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• Moody • (MM B: 109061)


Ellie Moody
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—¿Tu también viste eso?

 

Mel entró a la cocina con las manos cubiertas de barro y sangre. Al parecer, no había ingresado por la puerta principal y no parecía molestarse por las condiciones en que se encontraba. Se enguajó las manos en el fregadero sin muchos comentarios antes de acercarse a tomar un pastel de carne tibio y zamparse un buen trozo con cuidado de no quemarse. Sus manos estaban llenas de arañazos y lo que parecían ser mordeduras y uno de sus dedos medio y anular todavía sangraban un poco pero antes de que eso pudiera estropearle la merienda, hizo que se coagularan casi con impaciencia para luego volver a limpiarse y seguir comiendo.

 

Debido a sus manos, no era muy evidente que también sus pies estaban embarrados pero ella empezó a limpiarse enseguida, con un paño empapado en poción de limpieza que había cogido del fregadero. Eso no impidió que terminase la mitad de un pastel de carne en breve.

 

—El departamento de criaturas mágicas es más divertido que el concilio —mencionó casi de paso— pero en este trabajo no recibo ninguna ayuda de Richard.

 

Sabía que Ellie no confiaba o trataba con Richard de la misma forma que ella pero incluso la propia Mel había tenido que alejarse y remitir frente a lo que había sucedido hacía un par de semanas. Había sido demasiado, incluso para ella, que no solía preocuparse por nada.

 

Por suerte, Freya las interrumpió en ese momento para servirles un poco de agua de menta fresca.

 

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Ellie, en respuesta, asiente lentamente. Tiene la sensación de que el salón de estar se hunde se sumerge en un pesado silencio, roto solamente por el sonido provocado por Mel al moverse o al masticar. Desde su asiento, la ha estado observando con una expresión de incredulidad; por la apariencia de su prima, pareciera que volvió a tener una pelea o simplemente que tuvo problemas. Le gustaría preguntarle qué sucede, pero la presencia de un desconocido la inhibe, de modo que no se atreve a hablar. No hasta que la propia Mel explica por qué luce así.

 

—¡Oh! —no tenía idea de que Mel había pensado en cambiar de departamento, aunque ya le había manifestado que no se sentía completamente a gusto en el Departamento de Misterios. Sí, trabajar con criaturas mágicas seguramente será más adecuado... y no por que sea una mujer lobo, sino simplemente por su carácter y los pocos deseos que ha llegado a conocer de ella. Además, aunque está bastante maltrecha, le parece que luce feliz y cómoda.

 

Afortunadamente, la elfina doméstica no está allí, pues le daría un infarto al ver el estado del suelo y la cocina. Sin embargo, Ellie no tiene problema en encargarse más tarde de la limpieza.

 

Sintiendo una repentina libertad, Ellie sigue comienzo pasteles y se vuelve hacia su prima, que está sentada en el sillón próximo a ella. A ella nunca le llamó la atención la magizoología, pero cree que sería bueno tener una conversación del tema con su prima; quizás podría aprender un par de cosas, lo cual a su vez le ayudaría a conectar con Hobb. Mientras más tiempo pasan juntos, más advierte las diferencias y le asusta que puedan llegar a distanciarlos.

 

—Pues... sí, parece bastante emocionante —comenta Ellie, con una sonrisa un poco nerviosa tras observar la herida en la mano de Mel—. ¿Qué es lo que haces en el departamento?

 

Ni Richard ni el joven mago se atreven a hablar todavía. Ahora, con un poco más de firmeza, Ellie piensa si no los estarán interrumpiendo de alguna manera.

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Richard dirigió a Melrose otra mirada turbia que ella no alcanzó a ver, porque él volvió a posar los ojos en Gryffindor segundos después.

 

A Mel, por otro lado, descuidada como era no se le escapó que Ellie le había echado un vistazo a sus heridas. Ya había terminado de limpiarse los zapatos, así que hizo lo propio con parte del suelo antes de tomar una bandeja de galletas de chispas de chocolate que estaban enfriando junto al fregadero con un par de pasteles de carne montados encima y una jarra de café caliente. Luego, le pidió a Ellie que tomara las tazas y unos platillos y se dirigió hacia las escaleras sujetando todo en equilibrio.

 

No hizo falta indicar que se retiraba al piso de arriba para que pudieran conversar. Se sintió un tanto incómoda pasando por su lado llevando todo eso pues usualmente sólo los Moody veían la cantidad de cosas que comía pero no se olvidó de hacer una venia con deferencia hacia ambos antes de alcanzar su habitación e invitar a Ellie dentro para instalar las cosas en una mesita ratona rodeada de cojines que podían usar para sentarse.

 

—En realidad... —se miró las manos luego de dejar la bandeja y tomó una galleta— dije lo del departamento de criaturas pensando en que me gusta más el trabajo y es cierto que tiene cosas riesgosas pero no es por eso por lo que tengo estas heridas —miró a Ellie a la par que servía café para ambas—. Estas heridas me las hicieron un par de lobos en los alrededores de la propiedad. Me da impresión de que le pertenecieron a alguien pero por más que he intentado tratar con ellos con el anillo de amistad con las bestias, no han cedido ni un poco en cuanto a su trato —suspiró—. No sé si es por la bestia o porque no confían en la gente pero me dio la impresión de que quizá Richard supiera algo de ellos, porque no me explico si no por qué rondarían la propiedad.

 

Mel alzó las cejas como para indicarle a Ellie que era algo obvio, aunque la propia Mel no fuera buena haciendo deducciones. La persona que usualmente llegaba a las conclusiones correctas era Ellie. Luego, cambió de postura y se rascó un poco la barbilla antes de agregar.

 

—Me gusta el trabajo del departamento porque las criaturas son individuos que entienden claramente lo que son y lo que esperan de ti —replicó—. Algunas con peligrosas, otras sólo cautelosas y otras pacíficas pero ninguna va a buscar engañarte más allá de aquello que le demanda su naturaleza. No necesitan fingir. Es mucho más fácil que tratar con la gente.<<

 

>>En cuanto a los seres, duendes y espíritus, lo hago más por mí misma —aclaró un tanto apenada, porque no era un tema que tocara con regularidad y consistía en las bases mismas de lo que para ella era correcto— para poder cambiar esta mier** de legislación desfasada, que nos condena al ostracismo y nos trata a todos como animales a su servicio<<.

 

Algo hizo entonces un fuerte "crack" antes de otro sonido característico. Era debido a que la galleta en su mano se había partido y luego deshecho, cuando apretara con fuerza. Mel relajó entonces la mano y también el gesto, antes de comerse los restos y limpiarse con un toque de varita antes de tomar otra galleta. Si bien era una persona muy tranquila y relajada la mayoría de las veces, el tema de la discriminación era parte de sus no negociables. Sin embargo, al dar la primera mordida a la siguiente galleta, volvía a ser la muchacha de siempre.

 

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—Uhm, bueno... —al escuchar la invitación de Mel, Ellie se pone de pie y, sin querer parecer más grosera de lo que ya debió parecido, le dedica una última mirada a Richard y a su acicalado acompañante. Ambos no habían intercambiado palabras con las brujas allí, reforzando más la suposición que tenía no sólo de que sobraba allí por haber algún tema íntimo entre los magos. Ahora se siente más tranquila, de tener una excusa para marcharse sin sentirse culpable y además de contar con la compañía de su prima. La ha extrañado— Los dejamos en lo suyo.

 

La habitación de Mel está un poco desordenada, como es de esperar. Sobre la mesa, su prima acomoda las provisiones que trajo sin disimulo de la cocina, mientras que Ellie acomoda algunos cojines para sentarse sin que su trasero se aplaste sobre el suelo de madera. Esa reunión improvisada le recuerda a cuando jugaba a la fiesta de té con sus peluches y muñecas, donde se sentía bastante a gusto, o a las pijamadas habituales en las chicas de Gryffindor, donde se sentía como una intrusa. Afortunadamente, con su prima no es así.

 

Mientras Mel habla, Ellie se sirve una taza de café y la bebe en pequeños sorbos, disfrutando de la calidez de la bebida y lo, irónicamente, reconfortante de su amargura. Tenía días sin beber café, mas no se había dado cuenta de lo mucho que lo extrañaba hasta que regresó a casa. Aunque la escucha atentamente, no alza la mirada sino hasta que un fuerte crack hace que se sobresalte, asustada de que la mesa se hubiera roto o quizás alguna de las tablas del suelo. Pero, cuando el puño en alto de Mel se relaja, las migajas de las galletas caen. A Ellie le inquieta, pero le parece a la vez divertido, la forma en que su rostro se relaja y actúa con naturalidad, luego de esa evidente alteración.

 

Cada vez encuentra más detalles curiosos en su prima... pero ésto no es algo así. Esto es mucho más profundo, algo que comenzó a sospechar desde las lecciones de legeremancia y que confirmó con su aventura inesperada en Les Antiqués. Desde entonces, no han hablado mucho del tema. Ellie no se atreve a sacarlo a colación y Mel es muy tranquila, quizás haya dejado de pensar en ello, mas ella no. Le gustaría decirle que la entiende, que la apoya pero ¿qué derecho tiene? Aunque el gobierno de la comunidad mágica británica le haya defraudado, lo cierto es que Ellie no ha sufrido lo que Mel y muchos seres; ella no ha sido aislada ni excluida. Por el contrario, quizás tenga muchas oportunidades gracias a su raza más que a su preparación, sólo que ahora decide no aprovecharlas.

 

—Estoy segura de que ellos apreciarán tu preocupación —dice luego de unos momentos de pensar en su respuesta, aunque lo que dice ahora tampoco la conforma—. Me gustaría poder apoyarte, pero... —ahora se arrepiente de hablar, pues no sabe qué palabras son adecuadas. No sabe qué idea es adecuada— Es decir, si necesitas ayuda... —pero Ellie piensa en lo ocurrido en el bosque, recuerda las palabras de Mel y la vergüenza que sintió. ¿Por qué sigue hablando? ¿Por qué no se calla?— Oh, estas galletas están muy buenas. Creo que deberíamos decirle a Freya que, antes de que regrese con los E. M., nos enseñe la receta.

 

Sólo es después de hablar que le da un mordisco al postre y confirma que, verdaderamente, están muy buenas. Aún así, luego de tragar, le queda un gusto amargo en la boca y no es el café.

 

—Ehm... no sé mucho de animales —repone, al volver a observar la herida de Mel y recordar su ataque—. Si quieres, puedo ayudarte con las heridas. En fin, lo que quiero decir es que, en teoría, y no sé qué tanto uno pueda apegarse a la teoría en este caso, es que aunque un animal o una criatura sea desconfiada, el anillo debería... —Ellie está apunto de decir doblegarlo, pero no se atreve. No es una buena palabra que usar sobre un ser vivo. Antes no le daba importancia el tema, pero gracias a Mel y a Hobb, se ha sensibilizado bastante— debería facilitar esa amistad, sin importar qué. Para éso fue creado, ¿no crees? Así que probablemente sea "la bestia" —no le gusta referirse así al instinto de Mel, a su naturaleza de mujer lobo, pero no encuentra otra palabra y ella misma usa esa expresión—. Es eso, o no son lobos normales.

 

»Deben ser de Richard —dice luego de unos momentos—. Encanté el terreno, justamente para prevenir estos accidentes. Los animales que estén cerca, tienen permitido estar por aquí... aunque también podrían haber roto mi encantamiento —suelta Ellie, aunque no le parece muy posible. ¿Cómo iba a haber en Luss un mago tan poderoso como para neutralizar su magia, sin que ellos se enteraran?

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La pequeña Ramabladi podia sentir que era momento de ver a su madrina tal vez era un descaro que desapareciera como si nada importara en la vida, con un poco de fe a que su madrina la reciba sale de su oscura habitación despolvando su capa y a su escoba tal vez ver a su madrina le de nuevos aires en su vida.

 

Corriendo por su habitación con un poco de prisa por ver a su madrina de nuevo sale desde su ventana saltando con emoción tomando a su escoba de una manera profesional se dirige a la mansión moody.

 

Casita Moody

 

viendo a lo lejos la bella casa moody dando su ultimo aire para decender hacia el suelo el cual hace mucho no veía desde que se aparto y dio su brinco existencial con un poco de fe, sonríe y sale corriente hasta la puerta donde un salto y golpeando un poco fuerte y dejando su escoba botaba por ahi pues sabe que no pasara nada.

 

-MADRINAAAA- Grita mientras acomoda su capa de una manera cómoda para que no a molestara estaba esperando que un elfo lo atendiera de una manera o otra.

 

 

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—Hey... —Mel de pronto está preocupada. No había querido que su prima se sintiera mal pero a pesar de su discreción, Mel puede notarlo enseguida debido a la proximidad estando ambas alrededor de la mesa ratona— no quería que te sintieras culpable o algo parecido —suspiró—. En realidad no se trata de preocuparse de ellos o su condición si no de simplemente probarle a los demás que están en un error al subestimarlos o hacer de menos de ellos.

 

A pesar de que no se incluye en esa oración, está identificada con lo mismo que predica y a quiénes se refiere como suyos. A su vez, sabe también que Ellie puede tener razón en cuanto a los lobos. Es la misma idea que le había surgido a ella pero no la había evaluado con más detenimiento.

 

—Me decanto más con la idea de que Richard tenga algo que ver con ello —replicó entonces luego de dar otro sorbo de café—. Si no ¿por qué rondarían la propiedad? Bueno, quizá la bestia también tenga algo que ver, no puedo estar cien por ciento segura...

 

En aquel preciso instante, se oyó un grito al exterior. Mel dejó la galleta que estaba a punto de llevarse a la boca, antes de mirar a Ellie con las cejas alzadas. Luego, se acercó al exterior para echar un vistazo, agachándose y recargando su peso en el balcón de forma que pudiese tener mayor rango de visión. Allí se encontraba Paula, a pocos metros de la entrada y Mel la saludó con vehemencia para llamar su atención desde arriba.

 

Era largo de explicárselo a Ellie de momento, así que se limitó a correr al interior todavía descalza haciendo resonar la madera bajo sus pies desnudos y volvió al balcón con un cúmulo de sogas que al ser amarradas y colgadas del balcón resultaron ser una práctica escalerilla de mano.

 

—Sube —invitó con una sonrisa, habiendo dejado su vaso autorrellenable sobre la mesilla de noche para que pudieran ser tres ahora, en lugar de dos, de forma que todas pudiesen beber un poco del café recién pasado y tomar cuantas galletas quisiesen.

 

La idea, era que pudiese pasar por allí de forma que las personas en el salón pudiesen continuar con lo suyo sin ser molestadas.

 

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—¿Madrina...? —repite Ellie con la boca llena de galletas, luego de que un grito proveniente del exterior llenara la habitación. Observa a Mel, pero ésta solamente alza las cejas, seguramente sin saber qué decir; sin embargo, es ella quien se levanta y sale al balcón a averiguar quién está llamando a una madrina. Está segura de que aquella muchacha (pues la voz era joven y femenina) debe estar equivocada. Ni ella ni Mel son madrinas de nadie. De modo que, mientras su prima arregla aquella situación para poder continuar con la plática, Ellie continúa comiendo galletas. Sí, últimamente ha estado ganando más peso pero esas galletas están demasiado buenas y, su hambre, despierta, implacable.

 

»Bueno, ¿quieres preguntarle a Richard si sabe algo de los lobos? —pregunta en voz alta, para que Mel, en el balcón, la escuche. Está concentrada en el café y la pasta seca, de modo que no presta mucha atención a lo que su prima está haciendo allá afuera— O podemos investigar por nuestra cuenta, en la noche.

 

En ese momento, escucha el grito de Mel. ¿Subir? ¿De qué habla? Ellie se levanta y, al acercarse al balcón, observa que su prima ha colgado una improvisada escalera de mano, hecha con sogas. Abajo, observa a una jovencita de rasgos asiáticos, que le hace pensar en Kaori aunque a la vez es muy diferente.

 

—No sabía que tenías una ahijada... —dice por lo bajo.

 

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Editado por Eileen Moody

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Los meses de verano le estaban sentando particularmente mal este año. Cuando el sol daba su máximo apogeo la incomodidad consigo misma era casi insoportable, sin mencionar que ahora estaba lidiando con bastantes asuntos administrativos y estos la habían mantenido alejada de los asuntos en que siempre estaba sumida; al menos mientras se acostumbraba a ellos. Lo único alentador es que los primeros malestares fueron disminuyendo con las semanas y ya eran mínimos comparados al tiempo de la ignorancia.

 

Aquel día decidió darse un pequeño espacio para recargar energías. No el día completo, pero si una pausa, a su juicio merecida, respirar un poco de aire fresco, comer algo más adecuado. Ese era su deseo más inmediato, aparte de escapar de los papeleos y del encierro hostigante de las salas de la Universidad. Ni siquiera consideró que su negocio podría brindarle esa calma pues allí siempre había alguien entrando o saliendo, y la campanilla de la puerta no hubiese parado de sonar. No, era mucho mejor su hogar, definitivamente.

 

Arthardy Niniadis se había vuelto a marchar hacía dos semanas rumbo a Grecia luego de enterarse que habían nuevas aristas en los disturbios de su país, y Rouvás estaba lamentado no poder acompañarla como antaño. Ahora lo tenía prohibido.

 

—¿Qué estará sucediendo allá? —Los recuerdos de esas disputas no eran muy agradables a decir verdad. Estaban manchados de duelos entre brujas y magos, y problemas de quien sabe qué época. —... Extraño Grecia, a veces. —Murmuró mientas se recostaba bajo la sombra de unos de los árboles del jardín y dejaba las manos tras la nuca. Las hojitas de los árboles llevaban cierto vaivén hipnotizador.

 

Sacó una de las manos para apoyarla con delicadeza sobre su vientre. Aún no se le notaba demasiado, menos cuando usaba ropa más bien poco ajustada, pero de seguro en los próximos meses comenzaría a experimentar los primeros cambios más marcados. Tal vez debería dejar de pensar en eso y disfrutar más el momento, tal vez todavía no estaba del todo asimilada la idea de lo que se vendría. ¿Cómo se lo tomaría su padre cuando se enterara? Mejor dicho ¿por qué le importaba? "Que testaruda eres con el tema Rouvás..." Se regañó mentalmente. Ya era tiempo de que fuese dejando lo arisca atrás, no podía cambiarlo (no es que lo quisiera hacer tampoco) ni podía volver el tiempo atrás. Las cosas solo habían sucedido.

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—Creo que investigar por nuestra cuenta es la opción más segura... y sobre ella —añade refiriéndose a Paula—, ni yo lo entiendo del todo, pero sin duda va a ser constructivo para ambas intentar cultivar una amistad ¿no crees?

 

Si bien Luss podía resultar un lugar de lo más apacible, no daba lugar a muchas oportunidades de socialización. Tanto Ellie como ella no eran de lo mejor para intentarlo y menos para conseguirlo, así que un poco de aquello no les vendría mal (era lo que Mel se decía una y otra vez luego del impulso bajo el cual había caído). Por otro lado, en cuanto a los lobos, no quería enervar a Richard si no era estrictamente necesario. Ya parecía haberse sentido bastante afectado por el aumento del presupuesto de manutención de la casa debido a los gastos alimenticios que Mel había provocado. Así que Mel averiguaría por su cuenta todo lo que pudiera.

 

—Por cierto —añadió volviendo la cara hacia su prima en el espacio del balcón, bajando la voz hasta convertirla en un cuchicheo— ¿Es verdad que empezaste a trabajar en el Magic Mall?

 

La idea se le hace un poco extraña. Una intelectual como Eileen, ocupada con los asuntos de los mercaderes, aunque su breve tiempo como logia le hizo entender que son un poco más que personas interesadas por los ingresos monetarios. Es quizá una de las pocas que extrañaba de todo eso, una única llave...

 

Freya - antigua elfina de Catherine

 

 

La criatura de ojos redondos no puede creer lo que ve, cuando nota la figura de una muchacha aproximarse. Al inicio, no reconoce a Athena Rouvás pero luego de haberse asegurado, corre a recibirla y hace una adecuada reverencia. Hay muchos cambios en ella que no había conseguido ver debido a su estancia en el Castillo de los Evans McGonagall así que siente curiosidad y también una extraña expectativa. Desea conducirla al interior para que pueda descansar en algún mueble.

 

Así, la recibe y por supuesto, pronto se hace evidente que no es allí la única visitante. Luego de ofrecerle espacio en un cómodo diván que quién supiera de dónde se ha sacado, va enseguida a ocuparse de la cocina y no se detiene ni un segundo a leer el ambiente existente entre Richard y Gryffindor. De hecho, la elfina se ha mantenido alejada de ellos lo más posible. Sólo había retornado por la necesidad de ofrecer algo especial y de agrado de la muchacha que apenas ha llegado, pues algo le dice que lo necesita. En cuanto a Richard, él no abre la boca y tan sólo saluda a Athena con expresión tranquila, forzando un abrazo que Freya no está segura de si Athena decide tolerar o sólo no puede evitar. Luego, retorna a su primitivo lugar frente al muchacho que viniera antes, como si no hubiera nada más interesante qué hacer.

 

Las pisadas arriba son leves, casi sin hacer ruido, pero inconfundibles. Freya se pregunta sólo por unos segundos qué podrán estar haciendo, antes de ponerse a cocinar lasaña, consiguiendo que el olor del preparado inunde la sala.

 

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-Muchas gracias- exclamó el apuesto animago, luego de que Freya le permitiese el paso hasta el salón al interior del hogar de los Moody; sitio donde esperaría a que su "objetivo" arribase para poder platicar con él. Tras sentarse en uno de los cómodos divanes; Elros cogió un poco de té del que la elfina le había servido (no olvidando endulzarle con un poco de miel que estaba en un jarro de porcelana sobre la bandeja de plata) para calmar sus ansias, pero ese brebaje caliente no sirvió de mucho que digamos, debido a que el padre de Athena hizo acto de presencia en la cómoda estancia, haciendo funcionar un antiguo objeto que envolvió los oídos del paladín con una melodía hipnotizante. -Bu... buen día, señor. ¡Thomas Gryffindor! Un gusto- comenzó diciendo el fenixiano, estrechándole la diestra a Richard, el cual parecía estar sumergido en sus propios pensamientos con la música ambiental. Gracias a Merlín, la llegada de una chica con una túnica verde oliva, acabó con el silencio sepulcral tras su presentación; instando al oclumago a saludarle para mostrarse lo más correcto posible frente a su "futura familia". <¿Eileen? ¿Eileen Moody?> pensó el joven al oír que la elfina la nombraba a la distancia, más bien cerca de lo que parecía ser la cocina de la morada desde donde el perfume de los pasteles de carne provenía. <Otra chica más> meditó mientras apretaba los dientes del nerviosismo que sentía, observándole (Melrose) a escasos metros con una sonrisa un poco fingida y torpe.


-Don... O sea, Richard... He venido hasta aquí para pedirte en matrimonio la mano de tu hija... ¡ATHENA!- gritó aquel nombre al final, ya que su enamorada (sí... ella misma, a no ser que fuese alguien con Multijugos que quisiera pasarle una broma en un momento así de tenso) apareció de la nada. -Yo... ehh... Athe... Estas flores son para ti- dijo tartamudeando el nigromante, tendiéndole el ramo de jazmín blanquecino sin querer mirarle mucho a los ojos; debido a que sus mejillas ya estaban sonrojadas más allá de lo habitual en él. -Si... si no fuera mucha molestia, Bonis... Necesito platicar con tu padre a solas... Estamos tratando un tema de... "Hombres". ¿Podrías?- pidió a la directora de la Universidad que hiciera abandono de la sala, con respeto; desviando finalmente sus orbes esmeraldas hasta la figura del hombre que permanecía estoico en su lugar luego de oír la petición que el pelirrojo le hizo justo antes de que la griega cruzara el umbral en el minuto de reflexión inicial entre ambos caballeros.

Editado por Thomas E. Gryffindor
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