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Yaxley Manor (MM B: 109997)


Orión Yaxley
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Podía escuchar un desesperante tintinear de las gotas de lluvia que comenzaban a caer, la Manor parecía ser siempre concurrida o quizás nunca la dejaban en su totalidad, nuevos rostros avecinaban por el umbral hasta llegar a la cocina, voces que nunca había escuchado se hicieron conocer y no parecían ser más que simples familiares perdidos. Si, tenia muchas cosas que aprender aun el joven, pero era un tanto impaciente y su garganta empezaba a pedirle algo de beber... Podría considerar la hora como algo temprana para pedir un trago, aun así lo intentaría.

 

Una sensación extraña recorrió el estomago del gitano hasta manifestarse en una pequeña risa inocente. Los ojos de su padre; como si la misma muerte estuviera mirándonos, su cara algo atónita no dejaba lugar para creer que fuera padre, como culparlo, si durante más de 15 años estuvimos vagando por todo el mundo escabulléndose de las autoridades mágicas.

 

Bajo la mano que había estrechado para saludar a la mujer de rostro pálido, entendía que no era alguien conocido para ella y desistió a su saludo. ¿Tienen algo de beber? alcohol, si, alcohol... arrugo sus labios y busco donde sentarse. Luego hablaremos de lo que nos compete realmente, padre. Se ladeo y murmuro a su oído, intentando que nadie lo escuchara.

 

Sonrió al dirigir sus ojos a la mujer con pecas, algo parecía estar poniéndola incomoda y tras de su esbelta figura un objeto que parecía ser un libro... Su color extraño y formato arcaico trajo recuerdos a Bayzard... imposible... mascullo.

 

Tenia vagos recuerdos de un grimorio antiguo, profanado con magia oscura, el cual una vez intento utilizar y termino en una catastrofe, liberando unos cuantos demonios en Hogsmeade, sinceramente le agrado, ya que muchos magos habían muerto por su culpa y eso lo lleno de orgullo.

Editado por Matthew Triviani

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  • 2 semanas más tarde...

Bueno, Tinieblas no iba a probar bocado. A veces el mismo patriarca se olvidaba de las diferentes razas con las que convivía en el Ministerio.

 

Suspiró y se puso a preparar la comida. Sonrió al verlo a Aaron.

 

- Oye, hijo, ¿la recuerdas a Paprika? Alguna vez habrá pasado por el Castillo Black, cuando eras más joven. Se quedará un tiempo por la Manor… ¿Tus hijos se encontraron cómodos por ahora en el ático? Arreglé todas las goteras, pero uno nunca sabe.

 

Y había espantado a las ratas, limpiado las telarañas y acondicionado el suelo. Por último, un par de camas, para Matthew y para Dánae. Otros muebles que había robado de la Malfoy, como armarios y escritorios. Nada fancy pero lo suficiente como para tener un segundo hogar si necesitaban escapar de algún lado.

 

Llevó un par de bocadillos a la mesa, café y té y un par de tazas para los que se iban sumando tímidamente al desayuno.

 

Se desplomó en la silla mirando fijamente a su ex compañera de bando. Su presencia podía traer malas noticias.

 

- ¡FAMILIA! ¡EL DESAYUNO! –vociferó, poniendo la derecha a un costado de la boca para direccionar la voz.

 

Es más. Lo sentía. Algo había sucedido. No la miraba de igual manera. Una oscuridad la rodeaba. Se giró para Aaron y lo veía esta vez como un niño tímido en el Castillo Black. Se refregó los ojos y vio a la Manor completamente destruída como estaba antes. Parpadeó y ahora estaba en sus años de gloria, como en la época de Adeleide y Wirt. Comenzó a sudar.

 

- Esto… me siento un poco mal.

 

Se reincorporó, poniendo las manos en sus rodillas, mirando hacia el suelo.

 

Su vista comenzó a nublarse. Levantó la cara buscando a Gatiux. Pero no vio más nada.

 

Estaba ciego.

Editado por Orión Yaxley

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Se desperezó lentamente sobre la cama cuando sintió que Orión salía de la habitación. El patriarca había tomado la costumbre de preparar el desayuno a todos los habitantes del Manor, por lo que eso le daba unos pocos minutos de ventaja para dormir un poco más. Estiró los brazos y la espalda antes de incorporarse. Con los ojos medio cerrados se dirigió hacia el pequeño cuarto de baño que tenía en su habitación y se duchó para despejarse, al finalizar se acercó desnuda hasta una pequeña maleta que daba acceso al vestidor, dio un par de talonazos a la misma.

De la maleta salió un elfo que llevaba entre sus manos un vestido perfectamente planchado, un conjunto de ropa interior y unos zapatos. Lo dejó todo encima de la cama y esperó junto a ella mientras Gatiux daba su aprobación. La banshee asintió suavemente y la criaturilla volvió hacia su escondite. En un rato iría a alimentar al cancerbero de Gatiux.

Lo que el elfo había escogido era un vestido gris claro de de manga larga con falda de vuelo y unos tacones burdeos. Onduló el final de su melena violeta. Con ayuda de su habilidad la oscureció un poco más para crear un contraste mejor con el vestido que llevaba puesto. Estaba deslumbrante, como siempre. Escuchó el grito que les llamaba a desayunar.

Espero que esta vez no se te hayan quemado las tostadas...

Gatiux entraba en la cocina despreocupada, despegando los bucles con las puntas de sus dedos, sin percatarse en un primer momento que Orión estaba mirando hacia el suelo como si fuese a vomitar de un momento a otro. Cuando no obtuvo respuesta alguna, miró hacia el Yaxley que sudaba como si algo le pasara. Gatiux atravesó la cocina y se agachó frente a la cara de Orión.

Orión, cariño, ¿te encuentras bien? -miró su frente- ¿Por qué estás sudando tanto?

Algo iba mal, sus ojos azules no eran de la tonalidad que ella conocía. Era como si una nube gris se hubiera puesto frente a ellos. Agarró las mejillas de Orión, obligándolo a incorporarse, no era un efecto dela luz por estar mirando al suelo. Sus ojos habían cambiado, ahora no parecían enfocarla. Los ojos amarillos de la banshee recorrieron su rostro, y luego buscó algún rastro de magia a su alrededor.

¿¡Qué ha pasado!?

«I'm a villain, and villains don't get happy endings.»
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Aaron Augustine Black Yaxley

 

Desorientado, no me percaté que había gente en la cocina hasta que Matthew, mi hijo, me dirigió la palabra. Llevé la diestra hasta su hombro, donde la dejé caer en una fría señal de aprecio, tal vez con media sonrisa; acto seguido tomé la taza con ambas manos y me dirigí a la mesa. ¿Tan atormentado estaba?, es decir, la baja de energía, como si me alimentara de un todo, uno que se disolvía poco a poco en un caldero olvidado.

 

Con ello, me prometía un lienzo afín con la senda solitaria, con un tatuaje opaco en mi antebrazo. Así y todo, los ideales de un mago debían desarrollarse con el contexto, y ahí estaba yo, fiel a mi sangre, a la imperativa pureza de la magia. Le hice un gesto al joven Yaxley para que me acompañase a la mesa, donde seguramente estarían sentados prontamente los demás; al encaminarme por al lado de mi padrino sostuve una ligera reverencia de mi cabeza.

 

-¿Me hablas a mí?- pregunté al voltear mi rostro por sobre el hombro mientras mantenía la taza inclinada para beber un sorbo. Y sí, quién más preguntaría por quienes vivían de momento en el ático. Me volví a Matthew- cómo lo llevan allá arriba ¿eh?- tras su respuesta volví a observar al viejo Yaxley, se veía algo cansado, ¿tal vez sentía el mismo pesar?, la misma baja de energía- respecto a la mujer, no la conozco. Era un niño cuando fui a vivir con los Ryddleturn y cuando deambulaba por el castillo Black tan solo me mantenía en mi habitación, ya sabes, fueron tiempos en los que cazaban a los seguidores del señor tenebroso y los patriarcas de esos tiempos eran muy buscados como para hacer vida familiar, en fin...- di otro sorbo.

 

>>¡Al desayuno!<<

 

Lo demás pasó de imprevisto. Orión empalideció y de un segundo a otro perdió el equilibrio o al menos eso noté al ver su jadeo y apoyo en su propio eje, miré a mi hijo y en lo que me levanté Gatiux cruzó la cocina en el segundo dorado; rápidamente me acerqué y pasé un brazo por sobre mi cuello.

 

-Ven, que te ayudo- le dije a la matriarca Yaxley. El tipo pesaba- Matthew dame una mano. ¿Dónde lo llevamos Gatiux?...

 

El animago parecía desorientado.

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¡FAMILIA! ¡EL DESAYUNO! –

 

Los gritos de su hermano ya se habían vuelto costumbre en su cotidianidad, algunos regaños, algunas advertencias, y en raros casos como estos una invitación a llenar el buche mañanero con un sencillo pero delicioso desayuno.

 

Ella suponía que nadie en casa se había enterado de su presencia. Llegó tarde en la noche, entró silenciosamente evadiendo a toda costa hacer ruido(y lo hubiese logrado, de no ser por un par de tablones en el suelo que aun rechinaban) entró a su cuarto dejando a un lado las maletas abriéndolas sólo para sacar y ponerse un pijama y acomodar un arrugado saco de dormir sobre su cama, dejándose llevar por las tentaciones de Morfeo.

 

Pero donde manda estomago, no manda nadie.

 

Bostezó ampliamente estirándose hasta sus límites, apartó el cabello de su rostro y secó un par de gotas de saliva de sus mejillas que se le habían escapado en medio de su sueño.No se preocupó mucho por lucir decente. Se ató el revuelto cabello en una moña alta y sacó de su equipaje un par de pantuflas abullonadas de color estridente. Al salir del cuarto chocó con el marco de la puerta y al bajar las escaleras resbaló un par de de peldaños con torpeza.

 

Primero comida. Luego despertar. Finalmente ser. Cuando este orden varía, la inutilidad de su existencia se volvía evidente.

 

Se quedó mirando a los presentes por unos instantes intentando comprender la situación. Gatiux tenia una expresión angustiada, cargada de ansiedad, los demás presentes compartían aquella percepción pero en un sentido algo distinto. como si ignoraran tanto como yo el qué estaba sucediendo. Claramente, al pasar los segundos, pudo notar que algo no estaba bien.

 

Tropezó de nuevo en la entrada pero sus siguientes pasos fueron veloces dirigidos hacia su hermano y su cuñada, finalmente se detuvo al estar a un metro de ellos o quizá menos. ¿es sudor eso? se preguntó a si misma mientras veía a su hermano pálido y visiblemente desorientado

 

–¿Pero que rayos ha pasado aquí?

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Paprika Malfoy

 

- Creo que hay una habitación vacía. Sísifo está en su castillo… No creo que le moleste que la uses esta noche. Cuéntame un poco, ¿estarás mucho tiempo por estos lados?

 

- No sé quién es Sísifo, pero ¿gracias? - Paprika estaba extrañada. Había esperado más resistencia en alguien que a penas conocía (si la conocía) a Paprika. Pero no iba a hacer un drama por ello - La verdad es que tenía unos cuantos embustes preparados para lanzar en el caso de que hubieses puesto un poco de resistencia. Pero visto que me has aceptado bien... ¿gracias, otra vez?

 

Había hablado el Patriarca de la Yaxley sobre comida, y Paprika se hubiese comido una mesa en ese momento. Pero tenía otras prioridades.

 

- En cuanto a comida, sí, después, cuando me haya duchado, vestido decentemente y esas cosas que hacemos la gente normal - Orión puso cara de haberse comido un enjambre de moscas con la última palabra - Bueno, la gente. Lo que sí quiero, en cuanto me haya decentado, es una botella de Whiskey de 5 litros y 5 kg de tabaco de los Elfos del Norte. Por favor, Elfos del Norte. Aunque al tabaco de los Elfos del Sur se le llame tabaco, para lo máximo que sirve es para empaste de muelas.

 

Estaba a punto de subir las escaleras e ir al aseo, pero un pensamiento cruzó su mente y la paró. Se giró y clavó su mirada avellana, pensativa, en Orión. Tenía que saberlo.

 

- ¿Nos conocemos de algo?

 

******************************************************************************************

 

- ¡FAMILIA! ¡EL DESAYUNO!

 

Al final la ducha (que quedó inservible cuando Paprika la dejó) derivó en cama, y la cama, en un sueño reparador de 4 días. Tenía mucha hambre y sed (más lo segundo), pero había quedado rendida después del viaje.

 

Se había despertado con el grito de Orión. No esperaba que alguien le hiciese el desayuno en su vida. Realmente, como Tinieblas-Vampiro, al menos hasta los últimos 30 años, su desayuno había sido la sangre de una víctima humana. Y como Tinieblas-Humana, que se había pasado más tiempo en la Marca que en su Mansión, se había contentado con alguna sobra que Pascual guardaba en algún rincón que la mujer nunca quiso saber. Como en aquella no estaba acostumbrada a comer comida "normal", podía comerse cualquier basura que su cuerpo lo aceptaba igual y su paladar no se quejaba.

 

Siendo Paprika, con vida nueva, cuerpo nuevo... Todo era distinto. Por ejemplo, su pelo, que pensaba que había crecido a lo afro, lucía largo, rizado. Seguía siendo de muchas colores distintas y aleonado, pero... le costaba verse con el pelo largo. Más de mil años con el pelo corto, y de repente... Se sentía vulnerable, le recordaba a una época en la que había sido humana...

 

"¡Basta!" Se sacudió un poco la cabeza para alejar aquellos pensamientos.

 

- En fin, tendremos que bajar - Murmuró mientras se colocaba en su cuerpo desnudo (no había encontrado pijama alguno) una bata rosa, hortera y ochentera que había pasado a mejor vida. Paprika bufó - En todos los sitios tengo problemas con la ropa...

 

Salió de la habitación y se dirigió directamente donde estaba la gente. Se sorprendió de ver a Gatiux ahí, aunque su cara permaneció neutra. La última vez que la había visto había sido en San Mungo, cuando se transformó en Paprika. Esperaba que no la reconociera. Quería una vida totalmente nueva, o lo más nueva posible, y cuanto menos gente la reconociera, mejor.

 

Inmediatemente se dio cuenta que algo extraño pasada. Todos miraban ansiosos a Orión, y Orión los miraba a... ¿los miraba? Parecía que los miraba, pero realmente no enfocaba a nadie. ¿Se había quedado ciego?

 

- Vaya, vaya, realmente no me equivoqué al venir a esta familia - Paprika se cruzó de brazos - Las cosas se están poniendo interesantes aquí.

Editado por La Hija de Las Tinieblas

Alárgala. Alarga la mano... y atrapa una estrella
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See You Space Cowboy
"Por eso, nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti"

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Irse para reencontrarse, irse para regresar. Esa parecía ser la cuerda que le daba sentido a su vida. Con los pies enterrados en la nieve, Black avanzaba con lentitud. ¿Avanzaba? Sus pasos así lo indicaban, pero en su mente, lejos parecía estar de aquello.

 

Las señales que antaño lo llamaban, parecían dormidas. Tocó de forma inconsciente su antebrazo derecho, donde aquel tatuaje de la serpiente enroscada a una calavera, se marcaba más allá que a su propia piel pálida y llena de cicatrices. La mirada plomiza se elevó hacia el cielo encapotado. Iba a nevar una vez más y él se encontraba allí, a las afueras del poblado.

 

—El manor de los Yaxley… —fue un pensamiento que se escapó de sus labios.

 

Un minuto más tarde, Black había reaparecido en frente de una estructura un tanto añeja y de un par de pisos. A ciencia cierta, refugiada de la naturaleza, se trataba de un lugar acogedor y al mismo tiempo, destartalado. Pero no dejaba de tener su belleza. Sin dudas aquel no iba a ser el castillo de su familia, sin embargo, su abuelo vivía allí y necesitaba verlo. Al menos, no con urgencia, pero sí una pequeña visita.

 

Rodeado de una capa negra de viaje, el mago de cabellos negros avanzó por la rotonda empedrada y llegó a un palmo de las puertas dobles de una endurecida y resistente madera. Estuvo a punto de golpearla pero se detuvo. ¿Estaría realmente alguien allí dentro? ¿Se encontraría su abuelo? Fue entonces que recordó cómo tiempo atrás, en lejanas y ocultas tierras, había conocido a una bruja en el bando oscuro. Aquella bruja también pertenecía a la familia que Orión había asentado en aquel hogar.

 

Unos extraños ruidos desde el interior de la morada lo hicieron alarmarse. Black tomó rápidamente la varita mágica que segundos antes se resguardaban en los bolsillos de su pantalón de tela oscura, a juego con los zapatos y sus desordenados cabellos azabache.

 

Sin embargo, no abrió las puertas. Ni siquiera golpeó.

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Justo cuando la lluvia había decidido borrar todos los rastros de nieve de entre el camino rocoso hasta la Manor, el frío pareció celar el contacto de los copos con las estructuras destartaladas de la casona y una nueva oleada de nieve y vie to había cubierto por completo y casi de manera fantasmal la Yaxley.

 

Evedhiel llevaba exactamente 58 días sin salir de su habitación. La ansiada rutina y la conexión del libro con la chica parecía haber nublado el pasar de los días y cuando despertó de su trance, con las manos doloridas y ensangrentadas, el volver a tomar aire fresco de los terrenos de la manor no pareció impresionarle menos que el hecho de estar vagando por ellos descalza.

 

Su primer pensamiento fue directo a él causante de sus pesadillas y la realización de que las palabras Yaxleys podían ahora leerse claramente quedó eclipsada por la figura inconfundible de... dos ojos. Dos ojos en la portada del mismo.La bruja no reconoció su mirada fría en ellos sino una sospechosamente familiar.

 

 

Avanzó enfadada hacia la puerta principal de la manor con cada poro de su cuerpo erizado por el frío bajo su vestido violeta. Los pensamientos se arremolinaban en su cabeza y lejos de sentirse atada a aquel artefacto, la ira inundaba cada centímetro de su piel, mientras recorría los metros que la separaban dela entrada encontró una roca cercana, como si hubiese estado allí situada para ella sola. Posicionó allí el libro, y buscó tiritando a Nïnde en uno de sus bolsillos.

 

Se alejó un metro del objeto que parecía llamarla a voces y luchó en su mente apartando cualquier pensamiento otro que su rabia ante aquello.

 

-incendio- [/] murmuró apuntando a aquello, pero las llamas que salieron de Nïnde parecieron perecer al contacto con las páginas.

 

Evedhiel apretó el puño, clavando sus uñas en las heridas de sus manos y lanzando otro hechizo sin pensarlo demasiado

 

- Diffindo! . Pero de nuevo el hechizo rebotó en el objeto y lo lanzó cerca de la puerta de entrada de la Yaxley.

 

Evedhiel avanzó hacia el con sus ojos de hielo cargados de furia e incendiada por ella dejando algunas pisadas sobre la nieve manchadas con pequeñas gotas de su propia sangre, sus cabellos cobrizos desordenados por el viento que agitaba su vestido mientras se maldecía una y otra vez.

 

 

 

La chica no supo a ciencia cierta cuando se dió cuenta de la figura alta que esperaba frente a la puerta, sus ojos recorrieron la silueta desde sus pies hasta encontrarse con una mirada familiar y serena distante a la rabia de la suya.

 

Tampoco supo cuánto tiempo llevaba allí y si había visto los intentos nulos de la chica de deshacerse de aquello, y el peso de su propia locura cayó sobre sus hombros, pintando de rojizas sus mejillas y llevándose la rabia que había mantenido la sensación de frío en un segundo plano.

 

Agarró el libro con sus ensangrentadas manos antes de dirigirse al mago.

 

- Qué clase de loco sale de visita en un día cómo esté! - Dijo finalmente conteniendo los violentas espasmos de frío. Acto seguid se movió hasta estar cobijada por las paredes de la manor y se dispuso a abrir la puerta.- Bienvenido a la Yaxley - y le dedicó media sonrisa que no alcanzó sus ojos, deseando encontrar las fuerzas adecuadas para terminar su tarea y finalmente entrar a la casona.

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Iba en moto de camino a la Mansión Black Lestrange, atravesando los helados cielos de Ottery. A medida que me iba elevando la nevada era más fuerte y me impedía ver el camino con claridad. Llegó un momento en que las gafas empezaban a congelarse, por lo que decidí bajar a una altura prudencial a tan solo unos metros de las copas de la arboleda.

 

Aparentemente la humedad de los vientos bajos me hizo una jugada en contra. La moto empezó a toser por todos lados, escupiendo nieve y escarcha de su caño de escape. La dirección del vehículo empezó a fallar y empezó a virar su rumbo hacia los bosques, perdiendo absolutamente el control. Me aferré fuerte al manubrio, apreté los dientes y vi frente a mis ojos pude ver en cámara lenta el inminente impacto con un enorme tronco de roble.

 

Reaccioné a tiempo, saqué fuerza de vaya a saber dónde y le dí un giro de 90 grados al manubrio. La moto giró sobre su propio eje, en vertical y horizontal. Me solté y pegué un salto, cayendo a la par del vehículo pero a unos cuantos metros de distancia. En mi cabeza fantaseaba una caída victoriosa de Fortnite o Misión Imposible, pero la realidad era mucho más dolorosa.

 

Al intentar levantarme sentí el crujido de mis articulaciones como si se quejaran de lo que les había hecho. Me había raspado brazos y piernas con las ramas caídas contra las que había impactado y debajo de los guantes mis manos se encontraban entumecidas. Miré a mi alrededor hasta encontrar la moto, destartalada, a varios metros de distancia. Me acerqué, la levanté con la poca fuerza que quedaba y empecé a caminar a la par mientras hacía uso de sus ruedas para poder hacerla avanzar.

 

A lo lejos veía las facciones de una vieja mansión que me costaba reconocer, pero no me quedaba otra opción más que la de acercarme para pedir auxilio y un poco de calor de hoguera.

 

Al llegar al camino de piedra pude notar a lo lejos lo que parecía ser una disputa entre dos magos. Varios hechizos de un lado, poca reacción del otro, ¿serían una pareja? Me acerqué un poco más y al notar que estaban por entrar a la mansión levanté el brazo para hacer señas y llamar su atención.

 

- ¡¿Hola?! - Exclamé con tono dubitativo.- ¿Alguien me puede ayudar? Acabo de tener un accidente... Lamento... - Jadeaba.- Lamento interrumpir...

 

Paré de avanzar. Solté la moto y la misma se cayó de costado, su ruido latoso espantó a varios pájaros de los árboles circundantes. Me incliné apoyando las manos sobre mis rodillas.

 

- Iba de camino a la Mansión Black Lestrange pero... - Sacudí mi cabeza y extendí mi mano.- Mi nombre es Goshi Black.

 

Cuando vi las manos ensangrentadas de la Yaxley retiré mi saludo y mis mejillas se impregnaron de vergüenza. Giré hacia el otro mago que allí se encontraba y levanté una ceja.

 

- A tí creo que te conozco...

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Puso las manos sobre la mesa y respiró profundo. Poco a poco sus nauseas se iban desvaneciendo.

 

¿Por qué había visto a Aaron como cuando tenía 5 años? ¿Por qué se sintió como aquella noche de tormenta cuando pisaron por primera vez la Yaxley? Ese manojo de visiones que le entró sin vaselina fue lo que lo descolocó. La sensación era física, más que mental. Se sentía como si hubiesen dejado caer una piedra grandísima en un lago calmo. Las voces sonaban como a lo lejos y no distinguía bien qué era imaginación suya de lo real.

 

La voz de Gatiux lo atrajo como un anzuelo. Obviamente. Nadó dentro de su inmenso mar que llamaba consciencia y se pescó a él mismo para volver a la superficie.

 

Veía todo gris, como si una suave película semitraslúcida hubiese cubierto sus ojos delicadamente. Se llevó la mano a la cara, encontrándose con la de la Malfoy. Sintió calor. Como si la morena piel de ella le estuviese hablando en otro idioma. Estuvo en calma.

 

- Ya… contigo me siento mejor.

 

Sus oídos zumbaron. Escuchaba la vibración de las cuerdas vocales de cada uno. Nunca se había percatado la información que la simple voz podía traer. Sintió cómo la inocencia juvenil de Aaron, aquella que había visto por sus propios ojos, se había esfumado para dar lugar a un hombre serio y recto. Su hermana ya no era tan celeste, sino sonaba más azul. La de Paprika sonaba cada vez más familia. El instinto había dictado abrirle las puertas a la recién llegada, la razón podía espera run poco más.

 

- ¿Sabes, Gatiux? Creo que es hora de pegarle una visita a Sajag. Tendría que enviarle una lechuza a la Universidad.

 

Su cabeza no enfocaba a ningún lado y su voz estaba un poco nerviosa. No se perdía un sentido todos los días.

 

Pero algo podía ver.

 

- ¿Volviste al azabache? –se refería a una Gatiux de un par de décadas atrás-. Tenemos una nueva huésped, creo que la conozco de antes.

 

Levantó la mirada para el otro lado había gente nueva entrando a la casa. Evedhiel sonaba delgada y débil. De los otros dos no los reconocía tanto. Concentrarse se le hacía difícil. Era como adaptarse a un idioma que hablaba hace muchísimo tiempo.

 

- Creo que es temporal esto, no se preocupen. He estado en peores situaciones. Díganle a la gente de la entrada que deje de jugar y que vengan a comer algo. Yo necesito un té.

 

Se intentó levantar y sus pies le fallaron un poco.

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