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.:: Castillo Black ::. (MM B: 97834)


Matthew Black Triviani
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A ver. Entendamos una cosa. Orión no es específicamente un hombre matutino. Como no le gustaba el café, porque lo ponía demasiado hiperactivo, necesitaba de un par de tazas de té para recuperar en cierta medida, un dejo de conciencia sobre el contexto. De ahí, es que en relativas palabras, puedo explicar la poca predisposición ante los comensales en aquella fría mañana en el castillo.

 

Sólo se limitaba a tomar. Intentar hipotetizar sobre el restante de las hojas de té. Su inconsciente sí escuchó el intercambio entre Kya y Gabrielle. Pero su consiente estaba despertando todavía. Bostezó y aun con los ojos somnolientos vio como Gatiux se dirigía hacia la cocina. Parpadeó varias veces. El tema de ser padre todavía no le golpeaba en su puerta del cotidiano. Sus “hijos” iban y venían. Su trabajo tampoco le permitía darle grandes ventanas de tiempo compartido. Pero algo tenía que decir.

 

- Kya, sabes que esas cosas están mal decirlas. A veces es mejor tener paz, a tener razón. Hablaremos de esto más tarde

 

No es que estaba haciendo referencia a ese caso específicamente. No le interesaba si su hermana hablaba francés o no. Él mismo tenía un par de modismos irlandeses que se le escapaba. Lo suficiente como para que él solo se diera cuenta. Y es que, en una comunidad británica cosmopolita, donde básicamente los ingleses eran la minoría, uno se terminaba acostumbrando.

 

Lo que sí lo terminó de despertarlo fue cuando Aziid entró en escena. Hacía tanto que no lo había visto. Desde ese ataque en Halloween, donde muy pocos recordaban los verdaderos sucesos. De ahí, entendió que el joven Black hubiese tomado distancia. A veces, involucrarse demasiado con algo en muy poco tiempo, tendía a llevar una reacción opuesta. Le levantó la taza a modo de saludo cuando éste primero se apoyó en el hombro.

 

- Como verás, pasamos de drama terrorífico, a un drama novelero. Lo que sí, queridos míos, voy a pedirles permiso. Creo que tengo un par de cosas que resolver en la cocina. Si alguien me hace el favor de despertar a Luisitha, sería bastante conveniente. Siempre es la que se despierta temprano, en definitiva.

 

Se levantó de su asiento mientras terminaba el contenido de su taza. Se acordó, después, de ese intercambio medio raro entre su hermana y Aziid ¡Diablos! Estaba fallando como padre. Nunca podía educar a tiempo. Apoyó la taza en la mesa y miró al joven morocho.

 

- Contigo también tengo que hablar seriamente –se quedó en silencio, viendo a Akiza, Benisher, Kya y Azzid-. ¡Qué casualidad! Todos primos hermanos acá. Volveré en unos minutos.

 

Se dirigió hacia la cocina. No quería sorprender a Gatiux. No le había dirigido palabra desde que apareció. Tampoco quería iniciar un encuentro furtivo carnal, como sus bellas hermanas.

 

- ¿Hablaste con Gabbs? ¿Te importa si me comentas los detalles? –preguntó, al mismo tiempo que se apoyaba en el marco de la puerta.

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«Si no te gusta el modo de la gente de este castillo, creo que tienes otro.»

 

Las palabras de Mahía habían sido como si ésta hubiera decidido tirarle un balde de agua fría. Se quedó recta, congelada, sin parpadear siquiera. No se trataba de un puñetazo físico pero lo sintió así. Los ojos amarillos de la banshee no siguieron a la rubia cuando ésta salió de la cocina, se quedaron fijos mirando a la nada y se llevó la mano al estómago, sintiendo cómo se formaba un nudo doloroso allí.

 

Durante semanas, Gatiux se había preguntado cuando sería la ocasión en la que un Black sugiriese que su sitio no era aquel, que tenía otro hogar y que podía largarse. La respuesta por fín llegó: poco más de dos meses. Cuando tenía la esperanza de haber encajado en aquel lugar, alguien le decía que no. Fue bonito mientras duró. Aquella frase tan simple le había dolido más de lo que admitiría nunca a nadie. Tal vez tenía razón. Tal vez debería volver a pudrirse en soledad y alcohol.

 

Unos pasos le alertaron de que alguien más se acercaba. Se giró y vió a Orión. Se apartó por si quería entrar a la cocina, pero éste se quedó parado frente a ella. La Malfoy enarcó una ceja. Por lo visto ahora se dirigían la palabra. Cruzando los brazos en una clara actitud defensiva hacia él mordió sus propios carrillos.

 

- Nada. Le he dicho a Gabrielle que me ha parecido descortés lo que le dijo a Kya. -contestó la Malfoy- Hablarle de ese modo, aunque haya sido propiciado por una salida de tono lo de Kya, no la ayudará a sentirse cómoda en el Castillo.

 

Miró de forma suspicaz al Black. ¿Había ido hasta la cocina para proteger a sus hermanas? Gatiux tomó un vaso vacío y después se apuntó a la sien con la varita, extrayendo un pensamiento plateado de lo que había pasado en la cocina del Castillo Black desde que entró en la misma hasta que Mahía se fue y colocándolo en el vaso. Se lo tendió a Orión, poniendo el vaso de cristal sobre su pecho.

 

- Por si quieres examinar la escena. -dijo Gatiux- Ahora, si me disculpas...

 

No volvió hacia el salón comedor, en lugar de eso llegó hasta su habitación donde se encerró con un fuerte portazo. Abrió el canapé de la cama y sacó dos maletas. Con ayuda de la varita, sus cosas comenzaron a volar por toda la estancia, doblándose pulcramente en el aire y cayendo con delicadeza dentro de la maleta. Donde estaba cayendo la ropa estaba hechizada mágicamente para tener mucho más espacio. Fue guardando de forma manual todas las pociones mágicas en un pequeño maletín. Y mientras hacía todo aquello el corazón martilleaba en su oído.

 

¡Qué estú.pida había sido! ¡Nunca debería haberse sentido cómoda en el Castillo Black!

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Mahia mordió su labio inferior para reprimir un quejido de placer y abrazó a Gabrielle, apretando la tela de su vestido con sus manos. Quería más, mucho más. El aire que cada vez se hacía más difícil de inhalar provocaba su respiración agitada. La cabeza le daba vueltas y su cadera se acompasaba a los movimientos de la rubia, buscando el contacto más de lo que creía que estaba haciendo. Era una sutil tortura que le llevaba a lo más alto y que su hermana no se preocupaba en acelerar.

 

Las manos de la otra Black le hacían estremecer. Entre temblores y tenues sonidos buscó los labios de la otra chica, aumentando la pasión. Permitió que la Delacour terminara de bajar sus shorts y con premura tiro del borde del vestido que le cubría, dejando que sus manos recorrieran el camino que las telas dejaban. Quería sentir el calor de la piel, los roces, la suavidad. Miró a sus ojos con deseo, como perdiéndose en la miel que brillaba ante ella.

 

Acarició el vientre plano, subiendo por su pecho. Maravillada se detuvo unos instantes allí, acariciando con la punta de sus dedos, bordeando y circundando cada borde, cada pliegue, lizo o rugoso, que sus manos encontraran. Sentía los escalofríos que provocaba, quería que se prolongaran lo más posible. ¡Cuánto la había extrañado!

 

Envolvió con una de sus piernas la cadera de Gabrielle y dejó su labor en su pecho, tomando la mano de la ojimiel para llevarla a su boca. Mordisqueó sus dedos sin dejar mirarla a los ojos y luego la volvió a hacia donde estaba anteriormente, pero sin nada que la pudiese detener.

 

Su corazón no dejaba de latir con fuerza, y su espalda se arqueaba ante cada toque, amoldando su pecho al de Gabrielle de forma natural. Los movimientos se hacían más rápidos y los besos y caricias no dejaban lugar sin recorrer, probar o lamer. Dos cuerpos emanando calor, respiraciones agitadas y voces entrecortadas y jadeantes completaban aquel momento tan especial, llegando al clímax de lo pasional. Entre sentimientos y sensaciones, tan vehemente como afectuoso, Mahia dejó escapar una suave proclamación, un leve susurro entre tanto jaleo. Te quiero -

Editado por Mahia Black

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*je t'aime


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Aquella cancion no dejaba de dar vueltas en su cabeza, repitiendose la frase del coro especificamente una y otra vez. Pudo ver como aquel medio gato con Kneazle le daba con su pata al vidrio de la ventana. Gianluca Grignani no habia sido su cantante italiano favorito, asi que no entendia por que "la mia storia fra le dita" se le habia pegado.

 

-deja de hacer ruido...

 

Dejo entrar al animal que se acomodo en su cama medio a medio, mirando desafiante al hombre moreno. Black le lanzo una almohada y se dirigio al baño a lavarse la cara para hacer algo medianamente util por su vida.

 

------

 

 

-Problemas de disciplina? Me recuerdan tanto a alguien.

 

Glenin habia llegado al marco de la cocina de manera inesperada. Ahi habia encontrado a Orion, su nefasto sobrino, a quien le tenia una especie de odio-amor paternal que no se podia explicar. El proclamado Sr. De los Black se aparecia de manera imperceptible desde las paredes del castillo, emergiendo de ellas como entre pasillos secretos. Su mirada habia dejado de ser totalmente negra y paso al gris natural para ocultar su identidad mortifaga.

 

Conocido como el ultimo Mariscal de la Marca Tenebrosa, el guerrero de las mil batallas siempre habia sido frio y distante, rayando en lo solitario. Tenia unos ideales atipicos, que defendiaba capa y espada, un creedo de vida que los hacia leyendas. Sus ropajes totalmente negros ondearon al cruzar la cocina.

 

Estaba antojado de una fruta simplemente, Extendio su mano y tomo aquella manzana verde, dejando visualizar en el antebrazo derecho un nuevo tatuaje, una A atipica y rara. Procedio a morderla y observo a los presentes de forma interesada.

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No supo que decir. Capaz había puesto un tono extraño sin percatarse, pero de hecho le había hablado amistosamente a su tía. Su madre había seguido a Gabrielle hasta donde Mahia la había llevado. Cruzó sus piernas mientras, bajo la mesa, movía su varita para que a sus oídos llegasen las palabras que Gatiux y Gabrielle intercambiaban. Suspiró. ¿Por qué cuando intentaba ser amigable, lo tomaban como un ataque? ¿Qué tipo de tono de voz tenía? Y entonces la guinda del pastel, decía en su cabeza, le habló directamente. Orión Black, al parecer, pareció correcto que sus primeras palabras fuesen, ¿un regaño?

 

—¿Lo dices en serio? —inquirió alzando una ceja—. Digo, no te he visto más que por fotografías, ¿y tienes la osadía de opinar sobre lo que digo o hago?

 

Desvió su cabeza sin siquiera esperar una respuesta, pestañeando más rápido de lo normal mientras intentaba contenerse. Años y años practicando una mejor actitud ante la gente, pues una importante persona para ella siempre le había dicho que alguna vez, por conveniencia, tenía que cambiar su manera de ser frente a otras personas. Y lo intentaba con todas sus ganas, pero sabía bien en el fondo que aunque se fuerce un cambio, siempre queda la esencia de quien se es.

 

Escuchó palabras desde la puerta y apretó los dientes, ¿todos opinaban ahora? Se preguntó si acaso lo mejor era irse y no meter más problemas, pero optó por mirar directamente al Black que había ingresado. Lo conocía, obviamente lo conocía, mas nunca había imaginado que se lo podría topar en la Black. Después de todo ella viajaba mucho y él casi nunca se mostraba.

 

—¿Glenin Black, no? —Kya lo miró de arriba a abajo curiosa—. No lo tomes a mal, pero hablar de la disciplina de otra persona, no es de tu incumbencia. —Tosió un poco mientras lo veía tomar aquella fruta, para luego hablarle una vez más directamente—, pero bueno, me sorprende bastante ver tantos Black juntos y no dejo de pensar que pasó algo. ¿Es así?

 

Al mismo tiempo, la mujer se preguntó si sus padres volverían al comedor a retomar la conversación, pues se lo debían. Bebió café nuevamente, notando que se había acabado. Alcanzó otro tazón que ya estaba servido, dejándolo cuidadosamente sobre su plato

Editado por Kya Black D'Lecroix

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El Sr de los Black sonrio ampliamente al escuchar las palabras de aquella altanera. Acaso no habia escuchado las historias familiares de aquel hombre, de como infundia el miedo en los rivales mas poderosos y como helaba la sangre de los presentes en un cuarto, arrastrando la felicidad.

 

-Kaidan...

 

El susurro del mortifago fue suave, ya la varita se habia materializado en la otra mano. Aquel brillo resplandecio en sus ojos y el temor se apodero de Kya. Empezo a temblar y todo la espalda se le erizo. Sentia el verdadero miedo que le habia propinado el hechizo mortifago.

 

-todo en este castillo, es de mi incumbencia...

 

Black salio de la cocina con su sonrisa de par en par. Barriendo a todos con la mirada y terminando de comerse su manza. Sinceramente se habia perdido el respeto por los mayores. Glenin se disipo entre la oscuridad y asi desaparecio.

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- Por si quieres examinar la escena. Ahora, si me disculpas...

 

Orión calló. Vio el vaso con el líquido plateado que revoloteaba. En su mente cruzaron dos caminos, por un lado iba a tomarse el tiempo para revisar el mismo pensamiento, buscar por detalles, ver quién había dicho qué y así, para formar otra opinión. Pero por el otro, no había tiempo. Gatiux no era de esas mujeres que se planteaban irse así como así.

 

Se incorporó ¿Vieron cuando estás apurado que si hacés todo rápido te sale mal? Así iba el Black entonces. Un paso de él significaban tres de ella, o por ahí. La cosa es que, indudablemente, llegó a visualizar como ella cerraba la puerta de un portazo. Su cara estaba seria, de piedra. Dio un poquito de envión y rompió la cerradura al golpearla con el hombro. Vio la escena y suspiró, pero de esos en los que te quedás sin aliento.

 

La tomó por detrás con fuerza.

 

- Estás viviendo en el Castillo con el permiso de Glenin. Ni mis hermanas, ni yo, podemos opinar sobre tu presencia en el castillo.

 

Pegó su cara a su cuello y miró hacia la ventana. Ya iba marcando la media mañana, casi el almuerzo. La planta baja estaba llena de gente. Sus hermanas perdidas en el bosque. Y la presencia de su tío haciendo de las suyas por ahí.

 

- ¿Podemos si quiera hablar de esto? Digo… aparentemente estamos ¿viviendo juntos? ¿con nuestros hijos? Muchos pasos en poco tiempo –tragó -. Y bien sabés que te necesito.

 

Pequeños diamantes comenzaban a caer del cielo. Volvía a nevar. A todo esto, su magia seguía ordenando su ropa. Él no quería que se vaya, claramente. Pero tampoco la podía detener. En definitiva era su decisión y su relación se mantenía coherente así.

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No esperaba a nadie, por lo que se sobresaltó cuando la puerta se abrió con fuerza, llevándose una mano al pecho mientras volvía la cabeza. Allí, como si de un fuerte huracán se tratase Orión Black había irrumpido en la habitación, haciendo saltar la cerradura y encerrando a Gatiux entre sus brazos. Su corazón se saltó un latido o dos para luego continuar a un ritmo acelerado. Puso sus finas manos sobre los brazos del mortífago, disfrutando durante un instante del fuerte abrazo y la cercanía entre ambos.

 

Suspiró con fuerza cuando mencionó a quien le había dado permiso para estar en el Castillo Black. Si bien Glenin le invitó a quedarse, era muy incómodo que uno de los hijos de Fernando Black le señalase la puerta. Pese a que pasaban los días seguía sintiéndose como una intrusa, una invitada que empieza a molestar por quedarse demasiado tiempo.

 

- A veces siento que estoy invadiendo un espacio que no me pertenece.

 

Si bien por sus venas corría sangre Black, nunca se consideró otra cosa que no fuera Malfoy. Incluso viviendo entre las paredes del Castillo y codeándose con todos ellos, seguía siendo Malfoy. No podía cambiarlo ni aunque quisiera. Era una diana que le señalaba de que no era como el resto de habitantes.

 

- ¿Podemos si quiera hablar de esto? Digo… aparentemente estamos ¿viviendo juntos? ¿con nuestros hijos? Muchos pasos en poco tiempo –dijo Orión mientras tragaba saliva-. Y bien sabés que te necesito.

 

- ¿De qué quieres hablar Orión? ¿Consideras que va demasiado deprisa? A veces ser adultos consiste en avanzar, aunque no se si es eso realmente lo que estamos haciendo. -Gatiux soltó aire lentamente- Compartimos techo con nuestros hijos, pero no tengo idea de lo que somos, demasiado aterrorizados como para ponerle nombre. Apenas un equilibrio inestable.

 

Los copos de nieve caían nuevamente del cielo, aumentando el manto blanco que se extendía por los jardines hasta donde alcanzaba la vista. Escuchó decir a Orión que la necesitaba, pero no sabía si eso era suficiente. Con él siempre era un paso adelante y dos atrás. Ella necesitaba más y no sabía si el Black estaba dispuesto a dárselo puesto que ya había dicho que habían dado demasiados pasos en poco tiempo.

 

- ¿Qué necesitas? ¿Más espacio? -preguntó la Malfoy- Cada vez que creo entenderte, resulta que no es así.

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Suspiró, aún seguía sintiendo la respiración acelerada pero el hambre estaba saciada. Se acercó al cuello de Mahia y acomodó su rostro entre sus cabellos dejando caer su cuerpo en el espacio vacío de la cama.

 

– Te quiero.

 

– Yo también.

 

La Delacour sonrió y cerró los ojos, solo deseaba descansar otro rato más y sentirse segura. Su pasó por la cintura de su hermana y le abrazó quedándose así, quieta, solo disfrutando la calma después de la tormenta. No deseaba pensar en emociones, ni situaciones... solo esa sensación de sentirse tranquila. Pero al parecer su mente tenía otros planes y un hueco en la boca del estómago le hizo levantarse de la cama.

 

– Creo que debemos bajar.– se dirigió al espejo y quitó la toalla que le cubría, acomodó su vestido y sonrió al reflejo de su hermana en la cama. – Anda, que está media familia reunida abajo.

 

Gabrielle se acercó a su hermana; sus ojos miel le observaban con ternura y le tomó la barbilla acercándola para depositar un beso en su frente. De inmediato se giró con dirección al baño, eso le daría tiempo a la Black para comenzar a cambiarse de nuevo. Abrió la llave de agua helada; puso las manos debajo del chorro y sintió como el agua le helaba hasta los huesos, justo lo que ocupaba.

 

Todo había pasado demasiado rápido y su mente seguía aturdida; caminó hacia la ventana y su mirada se quedó perdida, su mente caía pedazo a pedazo, tal como la nieve que caía. Se cruzó de brazos y frunció el ceño, se suponía que ya era completamente funcional.

 

¿Te molesta si me adelanto? Quiero... buscar a un antiguo compañero.

 

Sonrió débilmente, se estaba derrumbando y solo deseaba salir de ahí. Caminó unos pasos a la puerta y de ahí comenzó a correr, tenía que encontrarle, Pasó rápido por su habitación y tomó un saco blanco, era todo lo que ocupaba, a fin de cuentas su varita y su voz serían más que suficientes. Corrió escaleras abajo y abrió la puerta principal de golpe. Tenía que encontrarle.

 

¡Psicosis! – Gritó al adentrarse al bosque que rodeaba el castillo, su preciado conejo debía estar en algún lugar. – ¡Psicosis!

 

Se cruzó de brazos. El cabello rubio de la francesa contrastaba en el blanco de su saco y sus brazos cobijaban su pecho. Le extrañaba, su preciado conejo estuvo abandonado tanto tiempo y apenas hasta ahora se venía acordar de él. No le preocupaba, sabía que de alguna manera había encontrado el camino para volver a casa... lo que le preocupaba era el temperamento.

 

La Back sonrió y se hincó en la fría nieve, todo dejó de importarle al reconocer una mirada enfurecida entre las ramas de los árboles. El blanco de su pelaje se confundía con la nieve que caía y el revoloteo de sus alas le hizo terminar delatar su posición. Aún le tenía, enojado, pero le tenía. Gabrielle se acercó sigilosa y al estar debajo de él apuntó con la varita.

 

– Baja, cariño. Lo... Lo siento.

 

El conejo se mantuvo quieto, observándola con recelo. Si el odio quemara Gabrielle no tendría frío, aquel animal le estaba retando, no por diversión si no por reproche. Ella lo sabía. Apuntó mejor su varita y con un accio su pequeño conejo se encontraba entre sus manos; le sostuvo con fuerza, entre el aleteo y pataleo del animal Gabrielle le apretó contra su pecho y sus lagrimas comenzaron a brotar.

 

– Lo siento... – murmuró entre susurros...– Lo siento mucho.– y el conejo comenzaba a ceder.

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Si algo le habían dicho demasiadas veces, es que no sabía ubicarse ante personas que tenían algún cargo superior o cosas por el estilo. Kya lo sabía, ¿cuánto tiempo tuvo que hablar adecuadamente ante Gyvraine por ser directora de Hogwarts? Pero ni esos dos años practicando le habían bastado. Una vez más, al parecer, se había pasado de la raya con uno de los "dueños" de la familia. No era que no supiese quien era, simplemente no podía contenerse cuando estaba enojada desde antes.

 

Escuchó cómo Glenin Black pronunció una palabra y lo miró fijamente mientras se ponía de pie en alerta y alzaba su propia varita, pero no pudo seguir moviéndose. Como un balde de agua con hielo, percibió algo cayendo por su espalda. Sus labios se abrieron levemente mientras sentía algo similar al, ¿miedo? ¿Así se sentía? Conocía el hechizo, sabía que se quedaría aturdida unos minutos. Mientras tanto, el Black parecía jactarse de su posición en la familia.

 

Sus ojos se apartaron del hombre y observó a otro lugar, intentando quitarse el temor del cuerpo. Escuchó como éste salía de la habitación, mientras notaba los ojos de sus familiares puestos en ella y su situación.

 

—¿Q-quién se cree? —masculló una vez pudo hablar. Movió un pie.—Esta familia está llena de locos, ¿lo sabían?

 

Y salió también de la habitación intentando recuperar por completo su temple. Caminó por los pasillos rápidamente, sin saber exactamente hacia dónde ir. ¿Perseguir al patriarca familiar? ¿Ir a buscar a sus padres? ¿Desquitarse con su gato? Suspiró y se detuvo en un pasillo donde la penumbra indicaba que no había ventanas cerca. No se molestó en prender las luces, necesitaba tranquilizarse.

 

Respiró lentamente, un tipo de respiración que le habían enseñado en uno de sus tantos viajes. Su mano giraba el anillo de su dedo, el cual presionaba como diciéndole que la dejara salir; mas no sería así.

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