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Mi Edén Salvaje (MM B: 103988)


Melrose Moody
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Le gustaba la naturaleza, controlada, simple como la que ese local expone, delimitada y silenciosa. Permitía, a ojos de Rory, admirar la diversidad de la creación divina, pero sin que los hombres se perdieran en ella. Y ha estado tan ensimismado en su contemplación, que cuando Hessen empieza a hablar, da un pequeño respingo, y luego, coloca todo su esfuerzo y concentración en él y en esa explicación que ha comenzado a dar, de lo acotencido en Natural Poison días atrás.

 

Ciertamente, Bel había ignorado por completo comentarle de aquella perturbación de percepción que Hessen le está relatando, pero afortunadamente, aunque se había detenido en seco al escuchar que él no conocía de las plantas, que dijese luego que de alguna forma ese rastro de olor lo guiaría, volvió a ponerlo en marcha.

 

— Si es capaz de seguir ese rastro, el detalle de las plantas será menor. Supongo que la señora Evans pensó que para mí sería más sencillo identificar la especie que seguir esa otra clase de pista que usted menciona. Aun así...no entiendo por qué no mencionó esas distorsiones de realidad.

 

Pero siendo así, ahora tenía mucho más sentido para Rory que ella se hubiese empecinado en que la misión tuviera que hacerse entre dos. No era que dudase de las capacidades de uno y otro (quizá podía haber algo de recelo hacia Hessen, que Rory compartía hasta cierto punto), sino que su duda iba hacia que tan capaces iban a poder ser, por separado, para sobrevivir a la naturaleza corrupta del ser.

 

Que lo hubiese considerado entonces, era un enorme muestra de confianza, y el pelirrojo se sentía agradecido, pero en cierta manera, abrumado también. Al señor Crouch lo respaldaban años de servicio profesional en intrincadas asesorías a familias, y había un evidente tono de seguridad en sí mismo en la larga explicación que había hecho. Mientras tanto en su caso, si bien tenía conocimientos de herbología, todavía eran bastante básicos, limitados a su práctica como campesino. Claro que Bel no se había referido únicamente a esos poderes.
Pero la duda ya estaba instalada ¿Realmente, iba a servir?
Las pupilas de Hessen son más claras que nunca cuando finalmente le admite, que de no mediar aquella misión, no habría forma en que ambos pudiesen encajar en un lugar. Rory, en el fondo, lo ha sabido todo ese tiempo ¿pero sería acaso que había caído en la ilusión de los ademanes cordiales del hombre en su primer encuentro, como para albergar una clase de relacionamiento más profundo, contrario a lo que su propia razón dictamina? No puede definir como tristeza al sentimiento que experimenta de pronto en su pecho, pero se siente como un golpe que por un momento lo descentra, lo aturde, y lo empequeñece todavía más.
Todo lo que acaba de decirle es correcto. Es lo mejor que pueden hacer, porque además lo que alcancen a ver en esa misión tiene que quedar en estricto privado para respetar la voluntad de las personas a las que se deben. Pero ninguna de esos fundamentos consigue arrancarle esa opresión que se mantiene instalada en su cuerpo, como esparcida por el viento, que ni siquiera media cuando la sonrisa de él se muestra más peligrosa que amistosa.
En lo único que puede pensar, justo antes de responderle, es que ninguno está siendo transparente con lo que verdaderamente está experimentando. Pero eso no tenía que ser malo, si al menos, podían mantenerse auténticos en cuanto a sus percepciones y pensamientos respecto, únicamente, al trabajo que los tiene allí.
Me alegra que haya tanta coincidencia en nuestros pareceres señor Crouch. Y no se preocupe por aquello de cruzarnos en Londres. Le aseguro que entre su agitada rutina y la mía, y los círculos tan ajenos en que nos movilizamos, las oportunidades son mínimas— no le tiende la mano porque ya está haciendo mucho esfuerzo en mantenerse ecuánime y no externalizar todas las dudas que lo asaltan— estamos aquí por la voluntad de los señores Ollivander ¿no? Diferente sería tentar un acercamiento solo por nosotros mismos—añade antes de soltar unas cuantas palabras más que apenas son una ventana a sus pensamientos — a lo mejor soy un poco alarmista, pero sospecho que algo como eso...no terminaría nada bien ¿no le parece a usted?
La carga de las emociones que tenía por dentro, amenazaba con desbordarse, así que reemprendió la marcha, decidido a volver a concentrarse en la misión, y no tanto en teorías sobre si era o no una equivocación, desear conocer un poco más de Hessenordwood Crouch. En su corazón, que seguía latiendo acompasadamente, tenía plena confianza en que con el favor de Dios, podrían concluir la tarea antes que los alcanzase el amanecer.
Y eso era bueno, pasar el menor tiempo posible a su lado, y evitar así que entre la naturaleza amable que poseía, y la seductora naturaleza de su acompañante, todo derivase en un desastre.
Ya que las cuentas han sido aclaradas, pongámonos a la obra. Confío en su promesa de discreción señor Crouch.
Concentrado en el trayecto, Rory no dijo más y se limitó a bordear unos setos, hasta alcanzar un estanque, donde Rory había detectado una esencia distinta, a la de las plantas y animales que se habían cruzado hasta entonces. Inclinándose levemente en la orilla, extendió la mano para rozar con la yema de sus dedos la superficie, y cerró los ojos, mientras comenzaba a recitar dos oraciones combinadas; la primera, aprendida en su infancia, y la segunda una que le había sido revelada semanas atrás, que le permitía una forma de comunicación sumamente especial con los espíritus de la naturaleza.
¡Oh, Inmensidad, en la cual van a perderse todos los ríos del ser, que incesantemente renacen en ti! ¡Oh, Océano de las perfecciones infinitas! ¡Profundidad que te exhalas a las alturas, condúcenos a la verdadera vida por la inteligencia y el amor! Llévanos a la inmortalidad por el sacrificio, a fin de que lleguemos a ser dignos de ofrecerte un día el agua, la sangre y las lágrimas para el perdón de los errores. ¡Sálvanos!— abriendo los ojos, Rory levantó la otra palma de su mano y con la vista fija en las oscuras aguas, concluyó — “Espíritu en silencio, requiero tu refuerzo, hazme de ti ayudar, Ondina a lugar”.
La superficie del estanque, hasta ese momento lisa como terciopelo negro, comenzó a arremolinarse unos minutos, antes de volver a su anterior apariencia. Rory sonrió y asomó la cabeza hacia las aguas, pero en lugar de reflejarse en ellas, distinguió el rostro delicado de la ninfa que había invocado, y que había acudido a su llamado. Ni siquiera necesitó hablarle, pues la voz melodiosa de ella resonó en su cabeza, dándole las indicaciones que estaba necesitando. Para un espíritu protector del equilibrio como ella era, identificar inestabilidad en la naturaleza era sencillo, y al menos con eso ya tenían una pista.
— Ella dice, mi señor, que vayamos hacia el este del bosque, donde crecen frondosos, los manzanillos de la muerte.

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  • 2 semanas más tarde...

Catherine aparece directamente ya frente al muro de ladrillos. El espacio estaba como siempre: descuidado y desierto. Toma la mano de Pakami y se asegura de que se mantenga a su lado en lo que parece ser un callejón sin salida. Sus labios forman las palabras "deliciosa manzana", tocando con su varita el quinto ladrillo contando desde la izquierda, a 15 ladrillos del suelo.

 

Es apenas un susurro y Catherine observa por encima del hombro para asegurarse de que nadie más es testigo de lo que está por suceder. No es necesario. En la calle solo hay humedad y tinieblas. Ese espacio reducido entre las entradas de dos negocios de poca clientela, como un apéndice que no conduce a ninguna parte al desviarse de Diagon, está vacío. Ni siquiera parece haber contenido en los cubos de basura metálicos cerca de la entrada.

 

—Vamos.

 

Catherine tiene la capucha echada sobre el rostro, cuando tira de la mano de Pakami al mismo tiempo que enciende su varita. La trampilla se ha abierto, por lo que ingresa junto a Gryffindor descendiendo cada vez más hacia el interior. Cuando ambos han empezado a recorrer el tramo de escaleras, y sus figuras ya no se encuentran al nivel del suelo, se escucha con claridad un sonido de cierre. La tierra los ha engullido.

 

Les toma un tiempo que parece casi interminable el llegar al fondo. Entonces perciben los olores del bosque, la tierra húmeda y el sonido de un cuerpo de agua. Catherine tira la capucha hacia atrás cuando llegan al "exterior" del subterráneo pero si bien hay más luz que en el túnel de las escaleras, en el Edén es de noche. La luna asoma en un cielo sin nubes, repleto de estrellas. Catherine conduce a su viejo amigo a través del sendero que se extiende entre los bosques "Verde" y "Frondoso".

 

Les toma otro buen rato de caminata alcanzar la posada. Cuando finalmente lo hacen, Catherine extrae una llave de su bolsillo. Es un pesado manojo de metal antiguo, que tarda en ceder. De todos modos, ambos ingresan el interior. El lugar solo está iluminado por la luna y su propia varita. Catherine cierra la puerta tras de sí, deja la capa en un perchero y se acerca a la barra. De allí, saca una botella de whiskey de fuego y dos pequeños vasos, que coloca sobre la mesa. Abre la botella y sirve en ambos vasos hasta colmarlos, antes de dejar la botella descansar con un golpe seco.

 

Se vuelve entonces hacia Pakami, con los ojos iluminados por la luz de la luna, con los recuerdos de la pena reciente todavía frescos en sus orbes. Le extiende el vaso de cristal reforzado con la vista clavada en sus pupilas.

 

—Ten —su mano alcanza su brazo con delicadeza—. Pa... —está a punto de decir su nombre pero cambia de idea. Su tono se vuelve más próximo cuando añade— Escucha: no puedes hacer esto solo. Necesitas llorar.

 

@@Pakami Gryffindor

Editado por Richard Moody

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Demisit lacrimas dulcique adfatus amore est 

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