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Yaxley Manor (MM B: 109997)


Orión Yaxley
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Aaron Augustine Black R. Yaxley

 

La verdad no sabía que clase de hechizos escondía la Manor de los Yaxley, pues ver a un mago con un chico a media noche o que Orión ofrezca desayuno desequilibró todo sentido de media noche. Estaba casi seguro de haber aparecido de madrugada en la verja ,pero a decir verdad cada paso que daba dentro parecía desenvolver un aire de misticismo que solo aquél lugar podía dar; no era menor sabiendo que los elfos no podían poner un pie dentro de aquél territorio.

 

-Tío...-saludé al viejo Yaxley notando el vaho en mis palabras; ¿frío?, de hecho comenzaba a nevar. Miré a mi alrededor- Sí que es raro éste lugar- comenté mientras correspondía a la bienvenida con la diestra sobre su hombro y cruzaba el umbral no sin antes revolver el cabello del pequeño al lado del desconocido- ¿Maida? ¿en qué dirección está su habitación?...

 

Respondida la pregunta me adentré en el pasillo principal para desviarme en la intersección de aquél que llevaría a la habitación de mi prima. Saqué la varita y tras un básico encantamiento a un par de mocasines allí fuera, transformé los mismo en dos ratones que ingresaron a los aposentos de la bruja tras empujar levemente la puerta...

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No. Por más minutos que pasaban, a Maida ni se le iba el nerviosismo, ni se le iba el enfado. Y eso que estaba claro que el Malfoy no se iba a dignar a subir las escaleras. Respiraba profundo, caminaba de lado a lado —lo que, honestamente, le tomaba medio segundo—, y golpeaba con el talóin el tabladillo donda había colocado la miniatura con las cosas de Nath.

 

Estaba descalza, como la mayor parte del tiempo. La diferencia era que hoy no se había colocado el eterno hechizo impermeabilizador, y sentía alguna que otra astilla queriendo meterse en la delicada piel. No le importaba, era más caliente la sangre en sus venas, que el ardor de alguna astillita tonta. Además oía ruido, más que el que sentía antes que llegara el susodicho. Se cruzó de brazos en medio de la pieza y resopló como si pos su fosas nasales fuera a salir humo.

 

No iba a bajar, no iba a dejarles ver que estaba arriba. Estaba dispuesta a llevar su rabia a un berrinche como el que su novio, seguramente, no iba a aguantar. Pero eso sí, en silencio. Si, como esas chicas que se enojan, cortan, se deprimen y todo, y jamás se les ocurre decírselo al novio. Como esas. Aunque ella sí que le había dicho. Y a él, claro que no le había importado.

 

Si las miradas que Maida echaba en ese instante lanzaran sectumsempras, seguramente las paredes del cuarto estarían ya desangradas —asumiendo que tuvieran del líquido vital, claro—. Estaba tan metida en su propia pataleta que no vio la puerta entreabrirse, Ya no digamos nada de los dos ratones, que, atraídos seguramente por el hechizos del Black, comenzaron a buscar la manera de mordisquear el pie descalzo de la Yaxley.

 

Y fue cosa de segundos. Una astilla no hinca dientecillo, pero, alterada como estaba, la conversaciones interneuronal de Maida, se demoró en procesar que algún ser vivo quería devorarla. Ella, se convirtió en la segunda lámpara de la habitación. Casi.

 

Chilló de tal manera, que quizá fue eso lo que evitó que se quedar colgada del techo. Sacudió el pie derecho para sacar a uno de los ratones que ya estaba queriendo escalar a lo prohibido y simplemente se negaba a ser evacuado.

 

¡Quítate! ¡Quítate! —chillaba la muchacha bailoteando y continuando la sacudida por un momento hasta que finalmente logró deshacerse de los roedores.

 

Abrió la puerta al escuchar una carcajada macabra y justo cuando estaba por quedarse viuda, descubrió que el culpablo no era otro que su primo Aaron.

 

Tú, maldito granuja —seseó con los dientes tan apretados que le dolía la mandíbula—, ¿tan mal te va en la vida que no eres capaz de comprarles una jaula a tus mascotas? ¡idi***!

 

Si, el rostro y gesto normalmente tranqulos de Maida, habían desaparecido. Aunque quizá Nath le debía un agradecimiento a Aaron, porque puestos en trámites, la muchacha ya estaba escaleras abajo en busca del padrino del desadaptado ese.

 

¡Tío Orión! —chilló entrando en la cocina con ademanes exagerados en los brazos y repitiéndose en la mente lo que le quería decir— ¡Aaron metió ratas gigantes en mi cuarto! ¡Lo matas tú o lo estrangulo yo!

 

En este preciso instante, si tuviera un elfo doméstico, este, se aseguraría de chequear los documentos de su ama porque se veía más cercana a la pubertad que a la adultez, y en teoría, debía ser lo segundo. De todas maneras, ella giró a ver si Aaron la había seguido, y ahí estaba, aún con esa sonrisa de triunfador en la cara.

 

— ¿Se puede saber... ¿qué demon... ¡arrrgh! ¿Qué haces aquí?

 

 

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Menudo conjunto de novedades.

 

Aquello parecía la casa de la pradera. O un orfanato. O el orfanato de la pradera.

 

Le recordaba a sus tiempos mozos en la Marca Tenebrosa, lugar que era famoso por las relaciones sexuales entre personas de la misma familia. Daba igual sangre, raza o parentesco; lo importante era el sexo. Y claro, en un mundo de locos... se cometían locuras. Y nacían hijos fruto del pecado. Y del deseo.

 

Negó con la cabeza, vaciándola de aquel obscuro hilo de pensamientos.

 

Sintió las manos de su primo, que ya habían desaparecido hacía un rato, en sus hombros. Se rascó, como si aquello fuese a aliviar el escozor de unas fornidas palmas de mortífago.

 

- La verdad no esperaba semejante reunión familiar el primer día... - masculló.

 

Había logrado llevar a los labios la humeante taza de café. Sin siquiera haberse servido azúcar -- ni interesarse por si lo tenía -- dio un trago pausado y precavido. Tenía miedo de quemarse. Everything's fine. Pensó.

 

- Encantado de conoceros a todos. Y de volver a veros al resto. -

 

Su mirada se había paseado de lado a lado, clavando un par de segundos las pupilas en cada uno de los recién ingresados a la sala. Aunque no quería por el momento, Maida aparecería en el tumulto de gente que se había congregado en el interior del Manor. Aquello significaría airear la caja de Pandora. No de Pandora la loca, sino... Bueno, no tiene importancia.

 

- Maida está un tanto... molesta. - susurró.

 

La voz casi en un inaudible mensaje se había proyectado hacia el oído del patriarca Orión, quien ahora estaba a su lado después del caminar del licántropo Malfoy hacia él. Buscaba, sin duda alguna, un tipo de ayuda de su primo que hiciese que pudiesen evitar el contacto o las malas caras delante del resto de familiares.

 

- ¿Cuál será el plan de hoy? Tenéis pensado algo, ¿no? Ya que somos tantos... -

 

Se había dirigido a todos a viva voz, tratando de romper el hielo.

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  • 1 mes más tarde...
¿Dónde estaba Kya y que estaba haciendo? Durante las siguientes semanas Apolo intentó evitar a los habitantes de la Manor a toda costa mientras buscaba a su única conocida, la misma que le había ofrecido quedarse un tiempo en su nuevo hogar temporal. Y es que podía contar con los dedos de una mano las oportunidades en las que había podido ver a la D’lecroix y conversar como Dios manda; pero tampoco es que no se hubiese imaginado desde un principio como iban a ser las cosas.


Como cada uno de los familiares parecía demasiado concentrado en reparar la Manor y en sus propios asuntos para percatarse de quien rodaba el lugar, tampoco es que tuviera muchas dificultades. Oculto en la biblioteca, el único de los lugares que el resto de los familiares parecía rehuir, Apolo pasaba las horas apoyado en el alfeizar de una destartalada ventana viendo la nieve caer y hojeando libros, algunos tan mohosos que apenas se distinguían las frases sin encantamientos reveladores cada tantas páginas.


Pero no ese día. Y es que cada tanto la ventisca de nieve que había traído enero después de las festividades parecía detenerte y algunos rayos de sol lograban atravesar los nubarrones negros. Equipado con unos mitones y una bufanda azul Apolo se encontraba paseando por el jardín, que pese a estar completamente yermado no se veía mal cubierto con la fina capa de nieve que rodeaba todo el lugar. Todo parecía indicar que lo que sea que estuviese afectando a la Manor también impedía a cualquier cosa crecer en las inmediaciones, pero pasarían meses hasta que alguien se percatara de ello.


¡Herbivicus! — musito Apolo lanzando al aire un paquete de semillas, que exploto en el aire como si se trataran de fuegos artificiales.


Las semillas se transformaron en unos enormes rosales, pero solo duraron unos segundos. Al momento de tocar el suelo las enredaderas se marchitaron tan rápido que los pétalos solo alcanzaron a florecer un momento antes de que se las llevara el viento. Pese a la decepción que Apolo sintió, tampoco es que no lo hubiese previsto. Pese a su falta de avance encontraba fascinante la idea de un lugar tan distinto en términos de magia, considerando que cada lugar de Ottery estaba diseñado para satisfacer y agradar a sus habitantes, la Manor hacia exactamente lo contrario.


Sentándose sobre una roca sobresaliente (su pantalón tenía un encantamiento impervializador) Apolo intento fijar su vista donde terminaba el terreno de los Yaxley y seguía Ottery. Por la nieve no podía ver donde empezaba uno y comenzaba otro, pero podía hacerse una idea recordando como al llegar pude ver claramente una línea divisora en el césped de verde esmeralda a… tierra simple y llana. No había que ser un genio para sumar dos más dos, lo que sea que estuviese generando ese radio de miseria venia de la mansión. ¿Pero crear un campo tan amplio?


Si seguía superponiendo ideas, le iba a doler la cabeza. Se la agarro con ambas manos, frustrado consigo mismo. Normalmente en estos casos lo ideal sería consultar con un familiar, pero por lo que Kya le había dicho solo habían llegado unas cuantas horas antes que él. Lo que significaba que todos compartían más o menos la misma información, y no es que estuviesen muy entusiasmados por resolver el problema de lo que fuera que tuviese la Manor como por hacerla un lugar meramente habitable en el que vivir.


— Otro misterio más a la lista — musitó el peliazul anotando los datos en su reloj.


Podía darse el lujo de quedarse un rato mas contemplando el exterior, al menos hasta que empezara a nevar nuevamente.

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A decir verdad, si algo molestaba a Gatiux aparte de tener que hacer las tareas domésticas con sus propias manos (o con la ayuda de la magia y su varita) era que las cosas no funcionaran. Las cosas en el Manor se habían ido arreglando de a poco, trajeron muebles, cambiaron cortinas, arreglaron cañerías. Y aún así la fuente del jardín seguía sin echar agua. Era una casa más que habitable, sin tantos lujos como la Malfoy, pero acogedora. Le gustaría que aquel adorno del jardín fuese funcional para cuando llegara la primavera.

Dejó de mirarla fijamente y se dirigió hacia la biblioteca, de donde sacó un libro que compró días atrás, hablaba de fontanería y de como arreglar aquel tipo de problemas mágicos. Lo poco que pudo hojear hablaba de que el problema de que algunos insectos mágicos dejaban inutilizables ciertos filtros porque aprovechaban para anidar allí. Nada que no pudiese arreglar con un fuego controlado.

Con el libro bajo el brazo salió al jardín. Cuando sus botas pisaron la nieve, el viento trajo un único pétalo de rosa, que se posó en la puntera durante un segundo antes de salir volando de nuevo. Rosas en invierno. No era natural, pero no había nada normal en aquel lugar. Al avanzar encontró a un muchacho pensativo que oteaba el paisaje.

¡Hola! Eres... Apolo, ¿verdad? -preguntó Gatiux- Creo que no hemos tenido ocasión de hablar como es debido. Soy Gatiux.

La última vez que vio a aquel muchacho era cuando el sótano había intentado tragarse a Orión, unas cuantas semanas atrás. Y no fue precisamente una ocasión adecuada para charlar. Avanzó unos pocos de pasos con el libro bajo el brazo, y con el pie despejó de nieve un trozo de mármol para apoyarlo.

¿Por qué no me cuentas cómo acabaste metido en este lío? -preguntó- Mientras intento averiguar por qué la fuente sigue sin funcionar.

Abrió el libro por una página intermedia y sacó una linterna de un bolsillo además de su varita.

«I'm a villain, and villains don't get happy endings.»
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Sus pensamientos fueron distraídos por la aparición de una figura joven entre la nieve. Le ponía nervioso la idea de hablar con otro familiar, pero tampoco quería ser grosero. Más que mal, él era un invitado en la Manor, y el resto de los familiares estaban ahí legítimamente. Supongo que otra persona hubiese preferido cualquier otro lugar a una construcción poseída, pero no es que Apolo tuviese mucho de donde escoger realmente.


— Si, Apolo, mucho gusto Gatiux. — acomodando su cabello azul, se puso de pie para recibirla.


El aire estaba lo suficientemente helado para soltar vaho al hablar, y aunque la joven lo había saludado con bastante soltura se notaba curiosidad sobre que hacia ahí. Suponía que todo lo que tenía que hacer era mantenerse fiel a su historia y esperar que todos se la compraran.


— Soy primo de Kya. Algo lejano. — mintió Apolo. — Me explico su… situación. Pensé que podría ayudarla en lo que pudiera mientras me encuentre en el país.


Su acento americano, casi totalmente cambiado por el tiempo que había pasado en Europa, afloro por momentos para dar a entender que no era del país. Era extraño cambiar de acento, pero le alegro comprobar que algo de él había quedado luego de mudarse a Inglaterra. No se había percatado por que la nieve lo cubría, pero estaban junto a la fuente que había visto en su primer día en la Manor y que tanto le había llamado la atención.


— Me impresiono mucho cuando la vi — mencionó apuntando la cabeza en dirección a la fuente, y esperando poder cambiar la conversación. — Es una lástima que este rota. ¿Sabes por qué…?


No termino la pregunta. Estaba claro que, por como tanteaba una de las tuberías que sobresalía y que de seguro estaría congelada, tenía la misma idea que Apolo: ninguna. Por encima de su hombro logro releer una de las páginas del libro que llevaba consigo, ¿sobre alimañas que destruían cañerías? Apolo no era un experto, pero se apartó un paso o dos por la grima que le daba.


— ¿Serviría si eliminamos toda la nieve primero? — preguntó Apolo. ¡Inflamare!


Su varita mágica, que llevaba en una correa unida a sus jeans, agito en su mano mientras pronunciaba las palabras mágicas. Tres anillos de fuego rodearon las astas del ciervo que coronaba la fuente, y se quedaron ahí flotando mientras se derretía la capa superior de hielo lentamente. Le asustaba la idea que lo que fuera que estuviera tapando las tuvieras se despertara si el calor era muy fuerte, así que tardaría un rato en completar la tarea que se había impuesto.


— No veo ningún paso del agua. ¿Estará dentro de la mansión? — preguntó algo apesumbrado.


Se acordó rápidamente de una de las paredes del sótano y como el hombre herido había estado acostado sobre la mesa hacia solo unas semanas. Luego sacudió su mente intentando volver a olvidarlo. Esa había sido la primera vez que había visto a la joven de pelo violeta y ojos dorados, pero esta era la primera conversación real que tenía con ella.


— Si se te ocurre algo puedo ayudarte. Me encantaría que la fuente volviera a funcionar.

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Azul. Al parecer estaba destinada a estar rodeada de hombres con colores fantasía en el cabello. Gatiux se preguntó cómo se vería con ese color durante una temporada, sin variar ninguna de sus otras facciones. Por supuesto no cambiaría allí mismo, no tenía la suficiente confianza con el muchacho como para revelar su condición de metamorfomaga, pero sería divertido ver cómo le sentaba el azul en vez del púrpura habitual.

Yo soy la madre de Kya. ¿De quien eres hijo? -Gatiux hizo una lista mental de todos sus hermanos y medio hermanos.- ¿Supongo que vendría a ser como una especie de tía tuya? Ya estoy acostumbrada a que me salgan sobrinos hasta de debajo de las piedras...

Hermanos de sangre tenía cuatro, pero si contaba con sus medio hermanos tenía catorce en total, quien sabía si su padre había tenido otros hijos fuera de Inglaterra y estos a su vez ya contaban con descendencia propia. O tal vez fuera por parte de la rama de Orión, ahí si que perdía totalmente la pista del árbol genealógico. Tampoco importaba mucho, era invitado de Kya y ya está, pero ya saben lo que dicen de la curiosidad y los gatos.

No, no tengo idea de por qué está rota la fuente. No me explico tantas cosas de este lugar... -miró en derredor- A veces creo que la casa empezará a arder sola mientras dormimos.

Aunque no servía de nada lamentarse de forma infinita, lo mejor era intentar arreglar todo aquello que no funcionara, como la fuente. Apolo tuvo una buena idea empezando a derretir la nieve que la fuente tenía acumulada. Gatiux arrastraba los pies buscando una trampilla que encontró tras unos minutos, era como un cuadrado de un metro cuyo interior alojaba una rueda metálica de color rojo. Girar aquella rueda no sirvió de nada. Ni siquiera se oía agua a lo lejos.

Desde la fuente, si miraba en línea recta, acababa en el lateral de la casa. Tal vez allí estuviera la puerta que daba acceso a las tuberías que iban a parar hacia la fuente. Aunque no le hacía mucha gracia visitar sótanos cuando sabía que la casa estaba embrujada o algo parecido. Pasó unas cuantas páginas del libro.

Si queremos arreglar esto vamos a tener que visitar un sótano. Debería haber un subterráneo con tuberías que conecte la central con las ramificaciones de la casa y la fuente. Según esto debe haber otra llave de paso allí. Eso dejaría fluir el agua.

Echó a andar hacia la dirección anunciada. Por lo menos no iba a tener que estar sola en aquel sótano poco iluminado.

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Sentirse útil a otros era una de las cualidades que más le agradaban a Apolo. De por si tenía una actitud servicial y ayudar a otros no era ningún problema para él, aunque sus capacidades eran bastante limitadas frente a muchos otros magos más capacitados. A veces se preguntaba si no estaría pecando de ingenuo, pensando que podía compensarlo con sobre entusiasmo. No es que a la fuente le sobraran arreglos precisamente, así que al menos podía intentarlo.
– Eso debe hacerte tía mía en… tercer grado – soltó Apolo desviando la mirada nervioso, intentando sonreír.
Obviando la pregunta que le había hecho –intentando evitar hablar deliberadamente de cualquier cosa sobre su familia- volvieron a ponerse manos a la obra. Apolo intentó analizar lo que Gatiux le decía: si ella no sabía cosas sobre la Manor entonces la única persona con una idea del lugar podía ser Orión, si no algunos de sus hijos. Era curioso como su interés por averiguar más cosas no le daba respuestas, si no muchas más preguntas. Alguien no estaba entregando toda la información, y mirándola de reojo, si pregunto si Gatiux podría saber más de lo que decía.
– ¿Encontraste el paso de agua? – preguntó con fuerza metiéndose en la fuente seca y acercándose al ciervo, ya libre totalmente de nieve.
La fuente estaba compuesta de un enorme terraneo circular con pistolas apuntando al cielo. En el centro, majestuosamente replegado en dos patas, el ciervo apuntaba hacia el lado contrario de la mansión, como si la estuviese defendiendo. A Apolo le encantaban las cosas que involucraban agua, y prácticamente parecía un crimen que estuviese tan descuidada. Una inspección más cercana le hizo darse cuenta que el metal no solo estaba oxidado, si no que había partes agujereadas y carcomidas.
Sabía que había hechizos de transformación que podían moldear el metal y –en este caso- limpiarlo del óxido, pero lo suyo era casi enteramente encantamientos. Se preguntó si Gatiux, quien en ese mismo momento se agachaba en el suelo a escasa distancia revisando algo, podría arreglarla. En una situación comprometedora hubiera cerrado los ojos y hubiera intentando sentir el poder mágico que desprendía la joven, pero realmente eso era una estupidez. Siempre se lo podía preguntar directamente.
– ¿Quieres ir… al sótano? – preguntó Apolo, viendo como Gatiux ya se disponía a dirigirse allí.
Le daba mucha grima volver a meterse después de su último encuentro. Después de los últimos sucesos había explícitamente evitado el salón por lo mismo, si hasta la puerta le daba miedo con las formas que tenían los aldabeos de metal. Como la joven asumía que Apolo la seguía y no se giró fue este quien tuvo que alcanzarla. Ojala hubiera sido una opción quedarse arriba al aire, pese al frio el día estaba bastante agradable. Si tan solo hubiera una forma de dividirse sin…
– ¡Gatiux espera! – presionó finalmente alcanzándola, a solo unos pasos de la entrada más cercana de la Manor. – ¿Tengo una idea?
Sin mucho entusiasmo, saco el único botón que su reloj llevaba, dejando solo la pantalla luminosa, y se lo tendió. Del otro lado, el mecanismo tenía la misma forma de un audífono. Por la cara que le dio Gatiux estaba seguro que pensaba lo mismo que se imaginaba Apolo, pero le mostró como se ajustaba perfectamente a un oído normal haciendo un gesto con su mano. No quiso mencionar que era un objeto tecnológico, asumiendo que ella al igual que muchos magos no lograra reconocerlo. Aunque podía asumir, no estaba seguro de cual era su postura referente a los muggles.
– Esta encantado.– mintió Apolo. – Son para poder hablar a distancia. Con esto puesto cuando hables te escuchare, y viceversa. ¿Podríamos separarnos? Si bajas y activas la llave correcta yo puedo probarla de inmediato usando la de la fuente, o decirte si ocurre algún cambio. Seria mas fácil que subir y bajar en varias ocasiones hasta dar con la llave correcta.
<<Y yo no tendría que bajar>> finalizo pensando, sin mucha seguridad de que estuviera convenciendo a Gatiux de su plan.

@Gatiux

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Pudo haberse aparecido, pero no, la muchacha necesitaba caminar un poco y nada como las desoladas calles de Ottery para eso. Si hubiera podido, se habría dedicado toda el día a patear las piedritas del camino, pero no, antes de lo imaginado, llegó a las afueras de la Yaxley Manor, además tampoco habían piedritas, era todo un infinito blanco. Le pareció ver a sus tíos jugando cerca de la fuente, pero ellos no solían hacer esas cosas.

 

¿Orión y Gatiux? —se ajustó un poco la chaqueta que se había colocado, aún indecisa en si acercarse o no, hasta que notó dos cosas: no estaban jugando y no era Orión. Aunque claro, con el cabello azul era fácil confundirse.

 

Pasó poco tiempo para que se fueran a un lado de la propiedad, Maida decidió acercarse. A él ya lo había visto en el incidente del sótano, o al menos eso creía, pero no entendía porqué el paseo con semejante clima. Por otro lado, a la chica de pelos violetas la había conocido en un día similar, con Trasto. ¡Trasto! Hacía mucho que no lo veía, a lo mejor cuidarlo unos días le cambiaba el ánimo. Poco probable pero valía la pena intentar.

 

Caminó más a prisa hacia donde estaban los dos y alzando las manos intentó llamar su atención, hasta que ya no fue necesario, ya estaba a menos de dos metros.

 

¿Pasó algo? ¿Puedo ayudar? —si, la maleducada ni saludó.

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-Papá-

 

Un sonido lo molestaba. No quería despertarse, estaba todo tan calmado ahí donde estaba...

 

-¡Papá!- Otra vez esa voz. No se iba a mover de ahí para nada, le gustaba estar ahí.

 

-¡Despierta!- Esta vez, algo lo jaló, haciendo que ruede de la cama al suelo y se despertara. Abriendo los ojos por fin, ubicó al dueño de aquella voz. Su hijo lo miraba, mientras llevaba un juguete en las manos. ¿Cuánto tiempo había estado dormido? El niño solía despertar después de él.

 

-Buenos días. Ya es tarde papá- Lo miró Eliah, algo serio -Tengo hambre- El castaño mayor miró un reloj que había en una pared de su nueva habitación y suspiró. Se disculpó con el pequeño y se puso de pie. Llevaba ya un mes viviendo en aquella casa, por lo que ya la conocía bien. Sabía dónde vivía cada habitante de la misma, y encontró alguno que otro lugar oculto. Pero aún así, no conocía a casi nadie en el lugar. Exceptuando a su padre, claro.

 

Bajó de las escaleras aún bostezando un poco. Ya ambos se habían vestido, por lo que fueron a la cocina a buscar algo de comida y luego empezar su día, esperando que no fuera tan aburrido como los anteriores.

Todo puede suceder en Arcadia...

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