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~Mansión de la Familia Gryffindor~ (MM: B 104490)


Mael Blackfyre
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Todo por bien servir se acaba y la diversión de aquella noche llegaba a su fin. Observó a quien sospechaba era su sobrina Cissy, hija de Ragknar llegar de nueva cuenta a los terrenos de la mansión Gryffindor, se acercó a ella con su tigre a un costado.

 

-Vamos señorita, es tiempo de volver a casa o tu padre me matará si algo te llega a pasar

 

Dijo divertida mientras veía como el tigre volvía a ser una simple y fría estatua.

 

Tomo la mano de Cissy y camino con ella hasta las adoquinadas calles del pueblo de Ottery, dejando a su espalda la mansión Gryffindor ardiendo en llamas.

 

-Agarrate fuerte

 

Giró sobre sí misma desapareciendo del lugar junto a Cissy para ir a un lugar que ellas dos conocían y compartían, donde podrían desprenderse de sus máscaras sin que nadie pudiera descubrirlas e ir, un momento después, a casa a molestar al padre de Cissy.

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El alcohol no se hallaba por ningún lugar, al parecer los Gryffindor eran gente saludable, o Aries era demasiado desesperado para buscar algo, no importaba ya obligaría a uno de los que le acompañaban a ir con él a tomar en algún bar. Esperaba que fuera alguna de las chicas guapas que le acompañaban, pero cuando se dio cuenta sólo le quedaba el Yaxley.

Vamos por una copa… —le dijo mientras un portal se empezaba a formar frente a ellos, el cual les llevaría al bar más concurrido de todo Ottery, el caldero envenenado. —no puedes negarte.

Claro que podía negarse, pero él no lo dejaría escapar, así que levanto la varita como apuntando a su persona, pero sólo sonrió mientras siseaba:

Fuego Maldito.

Tres figuras en forma de caballos alados de fuego salieron de su varita, el primero se dirigió al pasillo de las habitaciones, el segundo y el tercer caballo alado fueron para quemar todo el despacho y cualquier rastro que pudiera haber dejado en el lugar. Tomó la mano de Near, su compañero que lo esperaba y se lo llevó al bar cuando ambos cruzaron el portal que se formó frente a ellos tras pensar Haz de la noche.

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No estaba segura que fuera lo correcto, aparecer después de tanto tiempo. Llevaba casi un año sin ver a Kyttara y la misma cantidad de tiempo alejada de los pequeños hijos de ésta ¿Cómo la recibiría? es decir, si le arrojase algo contundente por la cabeza lo entendería. Arya había sido cruel con la joven Gryffindor pero al menos había tenido la decencia de aparecer el día de su boda y hacer de sacerdote ¿verdad? ¿¡Verdad!? Las manos comenzaban a sudarle cuando más cerca se encontraba de la puerta, aquel par de leones flanqueando la entrada le causaron escalofríos, como si pudiesen leerle la mente, como si fuesen a cobrar vida de un segundo a otro y rugir a los cuatro vientos ¡Ahí viene la Mortifago!

 

No, eso no sucedería, definitivamente estaba alucinando. Pero de igual modo se descubrió a si misma aferrada a su muñeca izquierda aunque nadie vería nada allí más que su antiguo tatuaje celta. Se detuvo antes de subir los breves peldaños para ser recibida por algún elfo de la familia y trató de recordar cuándo había sido la última vez que vio a la rubia. —¿Estás... enamorada de Vrael?— no tardó mucho en rememorar aquella incómoda reunión familiar en el ,ya vuelto ruinas, castillo Targaryen donde ambas habían tenido un cruce de palabras filosas y del cual los sentimientos habían salido a flote.

 

Ese día Arya se acercó un poco más a su ahijada, incluso confesando el amor que sentía por Aziid, y hasta ahí llegaron sus recuerdos, pensar en el mago le retorcía las entrañas. Y por ese motivo había sido cruel, tras la muerte de Vrael y Aziid, Macnair había abandonado a todos sus conocidos y se había aislado en la Mansión Macnair, incluso había dejado a su hija en manos de Mei. Simplemente se hubo encerrado en una burbuja que llevaba casi un año de explotar.

 

—Buenos días— Saludó a quien le abría la puerta —Estoy buscando a la señorita Gryffindor, Kyttara Gryffindor.

 

Fue tonta al decir primero su apellido, aquella mansión pertenecía a dicha familia y cualquier miembro de ésta podría acudir al llamado, por lo que se apresuró a decir su nombre y aceptar con cortesía esperar en la recepción hasta que la bruja apareciera.

 

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  • 2 semanas más tarde...

Jeremy se puso la capa de viaje negra sobre su remera blanca y el jeans oscuros. Sus botas de cuero hacían eco mientras caminaba por el pasillo del Refugio hasta el salón principal. Estaba apurado, debía llegar a la cita que tenía con su compañero Eobard. Se colocó la máscara sobre su cara y se subió la capucha cubriendo su cabello rubio. Ya estaba listo. Agarró con fuerza la varita de cedro y concentró su mente al lugar que quería ir.

 

Se apareció a un lado de la reja del Castillo Gryffindor. El vampiro observó detenidamente la estructura del lugar. No podía negar que era linda, un poco pasada de moda pero linda. Espero que apareciera el castaño, que no tardó en hacerlo, mientras sonreía y lo saludaba con un ademán en la cabeza. No estaba nervioso pero si ansioso por cumplir.

 

-¿Tienes las cosas? –Le pregunto a Eobard, acercándose a su lado. El rubio se sacudió el polvo inexistente de la capa y se preparó para recibir las órdenes del humano, ya que él era el que estaba al mando del grupo.

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Bostezó. La noche anterior no había logrado pegar el ojo, por lo que se sentía un poco hecho pedazos. Sería su primera misión a campo abierto, sin un alto rango que los guiara; o al menos, Orión no dudaba de la capacidad de ambos para cumplir con la encomienda.

Vamos a ver, ¿dónde estás? hurgó entre los objetos que había sobre el escritorio de su habitación. Encontró el diminuto rectángulo, sujeto a un par de llaves. Ah, debería considerar reducirlo a un tamaño menos problemático.

Una vez que consiguió meter el reducido Baúl de siete cerrojos en el bolsillo de sus pantalones cortos oscuros, se echó la gabardina beige sobre la playera polo de manga larga que portaba aquel día. Deslizó su mano izquierda sobre el rostro, conjurando la máscara de plata que emulaba a un mimo triste. Todo estaba listo; con varita en mano, abandonó los terrenos de los Black Lestrange a través de la Aparición.

Justo a tiempo, creí que llegaba tarde.

Las pesadas botas de siete leguas emitieron un golpe sordo al impactar con la grava. Eobard agitó su mano a manera de saludo ante su compañero. Acto seguido, se aproximó hacia las verjas de entrada, adornadas por una aldaba en forma de león. ¿Ése era el famoso castillo Gryffindor? Dio un bufido, expectante.

Desde luego. Ésa ha sido la principal razón de mi demora. se giró, respondiendo al Triviani. Hay que avanzar, pero no bajemos la guardia.

Valiéndose de su habilidad con los encantamientos, logró abrir la reja para permitirles el acceso. Sabía que aquella edificación, de estilo clásico, había recibido una visita por parte de sus compañeros hacía semanas, por lo que las defensas estarían mermadas. O eso parecía.

Lo siento en el aire, y me preocupa. Demasiada calma para mi gusto.

Se adelantó, cruzando el adoquinado sendero hasta la escalinata que llevaba a la entrada del castillo. No le llevó mucho tiempo, gracias a su calzado. En el patio trasero, parecía haber un invernadero. Hasta los jardines parecían vacíos. Y aun así, tenía esa sensación de que estaban siendo observados por algo. Le sorprendió la facilidad con la que el rubio le siguió el paso, dada la naturaleza de su calzado.

¿Qué tan bien se te da la magia poco común? Imagino que nada mal. inquirió, haciendo una mueca, invisible para Jeremy, al escuchar su voz transformada por la máscara. Vamos a necesitar un poco de eso aquí.

Naturalmente, se refería a las artes oscuras. Mientras más rastros dejaran, mejor. Las estatuas del lobo y el león, a ambos lados de la entrada, estaban empeñadas en impedirles el paso. El Black Lestrange levantó sus brazos, como estirándose, y se dispuso a apuntar al pariente lejano del perro. No era la primera vez que se enfrentaba a vigilantes de ese tipo.

Espejo de Niebla.

Experimentó el aumento temporal de sus capacidades mágicas, pero no atacó a la figura. Le concedería el primer movimiento a su compañero; después de todo, le serviría de práctica para encomiendas futuras.
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-Te sigo-Le dijo el vampiro asintiendo con la cabeza a Eobard.

 

Espero a que su compañero se pusiera manos a la obra y en un segundo con sus dotes mágicas, terminó por abrir la reja que tenía tallado un león. La traspasaron sin problemas, parecía que a los habitantes de aquel lugar les gustaba dejarles las cosas fáciles a los visitantes extraño.

 

-No nos preocupemos antes de tiempo…-Recomendó el rubio sintiendo la expectativa creciendo, no puedo evitar agregar - Los pollos solo comen cuando hay luz.

 

Podía sentir la adrenalina fluyendo por su cuerpo rápidamente. Camino al lado del castaño, sin problemas, su velocidad era superior a la humana. El Askar estaba siempre atentamente cada detalle del lugar y al menor movimiento. No quería que los agarraran despistados.

 

-Se me da muy bien, tengo Artes Oscuras bien aprendido -Se jactó sonriendo con orgullo. No tenía muchas posibilidades en su día a día en demostrar el conocimiento aprendido.

 

Jeremy observó al león y al lobo que protegían la entrada al castillo y sonrió debajo de la máscara. Definitivamente tendrían que entrar a las patadas, como a él le gustaban las cosas. Levantó su varita y apunto a la figura animal.

 

-<b>¡Desmaius!</b>-El rayo salió y chocó en el pecho del animal, dejándolo fuera de combate un tiempo y el vampiro sabía que ese tiempo no solo les alcanzaba sino que les sobraba. Espero que Eobard acabará con el lobito de piedra.

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Aplaudió la rápida reacción de su compañero. Lo que parecía destinado a tonarse un obstáculo en su camino, acabó siendo la menor de sus preocupaciones. La figurilla del león se desplomó, víctima del encantamiento aturdidor de Jeremy. Como el castaño era más fanático de dejar el caos tras de sí, optó por algo menos prudente.

 

¡Confringo! bramó, causando que un rayo se originara de la punta de la varita de serbal.

 

El impacto le dio de lleno a la estatua, ocasionando que volara en distintos fragmentos. Conjuró un Protego de manera no verbal para cubrir a ambos de los proyectiles. Si eso no despertaba a los que moraban el castillo, entonces nada lo haría. Le indicó a su compañero que avanzaran a través de una cabezada. Caminó con cautela, pateando alguno de los restos del lobo que se atravesaban en su camino.

 

Bien, bien. Me da gusto saber que no soy el único que siente interés por ese tipo de Artes. Pondremos a prueba nuestro conocimiento, todo depende de eso. Todo.

 

Repitió el mismo proceso hecho en la reja para obtener acceso a la mansión. ¿Qué acaso no tenían alarmas anti intrusos? Aquello le seguía pintando mal, pero la mejor opción era serenarse. No podía demostrar flaqueza ante un aspirante. Ya en el vestíbulo, lo suficientemente amplio para que entrara un dragón adulto, se giró para quedar de frente al Askar.

 

Lo que haremos no nos tomará mucho, espero. opinó, buscando el llavero que había guardado previo a salir de casa. Como dices que no tienes problema con las Artes Oscuras, ¿qué te parece si hechizamos unos cuántos de éstos?

 

Soltó el aro de metal, al cual estaba sujeto el baúl de siete cerrojos, y realizó un ágil movimiento con su varita para regresarlo a su tamaño usual. Consciente de que el rubio se preguntaría de qué diablos iría todo eso, se tomó su tiempo para abrir el último compartimento: la bóveda, permitiendo que observara su contenido. Ahí, intactos, yacían un par de ejemplares del Libro de la Sangre, hurtados directamente del Magic Mall.

 

Antes de que preguntes, sí, no pudimos resistirnos a llevarnos unos cuantos.

 

Dejó ir una risa, que quedó eclipsada por la máscara. Sacó uno de los ejemplares mediante el uso de un encantamiento levitador. No podía arriesgarse a sostenerlo con las manos, y que sus huellas quedarán impresas en la pasta. Ya no digamos, experimentar las consecuencias de establecer contacto con un libro superior a su nivel actual.

 

Desconozco todo el potencial de este Libro de Hechizos, pero sé que, como cualquier otro objeto, si es corrompido, los resultados pueden variar. Y, de hecho, me serviría a una pequeña investigación que estoy llevando.

 

Como lo que planeaban hacer requeriría de un esfuerzo razonable, invitó a su acompañante a que tomara parte en la jugada que estaba a punto de realizar. Dirigió la punta de la varita hacia el libro, que levitaba plácidamente en el centro del vestíbulo. Comenzó a recitar algunos hechizos oscuros que conocía, y no dudaba que Jeremy también. Una espesa voluta oscura emanó de su objeto mágico, comenzando a rodear el volumen.

 

El rojo matiz del Libro, que iluminaba la sala, que de por sí tenía una iluminación muy tenue, comenzó a ser eclipsado por una tonalidad morada.

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El vampiro festejo la explosión del lobo por parte de Eobard, con un chiflido. Ya nada los detuvo para llegar a la puerta. Era muy raro que un Castillo de semejante tamaño y renombre estuviera prácticamente a la merced de cualquier intruso.

 

El rubio se rió en voz alta al darse cuenta que ellos eran los intrusos. El castaño repitió su hechizo para destrabar la puerta y en dos segundos estuvieron dentro del hogar Gryffindor. La quietud del lugar demostraba su abandono.

 

-Muéstrame - pidió el vampiro al mortifago en respuesta a la pregunta de hechizar con artes oscuras un objeto.

 

Estaba contento que su compañero de aventuras fuera Eobard. Nunca se hubiera imaginado que al primero que le lanzará un hechizo en la clase de duelo, fuera a ser su Comandante en la misión que tenían por delante.

 

El Askar observó cómo el castaño sacaba un llavero en forma de ¿Cajita?, lo hacía crecer y luego le mostraba su contenido. Poderosos libros mágicos estaban en el fondo del baúl. Iba a preguntar si aquello eran los del robo al Magic Mall, pero el mortifago se adelantó a responderle.

 

El aspirante compartió la risa y observo sin perderse ningún detalle, como el mago oscuro manejaba y le explicaba lo delicado que era manejar ese objeto. Debería hacerlo con precaución si no quería salir lastimado.

 

Jeremy apuntó al libro e imitó los pasos de su compañero. Hizo levitar el libro y camino por el castillo buscando algún lugar donde pudiera expandir su oscura magia. Al recorrer una buen parte del lugar encontró la sala de juegos. Un lugar perfecto para empezar.

 

Con el libro suspendido en el medio igual que el primero, empezó a murmurar los hechizos que había aprendido y siempre quiso pronunciar. La tonalidad del libro pasó del rojo al morado dándole el aviso al mago que ya estaba hecho.

 

Sin perder tiempo, el vampiro observó detenidamente el lugar, pudo notar un juego de billar a un costado de la habitación, libros, un ajedrez antiguo y muchos objetos de ocio. Con soltura se arrimo a la mesa del juego, y empezó un hechizo maldito que haría que quien acomodará las bolas para empezar el juego, perdería la memoria de inmediato.

 

Riendo en voz alta y con una tenue furia expandiendose por su cuerpo, hechizo el ajedrez mágico para que quienes lo tocaran o intentarán darle órdenes a sus piezas, murieran atragantados por una.

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Jeremy decidió adelantarse para esparcir la magia oscura en otro lugar, hecho que no molestó al castaño. De esa manera, optimizaban el tiempo empleado, pensando en que quizá el resto de sus compañeros les agradecería por ello.

Una vez que terminó de imbuirle magia oscura al ejemplar del Libro de la Sangre, el brillo morado terminó por formar una niebla peculiar, del mismo tono. Aquello parecía más bien una versión retorcida de alguno de los poderes que el volumen contenía en su interior. Haciendo levitar el baúl de siete cerrojos, se desplazó escaleras arriba; no quería quedar en el rango de efecto del libro, cualesquiera que fuera.

-Vaya, vaya...Una Sala de juegos. -anunció el castaño, tras cruzar el marco de la única puerta abierta en un pasillo repleto de éstas. -Quizá me habría llevado el billar para mí, pero creo que tendrá que ser para otra ocasión.

Fingió un tono de tristeza en su voz. Con un susurro, invocó a la Necrohand, de la cual aparecieron un par cuidando sus espaldas. Notó que ahí mismo también comenzaba a formarse la neblina púrpura, por lo que debían pensar en moverse de ahí antes de quedar malditos para siempre. Dio la espalda a la única ventana del lugar, que al parecer daba al patio trasero del castillo.

-Lo hiciste muy bien. No a todos les gusta utilizar esa disciplina, pero tú no demostraste duda en ningún momento. Sé de alguien que estaría orgulloso.

Por cuestiones de seguridad, no mencionaría a Candela, pero esperaba que el rubio captara la referencia, pues según entendía, la gitana impartía dicha asignatura en la Universidad. Regresó al plano actual sacudiendo la cabeza; un último lugar notable en tan precaria morada sería difícil de encontrar.

-Vamos al invernadero, con eso tendrán más que suficiente para justificar un reporte. -indicó a las necrohands que se llevarán el baúl a tal ubicación. -Y, tal parece, que tendremos que usar un atajo para llegar.

Se dirigió hacia la ventana, o los restos de, por dónde habían salido sus apoyos, y trepó con razonable facilidad. Llevaba el amuleto volador a manera de colgante, por lo que no le preocupó la caída. En lugar de ser brusca y dolorosa, terminó planeando hacia la pequeña estructura cristalina donde se veían plantas. Una vez en el suelo, espero a que su compañero le siguiera el paso.
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Jeremy estaba disfrutando como loco la misión, veía la sala de juegos y se imaginaba a las personas intentando usar los objetos hechizados con catastróficas consecuencias. Su compañero llegó al instante, invocando una protección para ambos, cuando el libro empezaba a desparramar una extraña neblina.

 

-Te invitaría a jugar al billar… pero tendrá que ser en otra ocasión -acompañó la burla riendo tras la máscara.

 

Escucho como su compañero hablaba entre líneas de su tía, y no pudo evitar pensar en la suerte que tenía de que lo aceptarán en la familia italiana como un miembro más. Cada día que pasaba está más que conforme con portar ese apellido que a nadie le pasaba desapercibido.

 

-Gracias, intento usar lo aprendido de la mejor forma – comentó divertido con la comparación de lo bueno y lo malo.

 

El vampiro estuvo de acuerdo con su compañero en que con un libro más, ya tendrían suficiente para un buen reporte en el ministerio de la magia. Observó cómo los espectros se llevaban el baúl a su siguiente parada a visitar. No le dio tiempo a decirle nada a su compañero que sin dudarlo tomó un atajo saliendo por la ventana al jardín.

 

-¡Gran atajo! -Le gritó tomando impulso y dando un salto al vacío. No creía romperse nada o morir con el impacto.

 

Cayó y amortiguo el impacto, doblando las rodillas y dando una vuelta hacia adelante para que la energía viajara libremente sin romperle nada. Luego se puso de pie y limpio la tierra que había manchado su ropa. Apuro el paso para ponerse al nivel de su compañero que le llevaba un poco de ventaja.

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