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Legilimancia


Rosália Pereira
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~Así se hace, Emily~

 

La Arcana sonrió al ver que la muchacha estaba logrando su cometido. Se acercó con un paso cauteloso, como si fuera un felino que recorría sigilosamente. Y apoyó una mano en su cabeza. Rosália era poderosa, pero en realidad le gustaba jactarse de lo habilidosa que era con su magia. Podía jugar con su mente, con la mente de los demás y así usar su creatividad para llegar a su comentido. Y así fue como Emily había logrado encontrar su lugar en el mundo, único. Y sería el que utilizarían en ése momento.

 

~Abre los ojos~

 

Rosália Pereira parecía ser que no le gustaba hablar y no era asi, solo que estaba aprovechando que su joven pupila estaba concentrada. Aunque le había costado callar sus pensamientos, había logrado enfocarse en aquel hermoso jardín. Pero ahora estaba todo a manos de Rosalia, asi que aunque la mente de Emily sufriera interrupciones, no se desvanecería, ya se lo había apropiado. Podía sentir el aroma de las flores, la suave brisa. Rosalia sintió un escalofrío por su espalda. Amaba aquel sitio.

 

~Excelente. Ahora es cuando comienza lo bueno. Una vez que has logrado enfocarte en ése sitio, debes aprender a recurrir a él en cada momento. Deben aprender que a veces nuestra mente puede estar inquieta, pueden invadirnos malos recuerdos. Pueden sucedernos muchas cosas. Pero debemos estar realmente preparados para enfrentarnos a cualquier situación y recurrir a la Legilimancia para ayudarnos. Aunque eso signifique encontrarnos con cosas buenas o cosas que no queríamos. ¿Estás lista? No te preocupes, que estoy aquí para ayudarte~

 

Rosália le dirigió una sonrisa. Ella no solía ser así tan amable, pero había logrado aprender a ver que algunas magos y brujas dentro de aquella comunidad eran diferentes a la imagen primera que tenía de ellas. Había llegado a odiar estar en aquella Universidad, pero ante la pequeña oportunidad que se le había presentado para establecerse en algún sitio, la había tomado. Incluso sabiendo que había brujas que tenían sitios asi, como aquel jardín, las hacía casi únicas. Rosália había pensado que era la única que amaba la naturaleza de ésa forma.

 

La Arcana necesitaba observar la resistencia de la mente de Emily. Tenía que ponerla ante una situación para saber cuánto podía dar su alumna. Y así fue como nuevamente movió su Vara de Cristal. Ante aquel puente apareció una figura. Rosália no lo conocia pero sabía que era importante para la chica, que era alguien a la que podía provocarle debilidad. ¿Alguien que odiaba o amaba? Eso se lo dejaba para la chica, a Rosália le gustaba dejar algo para que la sorprendiera. Lo importante se encontraba en cómo se desenvolvería la pupila.

 

~A veces debemos indagar en la mente de los demás, aunque eso signifique hacerlo con la mejor o peor persona del mundo. ¿Puedes hacerlo? Yo sé que si. No quiero que hagas nada más que leer su mente. Navega en aguas profundas para descubrir algo que no sabías. Para ver eso que te escondieron durante tanto tiempo. No influye la importancia de la cuestión, solo queremos aprender a poder hacerlo. Asi el resto de las personas no supondrán mayor reto. ¿No crees?~

 

Rosalia asintió y dejó de mirar a su alumna, para levantar más su menton y estar orgullosamente de ella, aunque tal vez se estaba adelantando. No sabía o no quería saber, cuando daño o debilidad le produciría a Emily. A Rosália le importaban más los resultados buenos. Ella sabia que pedirle que leyera la mente de cualquiera podría hacerlo sin dudarlo. Pero Emily tenia tantas cosas por averiguar en su vida, que conocer un detalle que la ayudara, podría significar un mayor reto.

 

Claramente que la Arcana de Legilimancia vería la mente de la persona que había aparecido en el puente. Y podría jugar con sus recuerdos tambien. Si Rosália Pereira sólo chasqueaba los dedos, hasta podría convertir ése hermoso jardín en el peor de los lugares de una persona.

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Siente un cosquilleo en la parte de la frente en la que estuvieron las manos de Rosália, sin saber si es por la fuerte magia que la arcana maneja y una reacción de su cuerpo ante ella. Cuando le pide que abra los ojos, ella lo hace, sintiendo los párpados pesados, como si hubiera estado dormida todo ese tiempo y a la vez con la expectativa de que las pruebas que se le presenten a continuación corten con la paz que estaba sintiendo en ese momento.

 

El volver a ver de alguna forma la trae a la realidad, aunque su mente está tranquila, mucho más tranquila de lo que alguna vez pudo estar, incluso ante la mención de descubrir cosas que no le gusten. Le sonrie a Rosália pues siente que realmente está siendo muy paciente con ella, que la está ayudando, que está controlando su miedo ¿cuánto tiempo llevarán allí, practicando? para Emily podían ser solo segundos o varias horas, ha perdido la noción del tiempo.

 

Entrar en la mente de otros es un riesgo, uno del que estaba consciente desde antes de estar frente a la arcana. Uno que estaba a punto de vivir cuando, ante un simple movimiento de la vara de cristal, en el puente aparece una figura. Mira a la arcana algo confundida y como toda respuesta, ella le da las indicaciones: debe leer la mente de alguien que conoce.

 

Se asusta por un segundo, uno que podía ser suficiente para hacerla flaquear en su intento por manejar la legilimancia ¿y si no puede hacerlo?, pero cuando Rosália termina de hablar, Emily asiente con convicción, sabe que tiene todas las armas para enfrentarse a eso; la arcana se lo dijo, recordar su lugar único en el mundo va a sacarla de apuros.

 

‹‹La mejor o la peor persona del mundo››

 

Ahora Emily se enfoca en la figura, era una sombra al inicio. Puede pensar en muchas buenas personas, muchas que habían pasado por su vida y se habían ido rápido; solo unas pocas se habían quedado. La peor persona del mundo es, quizás, su media hermana. Era realmente una loca, su mente seguramente era un verdadero caos y no estaba muy segura de querer saber algo sobre ella o que algo en su mente cambiara su vida.

 

Pero cuando la figura se torna visible, los latidos de su corazón se aceleran y siente un fuerte dolor de cabeza, intentando atacarla. La figura en el puente es una mujer. El color rubio cenizo de su cabellera es diferente al que ella recuerda, pero fuera de eso, es la viva imagen de Felicity, su madre. Ella es una combinación de la persona a la que más quiere y a la que más odia, por abandonarla como lo hizo, por haber seguido su vida como si nada hubiera pasado.

 

Siente que se forma un nudo en su garganta cuando el recuerdo del olor de las flores le avisan que debe tranquilizarse. ¿Por qué ella? se pregunta. Oh, pero sabe por qué es, sabe que la ausencia de aquella mujer significó un impacto enorme en su vida y que también la había motivado a descubrir cosas por su cuenta.

 

‹‹Navega en aguas profundas para descubrir algo que no sabías››

 

Ahora está segura que debe descubrir por qué se fue, dejando una simple carta… No puede negar que una pizca de temor hace que cosquilleen su estómago y que la respiración que mantiene se agite un poco. La mezcla entre impotencia por el recuerdo del abandono de Felicity y el deseo por saber qué ocurrió en realidad hace que en su mente se mezclen imágenes que no le pertenecen.

 

Reconoce el lugar que le muestra la imagen: la mansión Weasley, reconoce a las personas involucradas, la misma Felicity y Mynerva, su abuela ¡Rayos! hasta reconoce el reloj familiar que provoca un rítmico sonido sobre la cabeza de ambas, si se fija bien, quizás hasta pueda ver su propia fotografía. Están solas, discuten por algo ¿acaso la mansión estaba sola? con gritos como aquellos, hubiera sido todo un espectáculo.

 

Sigue los movimientos de su madre, que es quien le interesa, pero no sale de la estancia, solo da vueltas mientras sigue discutiendo con Myn, recriminándole que en realidad no es su madre, sino su abuela. Eso es nuevo para Emily eso cambia un poco su árbol familiar, pero no es algo demasiado significativo. Lo verdaderamente importante ocurre después, una sola palabra que el dolor de cabeza se intensifique: expulsión. Y la imagen de Fee marchándose ante las órdenes de la matriarca.

 

¿Qué?

 

Siente las manos heladas y un sudor frío bajar por su frente. Ya no está su madre frente a ella, ni tampoco sus recuerdos en su propia mente. Lo que queda es un enorme sinsabor en su boca y un dolor en el pecho, como si le hubieran dado un golpe fuerte, impidiéndole reaccionar. Entonces esa carta no la dejó Fee, entonces el abandono fue súbito por eso, porque fue expulsada.

 

—Maestra —llama cuando se tranquiliza, como diciendo que puede continuar.

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  • 2 semanas más tarde...

Rosália sintió que su pecho se oprimía un poco. Las personas jamás se iban a dar cuenta que ser Arcana de la Legilimancia, no significaba enseñar a leer mentes solamente. Representaba que todos los recuerdos ajenos, todos los dolores y alegrías, todo lo que las personas tuvieran dentro de su cuerpo, pensamientos y sentimientos, le pertenecieran. Ella podía sentir el mismo dolor que alguien estaba sufriendo. O la alegría por una buena noticia. Era una heredera de todas ésas cosas que conformaban a las personas. Rosália era todas las personas.

 

Se dió vuelta cuando su alumna la llamó. Era una voz decidida a continuar, pero Rosália sabía el peso que cargaba con aquellas nuevas imágenes que había visto. Podíamos decir que no la había afectado tanto en cuanto a lo que había visto, si una persona era una madre o una abuela, no cambiaba el amor hacia ella, sino lo que había hecho. Pero Emily había logrado enfrentarse a una de las cosas más importantes de su vida. No solo que había logrado ver ambas cosas, el amor u odio, sino que hasta lo había asumido.

 

 

~Es la hora. ¡Mira! El portal te espera, es el momento, jovencilla. Ya no tengo nada más que enseñarte, hay personas como tú, que han nacido para ésto. ¿Estás lista para tu prueba?~

 

Cuando Rosália apunto con sus dedos hacia su derecha, ambas pudiendo ver como un portal se materializaba justo donde comenzaba el camino que iba a diferentes zonas de la universidad. La Arcana se había dado cuenta que sus alumnos que abordaban la habilidad, los estimaba más de la cuenta. Pero tampoco quería ir a abrazarla y felicitarla, eso era cuestión de niños, ella sabía que con aquel acto de que el portal la había ido a buscar a donde se encontraban, era una manera de enseñarle que había hecho un excelente trabajo. Incluso había hecho más cosas, asi que la prueba estaba lista para ella.

 

Rosália le dijo que lo atravesara cuando sintiera que fuera el momento. No quería presionarla pero tampoco su deseo era esperar ahi por horas. Aprovechó el momento antes de que se fuera, para entregarle un pequeño libro que contenía información sobre los datos importantes de la Sala Circular y los Portales de las Habilidades. No decía mucho pero acercaría a la joven a que se presentara ante una mayor seguridad. Rosália miró hacia el lago. ¿Vendría alguien nuevo o se iría a esperar a su casa?

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Alza la vista para encontrarse con los ojos de la arcana y sabe que la entiende, que entiende la presión en su pecho que hace que la respiración se le vuelva pesada, algo difícil de realizar. No sabe si quiere llorar o quiere reir. Por un segundo tiene una mezcla interesante de emociones que, con el pasar del tiempo, se va diluyendo hasta dejarla tranquila nuevamente.

 

‹‹El jardín›› piensa. Ahora entiende la importancia de tener un lugar importante en el mundo. Su lugar único, el que la va calmar sus emociones y liberar su mente. Lo entiende porque cuando empieza a sentir el roce de sus dedos con los pétalos de las flores o el de su cabello ondeando con la fresca brisa, la presión en su pecho disminuye y su respiración se torna lenta.

 

Por eso, cuando la voz de la arcana la invita a la prueba y a tomar el portal, Emily se encuentra sorprendida y por un momento siente que va a sonrojarse ante el cumplido. Se toma las manos como reprimiendo las ganas de abrazar a la arcana por darle la oportunidad de conocer una parte de su vida que estaba escondida y por enseñarle a manejar un poder tan peligroso como la legeremancia.

 

—Estoy lista, maestra.

 

Su voz, aunque pensaba que sonaría débil, se muestra decidida. No hay temblor en su voz, aunque muerde su labio para asegurarse que ningún grito ahogado se escape al ver como el portal se materializaba muy cerca de donde estaban. Es pronto, es muy pronto para pasar y aun así, quiere hacerlo. Toma el libro que le da Rosália y le vuelve a agradecer, haciendo una pequeña reverencia.

 

Mira el portal por segunda vez, como temiendo que desapareciera, y abre el libro. Hay mucha información que le será valiosa. Por una vez, se alegra de haber ido sola hasta allí y de no haber encontrado compañeros. La experiencia sería suya y de nadie más, un recuerdo que, estaba segura, ni la más potente poción del olvido podría sacar de sus recuerdos.

 

 

Cierra el libro, guardándolo en su monedero de piel de moke y, todavía mirando a Rosália, atraviesa el portal.

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  • 3 meses más tarde...

De las muchas cosas extraordinarias que había en el Ateneo de Magias Arcanas, lo que más llamaba su atención y lp que más le gustaba, eran los espacios abiertos con los que contaba la Universidad. Los amplios jardines que pertenecían a los Arcanos por sectores eran hermosos, muy distintos a los que podían encontrarse en Europa, ajenos a la contaminación de las grandes ciudades y llenos de vitalidad, por la magia que los rodeaba. Cada hoja resplandecía como si estuvieran a punto de empezar a danzar en cualquier momento, recibiendo los rayos del sol como una caricia materna.

 

La melena rubia de Ivashkov expuesta a la luz parecía ser una cascada de oro, cayendo grácilmente por su espalda, y siempre podía verse a simple vista. No obstante, estaba oculta entre los arbustos del jardín de la Arcana Pereira, aunque no porque quisiera esconderse, sino porque estaba en cuclillas junto a un escondite real, perteneciente a alguien más. Sus labios se movían lentamente, de forma extraña, como si estuviera alargando al máximo cada palabra y lo cierto es que justamente eso estaba haciendo. Si alguien se acercara lo suficiente, escucharía el susurro que escapaba de su garganta, un siseo perteneciente a una lengua antigua y complicada.

 

Desde la sombra que proporcionaba un arbusto de narcisos, una cabeza plana y cuadrada se mantenía erguida de forma que unos fríos ojos negros quedaran a la altura de los de la bruja. La serpiente escuchaba con atención lo que decía y entonces, contra cualquier pronóstico, respondía con un sonido idéntico al que le había dedicado la mujer. Sostenían una conversación en Pársel, hasta que ella miró a la cabaña que aún era visible entre las hoja que las mantenía fuera del alcance de la vista de la Arcana. La serpiente, que no tenía necesidad de ver qué era lo que observaba su interlocutora, volvió a hablar en su idioma sin haber recibido una respuesta a lo que había dicho antes.

 

Llevas mucho tiempo aquí como para que no lo haya notado.

 

Lo sé.

 

Los seres de sangre fría solían ser calculadores y aunque habían estado conversando hacía un rato, la mujer pudo notar cómo la serpiente se apartaba un poco tras una respuesta corta sin explicación aparente. Sonrió de medio lado, cosa que podría interpretarse de dos maneras: diversión o un reto. ¿Se había asustado con ella? La serpiente siseó, aceptando el reto de quedarse.

 

No puede escucharme, es por eso que no sabe que estoy aquí. Ya es hora de que lo sepa.

 

Bien.

 

Bajó la cabeza ante la criatura y se puso en pie, mostrándose por fin a simple vista. Dudaba mucho que la Arcana Pereira pasara su tiempo libre mirando por la ventana, así que no le preocupaba que la viera husmeando entre sus flores. Sin embargo, se apuró a ponerse en un lugar menos apartado mientras se acercaba a la cabaña, ya que no quería dar la impresión de haber estado demasiado tiempo ahí. El lugar parecía acogedor desde la lejanía y sentía curiosidad por lo que había dentro, si serviría para su aprendizaje o si en realidad no llegaría a entrar nunca. Guiada por ese pensamiento, evitando pensar en cómo sería la bruja que se convertiría en su maestra, avanzó hasta llegar a la puerta y, después de un momento breve, golpeó dos veces con moderación.

 

Le habían comentado que Rosália solía escuchar a las personas que iban a su cabaña y que solía encontrarlas antes de que ellas pretendieran encontrarla a ella. Pero dudaba que alguno de ellos tuviera la habilidad que ella tenía, lo que la había mantenido en el anonimato hasta ese momento; como Oclumante, tenía el poder de cerrar su mente casi sin poner esfuerzo en ello, protegiéndose de los Legilimantes. No sabía cómo se tomaría la mujer aquello, aunque le entusiasmaba esperar la respuesta. Dio un paso atrás, dejando espacio entre ella y la puerta y cruzó las manos detrás de la espalda, dejando como carta de presentación su túnica blanca de gala y una sonrisa de inocencia aprendida.

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Ella iba bajando las escaleras con poco de prisa. El simple hecho de su esencia le daba una conexión con la naturaleza que le resultaba en muchos casos, como unos segundos ojos. Por eso estaba como extrañada. Usualmente los pensamientos de aquellos novatos en el arte de la Legilimancia eran bastante ruidosos en la puerta de su hogar, pero allí, en esa mañana, el silencio era sepulcral. Por otra parte sus amigas con raíces sí le comentaron de alguien esperando. En su cabeza sólo había una sola palabra: Oclumante.

 

¡Qué astuto! Enfrentar a la Arcana de Legilimancia con aquel don otorgado por Aailyah. Un poco podía entender por qué. De todas maneras no preocupaba en formular muchas teorías, pero sí abarajó un par de escenarios, capaz tenía algo que esconder. Siempre los Oclumantes tienen algo que esconder. Por algo cerrarían su universo. Por alguna razón rechazarían las visitas. Su mente calló cuando abrió la puerta

 

- ¡Buen día!

 

Le sonrió con los ojos y abrió de par en par los brazos. Su cabello rojizo bailó con ese movimiento y los rosales enanos que adornaban el frente crecían con vigor. Respondían a su tono y saludaban a Rosália al igual modo. Ella llevaba un vestido holgado de mangas largas color crema, que le llegaba a los talones, dejando ver unas botas de jardinería manchadas con barro. El día anterior había llovido y el invierno no cesaba de entregar duras temperaturas.

 

- Mi nombre es Rosália ¿Puedes acompañarme al invernadero? Es media mañana y tengo que cuidar a mis plantas. Dicen que esta noche vendrá una helada ¿Te gusta la jardinería?

 

El tono no era el mejor. La arcana era charlatana, aunque no del todo amigable. Seguía desconfiando de los magos y sus intereses. Pero estaba todo bien. Enseñar era parte de su supervivencia. Al menos esa mañana tendría a alguien que la ayude con sus plantas. Capaz y hasta podrían compartir un té con bocadillos. En definitiva primero sus cosas, luego la pedagogía.

 

Le hizo un gesto con la mano para que la acompañe. Y el resto de las situaciones pudieron ser de la siguiente manera: Rosália tomó la iniciativa y comenzó a caminar hacia el lado izquierdo de su cabaña, donde había una hilera de piedras que improvisaban una suerte de camino hacia lo que a lo lejos era el invernadero. Con cada paso, las plantas se inclinaban hacia ella como si se hubiese presentado un fuerte viento. Ella giraba para todos los costados de vez en cuando, como saludando a sus amigos. Si de por sí habíamos dicho que había una relación, esta era más fuerte con aquellas plantas cuidadas por ella misma.

 

Se paró frente al invernadero y giró hacia Leah. Puso sus manos en los picaportes de la puerta de vidrio y clavó su mirada ocre en ella, como intentándola leerla. Suspiró y abrió las puertas. Un fuerte olor a vegetación salió del mismo invernadero. El ambiente era más pesado por la humedad. Largó una risita al notar que sus cabellos comenzaban a levantarse por el frizz, acentuando una leve melena escarlata.

 

- Disculpa señorita Oclumante ¿o debería decir señora? Es que, no le pregunté su nombre –dijo mientras caminaba en frente de su acompañante.

 

Se dirigía a un pequeño armario, del cual sacó unos guantes, tijeras de podar y una regadera. Se volteó hacia ella y le entregó los utensilios. Estaban desgastados, pero servían al menos.

 

- Empezaremos por los tulipanes. Luego de que terminemos el lado derecho del invernadero iremos al centro, que hay una fuente. Hay que cortar lo maltrecho. Puedes quedarte con las flores que desees. ¡Oh! Antes que me olvide, creo que deberíamos hablar un poco del tema ¿Qué sabes de la Legilimancia en general?

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—Por supuesto, Arcana Pereira —respondió con amabilidad, torciendo una ligera sonrisa ante la mención de las plantas—. Sí, algo de Herbología sé.

 

Dio un paso atrás justo a tiempo para permitir la salida de la mujer, quien la guió hacia el invernadero con la gracia de quien se siente particularmente cómoda entre sus flores. La estudió aprovechando la ventaja de su posición, conformándose con la vista trasera que le estaba dedicando; parecía una mujer humilde, más incluso que el resto de los Arcanos que había conocido hasta el momento o que había visto a lo lejos. Pero lo más curioso era que parecía no tener ningún interés en lo que debía enseñar, sino en sus propios asuntos. Y con semejante jardín, ella también habría dejado de lado cualquier enseñanza.

 

Se detuvo cuando ella lo hizo, con las manos puestas en la puerta del invernadero y le sostuvo la mirada con tranquilidad, sintiendo cómo intentaba entrar en su mente. Sin embargo, la tenía sellada y era imposible que pudiera ver nada más allá de lo que mostraba el verde en su iris, o en las expresiones de sus facciones. Pero no mostró ningún alarde por ello, simplemente esperó hasta que se dio por vencida y abrió por fin las puertas del lugar, permitiendo a la nueva estudiante que mirara dentro y, mejor todavía, que pudiera pasar. El olor era reconfortante, una mezcla de aromas naturales que pasaban de lo más dulce a lo más básico, creando una atmósfera de paz imposible de ignorar.

 

—Señora sería lo más adecuado, porque estoy casada. Pero a mí me es indiferente, maestra —inclinó la cabeza en señal de respeto, aunque bien sabía que la mujer no la estaba viendo—. Mi nombre es Leah Ivashkov y es un placer conocerla.

 

De nuevo, como una sombra, se paró en seco cuando ella lo hizo y aguardó. Ésta vez no hubo miradas intensas, ni intentos fallidos por leerla, sólo órdenes que supo memorizar bien. Tomó los utensilios, asintió y metió las manos dentro de los guantes antes de dirigirse a los tulipanes.

 

—La Legilimancia es el arte mágico que permite leer la mente de otra persona en cuestión —respondió, dejando la regadera a un lado y dando el primer corte a una hoja dañada—. Se puede aprender, no es hereditaria como la Metamorfomagia. Para poder la mente de otra persona es necesario el contacto visual aunque, en ocasiones, hay magos poderosos que son capaces de leer la mente sin necesidad de ver a la otra persona. Su contraparte es la Oclumancia.

 

Cada palabra salía de sus labios con lentitud, como si estuviera charlando con una amiga sobre algo común que no necesitaba más explicación. Sus ojos estaban fijos en la planta y sus manos estaban realizando las tareas con la pericia de quien ha hecho muchas veces una tarea similar; cortaba las hojas marchitas, que eran pocas en el ramo, regaba y recolocaba los pétalos con sumo cuidado, sin dañarlos o forzarlos. Era una tarea que se le hacía particularmente sencilla, porque solía realizarla en casa y porque, como había mencionado muy por encima, sabía de Herbología. Para cuando terminó de hablar, se había movido ya de maceta y ésta vez se estaba encargando de unos lirios, sin que la Arcana se lo hubiera indicado, pensando que no le molestaría.

 

—Existe la creencia de que la Legilimancia es una habilidad de magos oscuros, puesto que es considerada una intromisión a la mente de otro —sonrió, pasando la punta del índice por el húmedo pétalo blanco del lirio y por un segundo, abrió su mente.

 

Pero depende explícitamente del caso, o al menos eso pienso yo.

 

Volvió a cerrar su mente, sabiendo que había dejado entrar a la mujer sólo lo suficiente para poder comunicarle lo que pensaba y volvió a cambiarse de maceta, siguiendo la misma línea que había llevado hasta el momento: inspección, corte, riego.

 

—Eso es lo que sé, Arcana Pereira.

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El sol brillaba como nunca, levantando lentamente las bajas temperaturas. Por su parte, las mujeres protegidas dentro del hermoso invernadero iban trabajando de a poco. Rosália, cada tanto, canturreaba una dulce melodía mientras iba de planta en planta. Regaba, podaba, y controlaba que el suelo esté en perfectas condiciones. Lo bueno de ser lo que sea que era ella, era que en el momento del cuidado diario, cada una de sus amigas se disponía con mucha alegría al trato.

 

Escuchó con especial atención cada una de las palabras de la Ivashkov. Uno de los puntos fundamentales que había que tener en cuenta al momento de enseñar una habilidad son los conocimientos previos del interesado. De ahí, que se exigía una importante flexibilidad para adaptarse al proceso de aprendizaje. Leah, por su parte, ya se presentaba como oclumante y por ende, todo iba a ser más fluido. Por último, se sorprendió cuando ella le habló sin mover los labios. Fue como un aire fresco, acariciando la mente de Rosália.

 

Leah estaba haciendo un excelente trabajo. Se notaba desde leguas que la herbología era algo natural en ella. Y lo mejor, es que habían terminado casi la totalidad de los quehaceres diarios. En el caso de la Arcana, se encontraba llena de barro y con una sonrisa en su cara. No había nada mejor que la satisfacción de una tarea cumplida.

 

-¡Excelente Leah! Acompáñame, vamos a charlar un poco más.

 

Tras una breve caminata llegaron al centro del invernadero, donde una fuente de tamaño medio yacía sin funcionar. El agua mantenía una dominante verdosa. Aun aislándose de la temperatura, el invierno podía dañar el funcionamiento de cualquier fuente y a veces era mejor permitirle un break de sus actividades y apreciar su paz. Junto a esta, había una mesita de cristal con pies de hierro azabache, junto con dos sillas que hacían juego. Y como debía ser: todo el mobiliario con detalles de ramas y hojas ¿qué se podía espera?

 

- Sí, tienes razón. Pero hay más. Por favor –terminó con un gesto, ofreciéndole uno de los asientos.

 

Rosália se sentó y suspiró aliviada. Se inclinó y sirvió un poco de limonada, con menta y jengibre, para las dos. Era de esas frescas, pero que te dejaba el picor característico de un rizoma bien fresco.

 

- La legilimancia tiene una fama terrible.

 

Calló y dio un sorbo a un vaso que transpiraba.

 

- ¿Alguna vez le dieron un consejo sin que usted se lo pidiera? ¿Alguna vez alguien creyó que sabía por lo que estaba pasando? Las personas piensan que pueden extraerse completamente de su mente, en busca de la “empatía”. Y no solo fallan. Se quedan ciegas.

 

Al momento en que comenzó a hablar, cruzó sus piernas y se inclinó hacia delante. De su espalda, comenzaron a aparecer pequeños brotes de lirios naranjas, los cuales ella recibió con gozo. Estaba interesada. Pero mantenía distancia.

 

- La Legilimancia te permite entender perfectamente al otro –sonrió-. Por favor, maestra suena demasiado formal.

 

Se acomodó en su lugar. Necesitaba darle toda la información.

 

- Hay dos niveles. Cuando escuchas los pensamientos superficiales de los demás, como cuando se preguntan si le dieron de comer al gato. No hace falta contacto visual, porque son las mismas personas la que te lo comparten –casi se ríe de su propio ejemplo. Suspiró nuevamente y cambió el semblante a algo más serio-. Luego, está la otra. La invasiva. La que necesitas conjuntar. La que el otro, sabe que lo estás visitando. Y por lo tanto, la más peligrosa.

 

¿Cuántos magos han caído pensando en estar a salvo practicándola? ¿Cuántas mentes perdidas? ¿Cuántas fusiones? Al entrar en la mente del otro, te vuelves vulnerable. Quedas estático. Porque cada mente es diferente y ajustarse lleva su tiempo.

 

- ¿Qué crees que pasa cuando tu mente entra en otra cosmovisión? Te pregunto, porque necesito saber si realmente estás enterada de los grandes riesgos de la habilidad. Porque a diferencia de las otras, necesitas a un-otro. Un-otro, que tiene sus propias reglas. Que tiene otra estructura mental. Que se presenta diferente.

 

Volvió a darle otro trago. Los lirios cada vez se hacían más presentes.

 

- Me gustaría que empecemos por entender al otro sin arriesgarse. Aplicar Legilimancia, sin legilimancia –movió sus cabellos rojos para atrás-. ¿Qué métodos usarías para poder deducir cosas de tu interlocutor?

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—¿Lenguaje corporal?

 

Desde que la Arcana hizo la pregunta, tuvo un par de minutos para considerarlo. No porque no supiera cómo o porque no se le ocurriera algo a la primera, sino porque estaba buscando la manera apropiada, dentro de los parámetros de lo bien visto. Alguien con su inteligencia y sus capacidades, habría pensado que hacer vulnerable a una persona era la forma más rápida de entrar a una mente. Algo como lo que había intentado Lord Voldemort con el chico Potter. Pero ella quería una forma menos invasiva, donde realmente tuviera que interpretar a la persona que quería leer y, desde su punto de vista, no había mejor forma que saber lo que expresaba un cuerpo.

 

No por nada existía el lenguaje de señas y quizás podría ser algo útil a la hora de leer una mente. Si se sabía lo que estaba sintiendo, por decirlo de alguna manera, la víctima de la invasión sería más fácil meterse directamente en su cabeza. Lo había intentado antes, cosa que se ahorraría hasta después o quizás para siempre, sólo por curiosidad. No había funcionado porque no tenía la técnica, pero sí que había estado cerca. Era una sensación similar a cuando se aplicaba la maldición Imperius sobre un mago. Chasqueó la lengua para apartar sus sentimientos, justo antes de volver a enfocarse en la mujer.

 

—Creo que es una buena forma de empezar, suponiendo que no hay forma de conocer su pasado o su presente con antelación; con esa información es más fácil empezar, podemos armar una estructura más o menos acertada de lo que piensa de cada cosa antes de internarnos en lo que de verdad opina. Algo así como un espejismo.

 

Hizo una pausa, sin saber si se estaba expresando correctamente. Pensaba que no, por lo que volvió al tema anterior.

 

—¿Hay algún riesgo de quedar en algún lugar entre lado y lado? Por llamarlo de alguna forma. Si hay dos puntos, siendo mi cabeza uno y la cabeza de la otra persona, el otro, podría quedarme estancada en medio si ejerzo mal la Legilimancia... ¿cierto? —mientras hablaba, iba señalando los puntos y el paso imaginario de información con los índices—. Es algo que me he planteado antes y que puede sea verdad, no lo sé. Pero llama mi atención. En un caso parecido, ¿hay forma de recuperar al Legilimante?

 

Llevó los dedos de su mano útil a su barbilla, acariciando como si pensara en algo muy profundo.

 

—Es curioso.

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- Es curioso, Leah.

 

Y claro que iba a ser. Porque la psiquis humana iba más allá de lo que una persona hacía o se comportaba. Es difícil intentar discernir entre los puntos más importantes de la psicología, porque existen corrientes y autores diferentes. Pero Rosália, con su experiencia como legilimante, sólo podía conceptualizar esta intervención de una forma simple, como una metáfora: visitar otras mentes era entrar en un laberinto. Las herramientas del legilimante eran muchas, como intentar cortar el camino o tener el olfato necesario para alcanzar el punto necesario.

 

El lenguaje, es clave en este tema. Funciona en base a las locaciones. Una palabra, o una experiencia, pueden tomar diferentes connotaciones si se modifica la posición. Por eso, toda información previa es importante a la hora de identificar y descifrar el propio lenguaje. Y a ese punto quería llegar ella.

 

- El lenguaje corporal es clave, sí. También su léxico y la forma de referirse. Su posición en el rango social, como también sus acciones o sus justificantes, si es que se verbalizan.

 

Tomó la bebida y suspiró. La última pregunta le daba escalofríos. En su aprendizaje había visto a grandes magos perderse en la mente del otro. Un proceso del cual no había un fin, y que se terminaba en su propio inicio. Y era la pelirroja, en ese momento, la que estaba intentando reunir las palabras necesarias para poder explicar este fenómeno.

 

- No hay forma. La legilimancia es de uno a uno. No hay terceros que intervengan. Es tu mente, contra la del otro y tus instintos de supervivencia para no quedarte absorbida en tu otra persona. El peligro, es que es tu mente la que se fusiona con el otro y no solamente tienes riesgo de quedarte unido para siempre, sino que también vuelvas siendo una Leah completamente diferente a la que tus cercanos conocen.

 

Terminó su bebida y se incorporó. En cuanto comenzó a moverse, los lirios naranjas salieron de su espalda al entender que ya no tenían necesidad de ser ahí. Movió su cabello y le dedicó una sonrisa a su acompañante.

 

- Mira, Leah, siendo sincera, las herramientas las tienes. Conoces la Oclumancia y esa es una gran ventaja. Podemos seguir trabajando, pero creo que ya estás lista para la prueba.

 

Le tendió la mano para que ella se levante de su silla.

 

- Te propongo algo. Liberaré mi mente lo suficiente como para que puedas probar. Pero para la prueba de legilimancia no se necesita más que la seguridad y confianza en no perderte en la mente del otro. Y eso es algo, que no te puedo enseñar.

 

Rosália se comodó. Estiró sus brazos y quedó mirándole a los ojos a Leah. Le dejaría explorar sólo las memorias que tenía sobre sus clases con Emily Karkarov. Ella le serviría como guía, mostrándole el camino hasta esos momentos y acompañándola para su salida.

 

- Cuando terminemos la visita, puedes contestarme si estás lista para la prueba en el lago.

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