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Mundus Quidditch (MM B: 108387)


Edmund Browsler
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Al parecer de la conversación no había sacado nada, aparte del nombre del local, habían cosas que había imaginado, por ello no tenia sospecha de nada, quizás algún lapso de mente, por lo que era extraño, en eso bajo la mirada y se marcho, al parecer el dueño de local no lo deseaba más en ese lugar ¿será que habrá hecho algo que le molestara? El egipcio sin embargo, no se limito y simplemente se marcho, pero miro de reojo antes de irse a ese mago, al parecer ese le había causado algo de interés, pero al marcharse del lumbral de la puerta simplemente se marcho. Ahora lo único que conocía de ese lugar era un nombre y nada más.

 

En el pensamiento de estudiante se encontraba la idea de la copa, aquella copa en particular, al parecer ese era su interés, era una lástima que le hayan sacado de forma tan extraña ¿acaso ese ser tenía algo que esconder? Por ese motivo, simplemente al caminar por las calles aún recordaba la conversación con ese mago, pero algo le decía que no sería la primera vez que le viera, quizás en otra oportunidad cuando regresará de su examen de escoba retornara al local, quizás así pudiera indagar un poco más.

 

Tic, tac, tic, tac

 

El tiempo había pasado, quizás días y semanas, y ahora se encontraba de vuelta a la tienda, pero esta vez esperaba conseguir saber un poco más de ese mundo tan extraño, ya que si podía compraría una escoba, quizás la misma utilizada en su prueba de vuelo, pero deseaba conocer un poco más, por ese motivo había retornado. Por lo que único que sabría Edmund de Darius sería su nombre y nada más, igual que el estudiante de Ravenclaw con aquel dueño de ese local. Al llegar a la tienda, no sabía si había se encontraba abierta o cerrada, dado que ese idioma le dificultaba, la otra vez, era porque le pareció escuchar voces, pero era solo cosa de su mente.

 

@@Edmund Browsler

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  • 2 semanas más tarde...

Emily salía de su trabajo cuando una lechuza se quedó volando delante de ella. Aquello le resultaba poco familiar, dado que el horario de atención en el mall había terminado y no tenía nada pendiente en otros lugares; ni siquiera en su bando se comunicaban de esa forma, sino por medio de patronus. Recogió la pequeña carta que traía, abriéndola con cuidado, y sonrió al ver los marcados trazos de la letra de Fabian, pidiéndole que fuera hacia Mundus Quidditch.

 

Frunció el entrecejo ligeramente ¿dónde era eso? No le hubiera sorprendido nada que Goderic pusiera a su hijo en una especie de tutoría sobre quidditch o para aprender a volar y Fabian no estuviera a gusto con eso y quisiera que su prima lo salvara. Empezó a caminar por Diagon, buscando el negocio, algo que le indicara que se trataba de aquel deporte mágico que a Emily le gustaba mucho, a pesar de que no lo seguía con regularidad.

 

Llegó, casi pasándose del local. Era un negocio sorprendentemente pequeño por fuera, pero de un toque acogedor debido a las maderas apiladas. Aquel diseño le recordaba mucho al estilo de Edmund, pero no podía asegurar que él se tratara del dueño. Empujó la puerta, deseándo no haberlo hecho, pues el sonido del metal pesado le hizo querer taparse los oídos e irse corriendo. Pero la terrible sensación se esfumó al ver el interior del local.

 

El poder de la magia era realmente sorprendente. Frente a ella tenía un estadio de quidditch gigante, pero ninguna señal de su pequeño primo. Se adentró aún más en el negocio, tanto porque quería visitar cada una de las secciones como porque quería buscar a Fabian, o a Lily, ya que casi siempre se encontraban juntos.

 

¿Fabian? — llamó, aprovechando que no había mucha gente en el negocio que la mirara raro por gritar, como si estuviera perdida.

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¿Estás bien? — preguntó Goderic al ver el dramático espectáculo que había presenciado.

No le sorprendió realmente las heridas de Edmund pues sabía bien que el mago era capaz de curarse de unas heridas propias del deporte además si hubiera más grave bien podría encargarse él de curarlo después de todo no había sido profesor de Primeros Auxilio por nada. Sin embargo, realmente le preocupaba lo que sus hijos habían visto. Probablemente poco recordaran del amigo de su padre pero ver a cualquier persona ser golpeado por bludgers y caer en picada desde aquella altura podría causarle un trauma a cualquiera. Temía que no quisieran jugar quidditch o aprender a volar por la primera impresión tan potente que habían recibido.

Sus hijos lo miraron con una mezcla de miedo y preocupación preguntando si estaba bien seguir a un hombre desconocido que había sufrido tal accidente y seguía como si nada. Goderic les sonrió para calmarlos y los invitó a continuar. Eran niños y esperaba que olvidaran pronto sus miedos y se adentraran en un mundo divertido como lo era el quidditch. Avanzaron unos pasos hasta que fueron interrumpidos por un empleado del local. Se adelantó tal como se lo había pedido Edmund, no tenía ni la más mínima intención de mezclarse con más problemas. Había ido ahí a relajarse con sus hijos y no a trabajar precisamente.

Mientras Goderic le enseñaba a Lily las instalaciones y le contaba viejas historias de su padre y sus partidos, Fabian había desaparecido por lo que tuvieron que suspender su marcha hasta encontrarlo. No sabía dónde podía haber ido ni porqué, no creía que su hijo desapareciera de su lado por su propia voluntad por lo que el Dumbledore pensó que se había perdido en el camino. Claro, él no sabía que su hijo se había separado para enviar una carta a su prima Emily.

Encontrarlo le costó unos minutos. Lo encontró con los ojos llorosos ya que comenzaba a entrar en pánico al no poderse reencontrar con su padre. Goderic sonrió relajado al poder estar a su lado y lo abrazó con fuerza. Lily se acercó a su hermano y se mantuvo quieta, indecisa si golpearlo por separarse o de abrazarlo por encontrarlo a salvo. Tomó a ambos de las manos para que esta vez ninguno se alejara de su lado cuando ya se disponía a volver a encontrar con Edmund escuchó una voz familiar.

¿Emily? ¿Qué haces por acá?— preguntó algo consternado.— Vamos pasa, vayamos donde Ed que me está esperando. Seguro estará feliz de verte.

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Trueno, escoba voladora mensajera de Ars & Vita

 

¿¡Pero es que la gente no veía que era una escoba y no podía avisarles de que iba a pasar!? Me metía entre la gente apartándola violéntamente. Tenía un encargo que hacer, y no iba a fallar. Quién sabe, quizá si lo cumplía a la perfección no me hacían picadillo al volver y podía pertenecer a algún actor o actriz del local.

 

Arriba, abajo, derecha, derecha... ¡Cuidado! Ay madre, ¿y qué hago ahora con el niño que llevo colgando en mi palo? Ah, es de esa señora, lo está buscando. ¡Allá va, cójalo, mujer! Menos mal que estaba ese fornido mago al lado. Subo de nuevo, tejados y más tejados. Así nunca la voy a encontrar. Estaba muy emocionada de que mi lugar de encargo fuera una tienda dedicada al Quidditch. Seguro que estaba repleta de escobas como yo. Bueno, como yo no, yo era única, pero... Bueno, ya me entendéis.

 

Y allí estaba, tras varias calles a las que había sobrevivido, las puertas metálicas me recibían. ¡Pero qué duras estaban! Tuve que esperar a que un mago entrase para poder colarme en la estancia, donde únicamente había... Una escoba. ¿Aquello era una broma no? ¡Ah, que era un bicho de esos que te llevaban a otro lado! O sea que... ¡¿Quién había mancillado a aquella pobre Saeta de Fuego?! Se iba a enterar.

 

Los carteles, los carteles.

 

Toqué a mi compañera y enseguida aparecí en un espacio muy amplio. Allí. Era el momento. Giré sobre mí misma soltando las cuerdas que agarraban los carteles a mi palo y todos ellos volaron de aquí para allá, cayendo sobre todas las personas que allí estaban. Algunos se colaron en las estancias colindantes, otros se pegaron en las paredes, y otros simplemente cayeron sobre el suelo o los objetos que encontraron por medio.

 

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(Pincha en la imagen para más información)

Listo. Hora de ser recompensada.

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✤ Viajero de la noche ✤

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  • 6 meses más tarde...

En el callejon diagon se encontraba un negocio algo abandonado con una puerta metalica que realizo un sonido estruendoso al ser abierta por la mano de una figura masculina, dentro el aspecto no mejoraba, pero resaltaba con brillantez y elegancia una saeta de fuego en el centro del escenario, levitando, como si estuviese volando en algunos de sus pensamientos o fantasias. La misma mano agarro la madera de la escoba con desconfianza y el joven desaparecio levantando una nube de polvo que envolvio el local por un instante.

 

Era un cambio de ambiente, era un lugar mucho mas agadable a la vista y dirigiendose al Estadio de Quidditch un sentimiento desconocido para el aloforo en su interior, lo recordaba en algun punto de su juventud o infancia, tuvo una escoba voladora y jugaba Quidditch con algun equipo o personas en particular siempre que podia. No supo si eran verdad todas las imagenes que pasaban por su mente, se vio volando a toda velocidad persiguiendo una snitch, sujetando fuertemente una quaffle y la lanzo haciendo que cruazara los postes de anotacion, celebraba; celebraba victorias con sus amigos. Una epoca diferente.

 

Llego a Mundus Quidditch revisando las viejas cartas guardadas y sin leer en Grimmauld Place donde se le invitaba a hacer acto de presencia, era copropietario del local y no lo recordaba.

 

Alli, en el centro del campo, no escuchaba... no escuchaba las voces en su cabeza abrumandolo sobre advertencias de peligro, desprecios hacia el, insultos. Por primera vez en mucho tiempo sintio la paz interna, imagino por un momento que estaba muerto o asi debia sentirse la vida de todos los demas que no tenian esquizofrenia, sin un cerebro estresado por las alucinaciones auditivas o visuales.

 

- Buenas - Dijo colocandose la varita en su cuello para ampliar el volumen de su voz.

 

El saludo se escucho en todos los niveles del local, buscando a cualquiera que estuviese presente. Se quedo admirando el campo de quidditch notando su similitud con el campo donde se habia llevado la final entre Bulgaria e Irlanda en mil novecientos noveta y cuatro y esa noche de celebracion tampoco termino muy bien.

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  • 2 años más tarde...

Edmund recordaba la última vez que había visitado aquel estadio. Allí habían estado Goderic y Undefined, además de Emily, y los hijos de Goderic, Fabián y Lily. Habían sido buenos tiempos.

 

¿Volverían? Esperaba que sí.

 

Momentos atrás se había ubicado en el Callejón Diagón para poder llegar a Mundus Quidditch de la única manera posible hasta ese momento, a través del local construido por escobas voladoras. Abrió la puerta y se adentró en la oscuridad para sujetar la saeta de fuego dorada que le llevaría a su destino.

 

- Señor Browsler, es un placer verle.

 

El empleado de la ventanilla principal de atención se sobresaltó y se irguió en su asiento al verle pasar. Edmund le saludó con un ademán de mano y una sonrisa frugal, y se acercó hasta él para que le comentara como habían estado las cosas. El squib le comentó lo que había estado suponiendo todo el tiempo, con la temporada baja las ventas habían bajado muchísimo pero el negocio aún se mantenía.

 

Y para su suerte, en el mejor momento, porque estaba cerca la Copa de Quidditch de Liga de Gran Bretaña e Irlanda. Browsler no iba a jugar, después de ganar el mundial de quidditch el año pasado, había decidido que era el momento de su retiro. Y le había ido bien, porque ahora era el presidente de la Asociación Internacional de Quidditch.

 

Pero para despejar su mente, Browsler se dirigió al campo de quidditch.

 

De su monedero de piel de moke sacó su Nimbus 3000 y luego de dar una patada al suelo, se elevó por los aires. Con un movimiento de varita abrió el cofre que contenía las bludgers y también con un encantamiendo convocador había adquirido el bate.

 

Se sentía en casa.

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  • 2 semanas más tarde...

El gusto con el que algún barato y poco preparado arquitecto había levantado aquel lugar era…particular. Sin duda, quien había elaborado los planos del negocio y quien posteriormente los había aprobado no tenían mucha idea de decoración o le habían puesto pocas ganas al resultado del proyecto. La azul mirada de Lucrezia recorrió por cuarta vez la totalidad de la fachada de Mundus Quidditch, que buscaba intencionalmente el aspecto de parecer construido con decenas y decenas de escobas. Los detalles de la edificación eran pobres, la ejecución inevitablemente discutible y la ubicación comercialmente repudiable. Sin embargo, su propietario era algo completamente diferente a los ojos de la joven aristócrata.

 

Se adelantó presurosamente esquivando a los numerosos visitantes del Callejón Diagon, que se habían lanzado a una revoltosa jornada de compras previas a Halloween. La guerra del mundo mágico aún no había recrudecido lo suficiente ni mostrado su cara más siniestra como para mermar el ánimo festivo del pueblo y la costumbre consumista de aquella época del año. Los magos y brujas que por allí paseaban, generando un bullicio a todas luces molesto para la italiana, cargaban grandes calabazas de diferentes motivos, artilugios de todo tipo y chascos para utilizar contra quienes visitaran sus hogares la noche del 31.

 

La mortífaga buscaba refugiarse de todo aquel gentío de individuos corrientes en un lugar que debía visitar casi obligadamente luego de que los rumores llegasen a sus oídos: aquel negocio, del que Edmund Browsler era dueño, había reabierto. Si bien el Quidditch no era una de sus más profundas pasiones sí que lo eran los hombres guapos e interesantes. Aquel reputado joven cumplimentaba con creces ambas características necesarias y su sola voz había embelesado completamente a Lucrezia durante su primer encuentro en la oficina de Aaron. Había apuntado en su archivador mental tanto sus numerosos títulos -muchos de ellos insignificantes- y su nombre para ubicarle nuevamente. Todo ello la había llevado hasta allí. La ilusionaba incluso la mera idea de volver a encontrarse con aquellos hermosos ojos azules.

 

Empujó con esmero la desvencijada puerta, produciendo en tal acto un chirrido ensordecedor, y se adentró en el lugar cuidando que nadie notarse su presencia. Muchas veces se sentía perseguida y observada, algo coherente para quien cargaba consigo varias responsabilidades y tareas que rozaban la ilegalidad y la inmoralidad. Ya lejos del bullicio exterior logró sopesar su visita con mucha más claridad, expuesta a un oportuno silencio encantador. Sin duda ofrecería su desinteresada -o no- colaboración a Edmund para mejorar y potenciar el aspecto de aquel lugar de insignificante atractivo. La blonda italiana observó el lugar una vez empujó la metálica puerta para cerrarla con todo el peso de su delgado cuerpo. Sin dudas, el interior de Mundus Quidditch era mucho más acogedor y estéticamente aceptable que la desdeñable fachada; no lo era por el casi inexistente mobiliario, sino por la existencia de una dorada saeta de fuego allí postrada.

 

Conociendo el procedimiento por el carácter detallado de los rumores que a ella habían llegado, la tomó con rudeza entre sus delgados dedos y se transportó directamente al Estadio de Quidditch. Con el estómago aun desajustado por la brusquedad de un traslador pésimamente elaborado por un mago de dudosa habilidad, la blonda aristócrata volvió a retomar su elegante caminata. Espalda recta, mentón ligeramente elevado y su prominente busto marcado por un escote ceñido a su blanca piel. Su rubia cabellera caía libremente apenas mostrando leves ondulación sobre su espalda, llegando a unos centímetros por encima de una cintura que se contorneaba con marcada gracia mientras caminaba. Su bello rostro de delicadas y suaves facciones lucía fresco al absorber los tenues rayos del sol que iluminaban sus pecosos pómulos. Apenas sus labios pintados de un tono violáceo quebraban la naturalidad de su casi inexistente maquillaje.

 

- Necesito ver a Edmund.- se anunció en la ventanilla principal.

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  • 6 meses más tarde...

Empezar de cero apesta ya que no tenía familia ni nada la nómada pensó en buscar trabajo en lo que empieza el segúndo año Beauxbâtons restaba por qué fuera aceptada Bonjour/buenos días solicito trabajo recién llegó desde hace 3 días de vacaciones y espero que Allá vacante para mí empiezo de cero

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u.u nunca mas un juntos para siempre

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