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Hablantes de Parsel


Lawan Nguyen Thanh
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Ni las habilidades más extraordinarias del Arcano le permitían ver lo que sus serpientes veían y oír lo que oían. Imprecisa y amplia como fuera la habilidad de comunicarse con las serpientes, no ofrecía tal extremo de entendimiento con ellas como para permitir establecer una comunicación directa con la mente de éstas, y sin embargo la confidencia con Lawan era completa. A tal punto, que horas después de que una de sus amigas africanas se perdiese en el pantano con el Weasley, esta regresaría para contarle lo que había vivido, el cómo el mago se había desempeñado y, no menos importantemente, su veredicto final respecto de si el mago había alcanzado las competencias necesarias como para enfrentarse al Portal de la Habilidad.

 

La serpiente le contaría al Arcano como su aprendiz se había adentrado en el pantano sin temblequear, y no escatimaría detalles respecto a las primeras palabras del Weasley en el dialecto de los ofidios.

 

Mírame. – le había instruido la serpiente y, como primera prueba, el Weasley había obedecido demostrando comprensión. – La vacuidad de tu alma es evidente para cualquiera que esté dispuesto a observar los signos. Claro está, los ojos que los ven están entrenados, como son los de mi especie. – al principio, sus siseos eran claros y lentos, buscando acostumbrar el oído del novato a su propio idioma. – Mi especie tiene una larga historia, parte de ella es en gran asociación a las Artes Oscuras, por lo que no es la primera vez que veo un alma trastocada. Debo admitir, sin embargo, que tu caso es excepcional.

 

El mago había pecado de la ansiedad que tan común era en su raza, adelantándose a la pregunta que ella misma estaba en proceso de responder.

 

Este pantano no es como cualquier otro, su magia permite grandes cosas. En algún punto de él se esconde un fragmento de su pasado al cuál nunca se ha enfrentado, y que sin embargo es esencial lo haga para poder continuar.

 

Lawan se perdió en sus pensamientos por un momento, recordando que en ningún momento había advertido al Weasley del comportamiento errático de las serpientes. Ciega como fuese su confianza en lo que ellas hacían y decían, el vietnamita tenía que admitir que para el mago convencional era menester ejercer altos niveles de prudencia a la hora de seguir las directivas de éstas quienes, por decirlo de cierta manera, tenían prioridades en extremo distintas. Volvió a centrar la atención en lo que su serpiente decía, rogando que ésta historia tuviese un buen final, que el Weasley hubiese logrado obrar de manera prudente y cruzando los dedos para no convertirse en lo que le criticó a Báleyr de ser.

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  • 1 mes más tarde...

El vampiro mantuvo los ojos en los de la serpiente, su compañera en aquella clase. Pudo ver en ellos la aceptación y como esta sin decir nada, simplemente sacando la lengua bífida le permitía volver hasta el lugar donde el vietnamita estaría esperándole. Sin embargo, no se esperaba la aparición de aquella otra serpiente. Esta era muy diferente, de color diferente y quizás un tipo diferente de serpiente. El reptil sin pedir ningún tipo de permiso comenzó a reptar hasta colocarse en su posición, en el musculo deltoides del hijo de la noche.

 

Escucho a esta nueva serpiente. Ambas de una forma u otra tenían razón, él siempre había vivido en el pasado, mas bien, esperaba que en algún momento de una u otra forma aquello que había dejado atrás lo alcanzara, que por algún tipo de casualidad fuera llamado de vuelta a Grecia porque lo necesitaban, ya que era el ultimo de un grupo elite al que había pertenecido, claro estaba, sabía que aquello era demasiado lejano. Debía meditar en sus palabras, sabia como le había dicho aquel reptil que él podía hacer muchas mas cosas y mejorar, evolucionar, pero había lago que siempre lo atormentaba, el Ragnarok solía a veces sabotearse así mismo y seguramente ambas compañeras ya se habían dado cuenta de ello.

 

El tiempo pasaba y ambas serpientes se habían quedado calladas mientras el Ragnarok comenzaba el camino rumbo a la cabaña de Laiwan, sin embargo, aquella paz que estaba viviendo el cainita pronto se vería amenazada por algo más. Sin embargo, a penas había caminado unos 50 metros y ya estaba perdido. Por alguna extraña razón su instinto lo había abandonado, quizás, aquello era obra de su maestro para que el definitivamente terminará de confiar en las serpientes.

 

Aquel camino no se parecía en nada al que la primera serpiente y él habían caminado. El hijo e la noche camino hacia la derecha un buen tramo y luego a la izquierda. Los reptiles seguían sin decir ni una sola palabra. Después de un rato, lo primero que llamo la atención del vampiro era aquel extraño camino que se partía en 2.

 

-Ragnaroksssss, ¡de prissssssa! -dijo una de aquellas sapientes (la que se encontraba a su izquierda) apremiándole para que escogiera un camino

 

-No le hagassss ni casssso -intervino la que estaba a su derecha- Essssta muy grossssera, vamossss por essssste lado -dijo el reptil señalando con su cola uno de los caminos.

 

El vampiro no sabía que camino escoger, si bien, ambos parecían ser buena opción sospechaba que aquello era una prueba y que quien sabia que peligros podría encontrar allí. Recordó entonces la primera advertencia de su maestro sobre las serpientes. ¿Qué debía hacer ahora?, ¿en cuál debía confiar?, ¿Qué camino era le mas seguro o al menos el que menos le daría problemas para regresar junto al arcano de parsel?

 

-Eh... yo... -comenzó a decir el Ragnarok- no sé qué hacer.

 

-Venga, Ragnarokssss decide de una vezsss –comento la de su izquierda.

 

-No, no -insistió el reptil de su derecha- Por alli, préssssstame atención a mí, te he fallado o te he dicho algo que te pusssssiera en peligro? -pregunto aquella serpiente que desde el principio había estado con él.

 

Ambas serpientes se levantaron a la altura de los ojos del Ragnarok, por lo que podía verlas a las dos sin ningún tipo de problemas. En aquel momento, vino una extraña imagen a su cabeza, uno de aquellos viejos recuerdos, era como si Jano, el dios menor lo estuviera forzando a elegir, solo que debía descubrir cuál de las dos culebras era la que le estaba guiando por el camino correcto, aquella era su prueba.

 

El vampiro se volteo para dar algunos pasos hacia atrás siguiendo sus pasos pero aquel camino extrañamente había desaparecido.

 

-El camino desapareció –susurro el Ragnarok

 

-Todo un dessssscubrimiento -dijo, burlona, la serpiente izquierda.

 

-¿Adonde conducen estos caminos? -preguntó el cainita.

 

-Uno lleva probablemente adonde quieresssss ir -dijo la víbora a su derecha de forma alentadora- el otro camino, a una muerte ssssegura.

 

-Ya... ya sé que es lo que quieren y cuál es su plan -balbuceó el vampiro sin darse cuenta que se estaba dando a entender sin problemas con las serpientes y que podía entenderlas sin ningun contratiempo.

 

-qué lisssssto -replicó con desdén la serpiente izquierda- Pero ¿ssssabe qué camino debessss esssscoger? No tenemossss todo el día y esssstamosss sssegurassss de que ya quieressss regressssar.

 

-¿Por qué tratan de confundirme? —preguntó el Ragnarok

 

La serpiente a su derecha parecía sonreir.

 

-Ahora esssstásss al mando Hades, todasssss lassss decissssionessss recaen sobre tussss hombrossss. Es lo que queríasss, ¿no?, debesss ahora aceptar las conssssecuenciasss de tusss actosss -le siseo.

 

-Yo... –titubeo el vampiro.

 

-Te conocemossss, Ragnarok -dijo la víbora izquierda- Conocemossss tu alma y ssssabemossss con qué dilemasss te debatesss un día trassss otro, ambasssss conocemossss tu indecissssión, ssssabessss perfectamente tendrássss que elegir tarde o temprano y la elección quizá acabe matándote.

 

-Dejenme pensar por un momento –dijo el cainita- al fin y al cabo ¿Qué o quienes son ustedes? –pregunto serio el ragnarok.

 

-Ssssoy tu mejor amigo -respondió la serpiente a su derecha.

 

-Sssssoy tu peor enemigo -aseguró la vibora izquierda- Esssscoge sabiamente vampiro, ssssabessss que essssto essss muy sssserio, una elección equivocada podría arruinar tu vida entera, también puede matarte a ti, a tusss amigosss, y a todos losss que confían en ti, además, de que no serasss capaz de obtener la habilidad, assssí que esssscoge Ragnarok

 

-No voy a hacerlo –dijo aun más serio el cainita

 

-Me temo que hasss de hacerlo -dijo alegremente la serpiente de su derecha.

 

Está bien, ustedes ganan, escojo... –comenzó a decir el Ragnarok, pero antes de que pudiera señalar cual camino era el que había decidido seguir según como se sentía con respecto a sus dos compañeras una puerta, una luz deslumbrante iluminó el camino. Por instinto saco la varita para protegerse, además de invocar fuego en sus dedos gracias a la habilidad mortifaga que había adquirido.

 

-Muy bien Ragnarok –dijo una de las serpientes- lo lograsssste –dijo mientras la otra asentía- en tu vida encontrarasss muchos obssssstaculosss como esssste y te asssseguro que ellosssss no sssseran tan benevolentessss como nosssssotrasss, ademasssss, ¿a que no te hasss dado cuenta de que pudissste entendernosss a la perfeccion y que hablansssste con nosotrasssss sssin ningun tipo de problemas? –comento la víbora satisfecha diciendo algo que debería ser obvio para el vampiro.

 

La otra serpiente guardo silencio por un segundo más.

 

-Aquel esss el canmino correcto –dijo.

 

El cainita las observo. ¿Aquel era otro de sus juegos?, ¿Qué había tramado ahora el arcano para él?, la verdad es que el cainita ya no sabía que pensar o si debía seguir confiando, sin embargo, aquello era conocimiento y él había aceptado todo aquello desde el momento que piso el pantano, por lo que comenzó a caminar en la dirección sugerida. No tardo mucho en llegar hasta donde estaba Laiwan esperándolo.

 

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Editado por Hades Ragnarok

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Finalmente—resopló el arcano, divisando a las dos serpientes que acompañaban al Ragnarok. Se había tomado su tiempo para comprender la tarea de ambos ofidios, desafiándolo con tentaciones que de proponérselo lo habrían arrastrado a un final irremediable. Lawan miraba aún a sus serpientes, confiando en que estás lograron confundir en cierta forma al vampiro, colocando en su camino obstáculos que le costaría trabajo sortear.

 

Desde su perspectiva todo era un caos interminable en la vida del hombre, atándose de forma insensata a su pasado, sufriendo una pena que poco a poco le derivaría a una locura incurable.

 

¿Sabes por qué las serpientes mudan de piel?—la voz de Vietnamita se dejaba sentir como un siseó. El mismo era conocedor de todo lo que padecieron los que llegaron hasta su búngalo, desengaños, mentiras y otras situaciones que los obligaron a arrancar las cicatrices que marcaban su piel como un mapa.

 

Delineando cada parte de su físico con pequeñas líneas que señalaban el ansiado tesoro, lastimosamente para ellos el aprender a soltar no era una tarea sencilla de desarrollar.

 

Han entendido que es más sano dejar la piel dañada que arrastrarla y causarse más daño. Abriéndose la carne y dejando expuesto su interior, para que sea conocido por sus enemigos y de ese modo mermar la fortaleza que estás poseen—puntualizó. Escuchando el mensaje que le enviaba una de las dos serpientes, ladeando la cabeza, no pudo evitar una mueca de decepción en su rostro. Acariciando con la mano el firmamento, intentaba no hacer más evidente su malestar.

 

Dudo demasiado, no confiaba en lo que ninguna de las dos le decía—la comunicación entre el arcano y el ofidio se volvía mucho más fluida. Hades no se daría cuenta de eso, aunque pudo comunicarse con ambos reptiles, al estar delante de Lawan no eran tan sencillo tener la misma conexión y dar por sentado que entre ellos existía un intercambio de comunicación.

 

— Dos caminos, pero delante pudo existir un mar infinito de posibilidades y desencantos, ¿no lo crees?—perdiendo su vista en la nada. Aguardaba por una sensata respuesta, compuesta quizás por un mundo dudas e inseguridades, aunque cabía la posibilidad de que al estar delante de un camino bifurcado, ya no se demorará tanto en dar razón de su accionar.

 

Una de ellas aseguró ser tu amiga y la otra tu enemiga, no es así. Porque no escuchaste a la que te tendió la posibilidad de salir victorioso, si elegías el camino que ella señalaba—le siseó una vez más la serpiente que estaba a su derecha se movió con lentitud. La lucha interna que vivía Hades, no le daba las fuerzas necesarias para avanzar a pasos agigantados y sepultar definitivamente su dolor y agonía.

 

El ser un ser obcecado y testarudo, no siempre era la postura ideal ante una habilidad como la de los Hablantes del Parsel.

 

Indagar sobre el pasado o presente de sus alumnos, no era su responsabilidad. Sino educarlos para saber como desenmarañar todos los secretos o recuerdos que era necesario desentrañar de sus vidas. Si entraban al portal con inseguridades o temores infundados, no podrían hacerse acreedores a la alianza que los conectaba de forma permanente con los otros hablantes de la lengua de las serpientes.

 

Aprende a discernir con sabiduría, evitando a toda costa tener presiones de cualquier tipo. Escucha solo lo que creas que es verdad absoluta para ti, no permitas que el pasado te vuelva a engañar o te arrastre a lo que no deseas que siga atormentándoteguardando silencio, le otorgaba un momento breve de meditación.

 

El tiempo apremiaba y las arenas del tiempo corrían en su contra. Faltaba muy poco para enfrentarse a la pirámide y probar que era digno de comunicarse con las serpientes, tal y como lo hacia Thanh

 

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El vampiro camino hasta el lugar donde ya estaba esperando el arcano. Observo sus ojos. Estos no le transmitían mucho, de alguna u otra forma el vampiro sentía que quizás había fallado en la prueba que le habían colocado. Cuando escucho las palabras del Laiwan upo que él sabía la verdad, la misma que le habían dicho aquellas serpientes. Claro, sería un tonto pensar que de una u otra forma el vietnamita sabría todo lo que había sucedido, sus indecisiones y como el Ragnarok se mantenía muy unido a su pasado, uno, que iba soltando poco a poco, pero no con la rapidez que a muchos les gustaría.

 

El hijo de la noche escucho el cuestionamiento del vietnamita y guardo silencio. Oyó atentamente la explicación de porque las serpientes cambiaban de piel. Allí, en aquel punto entendió muchas cosas. Definitivamente tenía que dejar su pasado atrás, si bien, gracias a él, a sus heridas, a lo que había sucedido con anterioridad era lo que el Ragnarok era ahora, debía ya dejar de vivir en el pasado y buscar el presente, pensar en el futuro. Suspiro derrotado, pero aquello le animo un poco, se decía que una vez que llegabas al fondo no había más que subir, y eso era lo que pretendía el Ragnarok, resurgir.

 

-Tiene razón maestro, la verdad es que muchas veces suelo pensar demasiado las cosas, siempre he dicho que al escoger un camino había que aceptar las consecuencias de tus actos, pero esta vez falle, suelo ver siempre los pro y contras, soy sabio para ayudar a los demás, pero para ayudarme a mí mismo o seguir mis propios consejos es muy diferente –confeso- no vi todas las posibilidades que estaban adelante, fui por lo seguro, no me arriesgue como solia hacerlko en mi juventud y en Grecia.

 

Los cuestionamientos y las palabras del arcano de parsel no eran duras, eran sabias, él, buscaba que el Ragnarok entendiera todo aquello, mas, porque sabía que estaba cerca de afrontar uno de los mayores retos, si bien, el cainita había tenido que pasar por muchos obstáculos y dificultades en las otras habilidades, ahora era diferente, quizás, seria la habilidad más difícil de afrontar y el conocimiento que podría ser la gloria o su perdición.

 

El hijo de la noche siguió escuchando y aprendiendo de aquellas palabras sabias que quizás no en aquel momento, sino en el futuro, cuando estuviera afrontando lo verdaderamente difícil podría darle paz para concentrarse y salir adelante. Cada arcano había sido diferente, aquel, el vietnamita que se encontraba frente a él definitivamente lo era.

 

-Muy bien maestro, seguiré sus palabras, solo escuchare lo que sea una verdad absoluta para mí, seguiré mis instintos e intentare en lo posible dejar mi pasado atrás, cambiar la piel de mis pensamientos y seguir adelante confiando en lo que soy y seré –dijo el Ragnarok.

 

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Lawan escuchó con atención las palabras de Hades, pero eso no apaciguó el malestar que sentía en esos instantes el vietnamita. El vampiro dio en el clavo sin darse cuenta, confesando que era capaz de ayudar a los demás, pero no así mismo. Curiosa contradicción en la que el hombre se enfrasco, desde que decidió extender una mano amiga a los suyos, ya fuera sin doble intención o simplemente porque le naciera hacerlo.

 

Primera contradicción, ha salido de tu boca una verdad, que ni tu mismo eres capaz de creerte—hablaba con dureza el Arcano—¿Cómo eres capaz de ayudar a otros, pero no a ti mismo?—extendiendo su mano invitaba a la serpiente a subir por su brazo. Está accedió gustosa a la petición de Lawan, siseando algunas cosas más que Hades se estaba dejando para si mismo.

 

No es posible dar la mano o prestar ayuda a otros, no si uno mismo no se encuentra en las condiciones aptas para hacerlo—retomaba la palabra mirando a la víbora que estaba enroscada en su brazoMíralas a ellas, no necesitan de nadie para mudar de piel, no directamente. Simplemente puede arrastrarse bajo el tronco caído de un árbol, buscando un hueco que les permita pasar por debajo y de ese modo librarse de esa pesada carga—acariciaba con tranquilidad al ofidio.

 

Mirando fijamente la reacción de la pequeña, sintiendo como ella dejaba sentir la gratitud que le obsequiaba al Hablante del Parsel.

 

A mi no me has fallado, yo estoy aquí para probarte. No para que me satisfagas con tus acciones dentro de los obstáculos que se presenten en tu camino, al que le fallaste es a ti mismo y seguirás haciéndolo mientras te continúes aferrado a unas cicatrices que puede que se conviertan en heridas que jamás sanarán por completo—soltaba esas palabras como un mazo contra la espalda del Ragnarok.

 

La verdad absoluta podía tener muchos rostros, algunos de ellos diseñados para engañar y el resto para dar cuenta de que todos los esfuerzos siempre recibían la recompensa anhelada.

 

Sigue mis consejos al pie de la letra, solo si consideras que los mismos pueden servirte en un futuro, no muy lejano—movió su surda en el aire. No le entregaba las llaves de la pirámide en su mano, pero si le otorgaba la posibilidad de prepararse a conciencia para la prueba.

 

Ahí dentro ni el poder del Arcano era capaz de mermar el daño preparado con antelación por la edificación, ella armaba todo tomando varios factores en consideración. Si detectaba el más mínimo atisbó de inseguridad, temor o duda, no les permitía llegar hasta ella y probar su valía.

 

Lo que eres ahora, puede que determine lo que serás al salir de este lugar—le dirigía unas sabias palabras—Recuerda que los recuerdos suelen ser un testigo de nuestro paso por la tierra. Pero debemos aprender a dejarlos guardados en un sitio seguro y no permitir que entorpezcan los nuevos pasos que damos hacia el presente o futuro—esperaba que en está ocasión la sombra de la duda, no volviera a cernirse sobre Hades.

 

Al parecer la sensatez hacia acto de presencia dentro del hogar del Arcano, provocando que el vampiro reflexionará de forma acertada ante su fallo. Ahora las serpientes se mostraban mucho más cómodas y conformes con el alumno que debían acompañar. Era el momento ideal para lanzar un nuevo reto, necesitaba comprobar que el cainita estaba preparado para ir al encuentro con la pirámide.

 

Ahora tendrás que despojarte de parte de la piel que te atormenta, no importa el método que decidas implementar. Solo quiero que te concentres en ponerle un fin definitivo a esto, ya sabes a lo que me refiero—los ojos del Arcano se transformaron en los colmillos de la serpiente más letal que existía dentro del planeta Tierra. La sentencia estaba dictada y no tardaría en ser ejecutada, seguro de que su alumno daría la talla para salir victorioso.

 

 

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Abrió los ojos. Se asomó por la ventana de su habitación y comprobó que el cielo estaba oscuro. Miró su reloj de pared, quedaba aproximadamente una hora para que los primeros rayos de luz entrasen por la puerta. Comenzó a prepararse para salir mientras comía un par de tostadas que su elfo doméstico le había preparado y entregado en el momento que le despertó. Estaba emocionado, nervioso y ansioso por comenzar un día tan especial que marcaría un antes y un después en sus destrezas como mago.

 

Había tomado la decisión de anotarse para adquirir una de las habilidades mágicas que existían. Tenía la fuerza mágica suficiente y estaba lo suficientemente preparado como para pensar que todo iría bien y que conseguiría sus objetivos. No tenía muchos problemas para imaginarse a sí mismo, dentro de unos días, logrando comunicarse sin ningún tipo de problema con cualquier tipo de serpiente de las que habitaban el mundo. El abanico de opciones que le daba tener esa capacidad le hacía sonreír con deseo.

 

Se puso una túnica negra y sencilla, idéntica a la que portaban los alumnos de Hogwarts pero sin ningún tipo de escudo. Siempre le gustaba llevar consigo algo que le recordarse su país natal o su casa durante su época escolar y, por eso, en su bolsillo llevaba una pequeña figura con los colores de Gryffindor. No tenía ninguna clase de utilidad, simplemente sentía que ese tipo de cosas le traerían suerte. Era de ese tipo de personas que estaba muy orgulloso de sus orígenes y de cualquier cosa relacionada con su pasado.

 

Cuando estuvo preparado, agarró la bolsa que su elfo doméstico le entregaba. Dicha bolsa contenía una docena de ratones completamente muertos. En algún lugar había leído que las serpientes comían mamíferos pequeños, por lo tanto tal vez esa bolsa les sirviese como alimento. Era una pequeña forma de mostrarle respeto a esos animales con los que confiaba empezar a estar más unido que nunca. Pensó en llevarle algo al profesor pero lo descartó, no quería ser demasiado amable y que su opinión respecto a él pudiese estar influenciada por esos gestos.

 

Era hora de emprender la marcha. Su intención era llegar al bungaló donde habitaba y llamar a la puerta justamente cuando los primeros rayos de Sol apareciesen. ¿Qué mejor forma de empezar el día que con una clase? Si en algún momento le habían dicho cuál era el mejor momento para aparecer por allí, lo había olvidado. No le habían dado muchas indicaciones así que se había tomado el atrevimiento de acudir cuando considerase oportuno siempre y cuando fuese una hora aceptable. Evidentemente no iba a presentarse allí en plena madrugada.

 

Llegó a su destino y comenzó a caminar con paso firme y seguro. Era la primera vez que hacía algo así, no estaba seguro de si debía llamarle profesor, arcano, maestro o cualquier otra forma así que evitaría referirse a él de alguna forma especial. Últimamente había mantenido alguna clase de enfrentamiento con muchas de las personas con las que se encontraba, esperaba que esta vez fuese una excepción. Le divertía discutir y todas esos enfrentamientos dialécticos, pero creía que era mejor no hacerlo con alguien que podía enseñarle tantas cosas interesante.

 

Dejó escapar una exclamación de sorpresa cuando llegó a la Vivienda que tenía el arcano en la Universidad. Lanzó a un lado la bolsa con los ratones y centró su mirada en la puerta del bungaló. Tragó saliva y respiró profundamente. Desconocía si necesitaría la varita, pero evidentemente la llevaba consigo. ¿Qué mago o bruja no iba siempre con su varita mágica? Solo los más despistados o aquellos que preferían vivir como un muggle o un squib. Se acercó y golpeó con fuerza en la puerta varias veces, esperando que no lo encontrase durmiendo.

 

Cuanto antes le atendiesen, antes empezarían. Cuando antes empezasen, primero terminarían y podrían seguir con sus cosas.

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— No lo encontrarás ahí dentro—le siseó una serpiente que reptaba sobre los pies del mago. Lawan no estaba donde creía que sería fácil de encontrar, prefería pasear en los alrededores de su bungaló, alejándose de las visitas que nunca invitaba. Pero que se empeñaban en acudir a él, para aprender la lengua Parsel. Sus inseparables amigas, siempre eran las encargadas de recibir a los nuevos alumnos, jóvenes que se aventuraban a ser presas para los ofidios. Continuando con su danza sobre los pies de David, no le permitiría ir más allá, no hasta demostrar que era digno de mirar de frente al Vietnamita.


Lawan esperaba alguna reacción por parte de Hades, posiblemente su basilisco lo dejo petrificado luego de la charla con el Arcano. Era común ver esa clase de reacciones en su presencia, pocos eran los que realmente se atrevían a confiar plenamente en las serpientes, que serían las encargadas de echarles una mano. No necesitaban los oídos físicos para escucharlas con claridad, simplemente dejarse ir y entablar con ellas una conexión que duraría el tiempo que necesitarán para poder acceder a la prueba que les otorgaría la alianza que los convertía en Hablantes del Parsel.


— ¿Qué es lo que buscas aquí?—apareció detrás del mago una mamba negra. Protectora de todo el suelo que los extraños pisarán, no le gustaba como al Arcano tener gente ajena a ese sitio indagando por donde no debía. La primera serpiente ascendió por la pierna del hombre, siseaba en pársel cosas que este no era capaz de entender o captar. Su cuerpo se extendió hasta alcanzar el muslo del aprendiz, enroscándose en esa zona ejercía una presión moderada.


— Responde a la pregunta—apretando un poco más su estilizado cuerpo contra la prenda que protegía la piel, que de estar expuesta, ya habría sido picada por los colmillos de tan peligrosa acompañante. Desde algún lugar Lawan miraba con atención el trabajo realizado por sus serpientes, asintiendo satisfecho por la recepción que le estaban dando a su nuevo alumno. El arcano era impaciente, pero antes de darle la cara a un nuevo intruso en sus dominios era sensato para el, determinar si era digno o no de aprender el lenguaje de las serpientes.


Se había vuelto demasiado terco en el último tiempo, endureciendo sus métodos de enseñanza. No sería como al inicio de las habilidades, ahora les costaría sangre, sudor, lagrimas y quizás algo más a sus futuros aprendices. A él le costo aprender todo lo que sabía, años de experiencia y sabiduría que supo labrar con esfuerzos agonizantes y el ahincó desmedido que heredo al proceder de Vietnam.


No echaba de menos el país donde nació, ahora contaba con un espacio adaptado a su gusto y donde tener la libertad de enseñar a quién consideraba que sería capaz de confiar en sus instintos y no poner en tela de juicio a las serpientes que le acompañarían en su travesía.


— Para mirar a los ojos al Arcano de los Hablantes del Parsel, primero debes liberarte de todas las cargas que posees. No hablo de una mochila o esa bolsa con ratones muertos, no te servirán para comprarnos y abrirte camino fácilmente—la mamba le hablaba con decisión. James tenía que elegir con astucia la respuesta que les obsequiaría, dejando de lado las tretas o los intentos de engañar al par de ofidios. Ellos eran expertos en detectar las mentiras o dobles intenciones, no era en vano que la confianza del Thanh fuera depositada en ellos sin dificultad alguna.



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¿Dónde se habrá metido? Cerró sus ojos unos segundos, siempre había tenido la sensación de que haciendo ese gesto su sentido del oído se potenciaba y era justamente lo que buscaba y necesitaba. Pretendía escuchar algún ruido o movimiento proveniente del interior del bungaló que le indicase que había alguien allí dentro, pero nada le hizo indicar que eso fuera así. Para su sorpresa sí que escuchó algo, pero era muy diferente a una voz humana. Tuvo que abrir de nuevo los ojos, sentía algo sobre sus pies. Ya sabía qué era lo que había sentido y quién había hecho el ruido.

 

Se trataba de una serpiente, parecía que le hablaba. Había llegado a la conclusión de que la persona que quería encontrar no estaba en el lugar que esperaba, no sabía muy bien qué hacer o a dónde dirigirse. Ver a la serpiente reptar por sus pies era una sensación extraña, pero no estaba allí solamente para entender el lenguaje de las serpientes, sino para crear con ellas un vínculo mucho más especial que lo uniese de alguna forma inimaginable. ¿Qué podía hacer? No tuvo mucho tiempo para pensarlo, una nueva amiga se unió a la reunión.

 

Se giró para ver a la mamba negra que había llegado por su espalda mientras la primera serpiente comenzaba a subir por su pierna. Su respiración comenzó a acelerarse. Por mucho que sus fines fuesen académicos no podía descartar que una de ellas le quisiese atacar. Había sido previsor, había llevado en el bolsillo de su túnica un bezoar por si alguna acababa mordiéndole. No se trataba de desconfianza, simplemente lo llevaba por el mero hecho de que jugando con ellas podía ocurrir alguna clase de accidente que le acabaría dejando en una mala situación.

 

Su respiración empezó a calmarse porque se obligó a tranquilizarse. Estaba allí para evolucionar como mago y como persona. Sacó su varita y pensó en un Evanesco. El efecto fue inmediato, su túnica desapareció. Nadie debía alarmarse, no se había quedado desnudo. A pesar de que era un hombre soltero tendría que pasar mucho más tiempo en ese estado para que pensase que desnudarse delante de unas serpientes sería algo excitante o romántico. No, nada de eso. Debajo de la túnica llevaba un pantalón corto y una camiseta también corta.

 

¿Por qué lo había hecho? Para sentir el tacto de la serpiente en su pierna. Se guardó la varita en el bolsillo del pantalón, mismo lugar donde guardó el bezoar que antes de hacer desaparecer la túnica sacó de forma inteligente. Sabía que tenía que relacionarse con ellas, tocarlas, entender su forma de vida, entender sus costumbres y todo lo que fuese necesario antes de poder presumir que tenía la habilidad de hablar con las serpientes. Y una de las cosas que debía hacer es demostrar que confiaba ciegamente en ellas.

 

Para ese propósito se sentó en el suelo, colocándose en una postura que resultase sencillo para ellas atacarle en caso de que así lo quisiesen, pero sabía -o más bien esperaba- que no lo haría. Al colocarse en esa nueva postura tenía muy cerca de su rostro la serpiente que se movía por su muslo, tuvo el atrevimiento de pasar su mano por encima y darle una pequeña caricia. Antes de seguir con esos gestos tan cariñosos quería comprobar cuál había sido su reacción. No estaba seguro de si fuesen animales a los que les gustase el contacto humano.

 

Se imaginaba qué debían preguntarse esas serpientes, ¿qué preguntaría cualquier ser humano cuando veía a alguien desconocido en su propiedad? Pues eso.

 

Estoy aquí para aprender a comunicarme con vosotras. Los verdaderos motivos que me han traído hasta aquí son inexplicables. ¿Saben aquella sensación en la que hay algo que te gusta o quieres hacer pero no sabes los motivos? Pues eso me ha pasado. Siempre he querido aprender la lengua pársel, desde que supe que los magos podemos adquirir esa habilidad. —comenzó a hablar. Trató de hacerlo de forma diferente buscando sisear para ver si así ellas le entendían mejor.

 

Hizo una breve pausa, pensando cómo continuar con sus palabras.

 

Pienso que entenderme con vosotras puede ser una habilidad muy productiva, no solamente para mí. Creo que para vosotras tener a un mago más que os comprende podría seros útil. ¿Cuántas serpientes puede haber en el mundo? Ese número es el número exacto de amigos y amigas que habría ganado. —siguió hablando. Acababa de darse cuenta de que estando con ellas le salían las palabras de forma muy fácil. —Los magos tenemos la capacidad de invocar a las serpientes. Eso quiere decir que, esté donde esté, nunca más estaré solo pues tendré un amigo con quien hablar.

 

Confesó. Incluso se imaginaba en su despacho charlando con una de ellas. Seguramente algunas tendrían más conocimientos sobre política que muchos magos y brujas. En todas sus frases había tratado de sisear, intentado producir sonidos similares a los que hacían esas criaturas. No sabía si lo estaba haciendo bien o si eso le servía para algo, pero igualmente lo seguiría haciendo porque se sentía más cómodo así.

 

¿Me pueden llevar hasta vuestro... —¿líder? ¿dueño? ¿familiar? —... amigo humano? —preguntó. Aunque rápidamente le surgió una nueva idea. —O... ¿me pueden enseñar este lugar? Parece ser un sitio muy agradable donde vivir y muy interesante. —no tenía tanta prisa por encontrarse con el arcano, no le importaría pasar más tiempo a solas con ellas y conocerlas mejor.

 

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La mamba negra escuchaba las palabras del hombre, moviendo la cabeza en un gesto negativo se mantuvo apartada del mago. La amistad que las serpientes cosechaban con Lawan, no solamente se basaba en pasar tiempo en compañía del Arcano y ser el instrumento ideal para que sus nuevos aprendices fueran puestos a prueba. David entendió de forma errada y descolocada el sentir de los ofidios, que obtendrían de ser amigos de ese ser que ni siquiera conocían


—Parece que el mensaje no ha sido comprendido como lo esperábamos—la otra serpiente abandonaba el muslo reptando cerca de su compañera. Un viento apremiante soplaba, agitando parte de la vegetación. Anunciando que los caminos estaban por abrirse de nueva cuenta dentro del hogar del Vietnamita, bifurcándose en dos ramificaciones que se extendían más allá de lo que los rayos del sol eran capaces de iluminar.


El hombre miraba con decepción desde un cómodo tronco, jamás sabría el Dumbledore que ahí reposaba el Arcano.


—Jamás seriamos tus amigas, nosotros ya tenemos una morada en este recinto—siseaba el áspid. Egipto era el sitio de origen del ofidio, pero eso no le impidió unirse a Thanh una vez que el Arcano decidiera dar clases dentro de Mahoutokoro, al igual que este abandono sus raíces emprendiendo un viaje sin retorno.


El ser reservado y temeroso eran dos cualidades que resaltaban en David, no permitía que se viera más allá de la superficie de lo que era su endeble personalidad. La debilidad de carácter era un punto en contra, pero para el sabio Hablante del Parsel, aquello le resultaba extrañamente curioso.


— Singular pero decepcionante a la vez—la voz del Arcano se dejaba sentir—Deseas mirarme a los ojos, pero no eres digno de ello—la autoridad impresa en sus palabras retumbó en todo el bungaló. Era un hombre solitario y esquivo, detestaba tener contacto con las personas y prefería la soledad a toda costa. Para su mal tino, negarse a formar parte de los siete Arcanos hubiera derivado en la deshonra.


Era lo mismo que estaba experimentando su aprendiz, dudas sobre si era buena idea o no tener como cómplices a reptiles de esa especie.


—Lo hiciste enfadar, ahora será mucho más complicado que acceda a verte—la mamba subió hasta la copa de un árbol. No daba con el paradero de su dueño, bajando la cabeza se mantuvo en silencio por algunos minutos. Otro par de serpientes aparecieron detrás del hechicero, invitándolo a ponerse de piel tras abrir sus bocas y mostrarle sus venenosos colmillos. Ahora todo se había puesto patas arriba, ganarse de nueva cuenta la puesta empatía del Vietnamita, no sería una sencilla tarea.


—¡¡¡ Vete, vete ahora !!!—exclamaba la serpiente recién llegada—Da la vuelta e inicia de nueva cuenta el proceso, pero no le busques en el bungaló. Ya te han dicho que ahí no está. Encuentra la forma de dar con el —siseaba empujando con su reptar al intruso. Si era necesario le inyectarían determinada cantidad de veneno, no le perdonarían el haber puesto de mal humor al hombre que habitaba en ese lugar. El otro ofidio se mantuvo alerta, no perdería de vista la presa que posiblemente le alimentaría más tarde.


El silencio volvió a reinar, quedando solamente las cuatro serpientes y el alumno de Lawan. Aprender a desprenderse del temor y las inseguridades, mutando la piel que se portaba actualmente por una nueva y reluciente. Abrirse la misma con los dientes de ser necesario, sangrar y purificar con ese néctar el nuevo inicio que se deseaba experimentar. Soltar lo que ya no era necesario y aferrarse a lo que realmente nos brindaría la satisfacción y reconocimiento de todos los que nos rodeaban.



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Intentaba mostrar siempre su mejor faceta, pero cuando no conseguía aquello que se proponía su forma de comportarse cambiaba repentinamente. El fuego de su interior ardía con la más mínima chispa cuando las cosas se ponían de forma adversa para sus intereses. Su gen competitivo y sus ganas de querer seguir su progresión en busca de mayor poder mágico le hacían querer conseguir comunicarse con las serpientes de una forma u otra. Si tratar de ser amable parecía no funcionar con ellas... allá ellas.

 

Se levantó como un rayo del suelo, colocándose de pie. Había comprendido que todo lo ocurrido desde su llegada no había sido del agrado de ellas. Era un hombre ágil, fuerte y rápido, seguramente las serpientes serían peligrosas y podrían poner en riesgo su salud si se lo proponían, pero podían estar seguras de que no lo tendrían sencillo. El australiano era un hombre que jamás se daría por vencido, si tenía que morir aquel que quería asesinarle debería saber que le costaría sudor y sangre lograrlo.

 

¿Mirarte a los ojos? —soltó una carcajada. —¿Crees que he venido hasta aquí para mirar a una persona? —movió negativamente la cabeza, sin dejar de reír.

 

Había venido buscando al Arcano porque era lo que debía hacer, no porque fuera deseo suyo hacerlo. No deseaba encontrarse con él, más bien necesitaba hacerlo para continuar con su progresión. Si pudiera conseguir dominar por completo la habilidad sin depender del hombre, ni siquiera se hubiese presentado en ese lugar. Era la primera habilidad a la que se había anotado y desde luego las cosas no habían empezado nada bien, pero llegado a ese punto todo le daba igual. Cuando se enfadaba las consecuencias no le importaban.

 

¿Creéis que vais a asustarme? No os comportéis como unas idi***s...

 

Con la misma velocidad que anteriormente se había levantado, sacó su varita. La cosa se había puesto demasiado tensa. Era la clase de situación donde el ex-Gryffindor dejaba a un lado la cordura y demostraba los motivos que le habían llevado a pertenecer a la casa del león. No eran solamente valientes, eran unos inconscientes amantes del peligro y en esos momentos poco le importaba ser mordido por una serpiente o por cien. Lo que no pensaba hacer era marcharse de allí, ni dejar que le intimidasen.

 

Retrocedió por culpa de la serpiente que siseaba empujándole, creía entenderla, estaba convencido de que quería que se fuera. Era tan obvio... Pero no pensaba hacerlo. Apuntó a la puerta del bungaló antes de que nadie pudiera hacer nada. Tenía un hechizo en su cabeza que no iba a dudar en utilizar, pero antes...

 

Morphos.

 

De inmediato la puerta se convirtió en una mangosta. Era un animal pequeño que apenas llegaba a medio metro. ¿Qué era lo interesante de ese animal? Lo primero, que tenía una resistencia superior al veneno de las serpientes que otros animales, con una capa gruesa que les dificultaba la tarea de introducirles el veneno. ¿Lo segundo? Que le encantaban, era su comida preferida. Por decirlo de un modo muy sencillo: La mangosta era ofiófaga. El animal se acercó hasta colocarse a su lado.

 

¿Os tenéis aprecio las unas a las otras? —preguntó a las cuatro serpientes, mirando a la mamba negra situada en el árbol y posteriormente a las siguientes. Estaba convencido de que entenderían muy bien el mensaje que iba a transmitirles. —Podéis acabar conmigo, sí... pero mínimo una de vosotras se marchará de este mundo a la vez que yo. ¿Sabéis lo que hace el hechizo Vispera Evanesca? Las demás que sobrevivan de vosotras, tendréis suerte si no sois la comida de mi amiga la mangosta.

 

El mensaje más claro no podía ser. ¿Qué su vida estaba en peligro? El de ellas igual. Dejarse intimidar por unas simples serpientes un mago poderoso, con influencia política y miembro de la Marca Tenebrosa... debía de ser una broma. Las serpientes estaban para servir al humano que fuese capaz de comunicarse con ellas. Su idea de ir de 'buen rollo' se había terminado. No quería colaborar y no pasaba nada, ya se encargaría de obligarlas a hacerlo.

 

Y tú... —se refería al Arcano, que estuviese donde estuviese seguro se enteraría. —Para entender tan bien a las serpientes te escondes como una rata, como un alimento de ellas. —pronunció mirando a la bolsa que había traído. ¿Cuántas veces debería recordar que no debía tratar como iguales a seres inferiores? Eso de primero poner una sonrisa debería dejarlo para el pasado. —No me interesas, puedes quedarte escondido. He venido por ellas...

 

Y se quedó en silencio preparado para cualquier reacción. Estaba preparado para defenderse, para atacar, para escapar y para aceptar una tregua que favoreciese a todos.

 

¿Qué harían? Su corazón latía con fuerza, se sentía vivo. Le encantaba la situación. Si debía de morir prefería que fuese así... peleando. Pasó su mano libre por su flequillo. Estando en peligro era cuando más se notaba esa elegancia y ese egocentrismo que le hacían querer verse siempre perfecto.

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