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~Mansión de la Familia Gryffindor~ (MM: B 104490)


Mael Blackfyre
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Todo había acontecido con demasiada rapidez. O al menos eso le pareció a Annick. Quizá se equivocaba y el dolor por la pérdida de su amado esposo la había hecho perder la noción del tiempo y de los sucesos, pues no comprendía muchas de las cosas que habían ocurrido: su prima Sophie hablando acerca de que había sido su culpa; Mica abofeteando a Luna mientras ella intentaba consolar a la pelirroja; un hombre con el rostro cubierto hablando con cierta indiferencia acerca del velorio de Elvis; y otro chico desconocido dirigiéndose a los presentes como si fuese el dueño de la mansión; la repentina partida de Mica. ¿Qué era lo que ocurría?

Lo único en lo que podía pensar era en que no entendía por qué algunas personas comenzaban a retirarse. ¿Acaso Elvis no merecía estar acompañado de todos quienes lo habían conocido? Entonces recordó que alguien había hablado de venganza y, a pesar de no contar con toda la información necesaria, dedujo que era la única explicación que podía atribuir a tan extrañas reacciones; no obstante, en ese momento no deseaba pedir aclaraciones porque se creía incapaz de poder comprender nada. Eran demasiadas cosas y sus pensamientos estaban ofuscados entre la bruma de dolor.

―Luna… Sophie… ―con cada palabra debía tomar una bocanada de aire para dominar el llanto―. Deberíamos proceder con… ―tragó saliva y no pudo pronunciar la palabra “entierro”―. Es hora…

Había logrado controlar la respiración y tener cierto control de su voz, que sonaba pastosa y más grave de lo común, pero las lágrimas aún corrían por sus mejillas sin cesar. Se preguntó si era posible derramar tantas lágrimas al grado de quedarse completamente seca o si estaba condenada a nunca parar de llorar.

En ese momento la pelirroja descubrió que el hecho de intentar controlar sus emociones le producía una pesada opresión en el pecho que comenzaba a transformarse en dolor, pero en cierta medida le encontró un aspecto positivo a ese malestar: cada punzada de dolor físico lograba aligerar un poco la tristeza que le quemaba el alma y que parecía absorberle la alegría y la vida misma. De hecho, aunque sus ojos estaban hinchados y enrojecidos debido al llanto, en ellos aún se apreciaba la tonalidad verde que los caracterizaba; sin embargo parecían carentes de vida, como si su brillo natural se hubiese extinguido de manera repentina.

La primera en despedirse de Elvis fue Luna. Sus emotivas palabras lograron que Annick sintiera una oleada de cariño que solo la fenixiana era capaz de provocarle.

―Qué hermosas palabras, hija ―le dijo mientras le daba un abrazo―. Puedo asegurarte que tu padre siempre estuvo muy orgulloso de ti… igual que yo… y sé que cumplirás todas tus promesas ―le dio un beso en la mejilla y acarició su rostro mientras intentaba dedicarle una sonrisa.

Annick era consciente de que no le hacía ningún bien volver a acercarse al féretro, pero no podía evitarlo. Al ver nuevamente el cuerpo de su amado esposo, los labios le temblaron mientras el mar de lágrimas volvía a nublarle la vista. Se preguntó si debía llamar a Dido, su elfina doméstica, para que llevara a Elros. El pequeño Gryffindor tenía derecho a despedir a su padre sin importar lo joven que fuese o lo complicado que resultaría explicarle el tema; pero aún no lograba entender las palabras de Luna, Mica, Sophie y el resto de desconocidos que más bien parecían enemigos, e intuyó que no era prudente llevar en ese momento a su pequeño hijo.

Durante un momento elevó el rostro hacia el cielo. Las lágrimas recorrían sus mejillas con rapidez y se perdían en su cuello. ¿Cómo iba a explicarle a Elros que su padre ya no volvería? ¿Podría educarlo ella sola? Siendo varón, estaba claro que tarde o temprano necesitaría a su padre, y lamentablemente lo único con lo que contaría sería con simples recuerdos.

Recuerdos.

Annick se dejó llevar por un repentino impulso y, sin importar lo que los demás opinaran, rebuscó en el pecho de Elvis hasta que encontró la cadena de donde pendía un dije con las iniciales AG y par de alas. La ojiverde sabía lo que ese medallón representaba para su esposo, por eso decidió tomarlo como un recuerdo para Elros. En su lugar acomodó un collar que al parecer alguien había dejado sobre el cuerpo sin vida de Elvis.

También le retiró un anillo de oro con una piedra incrustada de color azul y el reloj de pulsera, pero decidió dejarle puesto el anillo de bodas como una prueba de que seguirían amándose más allá de la muerte. Luego, la ojiverde colocó un par de dedos sobre sus propios labios para depositar un beso que después llevó hacia los fríos labios de su esposo.

―Te amo, Elvis… ―le dijo―. Nunca dejaré de amarte… Siempre serás el amor de mi vida, y voy a extrañarte hasta mi último suspiro.

No pudo decir más. Se sentía incapaz de expresar todo lo que el mago representaba en su vida. Sabía que esa sería la última vez que lo vería, así que simplemente susurró «Sé que estarás esperándome... Guía a nuestro hijo» antes de retirarse un poco para que Sophie, y quien lo deseara, le diera el último adiós; pero entonces se percató de que la varita negra de roble yacía sobre el cuerpo de su dueño. Por un momento titubeó, sin embargo finalmente decidió tomarla.

―Son los únicos recuerdos materiales que Elros podrá tener de su padre ―le explicó a Luna y a su prima Granger―. Creo que Elvis lo hubiese deseado, ¿no lo creen?

¿Por qué no se escuchaban las notas de una triste melodía? ¿Por qué no había personas importantes dedicando emotivos discursos en los cuales se exaltara la valentía de su esposo, sus ideales de justicia y sus heroicas acciones? ¿Dónde estaban aquellos a los que el exauror había llamado amigos y familia? El mundo debía estar paralizado ante la pérdida del gran Gryffindor; y sin embargo ahí estaba su féretro, rodeado solo por unas cuantas personas.

Editado por Annick McKinnon

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No supo que la hizo reaccionar si el "es hora" de su mamá o su abrazo y beso, abrazo que correspondió casi sin darse cuenta de ello, dejo que Annick se acercará de nuevo a él y le sacaba el anillo, el reloj y ¿la varita? entendió que quería dárselo a su hermanito y asintió sin saber que decirle para reconfortarla, ella misma se sentía fuera de lugar allí, aunque las palabras de su mamá se repitieron en su menté, casi como si ella las estuviera diciendo una y otra vez, aquel: " Puedo asegurarte que tu padre siempre estuvo muy orgulloso de ti… igual que yo…" fue lo único que la hizo sonreír un poco, aunque sea un poco en medio de tanta desazón y tristeza que tenía encima, así que tomó una decisión, ayudaría a que su familia continuara unida, así fuera lo ultimo que hiciera en su vida y se llevaría bien con todo el mundo, hasta con Mael y Shelle, a quienes respetaría como nuevos dueños de su casa junto con ella misma.

 

- No se que habré hecho en otra vida para tener tan buenos padres en esta, pero estoy feliz de tenerlos a ambos, enserio que gracias por aceptarme en la familia hace ya tanto tiempo, se que me quería mucho y me adoraba, estoy segura que de donde este nos cuidará a todos, creo que alguien debería de... mamá tú, me refiero a que... podemos proceder a decirle adiós definitivo, a menos que alguien más quiera despedirse - Dije en un susurró pensando en que tendría que llamar a alguien que nos ayudará a enterrarlo, pero sin querer decir la palabra por nada del mundo -

 

Solo en ese momento se me dio por pensar en Elros, abrí mis ojos sorprendida por eso, ¿Dónde estaba el pequeño? ¿mamá querría que él...? suspiré diciéndome que no era conveniente para un niño pequeño, incluso a mí me costaba hacerlo en estos momentos, mantenerme entera y demás era complicado, así que me dije que no deberíamos de exponerlo a él a todo esto, así que entendí que el pequeño no estaría allí y que todos nosotros seriamos los encargados de mantenerle vivo el recuerdo de nuestro querido y adorado papá, empresa que en esos momentos me resultaba difícil, tanto porque no podía pensar con claridad, como porque no sabía que le contaríamos y cuando.

 

 

- Sonorus - Dije apuntando mi varita en mi boca para amplificar mi voz -

 

- Mael, oye muchacho, necesito que me ayudes a darle descanso a papá, no creo que podamos solos así que nos vendría bien un par de manos más, si no te importa - Dije con mi repique de campanas más amplio de lo habitual, escuchando mi voz por toda la mansion y el jardín, sonando más alta de la cuenta -

 

Deje que los que estaban allí se siguieran acercando a saludarlo y a darle el ultimo adiós, por mi parte solo me quedé allí mirándolo y pensando en que su obsesión le había costado cara, me maldije internamente por no haberlo detenido aquel día, estábamos adentro sentados tomando café y té respectivamente cuando él deicidio ir tras Aaron, no había nadie que se sintiera más culpable que yo, ¿Quién estaba allí con él? y aunque terminé acompañándolo mis hechizos no habían salido, así que él ahora estaba allí muerto por mi culpa, casi que no me merecía estar allí llorándolo, pero las palabras de mamá se repitieron una y otra vez en mi mente, palabras que calmaron mis malos pensamientos como una ráfaga de aire fresco de verano.

 

Recordé cuando había entrado a la mansion temerosa y Annick y él me habían dado la bienvenida, lo jóvenes que eran, lo afables y buenos que me parecieron, mis primeros recuerdos fueron de sentarnos en los sillones conversando, los siguientes en su estudio cuando le dije que había decidido ser auror, mi paso por la academia, mi entrada a la orden, toda una vida vivida a a su lado, él había estado en cada paso que daba y el pensar que ya no lo tendría más me asustaba tanto que no podía decírselo a nadie, pero sin Elvis me sentía perdida, era como si estuviera sin Annick, qué haría ahora? ¿Quién me diría que iría por buen camino?, recordé la ultima conversación en los sillones que tuvimos y como me preparó por si él ya no estaba más... casi quise gritar, ¿mi papá presentía su muerte? ¿era eso posible? contuve el grito por el asombró de la revelación, me calmé cerrando los ojos unos momentos antes de que viniera Mael o le daría más cuerda para que hablará y nadie quería eso.

 

- Creo que papá hubiera querido que Elros tuviera esos objetos má, estoy segura que nada lo haría más feliz, Papá, siempre te recordaré y estarás conmigo, descansa en paz, Elvis Frieser Gryffindor, el mejor padre, esposo y amigo que cualquiera pudiera desear, sobrevuela la nube más alta hasta las estrellas y cuídanos de allí siempre, gracias por todas las enseñanzas y todo lo vivido, siempre estarás en mi corazón, no te preocupes cuidaré de la familia - Dije a modo de despedida, esperando que Mael viniera para ayudarme a enterrarlo, porque sabía que sola no podría hacerlo nunca -

 

Intente levantar de un lado el cajón, pero decidí dejarlo en el suelo despacio, solo debía esperar a Mael y enterrarlo porque sola nunca podría hacerlo, suspiré pensando que en realidad no quería hacer esto, no quería despedirme y quería pensar que lo vería de nuevo en algún momento, quizás en algún objeto o incluso hasta su letra me serviría para recodarlo, porque los que nos aman jamás nos abandonan, viven siempre en nuestros recuerdos, nuestras memorias y porque Elvis siempre sería mi papá y eso ni la muerte lo podía cambiar.

Editado por Luna Gryffindor Delacour

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El algún lugar recóndito de las Highlands

 

El bosque susurraba en mis oídos el canto ancestral de la madre naturaleza, el sibilante viento, el burbujeante murmullo del arroyuelo que corría a unos veinte pasos de donde se encontraba, el canto de las aves, el fru-fru de la maleza cuando alguna criatura la rozaba en su camino hacia su madriguera.

 

- O mhàthair, - Comencé a cantar en gaélico, mientras me encontraba de rodillas en el centro de un circulo de piedra- ban-dia na talmhainn, cruthadair nan uile, fear-dèanamh na beatha. Bidh sinn ag iarraidh do thiodhlacan, bidh sinn ag iarraidh do stiùireadh, bidh sinn ag iarraidh do sholas. O mhàthair, ban-dia na talmhainn, beannaich sinn.- concluí, juntando mis manos en mi frente e inclinándose hasta rozar la suave hierba del suelo.

 

Al incorporarme, tomé la yesca que se encontraba a mi derecha y frotándola repetidas veces prendí fuego la hermosa ofrenda que mis hijas habían realizado para aquel ritual. Mientras los frutos, flores y hojas ardían, y el humo que la combustión generaba, ascendía hacia el cielo, me puse de pie y esperé que el fuego se consumiera.

 

El último rescoldo acababa de apagarse, cuando el cielo se oscureció y un dolor intenso se apodero de mi cuerpo, todo el aire que tenia en mis pulmones, salió con un grito ahogado, mi cabeza cayo hacia atrás y en ardor insoportable se incrusto en mi pecho, y sentí como mis miembros se tensaban. Luego el silencio absoluto se apodero del lugar, caí pesadamente, colocándome en posición fetal, y tratando de recuperar el aliento, por mis mejillas, gruesas lagrimas rodaban mientras con mi mano derecha hurgaba entre mi ropa, hasta llegar hasta la delgada cadena que rodeaba mi cuello, de donde colgaba un amuleto.

 

Con un quejido de dolor logré arrancar la esfera verde de la cadena, pero ya no era verde, sino negra como la noche más oscura, y la pluma central que se encontraba unida a la esfera, se había marchitado y oscurecido. Como pude me incorpore y me acerque al fino hilo de agua, para refrescar mi rostro. Al centrar mi mirada en el reflejo que formaba el agua, no pude menos que lanzar un “O mo chreach” (Oh Dios mío) mi cabellos siempre rojo como el fuego y con bucles rebeldes, se encontraba lacio y blanco como la nieves, y mis ojos antes verdes como las praderas de mi amada Escocia, ahora eran de un gris, casi blanco.

 

Necesitaba volver a la mansión, sabia que había pasado pero aun no podía ponerlo en palabras, no quería hacerlo. Mis piernas no podían moverse, ya que todavía me encontraba temblorosa y dolorida, deseando poder hacerlo bien me desaparecí, para aparecer junta a la puerta trasera de la casita que compartía con mis hijas y Thetys, mi antigua nana.

 

- Señorita- Thetys apareció a mi lado - ¿Niña que pasa?- sonreí al escucharla llamarme así, a pesar de los años, a pesar de ser madre, para ella seria siempre una niña, las lágrimas que había estado conteniendo volvieron a mis ojos.

 

- Nana, debo volver a la mansión-le dije a la elfina- algo ha pasado, necesito hacerlo rápido, pero debo ir sola- cerré los ojos- necesito que cuides a las niñas. Necesito que las protejas, nunca deben volver a Inglaterra, no hasta que no haya peligro. Tethys tienes que cuidaras con tu vida- termine agarrando las pequeñas manos de mi nana.

 

- Señorita- dijo mientras sus enormes ojos se inundaban de lágrimas, comenzaba a entender la situación- yo… no…. usted- aquellas palabras sueltas me indicaban que la elfina estaba tan trastornada como yo.

 

- No puedo irme sin saber que ellas estarán protegidas, necesito tu palabra, necesito tu promesa, necesito saber que ellas estarán bien.

 

Thetys asintió sin poder hablar, mientras se secaba las lagrimas, aquello era todo lo que necesitaba, mi corazón podía descansar tranquila sabiendo que mis niñas iban a estar protegidas, y pasara lo que pasara, ellas estarían bien. Era momento que despedirme, era momento de decirles adiós, quizás para siempre.

 

Entre a la casa y subí la estrecha escalera hacia la habitación que compartían, ambas se encontraban dormidas todavía, era lo mejor para mí, tome mi varita y con una suave floritura las sumergí en un profundo sueño, al ser partes oneroi, no sería tan fuerte e hechizo pero bastaría para que estuvieran en trance por unas seis horas más. Tome la mano de cada una de mis hijas, cerrando los ojos deje que mi magia las cubriera, como un manto, la última protección que podía darles.

 

- Mo chaileagan (mis niñas)- les dije en gaélico - es tiempo de marcharme, es tiempo de decirles adiós. Sepan que son lo más preciado para mí. Ser su madre fue el mayor honor y el mejor regalo que su padre pudo darme. Nunca dejen de ser ustedes mismas, nunca dejen que nadie salvo ustedes dicte su destino. Vivan, amen, sueñen, encuentren la luz hasta en el momento más oscuro. Les dejo mi amor para que las proteja y ruego a los dioses, que alcancen la felicidad.- En este momento las lágrimas volvían a correr libres por mis mejillas - Aquellos que amamos nunca nos dejan y yo estaré en su corazón y en sus sueños siempre. “Fuil m ’Fhuil” (Sangre de mi sangre)- les susurre mientras besaba la frente de cada una - “Neart, Aonadh agus Dìlseachd” (Fuerza, Unión y Lealtad)- luego de recitar el lema de la familia, salí de la habitación y de la casa, donde me esperaba mi elfina a quien abracé, ella dibujo en mi frente las tres lunas, tratando de darme la bendición de los dioses.

 

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Mansión Gryffindor

 

Aparecí junto a la entrada de mi antigua casa, aquella que ya no podía llamar hogar, sobre los terrenos aún se observaba los restos de lo que sabía a ciencia cierta que era la marca tenebrosa, ya sabía quién había arrancado de este plano terrenal a la persona que más amaba luego de mis hijas, aquel que había sido padre y hermanos a la vez, aquel que mis hijas adoraban, aquel que siempre me protegió. Nunca más sentiría su abrazo, aquel abrazo gigante que me hacía sentir una niña por más que fuera una adulta, quien con una simple mirada me tranquilizaba. Él era quien nos unía, quien nos atraía como un faro radiante hacia puerto seguro.

 

Mientras atravesaba la entrada, la culpa me corroía, podría ser verdad que algún mortífago hubiera apagado la vida de su amado primo, pero yo era tan culpable como aquel que levanto la varita. Me había negado a volver en incontables ocasiones, lo había dejado solo, en este mundo pútrido y cada vez más oscuro, el miedo por sus hijas me había acobardado, y había huido hacia lugares remotos, donde la magia apenas se podía rastrear. El sonido de voces me hizo girar hasta donde ellas se oían, al acercarme, pude distinguir a Sophie y Annick junto al féretro de mi primo, en ese momento, Luna se despedía de su padre. Había más gente en los alrededores, pero mi mirada estaba en aquellas tres mujeres, aquellas que habían amado a ese hombre tanto como yo.

 

- Annick- dije acercándome a la pelirroja, sabía que mis ojos y cabellos habían cambiado pero mis facciones eran las misma, tome su mano -¿Sophie?- gire a ver a mi prima, alce una ceja y mis ojos preguntaron aquello que mis labios no que atrevían todavía a pronunciar. “¿Quién? ¿Cómo? ¿Por qué?”

Editado por Arabella Gryffindor

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Cuando escuché a la tía Arabella me sentí en casa, no supe si fue su llamado a mamá o escuchar su voz de nuevo, no quise pensar en que en circunstancias normales hubiera ido corriendo al grito de: "tia bella" tampoco quise pensar en que significaba que ella estuviera allí para todos nosotros, solo desee una sola cosa, algo imposible y que no se podía hacer bajo ningún concepto, traer a papá a la vida, era una utopía y un sueño extraño que se me había ocurrido, algo del todo inverosímil por demás y una idea que se me tenía que ir de la cabeza más temprano que tarde.

 

- Tía Bella, lo siento tanto, quise protegerlo, fue mi culpa, yo le dije que no se fuera y... es una historia larga, te lo resumo, él estaba obsesionado con matar a Aaron, creo que lo veía como su enemigo natural por todo lo malo que venia haciendo, le suplique y le imploré que no fuera a buscarlo, recuerdo que le dije que se cuide cuando se fue para allá, estábamos tomando te y al momento siguiente... bueno lo seguí, cuestión que se batieron a duelos y papá fue... él, a mi no me salieron los hechizos y Elvis ya no él.... se fue tía, se nos fue - Le dije con la voz más rota de la cuenta, parándome en la explicación a cada rato y contándole lo ultimo que quería decirle en la vida -

 

No sabía si lo había dicho bien o mal, era cierto que la obsesión de papá por ese hombre le había acarreado su muerte, ¿a quien se le ocurre batirse a duelo con él? ¿por qué tuvo que ser tan cabezota? gruñí por lo bajo y me crucé de brazos, era como si mi tía hubiera desatado otra cosa además de la pena, estaba dolida y molesta con él por no hacerme caso, ¿Cuántas veces le pedí que dejará su obsesión por él? ¿Cuándo me hizo caso alguna vez? suspiré intentando calmarme, esté día había ido desde la desolación, hasta la pena y pasando por el enojo repentino, era un cumulo de emociones que subía y bajaba y no podía ordenar por ningún lado y me temía que no sabría como ordenarlo por mucho tiempo.

 

Pesé a todo me calmé lo mas rápido que pude, ver a Annick allí me dio esperanzas, unas que no sentía en mucho tiempo, además ahora ya no importaba que había hecho mal o que pude haberlo salvado, ya nada de eso importaba en realidad, lo único que tenía que hacer era esperar a Mael para enterrarlo, me lleve las manos a los ojos refregándomelos por enésima vez en ese día, ¿Cuándo pararía de doler y escocer? y lo mas triste de todo esto, es que aún esperaba sus consejos y su ayuda, unos consejos que nunca más iba a tener, pero lo que más quería de él, era un abrazo, uno de esos abrazos de osos en los que me reiniciaba siempre la vida, ya nunca más sabría que decirme para no preocuparme y calmarme y eso me dolía en mi alma, mucho más de lo que pudiera contarle a nadie de los que allí estábamos, eran mi familia y habían venido para despedirlo, suspiré diciéndome que tenía que ser fuerte, por mamá y por Elros, tenía que intentarlo lo mejor que podía.

 

 

- No quiero que lo olvidemos, quiero que papá esté presente en la casa, en nuestras vidas, en todos lados, no sé como lo haré eso pero lo haré, de alguna manera nunca se ira, no mientras lo recordemos, aun tengo sus notas, sus firmas y hasta sus cartas, no sé de donde me salió la idea pero quiero que Elvis este presente en la casa... algo se me ocurrirá de seguro, quizas un cuadro o algo así ¿Qué les parece? - Les dije pensativa hablándoles con más decisión y firmeza de la que solía tener siempre -

 

 

Luego me asalto un pensamiento que no había tenido hasta entonces, ¿Shelle y Mael me dejarían tener un cuadro de papá allí? vale quizas eso no sea lo más adecuado o lógico, quizas estaba equivocada y fuera una locura y no sirviera para nada, pero tenerlo presenté era algo importante para mí, sobre todo porque no sabía si Elros lo recordaría o no, eso me preocupaba aunque nunca se lo dije a nadie, sin contar que él era chiquito, ¿Qué pasaría con él? ¿se quedaría lejos nuestro con mamá? me dije que luego se lo preguntaría a Annick, no podía quedarme con esa duda y tampoco podía no saber que iba a ocurrir después, solo esperaba que pudiera encontrar paz en algún lado, porque sentía que se me iba la alegría con cada minuto que pasábamos esperando a Mael para enterrarlo.

 

 

Contuve la carcajada que hubiera querido dar al pensar como sería tenerlo allí, de seguro daría vueltas por su estudio y seguiría preocupado por la comunidad mágica, seguiría siendo cariñoso y amoroso con todos nosotros, nos cuidaría, nos prepararía para las batallas y nos alentaría a seguir adelante, suspiré porque pensar en él como muerto me dolía tanto, que prefería pensar que se había ido a otro plano y que lo vería pronto, algo que sabía que no pasaría por nada, pero quizas con un cuadro podríamos tenerlo presente en la casa y no olvidarlo nunca, era eso un pequeño altar, debería de ver como obtenerlo, eso era algo que pensaría para después de que se me fuera el dolor y la desazón que sentía encima, era como si parte de mi vida se hubiera ido con él sin pedirme permiso si quiera.

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Las palabras del hijo de Shelle no hicieron más que agravar la situación. Era increíble, como sin importar que se tratase de un funeral, tanto él como luego Shelle, se empecinaban en hacer de un momento tan doloroso, un monumento a su propia soberbia y de enarbolar su traición de sangre e ideales, como una vuelta a la sensatez y a estar “del lado correcto”. Se sintió contento que frente a esa prepotencia, Lunita los pusiera en su lugar indicando que no tendría que ponerse a plazos a nadie que quisiese rendir un último adiós a Elvis.


Bien dicen las escrituras que más vale tener poco, con temor del Señor, que muchas riquezas con grandes angustias. Ojalá no sea demasiado tarde para Shelle y su hijo, el comprenderlo— murmuró tan bajo que difícilmente alguien más lo habría oído.


Una nueva visitante había llegado, colocándose al lado del nuevo patriarca Gryffindor. Pero antes que pudiese escuchar cualquier cosa de ella, notó como el líder de la marca se dirigía hacia él, presentándose como no, con un nombre falso, y con ideas todavía peores. Rory lo miró sin responderle, pues el efecto de las palabras que iba escuchándole era inconmensurable.


A lo largo de los años, se había topado con multitud de hombres y mujeres que revelaban desde sus acciones hasta sus palabras, su egocentrismo, egoísmo y ceguera para con el prójimo, en distintos grados. Eran características que podías encontrar en personas de toda condición social, pero parecían (se convencía cada día de ello) más profundamente arraigadas en las rancias familias mágicas que se autoproclamaban como el valuarte honorable del legado de la magia.

Para él, esas perspectivas eran tan anticuadas y fuera de la realidad actual en que el mundo mágico y muggle se desenvolvían, que sus sentimientos a menudo variaban de la risa a la repugnancia, pero ahora, por primera vez, experimentaba una emoción nueva: un horror indescriptible.


Porque no era un cualquiera el que las expresaba, sino un tipo que inexplicablemente, encontraba en sus dementes palabras, un eco y devoción desmesurada por gente igual y hasta más cegada que él.


Rory solo negó con la cabeza, incapaz de imaginar que en la cabeza de ese hombre o de sus seguidores, pudiesen creer que todo aquel despliegue lo estuviese atemorizando. Y en cambio, más eco y efecto produjo en su corazón, el desgarrador grito de una mujer pelirroja, que ingresando a la residencia, se acercó al féretro, y comenzó a llorar amargamente y de rodillas ante el cuerpo inerte. Solo cuando Luna habló, es que comprendió que se trataba de la esposa de Elvis, y entonces, la sensación de tristeza se duplicó, pues en sus lágrimas se reflejaba fielmente cuanto es que lo había amado.


En Mica, en cambio, la ira crecía y Rory supo que estallaría en cualquier momento. Comprendía a Lunita y el deseo noble de su corazón de que las cosas en la Gryffindor fueran tal y como habían sido con su padre a la cabeza, pero ese sueño era imposible de cumplir, si del otro lado estaban Shelle y su hijo dispuestos a lo más bajo, con tal de ser fieles a su trasnochada idea de la pureza de sangre. Luna tenía que ser consciente de eso y aunque el método no fuera el correcto, esperaba que las palabras y el golpe que su tía acababa de lanzarle le hiciesen comprenderlo.


Zahil se había quebrado por fin, más allá de las amenazas, exteriorizando la culpa que sentía de no haber hecho lo suficiente por Elvis, de haber ahorrado tan fatal destino para él y tanto dolor para su hija, su esposa y ella misma. A Rory le sorprendió que fuese ella la que mostrase serenidad para explicar las palabras de Luna que habían exaltado a Mica, pero ya la bruja estaba fuera de sí, y no tardó en alzar la varita para atacar al líder mortífago. Casi de inmediato, Darla también alzó la suy, para después reprender duramente aquella muestra de violencia.


Todo transcurrió tan rápido que no le dio tiempo a reaccionar, y nada pudo hacer para evitar que Mica terminase partiendo allí, con la angustia reflejada en el rostro, y el alma atormentada; que Darla también se apartase del grupo, y que incluso el líder mortífago, tras el ataque, y al parecer impresionado por las palabras de la vampiro, se limitase a darle una escueta respuesta y luego apenas unas palabras a Shelle y a su hijo, antes de desaparecer también. Rory intuía que incluso alguien tan indolente como él, o tan calculador, se iba ahora, antes que se desatara un episodio más violento, que pudiese contradecir su discurso anterior de estar por encima de todas esas situaciones, invulnerable a cualquier espanto.


Lunita seguía firme en su posición y Rory apretó levemente su hombro a modo de apoyo. Realmente la admiraba, en su tenacidad, aunque la preocupación por ella no hiciese sino incrementarse, pues iba quedarse en esa casa, a pesar de todo, y estaba seguro de que en ese lugar por entero, quizá era la única que creía en que genuinamente la paz podría alcanzarse. Incluso la forma en como se dirigía a Mael, con tanta dulzura, cuando el hombre se había cansado de soltar comentarios ofensivos o cuanto menos, indiferentes, decía mucho de sí.


Él no hubiese hecho tanto, por alguien demasiado impaciente en instalarse como el nuevo señor de la casa.


Pero bien decían que el amor de Dios se manifestaba en los actos más impensados. En las palabras de Lunita y en las de despedida de su esposa, Rory veía florecer, en medio de la desdicha y al amparo de una familia que se veía sometida al yugo de la oscuridad, el amor más incondicional, amable, real y perpetuo. La clase de amor que a menudo se pensaba que no podía existir en la tierra, pero que él creía firmemente que era el mejor regalo de Dios dado a los hombres, y el único capaz de derrotar a todo mal.


Era el momento de los adioses, y Rory no estaba seguro de querer decir algo, pues sus palabras palidecerían en comparación a todo lo que Lunita seguía expresando. No tuvo que hablar sin embargo, porque la llegada de una nueva persona (Arabella) y las respuestas que exigía con su sola mirada cargada de culpa y dolor, hicieron que la propia Luna explicara las circunstancias que habían conducido a la muerte de Elvis.


Y el nombre de Aaron se quedó resonando en su interior. ¿Aaron Black, el ex ministro? ¿Es que Luna lo había visto? ¿Era él entonces quien se ocultaba tras esa máscara? ¿Era él el asesino de Elvis?


—Luna ¿estás segura de lo que dices?— preguntó, inquieto, y sus ojos fueron de ella hacia Zahil que sabía que también había estado con el patriarca Gryffindor en sus últimos días— yo creía que la identidad del líder mortífago era reservada.


De ser cierto, aquel dato era invaluable, pero era otro asunto el que más le carcomía la mente y decidió exteriorizarlo de una vez, ahora que tenía la oportunidad de hacerlo.


Luna, escúchame, no necesitas la ayuda de ese sujeto horrible, Mael o como se llame, para rendir los últimos honores de tu padre—con una mueca de disgusto observó al búho en que se había convertido Mael en lo alto de la residencia— el tipo solo quiere ocupar el lugar de tu padre cuanto antes, pero él no le interesa. ¿Crees que esa clase de persona merece si quiera formar parte del grupo que le dé el último adiós? Aunque tu corazón sea noble y buenas tus intenciones, Mica tenía razón. La Gryffindor no volverá a ser lo que era antes, tienes que ser consciente de ello. La presencia de un cuadro de tu padre no cambiará esa realidad. Y que los trates amablemente, cuando ellos no tuvieron escrúpulos en ser cómplices de su muerte, tampoco será de ayuda. Antes bien, corres el riesgo de convertirte en una víctima fácil en sus manos.

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Escucho las palabras de Rory con temor, pero su apoyo era invaluable para la Gryffindor, ¿ser victima de ellos? ¿eso significaba que no podría ser patriarca? intenté pensar que decirle porque no quería que esta casa fuera una batalla campal y que justo él me abriera los ojos me dolió más de lo que podría decirle en realidad a cualquiera de los presentes, suspiré dándome cuenta que siendo amable no llegaría a ningún lado, pero entonces ¿Cómo se supone que tenía que ser? ¿fría o sin sentimientos? no podía no tratarlo bien, por más mal que me tratará, no estaba en mi naturaleza devolver golpe con mas golpe, yo devolvía amor siempre y siempre sería así sucediese lo que sucediese en mi vida.

 

- Si estoy segura que fue él, lo vi estuve ahí cuando sucedió, estoy tan segura que fue Aaron como que sé que los arboles crecen en todos lados y así las flores, se quien fue no me cabe duda de eso, en cuanto a lo demás... tienes razón, corro el riesgo de convertirme en su victima, solo quería llamar a Mael por sí quería ayudarnos, intentaba llevar la fiesta en paz como quien dice, por mí que ni venga, es más no lo querría aquí, pero intento ser amable con él, porque yo tengo algo que ellos no ¿sabes que es? decencia y bondad, dos cosas de las que carecen, nadie ocupará el puesto de papá, se que él se instalo en la casa casi de prepo pero solo quería llevar el entierro en paz y quería demostrarle que era amable y que podía ser educada, quería que supiera de lo que estábamos hechos los Gryffindor - Le dije a Rory amablemente, porque nada me gustaba más que tener su apoyo en ese día, además apreciaba que me abriera los ojos con algo que yo aún no veía muy claro -

 

 

- Un momento, La Gryffindor nunca cambiaría, mientras uno solo de nosotros recuerde a papá, ¿de verdad crees que dejaría mi hogar por qué un señor la usurpo? ¿de verdad crees que no lucharía por ella? Rory, amigo mío, creía que sabías que por más ingenua que era también se en donde estoy parada, soy consciente de que estoy en territorio enemigo, ¿y sabes una cosa? lo trato bien a Mael simplemente porque puedo hacerlo, él no puede sacarme ese poder, con más odio y rencor ¿Qué ganaría? absolutamente nada, por eso decidí que sería amable con ese señor, sé que ellos formaron parte de su muerte, o bueno sus amigos seguro que sí tuvieron que ver, pero quería ser buena para descolocarlos y que no supieran que hacer, ellos esperan odio, amargura, rencor y esperan ira, ¿sabes que les doy yo? amor, compasión, cariño, comprensión y hasta soy educada con ellos, por eso soy así, para que no sepan que hacer conmigo, para descolocarlos, además porque me salé solo, no podría tratarlo mal, simplemente porque no estoy echa de esa forma, ¿entiendes? - Le expliqué sonriendole amablemente, porque de veras que apreciaba su intento de abrirme los ojos y apreciaba mucho más él que estuviera allí conmigo -

 

 

Nada la había reconfortado tanto como el apretón en su hombro de su amigo, quizas alguna vez se lo dijera o no, pero Rory estaba siendo un apoyo incalculable para la Gryffindor en esos momentos de desolación, casi que se ríe cuando recordó que él era pastor, ¿Cómo podía olvidarse de eso? parpadeo asombrada por haberlo olvidado, era algo demasiado evidente y obvio, ¿es que estaba tan aturdida que se perdía sola? si era eso lo que le pasaba, aunque era entendible porque estaba procesando que se había quedado sola para siempre y que tenía una gran responsabilidad en sus hombros, una que tendría que afrontar más temprano que tardé y lo haría con todo el temple, el amor y el cariño que ella tenía en su haber.

 

- A los guerreros más fuertes le dan las batallas más difíciles para ponerlos a prueba, ¿y si esta es tan solo una prueba de Dios? ¿Qué sucedería si solo me esta poniendo a prueba? quizas necesité crecer y madurar más de la cuenta, tal vez al no tener el amparo de papá, entienda como funcioné el mundo ¿no te parece? sólo intento verlo por ese lado, porque la realidad es que estoy más perdida de lo que podría decirte, por Merlín, ¿Qué voy a hacer ahora? - Le dije a Rory con algo de desesperación en mi voz, como si el tuviera una respuesta que ni yo misma tenía -

 

 

Había algo de cierto en todo lo que él me había dicho, no podía seguir siendo muy amable con ellos, pero ¿Cómo podía dejar de ser ella y ser seca con ellos? la Gryffindor no estaba hecha de esa madera para nada, además estaba la cuestión de que podría ser que los amigos de su hermana habrían matado a mi padre, ¿Shelle habrá estado allí cuando sucedió? no quería pensar en que su hermana vendiera a su papá, pero esa idea se instalo en su mente y no salió de ahí por nada del mundo, fue una idea horrible y fea que Rory había implantado casi sin darse cuenta, una idea a la que no quería darle mucha forma todavía, porque seguía en shock y seguía sin estar segura de que había pasado en realidad con su amado Elvis.

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La noche era interminable y parecía que todo eso no iba a acabar. En el momento que me había alejado de aquella ceremonia, fueron aparecieron algunas figuras más que se estaban enterando por lo sucedido a Elvis Gryffindor. Tenía que admitir que era una de las pocas veces que lamentaba el verlos así. Fuera de todo tipo de ideal, perder a un familiar, no era fácil. Si además, era querido por todos allí, siendo que estaban demostrándolo en aquel momento.

El sitio en aquella altura, me significaba un sitio seguro. Aún podía escuchar sus lamentos y el llamado de la hija del patriarca para que la ayudara con eso. Intenté ignorarla, pero solamente porque consideraba que debían hacerlo entre ellos, su círculo más cercano. La única razón por la que estaba en aquella mansión, era porque mi madre me había entregado un lugar pero no me sentía parte de la familia.

La esposa del ex Patriarca había llegado. Su cabello era como el fuego, como una luz en medio de la oscuridad. Aparecieron dos figuras más y toda la famila se había presentado. Miré hacia la marca tenebrosa. Toda la comunidad se daría cuenta de lo sucedido por aquella señal. ¿Asi funcionaba? Los mortífagos avisaban de las muertes tras esa calavera, como una alerta de que habían sido ellos.

Creo que es hora de irme. Ya tendré tiempo para acomodarme en la mansión” pensé. Preparándome mentalmente que tenía que vivir allí y que en cierta manera, a diferencia de mi madre, sabía que tenía que hacerme de mi sitio. Tal vez no había sido muy bueno con las palabras, nunca lo era. Pero tenía que acomodarme en aquel sitio. Lo consideraría mi huequito en el mundo, a pesar de todas las cosas que tenía que hacer de ahora en adelante.

Aún con mi forma de búho, esperé algunos segundos y tomé vuelo, bordeando un par de veces la mansión y yéndome de ahí.

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GOLDOR ♦ DEMONIUM MERIDIANUM

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Agatha

 

La noticia me había caído como un baldazo de agua fría. No podía comprender cómo aquel admirado Auror había caído. Si bien sabía que él no había nunca sentido nada de afecto hacia mi persona, en el fondo lo comprendía. La devoción por su hermana y el odio que había despertado para ese sujeto la pérdida de la misma en mis manos, le había conferido un respeto que no podría dejar de lado.
Cuando había concurrido en “son de paz” a la mansión Gryffindor a dejar, tras tantos años, aquel obsequio elaborado con lo más similar al cariño que había podido experimentar, y me había topado con el nombre de Elvis en tono más opaco… simplemente no pude creerlo. Debí alejarme de la mansión de inmediato, necesitaba saber qué había ocurrido, pero buscar a sus familiares y preguntarles no sería la mejor idea.
Sin embargo, no tardó en llegar a mis oídos lo que no podía ya suponer como un simple error en mis hechizos. Era verdad, Elvis había muerto y en manos mortífagas.
Sabía que quería participar de la despedida, pero temía que su familia me reconociese a pesar de todos los cambios vividos en los últimos años. No sabía nada de Mica, tal vez la única que me aceptase en aquel momento y a pesar de todo.
Había tardado en armarme de valor, pero allí estaba, con el cuerpo envuelto en una negra túnica y el rubio cabello recogido en una larga trenza. Solo quería presentar mis respetos y marcharme. En las temblorosas manos traía un ramo de blancos jazmines, la flor preferida de Mica, ya que no conocía cuál le gustaría a su mellizo.
¿Debería hacerlo? ¿Debería acercarme? Sí, iba a hacerlo. Atravesé las rejas que delimitaban los terrenos y dirigí mis pasos hacia donde el gentío no podía ignorarse: de seguro era allí. Permanecí a unos metros, recorriendo con la mirada a los presentes. Mis ambarinos ojos se detuvieron al notar la presencia de Arabella, de seguro no me recibiría con un abrazo o algo similar, y no quería discutir o hacerla pasar un peor momento del que ya tendría.

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La situación se había convertido en algo similar a la obra de un dramaturgo... hechizos y cachetadas, gritos y lágrimas. No era la despedida que esperaba para mi padre, él merecía honor y esperaba que al menos estuviera presente el líder de la organización a la cual mi padre pertenecía y de la que alguna vez yo misma fui parte.

 

Tuve la necesidad de embestir con mi varita hacia Micaela cuando vi la cachetada que le dio a mi hermana. Cuidaré de ella. Fueron las palabras que le dediqué a mi padre en su lecho de muerte y así sería. No iba a permitir que nadie le hiciera daño aún si mi vida dependiera de ello, aún si debía tirar a la basura mis ideales, aquellos que cavaron la tumba de Elvis.

 

Lunática me odiaría hasta el fin de nuestros días, quizás yo misma sienta cierto recelo hacia mi hermana, aún así y aunque ella no lo supiera mi vida estaba a sus pies.

 

Sin embargo unas palabras me quitaron de mi eje, simplemente no quería escuchar ni ver a esa persona, no lo culpaba pues había sido yo misma quien le entregó la vida de mi padre en bandeja, aún así no lo quería cerca, todo el amor que en algún momento había sentido por mi líder en cuestión de segundos se había roto y por dentro algo empezaba a formarse, algo que aún no entendía. Simplemente no respondí y el alivio inundó mi pecho en el momento en que @@Aaron Black Yaxley cuando las palmas de un necrohand empezaron a elevarlo.

 

Me mantuve alejada del féretro mientras miembros de la familia daban su último adiós. Observé al búho de alas negras rodear la mansión y supuse que se trataba de mi hijo, probablemente debía hacer lo mismo y dejar que otros se despidieran. Sin embargo yo también lo necesitaba. Sentía una daga clavada en mi pecho que se oprimía aún más cada vez que la imagen de la luz verde se apoderaba de mis ojos. Una luz verde... probablemente así se vería un boggart si lo tuviera en frente en esos momentos.

 

Decidí mantenerme lejos de todos, bajo la sombra de un limonero, allí al resguardo de un delgado tronco apoyé mi espalda y contemplé la escena, allí solo estaba mi familia, rota y marchita, pero allí estaba.

 

Sin embargo un halo de luz dio de lleno en mi pecho cuando la vi llegar, mi hija @@Hannity Ollivander Evans había acudido a la despedida del abuelo que jamás pudo conocer, por mi culpa. Esperaba hablar con ella en algún momento pero entonces las palabras no querían salir de mis labios y una lágrima escurridiza escapó de mis ojos.

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El tiempo transcurría lentamente, como si el destino alargara cada segundo para regocijarse con el dolor que le quemaba las entrañas a Annick luego de serle arrebatado lo único que le había dado sentido a su vida. El mundo se había resquebrajado, y ante ella había abierto un insondable abismo que la hacía sentirse alejada, vacía, despojada.

 

De pronto alguien pronunció su nombre y la sacó momentáneamente de ese lugar de tinieblas en donde se estaba sumergiendo. La pelirroja escudriñó el rostro de la recién llegada y, aunque tenía un cabello diferente a como lo recordaba, reconoció sus facciones.

 

―Bella ―susurró. No le sorprendió verla ahí, pues dedujo que Arabella también poseía un medio que le había alertado que algo malo había sucedido―. Es Elvis…

 

Los ojos de la pelirroja volvieron a inundarse de lágrimas y no puedo evitar romper en llanto una vez más. No podía explicarle nada a Arabella, porque ella misma desconocía qué era lo que había ocurrido.

 

Fue Luna quien se hizo cargo de explicar a la recién llegada. Annick logró captar palabras como «Aaron», «enemigo», «duelo»; pero en ese momento nada tenía ningún efecto de sentido en su cabeza. Simple y sencillamente no quería pensar ni sentir.

 

Uno de los presentes (Rory), desconocido para Annick, intervino y se dirigió a Luna. Hablaba acerca de que alguien quería ocupar el lugar de Elvis y le advertía a Luna acerca del riesgo que corría. La joven Gryffindor respondió con elocuencia y mostró una fortaleza y determinación que hasta entonces Annick no le había conocido. Pero la mitad de sus palabras no las comprendía. ¿Acaso faltaba demasiada información que la ojiverde desconocía, o era solo que en ese momento le resultaba imposible analizar lo que escuchaba?

 

―Bella ―dijo con voz apagada, no solo porque se sentía sin fuerzas para hablar sino porque tampoco quería interrumpir la plática de Luna con el desconocido (Rory)―. Quizá sea difícil para ti, pero creo que eres la persona más indicada para dirigir la ceremonia. Creo que a Elvis le hubiese gustado que lo hicieras.

 

Annick recordó que había sido Arabella quien había realizado el ritual de su boda con Elvis. Le dolía pensar en ese momento que antaño había sido uno de los más felices de su vida, pero estaba segura de que Bella era la única capaz de hacer una ceremonia digna del exauror.

 

Le pareció que de pronto había un poco más de personas. Quizá algunos habían arribado sin que ella se percatara (Agatha) y otros quizá ya se encontraban ahí y ella no había sido consciente de su presencia (Shelle).

 

Las palabras de todos le sonaban como lejanos ecos de un confuso pasado. Por momentos la pelirroja captaba lo que decían, pero la mayor parte del tiempo se sumía en la penumbra de sus emociones, y encontró en el silencio un íntimo aliado del vacío que la invadía.

 

―Dido… ―llamó de pronto en voz baja. La elfina doméstica apareció casi de inmediato―. Trae a Elros.

 

No había dicho «por favor» ni había agregado nada más. La elfina no partió de inmediato porque se percató de que la voz de Annick sonaba quebradiza y que sus ojos estaban rojos e hinchados mientras en sus mejillas se observaban dos grandes surcos de lágrimas. Dido volteó la mirada hacia donde Annick miraba con fijeza, y descubrió el féretro donde yacía el patriarca de la familia. La elfina se llevó ambas manos a la boca y dejó escapar un agudo grito. Con ojos horrorizados volvió a mirar a la pelirroja y después nuevamente el ataúd. No dijo nada. Simplemente desapareció para cumplir con la orden que le habían dado.

 

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