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Les antiquités de Cathecir~ (MM B: 106590)


Circe Atkins C.
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El nórdico puso su mano sobre la mía cuando escucho mi confesión sobre mi historia con el Black, cosa que me acabó de sonrojar, no sabía si decirle los nuevos sentimientos que brotaban de mi hacia el Ravenclaw, era demasiado atractivo y bueno para mí.

 

 

-Creo que fue lo mejor debido a nuestras diferencias en cuanto a edades y que también es mi padrino en la orden-le confesó algo triste mientras miraba hacia la nada.

 

 

Brendon comenzó a contarme un poco de sus experiencias amorosas, cosa que me sorprendió ya que pensaba que personas de su cultura solamente tenían aventuras o romances cortos con mujeres nórdicas, en ese momento sentía tanta envidia de esas mujeres plebeyas, eran libres de hacer y deshacer a su antojo sin ser juzgadas como a diferencia de los miembros de la corona, tenían privacidad, eran espontaneas al estar con hombres tan varoniles y simples como el Ravenclaw lo era.

 

 

 

Después de escuchar mi pregunta curiosa, el nórdico tomo de su cerveza casi acabándola de un trago, se quedó pensando en algo acomodando su suéter, luego de ese pequeño silencio contestó a mi pregunta, sus palabras me sorprendieron.

 

 

-En lo personal no me llena de alegría hablar de ese hombre, solo lo puedo ver como mi padrino y en cierta forma estuvo mal tener una relación amorosa con él, es por eso que no lo menciono, quiero vivir experiencias con alguien más, simplemente ese hombre no era para mí-le confesé al Ravenclaw.

 

 

Ya no podía esperar más, quería gritarle al hombre sentado frente a mí lo que estaba comenzando a sentir por él, no quería verme desesperada ni como una lunática pero estaba conteniendo muchas cosas, me calmé y solo podía mirarle fijamente a los ojos.

 

 

-¿Dejarías que intentara algo?, cierra tus ojos- dije algo emocionada y nerviosa por lo que iba hacer, no sabía si él correspondería a lo que a continuación haría.

 

 

El nórdico cerró sus ojos y yo me acerqué poco a poco a él, estaba mi rostro frente al suyo, me acerqué más y deposité en sus labios un cálido y tierno beso, no sabía que iba a ocurrir pero dejé al descubierto mis intenciones, de una manera que lo tomara de sorpresa y no me viera como una lunática.

 

 

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Mel se mueve con agilidad por sobre las ramas del árbol, mas no es el caso de Ellie, quien se abraza fuertemente al tronco para no caer y, al mismo tiempo, tranquilizarse al sentir algo de estabilidad. Si bien conoce a Mel desde hace relativamente poco tiempo, la aprecia y no simplemente porque sean familia. Es una buena persona, una bastante interesante además... sin embargo, a veces ¡sí que logra desesperarla! Probablemente es su culpa por no haber sido más explícita con su pregunta, pero ¿es que su prima no cree que sería bueno informarle dónde está? Quizás así podrían saber cómo moverse y quizás así podría entender por qué deben resguardarse.

 

—No te preocupes —suspira Ellie luego de unos momentos—. Esa tetera es muy tramposa.

 

»Pero, Mel... ¿me puedes decir dónde estamos? ¿De qué nos estamos resguardando?

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  • 1 mes más tarde...

Mel no dice nada al inicio. Sigue olisqueando el aire como un animal de presa y se mantiene agazapada sobre las ramas, con sus ojos atentos a las sombras allí abajo. Sólo cuando ha transcurrido al menos otro cuarto de hora es que se levanta de la postura en que se hallara vigilando y se vuelve hacia Ellie sentándose con un equilibrio improbable (luciendo, de hecho, bastante cómoda) para luego empezar a explicarse.

 

—Transcurrí varios años de mi vida en este lugar —miró alrededor con un sentimiento muy difícil de descifrar en sus ojos—. Este bosque representaba nuestro universo —sus ojos entonces volvieron a posarse en los de Ellie—. Éramos una nutrida manada —sus dedos se movieron hacia un lado, señalando alrededor— estos árboles, el olor, incluso el sabor del agua o el aire. Lo recuerdo todo.

 

>>Sin embargo, somos al fin y al cabo licántropos —Mel negó con la cabeza—. Es verdad que no es luna llena pero eso pierde importancia cuando el mundo te ha dado la espalda y entonces te topas con todo aquello que representa a quiénes te han traicionado —la voz de Mel tenía cierto aire de tristeza—. No te ofendas por favor, es sólo que luces como el tipo de persona que no ha pasado muchas penurias, quizá incluso desde que nació<<.

 

Mel había aprendido a identificarlo porque ella también había sido así una vez. Sin preocupaciones sobre personas que sobrevivían en la marginalidad, jamás se había fiijado y ya menos preocupado por averiguar sobre la legislación mágica desfasada. Leyes realmente antiguas y ridículas que afectaban terriblemente a cientos de "criaturas" o "seres".

 

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Ellie desvía la mirada, para no toparse con los ojos de Mel; aún así, no obstante, siente el peso de su mirada. Sabe que su rostro está sonrojado y observa las ramas del árbol a través del velo de lágrimas; por eso, agradece que la noche esté tan avanzada y que la luz de la luna difume la escena. No es la primera vez que alguien se refiere a su ingenuidad... sin embargo, nunca se lo habían dicho de forma tan directa. Y nunca habría pensado que sería Mel, por encima de Hobb e incluso por encima de Bel, quien lo haría. Por un lado, intenta convencerse de que no es su culpa. Ella no pidió nacer en el seno de una familia de clase media, no pidió ser deseada y amada, no pidió tener oportunidades, no pidió nunca haber sufrido. En definitiva, no pidió tener una vida, según muchos, perfecta. Pero aún así, se siente avergonzada y, lo que más le lastima, alejada de Mel.

 

Quisiera decir palabras de apoyo, quisiera ser capaz de abrazarla pero ¿cómo podría, si no ha sufrido lo mismo que ella? Siempre es igual. Quiere ayudar... pero siente que no tiene el derecho, que no será aceptada.

 

—No te preocupes —se limita a decir—. Lo siento —no lo dice, pero no se disculpa por lo que Mel le cuenta. Le gustaría hacerlo, pero teme que sus palabras, como de costumbre, tengan el efecto contrario a lo que espera. Se disculpa por no tener mucho que compartir con ella.

 

Le echa una mirada al bosque que se extiende bajo ellas, imaginándose cómo sería vivir allí. En definitiva, no sería el mismo caso de Hobbamock. Él decidió vivir en la naturaleza para convivir, no fue confinado a la vida silvestre, no fue marginado; de la misma forma, ella decide acompañarlo en Castle Combe, no fue echada de su casa ni rechazada por Mel ni Richard. Sí, definitivamente Mel tiene razón. Nunca se molestó en pensar lo que habría sufrido Mel, por su condición, la vida que haría tenido antes de ir a Inglaterra. Ni siquiera lo intentó cuando comprendió la postura de su prima, en la lucha en contra de la discriminación de seres y en contra de los ideales acerca de la pureza de la sangre.

 

—¿Por qué dejaste la manada? —pregunta luego de un rato.

 

Abajo, la escena se ilumina tenuemente cuando una fogata es encendida. Voces y risas se elevan hacia ellas, pero Ellie espera a que Mel hable sobre ellas.

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—Hey ¿qué pasa?

 

Mel se ha percatado de que algo no anda bien con su voz y es sólo entonces cuando se aproxima a ella y ve lo que sucede.

 

—Escucha, no se trata de un reclamo, no tienes nada de qué disculparte —empezó, soltando un suspiro—. Tienes que tener en cuenta que he estado de ambos lados del espectro así que tengo más o menos idea de cómo te sientes —replicó, rascándose la cabeza—. Yo tampoco tenía ningún "problema" serio antes de que esto sucediera y por mucho tiempo, me preocupó mucho el motivo por el cual había sido mordida —continuó— pero al final, te das cuenta de que no es eso lo que tiene importancia, si no la identidad que eso te otorga.

 

Mel habla en susurros pero aún así su oído fino empieza a percibir sonidos a la distancia, personas que se acercan pero todavía están lejos. Eso, significaba que en no mucho tiempo, ellos también podrían oírla a ella. Así que se apresura a responder a la segunda pregunta.

 

—Porque no era mi lugar en realidad —replicó con un suspiro—. Eso no era lo que yo quería, aunque me hubiese refugiado aquí y amara todo lo que aquí se encuentra y se sintiese me sintiese como en casa —Mel miró a su alrededor.

 

Era difícil de explicar. Sentirse primero dividida entre lo que la bestia había querido y lo que ella había querido. Luego, el proceso de aceptar a la bestia como una parte que también era ella misma. Sus propios deseos, mutando, modificándose a cada instante. Su nuevo amor por los espacios abiertos, la tierra, la vida silvestre y los deseos de caza y de sangre derramada. Al final, comprender que el espacio en medio de todo eso era la respuesta que buscaba. Aún cuando amara ese lugar y lo anhelara, junto con aquellos con quienes allí había compartido, escapando del mundo y dándole la espalda, tal cuál se la habían dado a ella.

 

El anhelado todavía prevalecía y por eso lo llamaba su hogar pero ya no volvería a él y en realidad sabía que era una esperanza que no cambiaba las cosas, un refugio, más que su lugar.

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  • 3 semanas más tarde...

El local lucía desierto, lo que me llevaba a preguntarme seriamente cual era el objetivo de tenerlo, si nunca había alguien en el mostrador para atender.

 

Una vez más me tenía allí la denuncia vehemente de P-ko de que otra reliquia Evans había sido sustraída de casa, y que no era otro que Richard el culpable. Yo no estaba tan segura esta vez ¿a fin de cuentas cuando había sido la última vez que el susodicho había pisado el castillo? pero asintiendo amablemente ante las palabras de mi elfina salí del hogar, con el firme propósito de dar con el collar de jade, único legado de la tía Ludmila Evans McGonagall.

 

El silencio presente en la estancia me agradaba. Ayudaba en mi búsqueda tranquila por entre los anaqueles de aquella joya fantástica que había alcanzado a ver en una vieja fotografía de la mujer. Era raro admitirlo, pero la tía Ludmila no me caía bien,y solo por la egoísta razón que era a ella a quien P-ko hacía constantes alusiones en las épocas en que estaba segura que moriría soltera (como ella). Era seguro que la pobre pariente mía debía haber tenido muchas otras interesantes aficiones, o experiencias de vida, pero incluso el hecho de que todo eso hubiese sido opacado por el tema de no tener marido, me había llevado a no pocas reflexiones acerca de que en realidad no quería ser reducida como ella, a una única historia  semejante.

 

Suerte la mía haber encontrado un loco como Garry Ollivander, capaz de aceptar de buena manera la oferta de un matrimonio apresurado.

 

Tras mi exhaustivo recorrido, desalentada llegué hasta el mostrador. No había hallado nada, pero ¿no solía el taimado Richard guardar lo mejor en la trastienda o en el mostrador? Esta no tenía porqué ser la excepción. Por lo que extendiendo la mano toqué la campanilla, esperando que alguien saliera a atender.

 

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  • 4 semanas más tarde...

Richard había esperado clientela más amable. No era que no le agradara Evans, desde luego que no... bueno, no había necesidad de engañarse a sí mismo, Evans había sido una compañía indeseable casi desde el primer momento y ahora no era distinto. No era sólo que su carácter fuese muy distinto al de ella, si no cosas mucho más importantes, como "principios". Bel representaba el tipo de mujer snob inglesa, que él solía estafar pero con la diferencia de que se consideraba lista y por tanto, estaba siempre dispuesta a invadirse de sospecha ante el más mínimo contacto en que incurrieran sin explicaciones de por medio. Richard, por otro lado, solía aborrecer a las mujeres como ella por todo aquello que representaban pero solía disimularlo bastante bien. Era sólo que había llegado con ella a un punto muerto de descaro demasiado cercano a la sinceridad.

 

—Muy bien Evans, que sea rápido ¿vas a decirme a qué vienes a acusarme ahora?

 

Un no-tan-desmejorado Richard salió entonces de detrás del mostrador. No habría salido de no haber sido estrictamente necesario; llevaba ya cinco minutos espiando y estando atento desde allí dentro, esperando que contra todo pronóstico que la mujer se retirara sin hacer mucho más. Sin embargo, cuando tocó la campanilla, tuvo que admitir la derrota. Si estaba allí y no parecía dispuesta a irse, significaba que sería capaz incluso de allanar la propiedad si sospechaba que no había nadie presente y eso Richard no podía permitirlo.

 

No era como si las leyes ministeriales los hubieran detenido demasiado, a ambos, en el pasado.

 

En la mano derecha, llevaba una enorme taza de café y en la izquierda, un plato de galletas, que posó descaradamente sobre el mostrador para luego tomar una e ir comiéndosela de a pocos alternando sorbos de aromático café. El día había estado lento y la media mañana lo había pillado intentando reparar la maldición de una adquisición reciente, así que no se había dado el tiempo de comer. Tenía ojeras ligeras bajo los ojos y sus rizos desordenados tenían algo de frizz. Llevaba unos jeans negros, unas vans y un polo gris oscuro con un abrigo de piel de zorro encima que hacía que su ropa adoptara otro aire bajo la luz del día. No era común verlo así. Mas, a pesar de su expresión desmejorada, no tenía ni la sombra de una barba o un bigote y su rostro estaba cerrado a las intrusiones ajenas.

 

—¿O me sorprenderás diciéndome que necesitas que te ayude con algo o que has venido a comprar?

 

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Pegué un respingo cuando lo vi aparecer, y el primer pensamiento que me asaltó fue el como se las arreglaba para lucir bien en esas prendas tan particulares. Sea como fuere sonreí de forma sarcástica ante sus primeras palabras.

 

— ¿Acusarte? No, como comprenderás solo defiende los intereses de mi familia. En este caso sus reliquias.

 

No despegué la mirada de él, por muy turbia que esta fuera (aunque a decir verdad algún rastro de modorra podía verse allí). Lo cierto era que si había venido alguna vez allí a comprar algo, mi tiara de boda, pero ya había pasado casi un año desde ese asunto. Y ni siquiera había sido Richard el que me había atendido en esa ocasión. Así que era por esa razón que podía decirse que su ironía tenía asidero.

 

Exhalé largamente intentando mantener la calma y no ceder a sus provocaciones.

 

Ha vuelto a extraviarse una reliquia de mi familia. Se trata del único legado de mi tía Ludmila Evans, y es un collar de plata envejecida, y una piedra jade en forma de espiral celta y según la planilla élfica desapareció casualmente el mismo día que recogiste a Melrose en el Castillo Evans.
Lo cierto era que P-ko era la que fervientemente lo acusaba, pero no quería innecesariamente exponer a mi elfina ¿quién supiera y luego el mal hombre hacía algo? En lo que respondía observé la taza de té y olfateé el aroma dulzón que provenía de la misma. Era agradable, igual que las galletitas que él iba comiendo descuidadamente.
Y claro, se había negado a invitarme.
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Oh, una gorda en apuros. Dulce comedia.

 

Richard habría prestado más atención a las palabras de Evans McGonagall si no fuera porque era demasiado divertido verla seguir con los ojos la trayectoria de su galletita. Tal vez lo habría sido menos si Richard no fuese un serio caso de superficialidad y egolatría. Además, no decía nada nuevo en realidad: "Oh, te has robado algo de mi familia Richard, he venido para que me lo devuelvas sin falta porque me he enterado que has sido tu". Lo de siempre.

 

—No sé nada sobre ese collar —replicó entonces con total naturalidad concentrándose en remojar la galleta en el café mientras pensaba "repisa del fondo, trastienda, segundo anaquel a la izquierda"—. De veras, deberías dejar de acusarme de cada objeto que no consigues encontrar con un encantamiento convocador.

 

Aunque Richard birlase con frecuencia en el castillo Evans McGonagall, no era menos cierto que la mujer a veces llegaba con exigencias ridículas sobre artículos que Richard nunca había tenido el tiempo de observar y ya menos robar. Así que le dirigió una mirada de "tengo cosas que hacer si no te importa" con una ceja levantada, pues no todos podían darse el lujo de no trabajar a esas horas de la mañana a la par que tomaba una galleta con la superficie glaseada.

 

No todos eran empleados mantenidos del ministerio, vamos.

 

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- Podría probarte ahora mismo que tan buena puedo ser con los encantamientos Stark - un puñado de chispas brotaron de la varita que poseía y que desde el inicio se había caracterizado por ser inestable- pero luego no me haré cargo de las consecuencias.

 

Detestaba su cinismo solo un poco menos de su capacidad de comerse aquella galleta glaseada sin por ello perder su cuidada figura. Por el momento, todo lo que tenía conmigo era su palabra que negaba la acusación ,pero estaba equivocado si creia que con eso iba detenerme.

 

- Bueno. Supongo que si con tanta seguridad afirmas no tener el objeto,no te importará que inspeccione la trastienda. Con permiso. ..

 

No Esperé más y concentrando la magia en mis manos abrí un portal hacia la habitación ¿ un exceso? Quizá . Más no quería correr riesgo alguno para llegar allí y aunque el negocio figuraba sin hechizo de anticipación activado no podia fiarme que él hubiera hecho alguna conexión ilegal.

 

Aquella sala era oscura y apenas se alcanzaba a distinguir la silueta de las repisas y anaqueles. Sabía que si no actuaba ya Richard encontraría la manera de detenerme, así que ejecuté el hechizo convocador en ese mismísimo instante.

 

Y justo cuando las luces del lugar se encendieron y los improperios de él llenaron mis oídos ,el viejo collar llegó a mis manos. Me giré a observarlo con furia.

 

- Entonces ¿no lo tenías? - cerré en un puño el collar- no sabes las ganas que tengo por eescuchar tu historia de los hechos ahora.

 

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Editado por Bel Evans McGonagall

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