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Nigromancia


Báleyr
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El Arcano había organizado todo para que la clase se llevara de la mejor forma posible. A Tauro aún le faltaba, poco si, pero le faltaba. Su entrenamiento estaba en la cima, a la espera simplemente de terminar de ser pulido. Aún habían muchos secretos que contar, saberes que transmitir y perversidades que descubrir. Pero él contaba con la su aprendiz estuviera preparada para todo eso y mucho más.

 

Conocer el alma era el camino más sencillo hacia la Nigromancia, era en realidad el camino más usado. Habían variaciones dentro de aquella misma práctica. Algunas se centraban a seducir a las almas, en utilizar la energía vital del Nigromante para guiarlas por caminos que a ellas les parecían apetecibles. Otros caminos eran más problemáticos, se necesitaba obligar a una alma a tomar el camino más fácil. Al mismo tiempo era más peligroso, y necesitaban de condiciones específicas. Y aquella noche, que la luna estaba más llena, lección para con Tauro comenzaría.

 

—Sabía que vendrías — dijo.

 

La cordialidad estaba ya demasiado lejos. Era cosa normal entre un nigromante y su aprendiz. Vestigios de forzar almas, de forjar entre ellos una relación tan oscura y siniestra que no tenía razón de funcionar de forma correcta. Pero funcionaba desde la indiferencia.

 

—Hoy observarás y aprenderás. No te recomiendo jamás hacer lo que me verás hacer. Jugaremos con la muerte a niveles mucho más peligrosos

 

A diferencia de situaciones anteriores, Báleyr no movió su vara de cristal. Sin embargo, esta si que estaba funcionando. Brillaba con la misma intensidad que el anillo de Arcano. Un brillo imposible, claro está, ya que este extraño brillo de tinieblas consumía toda la luz con la que se encontraba.

 

Pasaron varios segundos, o quizá minutos. Maestro y aprendiz estaban en un lugar en donde incluso respirar causaba escalofríos. Un sitio en donde las almas se veían más densas, en donde las almas tenían voluntad propia e inclusive recuerdos lúcidos de su vida. Estaban en el sitio de más concentración de poder, el sitio al que solían ir las almas de los nigromantes.

 

—Todas esas almas, o lo que queda de una alma, fueron nigromantes en vida. Conocían la muerte a un nivel que las personas normales no lo hacen. Tienen conciencia. Pero pese a ello, son atraídas por las corrientes de energía de este punto exacto en donde el manto que une los mundos es irrompible. Mi teoría es, y mis teorías sobre la muerte tienden a ser acertadas, que es el propio mundo el que atrae a los nigromantes para protegerse. Si alguno llegara a una grieta podría poseer a cualquier persona, ser, animal u objeto. Te he dicho que jamás intentes siquiera esto porque no hemos muerto gracias a que soy el Arcano de la Muerte. Ninguno de ellos puede ser engañado, no puedes llevarlo por un camino con patrañas del alma. Destruiré una alma, la forzaré a que se rompa en pedazos tan pequeños que deje de existir.

 

Levantó la vara de cristal y dibujó en el aire extrañas formas. De pronto la oscuridad dejó de ser tal y dejó pasar el brillo de la Luna llena. Aquel blancuzco iluminar se mezcló con la niebla que negra que emitía el anillo. Fue extraño de ver. Eran negro, eran blanco, eran de todos los colores. Una alma en específico comenzó a moverse con claro desagrado. Daba dos "pasos" adelante y uno hacia atrás. No estaba de acuerdo en moverse. Báleyr usó más de su propia energía vital para fortalecer el vínculo. El alma elegida se desintegró en una explosión de tinieblas.

 

Volvieron al mundo de los vivos. Aunque para ellos fue cosa de minutos, en la realidad habían pasado unas seis horas más o menos.

 

—Mañana no me esperes. Busca la forma de expulsar a una alma usando los métodos tradicionales. Se lo que tiene tu corazón y tu alma. Te mostré esto para que veas lo que puede causar. Incluso yo que cuento con el poder de todos los nigromantes y arcanos pasados he terminado exhausto. Nunca intentes siquiera forzar a una alma a volver o a marcharse. Probablemente morirías. Y Probablemente, si no llegabas a ver lo que hoy viste, en algún momento futuro lo hubieras intentado. Hoy puedo aún viajar por la oscuridad, pero no tengo fuerza para llevarte conmigo. Ve a casa, descansa.

 

 

***

 

Tener dos alumnas en diferentes horarios era un tanto molesto. Especialmente aquel día. El Tuerto estaba cansado y lo mejor hubiera sido dormir todo el día. Pero no lo hizo, durmió unas cuantas horas. No se encontraba totalmente recuperado pero ya lo haría durante el resto del día. Habían formas de usar la muerte para recuperar su cuerpo, formas un tanto peculiares...

 

Movió la varita mágica haciendo aparecer un cuerpo inerte sobre la mesa de autopsias. Si en ese momento alguno de sus pupilos anteriores durante los años que enseñaba como arcano pasaba por la puerta se hubiera llevado un susto muy grande. El cadáver jamás había cambiado. Era siempre el mismo. Conservado en perfectas condiciones por toda la eternidad mediante rituales prohibidos. El Tuerto no tenía aprecio para con el sujeto, sin embargo si que lo había llegado a conocer. Su primer pupilo, muerto mientras intentaba llegar a la Gran Pirámide por causas mágicas. Logró encerrar al chico en un bucle que se reiniciaba todos los días. Siempre, aproximadamente a las cinco de la tarde abría los ojos. Moría pasados unos segundos. Báleyr llenaba de metralla su corazón por si al día siguiente algún aprendiz novato acudía.

 

—Pasa —dijo cuando escuchó que alguien llamaba a la puerta de la mazmorra.

 

Invocó a la muerte. Varias almas invisibles y sumisas hicieron que el lugar sea aún más frío y repugnante. Si su memoria no le fallaba, y no lo hacía, los directores de la universidad le habían informado que su nueva estudiante era llamada Mei Black Delacour. A él no le importaban las familias, sino las habilidades y la predisposición a aprender.

 

 

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Hizo sonar sus zapatos de tacón en varias oportunidades debido al hecho de que cambiaba el peso de su cuerpo de lado a lado, moviéndose de forma inquieta y, para quien la hubiese visto, bastante exasperante. No podía evitarlo, se sentía muy nerviosa, hasta que no tardó en oír a alguien hablar del otro lado de la puerta, dándole permiso para pasar, a lo cual aspiró una gran bocanada de aire para luego lanzarla de un solo suspiro, y llenándose de un valor inexistente en su anatomía, tomó el pomo y lo accionó, abriendo la puerta para pasar al otro lado.

 

Lo primero que notó fueron dos cosas: un hombre, de pie con un aspecto bastante particular, y luego lo otro, lo que llamó poderosamente su atención y que fue en lo que se centró luego de un rápido vistazo al lugar. Abrió la boca del asombro al notar que se trataba de un cadáver, haciendo que vacilara por un instante de su andar, pero se recuperó a los pocos segundos, cerró la puerta tras de sí y se acercó hasta donde se hallaba el Arcano. No es que no esperara encontrarse algo así, claro que sí, era una clase de aquel tipo, pero no había imaginado que sería tan pronto.

 

El aspecto del Arcano era el de un anciano con varias cicatrices y sin uno de sus ojos, lo cual no sabía qué era más llamativo de todo, si él o el cadáver del muchacho que se hallaba sobre una mesa que tenía todo el aspecto de ser de autopsias.

 

Buenos días, Maestro Báleyr – dijo al fin, mirándolo y haciendo una leve inclinación de cabeza a forma de saludo. Por más aspecto particular que tuviera, aquel hombre de apariencia excesivamente alta al lado de la Delacour le infundía respeto, uno que sólo algunos podían generar en ella con sólo verles.

 

Abrió la boca para hablar nuevamente, pero entonces, nada salió de ella. Esta vez no era producto de la impresión del lugar, de los dos cuerpos visibles en la mazmorra, del frío sombrío que embargaba la estancia o del hecho inevitable de que había logrado captar que en realidad, no estaban solos. No, nada de eso la había enmudecido, sino más bien el hecho de que no sabía qué decir, ¿qué era apropiado mencionar en aquellas ocasiones?

 

Soy Mei… – dijo al fin, con un tono inseguro – y he venido a aprender sobre la Nigromancia, si es que me cree apta para ello.

 

Y en ese momento sí enmudeció por completo y sus ojos inevitablemente fueron hacia el muchacho. Era joven, y realmente estaba muy bien conservado, ¿acaso había muerto hacía poco tiempo?

 

Mientras por su mente se hacía esa pregunta a niveles superiores, subconscientemente, aquello le había traído recuerdos de todo tipo. Relativamente recientes, viejos y algunos incluso olvidados en un tiempo. Se removió un poco al notar que estaba a nada de recordar algo de lo que aún no se perdonaba, no era algo a lo que traer a colación a ese momento. No a menos de que se lo indicaran, y aún así a duras penas se convencería de lanzarlo a la luz una vez más.

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Que el Arcano tuviera la seguridad de que iba a aparecer la aliviaba, eso significaba que todavía la consideraba apta para aprender lo que hiciera falta y así adquirir la habilidad, pero no por eso se la pondría fácil, de eso estaba segura. Se atrevió a dedicarle una sonrisa acompañada de una pequeña reverencia por el respeto que sentía por el gran mago, con la seguridad de que el gesto no le iba a molestar ni incomodar.

— Prometo no hacerlo —repitió luego de que terminara de hablar, pero las palabras «muerte» y «peligrosos» resonaban en su mente como un eco, o más bien como un martillo golpeando cada rincón de su mente, haciendo imposible que abandonara la idea de intentarlo ella misma. Báleyr debía conocerla, tanto lo que pasaba por su cabeza como la esencia de su alma (era un experto en ellas), de lo contrario no se habría tomado la molestia de hacer tal advertencia, pero también debía saber que a pesar de los posibles peligros advertidos, lo intentaría, de ahí a que decidiera mostrárselo. Estaba ansiosa.

El poder que emanaba de la vara y del anillo seguía siendo impresionante como la primera vez que lo vio en acción, incluso más, pero no era por el objeto en sí, Tauro tenía la sospecha de que esos artilugios lo único que hacían era controlar el verdadero poder del Arcano. Experimentó frío como nunca antes lo había sentido, ya que al ser demonio las altas o bajas temperaturas no le afectaban como al resto, pero cuando los vellos de su nuca se erizaron supo que no era un frío normal y que las almas que se encontraban allí no eran comunes, no podían serlo. Apretó la mandíbula tratando de no moverse ni parecer más asombrada de lo que en realidad estaba, pero fueron las palabras del Arcano la que la sacaron de sus pensamientos.

«Nigromantes. Eso lo explica todo», pensó.

Báleyr hablaba de destruir almas, lo único que permitía regresar a alguien a la vida, pero ¿esos fragmentos de alma no irían hacia otro lugar hasta poder regenerarse algún día? Bien podían ser años, siglos, milenios, pero tratándose de un alma perteneciente a un Nigromante no podía aceptar que desapareciera así nada más. Aquella duda no la iba a abandonar y decidió preguntárselo al Arcano antes de que hiciera algo, pero ya este había levantado su vara que dejó ver una vez más el gran poder que albergaba.

Todo ocurrió demasiado rápido o quizás resultó ser muy impresionante que Tauro no tuvo tiempo para procesarlo de inmediato. Justo allí frente a sus ojos una alma se había desintegrado por completo y a pesar de que ella no hubiese movido un pelo, sintió como una parte de su energía también le fue arrebatada junto con la explosión y al ver al Arcano vio que no había sido la única. Ahora comprendía las advertencias del Arcano, no se trataba de pura palabrería para evitar que lo imitara, en pocas palabras le estaba diciendo que en aquellas condiciones, si intentaba algo similar moriría en un abrir y cerrar de ojos.

— Lo entiendo —la interacción entre ambos había sido casi nula en los últimos minutos, haciendo el papel de una simple receptora que acataba todo lo que le decían al pie de la letra, pero tras lo ocurrido no había necesidad de hablar, ya lo había visto todo, pero entonces recordó la pregunta — Alguna vez llegará a reconstruirse, ¿cierto? Me refiero al alma, no desaparece del todo —esperó una respuesta del Arcano y después de eso se marchó sin decir nada más, tenía una tarea que realizar.

*****



Como otras veces el Arcano le hablaría entre sueños o pensamientos para hacerle saber cual sería el siguiente paso y mientras ocurría, Tauro se dedicó a buscar las posibles formas de expulsar un alma usando métodos tradicionales. Buscó en cientos de libros, todos ellos regados alrededor de ella, abiertos en ciertas páginas que ella misma había seleccionado para repasar algún dato relevante que hubiese encontrado. De nuevo esperó la noche y decidió experimentar, ya sabía cómo ir al cementerio por lo que no tuvo ningún problema en regresar y una vez allí, buscó la única alma conocida con la cual se atrevía a experimentar.

— Hola Igor, no pretendo regresarte a la vida, tan sólo a la muerte —dijo con una sonrisa en los labios, descubriendo que no era él, sino otra, también perteneciente a un hombre. Cerró los ojos aislando primero cualquier distracción, cualquier energía que no fuese la de Igor hasta que lo encontró. Lo primero que hizo fue dibujar una estrella de cinco puntas y situarse en medio de ella, de esta manera se aseguraba de que nadie entrara o saliera del círculo si ella no lo permitía. Atrajo el alma aprovechándose de la poca simpatía que le tenía y una vez dentro selló el círculo, no sin antes salir de el.

— Nada personal, tómalo como unas pequeñas vacaciones, sé que nos veremos pronto —aprovechándose de su naturaleza, Tauro pidió ayuda un demonio que le ayudaría a expulsar el alma de Igor momentáneamente, no sabía por cuánto tiempo, pero tampoco le importaba. Recitó varias palabras en latín y lengua demoníaca, viendo cómo la estrella de cinco puntas se hacía más y más pequeña, convirtiéndose en una pequeña prisión para Igor. Ese pequeño ritual consistía en jalar y extraer almas y una vez atrapada se cortaban los cordones que la mantenían atada al mundo de los vivos, pero para eso necesitaba ayuda, de ahí a que un demonio sin apariencia definida se materializara a su lado. Mientras Tauro se aseguraba de mantener dentro del círculo a Igor, el demonio podía cruzar la protección cortando uno a uno los cordones invisibles que lo ataban. Transcurrió alrededor de media hora antes de que el alma de Igor terminara por ser expulsada.

— Nos vemos —dijo una vez todo terminó. Tauro despidió al demonio asegurándose de que tampoco regresara a la superficie y se marchó del cementerio, apareciendo luego en una cálida cama donde cayó rendida.

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Habían dos cosas, por sobre las demás, que le apasionaban. Poder cambiar de piel era una de esas, y por tal motivo es que sacrificó mucho de su tiempo para poder dominar completamente todas las implicaciones que la Animagia traían consigo. Comprendió, o al menos pudo toquetearlas, ramas dela magia totalmente inexploradas. Manipuló, observando a la Arcana, el poder que contenía el aurora boreal para ayudar a uno de sus amigos liberándolo del animal que lo mantenía prisionero dentro de su mismo cuerpo. Lo otro era, por su puesto, la muerte.

 

—No debería ir —dijo Harimau en la mente del mago —. No hemos tenido experiencias agradables con la muerte. Sabes lo peligroso que es, podríamos perderlo todo.

 

Desde que comprendieron el vínculo real que los mantenía unidos hablaban muy frecuentemente en plural. Eran dos pedazos de la misma Aiùa, habían vivido dos vidas que ahora las conocían a la perfección. Bastian, la parte humana, conocía absolutamente todos los recuerdos de Harimau, la parte animal. Aquel vínculo iba en ambas direcciones, por su puesto. La parte animal jamás había tenido malas experiencias con la muerte en forma personal, pero lo sentía como tal. La experiencia de dos vidas eran una sola ahora. Podían separar los recuerdos, los sentidos, las acciones. Pero también podían unirlas y conseguir recuerdos increíbles.

 

—Quiero conocer algo con lo que jamás jugaré, lo sabes. Quiero poder recuperarte si es que te pierdo, quiero poder proteger a mi familia incluso si ellos no lo logran. Jamás jugaría con nuestra alma al menos que fuese la única opción, sabes que no miento —respondió Bastian.

 

—¿Puedo ir?

 

—¿Acaso no lo estás haciendo?

 

—¿Me dejarás observar todo el proceso de forma personal?

 

—Si el Arcano lo permite

 

Dejaron de comunicarse mentalmente mientras recorrían el trecho que aún quedaba pendiente hasta llegar a la mazmorra del Arcano de Nigromancia. Bastian había escuchado, en su estudio sobre la muerte, a gente hablando de "El Tuerto". Muchos fanáticos habían "diosificado" la figura de aquel viejo. No le sorprendió saber que aquel era el conocedor por sobre todo de la Nigromancia, aquel que había atravesado los siete portales para someter a la muerte.

 

Llegó. Ingresó detrás de Mei. Su plan inicial había sido ir solo, si la compañía del felino que lo flanqueaba por la derecha. Desfigurar su rostro, modificar cualquier rasgo que lo relacionara con su identidad real. Pero hacerlo ahora hubiera sido inútil. Ir con Harimau era gritar al aire su nombre y su procedencia.

 

—Buenos días Arcano Báleyr. Deseaba conocerlo. He leído y escuchado muchas cosas sobre usted. Lo llamaban de formas muy... interesantes. Estoy aquí para comprender todo lo que tenga que decir sobre la muerte.

 

Observó un cadáver mientras hacía un esfuerzo sobre humano para no fruncir la nariz. Todo el lugar apestaba a muerte. Se respiraba muerte. Harimau no era muy de ocultar aquellas cosas por lo que se limitó a tirarse en suelo junto al Warlock y cubrirse la cara con las patas delanteras. Bastian tocó la cabeza del animal con la punta de los dedos.

 

Sonrió. Aquella debía ser una escena un tanto extraña. Un mago vestido con pantalón y capa de viaje negra y rojo. Con el cabello plata y unos brillantes pendientes. Y por si eso fuera poco, con una bolsita de cuero colgando del cuello. Resaltaba en su apariencia que en su espalda descansara una espada con empuñadura de hueso y que un tigre estuviera acurrucado a su lado.

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Hace varios días que se había enterado que finalmente podría tomar clases con alguno de los tan afamados Arcanos, sabía un poco sobre ellos gracias a su trabajo como Warlock pero hasta el momento no había tenido oportunidad de conocer a ninguno personalmente, las clases con estos magos y brujas eran muy selectas por lo que el acceso a los mismos era muy restringido. Lo único que sabía a ciencia cierta que el que sería su profesor era un anciano que había perdido uno de sus ojos.

Terminó de ponerse un vestido negro cuya cintura estaba rodeada por un lazo carmesí, unos zapatos de tacón en el mismo tono del lazo, al mismo tiempo que seguía preguntándose porque había cambiado de opinión a último, porque había cambiado la palabra Animagia por Nigromacía. Su antiguo trabajo como Sanadora en San Mungo le había enseñado que la muerte era algo con lo que no se debía jugar, había pasado y visto tantas cosas que cualquiera pensaría que tuvo suficientes sobresaltos para toda la vida, pero la vida de una vampiresa era demasiado larga y aún tenía demasiadas cosas por aprender de la muerte y esa curiosidad finalmente había vencido a la ojimiel.

Guardó su varita en uno de los bolsillos de su túnica carmesí y tras colocarse una pulsera con varios dijes en ella desapareció de su habitación. Tras varios segundos de completa oscuridad la figura de la ojimiel se materializo en la Universidad, pidió algunas indicaciones de cómo llegar sin sorprenderse que el lugar designado para las clases fueran las mazmorras. El sonido de sus tacones resonaba en los desolados pasillos, dio varios giros a la derecha e izquierda y bajo muchos escalones hasta llegar al lugar deseado.

—¿Harimau? —susurró extrañada, reconocería la cola del felino en cualquier lugar del mundo.

 

Antes que la puerta de la mazmorra se cerrara, la ojimiel la sostuvo con su mano y la abrió. Había más de una persona en la estancia, una bruja a la cual había tenido como compañera de clase en los libros de hechizos, un anciano, que sin duda alguna era el Arcano, un tigre que se tapaba la nariz con sus enormes patas y un mago de cabello blanco a quien conocía demasiado bien.

—Buenos días… Arcano Báleyr. Es un honor conocerlo… esperó poder aprender mucho de usted… claro si me considera digna de ser su alumna —Saludó la matriarca Karkarov al longevo mago mientras hacía una pequeña reverencia con su cabeza.

 

—Sra. Delacour… —Añadió a modo de saludo a la bruja que estaba también presente en la Mazmorra.

 

—Hola cariño… me hubieses dicho que venías a la clase de Maese Báleyr y hubiésemos llegado iguales… —Comentó esta vez dirigiéndose a su esposo Bastian y le daba un delicado beso en la mejilla.

Acarició la cabeza al tigre y lo compadeció, el olfato de los felinos era más desarrollado que el de los humanos y seguramente para él era muy fuerte el olor a muerte. Observó a su alrededor, habían varios estantes con frascos de vidrios, libros > pensó la ojimiel mientras seguía observando el lugar, había una mesa de trabajo en donde reposaba inerte un cadáver. > pensó sin poder evitar preguntarse cuanto tiempo llevaría ese cadáver sobre la mesa, pues el aroma a podredumbre parecía haberse impregnado en cada rincón de la mazmorra.

 

> Se dijo recordando el aroma que siempre reinaba en su antiguo lugar de trabajo, si bien las mazmorras de San Mungo tenían más luz y eran más limpias, el olor a muerte era el mismo, por más que se empeñaran en tener todo limpio ese aroma y ese frió que calaba en los huesos no se iba nunca. Tantos años había pasado en ese lugar que sería por esa razón que la vampiresa no se inmutó y ni siquiera arrugó la nariz cuando ingresó al lugar. Estaba acostumbrada.

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~En la noche

—No volverás a ver a Igor. Habita ahora en un lugar impensable. Un sitio que me causa escalofríos solo con pensarlo. Nada puede salir de ese lugar. Cuando me encomendaron enviar a Voldemort a ese lugar lo hice. No hacía falta, por supuesto. Su alma fue destruida en el momento en que las puso en objetos. Le permitían no morir, pero cuando dejaron de existir le permitieron no vivir. Lo que de él quedaba fue totalmente destruido con la maldición asesina. Quedaban vestigios inservibles que desterré utilizando la técnica que esta noche viste —la noche anterior el Arcano no le había dado una respuesta a la bruja

 

A Báleyr no le gustaba alardear, era algo que le salía de forma natural. Con su edad había visto surgir y caer a muchos magos tenebrosos. La Universidad jamás había intervenido y ninguno de ellos había sido tan est****o como para atacarla. Los siete Arcanos hubieran podido destruir a Tom incluso en la cúspide de su poder. Pero ellos no tomaban parte. Sin embargo, cuando estos morían, era el deber de Arcano de la Nigromancia desterrar cualquier vestigio que quedara de sus almas para evitar que algún loco Nigromante los trajera a aterrorizar al mundo nuevamente. Era un círculo sin fin. Por más buena o mala que fuera la sociedad en determinada época siempre había un loco matando gente y otro deteniendo al asesino.

 

—No queda mucho por aprender, chica. Pero hay algo que quiero que pienses. Mañana en la noche escucharé tu respuesta y luego de que traigas a un muerto a la vida te haré una pregunta. Depende completamente de ti cual de las dos sea. Se sincera, si me mientes lo sabré. ¿Porqué Nigromancia? ¿Porqué quieres vencer a la Muerte? Mañana te encontrarás con un muerto interesante, deberás realizar todo el proceso. Desde curarlo.

 

La noche siguiente Taurogirl encontraría una sorpresa. Su propio cadáver. O al menos la apariencia de su cadáver. El Tuerto tenía acceso a muchos muertos. Había uno en especial que le interesaba tener con vida. Una metamorfomaga que incluso muerta había conservado la capacidad para transformar su cuerpo si se aplicaba ciertos encantamientos. Así, el Arcano había logrado que tomara la apariencia de Taurogirl. Tenía heridas que curar antes de devolverle a la vida. Llevaba conservada varios siglos, había sido fusilada por brujería y tenía la metralla aún en varios de sus órganos.

 

~En el día

Bufó molesto. No le gustaba los imprevistos. Y los dos alumnos nuevos eran sin lugar a dudas un imprevisto. Aunque él culpara a los directores de la universidad por no avisar a tiempo de los alumnos nuevos era gran parte su propia culpa. Las lechuzas se rehusaban a acercarse a sus aposentos, y si lo hacían era cuando esporádicamente el manto de muerte estaba levantado. Pero últimamente siempre habían almas rondando para llenar la mazmorras con el olor de la muerte y extraño frío de la misma.

 

—Deben dejar las muestras de afecto para otro momento, no quieren darle a la muerte indicios de sus puntos débiles —sentenció.

 

No es que haya pasado por alto la pregunta de Mei, sino que él asumía que la respuesta se daba sola. Todos los que quisieran aprender y estuvieran dispuestos a pagar el precio eran dignos y aptos para aprende con Báleyr. Su mirada relejaba eso. Pero re recordó lo tercos que suelen ser los ingleses y decidió que era mejor responder.

 

—Todos aquellos que estén dispuestos a pagar el precio son patos para aprender Nigromancia. No esperen tener un día de campo, se ensuciarán y verán cuan repulsiva puede llegar a ser la muerte; y al mismo tiempo aprenderán cuan poderosa se muestra en manos de quienes logran dominarla

 

Observó al tigre con curiosidad. Movió la vara de cristal invocando un manto que solo él podía observar. Le sorprendió ver la misma alma en los dos individuos: en el tigre y en el humano. <<Horrocrux>> fue lo primero que se formó en su cabeza. Aquella magia que el Arcano consideraba repugnante. Se detuvo por un segundo a analizar la escena. Se trataba de la misma alma, si. Pero la del tigre no mostraba indicios de haber sido asqueada con ese tipo de magia. Es más, dentro de la igualdad había algo diferente. Complicado de explicar, la esencia del animal era igual a la del humano pero tenía la particularidad del animal.

 

—Interesante tu amigo, desconocido. Es algo poco común, tan poco común que ya no lo recordaban. Debes sentirte afortunado... o no. Para los tres. Pregunten cualquier cosa, pronto se ensuciarán de formas que pocos lo han hecho.

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Escuchó las palabras del Arcano y solo asintió. Tenía razón ese no era el momento oportuno para muestras de cariño, aunque apenas haya sido un ligero beso en la mejilla de su esposo. Se quedó pensando en lo que había dicho sobre ser un punto débil e hizo una mueca, no estaba del todo de acuerdo con él, sin embargó no quería interrumpirlo. No parecía ser una persona que le gustara que lo interrumpan.

Continuó en silencio analizando cada una de sus palabras, conteniendo un estremecimiento cuando dijo que se ensuciarían de formas que pocos lo habían hecho. Algo le decía que no estaba hablando de ensuciar sus ropas, más bien se estaba refiriendo a sus almas ¿aunque cuanto más podría ensuciarse el alma de la vampiresa? ¿Sería eso posible? Lo descubriría en esa clase sin duda alguna.

— Maese Báleyr… siempre me he preguntado si la Nigromancía es útil en seres como yo. Nos encontramos en un estado intermedio, ¿Nos podría ayudar a volver a ser humanos? ¿A que nuestros corazones palpiten nuevamente? —preguntó la ojimiel con mucha curiosidad.

Aquellas preguntas le habían rondado en su cabeza desde hace ya mucho tiempo y hasta el momento nadie había sido capaz de darle una respuesta convincente, esperaba que el longevo mago si pudiera.

—Por otro lado usted dio a entender que el amor es un punto débil… pero cuando uno está al borde de la muerte siempre se piensa en los seres queridos y eso lo alienta a no dejarse envolver por sus brazos —Dijo la ojimiel refiriéndose a la muerte como si de una persona se tratara — Lo alienta a luchar ¿entonces es en realidad una debilidad nuestra o de la muerte en sí? — como había dicho que podíamos preguntar lo que quisiéramos la matriarca Karkarov aprovecharía para hacer una última pregunta que tenía en su mente desde hace mucho tiempo.

—Una pregunta más…—guardó silencio de pronto al darse cuenta que no todos en la sala eran mortifagos y que no podía hablar libremente. Suspiró. — ¿Cuándo revives a una persona, que es lo que pierdes? ¿Se puede recuperar de alguna manera? —odiaba no poder explicarse más y hablar libremente.

 

En sus años como sanadora atendió a muchos de sus compañeros caídos en batalla y siempre que los traía de regreso a la vida, sentía como si algo le fuera arrebatado y la persona que le había enseñado a hacerlo nunca le hablo de los detalles y tampoco le explico los riesgos a los que se expuso al jugar con la muerte de esa manera tan imprudente.

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Tras de ella, oyó que la puerta se abría nuevamente, dejando ver a alguien entrar, aunque no solo: un tigre lo acompañaba, lo cual llamó poderosamente su atención. El animal parecía domesticado, o algo así, tal vez dotado de más inteligencia de la que un animal de su especie normal tendría. Mei sonrió al ver la reacción que tenía ante el fuerte hedor que envolvía la mazmorra, le había parecido tierno el gesto, aun a pesar de que era lo último que pensaba encontrarse en un lugar así.

 

Buenos días, señorita Karkarov, señor Karkarov – saludó para cuando Valkyria llegó por último.

 

Luego, guardó silencio. Báyler comenzó a hablar, exponiendo lo que sería la clase. Mei cerró momentáneamente los ojos, sí, se había imaginado que aquella clase no sería a todas aquellas a las que la habían habituado, no podía esperar nada grato realmente, estaría rodeada todo el tiempo por el aura de la muerte y todos aquellos que habían sido afectados por ella, como aquel muchacho en la mesa de autopsias.

 

Una vez terminó de hablar y darles la oportunidad de preguntarle todo lo que quisiesen sobre el tema, la primera en hablar fue Valkyria, por lo que la Delacour permaneció en silencio, esperando su turno y oyéndola atentamente.

 

Todas las preguntas que la mujer había planteado le interesaron en su totalidad, pues todas ellas estaban ligadas no solo con lo que la Karkarov deseaba saber, sino con Mei misma. Si bien su condición era la de una humana normal, varias personas que la rodeaban eran de distintas razas, y si bien les otorgaban ciertos beneficios que un mago normal no tenía, también les otorgaban maldiciones en muchos casos.

 

Luego, el amor como debilidad… en parte, una gran parte de ella era el motivo por el cual había elegido aquella habilidad como la primera por tomar, aunque mezclada con otro tipo de sentimientos más egoístas a su ver, pero el amor hacia su propia familia nunca dejaba de estar presente.

 

Me interesan todas las preguntas que ha hecho la señorita Karkarov, la muerte siempre ha sido un misterio para mi… – sus ojos se posaron en un punto cualquiera de la sala, perdida en los pensamientos que la embargaban – sólo llega y se lleva a alguien, esperada o inesperadamente; o en otros casos, es incluso peor. Acecha a algunas personas de forma constante, haciendo que uno se pregunte cuándo llegará, cuándo será el momento. ¿Es posible saber el motivo por el cual la muerte ronda a algunas personas, a la espera de poder hacerse con ellas? Conozco a alguien que se ha visto envuelta en más de una ocasión por ella, teniendo que luchar con todas sus fuerzas para no dejarse llevar, aunque sospecha que lo logró en su momento sólo porque no era el tiempo, o tal vez incluso porque jugaba con ella.

 

»Con todo eso, también me he preguntado sobre otras cuestiones. Existen muchas formas de alargar la vida de una persona, algunos vampiros pueden llegar a vivir largos años, algunas pociones otorgan esos beneficios; y así, cada una de ellas tiene sus condiciones para poder obtenerla. La Nigromancia es una magia que va mucho más allá de lo habitual, ¿sería posible conseguir una larga vida a través de ella? ¿Qué consecuencias acarrearía algo como eso? Nada bueno, de seguro, pero quisiera saber qué tan alto es el precio que hay que pagar por ello.

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Escuchó con atención. Las preguntas realmente no le importaban, o al menos no en ese momento. Cuando aprendió aquella palabra Aiùa supo que era una alegoría o estaba relacionada directamente con el alma. Era un concepto de otro mundo, un mundo escondido al otro lado de la aurora boreal. Bastian creía profundamente en el destino, por algún motivo su propia alma se había fusionado con la voluntad de un Aiùa que había atravesado la barrera de los mundos. Por su puesto que era algo raro, lo comprendió en ese momento, pero lo que no entendía era los motivos por los que el Arcano parecía saber tanto sobre el tema. A él le había costado atravesar el portal para comprender... Sonrió. Por su puesto. Estaba claro.

 

Solo cuando su mente se hubo calmado analizó las palabras que las brujas había dicho. Estaban guardadas en su mente, en ese momento accedió a su significado, les dio sentido a los sonidos. Salió de su letargo. > dijo mentalmente a Harimau.

 

—Creo que es mi turno para hablar. Primero, una disculpa, olvidé presentarme Maese. Mi nombre es Bastian Karkarov

 

Se dio cuenta que había omitido el apellido Malfoy. Recordó que no era algo nuevo. Era la tercera ocasión en que se presentaba con alguien y asumía solamente su identidad paterna. ¿Qué le estaba pasando? ¿Cómo podía simplemente omitir su apellido sin darse cuenta de que lo estaba haciendo hasta que se quedaba callado. Que daba igual, ya se encargaría de ese problema posteriormente.

 

»Harimau es un tanto peculiar. Admito que me sorprendió que se diera cuenta. Yo no lo hice hasta hace pocos días. Pero, si no es molestia, preferiría no tocar el tema en público... En cambio, me gustaría preguntar algo que me ha rondado por la cabeza desde hace ya un tiempo y está relacionado con la pregunta de la señora Black. ¿Porqué destruir tu alma cuando simplemente puedes asegurarte un nigromante para tu causa? Creo que el error de Voldemort en su llegada al poder fue que su esencia se desperdigó por todo Gran Bretaña. ¿No era más fácil embelesar a un hábil nigromante que lo trajera de vuelta si llegaba a morir? Academicamente hablando, por su puesto.

 

¿Tenía más dudas? Por el momento no. Observó de soslayo a su esposa. Enamorarse de ella había ido en contra de sus principios. Y no precisamente de aquellas costumbres Rusas arraigadas en su mente. No fue el problema ir en contra de algunas reglas de la Agencia. Sino que él jamás había considerado a un vampiro como igual hasta que conoció a Valkyria. ¿Porqué preguntaba eso? ¿Tenía caso intensión de deshacerse de su estado impuro de no-viva?

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—Pones mucha pasión en tus palabras. Si ahora mismo quisiera quebrarte, quitarte la motivación por la que viniste a aprender podría hacerlo de la forma más cruel posible. Pero ahora no es mi intención, aunque los tres deben tener claro que en algún momento será la oscuridad propia de la Nigromancia la que buscará quebrarlos.

 

¿Cómo decirle a la bruja lo que en el fondo ella ya sabía? Palabras decoradas jamás. No estaba en su naturaleza. Era un conocimiento para el que estaban preparados los tres. No había precio alguno a apagar por las respuestas. No era nada que, en principio, se arraigara en lo más profundo del alma para drenar la vitalidad de la persona poco a poco.

 

»Hay formas de hacer lo que buscas. Pero lamento decirte que la Nigromancia no es el camino para encontrar tu objetivo. Los vampiros no están muertos, la nigromancia funciona con muertos. Tampoco están vivos, no podrás jamás morir con la esperanza de regresar al mundo de los vivos dejando de lado tu estado. La segunda pregunta es sencilla e imagino que la haces citando al célebre Albus Dumbledore. El amor está lleno de magia, por su puesto, Magia poderosa. Pero estás en una clase peligrosa, en donde cualquier ser podría aprovecharse de aquello que crees que es tu fortaleza. ¿Qué no harías por salvar a alguien que amas?

 

Dejó la pregunta al aire, sin esperar realmente una respuesta. Le gustaba hablar de esa forma. Hacer preguntas cuyas respuestas ya conocía. Todos, o casi todos, respondían lo mismo. El amor era lo peor que podías mostrarle a un muerto, podía tomarlo, exprimirlo, usarlo en tu contra. Y El Tuerto si que sabía de hacer sacrificios, de mostrar sus debilidades y pagar el precio. La tercer pregunta de la bruja si que era interesante. Por ello tendrían que pagar un precio, por su puesto. La duda era, quizá, el precio que se pagaba desde que aparecía hasta que lograbas de alguna forma deshacerte de ella. E incluso cuando lo lograbas, había un precio que seguías pagando.

 

»¿Qué pierdes? Lo pierdes todo. Jugar con la muerte consume tu alma de forma lenta y muchas veces dolorosa. Cada alma que es traída debe pagar un precio al cruzar. Y es quien la trae quien paga ese precio. ¿Vale la pena ese sacrificio? ¿Merece la vida ajena perder poco a poco tu humanidad?

 

Claro que había formas de no pagar el precio de traer personas a la vida. Para eso era que entrenaban los nigromantes, para eso es que Báleyr había invertido gran parte de su tiempo inventando rituales que protegían -al menos en parte- la humanidad de los nigromantes. Su ojo -o la falta del mismo- era la prueba viviente de los precios que él pagaba, del precio que llegó a pagar en el pasado.

 

»No trates de comprender a la muerte o te volverás loca. No pienses en ella demasiado o acudirá al llamado. El tiempo de la muerte es preciso. Para ella una vida entera es un suspiro. Si alguien ha estado a punto de morir y no lo hace no es porque no fuera su tiempo, es porque la muerte en realidad no lo rondaba, no le prestaba atención. Porque créeme. Si Muerte está cerca y le das la mínima oportunidad, aceptará gustosa.

 

¿Desde hacía cuantos años que no se dirigía a Muerte como un ente físico? Muchos. Nadie le había preguntado sobre la personificación de la muerte. ¿O si? Aveces su memoria fallaba, aveces respondía mal a propósito con la finalidad de causar confusión, aveces Muerte estaba tan cerca que si él llegaba a pensar en ella como un ente podría causar que se hiciera presente.

 

»Los vampiros viven siglos porque, como dije antes, no están vivos. No alargan sus vidas, porque no las tienen. Pero si, hay formas extrañas de alargar la vida. Los licántropos, por ejemplo, suelen vivir varios años más que los humanos. Nicolas murió hace unos cuantos años luego de alargar su vida con la Piedra Filosofal. Aunque no es asunto de la clase, he de decir que acudió personalmente a mi para que desterrara su alama y la de su esposa con la finalidad de que nadie intentara siquiera traerlos para recrear la Piedra. Volviendo al tema de la Nigromancia. Esta no está relacionada con la vida, por lo que no hay forma de que un nigromante use a la nigromancia para alargar la vida. Las consecuencia de alargar la vida, sin embargo, están relacionadas con la inmortalidad. Flamel murió en cuanto dejó de beber el elixir. No envejeció a partir de ese momento. Murió. Porque alargar la vida te permite esquivar el paso del tiempo. Pero en cuanto el ente que te lo permite desaparece, todos los años que no han pasado pasarán en un segundo. Regreso a tu pregunta, Valkyria. Aunque la nigromancia permitiera curar a un vampiro no sería recomendable. Vivir mil años y perder la capacidad de morir haría que esos mil años pasen en un segundo en su cuerpo.

 

Siempre había alguien que le permitía hablar de algún mago oscuro del pasado (o del presente). Le agradaba el tema de las artes oscuras, ya que gracias a ellas es que había surgido todo el asunto de la nigromancia. Aunque pareciera, aveces, inofensiva, todo ritual nigromante estaba repleto de inicio a fin de magia oscura.

 

»Voldemort era demasiado est****o como para confiar en alguien. Aunque su más fiel esclavo hubiera sido Nigromante eso no lo hubiese detenido. Vivir eternamente era su obsesión, no volver si llegaba a morir. Pero estás en lo cierto, su más grande error fueron los horrocrux. Con cada uno de esos destruidos se volvía más débil e inestable.

 

 

 

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