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A Magic Valentine


Nicole Evans Crowley
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San Valentín era una ocasión especial, no solo porque en estas fechas especiales la magia adquiría un tono más brillante, poderoso, sino porque se trataba de una fiesta en uno de los recintos más importantes en la vida de cualquier mago: El colegio Hogwarts de Magia y Hechicería.

 

Había sido alumna hace ya tanto, que el recorrer los pasillos del castillo le había traído viejos y amables recuerdos, como cada vez que pisaba el recinto. Sin embargo, ahora las cosas habían cambiado un tanto, ya que ni era colegiala ni era una jovencita enamorada, como en antaño. En calidad de profesora, Kassandra se dirigía a una de las fiestas que había estado organizando junto con algunos colegas, claro, con la celosa aprobación del director.

 

Su atuendo no era simple. Había estado implícito que el evento era formal, y eso había llevado a la castaña a hurgar en su guardarropa para buscar algo apropiado. Al final, había optado por un vestido largo de color palo de rosa, elegante, con la espada desnuda y sin mangas. Encima, traía una capa larga de terciopelo que cubría la desnudez de sus brazos y espalda, además de que le daba un toque más estilizado, pues llegaba igualmente hasta sus pies, que calzando zapatos de tacón alto apenas y causaban sonido al avanzar a través de la nieve.

 

 

Los jardines eran de un tono verde vivo por lo general, pero para febrero, se habían vestido de un blanco perlado gracias al efecto de la nieve escarchada. Imaginó las parejas que se escabullirían por los jardines, quizás para tener algo más de privacidad y poder disfrutar el efecto romántico de la velada. Rió por lo bajo suponiendo que más de un chiquillo se escaparía de su control aquella noche y siguió su camino a través de los laberínticos y difusos caminos de los jardines, llegando finalmente al mismísimo castillo y al hall de la entrada. El interior que emanaba un suave aroma a rosas le guió entre parejas que se encontraban, estudiantes que llegaban con sus amigos hasta el sitio donde se dirigían todos y donde el evento se llevaría a cabo: El gran Salón.

 

Bellamente decorado, el gran salón se había cambiado completamente para dar cabida a los estudiantes y profesores. Ah, cabía mencionar por supuesto, que el rosa era lo que más abundaba en el lugar. Querubines, confetti. ¿Peeves en un pañal? Nada de eso le parecía natural y aún así, nada parecía fuera de armonía. Sonrió, entusiasmada por una velada que lucía prometedora y aguardó hasta encontrar a alguien conocido con quien entablar una plática amistosa y pasar un momento agradable.

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Una sonrisa se escapó de los labios de la pelirroja cuando tras el clásico crack, ella y su novio aparecieron en las afueras de la Academia y él al toque se preocupó por ella. La vampiresa se miró y luego miró a su novio y con ternura respondió.

 

--Toda entera y a tu lado.

 

Tras responder con amor a cada beso que su Seba le daba, la bruja asintió a sus palabras, estaba convencida de que si iba a ser una noche maravillosa pues ¿qué más podía desear que pasar una fiesta de San Valentín junto a él y en donde había iniciado su noviazgo? Con ternura se acurrucó entre los brazos de Seba.

 

--Estoy segura que más maravillosa que a tu lado no puede ser --le respondió mientras observaba la delicada decoración, las luces del lugar que iluminaban corazones y rosas. Sonrió al recibir una de ellas de su amado y la enganchó suavemente de su escote.

 

--Gracias mi vida --susurró, ronroneando con el suave y tierno beso que él le daba.

 

Abrazada a él fue saludando a los presentes y sonriendo como boba al recordar la primer cita en aquel lugar, los jardines y el picnic que él y su elfo le habían preparado en aquella ocasión.

 

--Te amo --susurró a su oído.

 

Mientras subían las escaleras apreció los tules y sedas que formaban una telaraña luminosa que decoraba el lugar. De verdad se habían esmerado en poner bello el lugar.

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mientras tanto in the bedroon slitherin girls B)

 

mi mente decida ves y la otra decia no vallas , decidi que hacer

durante 3 horas sentada pensando que haria de mi vida pense

no ire pues doy pena ajena , las chicas se quedaban mirando

horrores de mi algo un instinto de ves que haces aqui

nacio , no pues ist romance

 

 

mira la rara de slitherin

empesamos de nuevo con sus comentarios naahh da igual

mi alma greco romana decia ropa que tengas loser

sii tengo una pero no se que diran

 

 

ahh como sea y total mi 1er san valentin sera genial

planie como pasar ese dia yo sola y sabia como divertirme ^_^

a ver , vallestas sii , ballonetas, sii mmmmmmmmm falta algo

lurimexs a sii pero que falta mi pensamiento decia

ashh como eres no falta nada si quien falta <_<

 

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u.u nunca mas un juntos para siempre

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La sonrisa de mis labios no se borraba mientras recorría orgulloso el pasillo del brazo de la mujer que amaba, de la mujer que pronto si todo salía bien sería mi esposa, en esos momentos se paso por mi mente si ella llevaría mi apellido o seguiría usando solo el Potter Black, ya tendríamos un momento para hablar eso, aunque no estaba del todo seguro si se lo preguntaría, prefería ella lo decidiera.


Sonreí un poco con picardia cuando veía donde iba a parar la rosa que le regalaba, -Linda rosa- susurré en su oído mientras nos adentrábamos un poco mas, un poco con ansias deseaba poder llegar al jardín en algún momento de la noche, aun se venían a mi mente las imágenes de nuestros primeros encuentros.


-¿Puedo olerla de mas cerca?- pregunté en forma traviesa, aun había poca gente así que se daba para jugar con ella, luego cuando llegarán mas lo mas seguro es que me la raptaría hacía alguna parte de la academia que aun no conociéramos, mas de algún salón creo que podría esconder a una pareja de enamorados como nosotros.


-Te amo mas mi amor- la observé por unos instantes, se veía hermosa como siempre, pero aquella noche su sonrisa tenía un brillo especial.


-¿Quieres beber?- pregunté a Darla mientras miraba donde estaría la mesa de los tragos, al menos suponía que debia haber algo en la recepción.

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<<¿Fiesta de San Valentín en Hogwarts?>> se preguntaba Elros muy dubitativo, pues no recordaba que se hubiese celebrado alguna de esas conmemoraciones en sus tiempos de estudiante; tal vez se habían suprimido por quién sabe qué actitud mal intencionada que hubiese instado a las autoridades académicas a censurarlas. Pero ahora estaba en el año 2016, y tenía la oportunidad de participar en una de ellas siendo un apuesto joven de tan sólo veinte años, edad suficiente para poder entablar alguna relación de amistad seria con alguna que otra persona que le resultara interesante; debido a que de amor no se podía aventurar a nada al tener su corazón ocupado con su amada Millie. <<¿Qué será de mi enamorada? ¿Los Diggory estarán por alguna parte en esta época?>> meditaba el mago, al mismo tiempo que cubría su tonificado cuerpo con la toalla de algodón níveo que estaba a la salida de la tina del baño privado de su alcoba en la mansión Gryffindor. Luego de secar cada parte de su ser mortal; se encaminó hasta el armario de donde sacó un traje bruno de etiqueta, bastante elegante y sofisticado, compuesto por: un pantalón y chaqueta de tela europea, una camisa blanca de corte italiano con botones negros y colleras de oro, una humita oscura y unos suspensores de cuero que se afirmaban al cinturón del mismo material de hechura y procedencia.

 

Tras abrochar sus zapatos opacos de piel de cocodrilo africano; se dirigió hasta el espejo para peinar sus revueltos cabellos rojizos, los cuales quedaron bien alisados con el gel que utilizó para llevarlos hacia atrás y acomodarlos como un caballero de la alta sociedad mágica. <<Me veo como todo un Di Caprio en Titanic>> bromeó para sí, recordando aquella película muggle que fue un éxito de taquilla por los años 90’. Fue así que una vez ocultada su varita dentro la capa de viaje azabache con que se abrigó, ajustado su reloj de pulsera y colocado correctamente su par de anillos; decidió bajar rápidamente las escalas desde el tercer piso de su morada hasta llegar al umbral de salida de la misma en donde desapareció a través de aquella desagradable y brusca sensación de vacío que lo materializó segundos después en las inmediaciones de la famosa casa de estudios que lo vio crecer como alquimista y como persona de valores bien instaurados bajo el amparo de la Casa de Hufflepuff. -Buenas noches... Vengo en calidad de… invitado personal del Director Elvis Gryffindor. Con vuestro permiso- dijo el ojiverde una vez que cruzó por el hall de entrada, no pudiendo soslayar con la mirada aquellos jarrones de cristal de donde emergían corazones iluminados.

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Un cosquilleo tierno recorrió su cuerpo al sentir el susurro de Seba al oído y sonrió al escuchar sus palabras. De verdad él lograba transportarla a un mundo de nuevas sensaciones que a veces no entendía pero que a su lado disfrutaba hasta lo increíble. Sonrió al pensar que les quedaba el resto de sus vidas para descubrir aún más cosas que los hacían felices. Una risita escapó de sus labios al escuchar la pregunta.

 

--Puedes cuando quieras mi amor --lo miró con coquetería y movió su pecho hacia un lado y el otro, coquetéandole más, ofreciéndole el aroma de la flor para que se deleitara con él y algo más.

 

La mirada de él la hacía sentir como una adolescente, sus hormonas alborotadas y su coquetería y amor a flor de piel. Asintió ante su pregunta y señaló hacia el Gran Salón, desde donde llegaba el sonido de la música.

 

--Creo que deberíamos ir para allá, porque dudo que estos querubines traigan refrescos en sus carcaj --dijo señalando a los pequeños seres que volaban por sobre sus cabezas.

 

Mientras ingresaban al lugar apreció la decoración, no estaban las largas mesas sino varias más pequeñas dispuestas alrededor, no eran para una sola pareja pero igual guardaban distancia como para que tuvieran cada uno su momento encantador. Sobre sus cabezas candelabros flotaban y más arriba se apreciaba el cielo nocturno con su belleza habitual, constelaciones de estrellas y una luna tímida escondiéndose tras una nube. Había una tarima dispuesta para una actuación junto a la pista de baile y del otro lado unas mesas con dulces y en el centro de ella una gran fuente con ponche, Darla señaló hacia allá.

 

--Creo que aquella es la bebida oficial mi amor --dijo mientras se abrazaba más a él y le daba un beso tierno a la vez que un querubín se detenía sobre ellos y los llenaba de confeti rosado.

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Comencé a escuchar los sonidos provenientes del interior del castillo, caminé un poco para que mi vista alcanzara a distinguir a todos aquellos que iba del Hall de entrada hasta el Gran Salón, y sonreí al reconocer a dos viejos amigos míos, Seba y Darla. Me contuve de ir corriendo a saludarlos, prefería que disfrutaran los primeros momentos de aquella velada como lo que eran, una pareja enamorada, después los molestaría con mis saludos.

 

Me senté en una de las bancas que estaban decoradas para la ocasión mientras aspiraba el dulce aroma de aquellos lares, un sitio de calma, de paz y de mucha tranquilidad, justo como me gustaba. Esperaba poder ver en la noche a mi querida esposa, Cye Lockhart, pero aún no sabía si se encontraba con la disposición de asistir a estos eventos... y yo, en vez de estar a su lado, venía sin más.

 

- Me va a terminar colgando, seguro.

 

Sentía el peso de mi varita en mi brazo, debajo de la manga de mi túnica, esperando poder ser usado de una forma muy especial para estas fechas. Unos hechizos sencillos, florituras de mi mano para crear el ambiente perfecto, cosillas que había aprendido en mi natal Francia, solo apra ella.

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La fecha marcada en el calendario por todos los enamorados del mundo, tanto del mágico como del muggle, había llegado. Un evento con la capacidad de hacer perfecta una noche de ensueño donde solamente tienes tus ojos y el resto de los sentidos para una persona, así como de que te den ganas de vomitar arco-iris por la manera cursi que las felices parejas tienen de comportarse.Todo depende del punto de vista de cada uno y sobre todo si vas solo o acompañado. Ser de los que mira o ser de los que besa marca la diferencia. ¿Es triste ir solo a una fiesta de San Valentín? Definitivamente sí, horrible, te hace sentir una envidia por el resto que no es nada buena, pero era el mejor plan que tenía para ese día. Con suerte no sería el único en ir solo.

 

Se celebraba en Hogwarts, previsiblemente se encontraría con algunos compañeros, profesores y ex-alumnos, podría resultar ser un buen día para conocer nueva gente y afianzar relaciones con otros que conocía pero no lo suficiente. Se necesitaba amigos en todos lados. Para la ocasión no podía ir de cualquier manera, tenía que ir presentable y lo suficientemente atrayente como para no pasar desapercibido. Eso resultaría un mazazo inesperado para su alta autoestima. Siempre había tenido una idea que podría atraer al resto y no era otra que echarse poción Amortentia por el cuerpo, puede que el aroma quedase impregnado en su ropa y en su cuerpo y ya se sabía, olía diferente para cada uno con lo que le gustaba. Un día lo probaría, a lo mejor no funcionaba, pero por intentarlo no pasaba nada.

 

Medidas desesperadas para situaciones desesperadas. El caso es que después de mirar una y otra vez su amplío armario se decantó por un elegante traje de color gris oscuro, una camisa blanca y una corbata verde en honor a su casa en el colegio, un bonito guiño a Slytherin. Hacía frío, mucho frío para ir únicamente con eso, por ello se había puesto por encima una larga túnica de gala, completamente negra, al igual que los zapatos impolutos que llevaba. Los que se acercasen lo suficiente podrían disfrutar de un aroma de frutas del bosque que había utilizado como perfume. Y con todo listo, se dirigió hasta el castillo con cierto nerviosismo, hacía tiempo que no acudía a ninguna celebración de ese estilo, tenía miedo por descubrir que se encontraría allí, pero deseaba volver a casa con una sonrisa en los labios significante de que su noche había sido de ensueño.

 

Cruzó los jardines nevados de manera lenta, le encantaba pisar la nieve, le gustaba esa textura bajo sus pies. Llegó a la fiesta en el Gran Salón. ¿Es un intento de vestirle como Cupido? Bue, no exactamente, le faltaban las flechas y el arco, sin embrago, no pudo evitarlo y se echó a reír a ver a Peeves de esa manera. Pobre, luego se quejan de que hagan travesuras pero después de lo que le han obligado a ponerse poca travesura es pequeña. Y es que sentía cierto aprecio por él, sus bromas pesadas le hacían divertirse siempre que no fuese él quien las sufriese, aunque a veces también le divertían incluso así. Reírse de los demás era divertido, aunque no con malas intenciones, el único objetivo era pasarlo bien. Se preguntaba si para San Valentín había preparado algo grande y especial, por dentro deseaba que sí, que hiciese algo que entretuviese la fiesta y pusiese de mal humor a otros, pero habría que esperar hasta que ocurriese para descubrirlo.

 

Los colores que inundaban el Gran Comedor no eran sus preferidos, pero todo en conjunto hacía que el lugar estuviera fantástico. Pista de baile... esperaba que los que se pusiesen a ella supieran, no quería sentir vergüenza ajena. Caminó por la estancia buscando una persona sola con la que charlar y quizá buscando algo que tomar, un trago que llevarse a la boca. De un momento a otro se quedó completamente parado. A un par de metros de distancia visualizó un rostro que le resultaba extremadamente familiar, que le traía recuerdos de su pasado, de una época de su vida que quizá nunca olvidase, pero no... ¡No podía ser! ¿O sí? Se acercó más a ella hasta quedar a un metro, puede que menos. Era ella o su gemela, no había otra y no recordaba que tuviese una gemela, por lo tanto... Su respiración se aceleró y el nerviosismo que llevaba aumentó sin que se diera cuenta, intentó decir algo pero también se había quedado sin palabras. Tragó saliva sin dejar de mirarla. ¿Ella la reconocería o no sería capaz de recordarlo? Había pasado mucho tiempo.

 

Permaneció parado mirándola fijamente a los ojos. Las dos alternativas que podían suceder eran sencillas, o lo tomaba por un loco por mirarla de esa forma tanto tiempo, o lo reconocía. Su interior esperaba, obviamente, que sucediese lo segundo. Ser recordado por ella sería una bonita noticia un día como hoy, aunque... ¿qué decir ante lo sucedido? Callado admitió para si mismo que después de hoy no debería de presumir de valentía delante de nadie por mostrar tal cobardía en ese instante. No se atrevía siquiera a saludarla educadamente. Involuntariamente en sus labios se dibujó una pequeña sonrisa, tímida pero sincera.

Editado por David Lannister

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Un Lannister siempre paga sus deudas.

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Seraphine observaba desde su posición a los jóvenes, a las parejas de enamorados, jóvenes alocados, jóvenes tímidos, y apáticos también. Recordaba su propia experiencia en la academia, segura que no había participado en un evento como ese siendo aún colegiala, aunque estaba demás decir que le habría encantado. Ahora, claro, como maestra vigilaba sin realmente hacerlo a los chicos, esperando que todos tuvieran una velada agradable con sus respectivas parejas o amigos.


No había mucho por hacer. Figuras emergían bastante lejanas como para distinguirlas, muchas de ellas se quedaban en la entrada, a lo mejor esperando a alguien. Ella, no esperaba a nadie en específico pero por alguna razón se sentía ansiosa, extraña. A lo mejor por ese motivo jugueteaba con su cabello, largo hasta la espalda que caía en armoniosas ondas aunque no del todo libre, pues el semi recogido impedía que le cayera sobre el rostro. Ese gesto inocente podría pasarle desapercibido a cualquiera, incluso a la misma bruja, pero claramente era signo de algún tipo de nerviosismo o ansiedad desconocidos.


Pensaba en todo pero al mismo tiempo, sentía la cabeza en blanco. En el fondo sabía que era una lástima que no hubiera podido concertar una cita previa con un grupo de amigos, pues eso habría ayudado a que el tiempo pasara más rápido. ¿Pero, en realidad había querido ir acompañada? Sonrió para sí debido al rumbo absurdo de los pensamientos en su cabeza y decidió ir por algo de ponche, para poder tener las manos ocupadas y un motivo para distraerse un rato.


Peeves volaba sobre las cabezas de los presentes demasiado tranquilo. Muy, muy tranquilo. Todo aquello resultaba sospechoso de alguna forma, pero nadie parecía notarlo. Seguro el espectro tendría una buena dosis de diversión esa velada, solo esperaba que no a costa suya.


Interrumpió sus pasos para quedarse quieta no muy lejos de la mesa de las golosinas. Ahora, el vaso de ponche giraba entre sus pálidos dedos manifestándose en una danza armoniosa y silenciosa que la muchacha pareció no notar. Sus ojos estaban fijos en sus alumnos, que continuaban llegando sin cesar al festejo.


No hubo transcurrido mucho tiempo cuando algo incomodó a la bruja. De alguna forma, sentía que le observaban. Que le observaban mucho. Un tanto nerviosa dejó que sus orbes recorrieran el salón de manera disimulada, y no encontraron nada hasta que… creyó sentir que el corazón le había dado un vuelco tan violento que había de alguna forma parado en su garganta. El vaso dejó de girar, el ponche dejó de danzar. Seraphine apartó la vista de un golpe, todavía alterada por aquel inesperado encuentro.


El tiempo dejó de transcurrir a su velocidad normal, pues los segundos empezaron a parecerle horas. Se arriesgó nuevamente a mirar, despacio… definitivamente, ahí estaba él, con una sonrisa tímida en el rostro. La misma sonrisa que había visto tantas veces y que sin duda le traía mil y un recuerdos, tantos que empezaron a dispararse violentamente en su cabeza como si fueran fuegos artificiales.


Estaba vivo.


Aspiró violentamente, tratando de no perder la compostura. Estaba tan cerca y sin embargo, no parecía dispuesto a acercarse. La tensión en el ambiente empezó a alterarse cada vez un poco más, hasta que literalmente pudo sentirla en físico, como choques eléctricos que corrían a través de su espina dorsal. La mirada de ambos estaba fija en el otro de manera tan intensa que habría pensado que podría volverse piedra de seguir allí por unos segundos más… nadie más parecía notarlo.


Tantos años sin saber de él, ni una pista, ni una nota de despedida.


¿Qué podía decirle? Y es que, literalmente, cualquier diálogo se quedaba corto para lo que su cabeza tenía en mente.


—-Volviste…—musitó en un susurro apenas audible.



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<<Mira que entretenidos querubines>> pensaba el Gryffindor mientras observaba el cielo del salón de entrada, llamándole también la atención aquella especie de telaraña formada con sedas rosas y carmesíes entrelazadas; dándole mayor colorido a aquella festividad que reuniría a más de un par de corazones destinados y, como no, otro dúo de corazones rotos por alguna que otra desventura que duraría solamente unas cuantas horas de la noche. No era alternativa para el muchacho el subir por los escalones de la derecha, ni tampoco era imprescindible colocar su nombre en aquellos pergaminos que se depositaban en la mesa con mantel escarlata; por lo que optó por dirigir sus pasos hacia el Gran Salón en donde se aglomeraba la mayor cantidad de personas en post de la agradable música que se oída desde el punto de partida situado en el vestíbulo de Hogwarts. Inmediatamente le cautivó que la disposición de las mesas no era la de costumbre, sonriendo al ver también unos cuantos arreglos florales que entregaban un toque de romanticismo al ambiente. -Qué maravillosa se ve la luna sobre el cielo encantado… Esperemos no hayan licántropos hoy- susurró con cierto tono burlesco, esperando que ninguno de los allí presentes le escuchara su acotación.

 

Luego de caminar unos minutos a través de la pista de baile, ojeando de vez en cuando la esfera de cristal que reflejaba la luz de los candelabros ubicados en las mesas; Elros fue directamente hacia su extremo izquierdo, con el propósito de coger una copa con ponche y unos cuantos bombones rellenos de dulce de leche que en un santiamén acabó. -Esto está en verdad delicioso… ¡Un manjarsh!- exclamó sonriendo, no dándose cuenta que tenía restos de chocolate entre sus níveos dientes; hecho que fue blanco de broma para Peeves, quien le propinó un bastonazo que casi lo lanza de lleno sobre la fuente con el brebaje festivo. -Eres un maldito, pequeño diablo… Me las pagarás eh- manifestó, sonrojándose ante las miradas de los invitados que se percataron del acto bromista del poltergeist. Avergonzado, el chico de cabellos rojizos orientó su andar hacia los Jardines, esperando pasar el mal rato vivido.

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