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Vulcanización Mágica (MM B: 108116)


Thomas E. Gryffindor
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El siguiente local en turno, era uno de sus excompañeros del Ministerio. Tomo un estuche y en el acomodo con cuidado, una bufanda, un gorro y unos guantes de los colores de la casa de Gryffindor en el colegio Hogwarts de magia y hecheceria. Con un papel de celofán lo envolvió y le adorno con un moño plateado.

Cuando estuvo listo, llamo a su halcón peregrino y dando le el nombre del local y la dirección, el halcón peregrino tomo el paquete y salió para marcharse cuanto antes a realizar aquella entrega,

Sentía que la distancia no era mucha desde que el peliverde se quedo en el hotel y entonces todas las entregas eran en los alrededores, haciendo más fácil la entrega de aquellos regalos.

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  • 5 meses más tarde...
Ya habían transcurrido un par de meses desde que los funcionarios de Accidentes, encabezados por Matt Blackner, acudieron al llamado de Thomas, con el afán de prestar sus servicios ministeriales luego del funesto ataque que sufrió el taller mecánico a manos de los mortífagos. Gracias a la amabilidad, disposición y buena voluntad de la secretaria Day; la Vulcanización Mágica logró salir a flote de forma airosa, recuperando en gran parte las pérdidas ocasionadas por el incendio y la magnitud del daño en general ante el destroso. <<Ya es tiempo de tomar el timón del barco>> pensaba el apuesto Gryffindor mientras sus pies se posaban en la arteria principal del Callejón Diagón, deteniéndose "en seco" frente a la puerta metálica del local comercial, de la cual sobresalía la enorme cabeza del león que rugía mágicamente cada vez que un individuo cruzaba la verja de bronce y oro marroquí. -¡Buenas tardes, señorita Finnigan! Hoy sus plumas colgantes lucen más brillantes que de costumbre ¿Sabe el porqué?- saludó el mago una vez que su vasta espalda atravesó la puerta que daba con el vestíbulo donde Misty trabajaba. -¿Es cierto lo que mis ojos ven? ¿Señor Gryffindor? ¡No lo puedo creer! Ya pensaba que...- alcanzó a decir antes de ser interrumpida por el pelirrojo. -¿Ya pensaba que se quedaría con las ganancias de mi negocio, eh Day? Pues está muy equivocada. Retiré los galeones hace un par de días para poder cursar más destrezas en la Universidad... Arte Uzza ¿Ha oído hablar de dichos guerreros mitológicos? Pues, sí... Ellos mismos son ahora mis maestros, querida- relató con una sonrisa colmada de satisfacción en su fisonomía apolínea. -Don Thomas... no era eso lo que iba a decirle. Yo... es que yo pensaba que usted había muerto. No tener señales de vida... ni un saludo en Navidad además de aquel que el señorito Antoni nos hizo llegar, no sé... daba mucho que pensar. Y bueno... luego de su regreso, me pidió que yo llevase la escoba a Athena Rouvás, en vez de hacerlo usted mismo, pues... denota falta de interes ¿No?- refutó.


-Tienes razón... En parte, tienes razón, mujer. Pero bueno... ya me tienes aquí otra vez, eh... Cuéntame ¿Cómo está Chimuelo?- consultó expectante de tener noticias amenas sobre su Ridgeback Noruego. -El Furia Nocturna está bien, señor... En perfectas condiciones, diría yo. Lo único malo es que come como sabañón. Entre él y los empleados, se trituran todas las ganancias del mes, incluso yo he tenido que...- de nuevo fue silenciada velozmente, pero en esta oportunidad debido a un rápido movimiento de la varita del fenixiano. -No quiero saber esos detalles, Day... pero estoy muy complacido con tu labor. Recibirás un bono por... "mejor secretaria"- agregó el veinteañero. -Pero señor. Si yo soy la única secretaria que tiene aquí- refunfuñó la bruja con el ceño apretado. -Lo sé, lo sé mujer. Es una mera forma de decirlo. Revisa bien tu liquidación de sueldo a principios de Julio... ahí verás los galeones extras que te daré... Aunque no creas que muchos... ¡Estoy en sequía!- exclamó el muchacho abriendo los ojos. -¿Algo más que me tengas que decir? Si tu respuesta es no... estaré en mi oficina revisando las facturas pendientes. ¡Ah! Y avísame si @ llega ¿Estamos de acuerdo?- culminó antes de atravesar el cuadro rumbo a la estancia donde se hallaba la gerencia.

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--Lo sé, lo sé-- había respondido Cye ante el gesto ofendido de la elfina que limpiaba el armario de las escobas, y había sacado una pequeña pila de trozos astillados de lo que deberían ser flamantes escobas, todas del segundo armario de Ishaya y luego la había amenazado con un “si no hace algo lo tirare todo a la basura y cuando el amito pregunte simplemente la señalare” por toda respuesta la rubia había blanqueado los ojos y se había perdido escaleras arriba, no sin antes ordenarle a otro elfo que metiera todo en un saco y lo pusiera junto a su alfombra.

 

Veinte minutos después volaba en su alfombra mágica con aquel cargamento hacia el callejón Díagon con el mecanismo de invisibilidad activado, por eso un par de transeúntes no la vieron descender y chocaron con los bordes de la alfombra de forma aparatosa, fue cuando ella se descubrió acaparando algunas miradas furibundas. Pero nadie iba a arruinar la felicidad que sentía por la posibilidad de arreglar todo aquello que vez tras vez había destrozado, por suerte tenía un marido maravilloso que no reparaba en lo económico y aunque las escobas solían ser reliquias sagradas para él, poco más de un “amor” era lo que la rubia obtenía cuando el pasaba los trozos del primer armario al segundo tras sus inspecciones.

 

Pronto encontró lo que buscaba una puerta elaborada en bronce y oro de la cual parecía desprenderse la cabeza de un león que si fuera real serian un tanto intimidante, se bajo de la alfombra y la hizo levitar tras ella adentrándose razón por la cual el León rugió, Cye pensó que era una manera muy original de anuncia a los clientes, si es que de eso se trataba. Avanzo hasta encontrarse con una dama, que supuso era la recepcionista o algo parecido.

 

--Hola, soy Cye Lockhart y traigo algunas cosas para el Señor Gryffindor-- dijo con cordialidad señalando el saco que la alfombra traía sobre y del cual sobresalían algunos trozos de madera astillados. --¿Se encuentra?-- pregunto al fin, pues bien podía no haber llegado o no estar disponible, o también pudo girarle otro tipo de órdenes a la mujer. Mientras esperaba su respuesta se acomodo hacia la espalda un largo riso dorado dejando impoluto el blanco del top que llevaba en contraste con el negro de la falda que le cubría de la cintura hacia abajo.

 

@@Thomas E. Gryffindor

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-El Señor Gryffindor está en su despacho ¿Quién le busca?- preguntó la Day, sin saludar, a pesar de que Cye ya se había presentado correctamente con ella en un trato muy gentil y cordial. -¡Ah! Señorita Lockhart, perdone mi falta de decoro, pero estos días he estado muy distraída con tanta cosa que ha pasado últimamente. Desde la llegada de mi jefe hasta las llamaradas del "Furia Nocturna" que está ahí abajo- señaló el mismo cuadro del Ridgeback Noruego por donde se accedía hacia la zona de gerencia, como también al subterráneo donde se mantenía el dragón azabache. -Le avisaré sobre su llegada. No creo que tarde en bajar- agregó en un tono más amable, al mismo tiempo que sacaba su varita con el afán de conjurar un par de palabras que tal vez la medimago no escucharía del todo. Fue así que un conglomerado de hilos plateados resplandecientes surgió desde el extremo distal del arma de la Finnigan, formando una lagartija diminuta que salió "disparada" atravesando la pintura que yacía tras el mostrador de la recepción de la Vulcanización, con el mensaje claro y conciso hacia el apuesto animago. En cosa de un par de minutos, la figura de Thomas se dejó entrever desde el espacio físico que quedó cuando el cuadro se movió hacia un lado; el cual no pudo evitar sonreír tras notar que su amiga venía a cumplir la promesa que ambos se forjaron en la clase de Sagitas sobre Maestría en Escobas. -Vaya, vaya, vaya... Miren a quién tenemos por aquí. La mismísima jefa del Control de Comercio Universal viene a solicitar los servicios de este humilde hechicero de cuarta categoría ¡JaJaJaJa! ¿Cómo has estado, querida?- expresó radiante el miembro de La Orden del Fénix.


-Veo que me has traído los "restos" de las escobas de tu marido, que a propósito no he visto en meses ¿Cómo está el condenado de Ishaya? No ha aparecido desde la revelación en el Atrio del Ministerio... ¿Está de viaje? ¿Enfermo? O es que acaso se volvió un antisocial- platicó el muchacho mientras se acercaba hasta la alfombra voladora con tal de examinar por fuera los trozos de madera que se podían vislumbrar desde el saco que los contenía. -Será mejor que subamos a mi despacho... Hay muchas mentes curiosas por aquí ¿O no Misty?- añadió girándose hacia la Day. -“Soy el amo de las tuercas, la velocidad y la adrenalina”- musitó a modo de contraseña, lo que produjo que el cuadro del dragón volviera a moverse para dejar libre el paso hacia un túnel pequeño con escalera ascendente. Luego de que ambos amigos se internaran en el recoveco, arribaron hasta la oficina del pelirrojo; quien se apoyó en uno de los bordes de la mesa de pool, mirando fijamente a Cye. -Ahora sí... Cuéntame ¿Cómo va todo?- consultó con empatía.


@

Editado por Thomas E. Gryffindor
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  • 2 meses más tarde...

El joven y compatriota Gryffindor me había citado en su local. Me sorprendía la verdad porque pensaba que iríimos a un lugar más privado para ello. No es que me hiciese mucha gracia, la verdad. En el castillo Rambaldi aún leía la nota enviada por esa lechuza que había dejado la misiva encima de la repisa de la ventana. Chasqué la lengua...

 

- Bueno, bien puedo llevar mis escobas y la moto -dije en voz alta, poniendo voz a mis pensamientos- pero será en otra ocasión.

 

Me di un baño relajante con espuma acompañada de un sabroso cava catalán. Sí, para beber escogía lo mejor que tenía en las bodegas de la enorme edificación de piedra y que éstas mantenían la temperatura ideal para todos los caldos, que tenía la familia Rambaldi.

 

Di un sorbo a mi copa y dejé que todos los sabores de la bebida pasaran por mi garganta. Aún faltaba al menos una hora para lo que había quedado en ese lugar. Al menos, en el callejón a esas horas sólo estarían personas que saliesen tarde de los locales en dónde se servían copas.

 

Era viernes y al menos el tiempo acompañaba en esa ocasión. Después de salir de la bañera tomé mi albornoz y puse una toalla en el pelo, enrollándola, para que se fuese secando. Fui al ropero y abrí las puertas para ver qué ropa podía llevar. Mientras, la suave brisa nocturna, hacía que las cortinas ondeasen con tranquilidad, gracias a las puertas abiertas de la terraza del cuarto, que poseía en el ala este dedicado a las habitaciones de los matriarcas y patriarcas.

 

Al final, me decidí por lo de siempre, me sequé, me puse mis prendas interiores y escogí una camiseta con el símbolo de gryffindor, la cabeza de un león con sus fauces abiertas, una cazadora de piel de dragón (que me había costado un ojo de la cara) tejanos y unas botas del mismo material que la cazadora. Sequé el pelo con la varita y la até con una cola de caballo alta. Recogí el monedero de piel de moke e introduje en su interior todos los cachivaches que necesitaría.

 

Tomé mi varita de álamo y susurrando un 'fulgura nox' se abrió un portal negro. Crucé la puerta creada por el hechizo y en cuánto se desapareció me encontré enfrente del local. Sonreí, negando con la cabeza al ver el símbolo de mi vieja casa de Gryffindor. Ahora esperaba que el muchacho @@Thomas E. Gryffindor se apareciese y también ahí había quedado con @@Matt Blackner aunque por lo tarde que era, no estaba segura de si pudiese llegar a tiempo.

 

Lancé una pequeña piedra con la punta de la bota y ésta se alejó unos metros. Al fondo, un par de magos ebrios iban cantando mientras entraban a otro local a seguir con la fiesta... Sólo esperaba que el lugar no fuese una trampa. Al menos, aún conservaba la protección mágica que protegía mi tatuaje y que era invisible a los demás, exceptuando a mis compañeros activos mortífagos.

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Era un poco tarde, pero seguía bien despierto. Decidí meterme en la ducha para librarme del calor y del cansancio de un largo día de trabajo, aburrido en la oficina del Ministerio al no tener tareas en el exterior.

 

Cuando salí, dudando que podría hacer, me llegó una nota de @ . Me citaba en un negocio del Callejón, Vulcanización Mágica. No lo conocía, al menos por haber estado en el. Ladeé ligeramente la cabeza, pero sonreí. No iba a decirle que no a una invitación tan misteriosa.

 

Asi qeu me vestí, con un pantalón marrón corto, una camiseta verde y unas deportivas negras. La varita, como siempre, en el bolsillo trasero derecho del pantalón, además de los collares y anillos ligados al Libro de la Fortaleza. Bajé las escaleras de la Mansión Potter Black..que fuera el patriarca no significaba que dejase de caminar gracias a la ventaja de la aparición en cualquier lugar de los terrenos.

 

Fui a la parte trasera, donde tenía guardado mi último juguete. A mi madre no le hacía demasiada gracia, pero me encantaban las motos, y aquella Triumph Bonneville negra era fantástica. Aceleré unos metros antes de emprender el vuelo por los cielos de Ottery.

 

No tardé demasiado en llegar hasta los alrededores del local donde Helike me había citado. Alli estaba, dando patadas a una piedra mientras un par de borrachos iban a otro local para continuar de fiesta. La calle estaba bastante tranquila a excpción de aquello.

- Que haces en esta solitaria calle a estas horas? - pregunté, apoyándome en el manillar de mi moto, sin bajar de ella.

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La visita anterior de Cye luego de la clase de Maestría en Escobas en el Ateneo de Conocimientos de la Universidad Mágica, le había dejado a Thomas muy satisfecho; especialmente por el hecho de tener que revisar y reparar parte del inventario de objetos voladores que Lockhart tenía consigo misma, lo que también le demostraba el nivel de confianza que la rubia medimago tenía con él desde el primer momento en que se conocieron. Ya había transcurrido un buen lapso de tiempo desde aquello; y muchos acontecimientos importantes pasaron por la vida del joven animago que no dejaba de perfeccionarse en habilidades y destrezas que le sirvieran para poder combatir las fuerzas oscuras de los mortífagos más peligrosos que formaban parte activa de las filas de La Marca Tenebrosa. Fue por eso que Gryffindor optó por dar espacio al Arte Uzza dentro de su espíritu; comprendiendo el porqué de aquella fuente de magia ancestral y el cómo los guerreros la utilizaban para sembrar el ímpetu en las tierras de Gran Bretaña.


La última de las pruebas que le vincularon al Libro de Los Ancestros fue verdaderamente complicada y difícil de llevar; no por la falta de comprensión ante las doctrinas de Khufu, sino por lo complejo que resultaban los hechizos que en el tomo se plasmaban como sapiencias de alto nivel de ocultismo. Fue por eso que Elros decidió tenderle una mano a la única de sus compañeras caída en los duelos de vinculación; su nombre era Helike, con quien tuvo que contenerse de utilizar todo su potencial en la contienda comandada por Bakari tras percibir la falta de práctica con la varita de la bruja, pese al gran nivel de motivación que poseía.


Ya era cerca de medianoche, y el veinteañero se encontraba solamente con su sombra en el recibidor de su local en la avenida principal del Callejón Diagón. Había procurado despachar a Misty y al resto de sus empleados muy temprano de modo de que nada estorbase con lo que ahí sucedería dicha noche de verano; suceso que planeó muy bien, en su mente algo extrovertida, antes de enviar a su lechuza con la misiva al negocio "El Dragón Verde", propiedad de la española Rambaldi. Día viernes, y muchos se marchaban temprano a sus hogares para comenzar a disfrutar del fin de semana que se avecinaba; pero eso no sería así para el fenixiano, el cual se apresuró a salir por el umbral de la puerta tras sentir el rugido de la cabeza de león en la verja metálica que indicaba la presencia de alguien en el exterior de la fachada de la Vulcanización. -Buenas noches, Helike. No sabía que vendrías escoltada- saludó Elros sonriendo de ver a su invitada junto a Blackner que estaba sobre su "Triumph Bonneville" de material azabache. -¡Hola Matt! ¿Es una T-100 o una Bobber 2017? ¡Ah! Helike... Bonita cazadora, eh- agregó a continuación, al mismo tiempo que les invitó a pasar al taller a trevés de un cordial gesto con su mano derecha.



Editado por Thomas E. Gryffindor
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Departamento de regulación & control de criaturas mágicas.



Seguía en camino de su trabajo, repartir & hacer propaganda de la campaña que el departamento había largado, la vampira también tenia la ilusión que los magos y brujas registraran a sus animales, le hacia ilusión ver que todos colaborasen entre si.



-El taller, Vulcanización Mágica.- Dijo mientras miraba el lugar. -Debo de entrar & dejar unos panfletos, aun no tengo idea de mecánica.- Murmuro con una mueca en su boca.



Una ves dentro del local, pudo observar vastos colores pasteles por todas las paredes, todas eran realmente hermosas, una secretaria a disposición para preguntas & mas bien parecían guía turísticos dentro *rió* -Buena tardes, podría dejar unos folletos por el lugar? son de la campaña para las criaturas.- Dijo mirando al la chica.



Tomo su bolso & del mismo saco pergaminos hechizados con un mensaje de voz a quien los tomara o detuviera a leerlos.



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-Hola! los invitamos a registrar sus criaturas mágicas en nuestro departamento, recuerden que una criatura legal es una criatura feliz!- Concluyo el mensaje. Dio media vuelta & pudo observar un dragón mientras desaparecía entre una bruma negra. -Interesante...- Dijo mientras desaparecía del lugar.


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Misty Day Finnigan

Secretaria de Vulcanización Mágica

"Pasado mediodía, previo al encuentro de Thomas con Helike"

 

-¿Irnos temprano? ¡Vaya que patudez! Desaparece por meses y luego viene hasta acá a ordenarnos que nos marchemos a la hora que él gusta... ¡Qué descaro! Seguramente traerá a su "novieci...- fue lo que alcanzó a refunfuñar la Day estando detrás del escritorio del recibidor del taller mecánico, lanzando una serie de palabras en contra de la voluntad de su patrón en relación a la jornada laboral de aquel viernes de verano; justo en el instante preciso en que el rugido del león de la reja de metal del exterior indicó la llegada de un nuevo visitante. -Buenas tardes... ¿Y usted es?- le preguntó a la bruja de orbes dorados como el oro, la cual parecía venir del Ministerio de Magia con información sobre la tenencia legal de criaturas mágicas en Londres. -No sé de qué criatura me está hablando... aquí no hay nada. Éste no es un zoológico, señorita... ¿Acaso es ciega? Aquí hay únicamente autos, escobas, tuercas y más tuercas... y unos cuantos barriles con aceite- respondió Misty con una cuota de enojo inusual en ella, pues debía demostrar cinismo ante lo que la funcionaria del Departamento de Regulación afirmaba. La rubia sabía muy bien que la existencia de "Chimuelo" era un secreto "bajo llave" en un baúl de siete cerrojos; nadie, absolutamente nadie debía saber que un Ridgeback Noruego residía allí, y así fue el trato que Gryffindor hizo con la antigua directora de esa institución gubernamental. <<¿Será posible que...>> se cuestionó la recepcionista, enaltando su ceja derecha como gesto dubitativo y de extrañeza.

-Mire señorita "misteriosa" y sin nombre... Puede llevarse su panfleto a la punta del...- otra vez la muchacha se quedó con la frase pegada en los labios; debido a que la pelicastaña ya se había dado la media vuelta con el afán de hacer abandono del lugar de forma inmediata. -Nadie las entiende- criticó posterior a un suspiro que se acompañó de cierto malestar en la cabeza (semejante a una de sus crisis de migraña) de tan sólo imaginar la reacción del fenixiano al enterarse de aquella noticia de que su dragón ya no era parte de una tregua "top secret". Chimuelo jamás había estado a la vista de nadie; es más, su silueta sólo se dibujaba en las paredes de la gruta estrecha que conducía a la cueva subterránea exclusivamente cuando las antorchas iluminaban el trayecto al expresar las "palabras correctas" que activaban el pasadizo oculto (tras un cuadro) de las miradas indiscretas de los clientes.
Editado por Thomas E. Gryffindor
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  • 3 semanas más tarde...
Mentiría si dijese que no estaba nerviosa. Desde el último encuentro en Agosto que no hablaban, no al menos de cosas que incumbían solo a ellos dos, porque frecuentaban al mismo grupo de personas y eso les obligaba a verse las caras; unas que no paraban de sonrojarse cuando se daba el contacto visual. Por eso mismo cuando estuvo frente a la Vulcanización Mágica tragó saliva con dificultad, promesas eran promesas y había que cumplirlas por mucho que costase, aunque gustosa se habría a esconder mil metros bajo tierra.


Sin querer, sin planearlo se pasó toda la mañana buscando que ropa sería más adecuada hasta que al final optó por un jeans, una blusa sin ningún detalle particular y sobre eso un polo plomo. De antemano tenía claro que muy posiblemente iba a terminar con las manos algo sucias. Aunque siendo sincera ella ya había armado toda una estrategia para quitarle un poco de trabajo a Misty. Si era un verdadero desastre volando en escobas ¿quién aseguraba que no era un desastre también cuando debía revisarlas? Aunque seguro Gryffindor ya había previsto eso para que no le arruinara el negocio. Solo le quedaba atenerse a las consecuencias porque Rouvás era un cero a la izquierda en el tema.


Sonrió frente a la visión de imaginarlo enojado. Luego sacudió la cabeza y se dio ánimos para al fin enfrentarse a lo que venía.


Habían otras dos personas allí, al primero lo reconoció como el joven del Departamento de Accidentes que le ayudó a salir del Ministerio durante un caos con varios desastres involucrados, justo en el momento en que ella estaba herida de una pierna. Tiempos antiguos en que apenas retomaba su carrera como Auror. A la segunda la reconoció como una miembro de la familia Rambaldi, alguien a quien no veía hacía mucho tiempo. Y bueno, también estaba Thomas.


—Ehm... Hola...— "Vamos, tranquila..." —No sabía que había clientes tan tarde por estos sitios. Vine porque... bueno, lo que habíamos acordado de que trabajaría extra por aquí en los momentos en que tenga libre del Concilio. Aunque puedo volver cuando esté Misty, seguro que ella me explicará la mayoría de las cosas... —Habló bastante más rápido de lo habitual, pero se le logró entender todo su discursito.


De segura Day había estado reclamando desde que se enteró que Rouvás trabajaría con ellos, claro si es que Thomas no había olvidado mencionárselo.


—Porque no está ella por aquí, ¿cierto? —Inquirió.

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