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Yaxley Manor (MM B: 109997)


Orión Yaxley
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Seis meses lejos de mi hogar y ni siquiera había planeado volver. Estaba el Ottery casi por casualidad y algo me obligaba a quedarme siempre un rato más. Era posible que por fin decidiera no volver a partir. Me dirigí hacia el norte, caminando con pesadez, sin apuro, intentando notar diferencias en aquel pueblo que hacia tanto tiempo no me veía pasar.

 

La gran Yaxley Manor parecía incluso mas viva que antes. De alguna manera podía notar como, con el pasar del tiempo, aquel aspecto notable de abandono se había desvanecido. "Nunca entendí por que no tenemos elfos" pensaba meneando mi cabeza con pesar mientras acarreaba una valija de cosas que simplemente no se podían meter en un monedero hechizado.

 

Atravesé la puerta de mi habitación, en el primer piso, y al cerrarla sentí el crujido de una de las persianas - tal vez aun quedaba un poco de trabajo por hacer en la Manor -. De inmediato me deshice de mi equipaje, quedandome solo con mi camisa y el pantalón negro de vestir. Descalzo, como siempre que estaba en casa, y libre de peso, me dirigí hacia el ultimo piso de la torre.

 

Evité a toda costa pasar por el cuarto de mis padres, una costumbre que llevaba de niño, apareciendo directamente en la parte mas alta del tejado. Cerré los ojos, y deje que el viento me recordara porque me gustaba tanto aquella parte de la casa. Me acerqué con una media sonrisa al borde, podía ver todo lo que pasaba en los terrenos desde ahí. No me costó nada divisar la pequeña concentración cerca de la fuente. No estaba seguro de que estaban haciendo, pero necesitaba averiguarlo. Y no lo haría desde el techo de la torre. Aun tenía la varita en la mano cuando me paré justo en el borde de tejado. Entorné los ojos y tome aire.

 

Salté.

 

"crack" un sonido seco se escuchó cuando mi cuerpo alcanzó la altura del suelo. No sabía si habian pasado horas o un segundo. Caér, libre, acelerando cada vez mas, ingrávido. Y unos centímetros antes de tocar el suelo cubierto de nieve, desaparecer con un estallido. Amaba esa sensación. Mi madre odiaba esa costumbre, pero hay cosas que no puedes prohibir.

 

Un segundo estallido resonó cerca de Apolo y Gatiux, Al parecer Maida acababa de llegar. Tarde unos segundos en saludar, el mareo por el cambio de posición al aparecer era algo que no lograba dominar, sin importar cuantas veces lo intentara.

 

- Veo que hay una pequeña reunión a la que no he sido invitado - Sonreí a mi madre - Hola mamá. - Era posible que ya estuviera acostumbrada a mis idas y regresos, pero se sentía diferente volver a ver a mis padres.

 

Por otro lado, era una sorpresa la presencia de Apolo no dejaba de sorprenderme, igual Maida. Acababa de conocerlos y empezaba a sospechar que eramos familia. Ya indagaría sobre aquellos temas leyendo una vez más el árbol familiar. Les dedique un saludo rápido con la cabeza a ambos y volví a dirigirme a mi madre

 

- ¿Que esta sucediendo aquí? por lo que vi, parece querían incinerar la fuente. Ya se que no funciona pero..

Editado por Near

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— Hola Mamá.

 

Ese era el momento exacto en el que Maida esperaba que Orión saliera de la casa gritando que era todo un broma. Miró a la casa, luego al chico de cabellera blanca, luego a Gatiux. ¿No? Una última mirada al primo Apolo, sólo por no perder el último atisbo de esperanza en ella. ¿Elliot era hijo de ellos? El ex-líder al que se había atrevido a encarar con un tono de voz poco habitual en ella, ¿era su primo? Genial, justo el momento incómodo que buscaba para olvidar un poco su depresión. Se sonrojó, inevitable gesto en la Yaxley y supongamos que lo saludó con media sonrisa.

 

Carraspeó y decidió enfocarse en la fuente, en lo que los primeros que llegaron intentaban enfocarse.

 

¿Vamos a arreglar esto? —preguntó mirando directamente a Gatiux— Yo no sé de estas cosas, pero si me dicen para que puedo ser buena, estoy disponible. No pienso regresar al Ministerio en el resto de la semana.

 

Se cruzó de brazos, y si, pensó un segundo en los empleados del Departamento, pero justo lo que había salido de sus labios, era lo que necesitaba, desconectar un poco. Alzó los ojos hacia la Manor y sintió cierta nostalgia, el primer día que llegaron todos atropelladamente y compartieron esa extraña cena de fideos y escenas familiares. ¿Se volvería a sentir un día de esa manera? Negó con la cabeza, como si realmente alguien se lo hubiera preguntado. El color volvió a subirle a las mejillas. Espabilar, eso era lo que necesitaba.

 

— Te sigo, tía —continuó.

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- Auch.

 

El quejido salió un poco tosco. Llevaba su varita iluminada en la boca. Un poco de sangre salió de la palma de su mano. Sonrió.

 

- Al menos estoy consciente esta vez.

 

Su comentario irónico hacía referencia a su última visita en el sótano. Había perdido la vida momentáneamente en medio de un ataque de dementores. Suerte que tenía a la mejor compañera del mundo y la vida volvió a su cuerpo. Bueno, algo. Siempre cuando pasaba frente a la puerta del almacén se le helaba un poco el cuerpo.

 

No es que no quería volver. Tenía que. Era como una necesidad de eliminar cualquier peligro en la casa para el resto de la familia. Podía ser el peso de que nunca tapó enchufes o cubrió las equinas de las muebles cuando sus hijos eran pequeños. Como el psiconauta que era sabía un poco de dónde venían esos impulsos. No le afectaba de todas maneras. Porque, existía también la curiosidad insaciable por saber cuál era el deal de la Manor. Que haya despertado en el sótano en un altar sin entender nada, era un indicio que las cosas no estaban del todo… bien.

 

Intentó curarse con magia y no pasó nada. Puso los ojos en blanco, escupió sobre la herida y rasgó la manga de su camiseta. Vendó con torpeza la herida. La tela blanca se manchó lo suficiente. La varita seguía iluminada, de todas maneras.

 

Aún con la luz, el sótano estaba completamente oscuro y para guiarse iba tanteando la pared a su izquierda. No esperaba que una piedra estuviera así de filosa. Su vista iba siempre por encima de su cabeza, buscando alguna antorcha. Se paró en seco cuando encontró su objetivo. Un pequeño saltito bastó con alcanzarla. De su bolsillo derecho sacó un encendedor zippo que había robado en un bar. Tenía un castor como decoración. Rasgó la otra parte de su camisa para estar medianamente “equilibrado” y finalmente encendió la rudimentaria fuente de luz.

 

Con la antorcha en mano buscó otra y otra y otra. Parpadeó un par de veces para acostumbrarse a la luz. Dejó la antorcha en uno de los puestos de la pared y sacó una petaca de otro bolsillo. El té bajó ardiendo por su garganta. Necesitaba recuperar un poco el calor. Se llevó la mano a la barbilla mientras miraba el altar. Una costra de suciedad cubría una hilera de runas por el borde del mismo. Pasó sus dedos por la superficie.

El silencio se rompió con una gotera por detrás. Giró levemente su cabeza.

 

- Si esto era una sala de rituales… Entonces tiene que haber otro lugar de preparación.

 

Entrecerró sus ojos azules. Se dio cuenta que la piedra del sótano no era la misma que la torre de vigilancia. Capaz la construcción era más antigua que la Manor en sí. Después de todo, Corban Yaxley vivió por última vez en Escocia y no en aquella vivienda. Volvió a escanear el lugar. Se paró en seco al ver la escalera y se llevó la mano a la cara. Negó con la cabeza. No podía ser tan tonto.

 

¿Cómo es que no había visto eso?

 

Un pasillo continuaba por detrás de la escalerilla que comunicaba ese lugar con el resto de la Manor. De ahí venía el goteo.

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Estas cosas no están encantadas. Funcionan con cargas de electricidad, con baterías o con pilas. -examinó el objeto que le acababa de dar Apolo- Me encantan los cachivaches que inventan los muggles. Esto es una comunicación muy efectiva y no lo que tenemos los magos.

Gatiux se puso el audífono en la oreja tras apartar unos cuantos mechones.

Entiendo que bajar al sótano os de miedo después de lo que pasó la última vez.

La propia banshee tenía cierta incertidumbre en su interior. Temía que fuese a suceder algo extraño si bajaba al sótano, que una fuerza oscura o algo parecido se hiciese presente. Pero al miedo había que vencerlo enfrentándose a él. Un pie tras otro. Sólo era un lugar oscuro lleno de tuberías y posiblemente unas cuantas telarañas. Alguien tenía que dar el primer paso.

Maida se acercó antes de que Gatiux se pusiera en marcha. Elliot se unió a la pequeña reunión apenas unos segundos más tarde. Estaba despeinado, como si una gran corriente de aire hubiera agitado su cabellera. La Malfoy adivinó que había vuelto a saltar de algun sitio, y lo más alto que tenían era la torre. Mientras susurró un “Hola, hijo”, peinaba unos cuantos mechones del cabello de Elliot.

Estamos viendo si podemos arreglar la fuente. -explicó- Voy a bajar a mirar las tuberías. Tal vez la válvula que regula el paso del agua está cerrada. Apolo se queda aquí para ver si la fuente empieza a funcionar.

Miró hacia la fuente por última vez, agarró el libro y empezó a caminar. Fuera del Manor había una trampilla que conducía al lugar que estaban buscando. La nieve crujía bajo sus botas. El corazón de Gatiux se empezó a acelerar al acercarse a la trampilla. No podía olvidar la imagen de Orión sin vida, desmadejado, cuando el Manor decidió defenderse.

Apolo, ¿me escuchas? Probando...

Abrió la puerta aunque tuvo que aplicar algo de fuerza. Le recibió la más completa oscuridad y un olor a humedad característicos de lugares como aquel. Encendió la linterna con la mano izquierda y con la diestra sostuvo la varita. Prefería estar lista para atacar si algo aparecía allí abajo. Con cuidado empezó a bajar las escaleras...

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– Fuerte y claro – respondió Apolo caminando hacia la fuente, escuchando de su reloj el ruido de una puerta chirriar al abrirse.
Había estado encantando con que Gatiux aceptara su idea sin reservas, que ni siquiera intento corregirla. Aunque le fascino que ella supiera de objetos muggles, se dio cuenta que parecía ignorar que la mayoría no funcionaba en Ottery. Si hubiese acercado a menos de cien metros de la Manor un audífono real le habría estallado en la mano, igual que su teléfono el primer día que estuvo ahí. Eso o acercarse a magos extremadamente poderosos, aunque tampoco es que él se hubiese topado con uno.
No había mentido cuando había dicho que su reloj estaba encantado, pero tampoco es que estuviera diciendo la verdad. Tener un hibrido raro atado a la muñeca siempre salía a cuentas cuando ocurrían situaciones como aquellas, solo esperaba que Gatiux no sintiera que era un cobarde por no querer bajar. Le había sorprendido un poco la actitud envalentonada de Maida, a quien le sonrió tímidamente cuando se les había unido, pero a quien no había podido saludar por la llegada del tipo de pelo blanco.
– Increíble que sea su hijo… – carraspeó Apolo saltando nuevamente a la fuente; luego recordó que Gatiux podría estarlo escuchando e hizo una nota mental de no hablar solo.
Luego de echarle la misma mirada desconcertada a Maida, y que Gatiux entrara junto a ella a la manor luego de los saludos correspondientes, Apolo había girado de vuelta a la fuente hecho un basilisco. Rumeando contra el que supuestamente ahora tendría que tratar como un primo Apolo pensó que últimamente el tipo tendría su edad, y que le estaba saliendo hasta en la sopa. Le sorprendía que Gatiux, siendo tan relajada y amable, hubiera dado a luz a un estirado como ese.
– Debería haber una válvula antigua hecha de cobre – le recordó Apolo a su reloj, echándole un vistazo al espacio que había encontrado la pelivioleta hacia solo un momento – Parece el timón de barco de esos antiguos.
Solo por probar, intento volver a girarla. No estaba seguro de que dirección debía seguir, pero no parecía aflojar con ninguno de los movimientos. Suponía que abajo debería haber un paso de agua idéntico si no similar que también debía girarse. Pero quizá le tomaría un rato encontrarlo; todo lo que escuchaba eran pasos amortiguados y casi seguro la voz de Maida ahogada. Volvio a acercarse al ciervo mientras esperaba, volviendo a fijarse en algo.
Aunque el ciervo se veía imponente todo el metal carcomido no ayudaba, y cuando la rodeo se percató de que una de las astas había desaparecido. Se preguntó si no estaría por ahí tirada y oculta en la nieve, pero habían revisado a conciencia el lugar y algo tan grande haría un bulto enorme. ¿Se habría caído dentro de la estatua? Asiéndose de una de sus patas Apolo empezó a escalar el ciervo, teniendo cuidado de no resbalar por los residuos de agua que habían quedado luego de derretir la nieve.
Aunque le molestaba un poco tocar el óxido, le ayudo a mantener el agarre lo suficiente para sentarse precariamente a lomos del ciervo. Se sintió como esas estatuas que había en los parques y que representaban a generales caídos; solo le faltaría una espada. Como no estaba tan alto no sintió el usual vértigo que sentía, pero de todas formas tuvo cuidado de agarrarse con fuerza mientras intentaba subir hasta la cabeza del ciervo.

– ¿Me dijiste algo a mi? – preguntó Apolo al aire escuchando voces cortadas mientras se empujaba con los brazos.

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"Así que esto efectivamente debería funcionar" Miraba el enorme ciervo con detenimiento mientras pensaba por donde se suponía que debía salir el agua. La boca no sería el mejor lugar; las astas, una estaba rota, solo me imaginaba agua saliendo del suelo alrededor del ciervo. Me volví hacia mi madre para ofrecerme a acompañarla.

 

-Si quier...

-Te sigo, tía... - Maida se había adelantado. No estaba seguro de haber llegado a pronunciar aquel inicio de frase a tiempo, o si solo lo había pensado. Cerré los ojos y solté todo el aire de una vez. Gatiux y Maida se alejaron decididas a encontrar aquella valvula, si es que existia. Y aunque la encontraran, aquel podía no ser el problema con la fuente.

 

Abrí los ojos como platos al ver a Apolo trepando sobre el ciervo. Una pequeña risotada se escapó de mis labios mientras lo vea escalar y murmurar cosas ininteligibles. "Estoy completamente seguro de que le esta hablando a su reloj" pensé con cierto recelo por la presencia de aquel artefacto muggle en la muñeca de Apolo. Los había visto antes, en uno de sus viajes, pero no pensaba que pudiesen funcionar en el mundo mágico.


Odiaba los artefactos muggles. No por su función o su complejidad, sabia apreciar el ingenio de aquellos que no podían utilizar la magia para lograr sus objetivos. Pero era eso mismo lo que me hacía odiarlos, su deseo de poseer nuestros poderes, de ser como nosotros, de usar magia y manipularla, era infundado. Aquellos artefactos representaban lo poco que los muggles necesitaban la magia. Aun así, si veían una oportunidad de arrebatárnosla o intentar hacerlo, la tomarían sin dudar.

 

- Hey... Tu - No estaba seguro si dirigirme por su nombre era lo correcto, pero ya me daba igual- Apolo.

 

Me acerqué a la llave que el mago acababa de intentar girar en ambos sentidos. Saqué mi varita y le apunté, la magia siempre me había parecido la mejor solución.

 

- ¿No te parece mejor idea investigar mas esta cosa de aquí? - Estaba seguro de que podía aflojarla, sino pensaría en algo más - Podríamos hacer desaparecer la llave y ver si sale algo desde adentro. En el peor de los casos, terminaríamos empapados. - Carraspeé y mire a mi alrededor, no estaba seguro de si Apolo aun me prestaba atención - Tambien podría estar obstruida en alguna parte entre las dos valvulas.

 

Volví la mirada hacia la trampilla por la que habían ingresado Maida y mi madre. Cuantas cosas podría haber allí abajo, no deberían encontrar mucho mas que suciedad y aquella dichosa llave circular.

 


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Así, Maida se fue detrás de Gatiux, aunque no estaba segura de si su tía había accedido o no. Al ver la trampilla por la que debían bajar, la ojiazul se dio cuenta que su vía de escape a una situación embarazosa podía resultar saliéndole al revés, ¿por qué era que volvíamos al sótano luego de la última vez? ¿Qué clase de deseo suicida estaba apoyando con la Malfoy? De todas maneras, ya estaba hundida hasta los pies, así que bajó en silencio y rumiando su suerte en el inconsciente.

 

Por otro lado, bajar al sótano con la ropa que traía puesta era un desastre, casi trastabilla tres veces antes de tocar el suelo. Estaba medianamente iluminado por la varita de su tía. Ladeó la cabeza comprobando que no, que no era la varita de Gatiux la que brindaba luz, ¿fuego controlado en una esfera? Pero eso no fue todo, además, ella comenzó a hablarle a Apolo, como si hubiera bajado con ellas.

 

Fuerte y claro —y Maida casi se va de espaldas. Miró a cada lado, incapaz de distinguir nada. ¿Dónde demonios estaba Apolo?

 

Cierto era que si se comunicaban a los gritos, podían escucharse, pero ninguno de los dos estaba haciéndolo. ¿Podían ser esas cosas que se puso a la oreja? Era claro que había bajado al sótano a ayudar a su tía, pero la verdad, la hija de Luisitha estaba fascinada como niña en zoológico. Cuando resolvieran ese tema, preguntaría. Era como tener un vociferador, sin los gritos, mezclado con espejos comunicadores. Útil.

 

Encendió la punta de su propia varita y se concentró en su respiración, el olor a humedad viciada era muy fuerte.

 

¿Cómo es exactamente el artefacto que estamos buscando? —inquirió de pronto, al darse cuenta que en su afán de evitar las confrontaciones incómodas con Elliot, no tenía la menor idea de qué diablos hacía alli abajo. Vaya manera de mostras los genes de su madre— Shhhh. escucha, me parece que no estamos solas... —susurró estirando el brazo lo más que podía pero sin ampliar demasiado el rango de visión.

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Llevaba una de las antorchas en la izquierda con un poco de cuidado por su herida. Había dejado una sala casi a oscuras. Sentía que el material del pasillo cambiaba paulatinamente mientras más se adentraba en él. Infirió que se trataba de un agregado, sin embargo, cambió rápidamente de idea, no podía llegar a conclusiones tan rápidas. Sobre todo, cuando tenía prácticamente una oscuridad interminable delante suyo.

 

De repente, la sombra de su cuerpo desapareció. Se giró rápidamente hacia la sala. Las leves luces que había dejado atrás habían sido cubiertas por alguien. No podía reconocer la silueta gracias a la escalera. Aun así, pudo reconocer la voz de Maida desde arriba del sótano. Escuchó el susurro y soltó una pequeña risita. Supuso que su sobrina había querido ser cautelosa. Cuando toda la atmósfera está en silencio, las voces son imposibles de esconder.

 

- ¿Familia?

 

Entrecerró los ojos, Un destello se asomó sobre él. Pensaba que la voz venía de la sala de rituales. De repente, una puerta se abrió sobre él y un bulto negro cayó. Orión quedó expandido sobre la piedra del pasillo mientras que Gatiux estaba sentada sin rasguño alguno. En sus sueños siempre la atrapaba con los dos brazos. Pero, vamos, que en ellos si sabía que su pareja iba cayendo al vacío.

 

Una nube de polvo se levantó. Tosió un par de veces.

 

- Que hermoso verte. Diría. Si pudiera ver mejor.

 

Esperó a que la Malfoy se levantara y con soltura se incorporó también. Sacudió un poco su ropa. Miró con desconfianza la linterna que llevaba, luego se encogió de hombros, reconocía el objeto muggle de sus encontronazos con la policía londinense.

 

- ¿Se te perdió algo preciosa? Buen día. No te había visto desde que me desperté.

 

Se acercó para darle un beso en la frente, mientras le ponía las manotas en el cuello.

 

- ¿Estás bien por la caída? –buscó alguna herida con preocupación real-. No veo nada… Yo vine a investigar nuevamente. Creo que el sótano es más antiguo que la propia Manor. Este pasillo ya se comunica a algo más de los Yaxley.

 

El corredor llevaba prácticamente hacia la fuente.

 

Finalmente entrecerró los ojos y miró nuevamente a la escalera de la sala. La silueta había desaparecido.

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Estamos buscando una rueda de metal, supongo que pintada de roja. Aunque con lo bien que se ve aquí abajo podría ser amarillo chillón que no se vería nada... -le respondió Gatiux a Maida- Y estará pegada a una tubería como las que tenemos sobre nuestras cabezas. Pero estas de aquí corresponden al Manor, estamos debajo de la casa.

Maida le pidió a la Malfoy que escuchara, y cuando ésta se fue a reir para decirle que probablemente se trataban de las cañerías o de alguien que rondaba en el Manor, perdió pie y cayó ingiriendo aire rápidamente en vez de gritar. Pero en vez de piedra, la recibió otra cosa. Gatiux palpó a oscuras ya que la linterna se le cayó rodó un metro por detrás. Conocía aquellos músculos de memoria y al estar tan cerca también pudo captar su olor a la perfección. Una amplia sonrisa se dibujó en el rostro de la banshee.

Se levantó del suelo y también tosió mientras intentaba espantar el polvo que habían levantado. Pese a la caída, no podía evitar reír por cómo se habían encontrado y el modo de saludarla del Yaxley. Agarró la linterna y la apagó a los pocos segundos.

Te hacen falta unos ojos de gato para ver mejor. -respondió- Lumos.

De la varita de Gatiux salió una lucecilla plateada que se quedó suspendida sobre su cabeza, iluminando un círculo alrededor de su cuerpo. Parpadeó incómoda durante unos segundos por el excesivo aumento de luminosidad, hasta que sus pupilas volvieron a acostumbrarse.

¿Qué estás haciendo aquí abajo?

En ese momento se dio cuenta de que él podría devolverle la pregunta. Aquel corredor no era un lugar para celebrar reuniones, ni siquiera servía como escondite para dos amantes que quisieran consumar su amor lejos de miradas curiosas, estaba oscuro como la boca de un lobo y olía a humedad. Él estaba investigando.

Nosotras estábamos viendo si podíamos arreglar la fuente, buscamos una válvula subterránea cerca de ella. Estamos siguiendo las cañerías.

Gatiux cerró los ojos al recibir el beso en la frente. Cuando Orión puso las manos sobre su cuello supo que algo iba mal. Notó el tacto rugoso de una tela en la mano y la tomó entre las suyas con cuidado sólo para descubrir que estaba manchada de sangre. Una herida. Debía ser algo serio si no podía curarla con su varita. Gatiux frunció el ceño y luego lo miró en una pregunta silenciosa de cómo se había hecho la herida y porqué no la tenía curada.

Supongo que vienes con nosotras. Me viene bien un hombre fuerte para que nos ayude a girar la rueda si está atascada.

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A medida que ascendía por el ciervo, el espacio para maniobrar se había reducido. Le faltaba solo un palmo para poder agarrarse del asta del ciervo que aún quedaba de la estatua, pero por más que se estirara no lograba alcanzarla. Tampoco quería caerse al suelo, y es que ya no había nieve que amortiguara su caída precisamente porque la había derretido.


No se percató de que el tipo de blanco… Elliot, lo había seguido hasta la fuente. ¿No debería estar abajo junto con Gatiux? Pero que buen hijo, pensó bufando e ignorando su primer llamado. No pudo evitar sacar su cabeza de detrás del ciervo cuando empezó a toquetear la válvula roja que Gatiux había encontrado. Si llegaba a romperla entonces adiós fuente, o podría provocar una fuga de agua.


– ¿Podrías no tocar eso? – gritó intentando volver a subir el tramo que le quedaba. – Dioses…


Fuera lo que fuera que estuviera pasando ahí abajo, todo lo que Apolo podía escuchar eran golpes ahogados y conversaciones cortadas. Logro distinguir claramente el hechizo “lumos”, alguien preguntando que hacia ahí y la palabra “cañerías” junto a una verborrea de frases chirriosas. Sospechaba que no era tan buena idea su método de comunicación considerando que Gatiux y Maida estaban bajo tierra.


– <<Y por qué crees que bajaron genio>> – pensó al escuchar la última sugerencia de Elliot.


No había nada más molesto que gente que te lanza sugerencias al aire mientras uno intentaba hacer el trabajo. ¿Por qué no esto...? ¿Por qué no aquello…? Por todos los dioses que manera de ser odioso. Si quería ayudar podría dejar de molestar. Mordiéndose la lengua para no seguirle hablando, se preguntó si no necesitaría algo de magia para poder llegar hasta arriba. No se le ocurría ningún hechizo, pero tal vez pudiera lanzar una cuerda y asirse de eso para subir.


No se atrevía a preguntarle nuevamente a Gatiux algo; Apolo ya tenía suficiente con Elliot para que el estuviera molestando a alguien también. Si lo necesitaba le hablaría. Sacó su varita del cinturón en su pierna y trasbillo un momento. Como solo tenía una mano libre tuvo que usar sus piernas para mantener la firmeza, y en el silencio que siguió mientras se recomponía logro escuchar una voz masculina salir del reloj. Por la tercera voz que se les unió sospecho que alguien más podría estar con ellas, ¿pero quién…?


– ¡Carpe Re… ¡¡AAHHH!! – soltó Apolo cayendo por un lado.


Al agitar la varita se había deshabilitado así mismo, y estaba cayendo por uno de los lados del ciervo. Se alcanzó a lanzar por un lado y quedo suspendido con la mano libre sujeta al asta del ciervo. No tenía fuerza en un brazo para subir así que hizo lo primero que se le ocurrió.


¡¡EPCSO… EPOXIMISE!! – gritó agitando la varita en todas direcciones como un desaforado.


Tres dedos se pegaron al asta del ciervo y lo dejo colgando precariamente. Por poco y se le caía su varita de los nervios -junto con el- pero logro mantener su agarre ya sin esfuerzo colgando inerte. Genial, simplemente genial, si no hubiese sido por el idi*** ese podía haberse concentrado. Metiendo su varita en el cinturón nuevamente, y agarrando también el asta con su mano libre, intento subir usando la fuerza de los brazos.


Si es que tuviese alguna. Por más que empujo no logro más que elevarse unos momentos y volver a caer rendido. Su mano solo aguantaba por el hechizo, pero aun así le incomodaba mantener el hombro en esa posición por tanto tiempo. ¿Qué podía hacer? ¿Y con un demonio que nada podía estar peor? Si, podría estar bajo tierra revisando unas sucias cañerías.


– ¿¡ME VAS A AYUDAR O TE VAS A QUEDAR AHÍ MIRANDO?! – espetó finalmente al aire poniendo los ojos en blanco.

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