~•~ ╬ Honeydukes╬ ~•~ (MM B: 108509)

[L. Amos]

Ashley Atkins – La despedida

 

Aquellos ojos verdes desalmados miraban con detenimiento el frote de sus dedos índice y pulgar que experimentaban la sensación de una textura viscosa, mientras su boca la saboreaba y su expresión denotaba cierta curiosidad, aunque también algo de disgusto.

 

Hacía menos de un minuto que la imponente figura de la rubia se había hecho presente en el local Honeydukes del Callejón Diagon. Poco le gustaban esos lugares que siempre se poblaban de niños y niñas con sus respectivas familias, algunos jóvenes con ganas de realizar alguna travesura y, en su mayoría, gente alegre. Ese tipo de personas que, en cualquier otro momento de su vida, la Atkins habría matado sin pensarlo un solo segundo.

 

Sin embargo, allí se encontraba, rodeada de magos y hechiceros deseosos de llevar a sus bocas azúcares, colores, formas diversas. La razón por la cual se había acercado a aquel lugar se lo reservaría para ella misma.

 

Luego de que el dulce se hubiera desvanecido de su boca dejando un ligero gusto amargo en sus pulcros dientes, sacó un pañuelo de tela blanco con bordes de encaje y se limpió sus dedos en él. Lo volvió a guardar en su túnica negra con detalles en morado y levantó la vista. Esclareció su garganta y observó su alrededor. Nadie se detenía a mirarla demasiado, quizás por temor o simplemente por mera ignorancia, mas no le importaba a la vampiro, sólo quería cerrar un ciclo.

 

Los tacos altos de sus zapatos golpeteaban el suelo con fuerza a medida que avanzaba con lentitud. Parecía como si estuviera a la espera de algo o de alguien, ya que tenía una actitud desinteresada hacia el negocio, aunque su mirada se fijara con detenimiento en cada detalle de allí y de lo que los demás hacían.

 

@@Akiza Ravenclaw H.

[Liliana McDougall]

- Debo decirle a Amicus que deje de recibir recados, sin avisarme antes de que va la urgencia.

 

La bruja guardó un viejo pergamino en el bolsillo de su falda y acariciando el mango de su varita salió del enrevesado callejón Knockturn, le gustaba pasar sus tardes entre los escaparates de productos de extraña procedencia, dándola largas a un viejo whisky añejo y consiguiendo algo de alimento para sus anacondas, aunque apreciaba que ellas fuesen a la caza por si solas, no le molestaba en absoluto esas pequeñas travesías entre la cabaña y el bullicio.

 

- Ugh, no... aquí no.

 

El ligero brillo solar que asomaba por el cielo del Callejón Diagon le dio la bienvenida mientras sus pasos se dirigían con prontitud hacia el otro extremo, poco antes de llegar a la entrada, mientras sentía que la alegría de las personas que la rodeaban se hacía más evidente, una ligera mueca de desagrado se apoderó de sus labios, y deseó en el fondo haberse equivocado de ubicación.

 

Pero ahí estaba, Honeydukes.

 

El gran vitral que permitía, a pesar del tumulto de gente, apreciar el interior se hallaba frente a ella, la castañabufó como toda respuesta al escuchar pequeñas risas de niños que correteaban con sus madres de la mano, deseosos de destrozar sus dientes con la infinidad de dulces que ahí se exhibían.

 

- Alimañanas -murmuró-

 

Trató de hacerse pasó entre los compradores y logró ingresar a la enorme tienda, sus ojos buscaron con prontitud a la razón que la empujaba a estar en semejante antro, ya que un segundo más y era probable que haría estallar algún anaquel o invocaría ahí mismo a sus mascotas, cuya presencia no siempre era bien recibida.

 

Pero casi al instante la detecto, aparentemente absorta en sus pensamientos, la joven McDougall se acercó los pocos metros que la separaban de una joven de cabellera rubia, se colocó casi detrás de ella y pudo sentir el aroma de amargo de una golosina, casi en un susurro murmuró.

 

- ¿Jugamos a las escondidas?

[Ashley Atkins]

Con el andar de la gente que la rodeaba no logró percatarse de la presencia de la bruja que se había ubicado a sus espaldas. Tantos gritos alegres, tanto bullicio, tanta desesperación que recorría por su cuerpo. Era imposible evitar la sensación que aquel lugar le causaba cuando todo su deseo era alejarse de allí. Y aunque observaba con atención cada detalle, no pudo alejarse de una pequeña vidriera que se ubicaba en el centro del negocio mostrando a la golosina más azucarada y con más colores, como si estuvieran ostentando la joya más importante de todo Londres.

 

Cuando las palabras penetraron su oído, sin antes provocar un escalofrío en su espalda, la rubia giró sobre sus tacones para encontrarse con el rostro que la había invitado a soslayar una pequeña sonrisa en sus labios. Por unos breves segundos se dedicó a hacer silencio para analizar a la bruja que yacía frente suyo contemplándola con cierta mirada que desprendía un brillo de picardia.

 

- Yo tengo un buen lugar para escondernos, a menos que tengas una sugerencia que pueda llegar a interesarme.

 

La voz de la vampiro era tenue. Marcaba cierta distancia, pero siempre con elegancia. Se sorprendía por la llegada de su nueva compañera, dado que había llegado algunos minutos antes de lo que ella esperaba. Aquella sonrisa sombría que había aparecido en su rostro, se desvaneció en seguida al sentir las miradas del público presente. Aunque quizás nadie miraba.

 

- Tal vez algún lugar que nos pueda llegar a interesar a ambas...

[Liliana McDougall]

- La verdad, evito este tipo de negocios si puedo evitarlo, pero dada tu nota -agregó sacando el trozo de pergamino de su bolsillo- me pareció interesante venir a encontrarte.

 

El contrastaba con la presencia de ambas brujas y al mismo tiempo, con una rápida mirada, noto que que los demás estaban inmersos en sus propios asuntos, después de todo, había sido una buena idea escoger Honeydukes para su encuentro.

 

- Dicen que el mejor lugar para esconderse es frente a la vista de todo el mundo ¿no?

 

La joven bruja había escuchado de ella, aunque en la época en la que coincidieron, ella iba de salida y Ashley ingresaba, hace pequeño grupo de mentes siniestras que la mantuvo ocupada un buen tiempo, por instinto acaricio su propio antebrazo izquierda y relajo la postura alerta a su alrededor, no sabía su usar la palabra 'mortífago', por mucho bullicio que hubiera, sería lo indicado.

 

- Un pajarito me contó que planeas algo interesante. ¿Me equivoco?

 

No sabía a donde quería llegar con todo esto, pero le atraía la idea de verse envuelta en una pequeña travesura, si eso implicaba armar un poco de problemas, al fin y al cabo, esa era la esencia que resumía su vida, alzó una ceja algo curiosa ante la propuesta de Atkins.

 

- Prometo seguirte, pero solo lo necesario, recuerda que tu secreto está a salvo conmigo.

 

 

[Keaton Ravenclaw]

Septiembre, uno de los meses preferidos de Keaton Ravenclaw, iba ya por el día 18, un día muy apreciado por él debido a que era, o sería, el cumpleaños de su abuela Rowena. EN otros tiempos, el vampiro habría ido hasta la tumba de su abuela (ubicada en lo más profundo del Bosque de los Terrenos Ravenclaw), sin embargo, aquel día, lo que buscaba, era que su familia, en medida de lo posible, se volviera a unir.

 

Tal vez por la gran cantidad de altibajos que tenía, por la falta de tiempo, de ganas, los Ravenclaw se habían descuidado muchísimo, provocando, que hoy por hoy, la familia estuviera casi extinta habiendo sólo dos sanguíneos o dos adoptivos. Era nefasto, era algo en lo que, en gran medida, Keaton tenía la culpa debido a sus constantes ausencias. Pero aquel día, 18 de septiembre del año 17 del siglo XXI, debía e iba a cambiar.

 

El ojiverde sacó del interior de su túnica tres notas exactamente igual en las que sólo el destinatario cambiaba. Con un movimiento de ka varita, Keaton invocó a sus dos lechuzas y a una más que pertenecía a la familia, les ató las cartas y las echó al vuelo, las cuales no pararían hasta encontrar a @@Kira Black @@Randal Ravenclaw y @.

 

La carta rezaba lo siguiente.

 

Estimado Ravenclaw.

 

Con afán de que podamos realizar un realce de nuestra familia y darle un poco más de vida al Castillo, los invito a venir hasta mi negocio en el Diagon, Honeydukes, para podamos planificar con todo detalle una fiesta para nuestros amigos y que más gente se anime a unírsenos.

 

Los espero con ansias en este mágico lugar, en el cual pueden, si gustan, traer a quienes quieran para que nos apoyen con el evento.

 

Quedo de ustedes.

Keaton Ravenclaw

 

 

Una vez que las lechuzas partieron, el vampiro se fue a la parte trasera a preparar bocadillos por si llegaban aquellos tres familiares suyos que tanto deseaba ver de nuevo.

[Saori Rambaldi Ragnarok]

En día día de saori era algo agotador pero siempre con buen animo, su madre regulaba a diario sus actividades en el trabajo, sus labios algo secos desearon probar un poco de agua, la joven revenclaw se sentó por un instante en su escritorio mientras miraba a la nada y pensaba en todo, se escucha un aleteo que desvía los pensamientos de saori.

 

Entra una carta a toda velocidad y saori desprevenida se asusta un poco con el impacto que hace la lechuza al dejar la carta, saori se le hizo raro pues los eventos de importancia ya se habían acabado no tenia misiones o al menos que era para algún trabajo fuer a del departamento pero no estaba seguro, alzo la carta y la volteo y tenia el sello de su padre de ay sonrió un poco y abrió la carta rápidamente leyendo rápido vio que su padre la necesitada.

 

Saori había entrado nueva adoptada por Keaton el patriarca de la honorable casa de la revenclaw, saori se sentía augusta al saber eso, dejo la carta encima del escritorio con un leve movimiento toca su cara y sin mucho pensar sale con bolsa y varita hacia el lugar, miro que sus papeleo estuviera hecho.

 

Corrió rápidamente tomando un trasladar de urgencia al parecer keaton tenia un negocio lo cual saori no tenia conocimiento entro sin mucho que desear miro el lugar y era muy lindo para ser de su padre, empuja la puerta un poco y entra diciendo algo fuerte para asegurarse de que si era el negocio correcto.

 

-Holaa Padre .. - dijo mientras cerraba la puerta y caminaba un poco para dirigirse a keaton.

 

Saori lo mira y se dirija rápidamente y le dice -Hola papi - le dice mientras le da un abrazo saori daba cariño a su familia cada vez que podía, sonrió sostenida mente y dijo. -Que vamos hacer ahora esperamos a que lleguen los demás - dijo mientras miraba su padre con ternura.

 

 

@@Keaton Ravenclaw @@Kira Black @Randal revenclaw

[Jeremy Triviani]

Jeremy fue directo al negocio de los dulces. Hacía mucho que quiera pasarse a comprar golosinas para degustar, pero su trabajo y escaso tiempo libre no le permitía darse ese lujo. Aunque ese día se había echo unas horas para disfrutarlos de esa manera...con muchos chocolates. Ingreso a la tienda y golpeó el olor dulzón de los productos a la venta.

 

Arrugó la nariz al instante. No era que le fascinara tampoco ese olor. Decidió que era hora de probar aquellas delicias, camino con soltura hacia el expositor donde estaban los caramelos especiales para vampiros. “Pantricia” Dijo en voz alta llamando a su elfina personal, que apareció borracha como siempre lo estaba.

 

-Ve y tráeme a Rachel -Le ordenó con una mueca de desprecio.

 

El vampiro odiaba a esa elfina doméstica. Era un regalo que le habían hecho y el peor que había recibido nunca. Solo la acepto porque era eso o la muerte para el animal, cosa que Pantrisia nunca le agradecía y pagaba su favor cometiendo miles de errores, emborrachándose y trayéndole problemas a mansalva.

 

-Paaar supisto, ziñol -Chillo y desapareció en medio de risotadas escandalosas, lo que hizo que la gente volteara a ver quién hacía ruido.

 

Jeremy disimulo frente a las personas y caminó hasta un estante con rosas de chocolates. Se distrajo pensando en flores, tenía una gran incógnita en su mente sobre aquello, producto de otro encuentro cercano. Sonrió mientras probaba un caramelo de menta. Un ruido sordo en el local atrajo su mirada.

 

Pantrisia había vuelto para traerle a su invitada. Pero no era la castaña a quien el Askar esperaba ver. Sino que era una chica desconocida de cabello oscuro y ojos azules. La elfina hizo una reverencia y cayó al suelo desapareciendo en medio de más risas escandalosas. Había secuestrado a una joven y Jeremy sintió la furia que invadía su cuerpo.

 

-Disculpa a mi elfina, está mal de la cabeza -Le dijo a la mujer acercándose. Trataba de disimular su ira pero no podía ocultarlo del todo. Sin embargo estiró la mano para presentarse - Jeremy Askar Triviani.

 

 

@@Alexis Miller

Editado 13 de Marzo del 2018 por Jeremy Barton

[Alexis Miller]

seguimos avanzando con los dedos entrelazados,

bajo las estrellas distantes, un camino imprevisto,

la visión de todas las cosas en la sombra de un sueño.

Pequeño pajarillo que sus pecados son perdonados, no es su culpa que su voluntad grite tormentos, que sus blasfemias sean terroríficos recuerdos. La venganza sabe dulce, pero nunca sabe bien sobre la piel de Miller. Muchas corazas hay para rendir cuentas, tal vez en otra ocasión podremos encontrarnos de nuevo, ¿No lo crees?

No quiero pensar en el perdón o la vida de esa creatura, fuente de mis torturas, realmente no me importa... No quiero pensar... shhh... no digas más pero de pronto escucho el sonido de un clic y levanto mi mirada con la mente en las imágenes que tenía en la cabeza ¿Qué sucedía realmente? Yo estaba quieta, junto a la fuente de mis juegos cuando una pequeña elfina me atraía y yo me dejaba llevar, llama mi atención y el escenario cambiaba, aquellos ojos azules que poseo se quedaron fijos en él, mirándolo con atención y escuchando palabra por palabra que sale de su boca, la vena en su cuello se agrandaba.

“Disculpa a mi elfina, está mal de la cabeza” concluye y una sonrisa extraña se plasma en mis labios, ¿Qué no estamos todos mal de ahí? Las acciones sin pensar, son como disparar sin apuntar, lo menciona mi mente siempre, las estrategias, la mente y la disciplina, todo es apariencias, hay que pensar muy bien los movimientos y luego hacer la acción para luego Jaque, pero estaba aquí, sin defensas, en un lugar desconocido y atenta a lo que se viene cuando todo me tomó de sorpresa. luego de la extraña sonrisa, cruzo mis brazos ocultando la senda curiosidad que se dibuja en esta demencial figura labial.

Mi risa grácil fluye cuando me imagino lo que yo podría hacerle a su elfina si vuelve a jugar y a usarme para sus métodos vengativos -No se preocupe, regálemela para poder jugar con ella un rato…– tomo una pausa antes de decidir no tocar su mano, mis manos estaban ensangrentadas no iba a ensuciar las suyas perfectamente endulzadas con las golosinas de este lugar – Askar… me suena a soldado… – Mi voz sale fluida, muy parecido a alguien coherente y normal, un demonio normal ¿Existe eso?... no creo que existan los demonios normales, solo el hecho de ser un demonio, es algo inhumano… - ¿Qué es este lugar? – no creo haberlo pisado y me dedico a observar.

[Martin N Roses]

Era un día como cualquier otro de primavera. La temperatura no parecía ni muy elevada ni muy alta, aunque las nubes plomizas le conferían al cielo un aspecto algo lúgubre, sin brillo, sin magia. Lo último era sólo en apariencia.

 

«No debería estar muy lejos de acá… Hace mucho tiempo que no camino en el callejón.»

 

Entre la multitud sobresalía un hombre de cabellos negros y porte elegante. Iba ataviado con tela negra, como acostumbraba, y su mirada perla escrutaba a lo que tuviera a su alcance: fueran magos o brujas, fueran escaparates de los negocios o incluso criaturas sin tanta trascendencia, como era el caso de elfos o duendes. Black se mostraba dubitativo, hacía años que no ponía sus pies en aquella callejuela irregular llena de curvas suaves.

 

Cuando el pálido rostro del mago pareció perder la paciencia, sus ojos se iluminaron. Acababa de encontrar la tienda de dulces que deseaba. ¿Qué haría una persona como aquella en un local como aquel? La pregunta tenía una respuesta muy simple: quería llevarle una sorpresa a un familiar, por pequeña que resultara la misma.

 

Encaminándose hacia la colorida Honeydukes, Black debió esquivar a varios jóvenes y no tan jóvenes, gente que hablaba con demasiada algarabía, como si estuvieran celebrando algo importante. Pocas veces se rodeaba de aquel ambiente, pocas veces se rodeaba de tanta gente, o de gente en sí. Porque en el castillo de su familia, donde había regresado la última semana, reinaba la calma, aquella calma que tanto disfrutaba y necesitaba.

 

Sin embargo, cuando se encontraba ya dos pasos dentro de aquel lugar lleno de dulces, una figura que le resultó vagamente familiar fue percibida… Aquella no era otra que Candela Triviani, supuso Black.

 

[Mentita]

Se asomó por la ventana para ver el cielo plagado de nubes. No le gustaba la lluvia, y mucho menos cuando cuando no tenía un paraguas cerca con qué protegerse. Sí, podría usar un encantamiento impermeabilizador, como hacían tantos otros, pero entonces sentiría lo inútil que le resultaban las manos metidas en los bolsillos de su vestido. No, prefería mantenerlas ocupadas; a menos, claro, que llevase muchas golosinas de aquel negocio.

 

Sin embargo, Candela no estaba allí para comprar. Iba camino al nuevo negocio de varitas que, sabía, pertenecía a tres Warlocks y una bruja a quien conocía; mas al doblar por uno de los pasajes, se topó con la silueta de un mago que la hizo retroceder. Afortunadamente iba de espaldas a la bruja, por lo que tuvo tiempo para volver sobre sus pasos e internarse en Honeydukes.

 

Lo evitó. De hecho, desde que había vuelto a Inglaterra se había dedicado a evitar a las personas, cuando mucho, visitaba uno que otro bar, sólo para que su escasa vida social no limite los negocios que estaba llevando a cabo. Se paseó entre los escaparates, fingiendo revisar la fecha de caducidad de algunos caramelos que tenían pinta sospechosa, mientras hacía algo de tiempo para poder marcharse de allí.

 

No contó -claro, nunca contaba con los giros que podían darse en sus días- con que, cuando se girase para ir hacia la puerta, se encontraría con la misma persona que había querido evitar. Así que dudó, lo que duró una milésima de segundo, y se miró los pies descalzos, como si fuese a encontrar una salida rápida de allí. Cuando, en realidad, la única salida era la puerta que Martín estaba bloqueando.

 

― ¡Bienvenido a Honeydukes! ―dijo mientras guardaba un par de golosinas en su bolsillo. Había decidido actuar como si fuese la dueña. El Black no podía saber que no lo era, ¿verdad?― Tiene cara de ser nuevo por acá, casi nunca me equivoco en juzgar a los extranjeros. Aunque claro, siempre hay una primera vez. ―y también había decidido recurrir a su falsa amnesia.

Editado 28 de Marzo del 2018 por Candela Triviani