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Yaxley Manor (MM B: 109997)


Orión Yaxley
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Matthew, Bayzard Yaxley.


Corriendo de boca en boca, asi a sus oídos habían llegado ciertos rumores, pero desconocía si eran ciertos o no. Aaron, el padre al que apenas conocía, había revelado algo de su oscura personalidad. Ni siquiera recordaba el instante en el que se había ido. Arqueo una ceja al ver como el Yaxley movió su varita y arrebató de las manos del gitano aquella carta, algo amarillenta por los años que fue guardada y se inquietó ante la reacción de él.

Aquel fatídico paseo por el hogar de los Yaxley comenzaba a tornarse largo y tedioso, y en parte odiaba tener que estar siguiendo la ruta trazada por un triste elfo doméstico. ¿Pero qué estaba pensando? si estaba sentado, su hermana detrás de él, inmóvil como si algo la sujetara, y su... Padre. Frente a ellos leyendo la carta, apenas terminó la arrugó, rozando la furia y tristeza, y la guardó directamente en un bolsillo de su pantalón.

Parecía tener algún tipo de fascinación por las poses masculinas y demás, su rostro era demasiado expresivo a comparación del de Bayzard. Siempre mensurado, a veces una vaga risa irónica se escapaba o cuando estaba ebrio al menos, eso quería que todos pensaran; que vivía enfadado. ¿Tienes algún tipo de método para averiguarlo? dudo mucho, que nuestra fallecida madre, nos haya engañado e hiciera venir hasta aquí. impugno.

Tenía sus respectivas dudas sobre aquel mago, definitivamente poseían rasgos muy característicos de él, ambos eran muy calculadores y no hacían nada sin pensar en que todo tuviera una consecuencia y si la tuviera, estar preparados para ello. Evanesco blandió su varita en dirección a lo que tenía forma de un estilete, haciendo que desaparezca.

Golpeo con ambas manos el sofá y se levantó enojado. Venimos hasta aquí, en busca de respuestas y asi nos recibes... ¿intentando matarme? ¡insolente! estaba claro, ninguno de los se conocía, por lo que todo tendía a desconfiar, hasta de la más mínima palabra que cualquiera pudiera decir, hasta el mínimo movimiento podría ser un paso en falso, y sabía perfectamente que si flaqueaba, podría morir y vamos, que al gitano le encantaba el sufrimiento propio, pero no era tal caso.

Zarandeo su varita una vez más, levantó la manga izquierda de la camiseta azul marino, que vestía Aaron y en aquel momento una sonrisa se le formó en la comisura de los labios carmesí... Formaba parte de la Marca Tenebrosa, tenían algo más en común, buscó la mirada de Dánae, la cual no pareció inmutarse en lo más mínimo, tal vez ella lo sabía, bajó la mirada unos centímetros y observó sus manos. Podrías quedarte un rato asi, si no te mueves no harás desastres. bromeo. En fin, eres uno más, como nosotros. extendió su mano, para fijar un sentimiento mutuo de confianza. La próxima vez, haré que te sequen los testículos. murmuró a una distancia prudente del castaño.

Editado por Matthew B. Triviani

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Aaron Augustine Black Yaxley

 

Las necrohands habían sido útiles con Dánae, impidiéndole que acudiese en auxilio de su mellizo; ¡mellizos! ¿en qué lío estaba metido?; Por su parte, el muchacho había sido hábil con la varita, esfumando la daga que trazaba el espacio que nos separaba. Sonreí por la rapidez de su respuesta, pero mis facciones se inmutaron fácilmente ante sus palabras, cruzando la varita de revés para que recibiese una primera muestra de respeto, una ofetada mágica en el rostro con un impacto fuera de visión. Tampoco es que le haya girado el rostro, pero no aceptaría que me llamase insolente en mi propia casa; fue casi un silencius físicamente figurado.

 

-Si hubieses muerto no serías digno de que te llamase...hijo- sostuve a secas, tan frío como intransigente. La magia podía adaptarse a muchas cosas, incluso a las tristes vidas de los muggles que gozaban con hacer levitar un objeto, en cambio yo, creía que la magia se adaptaba solo a través de vínculos genuinos. Él debía demostrarme eso; observé a la bruja- bien, ¿te calmaste ya? o me vas a preguntar por la madre que tu hermano ha dado por muerta...- sostuve al cabo que avanzaba un par de pasos hasta ambos. El chico blandió la varita tan veloz que no capté reparo en ello. La marca figuraba en mi antebrazo.

 

>>...eres uno más, como nosotros...<<

 

- Claro que lo soy Matthew. Los tiempos han cambiado y la casta mortifaga también...-rocé la yema del índice sobre el anillo para oídos indiscretos que llevaba en el pulgar de la mano izquierda, impidiendo que cualquier intruso escuchase algo que no fuese debido fuera de ellos dos- ... el legado de Tom Riddle no dejó más que cobardía en algunos que no asumen el poder que les fue otorgado, pero ya les aburriré con eso en otra oportunidad...- el chico tendió la mano y soltó una pachotada que recibí con buen gesto palpando su mejilla con mi diestra- ...¡oh! no te atreverías...-luego no tomé su mano, sino su antebrazo, para acercarlo con fuerza- ..."la magia florece, solo en las almas especiales"...que nunca se te olvide, muchacho. Si eres mi hijo sabrás comprender el adagio de un buen mago- observé a Dánae y acaricié su mejilla con el dorso de los dedos de la mano izquierda, cuan demonio jugando con un alma ingenua- ¡Ah! por cierto, no les creo tan tontos como para venir a inventarme una broma como ésta, pero si han logrado hacerlo sepan que los buscaré y los mataré; siempre he sido reacio a ésta clase de cosas, pero no soy un tipo irresponsable; su madre jamás me dio noticia de ésto, y si no lo creen así, me vale... ahora vengan, deben tener hambre y hay gente a la que quiero presentarles. Las cosas se hacen de una sola y buena vez.

 

Las manos fantasmales se ofuscaron y mi andar cruzó el de ellos para pasar bajo el umbral, pasillo por donde me seguirían hasta volver a la cocina. Aún se encontraban varios allí, entre ellos Maida quién antes no había estado. Ya habría tiempo para la noticia si es que los mellizos no la daban antes; al cruzar miradas con la hija de tía Lu, hice un gesto para que se acercase.

 

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Aunque no habían pasado ni dos minutos desde la llegada de Maida a la cocina, ya todo se alteraba. ¿Qué clase de maldición tenía la Manor que no se podía estar en santa paz? Unos gritos de mujer, provenían e la biblioteca, de dónde se suponía estaba Aaron. Instintivamente se puso lo más cerca que pudo para correr en cuanto tuviese que hacerlo. Lo cierto era que aunque quería al cien por ciento de familiares que conocía, sentía cierta debilidad por algunos, quizá por el de ojos grises representaba un vínculo familiar doble, quizá porque las obligaciones en el Ministerio de Magia así lo habían formado, talvez por las misiones mortífagas que habían planeado juntos, quizá, quizá, quizá por muchas cosas. Lo que si era seguro es que aún con todo lo miedosa que era Maida, si el muchacho estaba en problemas ella iría en su ayuda. Sin embargo, no fue necesario.

 

Pronto, por el pasillo que vigilaba, vio acercarse a tres personas. A una de ellas la conocía de sus épocas de aspirante a la Marca, aunque claro, ya le había perdido bastante el rastro. Como a todos, siendo un poco franca. El otro si era un completo desconocido, pero el gesto que traía en el rostro, no era precisamente amigable. ¿Serían amigos de Aaron? Negó con la cabeza, él no tenía amigos, tenía algo así como "aliados", gente con la que de rato en rato, compartí destino y misiones. Resopló enfocándose en su primo un instante. ¿La estaba llamando? Volvió a mirar a los recién llegados y tratando de ser lo más sigilosa posible, aunque antinatural con los Yaxley, se acercó al Inquisidor.

 

¿Te trajiste el trabajo a casa? —susurró expectante, aunque evitando su mirada.

 

Todo lo contrario, Maida intentaba estudiar a los recién llegados. Los Yaxley no recibían muchas amistades. Es más, si se lo pensaba un poco, cada persona que había pisado la Manor, terminaba siendo al menos una hoja del árbol familiar. Esperaba que alguno de los otros familiares, hiciera la pregunta incómoda, pero como también ella había interrumpido la conversación entre Eve y Orión, ya no se podía determinar nada. Sin darse cuenta, incluso suspiró.

 

Quedarse envuelta en las sábanas ahora sonaba como buena idea.

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Orión levantó la cabeza. Se le hacía raro que todavía no había salido el sol. Parecía que todo se había estacando en la misma luz azulada del alba. Se acercó a la ventana. Una luz blanca iluminó toda la estancia de repente. Relámpago. A los dos segundos se escuchó el estruendo que hizo vibrar hasta los cristales. Le parecía raro. Estaba relativamente despejado cuando se levantó. Gotas esporádicas que habían comenzado a caer se convirtieron en una lluvia torrencial.

 

Apagó los fuegos mientras Maida iba a revisar a Aaron. Se escuchaban gritos al otro lado de la Manor. No se preocupó, sabía que ellos dos podían contener la situación. Se fijó nuevamente por la ventana. Se elevaba como un vapor extraño en el jardín.

 

Repensó lo del libro. Había algo que no cerraba, ¿por qué un horrocrux se encontraría tan lejos de la Manor?

 

- Be right back love –dijo, dándole un beso en la mejilla a Gatiux.

 

Lo que había visto le daba un poco de cosa. Con la bata y las pantuflas salió por la puerta que estaba al lado de las escaleras, que daba al patio. Sintió un fuerte viento en la cara y agua que le caía. Otro relámpago se hizo presente. Entrecerró sus ojos intentando discernir lo que estaba ocurriendo.

 

Un impulso nació de su pecho y le nació toser espontáneamente. Se llevó la mano a la boca directamente, como un acto reflejo. Aclaró la garganta y sintió un gusto metálico. Vio la mano, que se iluminó por la tormenta. Tenía sangre. Volvió a toser. Tenía más. Las gotas que caían en la palma, en vez de diluir el líquido rojo, reaccionaban, levantando la temperatura, convirtiéndola en una especie de ácido. De ahí se dio cuenta que la lluvia lo estaba quemando. Se cubrió con la bata y emprendió camino hacia la Manor.

 

Cerró con un portazo la puerta y fue hacia el pequeño baño de la planta baja. Se lavó las manos y enjuagó la boca. Respiró como pudo.

 

- ¿Lluvia ácida?

 

Salió del baño secándose las manos con la bata. La revisó. El material no estaba quemado, pero sí tenía puntos rojos en el cuello, manos y cara. Volvió hacia la cocina, ignorando todo lo que sucedía en la Biblioteca. No estaba tan preocupado por Aaron y lo que podría tener entre manos.

 

Pasó por el umbral que daba a la cocina y le tomó la mano a Gatiux.

 

- No salgan de la casa. Hay una especie de tormenta tóxica o algo alrededor de la Manor. No creo que sea casualidad, si no ya hubiésemos tenido noticias del bando…

 

Contó a los presentes. Faltaba su hijo Elliot y Nathaniel. Se acercó a ella.

 

- Necesito que me revises. Creo que tengo un problema con la sangre.

 

Efectivamente. No era un tema de la lluvia en sí. Una maldición en la sangre. Su sangre… Yaxley. Temía por los ausentes. Como siempre la Manor servía de defensa, pero, ¿qué sucedería si este ataque los tomaba por sorpresa?

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Matthew, Bayzard Triviani


Ahora atravesaba otro tipo de locura. Como podría procesar todo lo que hizo, lo que hubo pasado, como se permitió tal grado de egoísmo, él mismo no dejaba de sorprenderse a veces y aunque seguía enfadado y posiblemente el dolor fuese renuente a marchar la mirada con otros ojos. Miro a Aaron nuevamente, luego de mover sutilmente su rostro con una cachetada de su varita; con los ojos que alguna vez lo hubieran llamado padre... Entendía, que le debía respeto, pero muchas veces las situaciones desbordaban emoción y el gitano solamente se enfadaba de más.

No podrías matarme con un juego tan simple... ¿De verdad me subestimas? soltó seguido de sus palabras. Esta bien, acabo de entender que no es el momento para preguntas, ni planteo est****os; pero pronto deberás respondernos las dudas. añadió azotando su capa, estaba molesto y esperaba que lo notara.

Revoleo los ojos, podría haberle dado mil explicaciones de por que no era debido o correcto pero nadie le quitaría de la cabeza que ella no estaba ahora en ese mundo, hecha para permanecer por una eternidad allí mismo donde estaba, donde todo era oscuridad. Su respiración se acelero al cabo de segundos, el tenebroso levanto su mano con suavidad y un pequeño movimiento de ella fue como una caricia en el rostro de Matthew...

 

Miro su brazo y volvió la mirada al ojigris, no estaba acostumbrado, por lo que trago saliva y se incomodo. Giro sobre sus talones y se alejo unos centímetros de este. «Sorprendido de la sabiduría de mi... Padre. Me limite a responder, solamente acepte y no baje la mirada en ningún momento, las historias o relatos, vendrían luego... Ahora, momento de conocer a los demás...» repitió en sus adentros.

 

Dándoles la espalda, Bayzard miro a Dánae y con un pequeño gesto de su cabeza, acepto seguirlo para ingresar a la cocina, por un pasillo donde la débil luz de la chimenea a casi terminar iluminaba. Al cabo de unos pasos sus ojos se llenaron de una luz casi cegadora, proveniente de lo que parecía ser la cocina y ahí, muchos mas integrantes que no conocía... Por ahora.

¿Trabajo? replico las palabra de la mujer con rostro de porcelana. Buenos días... Mi nombre es Matthew. soltó.

Era muy evidente, ninguno sabia, ni podría pensar que un tipo como él tendría hijos. ¡MENOS MELLIZOS! Lo que sentía en ese momento era un arma de doble filo, lo que sentía era una gran frustración pero un amor tan grande que no cabía en su propia definición... Algo que quedaría eternamente, o moriría demasiado rápido.

Editado por Matthew B. Triviani

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Fuegos artificiales

 

Las noticias caían como un granizo de invierno. La mirada perpleja de Dovakhin delataba sorpresa mezclada con molestia, una sensación nostálgica invadía su cuerpo como si recordara aromas de repente, aromas que había olido muchísimos años atrás. No podía distinguir de dónde había sentido ese olor antes pero de alguna forma lo reconocía, sin embargo aquél pensamiento era solo un escape para no pensar en lo que estaba leyendo. Para ponernos a tono, aquella mañana había recibido una lechuza anónima la cual tardó horas en leer debido a algunas complicaciones que tuvo pero ahora que estaba un poco "mejor" se había puesto a leer detenidamente el contenido de aquél comunicado.

 

En su habitación de la desolada Haughton se hallaba el que supo ser un temible mortífago en sus mejores épocas, aquél sádico asesino despiadado, que ahora estaba venido a menos transitando sus últimos días mortales se encontraba sentado iluminado por la única luz de una vela puesto que el resto del establecimiento estaba en penumbras por su propia decisión.

La carta revelaba su procedencia de parte paterna, aquél sinvergüenza que nunca se había hecho presente en su vida ahora aparecía de la nada revelado en un manuscrito para terminar de cerrar aquél vacío que tuvo durante décadas.

 

A pesar de no decir el nombre del susodicho la carta le informaba que él en realidad había nacido en Escocia y que su relación con la Yaxley no era sólo un parentesco lejano como ser ahijado de Orion, sino que pertenecía al propio linaje de la familia, su padre era un Yaxley de sangre.

Enojado con aquél hombre que ni siquiera tuvo el valor de decir su nombre, Dovakhin decidió salir en busca de respuestas y se dirigió directamente hacia la Manor, iba a hacer una visita inesperada.

 

Al salir vio las nubes en el cielo, se acercaba una tormenta fuerte pero eso no detuvo al demonio que continuó su camino. Cada quince o veinte minutos la tos se hacía presente en él, sentía un catarro en el pecho y algunos dolores fuertes en diferentes zonas, sin embargo a pesar de estar sufriendo por aquello, la gente no podía distinguirlo puesto que lo disimulaba con todas sus fuerzas. No iba a dejar que se viera al gran Dovakhin Haughton tan deteriorado.

 

Al llegar a la esquina de la mansión la lluvia se hizo presente, sentía como cada gota le quemaba el cuerpo pero ni se inmutaba pues debía guardar las apariencias, no se había hecho fama de tipo duro durante tanto tiempo como para que una insignificante lluvia ácida se la tirase abajo en dos segundos. Al llegar a la puerta ni lo pensó y atravesó la entrada sin pedir permiso quedándose finalmente en el Hall de entrada esperando ver a alguien conocido, quizás su padrino o alguien más que estuviese por ahí.

Su rostro expresaba seriedad, tenía cara de poker como siempre pero ésta vez era justificada.

 

—Hola— Se limitó a decir.

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  • 3 semanas más tarde...

Paprika Malfoy

 

Había suplicado asilio en la Familia Malfoy. Había suplicado muy fuerte. Había echo pucheros y pataleado en la entrada un buen tiempo. Había fingido enfermedad y destruido la mitad de la mansión. Pero como no era Tinieblas, y tampoco se fiaban de las pruebas de ADN Muggles, la habían mandado a paseo. Habían alegado que no había ninguna prueba que acreditase ser hija de Myst y Remus (al menos una prueba creíble).

 

Y no, el ADN dichoso de los Muggles no era creíble.

 

- La verdad es que no - pensó Paprika - Internet es maravilloso para falsificar cosas.

 

Amenazaron con traer a los Mortífagos si no se marchaba en 10 minutos. Paprika no esperó 5 minutos. No quería tener mucha más relación con Mortífagos, Fenixianos o su madre. Realmente no quería tener relación con nadie. Pero necesitaba dinero, y la relación da dinero.

 

- Sobre todo, si quieres ser una mantenida como yo - Murmuró Paprika entre dientes.

 

Estaba en medio de una callejuela llamada Vigo Street, en Londres, y la gente la estaba viendo raro. Y bueno, le sorprendía estar llamando la atención: Estaba medio negra (llevaba meses sin ducharse), su maraña de pelo había crecido, no de largo, pero si a los lados, como si la hubiesen electrocutado, y lo que normalmente había sido un pelo alocado y aleonado de colores que iban desde el castaño claro hasta el pelirrojo oscuro, ahora era una cosa chunga y con trozos de... ¿basura? Era todo muy surrealista.

 

Y bueno, de la ropa ni hablemos. Los pantalones vaqueros, que en sus mejores tiempos habían sido azules, ahora eran algo desteñido con podredumbre y de los que a penas quedaban cachos de tela. Se podía confundir con una falda hawaiana llena de porquería. La camiseta un poco de lo mismo. Con agujeros, a lo gruyere, y descolorida. Y en cuanto al calzado,... ¿calzado, que era eso?

 

En cuanto a su constitución, un saco de huesos. No le extrañaba que la gente pensase que estaba a punto de caerse al suelo y acabar muerta ahí. Ella misma se sorprendía de que aquel cuerpo tuviese aquella fortaleza.

 

- En fin, tendré que hacer algo con mi vida. Una hechicera de mi poder no puede acabar... ¡ay...! - le volvieron a sonar las tripas - ¿Pero a dónde voy?

 

Recordó su pasado como Tinieblas. Como Tinieblas nunca había sido muy sociable. Pero había tenido sus relaciones. Como Paprika tampoco había sido sociable. Sí muy loca, muy charlatana, pero dada a hacer amistades. Había tenido sus relaciones, pero habían sido cortas. No se acordaba de ellas.

 

Tendría que tirar de sus relaciones como Tinieblas porque de esas, como habían sido relaciones de siglos, sí se acordaba.

 

Pero ella no era Tinieblas...

 

- Bueno, peor que en la Malfoy no puede ser... Más muerta de hambre no puedo acabar - Se encogió de hombros - ¿Pero a quién engaño?

 

 

******************************************************************************************************************************************

 

- ¿Hola? ¡Hooooooooooooooooooooooooola!

 

Se había tenido que hechizar a unas cuantas personas para saber dónde estaba uno de sus pupilos. Había elegido a su "víctima", pero no sabía si estaba muerta, si estaba desaparecida, si estaba haciéndose pasar por muerta (como ella hizo hace poco). Aquello la agotó bastante y la obligó a utilizar métodos más convencionales para poder llegar a la Mansión en cuestión: A pata. El autostop estaba descartado. No por ella, si no por los conductores. Dudaba mucho que la recogiese alguien.

 

Podría haber esperado una semana para aparecerse, pero el hambre le quitaba fuerzas, y al menos caminar la hacía olvidarse de la comida. Y siempre podía encontrar algún ratón desprevenido. Además, así conocía geografía.

 

Llegó a la noche a la mansión. Para su gusto estaba un poco destartalada. Comparada con la Malfoy parecía una casucha, pero tampoco se iba a poner quisquillosa por el tamaño. Ya luego, cuando volviese a tener dinero, arreglaría su propia casa calcinada.

 

- En realidad podría acceder a mi bóveda, pero supuestamente estoy muerta y... Mucho papeleo cuando no tienes "contactos" - pensó Paprika.

 

Sus avellanados ojos analizaban la entrada donde estaba. Le extrañaba que no la hubiese recibido nadie, a lo mejor su pupilo se había vuelto escapar. No era un hombre de permanecer siempre en el mismo sitio. Pero Paprika confiaba en poder encontrarlo en aquel lugar.

 

- Brrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr... - su estómago volvió a quejarse - Ya, ya lo sé... pero no voy a desvalijar la cocina. Sería poco educado. Y quiero causar buena impresión.

 

Se había inventado una historia donde era una prima perdida de Orion Yaxley (ahora se hacía llamar así). Daría mucha pena, se desmayaría por el camino, y apelaría al espíritu Mortífago y esas tonterías que mucha gente tenía en su mente. La marca la tenía, aunque era una de esas tonterías, ahora que pensaba Paprika, que haces de "joven". Pero si había que utilizarla por un poco de whisky, tabaco y comida (por ese orden), lo haría.

Editado por La Hija de Las Tinieblas

Alárgala. Alarga la mano... y atrapa una estrella
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See You Space Cowboy
"Por eso, nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti"

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  • 4 semanas más tarde...

El tipo, sinceramente, no tenía gastar energías en algún nuevo ataque a la familia. Sabía por experiencia que muchas de esas cosas quedaban ahí, en la nada misma, o al menos se diluía un poco la cuestión. Y, a esa altura, quería estar un poco tranquilo. Pasar la temporada de invierno dentro de su casa, con medias gruesas, una bata acorde a su edad, unas pantuflas de patas de oso (vieron que ahora como animago, todo tenía que combinar) y, su pipa.

 

Intercambió un par de palabras con los Yaxley en la cocina y por unanimidad se decidió terminar con la noche. Le dio un beso a Gatiux y le pidió que se adelantara ella a la cama. El nigromante por su parte, quería dejar todo medianamente limpio para el día siguiente.

 

Fue, cuando estaba lavando los platos que un ruido lo sacó de su concentración. Cerró el grifo, sacudió un poco las manos y tomó su varita. Había otra gran verdad de la que escribí antes: nadie se percataba realmente de lo que hacía o dejaba de hacer la Yaxley. Se asomó desde la puerta que conectaba la cocina a la sala.

 

Abrió los ojos como platos se acercó al cuerpo que se encontraba en la entrada. Lo reconoció por su tiempo en el bando. Con la misma seriedad que cargaba Dovakhin, le prestó un abrigo, le tendió una cama improvisada en uno de los sillones y le trajo una bebida caliente. Intercambiaron un par de frases, más que nada para asegurarse que el recién llegado estuviera bien.

 

***

 

Usar los asteriscos para marcar un salto de tiempo ayuda. No, no es por copiarle a Tinieblas. Pero es que realmente pasó un cierto tiempo antes de la llegada de Paprika. La casa se adaptó lo mejor que pudo a la llegada de invierno. Los campos un poco secos se cubrieron de nieve y tanto las orillas del río, como la fuente, estaban congelados.

 

Con la llegada de Sísifo y Dovakhin, las habitaciones tuvieron que reacomodarse. Orión se tuvo que encargar de la expansión del segundo piso con espacios un poco más… improvisados. Pero con camas lo suficientemente cómodas para ellos dos. Por más que a veces no se los veía tanto. Lo importante, tanto para Gatiux como para él, era que todos tuvieran hacia donde volver.

 

Un lugar seguro.

 

Y, casualmente, teníamos un nuevo caso.

 

Aún, luego de tanto tiempo, no podía entender cómo es que todos preferían la madrugada. Se calzó las pantuflas y bajó las escaleras de la torre.

 

- Por lo menos no tocan el timbre. Sería el colmo –murmuró entre dientes.

 

Pasó de la torre a la biblioteca, de la biblioteca a la sala y de la sala a la cocina. Levantó las cejas. Se preguntó si sabía de nigromancia. De la habilidad claro. No podía creer a quién tenía en frente.

 

- Bueno, hubieses mandado una lechuza por lo menos. Así te esperábamos con la cama lista. Hay sobras de pavo y puré de patatas de la cena. Sigo con la costumbre de cocinar para 15 y terminamos siendo menos de cinco y todos con horarios diferentes. Pero, ¡hey! Puedo comer más.

 

Era invierno y estaba un poco más panzón. Le echaba la culpa a su lado oso.

 

Giró su muñeca y un té comenzó a prepararse.

 

- Creo que hay una habitación vacía. Sísifo está en su castillo… No creo que le moleste que la uses esta noche. Cuéntame un poco, ¿estarás mucho tiempo por estos lados?

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Los copos de nueve se acumulaban en la ventana de la habitación de Evedhiel. La ventisca los movia de un lado a otro hasta que finalmente acababan muriendo derretidos por el calor del hogar entre el cristal de la sala y la temperatura gélida del exterior. Los días parecían haberse transformado en noche cerradas con un amago de luz e intento lunar de poner claridad a la serenidad que solo la nevada virgen podía dar a los terrenos Yaxley.

 

Hasta la fuente central parecía taciturna, y Evedhiel casi desde el mismo sitio donde se sentaba ahora enredada entre mantas había visto como hace apenas dos semanas, cuando comenzó la gelidez, dos figuras, en su continuo duermevela Evedhiel pareció reconocer a Zoe y a Leo, ponían una bufanda al ciervo que la coronaba en un intento de contentar los amagos de la estatua de tiritar.

 

En cualquier otra situación la chica se les habría unido. Incluso iniciado una guerra de bolas de nieve para aumentar la temperatura. Pero el cuerpo de la chica lidiaba su propia guerra, y su frío, lejos de pasar desapercibido entre copos de nieve, helaba sus huesos y se calaba en cada uno de sus pensamientos.

 

Había olvidado la ultima vez que comió y los intentos nulos de los gnomos domésticos-idea de Orión el domesticarlos, por supuesto- de que la chica se nutriese se acumulaban en la puerta hasta que alguno se aventuraba a entrar y limpiarlos. Un 90% de las veces Evedhiel miraba furiosa a las criaturas que para su molestia habían decidido volverse festivos y parecian haberse adornado como arboles de navidad con bolas colgando de sus orejas y alguna que otra verruga. El otro 10 % y dependiendo de cuanto ruido llegase a la habitación de la inminente construccion justo enfrente del pasillo, Evedhiel solía ser algo mas sarcástica que de costumbre y comparar la graciosidad de los esfuerzos de los gnomos de animarla con el peor de los insultos.

 

 

Nada importaba a la chica.

 

Nada excepto el libro que llevaba tiempo escondido en su cajón y al que solo sacaba una vez al día.

 

Los problemas en la Yaxley parecian esconderse entre alcobas, y Evedhiel se sintió enferma al pensar en la reacción de sus familiares al descubrir que aún no se había deshecho de aquel objeto. Y la decepción en el rostro de todos al ver que había estado tramando en el sótano.

 

La visión de Orión en pantuflas sobre la nieve llamó su atención. Tan solo unos segundos pudo verse al patriarca que cerró la puerta principal tras de si, como dejando entrar a alguien a quien Evedhiel no consiguió ver.

 

Se arremolinó entre su manta ocultando su nariz y dejando solo al descubierto algún mechón de sus cabellos y sus ojos. El hielo del alfeizar de su ventana tenía envidia de la gélidez de la mirada de la chica.

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La noticia había sido algo fugaz, sin rodeos, directa y precisa tal cuál me gustaba avanzar las cosas; nada podría cambiar y los chicos había demostrado ser muy parecidos a mí tanto en carácter como en las palabras que se cruzaron esa noche. "Soy padre, ellos mis hijos" fue lo que salieron de mis labios en aquella improvisada reunión, más me mantuve en silencio o con respuestas muy monosílabas, no por miedo, no por la responsabilidad que significaba tal título, no por lo que fueran a decir los demás, que por cierto poco me importaría si fuese una crítica o no. Solo quería analizar todo y así fue durante un tiempo...

 

La llegada del invierno había sido tan fría como el calor de la familia, con uno que otro ausente, tan solo veía a Orión y Maida vagar por al cocina para una que otra merienda y luego ya a Evedhiel quién parecía seguir escondiendo el libro que debía de haber pasado por cada uno para evitar la carga de magia oscura; éramos una familia unida en la desunión de nuestros intereses y a pesar de no vernos en meses, solo bastaba una cena, un almuerzo, un desayuno, para resolver los asuntos de la noche anterior. Orianthí y Matthew parecían hacer su vida y por mucho que hubiesen querido saber de mí en aquellos dos meses, debía reencontrarme para poder darles una respuesta, que si bien podría ser o no satisfactoria, sería sincera.

 

La nieve sobre los jardines de la manor daban cierto toque de elegancia a un hogar del que siempre expelía humo la chimenea. Sus bosques eran un gran cobijo de las meditaciones de cada uno de los integrantes de la familia y no fue menor para mí; cada mañana salía a recorrer el bosque, sumergiendo la nariz en una bufanda de lana gris que Maida me había regalado para navidad; no sabía porqué, pero la magia parecía decaer en mí pues a ratos me sentía débil, y la verdad de mi incursión al bosque, es que intentaba soltar uno que otro hechizo que ya no me salía del todo bien. La última túnica negra con la que había acudido al corazón de los Yaxley (el bosque), se había consumido por una mísera liebre de Fuego Maldito que me costó cerca de una hora poder extinguirla; de todas formas, las maldiciones imperdonables como los hechizos básicos seguían a la perfección ¿qué estaba pasando? ...

 

***

 

Solía ser una fría mañana de Enero, entre batas y algo pálido, aunque siempre con aquella gélida mirada gris que me precedía como parte de un puro linaje de sangre, me adentré en la cocina para buscar que desayunar. Los cabellos lucían algo alborotados, venía recién de la cama.

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