~Mansión de la Familia Gryffindor~ (MM: B 104490)

[Dana Gryffindor]

Nada más escuchar que Harmony había decidido quedarse Shelle le regaló una sincera sonrisa, un pequeño gesto de cariño que la mortifaga se permitió para su hija, se acercó a la joven y la rodeó con sus manos para atraerla al pecho. 

-Qué feliz me hace que estés aquí- dijo ignorando por un instante quién era para luego separarse de su hija -¡Wicky! 

Su elfo doméstico apareció en cuestión de segundos.

-Prepara una habitación, no de huéspedes, una familiar ¡la más bonita que tengamos disponible!- exclamé y regresé a mi asiento.

La comida había llegado y fue entonces cuando me percaté del hambre que Harmony tenía, durante todo su viaje probablemente apenas hubiera probado bocado. 

-Estoy bien- dije con la frente en alto y por completo segura de mi misma -La famlia... está, se sostiene en pilares muy delicados a decir verdad, pero por suerte aún se mantiene en pie.

La familia... la Marca... la editorial... había un gran peso sobre mis hombros y apenas podía conmigo.

-¿De la embajada Francesa?- dije perpleja -¿Acaso Ada tuvo algo que ver? Deberé agradecerle pronto, podríamos compartir un almuerzo las tres, después de todo ella también es tu madre. De verdad me alegro que hayas elegido quedarte conmigo, no sabes cuánto necesito de tu compañía hija mía.

@ Hannity Ollivander Evans

[Luk Vaak]

Parecía que su estancia se alargaría más de la cuenta por aquel lugar, dado que las investigaciones que estaba realizando parecían ir en una muy buena dirección. Es por ello que había comenzado a buscar la forma de que alguna persona de la zona pudiera acogerle en su hogar mientras todo pasaba. Realmente no había pensado en una familia que supliera la suya, pero el destino siempre había sido caprichoso, y no sabía que azares le guardaba para el futuro.

Recientemente había escrito un anuncio indicando que necesitaba un lugar donde alojarse temporalmente. Días después de la publicación, había recibido una respuesta anónima que le invitaba a pasarse por la mansión de la familia Gryffindor. Conocía ese apellido, pues había leído sobre ellos en algunos documentos y sabía que era una familia que posiblemente podría tener ciertos contactos entre las altas esferas de la sociedad mágica. No podía desperdiciar la oportunidad de alojarse en su mansión y comenzar a conocer a los miembros de aquella familia.

Así pues, decidió que había llegado el momento de poner a prueba la veracidad de dicha nota, comprobar si realmente alguien de la familia Gryffindor había querido tener la amabilidad de acogerle, o si simplemente le habían gastado alguna broma pesada. En cualquier caso, esperaba que el viaje no fuera en vano y lograse obtener un alojamiento, aunque fuese temporal. Con tener una cama limpia y un baño cerrado tendría suficiente, eso era más de lo que había conseguido hasta el momento entre albergues y moteles de mala muerte, pues tampoco tenía dinero para permitirse nada mucho mejor.

Durante el camino que lo llevaba desde su último alojamiento hasta la entrada de la mansión Gryffindor, comenzó a pensar en qué clase de servicios podría ofrecer a la familia para pagar por el alojamiento. Suponía que no lo invitarían a quedarse de forma altruista, pero si esperaba que permitieran que trabajase para ellos de alguna forma para poder pagar la estancia.

Cuando llegó a las puertas de los terrenos de los Gryffindor, observó que el camino que llevaba hasta las puertas de la mansión se encontraba custodiado por dos estatuas bastante imponentes, representaban a un león y un lobo, dos criaturas muy interesantes, aunque no terminaba de comprender el sentido de la segunda, quizás debía preguntarlo más adelante, cuando se integrase un poco en el lugar, si es que le permitían quedarse.

Una vez hubo llegado al portón principal, procedió a llamar firmemente con los nudillos en tres ocasiones, esperando que hubiera alguien en el hogar que pudiera atenderle.

- Buenas tardes, soy Luk Vaak, quisiera hablar con alguien de la familia Gryffindor sobre una nota que he recibido - anunció mientras golpeaba la puerta principal.

@ Mael Blackfyre

[Rory Despard]

La tormenta no había parado en todo el día. En las calles de Ottery, las canaletas colapsaban por el agua acumulada. En vano, Rory había esperado que escampara. Esa noche, la primera de muchas incursiones daría comienzo. El objetivo: Recordar a quienes habían torcido sus pasos, que jamás tendrían la vía libre para cometer sus fechorías. 

Ajustó los cordones de su zapatilla y mirándose una última vez en el espejo su figura, respiró profundamente. La indumentaria era sencilla, acorde para la misión de la noche, en un tono tierra que le permitiría camuflarse mejor con la oscuridad del entorno.

-  Expecto Patronum- el buey hereford formado de finos hilos plateados, salió de inmediato para alertar al resto de miembros de la orden del Fénix, para que se encontraran todos en la Gryffindor.

El viaje en el autobús noctámbulo fue casi como todos los que había tenido antes. Magos y brujas volvían extenuadas de largas jornadas. Cuando media hora más tarde, por fin descendió en su paradero destino, bajo el cielo nublado, su figura era apenas una sombra tras la verja de la antigua edificación, que en otros tiempos, había sido una de las familias soporte para la Orden del Fénix. Sujetaba su varita en la diestra, y la vista entornada estaba puesta en las luces del Castillo.

[Ellie Moody]

Madeleine Moody [100PV/9PP]

Ottery St. Catchpole la recibe con una tormenta. Se sostiene con fuerza de su Saeta de Fuego, resistiéndose contra la fuerte brisa y controlando los temblores que el frío le ocasiona. El cabello se le pega al rostro y el agua se le mete en los ojos; es por puro milagro —y, claro, gracias a la guía del patronus de Despard— que no termina estrellada contra una de las ostentosas casas del pueblo. De alguna forma, sus pies encuentran el suelo y logra realizar un aterrizaje mínimamente decente. Cuando se aparta los cabellos del rostro descubierto y se seca la cara con la única parte de su capa de viaje que no está empapada, logra distinguir dónde se encuentra. Frente a ella, están las verjas que delimitan el terreno del hogar la familia Gryffindor... ¿De verdad, ese es el lugar que sitiarán? ¿Un lugar que hace mucho tiempo consideró un hogar?

Sus compañeros poco a poco aparecen en el punto de encuentro, se reúnen en torno a Despard... no hay dudas. 

[Melrose Moody]

La bruja se miró largamente en el espejo, antes de retirar la luz de su rostro. No parecía tener sentido usar tales protecciones. De por sí, Melrose no entendía el contexto pasado que había obligado a tales medidas, a pesar de saber el grado de violencia ejercido y la necesidad de proteger a los suyos. 

La muchacha portaba la varita en la mano izquierda. No me había sido difícil engañar a los vigilantes apostados, utilizando una vieja estrella fugaz que de tan vieja hasta el ministerio le había perdido el rastro, junto a un fuerte encantamiento desilusionador realizado por Catherine.

Al llegar frente a la propiedad de los Gryffindor siente un extraño cosquilleo. Es un emplazamiento con mucha magia pero es más que eso. Es que el llamado fue preciso: un buey, proveniente de Despard, que le había indicado dónde estarían los demás.

Melrose observa el perfil de la edificación que solo es posible debido a la agudeza de sus sentidos. Ve algunas caras conocidas y otras desconocidas. Su vestido de lino de agita con el viento y sus gladiadoras no hacen ruido al pisar. Se acerca y se da cuenta de que al igual que ella ninguno lleva la luz. 

Se vuelve hacia la entrada. Es la primera vez que va a sitiar un lugar. 

[Illidan Burke]

Un giro inesperado se planteaba en la vida del black, sus primeros paso sobre la comunidad se había pronunciado firmes, y sus objetivos junto a sus hermanos de la trifuerza se plantearon de tal manera, que ya tenía los objetivos claros, fue allí donde un buey se presente frente a el, llamando a la batalla, por lo que el rubio no dudó. 

Vestía de manera casual, su traje negro, una camisa blanca, una corbata con el símbolo de su casa y sobre esto una capa blanca, con bordados en dorado. Su rostro mostraba una lumínica sonrisa, portando su varita en mano, buscó su reflejo en el espejo, y aquella risa soberbia lo dijo todo. - Es hora del duelo... - Susurró. 

Visualizo el destino de aquella mansión, esperando encontrarse a viejos conocidos, y poder desmotar, que no se trataba del bando, sino de quienes pertenecían a él, cosa que charlo con su amigo Cubias días atrás. Las cosas en aquel mundo iban a tomar un giro, y ellos, juntos se iban a encargar de dejarlo claro. Un destello de luz explotó en la entrada de la mansión, cuál meteorito blanco, el Lestramge llego mirando a sus pares al instante. - Estoy a la orden...- Sentencio mirando frente al  objetivo. 

[Hannity Ollivander Evans]

Era una noche tormentosa, tenía mucho que no pasaba una noche así en Londres, al menos que ella lo recuerde, pero esa noche en especial tenía algo diferente, el viento soplaba fuerte y la lluvia golpeaba las ventanas con fuerza. Hannah miraba por la ventana cuando un patronus conocido se fue acercando hacia ella, un buey Hereford, correspondiente al líder de la orden, le decía que debía asistir al llamado en la mansión Gryffindor. 

Tenía puesto pantalones de mezclilla ajustados, botas altas y simplemente se colocó una capa de viaje con hechizo impermeable,  su cabello estaba atado en una trenza dentro de la capa de viaje, se colocó un cinturón con algunas pociones y tomó la varita de la mesita de noche y salió al encuentro con sus compañeros. 

Al llegar a la mansión Gryffindor la lluvia arreciaba, su líder ya se encontraba allí al igual que alguno de sus compañeros de bando. Hannah tenía mucho coraje en contra de los actuales patriarca, por la perdida del gran  auror qué fue Elvis Gryffindor. 
 

[Mael Blackfyre]

Una vibración había resonado en los terrenos de la mansión Gryffindor. Jamás lo había sentido. Jamás me hubiera imaginado que ése estado de alarma se sentiría asi. Pero eso podía significar una sola cosa: Intrusos. De un salto me levanté de la cama, que tan tranquilo me encontraba descansando. Miré desde la ventana de mi habitación y pude notar como las estatuas mandaban el aviso a los patriarcas. Las figuras se retorcían en su sitio sin moverse y despedían una estela oscura alrededor.

Me coloqué mi túnica, moví mi varita para hacer aparecer mi máscara y me la coloqué. Automáticamente salí volando por otra de las ventanas ubicadas del otro lado, para que no vieran escaparme de mi propia mansión. Mi forma animaga de un búho, atravesó el marco de la ventana y tomé vuelo, dirigiéndome hacia el techo. Observando como entraban. La lluvia molestaba demasiado.

Los vi, cerca de la verja.

Descendí en picada y me transformé. Desde ésa distancia no podrían haberme visto transformarme del búho negro al mortífago que portaba su varita en la mano. A ésa altura, ya mi túnica estaba completamente empapada, pegándose a mi cuerpo que por debajo solamente había una camisa.

— ¡Qué hacen aqui! ¡FUERA! —toqué mi marca tenebrosa. Llamaba al resto de los compañeros que conformaban las filas tenebrosas como yo. Esperaba que contestaran al llamado. Sino yo mismo los sacaría—. Largo de aquí. No tiene nada que hacer, no molesten. Es una advertencia.

 

 

OFF: voy a comandar del lado de la Marca Tenebrosa.

[Maida Black Yaxley]

Digamos que Maida no era uno de los mortífagos que corrían en primera aparición ante el llamado de cualquiera, de hecho, en todo su paso por el lado oscuro, sólo había acudido tres veces a llamado, dos de Aaron, uno de Orión. Sin excepciones. Algo, sin embargo, le decía que este llamado era distinto, que no podía ignorarlo con facilidad. Por lo que, cuando su Marca Tenebrosa se hizo visible en el antebrazo, se mordió el labio inferior, como si de un llamado directo del líder se tratase, lo que sólo podía significar una cosa: una mansión mortífaga. Antes de desaparecer del hogar de los Yaxley, materializó la máscara con la que sus compañeros le llamaban Perséfone, cubriendo apenas un poco más de la mitad de su rostro.

Llovía, y la túnica que lucía para aquel momento se empapaba mientras que sus pies, permanecían secos gracias al hechizo que diariamente e imponía para mantenerlos limpios y cómodos. Intrusos en la mansión Gryffindor, el llamado venía de este lado. Aún estaba lo suficientemente lejos del barullo, pero atenta a cualquier mandato o movimiento, con la varita en ristre, dispuesta a atacar en cuando se diera la primera indicación.

Esperaba, eso sí, que se fueran a la primera advertencia y evitar el derramamiento de sangre mágica. Gracias al cielo, llevaba ya todos los amuletos y joyas disponibles para lograr una curación a cualquier mago. Corriendo los tiempos que corrían, había que preservar la sangre mágica, aún a costas de cruzar el bando opuesto. 

[Mael Blackfyre]

Estaban demasiado lejos aún de las Estatuas de los Gryffindor. Pero no me gustaban que de repente, cinco personas aparecieran allí. Si las criaturas habían reaccionado y los encantamientos protectores se habían activado, eso significaba que los visitantes eran indeseables y había que echarlos. En los primeros tiempos en la mansión, mi madre me había alertado que eso iba a pasar. Y yo le había prometido que iba a hacer algo.

— Vara de Cristal Expelliarmus —reaccione como primer medida. Ya que aún no podía saber bien a ciencia cierta quiénes eran. Pero si podía mandarles un mensaje que no era una persona a la que podrían al menos, pasar por alto. Mi varita se extendió gracias a la magia Uzza a la que había recurrido. Y la varita de Rory Despard, el primer mago que había llegado y llamado a los demás, había salido volando unos cuatro metros—. ¡VAYANSE! ¡O SE ARREPENTIRAN!

Tal vez estaba gritando como un desquiciado. ¿Eso ayudaría a espantarlos? Mi máscara como mortífago debería advertirles que manejaba otra magia peculiar, una un poco más oscura que ellos, quizás. Por eso ahora dediqué a que mi varita se enfocara en la persona de al lado, Madeleine Moody. Portaba una imagen fuerte. No podía subestimarla.

— Cinaede. Te lo dije —exclamé, aprovechando la ventana de los efectos, para usar un segundo hechizo de éste tipo y que una niebla densa verdosa explotara a sus pies, invadiéndola por completo. La cubrió, la envolvió y el gas venenoso atravesó sus fosas nasales para desgarrar sus vías respiratorias y envenenarla. Debería curarse tanto de las heridas como del veneno.

Llegó Perséfone. Le hice señas para que se acercara a mi y formáramos un frente más fuerte. Le agradecí en voz baja.