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TERRORTOURS (MM B: 113226)


Edmund Browsler
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Entonces Evarela estaba sorprendida.

 

Edmund sonrió con satisfacción mientras dirigía sus manos para alcanzar un par de canapés. También acercó un plato que tenía una ensalada capresa que lucía sumamente apetitosa. Antes de dedicarse a la ensalada, se comió uno de los canapés de un sólo bocado y luego tomó la copa de vino con su otra mano para dar el primer sorbo. Ciertamente el vino estaba exquisito, tal cual lo había manifestado su acompañante. Tal vez a partir de ese momento empezaría a dar caza a quintapeds para fabricar más de aquel vino.

 

— ¿Y quién dijo que íbamos a dormir? —respondió Edmund a la pregunta de Evarela al tiempo que le guiñaba un ojo.

 

La comida pasó con una charla amena sobre los destinos que estaban promocionado en su negocio y sobre las cosas que podrían hacer en cada uno de ellos. Al finalizar, Sanguini apareció nuevamente de la nada para acercarse a ellos.

 

— ¿Les gustó la comida? —preguntó el vampiro mientras su séquito de sirvientes retiraban los platos.

 

Tanto Evarela como Edmund asintieron con la cabeza.

 

— Mucho, Sanguini —respondió Browsler—. Por cierto, sé que organizaste una fiesta de vampiros para esta noche pero creo que pasaremos esta noche. Viajamos desde muy lejos y estamos un tanto cansados, ¿podrías mostrarnos las habitaciones en las que nos alojaremos esta noche?

 

— Por supuesto, señor Browsler. Y no ha de preocuparse por el ruido pues la fiesta tendrá lugar al otro extremo del castillo.

 

Edmund se encogió de hombros mientras ascendían por una escalinata de piedra para acceder a uno de los pisos superiores del castillo. No alcanzaba a escuchar nada más. Suponía que la fiesta ya habría empezado pero en aquella parte del castillo no llegaba ningún ruido. Sanguini se detuvo en seco cuando llegaron a una puerta de roble cuya altura era de dos veces la de los presentes. El vampiro indicó que aquella era la alcoba de la señorita Black. Edmund se despidió de la banshee con un beso en la mejilla y siguió a Sanguini en busca de su alcoba.

 

Al llegar y cerrar las puertas de aquella inmensa estancia, Edmund se desnudó por completo para lanzarse sobre la cama. Sí, estaba cansado. Pero sus ojos estaban abiertos de par en par indicando que no podía conciliar el sueño. El mago se levantó una hora después y se envolvió en una capa de color negro que cubría su desudez. Tomó su varita mágica y salió de su habitación aplicándose un encantamiento desilusionador sobre sí mismo. Avanzó por los pasillos hasta llegar a la gran puerta de roble que había visitado poco tiempo atrás. «Salvaguarda mágica» pensó para lograr atravesar la puerta con sumo sigilo.

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- ¿En serio? - inquirió alzando una ceja.

 

Habían pasado una buena y confortable velada, comiendo y terminando con la botella de vino con sangre de quintaped, mientras hablaban a cerca del negocio que acababan de abrir. Había estado tan cómoda que casi le había dado penaa que los vampiros llegaran para recoger la mesa. El vampiro que los había recibido en el vestíbulo hacía algo más de una hora, llegó de nuevo hasta la mesa y, tras intercambiar unas cuantas palabras con el Browsler, les indicó que lo siguieran para mostrarles la habitación en la que se hospedarían. Se detuvieron en una enorme puerta de roble y Sanguini les indicó que aquella sería la habitación de la Black.

 

Al parecer, iba completamente en serio. El vampiro no añadió ni una sola palabra, se limitaba a esperar para continuar su camino hacia la habitación del mago. Por su parte, Edmund se limitó a darle un beso en la mejilla para seguir a Sanguini por aquel inmeso pasillo. La banshee suspiró y abrió la puerta que le habían indicado. Tras aquellas gruesas hojas había una enorme habitación con una cama de matrimonio. Tras las cortinas podía intuir un balcón pero a penas había luces en el exterior. También había una puerta a la izquierda, junto a un enorme y antiguo armario, que supuso que sería el baño.

 

Caminó hasta uno de los sofás de la alcoba y se dejó caer, tumbándose. Edmund había insinuado que no dormirían pero, de momento, había optado por dejarla sola. Por un segundo pensó en ir a buscarlo pero en seguida cayó en la cuenta de que no sabía en cual de las numerosas habitaciones lo había hospedado el vampiro. Suspiró y se levantó. Se dirigió hacia el baño y comprobó, agradada, que había todo lo requerido por una persona para tomar un baño. Y eso fue lo que hizo, relajándose y olvidándose de la hora. Tras un largo rato y envuelta en una toalla, salió a la habitación.

 

A pesar de estar celebrándose una fiesta de vampiros no muy lejos de allí, la banshee no escuchaba ni un solo ruido más que el que ella misma hacía. Se detuvo en medio de la estancia, con el cabello todavía goteándole, preguntándose si su socio estaría dormido. No lo sabía con exactitud pero estaba segura de que había pasado una hora desde la última vez que había visto al mago. Su varita apareció en su diestra y, con un movimiento rápido, el agua desapareció de su pelo, dejándolo completamente seco. Dejó caer la toalla y, todavía con el arma de madera en la mano, se metió entre las sábanas de seda.

 

Una vez tumbada, cerró los ojos dispuesta a dormir pero entonces un olor familiar fue captado por su olfato. Frunció el ceño, extrañada. ¿A caso eran tan grandes las ganas que tenía de estar con Edmund que sus sentidos le jugaban malas pasadas? Era su olor, de eso no tenía ninguna duda. Se incorporó en la cama y sujetó con fuerza su varita. Conocía lo suficiente a su acompañante como para saber que podía colocarse en su habitación con facilidad y sigilo.

 

- ¿Browsler? ¿Estás aquí? - preguntó sintiéndose un poco tonta. Quizá si que había sido producto de su imaginación.

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¿Browsler? ¿Estás aquí?


Edmund dudó si contestar o no a aquella pregunta. Se mantuvo de pie dentro de la habitación de Evarela sin hacer ningún ruido, ¿cómo podía tan siquiera sospechar que se encontraba allí? Tal vez si era cierto lo que decían del sexto sentido de las brujas. Al no recibir respuesta alguna, la banshee volvió a tumbarse en la cama para envolverse bajo aquellas sábanas de seda. El mago sabía que la bruja prefería dormir sin nada de ropa, pero se mantuvo un tiempo allí hasta que Evarela se quedara dormida, lo cual sucedió un cuarto de hora después.


La capa de color negro que Edmund se había lanzado encima cayó al suelo sin hacer ningún ruido. El cuerpo de Browsler volvía a ser tangible, pero aún se confundía en medio de las sombras bajo el encantamiento desilusionador.


Browsler avanzó, sus pies descalzos producían un ruido suave que Evarela no alcanzaba a escuchar pues estaba profundamente dormida. Edmund alzó las sábanas de seda y se fue adentrando en ellas. Lo primero que encontró fue uno de los pies de la bruja, el cual besó para ir ascendiendo por toda su pierna para detenerse a mitad de su cuerpo. Allí se detuvo, su respiración comenzaba a acelerarse, lo mismo con las palpitaciones de su corazón. Aspiró el olor que emanaba la bruja y abrió sus labios para probar su dulce néctar. Evarela suspiró y su cuerpo se encorvó hacia atrás para terminar por soltar un gemido que fue ahogado por el sonido de los truenos.


Una tormenta se acercaba…


Una de las manos de la banshee acarició los cabellos castaños de Edmund para luego sujetarlo con firmeza. La barba poblada de Edmund y su órgano móvil producían un cúmulo de sensaciones en Evarela que podían notarse por sus movimientos, respiración y palabras. ¿Estaría ya despierta? Sus siguientes palabras confirmaron su teoría, sí, estaba despierta. El encantamiento desilusionador de Browsler finalmente había culminado, la bruja no lo veía pues estaba bajo las sábanas de seda, pero sí podía recordar de quién se trataba. La temperatura del cuerpo de Evarela aumentó considerablemente al tiempo que sus pezones se endurecían. Ambas manos de Edmund sostuvieron la cintura de la bruja cuando esta se arqueaba nuevamente.

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  • 2 semanas más tarde...

No recibir contestación alguna fue un poco decepcionante pero, por otro lado, algo bastante lógico. Después de todo lo que había pasado entre ellos y, a pesar de su comentario durante la cena, dudaba mucho que Edmund pasara la noche con ella. Suspiró y se tumbó. Con un gesto de la mano la luz se apagó y la banshee cerró los ojos. No supo exactamente cuánto tardó pero finalmente terminó durmiéndose. De repente sintió algo cerca de su pierna y no pudo evitar abrir los ojos. ¿Había alguien o algo a tan solo unos centímetros de ella o el vino le había sentado mal y le producía alucinaciones? Quizá la sangre de animal en una banshee tuviera efectos desconocidos.

 

Entonces supo que se trataba del Browsler al sentir unos labios recorriendo aquel rincón escondido de su cuerpo. Sonrió mientras cerraba los ojos para disfrutar de aquel momento, pensando que no había mejor forma de despertar. Su respiración comenzó a acelerarse mientras el placer comenzaba a recorrer su cuerpo, volviéndose más intenso a cada momento hasta que no pudo reprimirse más y soltó un gemido a la par que su espalda se arqueaba. Buscó la cabeza del mago y agarró su pelo castaño con una mano para después apretar su cabeza contra ella.

 

- Pensé que no vendrías - susurró antes de que otro gemido saliera de su boca y su cuerpo se sacudiera de nuevo, invadido por aquel placer que el mago le producía.

 

Se incorporó y apartó las sábanas. Todavía seguían a oscuras pero con un simple gesto de la mano la luz inundó la alcoba. Agarró la cara del mago, atrayéndola hacia la suya para besarlo con pasión, como hacía tiempo que no lo besaba. Lamió sus labios justo antes de empujarlo hacia un lado, para que quedase sentado sobre el colchón. Se colocó sobre él, de cara y con las piernas abiertas pero sin llegar a sentarse. Llevó ambas manos a la espalda de Edmund para arañarla desde el cuello hasta donde llegaba, mientras clavaba sus ojos en la brillante y azulada mirada del mago, perdiéndose unos segundos en ella.

 

- Te tenía muchas ganas - inclinó la cabeza hacia su cuello, lamiéndolo y mordiéndolo mientras volvía a enredar sus dedos entre el pelo del Browsler.

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  • 2 semanas más tarde...

Edmund envolvió a Evarela con sus fuertes brazos mientras su labios se entrelazaban y sus cuerpos giraban sobre la cama hasta caer el suelo. El mago abrió los ojos y aclaró su vista, estaba envuelto en sábanas blancas. Al caer se había golpeado la cabeza pero no se había dejado ningún moretón afortunadamente.

 

— ¿Evarela? —preguntó al tiempo que se incorporaba.

 

La bruja había desaparecido.

 

Al sentarse sobre la cama se percató que aquella habitación distaba mucho de la que había estado poco tiempo atrás. ¿Y en dónde se habría metido la banshee? Browsler se colocó de pie y vistió una túnica negra muy elegante. Todavía no era medianoche cuando decidió salir de su habitación. Edmund se detuvo en seco. ¿Qué se había hecho la gran puerta de roble? Tras vacilar un poco y pensar las cosas con mayor claridad, concibió que lo había soñado todo.

 

Edmund sonrió, no tenía aquella clase de sueños desde que cumplió veinte años. Y eso hacía ochos ya.

 

Podría esperarse que el mago se dirigiría directamente hacia la gran puerta de roble, pero no, decidió caminar para dirigirse hacia el ala este del Castillo de Bran. Caminó una media hora hasta llegar, tal era la enormidad de aquella edificación.

 

— Señor Browsler, ¡qué sorpresa verlo por aquí! —saludó Sanguini—. Pensé que estaría cansado por el viaje. ¿Y la señorita Evarela?

 

— Creo que está teniendo unos dulces sueños —respondió con sorna.

 

— Adelante.

 

Edmund entró en el salón de eventos y quedó maravillado ante tal fiesta. Habían unos cien vampiros aproximadamente. Muchos estaban sentados conversando silenciosamente en mesas ubicadas tanto en la planta baja como en el primer piso, mientras que el resto se encontraban realizando una danza magnífica en la pista de baile, la cual era tan amplia como un Campo de Quidditch. Parecía que los vampiros hubiesen ensayado aquella danza durante años pues estaban todos perfectamente coordinados.

 

Al descender por la escalinata de mármol, Browsler se sintió aliviado de observar manjares y bebidas de todo tipo de sangre. Podía darle batalla a unos cuantos vampiros, pero no a todos los presentes si pretendían matarlo. Había escuchado historias fantásticas sobre aquellas criaturas, además, muchos de ellos eran también magos. Edmund se acercó a la barra y pidió un poco de vino de sangre de quintaped, ya lo había probado y le había gustado. A su lado se encontraba una joven señorita bebiendo lo mismo que él. Frunció el ceño y preguntó:

 

— ¿Acaso no eres demasiado joven como para beber?

 

— ¿Y tú no eres lo suficientemente adulto como para no meterte en lo que no te importa? —espetó la niña, girando su cuerpo hacia él—. Tengo 116 años, para tu información.

 

Edmund se rió a carcajadas.

 

— Mi nombre es Edmund —se presentó, estrechando la mano de su interlocutora.

 

— Y el mío Helena —dijo la vampira—. Helena Browsler.

 

La copa de vino de Edmund cayó al suelo en el acto, haciéndose añicos.

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Evarela se giro para abrazar a Edmund y un escalofrio recorrió su cuerpo. La piel del mago estaba demasiada fría para tratarse de una persona con vida. Encendió la luz y se percató de que la persona que yacía a su lado no era su socio sino un hombre al que no conocía. De forma automática se tapo y se alejó todo lo que la cama le permitía. ¿Qué demonios había pasado? Juraría que el que se había colado en su habitación aquella noche era el Browsler pero parecía ser que no. En ese momento se juró no volver a probar aquel vino.

 

- Buenos días - saludó el hombre sonriendo.

 

- ¡Largo!

 

- Pero...

 

- ¡Pero nada! ¡Lárgate!

 

El tono de la banshee no dejaba lugar a réplicas. El hombre se levantó y sin molestarse en tapar su desnudez, y caminó hacia la puerta, no sin antes obervar a la Black dedicándole una sonrisa encantadora. Cuando por fin estuvo sola se levantó y se dirigió al baño para ducharse. Cuando estuvo vestida decidió que era mejor bajar y buscar a su socio para largarse de allí de una vez por todas. Llegó hasta el vestíbulo y se quedó quieta, mirando a su alrededor.

 

Era la segunda vez que ponía un pie en ese castillo y de la primera no recordaba lo suficiente como para conseguir ubicarse. ¿Dónde demonios se había metido Edmund? Ni si quiera sabía dónde estaba su habitación y encontrarla le llevaría bastante tiempo. Cuando estaba a punto de rendirse alguien la agarró por la cintura. Notó que se acercaban a su cuello y de nuevo aquel escalofrío la recorrió de la cabeza a los pies.

 

- ¿Buscas al humano? - susurró la misma voz que le había dado los buenos días.

 

- - dijo apartándose mientras se daba la vuelta - ¿Lo has visto?

 

- Sí, está en la fiesta. Puedo acompañarte pero después de echarme así de tu habitación no sé si es conveniente.

 

Evarela enarcó una ceja mientras lo miraba con fijeza. Por el tono juguetón del vampiro supo que solo quería jugar con ella. Finalmente suspiró y se giró. Si no encontraba al Browsler se largaría de allí ella sola. Solo consiguió dar un paso pues el hombre la había agarrado de la mano. Un segundo después, se encontraban en un gran salon donde se estaba llevando a cabo la gran fiesta de la que había hablado Sanguini. Se soltó con rapidez lo que produjo que su acompañante se riera.

 

- Me dejarás al menos que te invite a una copa ¿no?

 

- Sí... pero nada de sangre. Ya tuve bastante anoche.

 

- Creo que eso debería decirlo yo - y sin más, la dejó en medio del salón rodeada de vampiros.

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La edificación negra no le amedrento, se apareció emocionado por participar en aquella aventura. Desde que conoció a aquella rubia hija de Valkyria, se propuso como "guía", ella estaba muy deseosa de volver a sentirse como "pez en el agua" y él estaba feliz de tener un motivo para recorrer el callejón Diagon.

 

El aviso en color rojo era sugerente: Terrortours no se responzabiliza de muertes o heridas"...¡Super! se dijo el chico ojimiel.

 

Miro la puerta principal con aquella aldaba de plata que debía de ser tocada tres veces, tuvo que reprimir su ansiedad de tocarla, debía de esperar a la joven rubia. No es que no pudiese emprender aquella aventura solo, pero también era una promesa que podía tornarse mucho más interesante en compañía y era una excelente oportunidad de probarse.

 

Echo una mirada a su reloj de plata, para esta aventura, cambio su ropa de vestir negra por un mezclilla negro, botas de piel de dragón, aquella chaqueta negra y su camisa verde jade, sus guantes de piel de dragón estaban muy a la orden en sus manos así como varias cosas que previno dentro de su mochila negra. Esta la llevaba en su hombro izuierdo, miro a la acera de enfrente, seguro que pronto la vería aparecer.

 

@Litle G.

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El cuerpo esbelto de la Karkarov se materializó cerca del número 59 del Callejón Diagon, en una esquina poco transitada. Alisó mecánicamente los pliegues de su blusa escarlata y apresuró el paso en dirección al local donde Anthoni la había citado; el resonar de sus tacones contra el camino empedrado la hizo reflexionar sobre futuro encuentro con el ahijado de su madre.

 

Hacía un par de semanas se habían conocido casi por accidente y en medio de las conversaciones que mantuvieron surgió la idea de hacer una aventura. Little llevaba demasiado tiempo fuera del mundo mágico y él, a pesar de su corta edad, lo conocía mejor que cualquiera. La rubia pensó, mientras se aproximaba a Terrortours, que era extraña la rápida confianza gestada entre ambos.

 

-Anthoni - saludó con una leve sonrisa. Observó que el joven llevaba ropa acorde para la imprevisible excursión, pues, así como ella, llevaba jeans, chaqueta y botas. Solo los ojos ahumados, el cabello trenzado en un moño alto y las perlas negras en su cuello dejaban entrever su gusto por la ostentación. – Lamento la demora, espero que no lleves demasiado tiempo esperando.

 

Little sabía que, aunque llevara dos días aguardando, él no le recriminaría. Sus orbes mieles se fijaron en el cartel, tan brillante como su propio atuendo, y arqueó una ceja ante la curiosidad que le producía el lugar. Tenía que ser nuevo porque no recordaba haberse cruzado con él. Internamente se cuestionó si sería lo más apropiado, pero la emoción expresada por Anthoni le impidió retractarse.

 

Había olvidado lo que era divertirse haciendo cosas audaces o ridículas. Realmente necesitaba aquello y agradeció internamente la companía que tenía.

-Bueno, tú eres el guía. Así que… Te sigo -. alegó al tiempo que afianzaba el agarre con su bolso cruzado. Tenía un encantamiento de extensión por lo cual la cantidad de objetos guardados en él era considerable; lo había llevado para prever cualquier cosa.

 

 

@

Editado por Little G.

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Castillo de Bran, Transilvania.

 

¿Browsler? ¿Estaba soñando de nuevo?

 

Edmund se pellizcó esperanzado. Le dolió. En definitiva no estaba soñando.

 

— No te preocupes, yo lo arreglo —manifestó el mago, envainando a Ddraig Goch en su mano derecha—. ¡Fregotego! ¡Reparo! —Su primer hechizo limpió todo el desastre que el vino de sangre de quintaped había ocasionado mientras que el segundo dejó la copa de cristal como nueva. Browsler la recogió y se la entregó al vampiro bartender para que le sirviera un poco más—. Acento galés, ¿eh? ¿Qué te trajo a Transilvania?

 

La vampira lo miró con suspicacia y Edmund creyó haber visto esa mirada antes, ¿a quién le recordaba esa mirada?

 

— Estás en lo cierto, soy galesa —respondió Helena, girando su delgada anatomía para encontrarse frente al mago—. Ahora veo que no eres tan tonto como pareces.

 

— Nunca subestimes a un mago interesado.

 

— No lo haré.

 

Helena se cruzó de piernas por lo que una de las puntas de sus zapatos alcanzó a rosar delicadamente uno de los muslos de Edmund. El mago tomó un sorbo de su vino. Browsler, la única dinastía con aquel apellido perteneciente a Galés era la suya. Y que él supiera, sólo existían dos Browsler restantes, él y su primo Jon. Pero aquella mirada... Aquella mirada le recordaba a su tía, la madre de Jon, ¿sería posible...? ¿Sería...?

 

Edmund dirigió nuevamente su atención a la vamp... ¿Qué? ¿Dónde estaba Helena? El mago se levantó de su asiento y caminó por todo el salón de eventos. Era inútil. Habían demasiados vampiros cómo para encontrarla.

 

— ¡Evarela!

 

El rostro de la banshee indicaba que estaba lista para irse, además, ya estaba siendo hora pues la fiesta se estaba acabando.

 

— ¿Nos vamos? —preguntó el mago ofreciendo su regazo a la bruja.

 

 

Terrortours, Callejón Diagon.

 

La noche había caído lo que provocó que se iluminaran las letras negras del cartel del negocio.

 

Terrortours funcionaba así, una vez que la noche llegaba, la diversión comenzaba. Adentro del local ya se encontraban Wendy y Warren para dar inicio a otra jornada laboral, ateniéndose a las indicaciones que sus propietarios les habían dejado antes de partir. Magos y brujas avanzaban por la calle adoquinada del Callejón Diagon, alejándose de aquel negocio que desprendía cierto misterio, terror... y cuyas letras rojas mostraban una advertencia que no era en tono de broma.

 

Un mago llegó hasta la puerta principal y se detuvo allí. Parecía estar ansioso, como se si estuviera muriendo de ganas por tocar la puerta. Aguardó un tiempo. Una bruja se acercó hasta él y le pidió disculpas por el retraso. Acto sonido se escuchó un fuerte golpe contra la puerta principal desde el interior del local, seguido de un grito desgarrador de mujer que erizaba la piel del más valiente. Alguien arañaba la puerta intentando escapar, golpeaba una y otra vez la misma con desesperación, otro grito y luego se hizo un silencio sepulcral.

 

¿Se atreverían aquellos magos a tocar tres veces la aldaba plata para ingresar al local?

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Tal y como lo esperaba, apareció su prima y desde lejos agito su mano en un saludo emocionado al cual también el sentía. Camino hasta reunirse con el ojimiel y algo apenada al parecer por su tono de su piel, dijo al chico que le miro sonriendo.

 

-- Antoni. Lamento la demora, espero que no lleves mucho tiempo esperando.

 

El chico esbozo una gran sonrisa.

 

-- A ti @@Little G., solo unos minutos, a realizar esta aventura...si que he esperado mucho!! -- bajo la vista -- No tengo a veces con quién divertirme...los que conozco suelen estar ocupados.

 

Era triste, porque lograba que estuvieran un día con él y luego tenían sus asuntos y ya no encontraban tiempo y otros lo despreciaban tan solo por su nombre. Aunque su contaba con amigos, Elvis era uno de ellos, pero el mago estaba tan comprometido con su empleo como Director de la Universidad...volvió a la realidad al escuchar a la rubia.

 

-Bueno, tú eres el guía. Así que… Te sigo.

- ¡Oh si! ¡Vamos! -- Sonrió y tomo la aldaba de plata con determinación y luego dio tres golpes. Soltó la aldaba, la puerta se abrió y estrañamente no crujió ni rechino, "algo raro!" pensó el chico miro a la joven y con un movimiento de su cabeza, le indico que entrará con él, el lugar no mostraba nada, apenas estuvieron ambos en el interior, la puerta se cerró dejandolos en la oscuridad. El chico conocía muy bien la oscuridad, sabía bien que lo que causaba miedo era lo desconocido, pero el adoraba descubrir lo desconocido. Avanzo en medio de la oscuridad y una luz de una vela suspendida en el aire les guió hasta una recepción.

 

Unas mesas solitarias se ven dispuestas y el chico se gira a la joven para comentar.

-- Parece que no hay nadie, jum- Alza los hombros y se acerca a tocar la superficie de una de las mesas.

-- ¡Oh, vaya! mira, aparecieron estas sillas, ven, hay que sentarnos a esperar ¿te parece?-- El chico ojimiel espera a que la rubia se acerque y tome asiento, solo entonces él también se sienta. La vela se apaga y quedan en la oscuridad.

-- Que ahorradores son con la luz ¿no te parece?

 

Se preguntaba el chico si aparecería un fantasma como en el local "Pitonisa Peralta"...

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