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Hablantes de Parsel


Lawan Nguyen Thanh
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Una vieja esencia se dejaba sentir dentro de los dominios del Arcano, aquella rubia cabellera le traía recuerdos de antaño. Sabía a la perfección que volvería a toparse con sus ofidios— Se ha tomado un largo descanso—siseaba la serpiente que tenía a poca distancia de su mano, dándole una sobria bienvenida a la recién llegada— Reconozco su tenacidad, pero hay un pequeño detalle. ¿Puede decirme que la hizo volver a intentar aprender mis enseñanzas?—el siseó el ofidio era continuó. Su misión era indagar sobre las verdaderas intenciones de los magos y brujas que recurrían a su maestro.


El Vietnamita jamás se negaría a enseñar a todo aquel dispuesto a cambiar de piel por completo, dejado de lado toda clase de complejos e inseguridades. La otra serpiente se mantuvo mirando fijamente a la mujer, intentando descubrir lo que pensaba. Para ellas no existía ninguna clase de barrera, porque al ser reptiles, no contaba con la capacidad de obtener las habilidades que los seres humanos poseían. Pero delante de ellas, no estaba una bruja común y corriente, oh no claro que no.


— ¿Seguro que todo?, no cree que esa afirmación es demasiado aventurada. Darlo todo por una mujer, puede que sea un arma de doble filo—la serpiente le cuestionaba con serenidad. Lawan podía verlo todo y no era desconocido para el, aquel sentimiento que unían al par de magos. Tal y como lo predijo su alumno David, no era adepto a mirar las revistas rosas y meterse en la vida amorosa o personal de sus aprendices. Pero como sucedió con Hades, soltar lo que debe ser soltado y aferrarse a lo que nos sigue dando un motivo para seguir viviendo— Aquí puede aprender lecciones de vida o solamente hablar con ellas, pero no le prometo que se de una charla fluida—admitía expresando con dureza.


¿Qué eran esa clase de sentimientos que contrariaban tanto a los magos?, sensaciones extrañas que lograban nublar su razón de una forma turbia y desagradable ante sus ojos. Simplemente se limitó a escuchar la conversación de Hades con su serpiente, ya confiaba en los pasos que dio durante su proceso de cambio de piel. No quedaba nada del hombre temeroso e inseguro que entrará a ese oasis, ahora se veía confiado y dispuesto a todo por enfrentarse a la pirámide.


— Él piensa que aún queda una prueba por concretar y después de eso—se enroscaba como si se tratará de un tronco el brazo del vampiro. Extrañamente le acompañaría en su siguiente tarea, ya no sentía la necesidad de apartarse o truncarle el camino que debía andar para vincularse con la alianza delos Hablantes del Parsel—Escucha con atención—siseaba mirándolo fijamente—Debes ir al sitio más oscuro de tu mente, ahí donde guardas lo más terrible que hayas hecho y mutarlo de piel—movía su cabeza afirmativamente.


Ahora su atención estaba en el Australiano, solicitaba un poco de agua y no era nadie para negársela—Ve hacia allí, encontrarás el sitio donde pesca nuestro maestro—le señaló el camino levantando su colita. El par de ofidios le seguirán muy de cerca, acompañándolo y cerciorándose que había calmado esa demanda de liquido que sentía devolviéndole un poco de serenidad a su cuerpo.


Lo notaban más cambiado, sereno y centrado en aprender lo que el Arcano tenía para enseñarle. Aunque la contradicción de estar dentro del mismo sitio que la persona amada, no siempre dejaba que los sentidos se enfocarán en la meta a conseguir. Aún no confiaban del todo en el hombre llamado David, pero su maestro les ordeno conducirlo al sitio donde habitaban toda clase de criaturas y había agua fresca para beber. Si deseaba ese liquido tendría que ganárselo y desquitarlo como si se le fuera la vida en ello.


— Sigamos con usted, veo que tiene la terquedad a flor de piel, ¿no es así?—le cuestionaba por medio de un siseó certero— La última vez prefirió irse por la tangente y abandonarnos, pero ahora viene con la mejor disposición. Como suelen ser cambiantes las personas, pero los de nuestra especie más—la pequeña serpiente subió por el brazo de la mujer acomodándose sobre su clavícula cómodamente— Ellas pueden verlo, nada es invisible a los ojos de mis pequeños—reptando se apodero de esa parte del cuerpo de la rubia.


— Deseo que me cuente que es lo más valioso que posee actualmente, ya sabe por donde van mis palabras. ¿Amor?, ¿Desamor?, ¿Decepción?, ¿Desconfianza? O alguna aparte de las anteriores, agregue las opciones que consideré necesarias y luego de elegir—la serpiente sacaba su lengua tocando ligeramente el cuello de la fémina—Elija sabiamente que es lo que va a soltar y a lo que se va a aferrar con uñas y colmillos—la primera lección de la mortifaga había sido dictada y debía cumplirla si deseaba continuar con su aprendizaje.



Editado por Lawan Nguyen Thanh
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Tal y como lo esperaba, Lawan no se mostró ante ella como la primera vez. Era comprensible dada la actitud adoptada por la Vidente, esconderse de la habilidad que desde siempre le acompañó en sus ratos de ocio y los momentos en los que creía que cerrar los ojos era dormir plácidamente. Pero no estaba completamente errada, ahora el Arcano le confrontaba con una pregunta que caló hondo en ella, ¿Qué le hizo volver a ese oasis?.


— No es solo una necesidad de conocimiento, sino que ellas y yo tenemos una conexión desde siempre—afirmó acariciando a la serpiente que estaba sobre su hombro. La cercanía le devolvía parte de sus recuerdos en Nueva Zelanda, justo en el momento que pudo salvarle la vida a una serpiente áspid. Tras encontrarla mal herida cerca de su hogar, reptando débilmente iba en busca de un sitio en donde bien morir. Sin importarle si se defendía o no, buscaba como calmar ese dolor en la serpiente— Salve a una de ellas, pero eso no me da derecho a creerme merecedora de comunicarme con ellas sin pasar un par de pruebas antes—asintió aceptando lo que dispusiera el Arcano.


Negarse era una completa estupidez, sobre todo si tomaba en cuenta que le estaba dando una nueva oportunidad. Pero de un momento a otro, percibió un agradable calor en su pecho, desviando la vista hacia su tatuaje observó como una de las alas se elevaba sin problema. Él estaba ahí, pero no daba con su ubicación exacta, algo que le causaba un poco de alegría y desconcierto. Si se topaba de frente con James, ¿Cómo debería reaccionar?. Se encontraban dentro de una clase y guardar la compostura ante todo era lo que les regiría sin lugar a dudas.


— ¿Desamor?—expresó mirando a la serpiente que comenzaba a subir por su pierna— No, no creo padecer eso actualmente en mi vida. Y de todo lo demás, no creo que tampoco eso me afecta directamente o me causa alguna clase de dilema existencial—ladeando la cabeza, le daba libre acceso por su extremidad. Estaba a nada de parecer un tronco poblado por dos serpientes por demás hermosas—Mi vida es más que plena y perfecta, pero no deseo ahondar en ese tema a menos que eso tenga que ver con mi formación como Hablante de Parsel—le respondió acomodando al otro ofidio en su brazo— Ponte comoda, no hay problema. Creo que estaré un largo rato entre ustedes—siseó enviando ese mensaje al Arcano.


Detestaba tener que dar más datos de los necesarios sobre sus relaciones, no tenía nada que esconder. Pero cada cosa contaba con su tiempo y su espacio determinado, ya tendría la oportunidad de tener una charla más amena y menos formal con el vampiro, si el lo consideraba prudente. ¿Qué soltar o a que aferrarme?, nuevamente esos cuestionamientos le hicieron analizar con calma las respuestas. Soltar era sencillo para una mujer como ella, porque muy pocas veces lograba apegarse del todo a las personas o los objetos. Salvo que representarán una parte imposible de reemplazar en su vida, pero si eran de la clase que podían adquirirse dentro del Mall mágico, no encontraba mayor problema en lanzarlos al tacho de basura.


— Soy capaz de soltar todos los lastres que pude haber arrastrado durante un largo periodo de tiempo—explicó tomándose un momento— A lo que me aferraría es aquello que me provoca una sonrisa espontanea, aquel gesto desinteresado que brota de los ojos de una persona sincera. La complicidad que existe con la persona que se tiene un nexo especial, esos momentos que anidan en lo más profundo del ser y no pueden ser borrados con nada, ni la magia es capaz de destruirlos o fracturarlos—adoptando una postura displicente. Recordaba que algo más importante debía reinar por sobre todo en su vida—No podría soltar mi esencia más oscura, aquella que es mi cable a tierra y me hace diferenciar lo que es real de una ilusión pasajera—la crueldad era palpable en sus palabras.


Fue honesta en todo lo expresado, jamás antepondría cualquier banalidad por encima de lo que era ella realmente. Una vampiro sedienta de sangre, consumida por el poder que ostentaba dentro de Nueva Zelanda y el dominio que alcanzaría una vez que todo se acomodará a su conveniencia. Algo dentro de la Nigromante cambio, dando una vuelta de tuerca irreversible, haciéndola sentir liberada—Ahora lo entiendo todo—mirando a la áspid comprendió el mensaje enviado por la serpiente. Apreciar lo más evidente, arrancándose la venda de los ojos finalmente.

Editado por Juv Macnair Hasani

Cuando eres tan grandiosa como yo, es difícil ser humilde

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Básicamente ya eres la mitad de una maldición

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Siempre estoy seguro de lo que digo o de lo que hago, para bien o para mal.

 

Su seguridad le había hecho conseguir grandes logros, pero confiarse más de la cuenta en determinados momentos le había hecho conseguir justamente lo contrario: grandes fracasos. Como fuese, siempre actuaba convencido de que hacía todo lo mejor posible, lo mejor que podía. El australiano podía disculparse cuando cometía errores, pero nunca se arrepentiría de ellos. Siempre actuaba como le pedía el corazón o le decía la cabeza. Si algo le causaba dudas, directamente prefería evitarlo.

 

No creía que darlo todo por ser una mujer pudiese ser un arma de doble filo, estaba convencido al cien por cien de lo que era. Sin ningún tipo de duda. Seguramente eso era lo que le hacía estar tan seguro de que lo daría todo por ella, de que lo haría absolutamente todo. Sabía las cosas buenas que le podría traer, pero también era consciente de las cosas malas que podrían depararle. El amor era una magia muy poderosa, una magia que podía usarse para lograr felicidad o la mayor de las crueldades.

 

Por fortuna, el australiano guardaba un as bajo la manga. Posiblemente no era el hombre más inteligente del mundo, pero tampoco era ningún tonto. Tenía la certeza de que nunca sufriría por amor, durante su vida se había asegurado para que eso no ocurriese. Eran varios los objetos que tenía que servían justamente para evitar eso, la infelicidad por el desamor. Tanto objetos, como pociones. Había muchas cosas que le harían sufrir, pero amar más de la cuenta nunca sería una de ellas. No lo permitiría.

 

Amar ponía a prueba la lealtad de las personas. Era un humano que pensaba en sí mismo más de lo que debería, que ponía su nombre delante de prácticamente todo, pero nunca nadie podría acusarle de ser un traidor. La lealtad era la única cosa que le podría provocar remordimientos de cabeza. Si alguien hacía algo por él, le ayudaba, le enseñaba, le apoyaba, le aconsejaba o cualquier otra cosa, se sentiría en deuda. Un Dumbledore siempre pagaba sus deudas. Sí, era demasiado atrevido incluir a toda su familia en esa frase.

 

Asintió en forma de agradecimiento a la serpiente que le indicaba el camino para poder ir a beber. Aparte de que tenía sed era una buena forma de desconectar su mente por unos segundos, más cuando su pareja andaba por allí. Ante ella no quería cometer errores, no quería verse débil. Su presencia le gustaba, pero no podía ocultar que sentía una presión extra. Cuando estaba con ella tenía que mostrarse más poderoso y fuerte de lo que realmente era. Porque claro, quería que estuviese orgulloso de él.

 

Siguió el camino indicado. Pronto a sus oídos le llegó el ruido del agua en movimiento. No necesitaba mirar para atrás para saber que le estaban acompañando, incluso para beber agua había alguna prueba que superar. A diferencia de cuando llegó, ahora sí que estaba realmente preparado para enfrentarse a cualquier inconveniente que las serpientes o el Arcano pudiesen poner en su camino. Tenía los sentidos preparados para pensar con calma, no cometer errores y asegurarse de que todo salía de la mejor manera posible.

 

¿Qué objetivo tenéis las serpientes en vuestra vida? —quiso saber con verdadero interés, soltando la pregunta al aire por si alguna quería responder. Los humanos hacía muchos siglos que habían dejado atrás sus meros intereses de asegurarse que la especie siguiese viva. No había intereses grupales, prácticamente cada ser humano pensaba en intereses individuales. Por esa razón, tenía tanta curiosidad por saber qué clase de metas y objetivos tenían ellas. Quería conocerlas mejor, conocer su forma de vivir.

 

Se había alejado de su pareja. Quería estar cerca, pero tampoco quería entrometerse en sus enseñanzas. Lo mejor era mantener cierta distancia con la esperanza de que ambos pudiesen celebrar juntos que iban a poder comunicarse plenamente con las serpientes. Llegó por fin al lugar donde había agua, donde el Arcano pescaba y donde quizá, hubiese criaturas con las que ningún mago normal y corriente quisiese encontrarse. Se acercó lentamente, pero evidentemente no fue directamente a beber. Sabía que no sería tan fácil.

 

¿Hay algo en especial que haya que hacer para ganarme el derecho de mojar mis labios con estas aguas? —sin rodeos.

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Lo siguiente no vino de su maestro, sino de la mismísima serpiente que el Ragnarok tenia enroscada en su brazo. Aquella, quizás era la prueba final, aunque sabía que le quedaba la pirámide. Maldijo aquello, la pirámide, los obstáculos, era algo que aunque pasaran mil años le ponía los nervios de punta. Odiaba fallar, casi lo había hecho en otra de las clases, ahora, allí, a un paso de lo que deseaba debía hacerlo bien.

 

El ofidio le explico lo que deseaba que él hiciera. El Ragnarok se detuvo en seco. Había hecho tantas cosas malas en su pasado que no sabía ¿Cuál de ellas debía cambiar o mejor dicho, a cual de ellas debía dejar atrás?.

 

-Ok, esa si que no me la esperaba –dijo el Ragnarok a la serpiente ignorando un poco al vietnamita, aunque estaba seguro o al menos sospechaba que de una u otra forma Laiwan se enteraría o no le importaría lo que acababa de suceder.

 

El cainita camino unos cuantos pasos para sentarse y pensar. Se coloco en posición de loto, como si estuviera adentrándose en los oscuros rincones de su mente. Como si estuviera meditando. El hijo de la noche estuvo así algunos minutos mientras pasaba por su mente muchas imágenes, hasta que al fin encontró una, una de la cual no se enorgullecía, pero que había sido un antes y un después.

 

Aquella batalla estaba escrita que se daría, tanto él como Minos eran enemigos mortales, todos en Grecia sabían que en algún punto ellos se iban a enfrentar y que uno de ellos saldría vivo y el otro seria solo un cadáver. Las imágenes de los hechizos, defensas, movimientos, todo paso en un segundo por la mente del hijo de la noche. El duelo había sido parejo, ninguno había tomado gran ventaja del otro, hasta que sucedió aquello. De una u otra forma ambos había aparecido en aquel otro lugar, uno que nos e esperaban gracias a la magia que protegía aquella plataforma en la que habían estado peleando, claro estaba, aquello que los transporto a otro sitio era mucho más poderosos que ellos.

 

El vampiro recordó entonces como aprovechando que su rival estaba caído desenfundó su filosa Katana de Plata, esa que había sido forjada para él por sus tíos, aquella que no podía proyectar el fuego contra sus enemigos, pero que si generar llamas a su alrededor que incineraban todo lo que tocaban, hasta el material más duro o poderoso. Observo dibujando una mueca. Garras de Fuego, su Katana, se clavaba en el corazón de otro vampiro incinerándolo completamente para no dejar ningún tipo de rastro de él

 

Aquel, había sido quizás su acto más oscuro y despiadado. Así que procuro usar eso para realizar el cambio de piel que le había pedido la serpiente que seguía enroscada en su brazo vigilándolo.

 

-Por mí se va a la ciudad del llanto; por mí se va al eterno dolor; por mí se va hacia la raza condenada: la justicia animó a mi sublime arquitecto; me hizo la divina potestad, la suprema sabiduría y el primer amor. Antes que yo no hubo nada creado, a excepción de lo eterno, y yo duro eternamente. ¡Oh vosotros los que entráis o los que se enfrentáis a mí, abandonad toda esperanza! –dijo en Parsel el Ragnarok sacando aquel recuerdo de su mente tal como lo había hecho con aquellos otros cambios de piel.

 

El hilillo plateado como el mercurio `pendía de su varita y era guardado segundos después en un frasquillo que desapareció en un segundo. El vampiro sentía como si se hubiera quitado un peso de encima, como si esa parte del pasado ya no existiera, aunque estuviera encerrada en lo más profundo dentro de aquel frasquito.

 

El Ragnarok esperaba que aquello fuera suficiente, había elegido aquel acto por el hecho de que había sido algo bajo, aunque su vida dependía de ello, el Ragnarok había cometido aquel asesinato tan a sangre fría que no le había importado las consecuencias que tendría después.

 

Observo a la serpiente y espero. Diría alguna cosa o simplemente aguardaba las palabras del hijo de la noche. El cainita sabia que tanto la serpiente como el arcano de Parsel lo había visto todo, era consciente de que podría ser juzgado por aquel acto, quizás como cobarde o quien sabia que, aun así, se había deshecho de aquella piel.

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Salvar la vida de cualquier ser viviente, siempre era considerado un acto de misericordia. Pero ante los ojos del Arcano la mujer era todo menos piadosa o misericordiosa, nunca pudo entender como algunos seres eran capaces de matar sin un fin o impulso determinado. Pero ahí estaba delante de sus ofidios contando que salvo a uno de morir presa de una laceración profunda
 
— Ha aprendido mucho, ya no es la misma que nos visitó hace años. Todo cambia, muta y evoluciona—siseaba la serpiente que estaba acostada en su clavícula— Años dentro de la milicia, veo que han forjado su carácter de una manera muy dura y arrogante. No perdona y no le interesa aprender a hacerlo—continuaba comunicándose el hombre por medio del pequeño. No necesitaba los ojos físicos para analizar a las personas, no tras convertirse en un experimentado encantador de serpientes.
 
Su sabiduría no solo radicaba en saber como conectarse con los ofidios, sino que tuvo que aprender por las malas ese don que le corría por las venas gracias a su madre. Veía a través de los ojos de la Nigromante, percibía todo ese enojo contenido y sus ansias de poder. Las serpientes eran similares en algunos aspectos a ella, buscando sobrevivir una vez que se encontraban en medio de la nada, lanzando golpes al aire buscando dar en el objetivo y pagar con la presa obtenida el costo que les cobraba tener hambre.
 
— El desamor es como el amor, jamás podemos estar del todo convencidos de que es real o no. Le aconsejo que analice esa parte de su vida, tómese el tiempo para pensar, ellas estarán con usted—le informaba el Encantador de Hanói. Desviando su vista al par de serpientes que acompañaban al joven, que fue al oasis donde pescaba, lanzando una duda como si se tratará de un dardo. Las dudas eran cuestiones complicadas de manejar, jamás se estaba del todo convencido de haber tomado la decisión adecuada y por eso solía caerse en la presión de la conciencia.
 
— Nuestro único fin es buscar que nos comprendan, no somos tan diferentes a los magos. Nosotros poseemos otra clase de dones, suelen usar nuestra piel para curar o sanar alguna clase de mal—respondía la serpiente mirándolo el agua— Tienes miedo de fallar y que ella, ya no crea en ti, ¿no?—siseaba adelantándose quedando frente al Dumbledore. Era imposible no darse cuenta de las cosas, ante los ojos de ellas y el Vietnamita nada era un secreto a voces. Se empecino en no dejarlo pasar, debía responder la pregunta y además de eso, decir la verdad sobre lo que realmente creía que pensaba su pareja de él.
 
— Necesitas un cambio de piel, tal y como lo hacemos nosotras. Escamas nuevas, nueva seguridad y ante todo, decirle la verdad de lo que crees que ella espera de ti y nuestro maestro también entra en esa interrogante—le retaba moviendo su cabeza de un lado a otro— Solo así podrás beber toda el agua que necesites, pero recuerda que hay criaturas que nos alimentan y no te resultará sencillo sortearlas—quedaba en silencio. El vampiro estaba atento a todo lo que pasaba en esa parte de su hogar, confiando en que David respondiera con total sinceridad. Era momento de mostrarse como era ante la adversidad, dejando de lado toda clase de careta o falsa respuesta.
 
Si lo intentaba o al menos simulaba hacerlo, no le causaría la menor gracia al vampiro. Estaban ahí para aprender cada una de las lecciones, no importaba o duras o demandantes que fueran todas y cada una de ellas.
 
Lawan prestó atención al último acto de Hades. Sus sospechas no eran infundadas y aún restaba deshacerse del acto más atroz que había cometido contra otro ser de su misma especie—Sabia elección, Señor Ragnarok. Puedo decir que ha cumplido con cada una de las tareas que le he encomendado, ahora solo resta una sola cosa—la serpiente reptó hacia el suelo abandonando al mortifago.
 
—¿Está listo para enfrentarse a la pirámide?—la pregunta fue clara y sin dobles intenciones. Era posiblemente lo que estaba esperando escuchar desde hacia unos minutos, pero siempre era sensato esperar por lo mejor con paciencia y tranquilidad— No se apresure, piénselo con mucha calma—lo dejaba por un momento de lado, pero atento a lo que tuviera para responder.
 
—Usted Señorita Macnair, creo que tengo la prueba ideal para comenzar con su aprendizaje—se mecía sobre la rama de un árbol— Quiero que busque en lo más profundo de su ser, analice, arañe o devore si debe hacerlo—meditó antes de proseguir— El momento justo en que decidió dar un vuelco tan interesante a su vida, el sitio exacto que la hizo volverse toda una miembro de excelencia dentro de la milicia—le interesaba ese pasaje en particular. Algo le decía que la Neozelandesa, no se iba por las ramas a la hora de decidir a quien matar y a quien masacrar. Porque una cosa era cortarle la cabeza a una persona y otra muy diferente, reducir a simples despojos lo que alguna vez había sido un ser humano.
 
— Mutar de piel, no dejarse nada de cuero del pasado sobre el cuerpo—la orden fue clara y definitiva. Ya todos sus aprendices tenía una misión entre manos, solo ansiaba que no le defraudarán a las primeras de cambio. Sus serpientes sería de momento su único método de comunicación.
 

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Editado por Lawan Nguyen Thanh
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El cainita mantuvo en su mente la imagen de aquel hilillo que revelaba quizás su acto mas oscuro y despiadado. Si, había torturado gente, les había matado a sangre fría sin importarle nada, pero aquello, aquel acto que había roto un trozo de su alma era el que lo atormentaba, mas, porque sabía que la novia y el hijo de Minos estaban viendo la lucha en algún lugar lejano lejos de allí Alguien le había mostrado aquella imagen. Aunque sabía que hubiera sido la misma situación si el moría, eso no dejaba de ser excusa como para no arrepentirse. ¿Hacerlo de alguna otra forma?, en aquel momento no se le ocurría nada. Sin embargo, aunque pudiera cambiar el pasado no iba a hacerlo. El hijo de la noche conocía los, riesgos de jugar con el tiempo y no pensaba hacer una estupidez como esa.

 

Poso sus orbes oscuros como el abismo en la serpiente que lo estudiaba y luego en el vietnamita cuando esta repto hasta él. El hijo de la noche se levanto y espero, ya que, deseaba saber si el arcano tenía alguna palabra para con él o alguna nueva instrucción que el Ragnarok debía seguir.

 

¿Cuándo el vietnamita hizo aquella pregunta el cainita se sorprendió, lo pensó mucho, no sabía cómo reaccionar. Claro estaba, si elegía un camino debía aceptar las consecuencias de sus actos y él había aceptado aquella clase y todo lo que con ella conllevaba.

 

Al Ragnarok no le gustaba nunca aquellas pruebas o mas bien, la magia ancestral que irradiaba la pirámide, eso, le ponía nervoso, mas, porque la ultima vez había estado a punto de suspender y no obtener el anillo de su habilidad.

 

-Estoy listo para enfrentarme a la pirámide –le dijo a Laiwan- pero debo confesar que algo nervioso, supongo que eso es bueno porque mantendrá mis sentidos alertas hasta que llegue el momento de hacerlo todo mecánico o más bien, hasta que todos mis sentidos estén a su mayor capacidad.

 

Con esas palabras el Ragnarok había sellado su destino. El cainita sabia que aquella prueba podría ser dura. El Ragnarok dio unos cuantos pasos y reviso en su mente todo lo que el vietnamita le había enseñado. El hijo de la noche poso sus ojos nuevamente en la serpiente.

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  • 2 semanas más tarde...

En el pasado me han acusado de ser demasiado filosófico en determinados asuntos, deberían tener la oportunidad de conoceros a vosotras. Cambiarían de idea. —comentó con una leve sonrisa. Con el paso de los minutos iba comprendiendo mejor a esas criaturas, las iban entendiendo con mayor claridad y se estaba sintiendo más a gusto con su compañía hasta el punto de que empezaba a sentir cierto aprecio por ellas.

 

Desde el momento en el que había llegado había buscado de forma desesperada encontrarse en una situación así, lo que no esperaba es que llegase de forma imprevista. Sentir esa armonía con las serpientes era lo que quiso desde que llegó, de algún modo había logrado uno de sus objetivos. Lo que pasaría a continuación era complicado de pronosticar, pero nunca olvidaría su experiencia en aquel lugar. Cada vez se sorprendía más.

 

Nunca hubiese imaginado la sabiduría que tenían las serpientes, comenzaba a entender al Arcano cada vez mejor. Poder vivir en aquel lugar compartiendo espacio con ellas tenía que ser maravilloso, una forma de vivir bastante agradable. No cambiaría su hogar por aquel, pero no negaba que sería genial compartir tantas cosas con esos animales. Parecían tener todas las características que cualquier persona buscaría en un amigo.

 

Entendía por tanto que, los miembros de la Casa Slytherin de Hogwarts que eran representados con una serpiente, fuesen descritos como amigos de sus amigos. Sí, las serpientes parecían compartir esa característica.

 

Su seguridad siempre había sido alta, pero no podía negar que en aquel día se había visto levemente afectada porque las cosas comenzaron demasiado mal para sus intereses, al comienzo todo había salido justamente al contrario de como hubiese deseado o esperado. No pasaba nada, todo se había solucionado. Su mente volvía a estar despejada y cada vez se sentía mejor allí, su seguridad se estaba recuperando.

 

Llevas razón, pero no solamente eso. —admitió. —No solamente tengo miedo de que ella no crea en mí, hay algo que podría ser incluso peor. Si fallo, si fracaso estrepitosamente puede suceder que la persona que no crea en mí sea... ¡Yo mismo! —exclamó mirando a las serpientes, demasiado asustado de esa posibilidad. —Se pueden imaginar que podría pasar en caso de que eso sucediese. Si soy incapaz de creer en mí, soy incapaz de lograr que otros crean en mí. ¿Qué consigue alguien que ni siquiera es capaz de creer en sus posibilidades? Nada. Todo sería fracaso tras fracaso, sería el fin. —ni él mismo se creía que estuviese siendo tan sincero con las serpientes. No era una persona que se abriese con tanta facilidad a mostrar sus sentimientos.

 

Le ayudó decir esas palabras, se había quitado un gran peso de encima. Se sentía mejor que antes de pronunciarlas. Si eso no era realizar un cambio de piel, no sabía qué podía serlo.

 

Por fortuna, eso nunca me pasará. —aseguró, se lo prometía a sí mismo. Después de soltar sus temores en voz alta su seguridad se había recuperado. No podía dejar que eso sucediese, no iba a consentir que eso ocurriese. —Estoy listo para beber.

 

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—Viví demasiadas cosas, desearía que fuera más puntual a la hora de cuestionar esa parte de mi vida. Le contaré todo con lujo de detalles, si es lo que desea—respondió sintiendo a la serpiente reptar hacia su otro hombro. Se sentía comoda con ellas, posiblemente el haber pertenecido a la casa de Slytherin, le daba una comunicación más fluida con las serpientes. Era como estar en casa, dejándose llevar por esa comodidad que le brindaba respirar otra clase de aires— Todo comenzó en Ayr, Reino Unido—relataba con la serenidad a flor de piel— Conocí al que fue mi compañero dentro del campo de batalla, McLean es su nombre. Siempre convivimos dentro de un campamento, preparándonos arduamente para el día en que tuviéramos que enfrentar la mayor de las pruebas impuestas por nuestro mentor—cerrando sus ojos acariciaba a la serpiente que se había quedado medio dormida sobre su clavícula.


— Jamás pensé que mis otros dos aliados, pudieran fomentar en mi el trabajo en equipo y la dedicación necesaria para nunca bajar los brazos. Pero como en todo—carraspeó intentando no sonar demasiado fría— Algunas personas suelen confundir los sentimientos, mezclando el deber con el placer, creando situaciones que a la larga crean fracturas que no siempre son sencillas de resanar—avanzaba por el terreno— Mate a demasiados, pero jamás me genero más satisfacción que torturarlos hasta la locura, solamente para obtener información que tarde o temprano sería usada en nuestra contra o desechada sin remedio—quedando en silencio, recapitulaba todos y cada uno de esos sucesos, vivencias que permanecieron selladas a piedra y lodo en lo más profundo de su ser.


— Recuerdo que una vez, estuve al borde de la muerte y mi maestro tatuó en mi espalda dos criaturas mitológicas—percibiendo el leve movimiento de la Hidra y la Quimera— El ser vampiro, no me ha librado de mirar a esa vieja amiga de frente. Creo que me entiende, hemos perdido más de lo que podemos contar con los dedos de la mano, ¿no lo cree?—reflexionaba ante sus palabras. Siempre obtuvo lo que deseaba esforzándose por ello, pero cuando se trataba de los sentimientos, ahí si no podía darse por victoriosa por completo— Se dice que el amor suele ser complejo, yo lo veo como el mayor de los retos para los seres vivientes. Porque se siente de una forma tan intensa que te calcina por dentro o no se experimenta, difícilmente se puede fingir un sentimiento tan desconcertante y grato al mismo tiempo—recordaba el tatuaje que tenía plasmado en su pecho.


Aquel nexo que tendría con James por el resto de su vida, le amaba de una forma que no le era sencillo explicar con palabras. Solo lo sentía, aquel ardor que le quemaba por completo desde la más pequeña de las partículas que habitaba en su ser hasta la última vena por donde corría la sangre que la mantenía viva a costa de otros seres. Ante los ojos del Arcano nada era un secreto a voces, al entrar en sus dominios eran libros abiertos que leía a placer desde la portada hasta la última hoja que daba un final anticipado a sus existencias. El temor a perderse en medio de esa maraña de viejos recuerdos contrastado con lo maravilloso que estaba viviendo actualmente en su vida.


— Fue hace un par de años, no recuerdo el año con exactitud. Pero creo que ese detalle, no impide que usted mismo vea todo lo que he hecho o dejado de hacer—terciando una media sonrisa en sus labios se sentaba en posición de flor de loto— No me molesta que me juzguen, porque cada acción la he perpetrado consciente de las consecuencias de mis actos, ellos me persiguen allá donde voy. No les tengo miedo y mucho menos respeto, considero que se merecían abandonar el mundo de los vivos como lo han hecho a través de mis manos—dejaba escapar un poco de la piel muerta a la que hizo referencia Lawan. Soltar lo que debe ser soltado y aferrarse a lo que debe seguir formando parte de tu existencia por el resto de la eternidad.


Esa palabra era fuerte y tenía mucho peso, intentando no caer en la provocación insensata del pasado se mantuvo impasible. Dando por terminada la tarea encomendada por el Arcano. Esperaba que eso le bastará de momento, pero sin duda tenía un mundo de cosas que contarle luego de su ultimo encuentro de su hogar.

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El Encantador de Hanói escuchaba con atención lo relatado por el hombre, miedo a que el mismo fracasará de forma irremediable. Delante de los ojos del Arcano, aquello era una reacción completamente natural y sin la mayor complicación. El ser humano que no era capaz de experimentar ninguna clase de sentimiento o emoción, podía catalogarse como carente de poder adquirir cualquier clase de conocimiento o enseñanza impartida por seres como el Arcano o los Uzzas.


— Serás tu peor enemigo, si continuas con ese pensamiento arraigado en tu mente—se comunicaba por medio de una de sus serpientes— Parece que no aprendes, suelta lo que consideres una carga, no es sano aferrarse a un fracaso del pasado. Piénsalo de este modo, no puedes dejar que eso nuble tus sentidos y te impida continuar con tu enseñanza—el siseó del pequeño reptil era constante. Esperaba que esas palabras calarán en el aprendiz, sino era de ese modo tendría que ser un poco más duro con sus métodos. El bebería del manantial que se encontraba dentro del hogar del Vietnamita, pero antes de hacerlo debía vencer a los seres que habitaban en esas aguas.


— Recuerda que no será tan sencillo, toma en cuenta mis palabras—desviando su atención hacia la Nigromante. Escuchó con atención su relato, el verse tumbada contra el suelo, no era cualquier cosa que se pudiera tomar a la ligera— Parece que la vida la ha golpeado demasiado, ¿no es así?—la voz del vampiro era como un bálsamo en las heridas cicatrizadas de la fémina. Él lo experimento en carne propia al perder a su familia, amigos y lo más valioso que poseía su esposa e hijos. Su única meta en la vida era llevarse consigo la satisfacción de permitir que otros se comuniquen con las serpientes. Aquellos seres que son tan fieles como los canes, nunca serian capaces de abandonar a la persona que les ofrezca su sincera amistad.


— ¿Tatuajes?—el tono interrogante era evidente en su voz— Le salvaron la vida usando magia Celta, ¿Está diciéndome que lleva en la piel, la mayor muestra de compasión por parte de un maestro celta?—su asombro era inmenso. Delante de sus ojos estaba una persona que podría ser considerada elegida por los dioses, por no decir que era una deidad ambulante. Lawan no daba crédito, si era verdad lo contado por la rubia. Empero no le quedaba la menor duda de que el don de hablar con cualquier clase de reptil lo llevaba tatuado en el ADN.


— Ambos han experimentando situaciones que los han colocado al filo de la navaja, el primero temeroso de fracasar y decepcionarse así mismo, aunado a eso decepcionar también a su pareja. La segunda cubriendo las cicatrices del pasado con magia, sabía manera de rendirle culto a lo que le mantuvo dentro del mundo de los vivos—saltando de la rama donde estaba sentado en posición de meditación— Trabajarán codo a codo, deseo que se apoyen mutuamente. Solo están ustedes dos dentro de está clase—miraba a su alrededor notando que eran pocas personas las que realmente se interesaban por el lenguaje del Parsel.


Aquel ofrecimiento no era una petición, sino una orden definitiva. La cumplirían aunque la vida se les fuera en ello, elegir ir cada uno por su lado no era una opción a considerar. Cerrando sus ojos enviaba otro par de ofidios al encuentro del par de mortifagos, para que les llevarán por la senda que permitiría que sus caminos se unieran— Síganlas sin dudarlo, suelen ser dóciles si se les trata con sumo respeto—indicó observando que su basilisco estaba a sus espaldas— Lo entenderán al final, lo harán—asintió recargándose sobre la serpiente. Confiaba en que todo saliera según sus apreciaciones, no se podía negar lo evidente. Entre ese par existía algo más que simple camaradería dentro de su bando, sospechaba que la unión iba mucho más allá de lo que ellos quisieran que se notará a simple vista.



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Leslie se ruborizo cuándo comenzó a caminar directo a dónde estaba el arcano de Parsel, se encontraba muy apenada con el hombre Ya que la última vez que había pisado su hogar esté le había dejado al cuidado de una de sus serpientes mientras abría un pescado sacándole las espinas. Arrugo la nariz al recordar el olor en sus manos del pescado,la sangre chorreando dentro de la cubeta y se preguntó si al haberle dejado después de eso la haría repetir aquéllo.

 

-Espero que no- se dijo sacudiendo la cabeza ante ese pensamiento.

 

Esa vez estaba mejor vestida para la ocasión, se había puesto unos pantalones de tela color piel y una camisa marrón claro dándole mejor movilidad por si debía hacer alguna tarea para el hombre, después de varios cursos con otros arcanos había aprendido también a que les gustaba poner a trabajar a sus alumnos mientras les enseñaba. Camino hasta que llegó al río y lo cruzó saltando las piedras que flotaban para los visitantes.

 

-Señor Lawan?- llamó al arcano esperando que estuviera en su hogar.

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