un dolor que simplemente ya no podía soportar más.

 

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Oh no, esto era muy malo.

 

Apenas había entendido lo que había dicho sobre el cuadro, algo literalmente imposible puesto que la familia Imperial fue asesinada por los revolucionarios. No tenía idea de qué hacer cuando la vio desplomarse y llorar, nunca estuvo en una situación como esa y muchísimo menos en un lugar publico, pero debía hacer algo. No podía dejarla allí llorando aunque su llanto no tenga justificación ¿Qué haría un hombre normal en esa situación? El era un nórdico, no un fino ingles. Tal vez se ganaría una cachetada por lo que iba a hacer pero en su cabeza no había otra idea.

 

Se acuclilló colocando las manos sobre los hombros de la bruja, no tuvo palabras para decirle, se maldijo a sí mismo pero esa carencia de compasión.

 

—No sé que suceda pero todo va a estar bien. —El ojigris miró sus lagrimas con algo de delicadeza las fue quitando, auqnue no dejaban de aparecer.

 

Tendría que recurrir a su idea suicida. No toleraba verla desconsolada en el suelo y no la levantaría como si estuviera enferma de algo. Pasó su brazo por debajo de sus piernas y colocó la otra en su espalda. Sin esfuerzo alguno la cargó entre brazos, tenía que apartarla de las miradas de los demás que de seguro le echarían la culpa al nórdico de esas lagrimas. Caminó con la dama en brazos hasta que vio un lugar apartado en donde estaba un sillón algo sucio y polvoriento. Pero estaba lejos del peligro de que observaran a la bruja llorar.

 

Posó a Beryl con delicadeza en el sillón y alcanzó un pequeño banco para él. Se pasó la mano por el cuello esperando alguna reacción de la bruja, y claro, algo de respuestas. Las personas no lloran solo porque sí en una tienda.

 

—No sé lo que te suceda, y si quieres llorar puedes seguirlo haciendo. —Brendon era pésimo para esto— Aquí estás a salvo y yo no te juzgaré si decides hacerlo.

 

Aunque no le gustaba ver a una dama llorar y menos por algo que no tiene sentido.

 

—También puedes coger este pañuelo y secarte esos hermosos ojos. —Tomó el pañuelo solo para ofrecérselo— Detesto ver a una bruja llorar, y más aún cuando no sé el motivo.

 

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El nórdico no sabía cómo calmarme, solo levanto mi rostro, limpio mis lágrimas y me dijo algo confundido que todo estaría bien aunque no tuviera idea de que me ocurría, ahí fue donde pensé en contarle todo de mí aunque no le conocía demasiado pero lo haría ya que estuviera más tranquila.

Después solo sentí como el Ravenclaw me cargaba en sus brazos hacia un lugar más tranquilo, yo solo seguí llorando en silencio aferrada a su pecho. ¿Cómo pude desplomarme enfrente de él?, creo que mi debilidad es mi familia, y ya había perdido parte de ella con la muerte de mis hermanos; No entendía como el nórdico tenía tanta paciencia y comprensión hacia mí, sin siquiera conocerme.

 

Volví a sentir como el joven me bajaba con delicadeza en un lugar solitario en donde se encontraba un sillón y varios bancos, ahora me encontraba sentada y con el joven nórdico sentado en un banco enfrente de mí, preocupado por verme así, después, dijo que si quería llorar que lo hiciera y que no me juzgaría por ello.

 

-En verdad discúlpame, no quería que me vieras así, pero ese cuadro significa más de lo que puedas imaginar, si te dijera que las personas en ese cuadro están retratados mis padres mis hermanos y yo?-dije mirándolo a los ojos

 

-Soy a pequeña princesa perdida de la leyenda de los Romanov, viviendo bajo otra identidad para evitar que me maten junto a mis padres, la leyenda no es nada comparado con lo que viví cuando tenía 15 años-añadí.

 

Después tome sus manos y con lagrimas en los ojos comencé a contarle mi historia ( Ver mi historia en la ficha ) al nórdico para que entendiera mi dolor y mi infierno en vida, ahora me sentía protegida con solo tenerlo a mi lado, sentía que podía contarle todo, sabia que no me juzgaría, su pensamientos solo me reflejaban que era una persona buena y de alma pura a pesar de físicamente verse rudo y sin sentimientos.

 

-¿Ahora entiendes por qué habita tanto dolor en mi alma?- le dije a punto de romper en mar de lagrimas de nuevo.

 

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Negó suave con la cabeza cuando empezó a disculparse ¿Por qué se disculpaba por lagrimas? Pero lo que la bruja dijo luego de eso le hizo fruncir el ceño. La familia imperial había sido asesinada ya hace muchísimo y era casi imposible que algunas de las princesas se conservara tan bien a pesar de los años, en todo caso de que haya sobrevivido. Luego de ello me confesó de que era la pequeña Anastasia Romanov, algo impresionante.

 

Había escuchado de la leyenda sobre que la princesa había sobrevivido al ataque, pero jamás lo llegó a creer. Las probabilidades eran casi nulas. Escuchó detenidamente cada pedazo de su historia, lleno de intriga por lo que pasaría después. Ahora comprendía porque sufría tanto al ver el cuadro de sus hermanas. Aquello había sido un acto de hombres desalmados y sedientos de poder. Poder que no les pertenecía y que quisieron tomar a la fuerza.

 

Frunció los labios sin saber qué hacer, ella sufría un montón de desgracias y apenas la había conocido hace un momento. No lo podía explicar pero se sentía responsable de cuidarla en ese instante, tal vez la fina Londres lo había ablandado.

 

—No lo puedo entender, pero sé que puede ser algo muy peligroso. —Le hablo con suavidad al ver que algunas lagrimas amenazaban con salir de sus ojos— Sé que es un dolor sin medidas, pero ahora estás a salvo.

 

Le sonrió.

 

—No hay nadie a nuestro alrededor que te haga daño y tus padres vendrán de visita. Deberías de sonreír por lo que tienes ahora. —Miró a los lados cerciorándose de que nadie lo viese, ella realmente era un fugitiva y no quería pasar un mal rato por un descuido.

 

—Haría una reverencia ante ti, alteza imperial —Habló con gracia— Pero sería muy extraños para los demás en esta tienda.

 

 

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Nunca nadie me había comprendido tanto como lo estaba haciendo el nórdico, cada acción que realizaba solo para ayudarme y sentirme segura hacia que brotara algo nuevo en mí, aún me encontraba triste por terminar con mi anterior relación pero este joven estaba comenzando a revolucionar y poner mi mundo de cabeza, aunque sintiera esto no iba a confiarme tan fácil, tal vez estaba confundiendo cortesía con amor.

 

-Tal vez tengas razón pero sigo teniendo miedo y no es fácil para mí-le contesté y le sonreí de vuelta y acaricie su rostro con mi mano izquierda.

 

El nórdico continuaba dándome ánimos, decía que aprovechara la visita de mis padres, que sonriera y estuviera feliz por ello, tenía razón, aparte a mis hermanas no les gustaría verme sufrir por ellas ni por todo el infierno que mi familia y yo soportamos hace años.

 

Quería hacer una reverencia por mi título real, cosa que me incomodaría que hiciera, así que lo detuve antes de que la gente lo viera.

 

-No, no es necesario que te inclines ante mí, soy igual que tú y me sentiría incomoda-le pedí.

 

El Ravenclaw había logrado levantar mis ánimos, quería volver a la sección rusa y comprar los dos artículos que el joven sugirió que comprara, iba a llenar de nostalgia a mis padres pero quería que se sintieran felices por ver en cierta forma la esencia de mis hermanas.

 

-Regresemos a la sección rusa, compraré el cuadro y los huevos, seguro a mis padres les encantará, enserio muchas gracias por estar para mi aunque ni me conozcas- dije mientras le abrazaba.

 

Al ver que lo había abrazado, me aleje de él sonrojada por mi atrevimiento, no quería ahuyentarlo o hacerlo sentir incomodo con mis muestras de afecto, era alguien nueva para él, pero yo sentía que ya lo conocía de hace mucho tiempo, me sentía protegida y en paz a su lado, algo en mi quería conocerlo más a fondo y pasar más tiempo con él pero temía que el nórdico no sintiera algo igual a lo que yo comenzaba a sentir.

 

Regresamos a la sección rusa, tome los huevos, después el Ravenclaw me ayudo a cargar el cuadro, cuando ya iba de camino a pagar me encontré con la antigua sala de la habitación de mi madre en san Petersburgo, no dude dos veces y también lo compré, todo lo llevarían a mi departamento al día siguiente.

 

-Te agradezco por ayudarme pero ahora toca buscar un obsequio digno para tu padre- dije sonriéndole con gentileza.

 

Se me había metido la loca idea de invitarlo a salir conmigo en plan de cita, lo acabó de conocer pero el nórdico me tenía realmente fascinada, nunca antes en mis 116 años de vida alguien me había cautivado como él lo hizo, a pesar de aparentar ser un salvaje, tenía la forma de ser de un verdadero príncipe, no quería arruinar las impresiones que tuviera de mi pero me moría de las ganas de proponerle dicha invitación, no sabía cómo hacerlo.

 

 

@@Brendon Ravenclaw

Editado por Beryl Serenity Hawthorne

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Todo había tomado un mejor color. Un mejor animo. La bruja estaba sonriendo e inclusive lo había abrazado con sus pequeños brazos como impulso. Se sentía orgulloso de haber logrado que cambiara de parecer, a ella, a la pequeña de los Romanov. La acompañó a comprar los huevos y las decoraciones, estando a su lado como que si de un guardián se tratase. Ella era una joya, una leyenda de esperanza de una época de crueldad. Mientras estaba con ella debía protegerla.

 

—Mi padre, su alteza, es una persona de vanguardia y como verá. —Posó su mirada gris sobre ella— Yo soy la representación del salvajismo en cuerpo y alma, un vikingo.

 

Aunque claro que en Londres se había cohibido, estaba en otra tierra con otras culturas. Actuar como vikingo era mal visto y hasta ilegal. Debía mantener en perfil bajo sus impulsos y deseos o de seguro lo llevarían a la cárcel. Llegaron hasta la sección nórdica, el principio de su viaje pero seguía estando nulo en lo que podría llevarse. Vagó con la dama a su lado por los estantes, mirando de soslayo algo que le agradara al patriarca.

 

—Beryl. —Suavizo su nombre entre los labios— Tengo entendido que en este local aún un lugar para sentarse y charlar.

 

Eso sí le interesaba, conocer más de la pequeña alteza. Su historia ya la conocía pero de ella y su temperamento aún podía dudar. Además de que es preciosa ¿Como no invitarla de beber algo? Sería un pecado garrafal del nórdico no intentar agradarle más de lo que parecía.

 

— ¿Te gustaría beber algo conmigo en cuanto consigamos lo que buscamos? —Enarcó una comisura mirándola, esperando una buena respuesta.

 

 

@@Beryl Serenity Hawthorne

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Cuando le cuestione sobre qué tipo de obsequio seria digno de su padre me dio a entender que era un hombre inteligente y de mundo a pesar de ser la digna representación de los vikingos, aspectos que me recordaban la historia del dios Odín y su hijo Thor, seres celestiales salvajes pero llenos de bondad y justicia, más que salvajismo el joven Ravenclaw me transmitía lo mismo que aquellos dioses nórdicos, algo dentro de mi comenzaba amar toda su esencia.

 

 

Aquellos ojos grises hipnotizaron los míos junto con esa voz tan varonil, me preguntaba qué demonios había hecho para merecer tan celestial momento, sin despegar mi mirada de la suya contesté a su comentario suavizando aún más mi voz como si se tratase de un susurro.

 

 

-Mi señor, podría obsequiarle a su padre un amuleto nórdico de siervo, un animal digno de tan sabio patriarca-dije mientras mi mirada se perdía en sus ojos.

 

 

Los amuletos nórdicos era uno de los objetos antiguos que más admiraba desde mis clases de cultura e historia universal durante aquel verano que pase en la mansión de mi abuela en parís, eran el símbolo más puro de amor entre los vikingos hacia su familia o seres amados, eso quería que transmitiera aquel joven a su patriarca.

 

 

Llegamos al fin a la sección nórdica, iba adentrarme al lugar cuando el joven se detuvo y pronunció suavemente mi nombre, gire y regrese hacia él, quedando muy cerca del joven, prosiguió sugiriendo que adentro había un lugar para beber algo y charlar, sus pensamientos insinuaban un inteligente movimiento para conocer más de mí, entendí lo que sucedía y quería lo mismo.

 

 

-Entonces vayamos adentro y bebamos algo, presiento que será una larga charla entre usted y yo-dije sonrojada mirando sus hermosos ojos grises.

 

 

Justo después de adelantarme invitándolo a dicho evento, el joven nórdico lanzó oficialmente la invitación, quedando al descubierto el mutuo interés de conocernos a fondo, solté una risilla nerviosa de tan tierno momento y me tome el atrevimiento de tomar de su mano para jalarlo hacia dentro del lugar.

 

 

 

-Vamos adentro a platicar un rato fortachón, el amuleto para tu padre puede esperar un tiempo más -dije en tomo de broma pícara hacia él.

 

 

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