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Legilimancia


Rosália Pereira
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- No harán falta las esposas... ¿O sí...?

 

La experiencia de viajar en uno de aquellos vehículos muggles no era nueva para la Arcana. Que la llevaran a una Comisaría sí, aquello nunca había sucedido hasta ahora. Le parecía algo excitante que la Policía la detuviera y le hiciera pasar por todos aquellos controles. Rosália aceptó todo con muy buen humor, como acostumbraba a hacerlo con todo aquello que le enseñaba facetas nuevas. Con tantos años en su haber, las novedades ya no eran tan numerosas como antes, algo que ella echaba de menos, adquirir nuevos conocimientos que le aportaran vivencias. La veteranía era un grado, sin duda.

 

Le preocupaba más que Matthew cediera a un genio más irascible y no llegara a controlarlo. Si le había leído los labios, sabría que tenía que contenerse, que le dejara hacer y que podría disfrutar, o no, utilizando su habilidad de Legilimancia, la cual dominaba un poco más en cada uso, como había demostrado para robar el ojo. Dejó que le tomaran unas huellas de forma irregular, pues su característica vegetal se movía y camuflaba todo intento, amagando una sonrisa cada vez que el técnico golpeaba la maquinita que pitaba señalando error.

 

A pesar de esas sonrisas, no perdía el contacto con su pupilo, esperando que se entrenara y que descubriera cómo evitar las acusaciones usando su mente. Lo único que le distraía un poco, eran las cosquillas de las plantas de los pies, embutidos en unos cómodos zapatos. Su naturaleza híbrida le proporcionaba una información aún difusa. Intuía...

 

Intuía que alguien había llegado hasta su domicilio y que se hallaba apostado en la puerta, aunque aún no detectaba qué hacía allá. Por ello, manipuló a distancia (la Arcana era muy buena en sus conocimientos y habilidades) que la hiedra que invadía la pared de la entrada se moviera hacia esa figura y que le comunicara qué hacía. Las plantas no hablan, no miran, pero sí tienen estímulos que, si sabes leerlos, dan una información muy detallada de lo que les rodea. ¡Ojalá los hombres pudieran aprender más de las plantas! Ellas eran realmente mejores legiremantes que muchos de los que se llamaban magos.

 

Volvió la atención hacia Matthew e hizo un leve mohín con los labios y casi un guiño de ojos a la vez.

 

- ¿A qué esperas para lucirte? - musitó, con la creencia que el Sr. Triviani entendería lo que quería de él.

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Jeremy apago el cigarrillo y se dispuso a concentrarse. No podría irse de allí hasta no tener la posibilidad de vincularse con la habilidad. Nunca había pensado que fuera fácil, ni tampoco difícil. Tan solo debía transitar el camino y vivir la experiencia que traía aparejada. Aprender era una de las cosas que mas le gustaban, y era un hecho, que enseñar también lo era. Observó de reojo a su madre, tensa y hermosa, como siempre, antes de concentrarse en mirar a Rosalia y responderle las preguntas.


-Mis emociones están controladas, a veces tengo ataques de furia pero es parte de mi condición de vampiro por lo que veo normal que ocurran muy de vez en cuando. En cuanto a las barreras del miedo son algo que enfrentare a medida que aparezcan, señorita Pereira-Señalo su mente con el dedo índice para no dejarse nada- La mujer que ve en mi mente es mi hermana Zoella. Ella no me aflige ni me importa en absoluto ¿O esta preguntándome delante de mi madre si ella es la que me aflige?


Lo único que le faltaba a Jeremy es empezar una guerra con la zíngara por interpretar mal algunas palabras. Su madre era vengativa y muy orgullosa, cualquier cosa que dijera en ese invernadero seria tomado como una declaración de guerra que desataría un caos familiar. Dudaba de que el castillo italiano volviera a soportar otro abierto combate entre sus muros. Pero a su vez, estaba seguro que no llegaría a combatir en ningún lado antes de ser abatido por aquella mujer sin corazón.


El olor característico y familiar de la usurpadora lleno sus fosas nasales. El vampiro volteo a ver la puerta para reconocer a la calva. ¿Podía ser casualidad? ¡Maldición! Volvió el rostro a las plantas que tenia en frente antes de que la furia que empezaba a nacer dentro de su pecho, se fuera reduciendo poco a poco. Cerro los ojos e intento conectar con la planta. No sabia si era posible hacerlo, pero lo intentaría. Apoyo su mano en el tallo de la flor y fue concentrándose para trasmitirle un recuerdo, intentando percibir alguno que la planta quisiera trasmitirle.


Los recuerdos de Azkaban fueron saliendo a voluntad como una canilla que deja correr el agua, mientras que su mente se llenaba de tranquilidad, con recuerdos del agua rociando su cuerpo, de los rayos de sol calentándolo y nutriéndolo para que pudiera alimentarse y continuar creciendo sano. Podía ver como de apoco sus pétalos se iban abriendo, dejando las Anteras y el Estigma a la vista, sintiendo el aire rozar cada pétalo de forma suave. Nada interrumpía su paz.


-Pude hacerlo -Dijo con una sonrisa abriendo los ojos. La flor estaba caída sobre los dedos de su mano. Sus recuerdos violentos la habían dejado en mal estado, pero el vampiro había logrado la conexión.

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El egipcio seguí sin recibir señales de la arcana, allí seguía en lectura sobre la legeremance. Sin embargo, este era un experto en Herbología, su familia era herborista, magizologos, criptoherbologos, criptozologos, Herbologista y todo dentro de la cultura egipcia a través de los tiempos, sin embargo, el mago considerado un dios por noto como la vegetación comenzó a comportarse de una forma insual, como si alguien la encontrará de alguna forma manipulando ¿Acaso era eso posible que eso fuera producto de la gran magia arcana que en oculamancia era capaz de crear genjutsu, videncia mandarlo a otra dimensión, en metaformagia hacerle capaz de creer a la arcana ser experta en filosofía y sólo demostrar su ignorancia?

 

Y aun así, ya el mago le parecía absurdo tener que seguir ciertos poderes que ni un mortal podría alcanzar ni en sus sueños, este solo noto como la malesa de la puerta, de alguna forma tiene una propagación casi voluntaria pero acelerada, este sin duda reconoció que se trata la intervención de alguien, aunque algo estaba claro, las plantas podían sentir, ver, escuchar y hablar, a pesar que no lo hacía de una forma clara. Esto era producto que era un organismo vivo, y sólo alguien que comprendiera ese mundo lo podía hacer, a pesar de eso el mensaje transmitido era confuso ¿que deseaba transmitir esa persona?

 

El mago sólo pasó algunos segundos en eso, ya que no se limitó en intentar usar su intentos de practicar con la habilidad, ya que esa planta no podía leerse la mente, no era una criatura hamanoide, no poseía pensamientos, pero si se encontraba conectada entre sí, las plantas era un mundo fascinante, incluso tan complejo que pocos comprendía el potencial mágico de ellas, no sólo eran seres de adornos, mucho menos seres capaces de no expresar algo, por eso sólo se limitó a intentar concentrar, cerrar los papraods, suspirar profundo, dejándose de alguna forma usando todo lo que conocía de la Herbología y lo poco que había leído de legeremance , a ver si de alguna extraña las plantas le daban algún mensaje. Aunque, éste ya hasta dudaba de lo que había leído, igual los arcanos parecen seguir sus leyes, sus conocimientos van más allá de la imaginación, por lo que por conocimiento de Criaturas Mágicas reconocía existen humanoides capaces de hacer que las plantas transmitan su voz, que eran seres que alguna forma podían hacer que todo imposible posible, y más si se tratan en asuntos de los arcanos.

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  • 3 semanas más tarde...

Finn el gordo repartió varias cartas, colocándolas boca abajo en la mesa de madera con una mano más ágil de lo que sugería su cuerpo orondo. Crazy lo observó con los ojos entornados, suspicaz, y las recogió. Iba vestido con una elegante túnica plateada con runas azul claro bordadas en espiral a lo largo de las mangas, como una serpiente que se enroscara. Finn en cambio llevaba una camiseta blanca deshilachada llena de manchas, no todas de aspecto reciente, y unos pantalones holgados y desteñidos que alguna vez habían sido violetas. A su alrededor se desplegaba la rutinaria algarabía de una taberna de baja estofa, mesas abarrotadas de borrachos y rufianes, bebiendo, contando anécdotas y jugando a las cartas. Un par de lámparas de madera colgaba del techo, pero la mitad de sus velas estaban rotas o apagadas, así que la mayor parte de la iluminación provenía de la chimenea al fondo del local. Detrás de la barra lateral se situaba el único camarero, un hombre viejo, alto y delgado que se esmeraba en frotar un vaso limpio con un trapo sucio.

 

Crazy centró de nuevo su atención en las cartas, aunque en realidad no entendía del todo el juego y Finn el gordo llevaba desplumándolo toda la tarde.

 

- ¿Vas a jugar o a delectarte con el paisaje un poco más?

 

- ¿Delectarte? - respondió el Malfoy genuinamente sorprendido -

 

- Tu problema es que crees que todo el mundo es tonto, alteza

 

Y señaló las cartas con una inclinación de cabeza mientras alzaba desmesuradamente las cejas en un ademán cómico.

 

- Tú está claro que no - dijo Crazy mientras observaba su menguante montón de galeones - ¿Sabes que no entiendo este puñetero juego, verdad?

 

- Esa es la parte más divertida - respondió canturreando - Juega

 

Crazy apuró lo que le quedaba de whiskey en el vaso pero no soltó ninguna carta. Había una sensación que lo molestaba en algún rincón de su mente, como si tratara de llamar su atención sobre algo importante. Finalmente jugó uno de los naipes sin casi mirarlo, tratando de concentrarse en aquello que estaba pasando por alto.

 

- ¡Ja! Ese es mi chico, buena jugada

 

La sonrisa de oreja a oreja que exhibía le confirmó a Crazy que no había sido una buena jugada para nada. Tampoco es que importara, aquel gordo embustero jugaba como si pudiera leerle la mente, no había forma de... de... El tren de sus pensamientos descarriló súbitamente y las cartas se le cayeron sobre la mesa mientras comprendía. ¡Leer la mente! Eso era. Levantó la mirada y se encontró a Finn el gordo con una expresión repleta de nubarrones.

 

- Tengo que irme - le espetó - Llego tarde a algo, muy muy tarde

 

- Te toca jugar - respondió Finn - Juega

 

Crazy extendió la mano y un portal nox se tejió en el aire a partir de zarcillos de tinieblas entrelazándose. Señaló el pequeño montón de monedas que le quedaba.

 

- Quédatelas, ibas a ganarlas de todos modos

 

Y como el sol de verano que sale tras la tormenta, el rostro de Finn se iluminó como el de un niño en su cumpleaños.

 

- Contigo sí que da gusto jugar, tu habilidad a las cartas solo es superada por tu...

 

Crazy no lo oyó porque ya había cruzado el portal para adentrarse en los terrenos de la Universidad. Acudió al pequeño y tranquilo jardín donde se había reunido con Rosalía la última vez, junto al invernadero que usaba como lugar de meditación. Se lo encontró desierto, salvo por la ordenada colección de plantas que se mecían en la suave brisa vespertina. Aquello le trajo recuerdos, la última vez aquella arcana lo había enviado con la extraña misión de interrogar plantas y, sorprendentemente, había aprendido a leer de alguna forma los primitivos pensamientos que emitían aquellos seres. En su momento había sido un gran descubrimiento, pero luego sobrevino la guerra mágica y la vorágine del mundo lo atrapó de nuevo, provocando que se olvidara de proseguir aquella senda.

 

- ¿Hola? - dijo, titubeante -

 

Los arcanos parecían tener una cierta omnisciencia, pero Crazy no estaba ni siquiera seguro de que la arcana siguiera utilizando aquel lugar. Deseaba proseguir su entrenamiento allí dónde lo había dejado, así que supuso que lo mejor sería practicar lo ya aprendido mientras esperaba. Se giró tranquilamente y se adentró en el invernadero, proyectando la mente a su alrededor.

 

- Hola chicas, ya estoy aquí, ¿Alguna tiene sed?

 

Por extraño que pareciera, esos eran principalmente los pensamientos que detectó al proyectar la legilimancia. Aquellas plantas tenían sed. Mucha sed.

Sapere Aude - Mansión Malfoy - Sic Parvis Magna

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La Arcana sostuvo una sonrisa agradecida a la vivencia que acababa de sufrir, con el pupilo Matthew. Era bueno saber que aún podía sorprenderse ante situaciones nuevas a pesar de los años que llevaba encima de sus raíces, de sus pies, en realidad. Le costaba diferencia qué parte híbrida era la que tenía su cuerpo, a estas alturas. Caminó deslizándose por los jardines hacia la puerta de entrada. Sintió los pensamientos de otro de sus alumnos, otro Triviani, esta vez el llamado Jeremy. Sentía que tenía que decirle algo positivo por su forma de superar aquella prueba, pero decidió que podía esperar un poco, lo justo para ver primero a aquellos dos chiquillos que esperaban, uno en la puerta desde hacía tiempo y otro en los invernaderos.

 

Chiquillos para ella, las referencias que había conseguido alcanzar gracias a sus plantas, le decían que uno era más joven que el otro, aunque ninguno alcanzaba su propia edad, así que podría seguir llamándoles así, aunque fuera en la intimidad de sus pensamientos. Se preguntó si alguno de ellos llegaría a "leer" cómo ella los veía, si les dejara entrar en su cabeza. Esa idea le hizo sonreír de nuevo y avanzó con entusiasmo. No solían gustarle los humanos, pero lo que veía en la mente de aquellos dos, le parecía interesante.

 

- ¿Os ha dicho algo interesante?

 

La pregunta podría parecer dirigida hacia aquel chiquillo de ojos tono amarillento y tatuajes móviles en su cuerpo. Rosália los notaba con su percepción particular de los seres vivos a los que "miraba" con su habilidad. Las hojas de hiedra vibraron en el aire, como si ver a la Arcana acercándose les llenara de algo que podría interpretarse como "alegría". Rosália se apenó de haber estado tanto tiempo fuera de sus territorios. Ahora nota la paz que sentía allá y lo vibrante que era vivir alejada de su entorno familiar.

 

- ¿Ha estado leyendo? ¿Sin ofreceros nada a cambio? Ay, Señor... ¿Licántropo? sea bienvenido a mi hogar y a su zona de enseñanza, pero le ruego recuerde que toda relación es un dar y un tomar, si quiere recibir algo, también tendrá que dar algo de usted que ayude a que la comunicación fluya, o nada de lo que reciba podrá ser aprovechable. ¿Cree que un libro le enseñará algo, una reunión de letras combinadas le puede ayudar a desarrollar la legilimancia?

 

Rosália empezaba a frustrarse, si el joven no había sido capaz de entablar una relación con una sencilla rama de enredadera, ¿cómo pretendía superar una mente humana, mil veces más compleja?

 

- Acompáñeme, seguro que la compañía de más plantas y de un caballero le ayudará a entender lo importante que es la relación entre los seres vivos para poder desarrollar la Habilidad de la Legilimancia. Nada es simple, nada de obtiene porqué sí, todo está entretejido en unos hilos apenas visibles que fomentan la relación entre usted y lo que le rodea. Una sencilla planta es tan importante que sin ella, seguramente usted no podría llenar sus pulmones de aire. Todos convivimos con todos y ha de aprender que usted tiene que dar tanto como recibir. Y aplicarlo a la Habilidad con la que quiere vincularse. ¿Sabría decirme por qué?

 

Rosália esperaba no tener la necesidad de explicárselo, pero algo le decía que tendría que ir lenta con él para poder avanzar rápido, por muy antagónicas que parecieran esos pensamientos. La visita que había llegado antes que ellos lucía su pelo grisáceo inclinado hacia un grupo de plantas cercanas. Rosàlia chasqueó la lengua con cierto desagrado, no por la figura de aquel hombre sino porque leyó lo que él había entendido y se dio cuenta del estado anímico de sus flores y plantas que debían lucir hermosas y no ajadas, como ahora hacían.

 

- ¡Amigas mías! No tengo perdón, pensé que no os abandonaría tanto tiempo. El anterior alumno tuvo un... ligero problemilla que tuve que solucionar con más tiempo del previsto. ¡Oh, amigas linda! Cuánto lo siento. Como bien dice, Sr. Malfoy, mis niñas tienen sed, ¡oh, pobres mis dulzuras! Ayúdénme, se lo ruego a ambos, a calmar la sed de mis criaturas. Cada una de ellas es delicada y recibe el agua de forma distinta. Intentar satisfacerlas y darles bebida grata. Sin que se ahoguen, sin que se aneguen, con cuidado y cariño, con ternura... Ellas les dirán.

 

La Arcana se giró hacia el más joven de los dos pupilos, el que necesitaría más ayuda en aquella experiencia.

 

- No se preocupe si no le sale a la primera, el Sr. Malfoy hace un poquito de trampa... Ya había estado con nosotras hace tiempo, mucho tiempo... Y ya había hablado con ellas. Fíjese en esas carnívoras de su derecha. Le piden agua regándoles la cabeza, como si lloviera. Sin embargo, aquellas azules son más tímidas y esconden sus pétalos porque prefieren el riego tradicional, recoger el agua a través de sus raíces.

 

Rosália esbozó media sonrisa. Puede que les pareciera algo ilógico, empezar la clase regando plantas, pero... ¡cuán se aprende con las necesidades de la naturaleza!

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  • 4 semanas más tarde...

El licantropo comenzó a percibir un aroma extraño, de igual forma escuchar unos pasos, pero su atención intentaba comunicar con las plantas. Y a pesar de todos sus intento esto no daba mucho fruto, sólo que su concentración fue interrumpida al ver que quizás la misma arcana se había presentado ante él o era que de alguna forma las plantas le habían logrado comunicar algo, ya ese grado del tiempo no le importaba que se había producido. 

 

-Es verdad no estoy del todo seguro que el mundo de las letras que tanto disfruto pueda conseguir el conocimiento básico para ser un legeremante- hace pausa. - Sin embargo, ante estar ciego sobre los pasos que debo dar, quizás algo de las letras me es cómodo que estar rodeado de la vegetación y descubrir el método de como ellas se comunica. - Este se comienza a levantar o si estaba de pie acomodarse su cabello. - En fin, supongo que todo se relaciona, pero no todos estamos obligados a relacionados, espero que no sea como la arcana de la metaformagia que busca ser mi amiga, para mí este es solo un saber, y no me interesa crear lapsos de amistad. - le confiesa.

 

Y clavo la mirada. - Y sobre ese porqué más que una suposición no estoy seguro que tiene que ver la legeremance con las plantas, digamos que mi fuerte no son los sentimientos, soy alguien de más razón. Aunque, disfruto del ambiente al interperie no soy alguien que se dispone a oler flores, soy más quien se dispone a cazar y sentir en sus labios la sangre fresca. Entonces supongo que no se la razón que tenga que esto que ver. - el mago tenebroso tampoco le había agradado esperar tanto, por lo que en cierto sentido se encontraba algo obstinado de esperar y no avanzar en nada. 

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  • 4 semanas más tarde...

―Legeremens―

Fue lo único que se escucho dentro de ese oscuro cuarto. La mente del hombre se vio afectada por una serpenteante magia desconocida para este, aquellos secretos que tan celosamente se empeño en guardar en lo más profundo de su menoría, salieron a flote como lo hacen los restos de un barco que recientemente ha naufragado. Ella solamente se limitó a observar la astucia con la que el mago atacaba a su rival, dejándose el uso de hechizos para otro momento más propicio. Oclumens escapó de los labios de la Irlandesa, cobijando con esa palabra sus pensamientos y recuerdos de sus años dentro de Escocia. 

Los juegos de Quidditch junto a su hermano Jerel, aquel joven que era idéntico a la Vidente. Las mismas facciones elegantes y atractivas, copias al carbón de los dioses griegos que su madre solía adorar en el pasado― Ella nos do todo lo que poseemos y este malnacido nos lo arrancó e un abrir y cerrar de ojos―apretando los dientes con fiereza sentía la sangre hirviendo al correr por sus venas. Toda su vida pasaba delante de sus ojos, aquellos juegos arriesgados en compañía del ser que perdió hace diez años tras verlo escapar de Hogwarts. Su paradero era desconocido para todo aquel que tuvo contacto con el pequeño Hasani, sintiéndose imponente por algunos instantes.

― Todo sucede por algo y nos volveremos a encontrar, no tengo la menor duda de ello―le decía a su reflejo frente al espejo. Aquel par de gemas azules, gritaban ansiosas un dolor que hacia tiempo quedo sepultado bajo toneladas de odio y sed de venganza. No era la misma chiquilla, ya no le escocían las viejas cicatrices que le dejarán en el cuerpo incontables batallas dentro y fuera del mundo mágico. Ahora su vida giraba entorno a otros interese mucho más beneficios para ella― Lo que no nos mata nos hace más fuertes―recordaba su último encuentro con Barry. Aquel misterioso hombre que era todo menor de fiar, simplemente no le acababa de cuadrar que existiera una persona tan despreocupada y falta de interés real como ella. 

Era momento de abandonar todo lo que le rodeaba, emprendiendo su viaje hacia el hogar de la Arcana de Legilimancia, nuevos aires de conocimiento movían las velas de su barco en esa dirección. Era como un buque que buscaba atrancar en un puerto cargado de sensaciones y vivencias nuevas, jamás dejaba que la monotonía o algo similar a eso apagará sus ganas de continuar con los planes que cimentara hace tiempo con su mellizo. El aroma de las flores se colaba por sus fosas nasales, exóticos ejemplares le daban la bienvenida a un sitio plagado de una vitalidad que la invitaba a dirigir sus pasos con premura al interior del invernadero.

Estaba sola de momento, pero no dudaba que dentro de poco la Arcana hiciera acto se presencia y comenzará su enseñanza. Deseaba aprender como colarse en la mente de las personas sin ser detectada, pero no como un mero capricho sino como algo que pudiera usar en contra de ellos a la hora de cobrarse las cuentas pendientes― Todos mis movimientos tienen una meta en común, pero la misma será revelada en su momento, ahora no hay tiempo para ello―cerrando sus ojos se perdió en la bruma espesa que poco a poco eran los aromas que brotaban de todas esas plantas que le daban una peculiar bienvenida.

Cuando eres tan grandiosa como yo, es difícil ser humilde

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Básicamente ya eres la mitad de una maldición

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Se tomó un par de segundos para aspirar el aroma que emitía la flora que acompañaba su camino. Su contraparte animal, tan sensible a la mayoría de los aromas, lo había forzado a ser más perceptivo en cuanto al sentido del olfato. No obstante, aquel sentido no era aquel que le interesaba desarrollar; a menudo se encontraba cavilando sobre su porvenir, abstraído de sus alrededores. Como en ese momento, ¡maldita la hora en que se había puesto a pensar en aquello!

En cada uno de nosotros, dos naturalezas están enfrentadas ― recitaba aquella voz, eco de un pasado que se desvanecía como la nieve en primavera―. La misma lucha frenó a Jekyll de trascender, lograr un verdadero equilibrio entre mente y cuerpo; ahí tienes el resultado de una mente desorganizada, vulnerable a incursiones... Como la tuya. 

Frunció los labios en un intento de sonreír de forma irónica ante los recuerdos sobre la primera vez que habían traspasado las barreras físicas y espirituales de su mente. No podía decir que era diferente en ese momento, de hecho, una parte del joven se preguntaba cuáles serían sus probabilidades de sobrevivir a la clase de la Arcana, basándose en los encuentros previos con tan míticos seres.

Tales pensamientos lo acompañaron en su trayecto, aunados al ocasional roce de alguna de las plantas. Un ejemplar de tentácula venenosa le propinó un latigazo a su pantorilla izquierda, a manera de advertencia. Pero ya era tarde para echarse para atrás, pues su calzado deportivo ya había alcanzado la estructura en la que, según sus referencias, habitaba la Arcana de Legilimancia. 

Un invernadero, pero no como esos en los que se impartía Herbología, de vuelta en Hogwarts. Parecía más bien un santuario, una especie de intersección entre el reino vegetal y el animal. Percibía un ambiente dulzón, como si las plantas emanaran feromonas que evocaran una sensación de adormecimiento, como si su ser físico fuese más ligero.

Y, sorpresa, no había sido el primero en llegar, para variar. 

Ah, Juv ―habló con un tono jovial, más propio de la persona que era cuando conoció a la rubia, cuya delineada figura y cabellera específica la hacían inconfundible―. Ha pasado bastante tiempo, si la memoria no me falla. Bonito sitio para coincidir. 

Ladeó la cabeza hacia ambos lados con delicadeza, a manera de suavizar su intento de romper el hielo. Confiaba en su buena memoria, aunque no la juzgaría si desconocía al adulto joven que le hablaba; la capacidad de modificar su apariencia física a placer, así como la cantidad de alias con los que se manejaba, como el de Barry Allen o Eobard Black Lestrange, resultaban desconcertantes.

En ese punto, hasta él cuestionaba si realmente era quién decía ser. 

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Aquella voz le resultaba extrañamente familiar, pocas veces tuvo contacto con sus familiares dentro de la Black Lestrange. Tras tomar la decisión de autoexiliarse de ese hogar que le diera tantas alegrías y uno que otro sin sabor era como mezclar la hiel con lo dulce provocando una curiosa combinación. Delante de la rubia se encontraba Barry o Eobard, jamás acabo de comprender su manera de cambiar de aspecto, posiblemente para destantear a los enemigos o solo por el afán de crear un caos en la cabeza de quienes creían conocerlo. 

— Curioso como hasta las plantas pueden crear una ilusión óptica con tal de no dejar ver su verdadera especie—externo la rubia tronando su cuello para sacarse un poco de estrés. ¿Cómo descubrir quien era el hombre que estaba a pocos metros de ella?, quizás jugarle una mala pasada, le diera una pista sobre la identidad de tan particular caballero. Sabia que era hijo de su hermana Mía o eso creía recordar, buen momento para que su memoria se revolviera como lo hacia una tanda de ropa dentro de una lavadora, dando tumbos que no ayudaban a sacarle más que la mugre a las telas roídas por el tiempo. 

— Asumo que no me dirás quien eres realmente o ¿si?—la duda se le escapo de los labios como lo hace un conejo que corre despavorido en medio de la pradera. Esconder sus pensamientos sería una buena forma de sacarle un poco de ventaja, aunque era mejor aventurarse a ver lo que tenia para responder. Dentro del mundo mágico y muggle existían toda clase de dualidades, aquellas que desconcertaban a más de uno, pero otras que les daban la claridad que necesitaban en una vida sumida en la más profunda ignorancia. Ambos eran entes misteriosos, pero el caballero delante de ella solía romper todos los limites permitidos.

Cambiar como lo hacían las plantas, si que le resultaba en extremo fascinante y perturbador al mismo tiempo. Los humanos mutaban ciertos rasgos físicos y algunos de carácter psicológico, pero nunca terminaban de definir quieres eran realmente ante los ojos de la sociedad, escondidos detrás de cortinas de humo que eran la pantalla perfecta para pasar desapercibido en cualquier momento. Ya contaba con esa arma dentro de su arsenal y era la habilidad de la Oclumancia, barreras mentales que perfeccionó con el tiempo y le sirvieron como defensa. Pero la Legilimancia era otro cantar, poder colarse en los pensamientos ajenos y sacarle el mayor provecho a cada uno de ellos, equivaldría a una tanda de veritaserum instantáneo. 

— Esperemos que la Arcana aparezca pronto, no sea que acabemos desatando una batalla dentro de estos terrenos—asintió intentando reconocer al Black Lestrange o era Allen el que estaba ahí pavoneándose como solía hacerlo en el pasado. Dentro de sus genes pululaba con toda libertad la habilidad de la metamorfomagia, cambios radicales de fachada o mentales. Todo eso era un abanico de posibilidades que siempre supieron emplear a su favor, aquel zorro rojo que llevaba tatuado cerca de su clavícula derecha de removió provocándole un ligero escalofrío. 

@ Eobard Thawne

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Eso le quitaría la diversión, en mi muy reservada opinión. 

Juv parecía tener una idea de quién se trataba, aún detrás del velo protector que le ofrecía la metamorfomagia al Black Lestrange. Existía un balance entre su juego mental y la realidad, o al menos, lo que se acercaba a la definición de real. Aquello le resultaba reconfortante, pues había logrado su cometido; comenzaría una pequeña partida de ajedrez en tanto Rosália Pereira no hiciera acto de presencia. Asintió con suavidad, entrecerrando los ojos de tonalidad avellana, propios de Allen.

Lo cierto era, que la presencia de la rubia también podría tratarse de una pequeña prueba por parte de la Arcana; no podía confiar del todo en las plantas de ese lugar, confirmándolo con el comentario hecho por la neozelandesa instantes atrás. Si bien, conocía de antemano que la Legilimancia podía implantar imágenes o recuerdos falsos en la mente de uno, dudaba que fuera el caso. 

Nunca me enfrenté a alguien dentro de un invernadero, sin duda sería una experiencia gratificante ―se regodeó ante la sutil idea de tener que confrontar a un ente que sobrepasaba por mucho sus capacidades. Negó con la cabeza, emitiendo un sonido de reprobación al contacto de la lengua con los labios ―Aunque, llegados a este punto, un combate a un nivel más...eh, ¿cómo decirlo? Espiritual, mental, tendría mayor efectividad. Hay heridas que no sanan nunca. 

Reconocía que su mente estaba hecha un rompecabezas, poco interesante a la vista del curioso y más vulnerable, a diferencia de su compañera, a quien no subestimaría, pues seguro no permitiría que el castaño-rubio se colara a sus pensamientos como si regalase un libro a un pequeño. Aprovechó el descanso en el intercambio de palabras para apoyar la espalda sobre el borde de una mesa de estructura metálica, cuya superficie estaba casi tan plagada de flora como los alrededores. Juv por otro lado, parecía haber recibido de lleno una corriente de aire helado.

Lindo tatuaje. Me recuerda a una época en la que la sociedad no se sumía en guerras sin final, tiempos aparentemente más civilizados ―puntualizó, acomodándose las gafas. 

 

@ Juv Macnair Hasani

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