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• Moody • (MM B: 109061)


Ellie Moody
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—Eso haré, no lo dudes.… —soltó en cuanto escuchó las palabras de Ishaya y se dio cuenta, que el cielo comenzaba a iluminarse por estrellas, o eso pudo ver por las ventanas de la habitación en la que se encontraban.

 

Mirando a la víctima colgada por un pie, soltó una risotada. Sin duda, nunca era demasiado tarde para producir dolor y laceraciones en los cuerpos de algunas personas. Por lo que sintiendo, como el poder del hechizo que acababa de realizar su compañero empezaba a embriagar su cuerpo, supo que era momento de usar hechizos que anteriormente solo había escuchado y mirado hacer a sus amigos.

 

Morisoseo Ánima —siseó con total tranquilidad, logrando que un filamento de miles de cráneos semi transparentes de humanos comenzaran a aparecer a su alrededor, formando un espiral, que no tardo en ser movilizado por la Black Lestrange.

 

Mirando, su creación, supo que era momento de utilizarla, así que con un movimiento de su varita mágica, la lanzó en contra de Melrose, la cual al sentir el impacto justamente a la mitad de su pecho, soltó un aullido de dolor. Sí, estaba gravemente herida en esos momentos y dentro de poco, posiblemente muerta, gracias a todos los ataques que habían lanzado sus compañeros. Levantando su mano, pensó en un invocar katana, logrando que en su espalda apareciera una espada de plata, la cual estaba lista para ser usada.

 

Girando su rostro un poco, apreció lo que su hechizo había causado en la Moody, sin lugar a dudas, era un tanto irónico, porque la bruja o lo que quedaba de ella, ahora mismo se encontraba quemada y herida, dentro de nada iba a morir.

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- Morisoseo ánima mortis...

 

Junto a Mía, realicé la misma invocación viendo como aparecían decenas de calaveras semi transparentes a mi alrededor listas para impactar directamente en el frente de aquella bruja, la pobre de Melrose, aprovechando que el aura seguía activa y me podía dar el gusto de utilizar conjuros que aún se encontraban fuera de mi alcance en una situación normal, pero en las cacerías de ratas todo era posible.

 

Sabía que utilizar el mortis no era necesario, nadie vendría a ayudar a la mujer, simplemente no me pude resistir en utilizarlo en aquellos momentos junto con la invocación de una hermosa katana que aparecía en mi mano libre, lista para proyectar sus cortes sobre la piel de la fenixiana, justo como ahora, dejando un corte fino en su garganta.

 

Esto se estaba poniendo muy divertido, sin duda alguna, no podía esperar más por utilizar el resto de los hechizos que estaban disponibles para mi... si es que aún tenía tiempo...

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¿Otra aura de poder? Sí, a Ishaya le encantaba jugar a lo grande.

 

La manipulación de ese tipo de magia hizo que el vampiro tuviera el honor de verlos realizar hechizos de más alto nivel. Un morisoseo ánima por parte de Mía quien no había llegado hace mucho y otro más de parte del Nigromante solo que con el conocido sello de muerte. Zack asintió con su cabeza lentamente aprobando los ataques. Fueron fulminantes para la pobre mujer que no ni siquiera tuvo chance de defenderse. Aunque tampoco se le vieron muchas intenciones de hacerlo.

 

Ivashkov se acercó a la bruja, examinó su cuerpo herido y quemado poco antes de escupir justo al costado de su rostro, o lo que quedaba de él. Aquello como muestra de que toda su gente, La Orden del Fénix, había perdido el poco respeto que le quedaba frente a la comunidad del pueblo Inglés. Todavía existía algunos pocos que creían en ellos, cosa ilógica siendo que dejaban morir a los más indefensos sin asistirlos como en antiguas épocas.

 

— Esta se les suma al resto, chicos. Nos fuimos — con sencillo gesto de mano se despidió del grupo desvaneciendo su cuerpo tras dejarse consumir por una especie de portal que le absorbió.

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Al final, no fue necesario proyectar el corte de katana. La mujer había muerto con el segundo morisoseo que recibió por parte del grupo de mortífagos, la cuarta victima en dos días, ¿cuántas más serían necesarias para que el pueblo londinense se cerciorara de que ahora los mortífagos dominaban? Esperaba que muchas más, que ese tipo de salidas, le causaban placer y diversión. Además, de la posibilidad de experimentar poderes que aún no poseía, pero que disfrutaba de realizar.

 

—Te seguiremos. —soltó en dirección al Ivashkov.

 

Mirando a sus compañeros, los saludó con una última cabezada y con una sonrisa total en los labios, que acentuaba sus facciones tropicales, supo que sin duda, no sería la última vez que se reunirían, más ocasiones como esa acontecerían en los próximos días. Sin más, se encamino hasta la salida y tentada a usar la desapareición como modo de transporte, la desecho. Levantando su varita mágica siseó

 

Fulgura nox. —logrando que un portal de abriera delante de ella, el cual traspasó sin siquiera dudarlo y la traslado hasta la comodidad de la mansión Black Lestrange. Cabe mencionar, que en cuanto atravesó el portal, este desapareció, sin dejar ningún tipo de rastro de su invocadora y mucho menos, del destino en el que se encontraba ahora mismo

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- Vous êtes pathétique...

 

Mis compañeros comenzaron a retirarse en ese momento y decidí que me llevaría conmigo a Leah y a Isaac, por supuesto, no podía dejar que abusaran de un cuerpo inerte en San Mungo. Bueno, la verdad si los dejaría, pero resultaba más divertido salir a cazar a más de los compañeros fieles de la Orden del Fénix, como la difunta Melrose.

 

Tomé sus manos y desaparecí en seguida para poder vigilar atentamente el pueblo mágico de Ottery para estar al pendiente de otra aparición de aquellos magos y brujas, tal vez en el siguiente ataque alguien vendría a defenderlos como lo había hehco Sagitas el día anterior aunque lo dudaba, no existían muchas personas como mi hermana... mi pobre hermana. Me lamentaría de atacarla después, no ahora.

 

 

 

OFF ROL:

Melrose Moody murió al pasar una hora sin respuesta para defenderse del fuego maldito que se le lanzó, ahora tendrá que pasar a sanarse si quiere continuar roleando en el Mundo Mágico. Todos los mortífagos salen del enfrentamiento ilesos. coman frutas y verduras. ¡Esperaremos con gusto los estados que dediquen para esta ocasión, chicos! :blush:

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OFF: No es secreto para nadie la existencia de la huelga, la postura de todo un bando que ustedes no respetan. Si desean seguir fingiendo ignorancia en cuanto a lo que ésta implica o directamente hacer caso omiso de ella por ser más fácil que darse el trabajo de averiguar si se hacen esfuerzos por nivelar la lista de hechizos, be my guest.

Tratar como le gustaría a uno ser tratado, que le dicen. Así que esperen eso de vuelta. Por si no estoy siendo lo suficientemente clara para algunos, voy a ignorar directamente todo lo hasta ahora roleado. Si tienen quejas, pueden remitirlas a cualquiera de las líderes de los respectivos bandos, como les resulte más cómodo.

 

 

Cuando Kendra se aleja de Richard, Mel alcanza a distinguir en el rostro de la mujer un signo de envejecimiento, que se desvanece con rapidez mientras se aleja del círculo que Mel antes abandonara. A pesar de que en una situación normal no sería capaz de distinguir de qué se trata, en aquella oportunidad su nariz es una fuente de información más confiable que cualquier otra cosa que fuese capaz de dilucidar: el olor a sangre y a algo no-humano, emana con tal fuerza de aquella mujer que no puede si no pensar que está frente a una vampiro muy vieja. Tal olor parece ser parte misma de ella, como una estela que la sigue cuando se aleja del círculo y por supuesto, Mel sabe que los poderes regenerativos de un vampiro son mucho más fuertes que los de un licántropo ya que su cuerpo está muerto de todas formas. O al menos, lo más cerca que se puede de estar muerto.

 

Mel no se atreve a intervenir todavía. De hecho, no está segura de por qué aquella mujer ha sido convocada por Richard, si no hasta que cae en cuenta de que aquello que ha introducido en el cuerpo de el brujo no puede ser otra cosa que su propia sangre. El cómo ésta ha podido disminuir el efecto de cuanto ha sucedido o el cómo Richard ha podido llegar a tal conclusión tan rápido o incluso el contactar con la vampiro para que llegase con tal rapidez, una lo suficientemente vieja como para hacer un cambio... todas esas cosas superpuestas que han hecho posible que Richard ahora mire con expresión vaga pero ya no ciega al vacío, hacen que Mel se sienta mareada ante la sola perspectiva de que él haya sido capaz de planear eso en tan poco tiempo y más aún teniendo en cuenta el grado de vulnerabilidad en el que se encontraba.

 

Dado lo sucedido, sin embargo, es evidente que tal ha sido el orden de las cosas. Mel mira de soslayo a Ellie en busca de apoyo, de tener una idea de qué hacer a continuación pero no parece haber respuesta alguna. Incluso, sabe que en lugar de mirar estupefactos hacia las cosas que se desarrollan ante sus narices, deberían intentar detener a la vampiro o a Richard o ayudar a los sanadores proveyéndoles de información pero no lo hacen. En su lugar, el espacio ante Mel vuelve a tornarse borroso y cuando se vuelve una última vez hacia Ellie y sobre todo hacia Athena para intentar dilucidar que es lo que ella está pensando o está dispuesta a hacer, todo lo que ve son manchas de colores antes de perder el conocimiento, golpeándose la cabeza contra el suelo enlozado de manera estrepitosa.

Editado por Melrose Moody

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Demisit lacrimas dulcique adfatus amore est 

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No nos curamos desde el 2016... pls.

 

 

—Kendra.

 

Los agudos sentidos de Mel le proporcionan mucha más información de lo que sucede; sin embargo, Ellie no logra entender mucho de lo que percibe. De lo que está segura, sin embargo, es que aquella mujer no es una persona normal. Cuando habla, lo poco que habla, su voz le produce una extraña e incómoda sensación. Su piel es pálida y hay algo, quizás su apariencia en general o algo más, le da la sensación de que es mucho más vieja de lo que aparenta. Ésa es una de las cosas de las que está segura: que esa mujer no es sólo una mujer. De la otra cosa que está segura, es de que lo que había en la jeringa es sangre. Por supuesto, esa mujer no puede ser una medimago, por lo menos no una normal; no es muy habitual ver magia de sangre.

 

—Ay, Mel... —suspira luego de un rato, tras observar cómo su prima intentó acercarse a Richard, aunque volvió a alejarse inmediatamente. Apenas ahora, es consciente de lo preocupada que había estado. Había estado barajeando incluso la posibilidad de, a espaldas de los sanadores, convencer a Mel de que remojara los labios del mago en el Elixir de la Vida; si bien eso no garantizaba que sanaría, por lo menos se mantendría con vida. Sin embargo, no sabe si hubiera sido capaz de llegar a tal extremo; aunque no es una experta en el tema, cree que la inmortalidad es más bien una maldición que una maldición. No es vida-vida, sólo existencia— Ya, deberías descansar. Yo voy a encargarme del asunto. Mira, quizás pueda hablar con mi jefe... —su voz se ahoga cuando Mel cae a sus pies.

 

El golpe que recibe su cabeza suena fuerte y doloroso. Cuando Ellie observa que la sangre comienza a manar, entra en pánico. La sangre la altera. Sin ser consciente apenas de lo que hace, se arrodilla y extiende sus manos hacia Mel pero ¿y si la lastima? ¿Y si empeora la situación? Ella no sabe de primeros auxilios, no sabe qué hacer. Simplemente, se queda observándola... y, entonces, nota algo extraño en su rostro.

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sins don't end with tears, you have to carry the pain forever

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La mujer no se aproxima a Melrose, porque sabe que dicha proximidad no puede hacerle bien alguno. De hecho, una uña que pueda arañar su cuerpo, una gota de sangre suya que pueda entrar en contacto con alguna herida abierta: todos esos elementos no harían más que empeorar el estado de esa muchacha. Porque los lobos no tienden a sobrellevar bien el contacto vampírico.

 

La sangre no despierta en Kendra deseo alguno. Es más bien como percibir el olor de un platillo que no es de su agrado o resulta en general poco apetecible. Ella se limita a evaluar la situación desde su posición, mientras rebusca en la bolsa de cuero que trae cruzada sobre el cuerpo.

 

Cuando da con el pote de vidrio que ha estado buscando, lo saca para poder echarle una ojeada. Es sólo pócima para heridas pero es obvio que ha sacado el correcto, pues pasa el pote a su mano libre y vuelve a rebuscar en el contenido del bolso por un segundo y tercer envase: poción herbovitalizante y reabastecedora de sangre. Estos últimos vienen en viales y no en pote, con menor contenido pero es obvio que son igual de efectivos.

 

Kendra no dice una sola palabra, si no que llama la atención de Eileen tocando levemente su hombro y extendiendo ante ella el pote y los dos viales. No está segura de si dárselos estando ella (al parecer) en estado de shock -o una leve histeria- sea recomendable pero Kendra tiende a desconfiar de los sanadores por regla general, por lo que aún así decide qué es mejor encargárselo a la rubia.

 

En cuanto se refiere a la loba, está decidida a no intervenir para evitar accidentes, así que la ayuda de su amiga debería bastarle. Richard por otro lado... tiene todavía la vista perdida en el espacio pero ha de volver pronto. Sin embargo ¿es posible acaso reparar el estado en el que se ha sumido?

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Se sobresalta al sentir el toque en su hombro. Ellie observa cómo Kendra le tiende el frasco y el par de viales... Con dificultad, traga el pedrusco de nervios acumulado en su garganta. Una de las materias en la que no se ha instruido, es en los primeros auxilios. «¡Vamos! —se dice, abrumada por el olor a sangre y la incertidumbre de no saber qué le pasó a Melrose— ¡Conoces las pociones!». De todo corazón, espera que sólo se trate de una herida superficial, y no de alguna fractura... Intentando disimular su nerviosismo (en vano, por supuesto) toma lo que la mujer le ofrece y se sienta en el suelo frente a su recién conocida prima. Kendra no le da explicaciones. ¿Es porque sabe que puede entenderse con las pociones? Eso espera.

 

Lo que está en el pote de vidrio, es una pócima básica para heridas; la reconoce por esa tonalidad roja que se aproxima al magenta y esa consistencia densa. No se atreve a aplicarla directamente a la herida, pues no está segura de lo que sucede allí; podría cicatrizar mal, o algo por el estilo. En cambio, hace que Mel beba un generoso sorbo; cuando deja el pote a un lado, se ha ido la mitad de su contenido. Si bien de aquella forma la poción tarda un poco más de tiempo en hacer efecto, la sanación se hará como debe hacerse, desde el interior hasta el exterior. Aquel método es, como lo describió su profesor de pociones en Hogwarts, a prueba de tontos.

 

En cuanto a los viales, tienen la proporción perfecta: diez milímetros cúbicos. La poción reabastecedora de sangre también es roja, pero es un líquido traslúcido y ligero; la poción herbovitalizante tiene una consistencia similar, salvo por el brillante color verde que posee. Ambas las vierte entre los labios entreabiertos de Mel, con cuidado de no derramar ni siquiera una gota, pues un cambio en la dosis puede marcar una gran diferencia.

 

Cuando los ojos de Mel comienzan a abarcarse, los sanadores atraviesan la vitrina.

 

—El Ministerio no tiene presupuesto para costearnos piel de dragón... —le explica uno a Ellie— Probaremos con un encantamiento para repeler magia.

 

—Uhm... déjeme ayudarle —repone, luego de unos momentos. No está tan segura de qué tan expertos en encantamientos puedan ser los sanadores, en general—. Soy del Departamento de Misterios.

 

Es muy difícil realizar un conjuro para lo que no termina de comprender. Richard, en definitiva, es un mago diferente. El mal que sufre y que puede hacer sufrir a los demás, se asemeja al de un obscurial. Lo rodea una fuerza destructiva... «No. No destructiva, no exactamente. Degenerativa», se dice, al recordar la forma en que la cercanía afectó a Kendra y cómo fue capaz de sanar tan rápido (una habilidad claramente sobrehumana). Si bien se pregunta si accedería a llevar ella a Richard, piensa que de todas formas, los sanadores serán los que lo atiendan, así que deben encontrar algo que funcione. Además, no sabe qué tan involucrada esté ella con el asunto y no quiere que termine enredada allí contra su voluntad; o, peor, provocar en ella algún daño irreversible.

 

Ellie tantea en su túnica negra y encuentra la varita de sicomoro que, en comparación con otros magos, usa muy poco. Con un golpe en el aire y los labios apretados, la mirada concentrada en los sanadores, realiza un encantamiento silencioso. Si está en lo correcto, ese encantamiento debería repeler esa aura. Y, si no es así, por lo menos debería demorar en alcanzar a los sanadores... Éste rodea a cada uno de los sanadores como un resplandor muy leve, de un tono amarillento.

 

Mientras un par de sanadores suben a un Richard semiinconsciente a una camilla, otro se encarga de instalar una puerta sobre la vitrina.

 

—No podemos trasladarlo por el hospital, de forma normal —explica el que debe ser el encargado—. Lo llevaremos a una habitación alejada, en un área despejada.

 

Luego de asentir, Ellie le indica a Athena que se acerque, para realizar el encantamiento sobre todas. Por inercia, a asumido que van a seguir a Richard, a pesar de que ninguna sea una sanadora (que ella sepa, claro). Aunque, en el fondo, se pregunta si los conocimientos que le consiguieron el puesto en el Departamento de Misterios, podrían ser de ayuda ahora.

 

—Mel, despierta... —susurra, pues a esas alturas la poción herbovitalizante debería haber hecho efecto— Tenemos que seguir a Richard. ¿O vamos a tener que llevarte en camilla también? —suspira.

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Durante las últimas horas a estado muy dispersa, muy callada, muy no siendo ella misma. No puede evitar sentir que es su culpa que los gemelos llegaran hasta Richard. Si no hubiese sido tan niña chica en su actuar y no los hubiese ido a buscar hasta otro país; tampoco ella habría sufrido esa semana en que la tuvieron retenida contra su voluntad y ahora no estarían en San Mungo agobiadas por la incertidumbre porque lo que él tenía no era un enfermedad común donde se puede elaborar un diágnostico, allí tienen que solo esperar, y quizás confiar en que las cosas saldrán bien.

 

Sin reproche, sin cuestionamientos se acerca hasta donde Eileen para que ejecute el hechizo que debería servir como protección y que a funcionado, al menos, en los sanadores del lugar.

 

Han pasado tantos años desde la última vez que caminó por algún pasillo de San Mungo desde la otra ventana que casi no recordaba ese sentimiento. Aunque si había intentado ayudar a la gente del CCU el año anterior, cuando todavía trabajaba en el departamento auror del Ministerio.

 

—No puedes darte por vencido todavía Richard, se supone que hay muchas cosas que aún quieres hacer... —Le alcanza a hablar en voz bajita antes de que inicie el traslado hasta algún lugar más seguro y menos concurrido, y en donde también vendrá otro asunto en el cuál nadie pensó. Preguntas por parte del personal para averiguar que pasó, lo cual es muy normal si es que quieren buscar como ayudarle, pero ahora que a caído en cuenta de ello Rouvás no está muy segura si deberían cooperar. Cualquier información podría hacer que descubran la condición de Richard o también atraer a los gemelos hasta donde se encuentran ahora. Ellos son especialistas en obtener rumores, por algo lograron ubicarlo. Entre tanto se a ido acercando hasta donde se encuentre Eileen dándole la poción a Melrose. —Eileen, ¿te encuentras bien? —Recién repara que nadie se lo preguntó a la joven bruja, y eso que apenas se ha unido hace unas horas a los Moody, vaya primer día.

 

Se fija en lo que la mujer le a entregado a Ellie para restaurar las energías de Mel, algo sustancial pero siempre efectivo aunque de pésimo sabor. Espera que a Melrose eso no le afecte demasiado.

 

—Creo que va a necesitar algo de ayuda de todas maneras, esas pociones tienen buen efecto pero no son inmediatas. Pediré otra camilla al menos para que nos lleven hasta donde dejarán a Richard, allí debería llegar en mejores condiciones. —Intenta sonar lo más uniforme posible sin estar segura si realmente funcionó. Antes de acudir con quienes les están ayudando espera por ver a Melrose reaccionar. —¿Estás segura que tu no tienes ninguna herida Ellie? No vayas a desmayarte por el camino. —Intenta sonar como si estuviese lanzando una broma, aunque tristemente falló en el intento, cree.

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