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Yaxley Manor (MM B: 109997)


Orión Yaxley
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«Mmm que rico...»

Si hubiera estado prestando atención, habría advertido los pasos irregulares que se acercaban hacia la estancia desde fuera, pero Gatiux tenía demasiada hambre como para mantener sus sentidos alerta. Enrollaba el tenedor a la máxima capacidad y luego engullía la pasta como si se la fueran a quitar. Y mientras pinchaba una gamba que no estaba por la labor y se escapaba, los cristales del ventanal se hicieron añicos. Y la banshee soltó un chillido por el susto. Por poco se le cae el bol al suelo.

Había un oso intentando entrar en la cocina, y la Malfoy enarbolaba un tenedor como si eso le fuera a servir de algo si el animal decidía atacar. Dejó el tenedor en la encimera para materializar la varita en aquella mano mientras con la otra no dejaba el bol. Su primer pensamiento fue “mátalo”, pero luego se recordó a sí misma que estuvo fuera el tiempo suficiente como para que algún familiar decidiese adoptar o comprar un oso para tenerlo como mascota. Una decisión un tanto excéntrica, en verdad.

Hola amiguito, caaaalma. No voy a hacerte daño. -dijo Gatiux sin alzar la voz- ¿Quieres comer? ¿Es eso?

Acercó el bol al hocico del oso para que pudiera olisquear la comida que había en su interior. Tal vez con aquel gesto podía ganarselo. Después averiguaría a quién pertenecía aquella criatura salvaje y porqué motivo estaba suelto si estaba sin domesticar. Gatiux dejó que el oso comiera sus spaguettis, despidiéndose mentalmente de su festín.

Con la mano de la varita acarició al oso detrás de las orejas con suavidad, de forma rítmica, mientras miraba tras de él, esperando a que alguien apareciese corriendo y disculpándose por ese desastre. Sin embargo, conforme pasaban los segundos no parecía que aquello fuera a ocurrir. No tenía collar, pero ella había explorado los alrededores del Manor en varias ocasiones y no había visto huellas de osos.

¿De donde has salido tú?

La mejor forma de sacar al oso de allí sería haciéndolo retroceder.

Atrás, chico. -no creía que el oso la fuese a entender- Tienes que caminar hacia atrás...

Empujó un poco, pero era inútil si él no quería moverse.

«I'm a villain, and villains don't get happy endings.»
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Estaba como medio muerto y, efectivamente, olisqueó la comida. Abrió sus ojos claros ante el plato que tenía en frente y con una zarpada lo acercó al hocico. Fueron literalmente segundos los que tardó en tragarse todo. Lo dejó limpio. Soltó un leve gruñido de alivio. Se rascó el hocico quitándose cualquier resto de comida cuando se estremeció de gusto ante el gesto de Gatiux. Su cola pomposa se movió con rapidez.

 

Con el empuje de Gatiux, decidió jugar un poco y cedió y giró sobre su cuerpo para desplomarse, dejando la barriga arriba. Se rascó la misma esta vez, de satisfecho, esperando algún cariño. Y fue, cuando levantó la cabeza al darse cuenta que no pasaba nada cuando vio efectivamente de quien se trataba. Otro gruñido, uno más fuerte y ensordecedor pero que no denotaba ningún peligro, o eso intentaba.

 

Se levantó con gran torpeza, golpeándose la cabeza contra el techo. Eran como tres metros de pura masa y pelaje que ocupaban gran parte de la cocina de la Manor. Extendió sus brazos de un lado a otro y la tomó para darle realmente un abrazo de oso. Pero, a diferencia de cómo se había incorporado, tuvo un cuidado especial de no quebrarle ningún músculo. Sólo despeinarla un poco, pasarle la lengua (con su terrible olor de hocico) por el rostro. Apoyó todo el cráneo sobre la espalda de ella y resopló. Se escuchaba como un ronroneo dentro de su caja toráxica, que era como un motor de un bote.

 

Un remolino de brillo leve lo cubrió. El gran oso, de pelaje cobrizo y brillante, ahora no era más que… Orión, quien seguía abrazando a Gatiux. Se alejó de su cuerpo y la miró fijamente con sus ojos azules.

 

- Hey…

 

Su voz era ronca, que se condecía con las bolas que llevaba bajo sus ojos. Parecía en un muy mal estado.

 

- Volviste… te… te extrañé mucho.

 

Sintió la brisa que se colaba por la ventana rota y suspiró al notar el desastre. Movió sus manos, que estaban en la espalda de ella, hacia sus manos, para tomarlas. Ilógicamente, aunque parecía pálido como una hoja, sus manotas estaban calientes, como el resto de su cuerpo.

 

- Pasó devuelta… Perdón si te asusté. Quería contártelo, pero, bueno, no así. Tengo un hambre que flipas, ¿hacemos algo y cenamos en la cama?

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Gatiux soltó un pequeño bufido que sonaba como una risa cuando el oso se echó hacia atrás, tumbándose y exponiendo su barriga. Claramente no la consideraba un peligro, puesto que aquella zona era la más vulnerable de la mayoría de los animales, incluso parecía indignado por no recibir la atención requerida. Miró hacia arriba después de que el oso gruñera con fuerza. Estaba segura que aquello despertaría a alguien. Miró otra vez hacia fuera, tal vez Trasto le pudiera ayudar con aquel problemilla si silbaba.

El segundo que se había descuidado la Malfoy, fue el que aprovechó el oso para ponerse de pie y aproximarse hacia ella. Cuando quiso hacer un movimiento en contra fue demasiado tarde y se encontraba entre las patas del animal. Se quedó muy quieta, aún sostenía la varita fuertemente en la diestra, aunque no tuviera ángulo para apuntar. No quería que le mordiera. Un mordisco en el cuello la desangraría en cuestión de segundos. Sin embargo solo la rechupeteó.

Ella no sabía que hacer.

En cuestión de segundos el abrazo pasó a ser humano. Donde antes había pelaje animal se encontraba una cálida piel rodeándola. Gatiux parpadeó incrédula al ver la transformación de Orión, procesando el cambio de forma. Si no la hubiera estado sosteniendo no lo habría creído. Era un animago.

¿Me voy un par de días y te conviertes en animago? -su voz denotaba sorpresa e incredulidad- ¿Cómo ha sucedido? ¿Qué te pasa? ¿Estás bien?

Tocó su rostro preocupada. Parecía demacrado, pálido, como si estuviera enfermo. Movió la varita, y lo que había roto Orión en su forma animal volvió a recomponerse. Otro movimiento y los utensilios de cocina cobraron vida, cocinando por sí mismos. Se llevó al mortífago a una silla donde lo sentó y ella en su regazo. Allí podía escuchar el rítmico latido del Yaxley. Estando entre aquellos brazos se sentía feliz y completa de nuevo. La sartén se sacudía por sí misma friendo algo en el fogón.

Yo también te he echado de menos. -susurró- Al parecer has estado haciendo cosas peligrosas en mi ausencia. Quiero que me cuentes todo esto de la forma animal que puedes adquirir. Como ha sido, desde cuando, si tienes control sobre ella...

Al cabo de unos minutos estaban listos un salteado de gambas con verduras y unos sandwiches.

Vamos arriba, allí estaremos más cómodos y podremos hablar con tranquilidad. Me sorprende que no hayas despertado a nadie.

 

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- Eso es lo que pasa cuando me dejas mucho tiempo entre manos –soltó con una pequeña risita.

 

Parpadeó lentamente y le dedicó una leve sonrisa. Luego, se fregó los ojos con la derecha, intentaba enfocar la cabeza que un poco le dolía. Su estómago rugió un poco al escuchar el movimiento en la cocina y el olor que salía de la comida medio que lo desequilibró del placer. Se mordió los labios, en parte por los sándwiches, en parte porque su verdadera hambre se saciaría de otra forma.

 

Parecía que ninguno de los dos se había dado cuenta que efectivamente Orión estaba desnudo. No es que le molestara estarlo frente a ella, si no que no quería que ninguno de sus hijos o familiares presenciase una escena al respecto. Sus ojos fueron directos a la mesada y ató dos repasadores de cocina que con uno no le bastaba ni para cubrir una nalga. Así, como si fuese un taparrabos emprendieron camino a la torre donde estaba su habitación.

 

Metió la cabeza por el arco que comunicaba la cocina y la sala. Sin brujos en la costa. Pasó de cuclillas hacia la biblioteca. Repitió la acción, como si estuvieran adentrándose en una base enemiga como dos espías.

 

- No creo haber despertado a nadie… porque tampoco es que haya alguien a quién despertar.

 

Con un golpe de hombro abrió la puerta que comunicaba a la torre.

 

- Sobre la animagia… bueno, sí, ni yo me lo creo todavía. Con un poco de comida se me pasará el desgaste. Es que todavía no me acostumbro a las transformaciones.

 

Se giró en medio de las escaleras y robó un sándwich. De una bocanada se lo terminó. Ya se lo notaba más animado y de mejor humor.

 

- Es que, fui a buscar al Arcano de Videncia. Quería saber cómo diablos abrir mi tercer ojo, y lo más importante, por qué es que se cerró, pero tras una tormenta de nieve me perdí y terminé en la morada de una señora llamada Suluk.

 

Abrió la puerta de su habitación e inspiró profundamente. A lo lejos podía ver el bosque de donde había ido. Aun no recordaba del todo bien todo lo sucedido en sus transformaciones. Como si fuese una suerte de licantropía. Sentía que algo había pasado ahí. Luego se preocuparía.

 

- Me preguntó de mi espíritu animal, del que no tenía idea y luego de una pseudo alucinación, viajé a Alaska por un portal. Todo muy surreal. Los Arcanos son cosa verdaderamente seria.

 

Se sentó en el bordillo de la cama y le indicó que se acercara. La tomó de la cintura.

 

- Luego de eso, long story short, lideré una manada de osos hacia una revolución en contra de unos muggles que amenazaban su hábitat. En la prueba me tuve que hacer cargo de un cachorro y luego un portal rarísimo, que fue básicamente una conversación conmigo mismo. Esto hará relativamente poco. Creo que eres la primera en saberlo.

 

Apoyó su espalda en la cama y la llevó consigo. Puso su mano en la nuca de ella y la llevó hacia su boca.

 

- ¿Y tú? ¿Alguna cosa peligrosa?

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Capítulo 1. El bosque.

 

Varias leyendas se contaban en el mundo mágico, algunas ya formaban parte de la historia como la piedra filosofal o las reliquias de la muerte, artefactos de gran poder que dependieron de quienes las portaban para resguardar celosamente la delgada línea que separa lo bueno de lo malo, pero ¿habría algo más allá?; Las magias primigenias jamás habían sido investigadas más sí codiciadas, por ejemplo el amor, una magia tan particular y especial que nadie había alcanzado un control sobre ella, así también estaba el odio cuán espejo al vacío del lado oscuro. Singularidades de caprichos inalcanzables.

Por otro lado, sí habían magias sobre las cuáles nadie había optado por poseer, ya sea por desconocerlas, ya sea por no estar en el lugar correcto. Los Yaxley estaban en el lugar correcto y ante un sinfín de cuestiones desconocidas escondidas en la Manor, les aguardaba un secreto que pendía delicadamente del destino.

El bosque guardaba secretos, los mismos que se susurraban al compás de la brisa que se colaba por los árboles aledaños, el bosque resguardaba su propia magia, espíritus elementales que buscaban la forma de materializarse para mantener la guardia del corazón verde, una extraña piedra de gran poder para su portador, un artefacto gemelo de la que alguna vez buscarían las hermanas Macnair, esencias que seguramente formarían al mago más temido que se haya conocido jamás. El tema estaba en saber ¿Dónde estaba la piedra?, ¿habrían otras más? de seguro existían mas.

Lo único que se sabía, era que la piedra era custodiada por tótems que figuraban las almas del bosque; un halcón, el lobo, el búho o la lechuza, el oso, la serpiente, el zorro, el gato y como no, el ciervo. Ahora bien, ¿cómo se sabía eso?...

***

A veces, en la esencia solitaria de mi ser gustaba apreciar la soledad de las estancias, ésta vez adentrándome entre la infinidad de árboles que cubrían celosamente la ubicación del hogar de los Yaxley. El sonido de las hojas y ramas secas iban marcando un ligero andar bajo serenos rayos de luz que sombraban el paisaje y mi rostro; las aves salían de sus nidos, los riachuelos armonizaban los sonidos y la brisa suavizaba la inmensidad del bosque.

El vaho denotaba una respiración serena, la mañana era fría más aún entre medio de aquellos árboles reflejados en la gélida mirada gris que apreciaba aquella humilde sencillez, pasatiempo de claridad para un psicópata de mi clase, porque sí, todos teníamos un rasgo de psicopatía al decidir portar la marca tenebrosa, sin embargo y más allá de eso, mi afán se aferraba a la fidelidad de la sangre pura.

Apoyé mi mano en un viejo tronco para subir una roca mediana que cruzaba mi camino, la travesía no eran muy complicada pues ya me sabía aquél sendero, vía de escape que había encontrado entre tanto gentío los primeros días que comencé a vivir en la casa de mi padrino. Y fue ahí, parado arriba de la roca, cuando divisé un par de siluetas luminosas a no más de quince metros, una danza, un juego entre un lobo y un halcón. Al principio creí que eran unos patronus, por lo que materializando mi varita no dudé en soltar un par de rayos para que los rivales supieran que habían sido encontrados, pero no pasó nada pues ambos animales de una luminosidad peculiar siguieron jugando a lo lejos hasta esfumarse cuán vapor de la humedad que allí conciliaba.

La túnica blandió ante la rapidez de mis pasos para llegar al lugar en el que habían desparecido, fijándome que en la tierra se marcaban dos sellos secos al contraste mohoso de lo demás. ¿Los demás deberían saber de ésto?... El ambiente se sentía extraño, las aves no se escuchaban, tampoco los riachuelos, hasta la brisa había dejado de acariciar mi rostro. Sujeté firme la varita mirando en varias posiciones, rígido, y de pronto la gravedad allí se perdió, las hojas secas comenzaron a subir, al igual que las ramas, piedras, y yo...

Intenté moverme en la singular voluta de humo negro, pero me era impedido y a casi siete metros de altura parecía un simple muggle atrapado en una escena sobrenatural. No podía desaparecerme, parecía que la magia era bloqueada por otra superior; Pensar en un necrohand fue mi única solución del minuto-lo único que se me permitió- pues ordené que aquellas manos fantasmales me empujasen fuera del perímetro en el que me encontraba, rodando un par de metros por el suelo tras el impacto. Me esfumé, no dudé en ello, fuera del perímetro me consumí en un vórtice sin sonido para reaparecer en los jardines de la Manor...

 

-¡Maida!

 

Divisé a mi prima cruzar la ventana de su habitación-sin percatarme que la del primer nivel estaba quebrada- Ella me vería parado en medio del césped, con las prendas manchadas en tierra y una que otra ramilla u hoja seca pegada al cuerpo y cabello. No tenía cara de haber visto buenos amigos... nunca la tenía.

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Si Maida Yaxley fuera muggle, seguramente sería una monja de clausura de las que toman el hábito luego de una decepción amorosa. Había pasado de ser poco sociable a estar, básicamente, recluída en su habitación de la Manor. Ya ni siquiera había ido a trabajar y esperaba que en cualquier momento, Orión le anunciara que estaba despedida. le iba a importar poco o nada. Estaba tan ensimismada en su propia nostalgia que no lograba pasar la prueba de Fortaleza. Comenzaba a filosofar acerca de sí contaba con Fortaleza o no, de hecho, incluso sus primos ya la habían dejado atrás en cuanto a la educación mágica. Y ni siquiera eso había logrado despertar la competitividad que solía tener antes. Su nerditud, como lo llamaba antes.

 

La pequeña bruja Yaxley estaba igual o más deteriorada que la Manor, y no le estaba importando demasiado. De hecho, incluso en días como hoy, que oía ruidos en la primera planta, los ignoraba por completo. Sin ganas de involucrarse demasiado en el sinfín de líos familiares. Su tridente seguía siendo su mayor apoyo, pero no la obligaban a reaccionar. A lo mejor, todos estaban en sus propios asuntos, y poco a poco, la chica había dejado de preguntárselo a sí misma.

 

Se levantó del borde de la cama y escuchó, o lo intentó, por la puerta. Eran Orión, y al parecer no estaba solo. Se apartó en cuanto su rodilla golpeó la madera y supuso que notarían que estaba dentro. Retrocedió lo suficiente para cruzar la mitad de la habitación y se quedó así, varada mirando la puerta. Y como si el destino le dijera en la cara: No importa cuánto te escondas; escuchó su nombre en la voz grave de su primo retumbando desde el jardín.

 

Giró el rostro hacia la derecha y se topó con su reflejo.

 

Si, ya sé que no voy a ignorarlo —se respondió a sí misma.

 

Se ató el cabello en un moño bobo, como para darse valentía. Volver a oír su nombre en voz alta la había asustado y reconocer su propia voz también. Deshizo el hechizo que protegía su puerta de extraños y bajo tan rápido como pudo, sin detenerse a avisarle a su tío nada. El frío de la brisa logró terminar de despertarla y recordarla que por mucho que no quisiera, seguía viva. El rostro de su primo no estaba de lo más normal, y eso, con Aaron, era mucho decir. Lo revisó con la mirada y enarcó una ceja sin poderse creer que haya maltratado así uno de sus adorados trajes a medida. Se acercó caminando lo más rápido que le dieron las piernas y la sorpresa.

 

¿Me puedes explicar de qué pastizal saliste hoy? —preguntó con cierto tono de asco. Intentó mirar sobre su hombro, imposible por las estaturas y ladeó la cabeza para usar el costado— ¿Estuviste en el bosque? ¿Tengo que avisarle al tío Orión algo? —se volvió a enderezar y se cruzó de brazos, nuevamente, trataba al ojigrís como el hermano pequeño que no era— Perdón, entonces, ¿que pasó?

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La quietud que avecinaba la tormenta. El silencio sordo de todo aquello que augura el comenzar. El perfecto desastre del caos. Todo aquello y mucho más representado en 8 halos recién despiertos de un sueño centenario.

 

Las 8 figuras como sombras parecían unirse y desmontarse a ratos, como decidiendo si partir por distintas sendas, o finalmente hacerse un todo. Finalmente, y como guiados por un instinto ancestral, las 8 figuras, fácilmente confundibles por fantasmas, o Patronus se escindieron los unos de los otros y disiparon dejando el bosque sumido en el mismo silencio que lo encontraron. Sin idea alguna de lo que les iba a acontecer. O la tenía? Los brotes nuevos que asomaban en la tierra que rodeaba a un estanque cercano a la Manor habían perdido su color verde intenso, y la palidez parecía haber tomado forma en ellos. Como camuflándose en las ajetreadas vidas de los magos.

 

O al menos en la de Evedhiel. Curiosamente la chica había elegido aquel estanque para entretener las últimas horas de sol que le iba a regalar el día. Apenas se había habituado a la incertidumbre de saberse extraña en una casa que sin embargo tenía todos los componentes para hacerse llamar hogar. Hacía 10 minutos que sus ojos habían dejado de enfocarse en su libro y habían divagado hacia la reciente cicatriz ya curándose que estrenaba en su antebrazo derecho. La recorría con su dedo distraída mientras la leve brisa desordenaba sus cabellos.

 

La imagen fantasmal de lo que parecía ser un par de manos en el cielo la sacó de su ensimismamiento. De ellas pareciía caer una figura, a unos 20 metros de la chica, justo entre la fuente del ciervo y uno de los muros de la Yaxley. Se levantó de un respingo, y sacudió su vestido amarillo dispuesta a acercarse a la manor.

 

Pero algo más llamó su atención. Hasta hacía dos minutos se había creido sola en el estanque, y sin embargo, justo detrás de ella algunos juncos altos denotaban la presencia de algo o alguien que parecía haberla estado observado, o que acababa de partir con... su libro.

 

Dedicó una mirada rápida a la Manor y vislumbró una figura acercándose a la que acababa de caer , que parecía ponerse en pie. Giró sobre sus talones, apresurada.

 

No había nada que la molestase más que tomasen sus cosas sin permiso, así que decidió seguir el movimiento de los juncos, adentrándose ella misma entre la maleza y dejando un rastro leve de sus pasos entre las platas de más de un metro y medio de altitud tras de si.

 

 

 

-------------------------

 

Off:

 

El bosque que rodea la Manor parece estar plagado de Mihterios imposibles. En esta ocasión el corazón verde parece haber desaparecido de entre los cimientos de las grutas abandonadas. Los espiritus de los protectores del bosque han sido despertados de su sueño centenario, pero no hay rastro del guardián, quien ha custodiado la piedra desde tiempos inmemorables.

 

Sumidos en la desesperación y en un intento de llamar la atención de los Yaxleys, los protectores han tomado la forma de distintos animales del bosque. Aaron parece haber sido visto siguiendo a un Halcón. Maida es vigilada de manera cercana por un colibrí. Evedhiel parece estar enojada siguiendo a un lince.

 

El resto de los Yaxleys también son requeridos, Orión, Gatiux, Near, Zoella y Leo ya tienen un protector vigilando sus espaldas, aunque ellos aún lo los hayan descubierto.Al fin y al cabo, la Manor no fue construida en aquel idílico lugar solo por las vistas. La familia es la única capaz de resolver el misterio. Mientras tanto el corazón verde del bosque ha dejado de latir.

 

El tiempo corre en nuestra contra.

 

Tic Tac, Tac Tic

 

 

 

Tic

 

 

 

Tac

 

 

Tic...

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

#ElMiHteriodelbosque #YaxleyMihterios

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En ocasiones, las cosas más evidentes son las más fáciles de obviar. Como el hecho de que Orión no tenía ropa. Tal vez fuera porque estaba acostumbrada a verlo así, aunque seguramente si alguien lo veía de aquella guisa en la cocina pondría el grito en el cielo acerca de las perversiones y llevarlas a cabo en un sitio más privado. Un animago experto podía aparecer y desaparecer en su forma animal con la ropa que llevara anteriormente, y controlar los instintos para que la mente humana fuese la predominante. Pero todo aquello a veces llevaba mucho tiempo de práctica.

Gatiux soltó una risita mientras admiraba las vistas. Orión comportándose como un ninja furtivo en su propia casa. Un ninja en muy buena forma. Un sentimiento aletargado estaba despertando en ella, alterando su propio ritmo cardíaco mientras subía las escaleras. Sí, estaba escuchando la historia del mortífago, pero al mismo tiempo estaba formando otra en su cabeza.

Los Arcanos son una pérdida de tiempo. -dijo Gatiux- Cuando le pedí ayuda a la Arcana de Metamorfomagia apenas se interesó por mí. Uno esperaría un guía, un maestro, pero la mayoría sólo te mira con desdén.

Cuando aquellos hechiceros se habían instalado en la Universidad Mágica, la mayor parte de la Comunidad deseó conocerlos y aprender con ellos. Los vendían como alguien apartados de juicios de valor, lejos de los cuchicheos de Ottery, y lo cierto es que los Arcanos te miraban tan mal como cualquiera si no le gustaba el apellido que acompañaba a tu nombre.

Lo primero que Gatiux se quitó fue las botas. Mientras caminaba por la habitación deshaciendo su coleta y despeinándose el pelo. Luego se deshizo del resto de la ropa, dejándola diseminada por toda la habitación, dejando únicamente la ropa interior. Entró al baño para lavarse la cara y echarse algo sobre la herida que tenía en el rostro. Después volvió hacia su cama, donde le esperaba Orión.

Así que liderando una revolución, ¿eh?. ¿Por qué será que no me sorprende? -rió mientras se mordía el labio- Si me dices que te las ingeniaste para que los osos lo quemaran todo tampoco me resultaría raro.

Sonrió.

Yo estuve siguiendo una pista sobre la magia que rodea el Manor. Ya se como podemos meter a un elfo. -contó la banshee- Lo único peligroso fue cuando un par de muggles quisieron robarle a esta pobre damisela en apuros unas cuantas libras... Me descuidé medio segundo y la navaja me rozó la mejilla en la pelea.

La mano de Orión se posó sobre la cintura de la Malfoy, las manos de ésta se deshicieron de la improvisada prenda que éste tomó de la cocina minutos antes para cubrir su desnudez. Comenzó a acariciarlo por completo mientras el mortífago acomodaba a ambos sobre la cama. Gatiux sonrió a escasos centímetros del Yaxley.

¿Sabes? Lo bueno de que no te sepas transformar con la ropa es que me deja espacio para aprovecharme de ti -murmuró apoyándose contra él- Es mucho más fácil sin todas esas capas que no hacen más que molestar.

Lo besó lento, como si tuvieran todo el tiempo del mundo. Disfrutando del contacto, de su calor, de aquellos brazos que la rodeaban. Sus manos se convirtieron en exploradoras, visitando cada centímetro del mortífago. Gatiux suspiró, dándose cuenta cuanto le había echado en falta. La felicidad se arremolinaba en su interior. Aumentó la intensidad de los besos, ahora expresaban una necesidad real de tenerlo aún mucho más cerca.

No te imaginas cuanto te he echado de menos, Orión.

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Me encontraba de regreso a la Manor, pasé toda la noche fuera al tener una pequeña discusión con Eliot sobre mis frecuentes salidas, salté por la ventana perdiéndome en la oscuridad del bosque en busca de algo divertido por hacer. El frío viento soplaba haciendo, haciendo caer las hojas de las ramas, los pájaros hoy no cantaban, extrañamente el bosque que rodeaba el terreno Yaxley se encontraba silencioso, bastante silencioso.

 

Pasando justo entre los frondosos árboles un extraño movimiento y el ruido de hojas siendo pisadas a mi lado me hacen detener mis pasos y voltear en esa dirección. Entornando mis ojos logro ver una forma desapareciendo entre los árboles. No me encontraba con ánimos de curiosear lo que sea que haya ocasionado el ruido.

 

Sin tomarle importancia continuo mi andar hacia la manor, en las últimas semanas decidí por quedarme con los Yaxley y convivir más con ellos. Poco conocía a cada miembro, incluso de Eliot, que a pesar de mantener comunicación por tantos años sentía que recién lo conocía tal cual es.

 

Mis pies iban a paso lento hacia la redoma donde la escultura del ciervo me daba la bienvenida. Quedándome un rato observando la imponente estructura paso a un lado de ella y me dirijo hasta la entrada de la estructura de dos pisos donde he estado viviendo, para subir directo a mi habitación.

 

Ya adentro me percato de que estaba sola (o al menos eso creía), después de pasar por la cocina y agarrar algo de comer subí a mi habitación para despojándome de la ropa de ayer y me cambie a unos short y camisa sencilla junto a unas simples zapatillas. Sabía que Eliot se dio cuenta de que no estuve anoche, pero no le tomaría mucha importancia. No entendía sus ganas de que me quedará en casa. Tirando la ropa a un lado me tumbo en la cama ubicada en el centro de la habitación.

 

Rascándome el lugar donde mi reciente marca se pronunciaba tome el libro de la mesa de noche, llevaba leyendo algunas páginas sin tomarle mucha atención, al escuchar unos gritos afuera dejo el libro de lado y voy a asomarme. Abajo se encuentra Aaron y agitando la mano en su dirección me giro hacia el viejo reproductor del escritorio.

 

Esta porquería – Digo golpeándole al ver que no reacciona. La pequeña inversión hecha en el anticuado aparato fue la peor decisión que pude tomar, resoplando salgo hacia el pasillo y bajo hasta el frente donde Maida y Aaron se encontraban hablando.

 

Riendo un poco al ver el aspecto del castaño me acerco hasta ellos – Vaya, ¿Contra quién luchaste? – Pregunte al ver sus ojos serios fijos en la ojos azul.

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Aaron Augustine Black R. Yaxley

 

-Yo ...- no alcancé a responder a la pregunta de Maida cuándo ésta siguió hablando- eso es lo intento cont...- pero ahí estaba otra vez interceptando con preguntas que jamás nadie me hacía; nadie porque me había criado con padres o cualquier otra autoridad ausente. Cerré los ojos en un cuasicontrol de mi temperamento y pasé de su figura por el costado.

>>Perdón, entonces ¿Qué paso?<<

Observando la Yaxley, dándole la espalda a mi prima, solo recordé aquellas figuras y el poder de la magia al que me vi sometido en el bosque. Giré el rostro por sobre el hombro mientras intentaba discernir si era o no necesario contarle a la bruja lo que había pasado, pues de primera parecía ser una simple trampa de algún mago travieso; sin embargo recordé cómo en aquél lugar se me inhibió la magia a tal punto de tener que haberme expulsado con unas necrohand como catapulta. Una gota cálida bajo desde la patilla, era sangre.

-Te contaré adentro- sostuve mientras pasaba la yema del índice sobre la gota manchando la del pulgar al frotar mis dedos. La cicatriz en el dorso de la otra mano ardía levemente- ven Maida...

Ya dentro, en aquél pasillo luego del hall de entrada no me percaté de frotar anillos ni cuánta payasada había que llevar en esos días para que los cotilleos no salieran a la luz de cualquiera, sin embargo y a pesar de mi particular personalidad confiaba en la gente que allí habitaba, al menos en Maida no cabía duda alguna de su fidelidad para conmigo, de por cierto mutua.

-¿Te había mostrado ésto?- indiqué mientras quitaba mi guante lentamente; una tenue luz de corredero iluminaba nuestras cabezas sombrando el resto del pasillo. El relieve de la cicatriz en la zurda era evidente.

>>¡Vaya! ¿contra quién luchaste?<<

Zoe aparecía por un costado hurgando la mirada en mi mano y el rostro de Maida, fijé mis grises ojos en los suyos y puse el guante sobre su cabeza ¿ a quién se le ocurría platicar en el pasillo cuándo había un salón dónde reunirse al lado de un cálido fuego encendido en la chimenea. Indicándoles que fuésemos hasta allí, nos sentamos en unos sillones bajo el silencio interrumpido del crepitar en la fogata.

-¿Se dieron cuenta que la ventana de la cocina está quebrada?- pregunté a ambas mientras me acomodaba en el respaldo del sofá- ¿Hay alguien más en casa?- volví a consultar a instancias de un traqueteo proveniente de alguna habitación- como sea, la verdad da igual que Zoe escuche ésto, es decir, no me molesta sobrina...- le dije rápidamente tras lo est****o o discriminador que pudo haber sonado el comentario- Suelo entrar al bosque de vez en cuándo, no soporto estar mucho tiempo encerrado y creo que lo sabes ¿no?- comencé fijándome en mi prima- pero lo que vi hoy no lo había visto jamás, menos el hecho de relacionarlo con ésto que arde más que el tatuaje...- mostré la cicatriz- últimamente es constante el ardor cuándo camino por ese bosque, cuándo estoy acá, con ustedes o cuándo me los encuentro en alguna parte de Reino Unido. Hoy seguí ese extraño instinto y vi alguna clase de patronus, la verdad no sé si era un patronus...

 

Y cuánta impotencia me daba no conocer la clase de magia a la que me había enfrentado. Recordando una y otra vez el haber estado levitando sin un eje de control sobre mi cuerpo conjunto a las marcas que parecían haber sido marcadas en fuego sobre la tierra; tal vez fueran símbolos de alguna runa extraña, tal vez eran sellos de algún portal o tan solo algo que debíamos descubrir. O que al menos yo haría.

 

-¿Zoella tienes algún pensadero?- el mío estaba en el castillo Black, seguramente si les mostraba aquellas figuras, obviando el hecho de tener que haberme lanzado con una necrohand, podrían comprender de qué hablaba.

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