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Yaxley Manor (MM B: 109997)


Orión Yaxley
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Resopló cansada, por mucho que intentaba no avanzaba en la pila de pergaminos que se le habían acumulado, tenía al menos tres plumas incrustadas de manera totalmente desordenada en un moño apretado de cabellos castaño oscuro y continuaba revisando un decreto que tendría que salir con mucho tardar el día de mañana. ¿Cómo es que Aaron se daba fines de semana con tranquilidad cuando tenía tanto por revisar? A todo esto, ¿dónde estaba su primo? Maida no había probado bocado en al menos catorce horas y aunque su hambre no era voraz, suponía que el estomago del otro Yaxley en la casa no pensaba lo mismo.

 

Veamos, si intentamos que el departamen... —pero un sonido seco la hizo retroceder en la silla causando un chirrido contra el suelo—...por todos los elfos del mundo, ¿quién será?

 

La sorpresa era normal, en esa casa nunca habían visitas, y cuando las hubo, cada quien traía una bomba más peligrosa que la anterior, como siempre, vivir en la Manor era una aventura a la que sin querer, se había anotado. Tuvo dos segundos en los que decidió no espiar al intruso por encima de su ventana, así que dejando la pila de documentos aún más desordenada, se puso de pie y caminó hacia la escalera, sin darse cuenta que se le habían pegado pedazos de pergaminos en medio de la túnica gris y que incluso tenía trocitos en la mejilla. Eso sí, como si en "algo" ayudara" alisó unas arrugas inexistentes en la túnica mientras recorría el camino hacia la puerta. ¿Seguía siendo la única en la casa o estaría su tío debatiéndose la vida con alguna maldición más en el sótano? ¿Dónde estaba el elfo doméstico prometido?

 

Ya va... —chilló mientras despejaba del camino una silla que se había caído y ella, a simple vista, no encontraba el motivo del desorden, giró el pomo de la puerta y sintió una piedra caer en la boca de su estómago, sus ojos, abiertos como platos, parpadeó unas cinco veces para darse cuenta que no era una ilusión de su mente, ¿qué hacía...? ¿Cómo era que sabía...? Se dio cuenta que quizá tendría el rostro hecho un poema y se aclaró la garganta antes de moverse y darle pase a la inesperada visita— Call-Callum... qué, ¿sorpresa? Digo, no, perdona, es decir, ¿en qué puedo ayudarte?

 

Dejó el pomo de la puerta y volvió a indicarle que pase mientras ella se tapaba los ojos con ambas manos y presionaba sus párpados unos segundos para aclarar la mente, ¿por qué sentía que estaba haciendo algo malo? Cerró la puerta tras del Askar y le sonrió cordialmente.

 

Perdona, es que aquí casi nunca, es decir a mí nunca ...—y ahí estaba, haciendo la tonta una vez más, se rió sin disimulo y negó con la cabeza— creo que se nota que no recibo demasiadas visitas, disculpa, ¿te ofrezco algo de beber, comer? Que no sea demasiado elaborado, no tengo elfos a disposición aquí.

 

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Mientras esperaba a ser atendido, el rumano dio una ojeada tras su espalda, teniendo aquélla sensación de nuevo de que alguien le observaba. Al principio pensó que era solo superstición pero habiendo transcurrido varios días comenzaba a concluir que aquéllo era más que una simple paranoia de su parte. Sus instintos jamás le habían fallado, ¿por qué lo harían ahora?. Estaba alerta, siempre alerta.


La puerta se abrió, y para deleite del ojiverde, la misma Yaxley le atendía. Notó la sorpresa en sus ojos, y al instante Callum mostró una sonrisa —Hola —saludó, siempre tan confiado —. Espero no ser impertinente en llegar sin avisar...


El Azkar supo interpretar el lenguaje corporal de su amiga, invitándole a pasar a su hogar. Él no lo dudo y atravesó el umbral, pasando por su lado, y adentrándose en el recibidor. No hizo acopio de los detalles de la decoración, sus ojos estaban ocupados, clavados en Maida con una mirada divertida y entusiasta; notó, por las plumas incrustadas en su peinado, y por los pequeños trozos de pergamino en su rostro, que sin duda le había interrumpido en algo.


—Puedo volver en otra ocasión si el momento no es el adecuado —estiró una mano, despacio para no asustarla, para limpiarle un poco la mejilla con el dorso de su índice —No me apetece nada, muchas gracias —mintió, la verdad es que el rumano moría de hambre pero su dieta de esos días no se hallaba en cualquier alacena —. La verdad es que había tenido el deseo de verte desde hace días y bueno, por fin me di el valor esta mañana.


Sonrió, ladeando la cabeza con la curiosidad asomándose por sus ojos mientras la observaba.


—Pero como dije, si estás muy ocupada, puedo volver otro día...



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...a favor tuyo, aquí nunca nadie avisa que va a venir —dijo antes de paralizarse mientras él le despejaba la mejilla de algunos trocitos de pergamino.

 

 

El rubor en sus mejillas pudo ocultarlo gracias a que ella misma se dispuso a medio limpiarse el rostro con ambas manos mientras caminaba y lo escuchaba. ¿El momento adecuado? Nunca lo habría, no era por nada en particular, era solo que a lo mejor si hubiera aparecido en la mañana, bueno, habría estado en el Ministerio, y de manera más presentable. Alzó el rostro sonriendo y volvió a vigilar por encima del hombro de Callum, cerciorándose de quién más podía estar en la Manor. Movió la mano derecha y la puerta se cerró, ella caminó hacia el lado derecho, a la cocina. Aunque él le había dicho que no, bueno, ella necesitaba hacer algo mientras dejaba de lado la sensación de estar escondiéndose para recibir una visita.

 

¿Callum? —preguntó antes de verlo aparecer en la cocina— perdón, se me olvidó decirte que me siguieras. De todas maneras haré algún pan con algo, no he comido nada en todo el día, ¿me pasas el queso? Debe estar en la refri, creo que ayer dejé una jarra de jugo ahí, por si te da sed.

 

 

¿Estaba esquivando las preguntas que se aparecían en su cabeza? Si.

 

¿Valor para verme? —sonrió— Claro, si, soy una bruja de temer, sin duda —bromeó mientras cortaba los bordes de un pan con un cuchillo— estaba ordenando papeles viejos, por eso me encuentras en estas fachas, perdón. Aunque esto me hará revisarme al espejo antes de bajar a abrir la puerta.

 

Cuando terminó con el pan, se acercó al reflejo de la ventana y se sacó las plumas del cabello, realmente era un desastre, incluso tenía un poco de tinta en el rostro y cuello. Resopló, consciente de lo poco que podía solucionar el tema en tan poco tiempo y apoyando los brazos en la mesada, se rindió con una carcajada. Volteó cruzada de brazos y entonces si, observó a su visita con detenimiento, llevaba algo envuelto. ¡Y ella pidiéndole favores! Había gente torpe y luego, estaba ella.

 

¿Te puedo ayudar en algo? Es decir, ¿cómo vas con eso de instalarte en Inglaterra? —preguntó entonces, ¿estaría hospedándose en algún hotel de Diagon? esperaba que no, después de todo, tenía los peores reportes de esas pensiones, y fuera como fuere, era básicamente el cuñado de Anne, los mortífagos tenían un status al que aferrarse, por muy rebelde que fuera Jeremy— Puedo ofrecerte el tour del Ministerio y Azkaban, por si te apetece.

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Una de las características que al Askar le gustaba de la bruja era, sin duda, esa tendencia suya de parecer estar pensando en mil cosas a la vez. Por momentos parecía estar lúcida en el momento, dentro de escena; pero al segundo después parecía viajar a otros lugares, volviéndola un poco despistada y desatinada. Absorta en su propio mundo. Al darse cuenta de esta cualidad suya, el joven intentaba aprender a interpretar su lenguaje corporal e incluso sus gestos.


Razón por la cual ya la estaba siguiendo cuando ella iba a medio camino hacia la cocina, sin que la Yaxley se lo indicase, aunque lo hizo un poco después. Callum deshizo el nudo de su capa viendo que era bienvenido a quedarse al menos un rato, colgándola en el respaldo de una silla arrinconada —Debe ser algo muy importante eso en lo que recién te he interrumpido, como para que no te hayas dado el tiempo de comer algo —insinuó, mientras sacaba el queso del frigorífico y se lo llevaba hasta la mesa.


Los verdes ojos del rumano se centraron en la forma en como ella cortaba los bordes del pan. Preocupada por su aspecto, pareció olvidar por un segundo lo que estaba preparando, por lo que Callum puso su obsequio sobre la mesa y se dispuso a ayudar a cortar el queso en finas láminas —Sinceramente, todo va tan bien que por momentos la idea de salir huyendo me cruza por la cabeza —sonrió divertido, respondiendo su pregunta —, todos quienes me conocen saben que el sedentarismo jamás ha sido mi fuerte.


Se acercó a la estufa y sobre una pequeña plancha de cocina calentó el sándwich de queso hasta que este comenzó a derretirse; lo sacó del fuego y se lo acercó a la bruja sobre un plato. Entonces el Askar se ruborizó un poco, riendo, mientras la veía mirar la comida —Perdón, me he metido con tu alimento ¿era así como lo querías?. Lo del tour del Ministerio estaría bien, si estuviese interesado en trabajar allí —fijó su mirada en sus azules ojos. Otro rasgo que le gustaba de ella. No importaba la forma o qué vistiera, a él le gustaba ver sus ojos —, y tampoco planeo una estadía en Azkaban. ¿Son acaso los únicos tours que ofreces?




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No, no había interrumpido nada realmente importante. Maida estaba clasificando correspondencia en primer lugar deshechada del despacho del Ministro, ella gustaba de tener todo controlado, así que hacía una segunda inspección en casa, sin embargo, se quedaba enfrascada o enredaba en avisos publicitarios que parecían tener algo de vociferadores, y que terminaban hasta despeinándola. Había encontrado por ejemplo, la publicidad de una lavandería que no encontró mejor idea que luego de dar un tiempo prudente para leerlo, se autolavara en el aire, un despropósito total que sólo consiguió ensuciar la túnica de la bruja. Sacudió la cabeza cuando vio un queso derritiéndose en medio de dos tajadas de pan. ¡Ay, claro! Si, al comida, se tocó el abdomen a la altura de la boca del estómago, no, realmente no sentía hambre, pero desde los dieciséis años se obligaba a sí misma a tener al menos cinco comidas al día, formaba parte de toda su rutina diaria y como siempre, detestaba cambiar esos detalles.

 

Huir es más difícil cuando se piensa demasiado —se lo dijo con una sonrisa, pero el gesto no le llegaba a los ojos y evitó todo contacto con el Askar. Le dio una mordida al pan y entonces si, hizo un mohín con la nariz arrugándose mientras tragaba el bocado—, yo ahora por ejemplo, tengo el alma lejos, quizá en el otro lado del mundo, sin embargo, estoy anclada a Ottery sin voluntad alguna para coger las maletas y desaparecer. Cometí un error gravísimo cuando me permití confiar y querer a mi propia sangre, en esta situación de guerra sería incapaz de estar lejos de Mathew, de Aaron, de sus hijos.

 

Pudo haber incluido su nombre en la lista, pero era demasiado callada para dejar que la verborrea le atacara tanto, escondió su nombre en un segundo mordisco y se sentó en una esquina de la mesada. En algún momento hace tres años cuando salió de Bulgaria, era tanto el daño que había desaparecido sin que se le cruzara la idea de volver, jamás, no tenía raíces, no existía sangre tan pesada y su padre, estaba oculto en su mente, nada podía dañarlo. Siempre había sido más el temor de confrontar su pasado que el de comenzar de cero en Ottery. Si, ella si podía ser sedentaria, los Yaxley le habían probado aquello, los Black también, seguiría en ese extraño pueblo hasta que el último de sus lazos se rompiera. Hizo el gesto mudo de aplaudir luego de terminar el pan con queso.

 

Jamás lo había comido así, pero podría acostumbrarme —soltó de pronto tratando de no tensar el ambiente, aún no sabía nada de su sobrino en al menos dos semanas, de su ahijado—. Lo sedentario no tiene porque ser aburrido, menos en un lugar como este. Aunque si, me temo que sólo podría ayudarte con los tours en el Ministerio o en Azkaban, hay un par de lugares de Diagon que me fascinan —intentó no reír haciendo una mueca rara en su rostro—, pero uno de ellos es el Museo, y creo que ya lo has visitado. El otro sitio es una librería, así que podrías ir solo. No sé, ¿a dónde te gustaría ir? No soy del tipo aventurera pero, siendo medio hermano de mis sobrinos, podría hacer una excepción.

 

Enarcó las cejas al darse cuenta de que estaba insistiendo por segunda vez a algo que podría interpretarse como una salida, y claro, algo en su cuello le hizo sentirse un poco mal. Suspiró lenta y tranquilamente, Maida necesitaba dejar de ser Maida aunque sólo fuera por unos minutos. Señaló el paquete envuelto.

 

¿Te has comprado algo caminado a la Manor? —interrogó curiosa— ¿Dónde estás viviendo Callum? Aquí no tengo demasiado espacio, y la verdad es que asumo que estás hospedándote con los Triviani, pero, si no es así y espero que no lo consideres una impertinencia, puedo ayudarte en otra locación.

 

Sacudió la cabeza sintiéndose más tonta que arriesgada.

 

Lo siento, en serio intento no ser impertinente, pero no me sale —y casi sin notarlo, mientras aún negaba con el rostro, se mordió el labio inferior.

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—Me da gusto que te agrade, voy a prepararte uno más —decidió, acercándose a la mesa para cortar otras dos rebanadas de pan y el queso necesario para otro emparedado. El Askar asumía que la bruja ya se había percatado sobre su pequeña afición a la cocina, pues incluso le había visto cocinar en la cafetería del museo donde habían tenido varios encuentros; lo que resultaba curioso era que muy pocas veces tenía oportunidad de cocinar para alguien más, siempre lo hacía para si mismo.


Callum estaba a punto de comentarle sobre el tipo de tour que deseaba, no deseando desaprovechar la oportunidad de lo dispuesta que estaba por aceptar salir con él, aunque fuera por fines turísticos, cuando escuchó las palabras de la última oración. Frunció el ceño, cortando el queso, pesándole la idea que ella se ofrecía a tanto solo por la idea de que ahora tenían alguna especie de lazo familiar, y no era así. Ni siquiera con Jeremy, pero apartó la idea inmediatamente con una sacudida.


La curiosidad de la Yaxley le recordó, y sonrió mientras colocaba el segundo bocadillo en su plato ya listo —Si, es verdad, yo... te he traído algo —fue por él y regresó junto a ella para mostrárselo —, espero que si tengas espacio para esto. Es una pintura, de un artista callejero que encontré en las calles del centro de Londres... yo —se lo puso en sus manos, con una mirada reflexiva sobre el paquete —... solo le añadí un poco de magia.


Se daría cuenta al abrirlo y ver el marco de la pintura. Le había dedicado al menos un rato en grabar una serie de runas alrededor, y hechizarlo con un par de encantamientos. Alguna vez había escuchado del famoso espejo de Oesed, que podía mostrar en su reflejo tus mas anhelados y desesperados deseos; la pintura no haría lo mismo, pero le mostraría a ella cualquier pintura que quisiera como una fiel réplica de cualquier obra de cualquier museo. Cualquier escena que ella decidiera ver allí, plasmada al óleo.



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No es necesari... —pero, enarcando las cejas, se dispuso a ver como preparaba un nuevo sandwich de queso.

 

Le vio fruncir el ceño, pero supuso que se estaba concentrando en cocinar. Maida dio un pequeño brinco cuando escuchó que aquel paquete envuelto era para ella, la cadena de plata de pronto pesaba quince kilos, pero logró moverse lo suficiente para tener el paquete entre sus dedos. Un cuadro hechizado sólo para ella, pudo sentir como la temperatura de sus mejillas comenzaba a colorearlas mientras ella rasgaba el envoltorio y veía con detenimiento las runas escritas en el borde. Al principio, el cuadro era una cascada semi congelada, una que ella no veía en años, y sonrió.

 

Es hermoso —agradeció llamando la atención del Askar sin percatarse que la escena cambiaba con ella mirándolo a él. Ahora en el cuadro podía verse el callejón Diagon, difuminado, con una joven bruja casi en el suelo, y un mago preocupado cerca de ella. La primera vez que se habían topado, si ella estaba un poco abrumada, aquello terminó por enrojecerla, tapó como puso el cuadro e intentó ponerlo boca abajo sin que él pensara que estaba tratando de ocultarlo, un fracaso total— Callum perdóname, yo no entie...o sea, no es mi intención hacerte pasar un papelón como este, no sé que ha sucedido.

 

Si, sabía, pero no era capaz de confrontarse. Malditas habilidades mágicas del Askar, ¿no podía haber hechizado mal el cuadro? La bruja tenía miedo de tomar el paquete y que aparecieran más cosas comprometedoras, los ojos le escocían. No podía llorar frente a él, eso sólo lo empeoraría todo, ¿por qué tenía que ser tan obvia con sus emociones? ¿era cierto que le gustaba Callum? Negó con la cabeza, intentando callar la respuesta positiva de su mente. No podía, no debía, ¿qué irían a pensar de ella si decía algo más comprometedor. Cerró los ojos intentando calmarse con respiraciones profundas, dos, tres veces.

 

Creo que tengo que aprender a lidiar con el cuadro —bromeó cuando al fin pudo abrir los ojos. Dejó el cuadro boca abajo en la mesa y se acercó al mago para arrebatarle el emparedado—, gracias —subrayó antes de comerlo, dejando minuto y medio más tarde un trozo grande que lo alzó hacia los labios de él— come un poco, detesto comer sola.

 

Si se ponía un poco fría, lo de la imagen del cuadro era algo sencillo, sólo era le recuerdo de cuando se conocieron, y era lógico estar pensando en eso cuando estaban juntos. Giró el cuello hacia la puerta de la cocina, ¿y si alguien entraba? ¿le reprocharía alguien estar tan cerca y tan a gusto de él? Posó su mano derecha sobre el pecho de Callum y pudo sentir su piel encenderse al tacto, se había hipnotizado un poco y por voluntad propia, buscó con sus ojos los de él, le sonrió.

 

Quédate un rato más —pidió en un susurro casi entrecortado, un poco culpable, un poco miedosa, apretó los labios y continuó—, armemos el itinerario para que conozcas los lugares más resaltantes del pueblo, mis atajos favoritos, no le tengas miedo a quedarte aquí, a pesar de la guerra, puede ser entretenido.

 

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  • 4 semanas más tarde...
El Askar estuvo atento a cada expresión de la bruja mientras abría el paquete; en un instante, se descubrió a si mismo preocupado, preguntándose de pronto si comprarle flores habría sido una mejor idea, pero a ella pareció agradarle su obsequio aunque tardó un momento en comprender lo que realizaba la magia que él le había añadido. Le respondió con una sonrisa cuando ella le agradeció, sin poder evitar reconocer la escena que el cuadro mostraba antes de que ella hiciera de todo para ocultarla.
—¿A qué te refieres? —inquirió, sin comprender del todo la reacción de la Yaxley. La luz vino a su mente poco a poco. Obviamente que había aquél escenario, de la primera vez en que ambos se habían topado. Al rumano siempre le habría de parecer curiosa la forma en como se habían conocido; le parecía que era una historia digna de contar o recordar —¿Lidiar con el cuadro? —se rió al comenzar a comprender, mas no dijo nada más.
Ella le arrebató el segundo sándwich que le había preparado, y un momento después él mismo ya tenía un gran trozo del aperitivo metido en la boca. No quería reírse como deseaba, sin intención alguna de ofenderle, pues podría pensar que se burlaba de ella pero la verdad es que el demonio se sentía satisfecho y alegre en aquél momento estando a su lado. Masticó el bocado, aunque no tenía hambre ni era aquélla su dieta.
Se daba cuenta que aquélla era la primera vez que pasaban un rato juntos en privado. Los encuentros entre ambos en el museo, en los callejones de Diagón o en los lugares donde se habían citado para verse, siempre habían estado rodeado de personas; la última vez incluso habían tenido la compañía de Jeremy, su hermano. Pero en ese momento estaban completamente solos, y realmente el ojiverde no lo deseaba de otra manera.
Se acercó un poco mas a ella, y ella lo hizo otro tanto, poniendo una mano en su pecho. El Askar tuvo un impulso que batalló en reprimir en ese instante al encontrarse con su mirada; esos ojos azules últimamente le seguían a todos lados, y una vez más se descubría a si mismo adorándolos. Respondió a su sonrisa con otra mas abierta y vanidosa —Claro, me quedaré.
Se sentaron, y Callum no perdió oportunidad de mantener la cercanía mientras ella hablaba de un itinerario. Él jamás era de planear nada con demasiada anticipación, pero le permitió darle a ella el gusto de hacerlo si con ello aseguraba futuras... citas. Mientras ella hablaba, le era imposible no mirar sus labios y apenas levantando un poco la mano hacia su rostro, se atrevió a limpiar con su pulgar un poco de queso que había acabado en la comisura de su labio superior. Se hizo un breve silencio en el que él no pudo contener más sus palabras.
—¿Sabes? —de sus labios subió la mirada hasta sus bellos orbes —, yo también pienso mucho en ese día —declaró, de forma solemne, refiriéndose claramente a la escena de la pintura, la cual no podía salir de su mente —. Siento mucho si no debería decir esto pero, creo que pienso en ti mas de lo debería...

 

 

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A Maida nunca le había sabido tan rico un sencillo sándwich de queso, de hecho, su rostro fingía estar aun saboreándolo cuando lo tenía más cerca de lo permitido, ¿Por quién? Por ella misma, nadie jamás le había reprochado cuando salía de casa o cuando no volvía, a lo mejor no se habían dado cuenta. Cada vez que sus ojos se cruzaban con los de Callum, ella sentía que estaban a punto de gritarle desde la puerta, de llenarla de reproches o de decirle que no se merecía aquello. Así que se relajó muchísimo más cuando pudo sentarse y distraerse garabateando lugares, días y horas en el pergamino.

 

Aún con toda la distracción de los planes que se seguían sumando en su cabeza, no dejó de sentir un solo instante que sus ojos verdes estaban clavados en ella, no en el pergamino. Maida no era ninguna experta en esas cuestiones, pero no podía hacerse tan tonta, había algo de ella que lo tenía ahí, clavado en un asiento de cocina como si no hubiera nada más importante en el mundo mágico que recorrer sus librerías favoritas. Para cuando quiso reaccionar, él alzó su dedo y le limpió la boca, ella se contuvo de besar la yema de ese pulgar. Cuando estuvo liberada del rápido hechizo sensorial, se llevó unos cabellos sueltos detrás de a oreja e intentó seguir con los planes, pero él no se lo permitió.

 

Le recordó la imagen del cuadro que ahora estaba boca abajo, y aunque sus ojos generalmente la hipnotizaban, ella decidió dedicarle su mirada a la solapa de su camisa mientras sus dedos acariciaban nerviosamente la piel de su nuca.

 

Fue una forma extraña de disculparse el que te invitara a comer días después —dijo tratando de reírse sin que sonara a burla—, eran tiempos difíciles, pensé que seguiría viéndote aunque supiera poco o nada de ti… —le miró— y luego me sentí un poco rara cuando no volví a verte y te extrañé.

 

Pero se quedó en silencio cuando él dijo que no debería decir lo que seguía, la chica parecía haber retomado conciencia de los hechos. Aunque claro, ya era tarde, acaba de decirle que lo había extrañado y él aunque había declarado pensar mucho en ella, no sentía que hacia lo correcto. Maida vio aquello como una señal de lo equivocada que estaba toda la situación, él era el hermano de sus sobrinos, era un recién llegado, se iría en cualquier instante y ahí estaba ella, confiando en ser un ancla lo suficientemente pesada para evitarlo. Apretó los labios nerviosa mientras sus manos, no sabía cómo, se habían enlazado en su regazo y sus pulgares jugaban entre sí, nerviosos.

 

— Callum, yo no debería —hizo el ademán de señalar la cocina, la situación—, si alguien nos viera —cerró los ojos en un intento de respirar mejor y al abrirlos estiró una de sus manos al rostro del Askar acariciando su mejilla—, es más sencillo de lo que crees pensar en ti —confesó al fin—, pero creo que una persona como yo retiene más tiempo a sus amigos que a…que a alguien más. Y estoy un poco agotada de extrañarte…extrañar, a la gente, es decir …

 

Bajó su mano y también de la silla, colocándose a su lado, intentaba ser firme, pero con Maida era más probable que luciera como esos cachorritos que intentar confrontar a un perro adulto, tragó saliva y le sonrió.

 

Lo que quiero decir, con muy poco éxito es que si usted, si tú crees que no deberías estar aquí o pensar en mí —sonrió de lado encogiendo los hombros, resignada—, yo lo entiendo, mis promesas de ayudarlo no cambiarán y soy una excelente escritora de cartas, tendría una lechuza mía cada tanto —y aunque se había prometido ser firme, dos segundos más tarde echó sus brazos a los hombros del Askar y acarició su cabello apretándose a él—, lo prometo.

 

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El Askar pudo notar el conflicto interno de la bruja con solo observar su rostro; inmediatamente pudo darse cuenta de cómo, posiblemente, había cruzado el límite al haber confesado lo mucho que ella estaba en su mente. Inclusive podía darse el lujo de adivinar lo que ella estaba pensando en ese momento, volteando a cada tanto hacia la entrada de la cocina como si temiera que alguien entrara y les descubriera tan juntos. Seguro estaba pensando lo inapropiado que resultaba, teniendo en cuenta además el lazo tan fuerte que tenia el demonio con miembros de su familia.


Pero para el rumano ella no era la tía de su hermano, sino la chica con la que se había topado una noche en un callejón y con la que había aceptado salir a comer días después. Era su amiga. Era...


Sus palabras siguientes no hicieron mas que confirmar sus suposiciones e instintivamente Callum se apartó un poco, enderezándose en la silla. Ella estiró una mano para acariciarle la mejilla, causándole a él más conflictos que nunca nadie en toda su vida. Prestó atención a cada palabra, pasando del conflicto a la confusión, y viceversa; era obvio que ella correspondía a su interés, aunque había dejado de pensar hacía días que era solo eso, pero hablaba de estar cansada de esperar, de extrañar... y entonces lo recordó.


La Yaxley jamás se lo contó, pero él lo sabía. Lo supo después de haberle conocido, cuando había hecho algunas preguntas casuales sobre la bruja a personas que la conocían. Estaba comprometida, lo que en aquél tiempo había hecho que no hiciera intento alguno por buscarla u ocasionar un encuentro. ¿Quien era? ¿Dónde estaba él? ¿Ella lo seguía amando?


En un movimiento ella se situó a su lado y él, sin lograr parpadear, solo podía escucharla y ver sus labios —¿Que no debo...? Espera, ¿lechuzas? —el ojiverde estaba más que confundido, sobre todo porque las palabras de la bruja se contradecían con su lenguaje corporal, con el tono de su voz, con la forma en que lo miraba. ¿Lo estaba rechazando? ¿Se le estaba declarando? Levantó la mirada hacia sus ojos cuando ella prácticamente se le iba encima, acariciándole además el cabello.


No lo pensó, simplemente hizo lo que más se le antojaba en ese momento. Como estaba tan acostumbrado a hacerlo. El corazón le latía raudo dentro de su pecho mientras recorría el espacio que le separaba del bello rostro de la Yaxley velozmente, sin darle tiempo a ella de apartarse. Los labios del Askar se apretaron a los suyos, tras el cuál no se apartó.


—No quiero lechuzas, quiero verte —susurró —, quiero venir a visitarte, quiero que paseemos por los lugares que quieras. Quiero que me extrañes, pero sabiendo que me verás mas tarde —tomó su rostro en sus manos, mirándola fijamente a los ojos —Pensarte no me agobia —agregó, sonriendo —, me hace sentir mejor. Me hace querer quedarme —una ligera sombra cruzó su rostro, haciéndole exhalar profundamente —Pero de igual forma si tu corazón aún está en otro lado, también lo entenderé... no me iré. También soy buen escritor de cartas...




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Morsmordre.

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