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Hermandad ōmega phi


Arya Macnair
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La asombrosa creación por parte del Ministerio de Magia que permitió, recientemente, adoptar las antiguas instalaciones universitarias egipcias, donde grandes magos y brujas se hicieron conocer como las poderosas personas que fueron en su momento y/o son ahora, en los terrenos de la antigua Academia a la que todos en la actualidad concurrimos, nos ha dejado boquiabiertos. Una junta de profesores, conformes y disconformes se hallaba desplegada a través de una gran mesa similar a la piedra de camelot, —Las reformas jamás dañarán a nadie — expresaba una mujer con el cabello largo enredado en madre selva, profesora de Herbología, ambos Directores oían sin decir una sola palabra, la discusión se volvía fuerte e inestable, pero sabían que pronto llegaría a su auge y acabaría, como cuando la espuma del mar sobrepasa la bahía y luego de unos minutos tan solo deja sus huellas blanquecinas y saladas.

 

— No deben preocuparse por los alumnos, si eso les inquieta — Por fin la voz de el director Fenixiano se hizo oír en todo su esplendor.

 

— En efecto, hemos dispuesto para ellos unas instalaciones especiales que les harán sentir como en casa — agregó el director Mortífago con el rostro triunfal e impenetrable.

 

El silencio se hizo en la habitación y todos estuvieron de acuerdo en visitar dicho lugar a la brevedad para estar seguros de que sus futuros alumnos tendrían albergue dentro de la nueva Universidad y no desertarían por sentirse fuera de sitio.

 

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— Síganme y no se separen — Ordenó la mujer guiando a un grupo de nuevos alumnos por los áridos y calurosos senderos de la Universidad. Aquel día la temperatura era infernal, por lo que llevaba una fina capa de viaje color blanca con ribetes en dorado y el estandarte de la hermandad, por sobre la capucha holgada a su espalda caía una espesa melena rubia a la cual los rayos del sol le arrancaban violentos destellos que llamaban la atención de más de un alumno y profesor que pasaban por ahí; sus zapatos resonaban con el tacón a hueco sobre la piedra que los conduciría a destino.

 

El grupo bordeaba el fino lago que lindaba con los límites de la estructura oriental, curiosos por saber a dónde los llevaría su Profesora en aquel primer día; en silencio algunos, otros curioseando, otros observando el panorama. Altas palmeras en ocasiones les prestaban de su sombra, sus largas hojas de palma les enviaban un poco de viento fresco aunque debían tener reflejos si no querían que un coco les diera en la cabeza por accidente; matorrales horizontales finalizaban los límites de los terrenos con las extrañezas del más allá, pero todo se remitía a seguir adelante en ese momento.

 

Repentinamente todos se vieron obligados a detenerse tras la grácil anatomía de la bruja mayor, —Bienvenidos sean al comienzo de su aventura — inquirió con una media sonrisa y dio un paso al costado. Casi sin pasar un segundo, una oleada de onomatopeyas llegaron a sus oídos, los rostros asombrados de los jóvenes aprendices le provocaba regocijo, ante los ojos de todos, una enorme pareja de esfinges egipcias se alzaban entrelazando sus cuerpos, completamente de oro, con forma de león, cabeza de faraón y alas de águila, escrutaban a los recién llegados, y aquel que tuviera mayor imaginación juraría oírlas gruñir.

 

— Vamos, ¿Quién será el valiente? — Preguntó la rubia señalando a las esfinges.

 

Fue una muchacha de cabellos castaños, de primer año, la que dio un paso al frente con nerviosismo y los ojos fijos en las enormes patas de la ancestral estatua; una vez que ésta cayó en cuenta de que tenía un humano al alcance de su inteligencia, se movió observándola y una voz femenina, seductora y ronca se oyó acariciando el seco aire que se colaba entre el grupo:

 

“¿Que ser es el que anda por la mañana en cuatro pies, a medio día en dos, y por las noches en tres?”

 

Lanzó su pregunta a la joven allí parada, alejada de sus compañeros, esperando que ésta fallase para negarle el paso a una enorme pirámide color dorada que se imponía ante ellos.

 

 

La joven chasqueó la lengua y sonrió, Scarlett sabía que ella era la más lista de su clase y respondería bien, cosa que hizo, al despegar sus labios y argumentar con sapiencia, — El ser humano. Al nacer, es decir, por las mañanas, anda en cuatro patas, gatea. Al medio día, su edad adulta, erguido camina sobre sus dos piernas. Y al llegar a una edad avanzada, un anciano, por las noches, debe ayudarse de un “tercer pie”, un bastón — la esfinge rugió, pero no se quitó la vida como era la tradición, simplemente desentrelazó su cuerpo del de su pareja para dejar entre ver una enorme puerta de caoba con manijas en forma de garras de león.

 

La Profesora volvió a tomar la delantera, abrió la puerta e ingresó. En el interior todo parecía oscuro, antorchas aferradas a la pared daban un aspecto espectral y ambarino al pasillo silencioso que transitaban, — No toquen nada — informó, — Estamos dentro de una enorme pirámide— explicó, las paredes repletas de dibujos ancestrales, con mensajes en un idioma inentendible, posiblemente amenazando a los recién llegados, pero ella estaba tranquila, los Directivos se habían encargado de quitar todas las trampas mortales de allí dentro, pues los corazones jóvenes eran demasiado curiosos y nunca estarían seguros de que les hiciesen caso y no tocasen nada.

 

Tras unos minutos caminando, llegaron a una segunda puerta, por segunda vez en el día, la mujer se detuvo haciéndose a un lado, aquel acto ya se le volvía relativamente cotidiano; frente al grupo se hallaba una mesa de madera rasgada con tres simples frascos de distinto tamaño, con su contenido difiriendo en colores. El primer frasco era fino y delicado, en forma de prisma, y el líquido que albergaba era completamente dorado y translúcido, el segundo frasco era pequeño y redondo, sin una sola punta, y dentro contenía un líquido morado oscuro y llamativo, un tercer frasco contenía un líquido azul claro y parecía guardar estrellas en su interior, con el cuerpo alargado y grueso.

 

Los tres elementos flotaban a una distancia milimétrica de la base de la mesa, —Muy bien, ahora pondremos a prueba sus conocimientos — dijo Scarlett con voz firme y severa, — Deberán trabajar en equipo para saber cuál de éstas pociones les permitirá abrir la puerta. Varias mentes piensa mejor que una — acotó extendiendo su mano y señalando la entrada sellada con magia.

 

Los murmullos se hicieron presentes, algunos alumnos remolones se quejaron, otros sonrieron ante la tentativa de la prueba, hubo incluso algunos que estaban por delante del grupo que dieron tantos pasos hacia atrás perdiéndose en la muchedumbre, consternados y asustados, hasta que por fin se pusieron de acuerdo. Un muchacho de estatura promedio se acercó a la mesa luego de echar un vistazo a sus compañeros, había sido el escogido por todos tras meditar la forma en la que procedería.

 

El joven tragó en seco y tomó el primer frasco, el plan era absurdo, pero qué más esperaría de una parva de jóvenes novatos, contempló el contenido acercándolo hasta sus ojos, sopesó unos segundos y lo abrió, olfateó cual can y cerrando los ojos lo bebió de un solo sorbo; nada pasó, soltó el aire que había contenido tras un extraño sonido con su boca, la puerta seguía sellada, pero por el contrario, al dilatarse sus pupilas el muchacho se volvió en dirección a su educadora y exclamó, —He estado todo el viaje observando su trasero — sus mejillas se enrojecieron más no sentía vergüenza u arrepentimiento.

 

Scarlett soltó una sonora carcajada y se acercó hasta el muchacho para palmear su hombro y devolverlo al grupo, — Ya ven lo que pasa cuando uno no presta atención en su clase de pociones — regañó aun tentada sin poder contener la risa, y, luego de unos minutos, llamando a seriedad, — Mejor será que otro lo intente — aconsejó volviendo a su esquina, cruzando los brazos y esperando a ver una cara coherente. Tras un silencio sepulcral la misma muchacha castaña dio un paso al frente bufando, tomó el frasco azul y lo bebió de un solo sorbo y sin chistar.

—Eso, es veneno... — dijo mirando a sus compañeros de mala gana y rodando los ojos al tiempo que señalaba el frasco violeta.

 

La rubia agradeció aquel acto fanfarrón por su parte, de haber escogido el frasco incorrecto debería de haber socorrido a la pobre víctima y esas no eran cosas que le gustase hacer. Asintió lentamente dándole a entender a su alumna de que ya podía abrir la puerta, ésta se acercó, tomó la perilla y la accionó dando paso a sus compañeros para que ingresasen al interior.

 

Dentro se toparon con la magnificencia y el buen gusto en cada rincón de la habitación; las paredes pintadas de un color arena con enormes dibujos de faraones y reinas egipcias, gatos, lacayos, pirámides, todo en tonos rojos, ladrillo, caoba, dorado y negro.Un semi círculo creado por mullidos sillones repletos de almohadones en las mismas tonalidades.

 

Una mesa de cristal en medio, formaban el corazón de la Hermandad Universitaria, estanterías aferradas a la pared repletas de libros de distintos géneros, un bar con bebidas, claro está, y una puerta que conducía a las habitaciones del primer piso, a su lado, una escalera en forma de caracol que ascendía hacia las habitaciones del segundo piso, cada quién escogería la suya, y tras una puerta de cristal corrediza a la izquierda del lugar, se hallaba una enorme piscina, o más bien, la bifurcación desconocida del lago que rodea la Universidad, con sus aguas claras y frías, prestando servicio a los alumnos recién llegados.

 

Inspeccionaron cada rincón, se acomodaron en sus habitaciones dispuestas de a tres personas, mujeres en la primer planta, hombres en la segunda planta, junto con la habitación destinada a los Tutores, en la segunda planta, quienes velarían por todos los presentes en la casona, y luego se relajaron esperando la tan ansiada noche. Al caer ésta, se realizaría la iniciación a la Hermandad, no todos entrarían, no todos eran tan valientes. Tras una ceremonia de apertura, el tutor designado daría a conocer la misión a cumplir, — Deberán encontrar el tesoro escondido en el más prohibido sitio de la Universidad — explicaban ante cada tanda de recién llegados.

 

En efecto, el ritual de iniciación era una búsqueda del tesoro, y el lugar prohibido era la oficina de los Directores, allí dentro, en una jaula de plata un Jobberknoll descansaba luego de hacerle compañía a su dueño durante horas de corrección de T.I.M.O.S; el reto era quitarle una azulina pluma al ave sin ser pillado por nadie y volver a la hermandad con aire triunfal.

 

Tras todo esto, a los que lo lograsen, se les otorgaba un anillo, éste era color arena y en medio tenía una piedra plana y negra, en ella, un símbolo muy peculiar, el ojo de Ra invertido en tonos verdes. Éste símbolo representa todo lo que renace, la lealtad, la fuerza y la valentía de una nueva generación; había sido escogido con determinación pues en esa nueva etapa renacería el corazón jovial de la vieja Academia en el entusiasmo de todos sus alumnos.

 

 

~ Reglamento:

 

 

  • Lo que pase en la fraternidad se queda en la fraternidad.
  • Confía en la hermandad.
  • Protege a tus hermanos.
  • Ningún secreto puede ser revelado.
  • Asume tus errores.
  • Respeta en tus superiores.
  • Acata las reglas sin condiciones.
  • Toda persona que guste rolear en la Hermandad es bienvenida: Profesores, tutores, alumnos, graduados, extraterrestres, etc...

 

~ Blinkies:

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Apoyada en la pared con semblante emotivo, miraba aquel anillo verde que en mi dedo índice brillaba con la luz solar. Era sin duda alguna una historia que contar. Disfrutaba del contacto de los rayos del astro rey como los mismos faraones lo hacían en su remoto tiempo perdido. La universidad, después de mucho esfuerzo, habia florecido, brindando protección y conocimientos varios a los nuevos integrantes de la sociedad mágica.


¿Cómo habían creado aquella gloriosa estructura? Mi saber no ocupaba lugar y esa pregunta, como miles más, llevaba un tiempo carcomiéndome las neuronas. Los edificios propios de la tierra de los dioses y las pirámides yacían ahora en la mitad de Londres, asi como también el clima y los recuerdos, sus pasiones y su mitología y por encima de todos sus arquetipos de vida y sus formas de entregar lecciones a los más jóvenes de la comunidad.


Miraba a través del polvo característico de la arena, lo que un día se soñó y ahora era toda una realidad. Tras de mí, con la fachada blanca e impoluta, la casona que era la sede de la fraternidad a la cual pertenecía. Todo aquel que se considerase valiente, con arrojo e inteligente podía ser afín a ella. ¿Cómo ingresar a la misma? Pasando por varias pruebas, algunas más complicadas que otras, pero todas ellas con un fin; encontrar a aquellos que en un futuro serían los gobernantes justos y sinceros que el mundo necesitaba.


La tarde caía, como mis recuerdos volvían a mí ser. Tiempo atrás yo también habia caído presa de las expectativas de Omega Phi. Habia arriesgado haciendo las pruebas, pero después de años perteneciendo a la hermandad, ahora comprendía que todo lo hecho por sus altos cargos habia sido en mi propio y único beneficio. Valores claros, ideales notorios y beneficiarios para la sociedad y la tierra. Ra, desde el interior del círculo sagrado, asentía satisfecho,


Debes cruzar, la voz de mi interlocutora resonó en mi cabeza. Un abismo de unos veinte metros de altura se abría ante mí y según la joven, yo debía tener fe y cruzar sin ningún tipo de conjuro o ayuda. La negrura me decía que bien podía morir en cualquier momento, ¿Cómo demonios iba a llegar al otro lado sin una varita o escoba voladora? ¡¡Están locos!! Mi yo más infantil le respondió de forma dura a la jefa en ese entonces.


Tú lo estas si no confías en la magia que te recorre el cuerpo y la increíble capacidad de los reyes del Nilo. Pase por un sinfín de emociones normales, pero al final decidí confiar y lanzarme a lo que yo creía seria mi propia muerte. Un paso, dos, hasta cinco dí para darme cuenta que debajo de mi estaba el acantilado y uno me mantenía suspendida sin caerme. Era como volar. Después de un tiempo comprendí que era un cristal enorme quien cubría la superficie y entendí la frase ¨las cosas nunca son lo que parecen¨


Bien podía haberme rendido y alejado de aquella paranoia. No, asi no era yo, me mantuve y lo conseguí, como también fue asi con el siguiente reto. Tres opciones sobre una mesa. La lógica era lo fundamental en aquello. Dude, rogué al cielo para negarme y al final, usando la cabeza y con el apoyo de mis amigos, logre el triunfo de aquel asalto. Fue atípico como poco y una descarga de adrenalina máxima, pero valió la pena, sirvió de mucho.


El viento sacudido mi pelo, ahora era la luna quien me brindaba su custodia desde lo más alto en los cielos. En aquel precioso instante, cuando quedaban horas para comenzar el nuevo curso, todo iniciaria de nuevo. Sería una nueva generación de la cual nos ocuparíamos, logrando que se encontrasen ellos mismos y se compenetrasen de forma única con su esencia, aquella que los hacia especiales en el mundo.


- Y empezamos - Susurre, con mis pupilas clavadas en el letrero dorado de lo que seria mi familia por siempre.

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  • 2 meses más tarde...

 

¡¡Me han pillado!!

~ Reglamento:

  • Lo que pase en la fraternidad se queda en la fraternidad.
  • Confía en la hermandad.
  • Protege a tus hermanos.
  • Ningún secreto puede ser revelado.
  • Asume tus errores.
  • Respeta en tus superiores.
  • Acata las reglas sin condiciones.
  • Toda persona que guste rolear en la Hermandad es bienvenida: Profesores, tutores, alumnos, graduados, extraterrestres, etc...
~ Blinkies:

 

 

 

 

La vida en el Ateneo se había hecho rutinaria, sobre todo porque mi asignatura no era muy común entre los alumnos. A pocos les apetecía conocer el Mundo Muggle y supongo que pensaban que era un conocimiento innecesario. Así que trabajaba poco en las clases. Eso tenía su lado bueno, por supuesto, ya que me dejaba mucho tiempo para moverme por el entorno del nuevo Ateneo. Desde que habían cambiado la localización que iba muy perdida. ¿Qué era eso de estar entre arenas? ¿Es que los directores no sabían que cuando se te mete entre la ropa, en salvasealaparte, pica mucho? Y lo peor es que a mí no me importa rascarme delante de nadie, pero vamos, que hasta yo sé que queda feo tironear de la falda en el trasero para intentar quitarte la arena. Por eso odio la playa, prefiero la piscina o el lago.

 

Vale, divago... Eso es porque tengo mucho tiempo libre y me aburro en el Ateneo, así que paseo y pienso, algo que para mí no es bueno. Pensar hace daño, ya me lo decía mi mami... Otra vez divago...

 

En fin, que me encontraba paseando por las arenas de aquel desierto egipcio en el que se situaba ahora el Ateneo (algo de culpa tenían los Arcanos y los Uzza; que los dioses me pillen confesada si me encuentra a alguno de ellos, creo que les temo) cuando vi un símbolo extraño en un edificio. Me paré en seco, levantando una ola de arena sobre mis tenis.

 

-- Miér...coles...

 

Me senté en el suelo y me quité el calzado, quedándome con los pies al aire libre. La arena estaba caliente y era agradable caminar sobre ella. Vi a Lisa cerca de aquel edificio y pudo más mi curiosidad que mi instinto de mantenerme alejada de la Jefa de Seguridad del Ministerio. Al fin y al cabo, allá no era autoridad, ¿o sí?

 

-- Hola, Lisa. ¿Qué es ésto? Me recuerda la discoteca Nefertiti, que tiene un simbolito como este en la entrada. ¿Se puede entrar? ¿Hay bebida gratis?

 

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Editado por Valkyria Karkarov B.L
Actividad Orden del Fénix. Esconder Imagen.

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No esperaba, ni remotamente, que la primera en llegar a la fraternidad fuese aquella mujer de andares extraños y pelo violeta. La fémina, conocida en todo Landres por ser amante de los animales y poseer cientos de negocios extraños en el Diagon, y yo no teníamos una relación cordial, no obstante, en aquel momento, gracias a la magia que rodeaba la universidad, parecía que si podríamos tener una conversación sin ninguno reproche de por medio, cosa sorprendente después de tanto tiempo en pie de guerra.


Recordé entonces, cuando me pregunto acerca del edificio, que pocos conocían la existencia de aquel grupo secreto. Solos los nombrados miembros eran capaces de hallar en el edificio mucho mas que un simple conjunto de rocas y tejas. ¿Seria prudente hablar con la Potter Blue de los innumerables propósitos de la hermandad? Quizas ella fuera parte de la misma y yo no era consciente de aquel hecho o podría ser que Sagitas la hubiese fundado, por edad bien podría haberlo hecho. Decidí ser sincera y responder con naturalidad


- Puedes entrar si gustas, es una asociación sin animo de lucro de antiguos y nuevos alumnos y si, tenemos agua fresca y varios refrescos mas.


Estaba claro que el tono alegre que había usado sorprendió a la bruja, pues y sin disimulo quedo mirándome con cara de asombro. Jaque mate. Muchos creían conocerme, unos pocos osados elegían juzgarme, pero yo, detrás del rictus serio que usaba en mi puesto de jefa de seguridad y del tono borde que empleaba para que mis pupilos entendiesen lo que les explicaba, tenia un alma de adolescente que solo sacaba a pasear en contadas ocasiones. Abri la puerta e ingrese al gran salon. Seguia siendo de color blanco y las iniciales de Omega Phi estaban por doquier.

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No, no, no me gustó la contestación de Lisa. Tal vez por lo simple y sencilla que era.

 

-- ¿Una asociación sin ánimo de lucro? ¿Y tú estás relacionada con ella? Hum... ¿De qué tipo de alumnos? Yo fui alumna de la antigua Academia -- contesté, dudando si eso me incluía entre los que podíamos pasar. Después refunfuñé: -- Pues vaya, agua fresca y refrescos... Seguro que no hay cervezas de mantequilla, hum...

 

Era descaradamente peligroso, y no sé porqué no hice caso a mi instinto, que Lisa permaneciera tan risueña. Siempre era hosca, ¿por qué sonreía ahora como si fuera una gran noticia entrar en aquel lugar? Pero no hice caso de nada, así que la seguí y entré en aquel lugar. Era un gran salón, amplio aunque algo siniestro con tantas letras que lucían por todas partes.

 

-- ¿Qué significan esas letras, Lisa? Porque yo sé muchos idiomas, pero el griego no es mi fuerte. Si esto es un club de lectura, paso, que yo prefiero corretear en el Circo que sentarme a leer en una biblioteca o algo así.

 

Miraba a mi alrededor, intentando comprender dónde me había metido y porqué seguía a Lisa, con la tirria que le tenía en el Ministerio.

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- ¿No estas tu muy preguntona? - Comente tras ingresar al edifico. Me fascinaba como se había conservado a pesar de los años – Es la fraternidad Omegha Phi. Se fundo hace como ciento veinte años por varios ex alumnos de Hogwarts. Quería, lo típico, conservar el contacto y la amistad – No le había dicho nada erróneo, pero no era toda la verdad. Allí residían unos valores que ahora confrontábamos a través de las arduas batallas contra los mortifagos.


Me acerque a una de las neveras del bar. La calidad de los productos era inmejorable. Como miembro oficial de la hermandad podía usar y consumir todos los bienes de la misma - ¿De verdad no prefieres alguna otra cosa, una cerveza, un ron? Mira que para los adultos tenemos bebidas mas interesantes eh…. . La amabilidad de la que hacia gala estaba sorprendiendo a la fémina. Era, como poco, divertido tantearla - ¿Que haces un día tan caluroso por aquí? Si ella preguntaba, yo también.


Me senté en uno de los rojos sofás y le indique que hiciese lo mismo. Si no estaba asociada, quizás le usase hacerlo. Eso si, pasaría las pruebas tal cual lo había hecho yo.

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  • 1 mes más tarde...

¿Una hermandad en la universidad? Bueno, sonaba bastante buena la idea aunque no sabía sis ería aceptado debido a que yo era hombre y las hermandades se trataban de mujeres... hasta donde yo sabía. ¿Acaso habría una fraternidad en el campus? ¿Me dejarían pertenecer a pesar de las posibles restricciones? No lo sabía, nada tenía asegurado, sin embargo no podía dejar que la duda me carcomiera ni mucho menos me impidiera el acercarme.

 

Llegué hasta la entrada de aquel sitio, nervioso, y llamé un par de veces. Mientras esperaba, mi cabeza comenzó a jugar con viejos recuerdos de cuando era profesor de la universidad, no hace mucho pero para mi ya se sentía como si hubieran pasado hasta décadas, era tan diferente todo que me causaba cierta nostalgia.

 

Había pensado seriamente en volver a postularme como profesor, claro, pero el haber abandonado mi clase no me dejaba como mucha expectativa. Conocía a los directores, un punto a mi favor, por lo que si me mantenía con buena presencia en el campus tal vez lograría volver a estar bajo su lupa, por ello el estar en esa hermandad. Algo debía de darme a mi favor, con algo podría demostrar acá adentro que todavía merecía la pena ser considerado.

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  • 4 años más tarde...

Es curioso que, ni por asomo, entrase nunca en esta Hermandad, tal vez por el hecho de que formara parte de la Orden del Fénix un grupo que nosotros, los neutrales no nos interesaba demasiado. En realidad, los neutrales somos gente muy curiosa, compartimos muchas de las virtudes de la Orden y también las de los Mortífagos, pero no nos sentimos interesados en ninguna de las dos.

 

Tal vez el dilema estribe en que mientras los Mortífagos buscan el Poder y la Orden busca la Gloria hace que nosotros, los que nos interesan tales cosas, busquemos sólo el Conocimiento, porque no hay nada más noble que el Saber y su consecución para así poder servir a nuestros semejantes.

 

Pero son estas reflexiones, las que hacen que me pregunte día a día si escogí correctamente mi camino o si debería torcerlo en alguna dirección aunque, pensándolo mejor, me doy cuenta de que necesito tener una motivación fuera de lo corriente para tomar un camino diferente al que he tomado.

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