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Detective Mágico Consultor (B: 106711)


Hessenordwood Crouch
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- Él esta aquí

 

 

¿El quién? ¿Por qué no solo podía quedarme a dormir un poco más, y vivir de la nostalgia de días que no volverían más? intenté alejarme de esa voz que me llamaba pero cada vez se hizo más difícil, en la medida que la urgencia que en ella se dejaba traslucir me impelía a actuar, como si fuera un mandato que se imponía incluso a mi razón.

 

Abrí los ojos y como había comenzado a sospechar tenía a la dependienta ante mí, esas mismas manos ásperas del trabajo doméstico diario que me habían sujetado momentos antes, ahora temblaban ligeramente, y en su mirada podía adivinar que algo intentaba decirme solo que no encontraba la forma adecuada.

 

- Le pido de la forma más amable que a la próxima vez me deje descansar un poco más, verá que vengo...

 

Pero la conversación fue interrumpida sin desparpajo alguno.

 

- El joven Garry esta de pie en la puerta, con un aspecto lamentable, y preguntando por el Consultor ¡a lo mejor y el pobre creyó que ya ha sido reemplazado!

 

Intentaba con todas mis fuerzas asimilar aquellas palabras que la mujer decía de forma tan elocuente, mas mi cabeza se negaba a procesarlas, todavía adormecida y sin ganas de querer realmente estar "en la realidad".

 

- Señorita Bel, se que ha de tener pretendientes ¿pero no ha sido capaz de obrar de forma tan ruin no es cierto? Puede que él no sea un dechado de modales, y tiene hábitos francamente extraños y preocupantes, pero es alguien noble en el fondo...

 

Si ella quería que saliera de la butaca, lo acababa de conseguir con todo aquel parloteo. Por enésima vez negué con la cabeza ante aquellas insinuaciones extrañas. "Socio, no pretendiente" balbuceé aunque por lo que ella continuaba diciendo, parecía que había sido totalmente ignorada. Dejé el abrigo en el respaldar de la butaca, y con pasos torpes salí de la habitación y descendí las escaleras. "Ah estas malditas escaleras", mis refunfuños habituales se dejaron oír con un eco sordo, hasta que de pie en la primera planta observé hacia la puerta.

 

Y efectivamente era él, allí en el pórtico. Con un look imposible (¿que demonios era esa cosa envolviendo su cabello?), la mirada distante y la sonrisa torcida que no alcanzaba a sus ojos, esos ojos de tonalidades distintas que junto a las marcas lo convertían en el muchacho imposible de no distinguir, o de olvidar. Lo miré una, dos, tres veces, parpadeando en el proceso y hasta frotándome los ojos a la cuarta vez como para comprobar si no estaba soñando, o había terminado de enloquecer a punta de querer volver al pasado.

 

- Entonces ¿solo es llegar y montar todo este teatro maldito niño desaparecido?- sentía ganas de golpearlo, quizá aventarlo de la misma forma que había aventado el espejo horas atrás- hazme el favor de pasar, que lo último que quiero es el centro de los chismes del vecindario entero.

 

Lo jalé hacia el interior y cerré la puerta con toda la furia contenida que intentaba no volcar en él. Traía encima un abrigo de piel horrendo que sin miramientos decidí quitarle de encima y colocar en el perchero del recibidor.

 

- Vamos, arriba tienes algo de ropa limpia. Deberías tomar un baño también- me aproximé un poco más y coloqué un momento la cabeza sobre su pecho para oír los latidos de su corazón y comprobar que fuesen rítmicos, y luego extendiendo la mano palpé su mejilla fría y surcada de las cicatrices más brillantes que nunca- ¡y comer! Sepa Merlín donde estuviste, pero no consentiré que permanezcas así, al menos si voy a golpearte quisiera hacerlo a alguien capaz de defenderse, no al retazo de persona que eres ahora. Que sepas que esto apenas comienza.

 

Aparté la mano de su rostro e hice un ademán para que subiera por delante de mí. Y aparté la vista levemente, porque no quería que viera a través de toda esa rabia superficial, el profundo alivio y hasta alegría que sentía de saberlo vivo y de nuevo allí...conmigo.

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Tan solo habían pasado unos cuantos segundos desde que perdió el rastro de la mujer mayor que extraordinariamente subió prisa las escaleras. Como pudo volvió a incorporarse presumiendo de tan pronunciada altura (podía decir que incluso había crecido un par de centímetros más en el último par de meses que estuvo fuera) y le costaba más de lo que imaginaba, había sido un error dejarse caer de aquel modo “tan dramático”, muy eficiente para convencer a la anciana, pero malo para sus rodillas. Aprovecho entonces para estirar los nervios de su espalda, rígidos por el fio y el largo camino y también abuso de su confianza para echar un ojo al interior del pequeño recibidor, negó haciendo un gesto de disgusto, había ahí dentro un aroma terriblemente desagradable para su nariz, algo que ya había experimentado antes, pero que no tenía antojo de recordar donde.

 

Las escaleras de vieja madera rechinaron de nuevo, se vio sorprendió por la rapidez en la que todo sucedía (culparía al sistema ingles después) y que alguien más venia acompañando a la anciana fue fácil de notar, una persona más, con pasos torpes, ambas los tenían, seguramente su acompañante era otra mujer, de baja estatura por lo débiles de sus pisadas y posiblemente molesta o sorprendida por el modo tan apresurado en el que casi bajaban dos peldaños a la vez. El hombre se preocupó un poco, frunció el ceño y guardo desconfiado la vieja tarjeta que había ofrecido para que lo recibieran. Entre más cerca se escuchaban los pasos, sentía como un peso caía sobre él, retrocedió un par hasta topar con el marco de madera tallada del acceso principal, se tomó un segundo para admirarlo, no cabía duda que cada detalle de aquel lugar le gusta cada vez más, sintió un poco de pena al creerlo así aprobación .

 

Por reflejo les sonreía, aunque no era como si quisiera hacerlo sinceramente más bien era una cortesía, como aquel “Buenos días, ¿Cómo está usted?” que las personas recitan una y otra vez cada vez que se encuentran, ¿realmente les interesa saber cómo están? No debe ser, era una pregunta molesta, pero finalmente cordial, la mujer que lo crio hasta donde pudo posiblemente estaría satisfecha del estándar que había logrado causar pequeño crio que fue en algún tiempo. Ahí estaba entonces con un “Buen día ¿Cómo está usted?” reprimido no seguro si era por su propia moral o por que el rosto de la mujer frente a él decía “Ni se te ocurra”. Un extraño miedo lo acorralo y no pudo hacer más que dejarse tironear por la pequeña mujer.

 

-Creo que me confunden…-dijo apenas le era arrebatado el abrigo -Yo estoy aquí para buscar al consultor…- entonces sintió la cercanía de la mujer, no hacía falta que bajara su estatura, la cabeza de ella quedaba sin esfuerzo justo a la altura de su pecho. Confundido compartió miradas con la anciana que no dejaba ese mismo gesto que tenía minutos atrás de dejarlo en el puerta, aquello comenzaba a ser bastante irritante, pero había aprendido a ser un hombre paciente. La mujercita seguía hablando, reprendiendo al hombre como si él se tratara de un paciente fugitivo. Un momento de silencio de apodero de la habitación -Usted debe ser la sanadora- le extendió nuevamente la tarjeta -Ella ¿No lo es? Necesito su ayuda para un caso, se trata de una maldición. Tal vez sea de su interés ¿Podría entonces ver al consultor?-

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- El consultor eres tu ¿será que dejas de hacerte el idi.ota?

 

De veras que no deseaba golpearlo, pero era evidente que él estaba dándome todos los motivos para hacerlo. Vi la tarjeta de malhumor, una tarjeta elegante en donde en letras caligráficas estaba puesta la dirección del local, y el escueto mensaje "Siempre que sea interesante, el consultor se encontrará dispuesto a atenderlo" y en letras un poco más pequeñas (como si de una posdata se tratase) "Y tenemos también té y una sanadora".

 

- Esto tiene tu marca por todos lados. Realmente...poniéndome al lado del té pareciera solo un bonito accesorio más, tú- alcé la cabeza con indignación hacia él, a la par que tenía las dos manos en un puño intentando aplacar la rabia creciente- Por favor amable señora, si tiene la gentileza de llevarlo arriba a su butaca, porque sino voy a sectusemprearlo aquí mismo.

 

Algo en el tono de mi voz debió inquietar en demasía a la dependienta porque se lo llevó como un rayo fuera de mi vista. Y en ese lapso de tiempo, en que él subía las escaleras y no alcanzaba a escuchar lo que murmuraba permanecí de pie, con la tarjeta en la mano, preguntándome que juego estaba jugando. Sabía que podía ser retorcido y disfrutar de los "experimentos sociales" ¿pero hacerlo hasta ese punto? y sobretodo ¿hacérmelo a mí?

 

O quizá ese fuera el problema. Haberme creído especial para él

 

De cualquier forma no era el momento para mostrar debilidad. Así que respirando profundo subí a la segunda planta y me detuve en la sala apenas para coger el morral de pociones, tras lo cual seguí directo en dirección al baño. Ya allí, inclinándome, abrí la regadera y en el agua tibia que comenzaba a llenar la bañera vertí un par de pociones: una de limpieza, y otra capaz de aliviar moretones y contracturas musculares. La combinación de ambas dejó un aroma dulzón en el ambiente.

 

Hecho eso, regresé hasta la sala, y cruzándome de brazos indiqué con un gesto de la cabeza en dirección al baño.

 

- Ya te acaban de alimentar con té y galletas, así que date de una vez ese baño- me aclaré la garganta con un leve carraspeo antes de continuar- te lo repito por si no te quedó claro: todo lo que dije en el primer piso no fue ninguna broma, así que no intentes pasarte de listillo conmigo. Ahora, "el consultor" siempre confió en mi buen juicio, así que escucharé tu historia si haces caso de mi indicación. Así inmundo como estás ahora, no pienso atenderte.

 

Allí estaba, intentando parecer un poco más indiferente, mas todavía herida. Y con todos esos mandatos solo intentaba como una niña pequeña cobrarme algo de los momentos tristes, del tiempo que sentía que había perdido extrañándolo y sobretodo preocupándome por él, mientras que a él como en otras ocasiones parecía serle tan fácil olvidarme...

 

¿Diría él algo más o me haría caso? Me tumbé en la butaca y con cansancio apoyé el codo a un lado. Ya no entendía nada, me sentía igual o más confusa que él, pero de veras, así lo que tuviera para decirme, así la razón de su visita allí no fuera la que yo había pensado, quería escucharlo.

 

Las palabras que él tenía para decir.

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  • 2 semanas más tarde...

Era quizá muy tarde para decir cualquier cosa, entendía ahora por qué aquel local podía estar algo abandonado y en esas condiciones, tenía un servicio bastante extraño, quizá extra familiar, y aquella anciana que casi lo tironeaba por las escaleras, le recordaba singularmente a un fantasma de la que recordaba haber leído antes en una historia de ficción muggle, existía una posibilidad de que esa mujer mayor podría ser igual de atractiva que la de aquella novela, claro ya estando muerta, y por el pésimo intento que estaba haciendo justo ahora, tratando de llevarlo arriba seguro no pasaba más tiempo para que ocurrirá, introspectivo echo una mirada hacia abajo, justo donde la pelirroja aun lo veía desafiante, seguro la altura de esos feos escalones no matarían a la anciana tan rápido como la fulminante mirada de la pelirroja lo haría consigo.

 

No sentía que debía perder la calma, de hecho estaba lejos de eso, solo lo suficiente curioso como para saber en que terminaría esto, pero sin perder nunca el hilo de a lo que iba a aquel lugar en primera estancia, posiblemente le iba a llevar más tiempo de lo estimado resolver el caso tan misterioso que cargaba consigo desde tan lejos. Pronto termino en una cómoda butaca de pieles oscuras, era suave y cálida justo como él hubiera preferido, y una suave manta callo sobre sus hombros al tiempo que una taza de té humeante se servía frente a sus ojos con la gracia más elegante que había visto nunca. Ahora podría retractarse de la idea de provocar a aquel par de mujeres. Mientras tomaba entre sus grandes manos la raza que le ofrecía la residente se comenzaba a preguntar si aquello podría haber resultado una mala idea. ¿Ya habría cruzado el punto sin retorno? O aun había tiempo para eso?

 

La mujer, después de haberle entregado la taza en sus manos, le miro conmovida una extraña sonrisa adornaba su rostro y sus grandes ojos incluso le parecía que se empañaban poco a poco, Ollivander le sonrío de lado y con un fuerte sollozo la mujer acaricio su mejilla dejando caer sobre su pálido rostro una lagrima -Me alegro tanto de que volvieras por ella…- fue lo que Ollivander logro escuchar entre un leve gimoteo, el solo le miro confundido. La dama se puso de pie y murmurando algo acerca de su piel fría y conseguir leña para la chimenea salió de la habitación limpiándose el rostro de manera nerviosa. Un minuto más tarde de nuevo la pelirroja le haca compañía en la misma habitación.

 

-Ya entiendo..- Casi murmuro, después de un segundo más pensativo con la mirada fija en el té que oscilaba en sus manos temblorosas, se preguntaba a que sabía aquella infusión o si podía ser capaz de aunque sea quizá poder oler y disfrutar del aroma -Entonces será como usted lo diga mi señora- se incorporó y comenzando con la manta que suave que cubría sus hombros, se deshizo de cada una sus prendas, dejo caer pesadamente el extraño cinturón que colgaba de su cintura y de manera más suave y cuidadosa como si fuera de un material frágil el morral que cargaba en sus hombros heridos termino al pie de la cómoda butaca. Observo desde su lugar la puerta negra semi abierta, justo donde la mujer le había indicado con aquel rostro molesto. Sintió que su corazón pauto un muy largo segundo al ver directo a sus ojos, y titubeo un imperceptible instante -Pero vera usted que debe prometerme que después de hacer lo que diga, tendrá que escuchar mi historia hasta el final ¿Puede prometerlo?- seriamente siguió hablando mientras comenzaba a despojarse de su última prenda.

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Éramos solo los dos en la quietud de esa habitación lúgubre, donde las cortinas permanecían cerradas evitando el paso de la luz. De pronto, él se puso de pie y comenzó ¡a desnudarse! Me llevé la palma de la mano derecha al rostro con incredulidad, viendo como Garry dejaba atrás aquellas raídas prendas, incluido el morral que con deferencia fue dejado a un lado de la butaca.

 

"Mi señora" había dicho, absolutamente formal antes de empezar ese extraño ritual, y ahora volvía a abrir la boca dejando en claro que todo lo que hacía era para garantizar que yo permaneciera hasta el final oyéndole ¡insensato! ¿tenía acaso yo otra posibilidad que no fuera el quedarme allí hasta averiguar el maldito embrollo en el que estaba metido esta vez?

 

Intentando evadir el leve sonrojo que teñía mis mejillas, emití un largo suspiro y asentí a sus palabras. El contacto visual de apenas unos segundos había sido suficiente para volver a ponerme nerviosa, pero traté de dominar esa situación para en su lugar escudriñar aquel maltrecho cuerpo que mostraba más heridas que nunca: En los hombros, en el pecho, y cuando se giró para sacarse lo último que le quedaba encima, también en la espalda y pantorrillas.

 

Cicatrices, contusiones ¿acaso había pasado todo ese tiempo torturado? Un irreprimible impulso de saber que era exactamente lo que había sucedido se apoderó de mí, reemplazando todo lo demás y especialmente las confusiones nacidas de verlo allí de pie ante mí desnudo. Ahora de alguna forma era un cuerpo más como los muchos que había atendido alguna vez en las camillas de San Mungo, cuerpos lacerados por magia tenebrosa, cuerpos inertes que incluso requerían de ese complejo proceso conocido como "resucitación".

 

Porque después de todo, era una sanadora, y mi deber allí era conseguir que él pudiera recuperarse. Y me daba exactamente igual lo muy autosuficiente y vagabundo que fuese. Así que dando media vuelta comencé también a quitarme el suéter de lana y el pantalón de franela que fueron a hacerle compañía a la ushanka y el abrigo polar que me había quitado tiempo atrás, y por último me quité también las botas, hasta quedar solo con aquel vestido de lino crudo con el que solía ir a las batallas.

 

Cogí mi varita que había dejado en la mesa ratona y me colgué el morral de las pociones. Estaba lista

 

- Un detective consultor me dijo una vez que el cuerpo y cada cosa que lleva la gente son una mina de información ¡y vaya que sospecho que hay mucha información valiosa en ese cuerpo tuyo! Tanta que hasta creo que me ha de servir tanto más que tus palabras. Entonces ¿puedes confiar en mí?

 

Avancé hacia él con paso firme, de modo que quedamos a apenas escasos centímetros de distancia

 

- Nos vamos para la bañera ¿de acuerdo? Porque resulta más que evidente que ehm...neceistas una revisión exhaustiva- con la yema de los dedos recorrí toda aquella herida que iba desde los hombros hasta la parte media de la espalda- porque no has estado dándole la importancia mínima al cuidado de tu integridad física- le sonreí sintiéndome divertida de pronto por esa situación e ignorando una vez más el calor renovado en las mejillas y el leve temblor en el cuerpo- puedes tener la certeza de que por muy desalmados que puedan ser, yo nunca abandono a mis pacientes ni a mis ex alumnos, y resulta que tu querido niño tonto eres ambas cosas.

 

Alcé entonces la vista para observarlo una vez más, ese rostro demacrado en el que alguna vez había visto dibujarse una sonrisa y que ahora solo mostraba ¿curiosidad? ¿quizá temor de que estuviera allí no demasiado sorprendida y tocándolo? Mi mente no dejaba de saltar de un pensamiento a otro pero la pregunta básica que se repetía era la misma ¿sería capaz realmente de volver a confiar en mí y solo seguir toda esa situación hasta el final sea cual fuera este?

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  • 2 semanas más tarde...

EL agua caliente le reconfortaba casi inhumanamente el cuerpo, pareciera cosa de magia, y sumergió cada uno de sus rizos hasta que la voz de la mujer se convirtió en un extraño ruido en sus oídos embutidos en agua caliente. Sentía que ahora no necesitaban nada más, sería que ahí abajo podía durar siempre y que no existía problema alguno que lo perturbara más, no había una luna llena debajo del agua tibia, mucho menos una maldición, pero ¿En que se había convertido Ollivander si dejaba las cosas sin resolver de aquel modo? El último aliento de sus pulmones salió ruidoso y sus ojos bicolor se abrieron lentamente, la luz de una vela que oscilaba y el techo de madera oscura era lo único que alcanzaba a distinguir, y las burbujas que salían de sus narices y alteraban la superficie de la bañera. Pronto el aire comenzó a hacerle falta.

 

No le importaba si salpicaba afuera de la bañera o que algo de aquella sacudía había terminado sobre la mujer que entraba detrás suyo. El hombre le vio cansado y asintió gratamente a la mujer. Después se dispuso a ser escuchado si eso quería la mujer. El tiempo pareciera que había dejado de existir y pronto se sintió en su verdadero hogar, quizá podía darse ese pequeño gusto solo un instante, había dejado sus pertenencias lejos de aquella habitación, por lo que era posible que no corriera riesgo alguno, pero tratándose de malogradas maldiciones era mejor siempre no arriesgarse. Medito en su lugar por un par de minutos, sin emitir sonido ni ejercer movimientos, solo era él y sus pensamientos tratando de ponerlos en orden, tratando de obligarlos a ser lo que tenían que ser ahora.

 

–¿Conoce usted una buena historia?– pregunto después de un rato y con sus largos dedos hacia figurillas sobre el agua, el vapor que emanaba de la bañera era como una deliciosa caricia en su rostro –¿Existe para usted alguna buena historia que le pueda persuadir para hacer algo jamás había pensado hacer?– interrogaba con la mirada perdida en el fondo del agua, no pareciera querer conocer la respuesta pronto –Me gustan las historias, las que son buenas y también las malas, pero nunca he sido bueno contándolas. Nunca sabes que las puede hacer más interesantes o que les puede dar un buen final- pronto se quedó quieto, sentía como si no estuviera siendo escuchado realmente –Entonces no puedes hacer una buena historia si no tienes un buen final ¿cierto? Entonces no existe la historia hasta que tenga un final ¿Me equivoco?

 

Tenía que permanecer inmutable, imperturbable de modo que ningún sentimiento lo dominara de pronto, pensaba que eso podía arruinar una buena historia, que podía hacerse revelar si era falsa o mediocre si era dramática demás, y tenía que convencer de cualquier modo a la mujer de que escuchara su historia y convencerla para que accediera ayudarle, si no lo conseguía tendría problemas para volver.

 

–Debe ayudarme usted joven mujer aunque mi historia no sea tan buena porque aún no tiene un final– continuo y tallaba suavemente las heridas de sus largos brazos con el agua tibia –He despertado un día sin saber de dónde venía, en un páramo frio y ventoso, es difícil ver ahí después de medio metro de distancia, la nieve abunda y envuelve todo a su paso, no se puede ver otro color que no sea blanco, es tan frio que incluso puedes pensar que el sol mismo se esconde de él, porque no puedes verlo– quizá había presionado de más una de aquellas cicatrices porque un escalofrió detuvo su charla –Es complicado caminar por ahí y moverse creo que lo es incluso si vas preparado para enfrentarte a aquella naturaleza, no existe tundra que lo mantenga vivo y los filoso caminos se convierten en letales condenados para un viajero perdido– persistió –Entonces después de un largo tiempo de caminar vino un primer recuerdo, el de una mujer, mi acompañante, habíamos legado unto a aquel lugar, pero entonces ella no estaba más a mi lado.

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Contemplarlo a la bañera me trajo el inusual recuerdo de un cachorro que había recogido de niña en el mercado de Candem y que luego personalmente había bañado y peinado con mi propio cepillo para el cabello, siendo esto último lo que me había increpado mi madre, aunque luego olvidara el incidente y terminara siendo quien más velaba por él.

 

La expresión en su cuerpo entero era de tranquilidad y confort de la misma manera que aquel perrito. E incluso sus movimientos que parecían querer evitar a toda costa un trato directo dejaban sin embargo en claro que se permitía comporartarse así porque se encontraba a gusto.

 

Podía haberme quedado horas enteras solo a verlo y conjurar episkey mentales capaces de curarles las heridas pero entonces Garry tomó la iniciativa de hablar. No miraba mis ojos, sino el fondo del agua de la bañera, pero el tono de su voz tenía esa complicidad que me había gustado una vez de él.

 

O me seguía gustando.

 

- Creo que si una historia me conmueve , me da un poco igual el final qu tenga -lo dije rápidamente acercándome al borde de la bañera y dibujando círculos en la superficie- todo está en la capacidad de creer, aunque obviamente un narrador talentoso conseguirá más rápidamente su objetivo.

 

Él comenzaba su historia y podía sentir el nudo formándose en mi garganta combinado con las ganas de saber que más podía recordar y ¿quien podía ser la mujer? Un dato posiblemente irrelevante pero que me dejó más intrigada de lo esperado.

 

¿Con que clase de mujer podía haberse involucrado? Quería preguntárselo pero quizá fuera bueno solo esperar por ahora. Y seguir con aquel rostro impasible escuchando que más tenia para decir.

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*****Flashback*****

 

Con fuerza suficiente llamo a la campana del patio, el viento había parado hace un par de horas y Ollivander había podido avanzar más allá de lo anteriormente conseguido, pronto no había tardado en encontrar una antigua casa muy al estilo oriental en excelente estado. Había perdido a su acompañante hace mucho tiempo atrás, la joven de cabello claro y largo de pálida piel y ojos brillantes desapareció tras aquella ráfaga de viento separándola de su lado. Llamo de nuevo pero no obtuvo respuesta alguna, había algo muy extraño en ese silencio.

 

Redirecciono su camino y seguiría antes de que la tormenta callera de nuevo sobre él, ¿existe alguna posibilidad de que la niña que lo había traído hasta ese lugar aún siguiera con vida? Antes de ir más lejos una estremecedora voz lo sorprendió. Se trataba de una anciana de horrible rostro arrugado y una gran sonrisa, casi anormal, Ollivander pensó que era muy posible que con ella podía devorar personas de un solo bocado, vestía un andrajoso kimono rojo de terrible olor. La anciana batallaba en caminar hasta él apoyándose con un largo bastón de madera blanco, lo que le había logrado sorprenderlo bastante era como había llegado hasta él sin darse cuenta. El licántropo se resintió.

 

–Buen día joven viajero– reprimió las ganas de confesarle a la mujer que él no era un viajero –¿Acaso usted también se ha perdido en su camino– negó –¿No? entonces ¿cómo es que ha encontrado mi dulce hogar?– el mago se giró hacia ella y le reverencio con cortesía –¿Cómo dices? ¿Has perdido a tu amiga? Vaya pero ¡Que catástrofe! – chillo emocionada –Extraviarse por estos lugares puede ser mortal para quien viaja solo, por suerte yo he de encontrar a los viajeros perdidos, ¡venga! Vamos adentro que la tormenta casi nos alcanza y así será más difícil encontrarla, si a tu amiga y a ti mismo también– rio mientras se encaminaba al interior de la casa –¡Vamos! Que hace un frio terrible y estos pobres huesos ya no pueden andar como antes. Vamos, vamos, no te quedes ahí de pie ayúdame a abrir la puerta, es tan vieja que se necesita un fuerte empujón para poder entrar.

 

Ollivander ignoro cualquier gesto que su “instinto animal” le decía a gritos, era obvio que el licántropo podía resentir cualquier rastro paranormal que lo estuviera amenazándolo, eso siempre había sido de bastante ayuda mientras participo en actividades anteriores a buscar desaparecidos. Dentro de aquella edificación todo parecía más oscuro, como si por los vanos no entrara luz alguna, si era más cálida que el exterior pero no era una gran diferencia, dentro suyo la bestia le decía que ese no era lugar para un hombre, pero le resultaba difícil dejar el lugar y sobre los muros, los adornos y los mueves podía notarse una clara cultura japonesa en cada rincón, él no era un experto en el tema.

 

–¿Qué dices? *rio* no, tu amiga no está aquí, ya no más, pero si se ha perdido seguramente es que haya pasado por aquí o no ha de tardar en llegar, las chicas siempre son más listas que los muchachos y no se ven a menudo por aquí– la mujer entrego al mago un par de leños y una piedra ferrosa y le empujo hasta la chimenea –Lamentablemente son más sentimentales que los muchachos y terminan perdidas en el camino por error– rio con lastima –¡Eso es! Muy bien no has batallado nada en encender el fuego, seguro estas hambriento, un hombre como tu alto, alto, debe comer mucho aunque ese aspecto que te cargas *rio* seguro podrías cuidar de mi hogar cuando quiera yo irme a descansar *rio* ¿Dime te gustaría hacerlo?– la extraña anciana parecía bastante contenta de tener a Ollivander de visita y mientras el mago terminaba de acomodar los leños contesto –¡Fascinante! – la mujer se partió en risas por la respuesta del mago.

 

Después de un rato lo había dejado solo en el comedor, en su momento no recordó haber viajado tan lejos, pero eso podía explicar mucho sobre la vieja, sobre quien podía ser y ese comportamiento tan extraño que lo había hecho deshacerse de sus sucios zapatos ates de entrar, podía decir que sabía de qué se trataba pero no tenía el conocimiento para enfrentarse a aquello, tendría que ingeniárselas para mantenerse consiente el tiempo necesario. Desde el interior de lo que pensaba era la cocina se escuchaban ruidos de todo tipo, trastes cayendo al suelo ruidosamente, y golpes o tropezones que la mujer daba, Ollivander en más de una ocasión se había ofrecido en ayudar a la mujer a cocinar, pero ella se había negado rotundamente y le había confesado “Sera una cena especial, para mi invitado especial” y de vez en vez asomaba su horrendo rostro tras la puerta para preguntarle sobre algún ingrediente especial que el hombre prefiriera.

 

–Entonces dime amigo mío ¿Qué es eso que aun tienes pendiente por hacer? – de nuevo había conseguido sorprenderlo –¿No lo sabes aun? ¡Como así! – sobre la mesa dejaba un par de platillos de excelente aspecto culinario –Si aún tienes pendientes mi amigo, no podrás ocupar mi lugar pronto– la mujer entristeció de pronto, haciendo su feo rostro aún más horrible, y sollozo un largo rato, el mago había tratado de consolar a la mujer si no es que de pronto entre su llanto podía escucharse detrás de aquellos frágiles muros de madera la voz de una joven mujer atrapada que pedía auxilio ¿Cómo dices mi amigo? ¿Engañado? Yo no te he engañado amigo mío, jamás podría, en cambio tu...– su vos aguda y chillante cambiaba monstruosamente –Pero tu mi amigo sí que lo has hecho– de pronto la anciana caía al suelo y comenzaba su figura a transformar.

 

Estaba pasando, justo ahora frente a él, debió haber pensado más rápido antes de terminar en aquella situación , pero aún estaba lo suficiente confundido para saber qué es lo que estaba haciendo ahí, buscando a aquella mujer de la cual ni siquiera su nombre sabia. El mago no perdió más de su tiempo y a pesar de aquel ultimo pensamiento corrió tras aquellas puertas que no sabían hacia donde exactamente lo estaban llevando, solo seguía la voz de aquella mujer que lo llamaba cada vez con más intensidad, con desesperación, podía sentir que entre más la escuchaba mas era su deseo de encontrarla, su voz parecía enloquecer a la criatura y con desesperación atravesó cada una de las puertas que se encontraban en su camino.

 

–He visto tu corazón– la voz modificada de la anciana retumbaba en toda la habitación –Yo tengo a aquí eso que realmente quieres– el hombre llego a una extraña habitación parecía la más vieja y más descuidada de todas –Hijo mío– el hombre quedo petrificado de la impresión, sus bicolor abiertos de par en par no daban crédito a lo que ahora contemplaban delante suyo –Cuanto tiempo sin verte– la mujer esbelta comenzó a llorar casi desesperada –Pero mírate ya eres casi todo un hombre– el mago sintió un miedo jamás experimentado antes –¿Qué pasa hijo mío? ¿Es acaso que no recuerdas a mamá? – pronto el llanto se convirtió en rizas esquizofrénicas –¿Es porque tu no amas a tu madre amigo mío? ¿acaso le temes? – el hombre le gruño pareciendo más la bestia y continuo corriendo tras la voz de la joven mujer. Aquello había cometido un error y tenía que aprovechar para poder salir de eso.

 

Después de la aparición de su madre lo que fuera que lo estuviera persiguiendo lo había dejado solo en aquella habitación, incluso noto que la aparición se había mostrado al margen de la entrada, tenía que haber algo ahí que lo mantuviera seguro, pero era difícil pensar, los gritos desesperados de la mujer eran cada vez más fuertes. Entonces no tardo más en darse cuenta que solo había dos formas de salir de ahí, y solo una de ellas los sacaría vivos a ambos, pero no sería sencillo, tenía que ser muy cuidadoso y por supuesto no podría hacerlo solo. La primera parte de su retorcido plan era la más complicada si no resultaba bien, por lo menos haría lo posible por dejar a alguno de los dos con libertad.

 

–¿Un trato dices?– la anciana rio estruendosamente burlándose así de la osada propuesta del “viajero” –Me gustas amigo mío, me divierte tu compañía, hay algo en ti que me recuerda a mi querido hijo !oh como lo echo de menos!– pronto la fea mujer volvió a tomar la forma de una anciana y frente camino de regreso al comedor – Él era tan temerario, así como lo eres tu e insensato como seguramente también lo eres tu– el mago la siguió con mucho cuidado y la criatura no dejaba de erizarle los cabellos de la nuca temeroso, jamás había sentido tan inseguro al licántropo –Seguramente has de haber hecho llorar a tu madre tanto tiempo, si lo sé, no tienes que contarme, lo he visto ya ¡Oh pobre mujer! – Ollivander sintió de pronto un nudo en la garganta –Entonces dime pues ¿de que se trata ese trato tuyo? Te escuchare y si no es de mi agrado te marcharas lejos dejando a tu amiga atrás, pero si regresas no te prometo otra oportunidad.

 

*****Final del Flashback*****

 

Lentamente abrió sus ojos, las velas que alumbraban el cuarto casi se consumía por completo, su cuerpo era ahora tan tibio y la habitación de había llenado de espeso vapor que le hacía difícil respirar pero que le resultaba tan agradable. Pronto busco el rostro de la mujer, ¿Qué pensaría ahora? ¿La habría convencido? Exhalo y el vapor que salió de su boca tomo la figura de una esbelta bailarina que danzaba frente a él, se sintió relajado, como si haber revelado su historia le quitara un peso de encima.

 

–Ella me ha dado una oportunidad, me ha dejado salir de ahí, pero a cambio, por el alma de mi…compañera, debo buscar una poción o sustancia mágica que ella desconozca– recargo con pesadez su nuca en el filo de la tina y la figura de vapor se esfumo justo en un errático movimiento – Pero a Yamamba es difícil de engañar y conmigo a enviado a un tzantza, que me lleva por donde quiere, hasta encontrar con el brujo o hechicera que pueda darme dicha poción, pero la luna llena me atrapo en un pueblo al poniente de Asia y me tuvieron cautivo un tiempo– logro hacer un puchero como Garry solía hacerlo –No ha sido sencillo salir de ahí y esa tonta cabeza solo me lleva a donde ella quiere, me ha costado mucho convencerla de traerla por otro camino y poder llegar hasta aquí– se incorporó hasta estar sentado en la tina –Al final, al igual que a Yamamba solo le importa una cosa– lucia más descansado, limpio incluso se veía al desalineado consultor que era –No quiero eso, no quiero cobrar una vida por otra, joven mujer. Tiene usted que ayudarme para enfrentarme a Yamamba y salvar a mi quería amiga.

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Lo más sorprendente de aquel negocio era que nunca podías saber quien cruzaría la puerta para relatarte una increíble historia. En esta ocasión el asombro era por partida doble, puesto que no solo era la historia tan compleja, tétrica y apremiante, sino también quien la contaba.

 

- Ha sido un relato demasiado pormenorizado para contemplar la posibilidad de que estés mintiendo- dije finalmente en cuanto Garry concluyó su relato y echando mano nuevamente de la poción herbovitalizante le eché un trago al gaznate- y no conservas memoria alguna sobre para qué llegaste allí con esa mujer y nada de lo que era tu vida antes de esa aventura ¿cierto?

 

La vieja punzada en el corazón volvió a hacer acto de presencia ante la inquietud de que tuviese que aceptar que todas los recuerdos construidos junto a Garry se hubiesen perdido para siempre de su memoria, convirtiéndonos en dos extraños; aun cuando ese dolor no era distinto del que se había producido cuando me había llamado "joven mujer" a la par que llamaba a aquella infeliz presa de esa horrenda criatura "mi querida amiga".

 

Mas ¿por qué tenía que molestarme si las cosas habían funcionado de esa manera para nosotros? Él era el tipo capaz de encontrar la mayor cantidad de información de las personas sin decirles mucho, al mismo tiempo que se cuidaba de decir poco o nada de si mismo. A fuerza de muchas experiencias vividas había podido saber algo acerca de su infancia, y su llegada a Ottery ,pero incluso en aquellos viejos tiempos el misterio acerca de su origen, sus motivaciones y sus deseos habían permanecido velados a mis ojos.

 

Solo sabía que él me había considerado la compañera perfecta para ese negocio. Y que ahora posiblemente era la oportunidad de demostrarle que había estado acertado en su elección.

 

- Me hubiese gustado poderte ayudar a recuperar tus memorias primero, pero por las circunstancias tenemos que actuar rápido, así que supongo que solucionaremos ese tema después- me puse de pie mientras sentía como la parte baja del vestido de lino crudo se pegaba a mis pantorrillas por encontrarse empapado de agua- conozco acerca de yokais desde muy pequeña por las historias que mis papás adoptivos me contaban, pero en ese entonces solo eran cuentos infantiles. El verdadero conocimiento llegó después de la mano de otra persona, y creo que ehm...aunque lo intentara no podría explicar mejor que él esa información. Así que sal de esa tina de una vez, cámbiate, encontrarás ropa (tu ropa) limpia en la habitación a la mano izquierda. Te espero junto a la chimenea.

 

Diez minutos después mientras permanecía en la butaca contemplando el fuego, el sonido de sus pasos anunció su llegada. Alcé la vista un instante para contemplarlo y luego sosteniendo firmemente el recipiente de piedra con runas grabadas que traía en mis manos me incorporé y caminé hasta el escritorio dejando el recipiente cerca del borde izquierdo. Era sencillo notar como en su interior rebosaba una sustancia de aspecto gaseoso y vaporoso.

 

- ¿Listo? - murmuré mientras tocaba con la punta de mi varita mi sien y desde allí un largo y plateado hilo de memoria comenzaba a fluir, estirándose hasta romperse y quedar colgando de la varita, tras lo cual vertí aquel contenido en el pensadero, y no tardé en notar como se arremolinaba y emitía un brillo singular- entonces en tres, dos, uno...

 

Inclinándome sobre el recipiente, respiré hondo y hundí la cara en aquella sustancia extraña. Pronto los pies dejaron de estar en contacto con el suelo, y cuando volví a abrir los ojos, la habitación del 221B de Baker Street había sido dejada atrás y en su lugar podía apreciarse un agradable camino flanqueado por árboles de cerezos en plena floración. El sol se filtraba apenas por entre el tupido follaje, y en una banqueta justo al frente de donde Garry y yo nos encontrábamos estaba mi yo de 15 años, con el encendido cabello rojo cayendo hasta rozar la cintura, y una afable sonrisa que sin embargo no podía competir con el brillo de los ojos que miraban en un estado mezcla de agitación y ensoñación al muchacho de ojos grises y cabello oscuro que tenía al lado.

 

- En verdad Bel, los muggles creen que los yokais son elementos de folklore, pero todos los magos sabemos que existen. Han recibido multitud de nombres, por ejemplo en el periodo Heian eran llamados "mononokes", y durante la era Edo recibieron el nombre de "Bakemonos". Pero todos son a fin de cuentas seres "en las fronteras" entre el mundo mágico y el que no lo es, que pueden asumir una variedad de formas y gustan de acechar en puentes, túneles o los espacios más diversos. Y aunque se los considero generalmente dañinos, no todos se definen únicamente por su mal comportamiento.

 

Ryuichi sonreía y parecía que todo alrededor refulgía también como para responder a esa sonrisa. "Ah, así es como lucía cuando estaba enamorada" pensé al ver como jugueteaba con mi cabello incesantemente y balbuceaba preguntas a las que él siempre sabía contestar de forma afable y hasta complementaba mostrándome las coloridas imágenes del enorme libro que tenía en su regazo.

 

- Aquí viene lo interesante, acércate- le comenté a Garry tomándole la mano llevada por la costumbre de como lo hacía antaño, y llevándolo hasta que pudiera apreciar el dibujo que en esos momentos Ryuichi señalaba con sus dedos largos y finos en una página del libro- Yamamba ¿es ella verdad?

 

El dibujo que mostraba a una anciana de kimono harapiento y cabello revuelto era repulsivo, aun con todos los años transcurridos, por lo que no tardé en sentir una oleada de nervios que me llevó a presionar más la mano de Garry. Sin embargo era allí que venía lo interesante.

 

- Salvarte de Yamamba dependerá mucho del humor con que la encuentres. Te puede perder fácilmente para matarte, pero si te conserva con vida es que algo de valioso más allá de tu existencia encontró. Puede sonar a que ambos escenarios son igual de terribles, pero créeme que para el segundo tienes al menos una oportunidad y no necesariamente teniendo que sacrificar la vida de los otros, solo es cuestión de ser habilidosa en pociones, justo como me comentaron que eres tú, y cuando seas mi esposa el secreto de la poción de mi familia te será revelado y entonces...

 

Pero él no había podido terminar su frase porque lo interrumpía con un beso rápido y juguetón que rápidamente daba paso a uno mucho más pausado y cargado de esos sentimientos inigualables del primer amor.

 

- No es necesario que tengas que ver lo que sigue - dije algo incómoda a Garry, siendo consciente de que por primera vez le mostraba un recuerdo del que había sido mi prometido- con esto ha sido suficiente.

 

Y tras esas palabras, tanto Garry como yo comenzamos a elevarnos y aquel escenario se volvió un torbellino de colores unos instantes hasta que aterrizamos de pie, junto a la chimenea que era la única luz en medio de la habitación de Baker Street.

 

- Si tienes alguna pregunta especial, es momento de hacerla ahora ¿de acuerdo?- solté su mano y comencé a caminar nerviosa de un lado a otro de la habitación- ahora, porque inmediatamente después trazaremos el plan y saldremos para donde sea que tu amiga esté cautiva. Y tienes mi palabra que pase lo que pase, los salvaré, a ti y a ella.

 

Oh , que heroicas sonaban aquellas últimas palabras. Fácilmente podían hacerle creer a cualquiera que era más fuerte de como en realidad me sentía.

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Todo había salido bastante bien, aceptable, y ahora estaba solo en alguna otra habitación vistiéndose demasiado formal comparando sus andrajos con los que había llegado, un pantalón de vestir oscuro y una camisa blanca, a pesar que las tallas parecían haber sido fabricados para él, podían formarse algunos pliegues sin problemas. Bastante cómodo para Ollivander y mientras abotonaba la camisa veía sobre el reflejo del espejo un rostro un poco más familiar, se reconocía con aquel atuendo casual pero que no dejaba su formalidad y en la mirada perdida, un pensamiento llego de pronto: “y no conservas memoria alguna sobre para que llegaste allí con esa mujer”.

 

Una sonrisa torcida se había ido tan rápido como había llegado, apareció fugazmente, claro que la recordaba, o por lo menos sabia un poco más de esa mujer de lo que habría contado en su historia, pero lo que fuera aquella persona no significaba nada para solucionar aquel caso espectral, o al menos él no lo consideraba así. Exhalo justo al terminar con el último de los botones: “¿Nada de lo que era tu vida antes de esa aventura?”, ahora ya no estaba tan seguro de si la sanadora podría ayudarle. Sobre la camisa, de la cual había doblado las mangas hasta los codos para que no le estorbasen, se vistió con un chaleco del mismo negro con detalles grises claros ¿Era demasiado osado vestir de aquella manera? Era más cómodo así para él. Con ayuda de magia trenzó su cabello y se calzo un par de pulcros botines marrón que no hacían juego del todo pero que eran muy cómodos, y entonces salió del cuarto.

 

Compartía la habitación con la sanadora nuevamente, le contemplo un momento antes de terminar a su lado ¿En verdad podría con esto?

 

De un momento a otro el escenario cambio alrededor de ellos, el húmedo local se había quedado atrás dejando paso a gigantescos árboles de cerezos, el pensadero los había llevado a una época y tiempos distintos, y aunque sabía que todo aquello era parte de un recuerdo se deleitaba observando el oscilar de las ramas tras la brisa, un espectáculo que no había avezado con anterioridad, por el rabillo del ojo no perdía detalle de la sanadora que ahora contemplaba a una joven pareja que parecían tener una plática, más que romántica, constructiva. Entonces el muchacho con el que compartía recuerdo la mujer comenzaba a hablar del espíritu con el cual Ollivander había logrado conseguir un trato, el joven hablaba de Yamamba y de cómo podían tener una posibilidad en contra suya. El mago asintió al apretón de la sanadora ¿En qué momento lo tomaba? y soltó el agarre pronto volvían al viejo 221B.

 

–Tengo muchas dudas para ser honestos– rápidamente volvió hasta la butaca donde había dejado su viejo morral que ahora desencajaba en aquel caballero –Pero solo una es la que me importa más– entonces ella lo dijo “…tienes mi palabra de que pase lo que pase, los salvaré a ti y a ella”. Sintió unas ganas terribles de ir hasta su lado y viendo directo su reflejo en sus ojos confesarle que no tendría por qué hacerlo. Pero simplemente asintió agradeciendo, como ese gesto tan irreal de “el que no ve, no cree”. Y se giró dándole la espalda mientras rebuscaban dentro de su bolso –¿Cuál será entonces el plan? Llevaremos a Yamamba una pasión…– su vos era suave y era en la habitación un alto soniquete –…Y ¿la cambiaremos por el alma de ella? – sonrió con tristeza –¿Eso puede funcionar? – del morral saco la tzantza que parecía dómida –¿Yamamba nos regresará el alma de ella así de fácil?– con un par de golpeteos leves comprobó si aun dormía y giro nuevamente para presentársela a la mujer al mismo tiempo que por detrás, mientras la sujetaba en lo alto, hacia un gesto con su índice de que guardara silencio –Ella no debe saber cuál es “el plan” – murmuro con gesto divertido casi como Garry lo hacía cuando no tramaba algo bueno.

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