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Mi Edén Salvaje (MM B: 103988)


Melrose Moody
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Mel descendía los escalones con premura. Fuera llovía, por ello su traje chorreaba agua y sus botas formaban pequeños charcos cuando se detenía pero cuando iba por el escalón número 100, pudo advertir con claridad el olor a flores y madera que le llegaba desde dentro. Era un aroma que hablaba de jardines y bosques verdes, de territorios exuberantes de vida; sobre ellos, distinguía el cardo, el romero y el cieno pero también del cedro, el roble y el arce.

Todo lo que había hecho falta, había sido decir "deliciosa manzana", tocando con su varita el quinto ladrillo contando desde la izquierda, a 15 ladrillos del suelo.

Cuando llegó al final y su naricilla y orejas se movieron con impaciencia, percibiendo, distinguió además olores y sonidos diferentes. Un pájaro carpintero, un ciervo, un castor y el sonido de un río. Había también otros animales y plantas. Ella sólo avanzó un par de pasos hasta pisar tierra blanda y entonces, ocurrió la transformación. Su cuerpo se contorsionó mientras sus huesos se habrían paso, creciendo y modificándose bajo su carne a la par que un aullido quedaba atravesado en su garganta. El eco murió, los sonidos se apagaron un instante y el proceso comenzó: el dolor, el olvidarse de uno mismo. Allí, en el edén, el sol empezaba a ocultarse pero Mel era de pronto más que un licántropo. Era parte de ese jardín salvaje.

Su nariz percibió esta vez a un Tebo y su cuerpo reaccionó en consecuencia. Sabía que la tendría difícil, quizá incluso no ganara contra tales criaturas pero era libre. Eso de encogerse en una celda o en algún rincón oscuro no era lo suyo pero tampoco quería sufrir de nuevo, sabiendo lo peligroso que era transformarse y terminar... atacando a alguien. Negar lo que era no era más que otra forma de degradarse, así como también de decirse a sí misma que no era un humano; ella había aprendido que era tanto licántropo como humano, así que poner a uno por encima del otro habría estado más allá de sus principios. Vivía en mutua sintonía con ambos.

El olor humano en el edén era lejano pero firme. La persona en ella moría a su vez pero su mente se encontraba siempre más equilibrada allí que en cualquier otra parte. Así transcurrían las noches de luna llena y con la llegada de la mañana, asomaba desnuda, saliendo de Frondoso y andando entre los jardines, bajo el camino formado por los arcos de buganvilia hasta llegar a la pérgola, desde donde sólo había un corto trecho hacia la posada. Siempre iba primero al establo de las vacas, donde el rostro de Natalya la recibía, con una capa y un cuenco de leche, en medio de la media luz de las primeras horas de la mañana.

—¿Fue una noche difícil?

Le preguntaba siempre y como tantas otras noches, Mel negaría con la cabeza, sonriendo, antes de cubrirse, dar un sorbo del cuenco y contestar.

—La luna aquí no es como otras lunas, me permite pensar.

***

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HABITANTES DEL EDÉN

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<< ¿Un local que reabre sus puertas? >>

 

Los pensamientos del Black Lestrange lo habían llevado al Callejón Diagón, donde esperaba que el caminar por las adoquinadas calles y el murmullo de los transeúntes lo distrajeran un poco de la maraña de pensamientos que últimamente invadían su mente. Se sentía envejecido, a pesar de no superar el rango de los 30 años, pero por alguna razón tenía la sensación de que las defensas de su cuerpo se habían mermado un poco. Una de sus explicaciones para ello se debía al reciente uso de la magia oscura, que si bien la veía como una útil herramienta, no necesariamente para tortura y esas cosas, le estaba cobrando factura por emplearla.

 

Tengo dos opciones. Me he perdido, o en serio me encuentro frente a la entrada del negocio. susurró, liberando un leve suspiro. La pared de ladrillo se erigía, impasible, ante el resto de los escaparates, entre dos locales que quizá vieron mejores épocas, pero que ahora yacían olvidados.

 

Se detuvo frente al aparente obstáculo y se cruzó de brazos para contemplarlo mejor. Identificando el primer ladrillo del lado izquierdo, contó quince de éstos hacia arriba, para después deslizar la mano hacia la derecha. Una vez que se cercioró de estar tocando el quinto ladrillo, sacó su varita. El nogal negro relucía, elegante, como si el artefacto hubiese sido confeccionado ese mismo día.

 

¿Dulce o truco? sentenció, pensando en la posible contraseña. La pared se mantuvo intacta, con la herramienta del mago tocando el ladrillo de acceso. Le tomó un tiempo dar con el santo y seña, atrayendo la mirada de uno que otro curioso que pasaba por dicha zona de Diagón. Finalmente, un atisbo de suerte al pronunciar Deliciosa manzana ocasionó que una trampilla fuera revelada ante el castaño.

 

Escaleras. No se lo esperaba, pero aún así contaba con tener que recorrer dicho camino si quería llegar a aquel negocio del que había escuchado de parte de sus conocidos. Guardó la varita bajo la larga manga de su playera polo gris, una de sus favoritas, y comenzó a descender en aquel camino en forma de espiral, que a momentos le parecía interminable.

 

Vaya. Qué buen encantamiento meteorológico.

 

La vista que se extendía frente a él era incomparable, y a la vez drástica, pues en la superficie estaba acostumbrado a parajes urbanos, la contaminación muggle y otros detalles, mientras que ahí, en el local subterráneo, a donde quiera que mirara había verde. Había dos bosquecillos a ambos lados del sendero, y al final de éste, lo que parecía ser el negocio en sí. Llegaría ahí, eventualmente. En ese momento, sólo le preocupaba exponerse demasiado a la luz que provenía de la bóveda.

 

Comenzó a caminar, examinando la vegetación del lugar cada que un color nuevo aparecía, mirando por encima de sus lentes como si creyera que éstos habían sufrido una especie de hechizo que lo estaba haciendo delirar.

 

* * *

Off: Creo que soy el primer visitante (?) No sabía si pasarme porque qué tal y no se podía postear todavía, pero en fin xD

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Un olor ajeno a todos los demás. Eso fue lo primero que percibió, cuando salió por fin de la penumbra de la escalera hacia la zona en donde la luz pegaba con más fuerza. No había visitado el Edén desde la última luna llena pero no le costó nada recordar el entramado habitual con claridad y distinguir el cambio. A pesar de todo, cargaba la duda, pues no estaba segura de distinguir, entre todos esos olores, cuál era el que estaba fuera de lugar: era como intentar separar de un tejido, un hilo demasiado fino, que se escapaba por entre los dedos cuando uno creía haberlo conseguido.

 

Así que decidió tomar el camino de tierra que pasaba por entre Frondoso y Verde. No era su ruta habitual pero suponía que si no se topaba con nadie por allí, Natalya y Anastasia al final del camino le dirían si estaba o no equivocada. De hecho, a pesar de que iba a paso lento, pronto distinguió una figura, ahí delante. No estaba cerca, ni mucho menos, pero era perfectamente visible. "Un viajero" fue lo primero que pensó. Llegaban de vez en cuando. Ella no hizo nada todavía, pensando en sus posibilidades, intentando distinguir si era ese individuo lo que había modificado su entramado habitual (y creyendo confirmar que así era) e intentando pensar en una manera de no parecer invasiva o ruda. Sin embargo, no se le ocurría nada, así que sólo aminoró un poco la marcha. La persona que iba ante ella no parecía llevar mucha prisa y constantemente parecía deleitarse con uno u otro detalle que demoraba su recorrido.

 

Para cuando alcanzó la posada, Melrose ya sentía la suficiente curiosidad como para olvidar sus reticencias. No estaba segura de qué hacer a continuación pero pronto, vio asomar el rostro de Natalya, desde la puerta de la posada. Ella la recibió con bastante amabilidad, como siempre lo hacía y también lo hizo con él, como si lo conociera de toda la vida, tan sólo con la diferencia de preguntar al final "¿Y cuál es su nombre? ¿O su historia quizá?" A la par que alzaba un brazo señalando el interior, donde descansaban un grupo de mesas redondas, con cuatro sillas cada una, alrededor de la misma. Natalya era siempre así, sin importar con quién hablara.

 

Mel no pudo evitar mirarlo de arriba abajo. Era verdad que al Edén llegaban siempre viajeros pero también lo era que la mayoría eran magos errantes, caminantes que parecían conocer a las gemelas como si hubieran vivido 72 y no sólo 27 años. Aunque sabía que quizá podría tomárselo como afrenta o grosería, no podía dejar de preguntarse quién era y cómo había conseguido entrar. No había oído de nadie que lo hubiera hecho, aparte de ella, al menos en Londres ¿Cómo se había enterado entonces del Edén? Quería saberlo pero no iba a preguntárselo todavía. Se limitó a inclinar un poco la cabeza a modo de saludo y esperó a escuchar lo que respondería a Natalya.

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Sin contemplarlo, ni siquiera sopesar la posibilidad, el Black Lestrange ya había llegado a la posada, situada en lo que parecía el final del recinto subterráneo. Fue grande su sorpresa al descubrir que en aquel lugar los caminos parecían aún más cortos de lo que en realidad era. ¿O se trataría de un efecto del local?

 

<< Esto no lo vi venir. >>

 

Una figura que hasta el momento había permanecido fuera de su rango de visión, se encontraba ya en compañía suya, siendo recibida por una de las empleadas del negocio. Era unos centímetros más alta que el castaño, y su silencioso proceder le confería una aura de curiosidad ante los demás. O al menos para Aldrich, quién siempre procuraba conducirse con cautela. Aunque, nunca faltaba la pequeña chispa que le hacía perder el control de la situación. El recibimiento fue cálido, inesperado para él, pues se figuraba que quizá sería atendido de una forma más mecanizada, como si se tratase de uno de esos armatostes muggle que tanto se esforzaban por imitar a los humanos. Le alegró que no fuera así.

 

Oh, mis modales... hizo una mueca, una vez que le fue preguntado su nombre. Estaba tan acostumbrado a tratar a personas que ya conocía, sobre todo parientes sanguíneos, por lo que siempre experimentaba un ligero nerviosismo al presentarse ante los demás. Mi nombre es Eobard Aldrich Black Lestrange. Un nombre considerablemente extenso, creo yo.

 

Rió ante su propio comentario, el cual era medianamente cierto. Si bien, había crecido con la errónea idea de que los Thawne eran su familia, el simple hecho de tener que modificar su nombre al que le correspondía por sangre, llevaba consigo el plantear una forma de presentarse sin tener que emitir todos sus nombres y apellidos. Decidió dar largas a la siguiente pregunta antes de poder responderla, puesto que a los presentes se les había invitado a acceder al negocio.

 

Le permitió el paso a la joven por cortesía, asintiendo ligeramente a la par de ella. Una vez adentro, efectuó una rápida mirada alrededor del local, como intentando memorizar cada detalle, una costumbre que había adquirido conforme fue creciendo. Veía el reconocimiento de un lugar como una ventaja táctica, o bien, una forma de saber en dónde estaba situada cada cosa.

 

Ahora, en cuanto a mi historia... finalmente se decidió por responder, rascando ligeramente su barbilla, como si pensara en lo que estaba a punto de decir. Se remonta al otro lado del océano, en un extraño país llamado Estados Unidos de Norteamérica. Es el punto de partida y...¿tal vez? Algún día, la meta.

 

Hablar sobre su juventud en Norteamérica comenzaba a serle más fácil a medida que se desenvolvía en la comunidad mágica británica. Las piezas iban cayendo en su lugar, como si la suerte deseara que el castaño tuviera un poco de estabilidad. No obstante, su vida era más movida de lo que podría desear, aunque él siempre había sido conocido por su afición a la velocidad. Eso se lo podía deber a Malcolm. Aliado a conveniencia, en veces enemigo, y ocasional amigo. Habiendo explorado distintos locales que planteaban la idea de paraísos subterráneos, su hipótesis que planteó el vampiro sobre la existencia de un negocio de aquel tipo en los suburbios londinenses parecía haberse cumplido, razón por la que Eobard se encontraba en tal recinto.

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  • 2 semanas más tarde...

Su formalidad la deslumbra. Mel no es persona acostumbrada a encontrar en las personas tal aspecto del ideal inglés. Está más bien habituada a los ciudadanos que miran a otros por sobre el hombro, con la nariz hacia arriba. La gente amable, aunque pueda sonar trillado, ya no abunda en ningún círculo que haya frecuentado. La desconfianza campea por razones que todavía no termina de entender. Su recorrido del Edén, por el camino que es la vía más rápida, a pesar de lo cual el lugar es extenso, es una de las pocas concesiones que se toma en Londres, además de sus visitas regulares durante la luna llena.

 

En el Edén, sin embargo, la cosa es distinta. Por eso, se alegra secretamente de la naturaleza del nuevo visitante; sus exquisitos modales encajarán bien con el Edén y con Natalya, a quien no le hará ningún daño un buen cambio en contraste con la propia Mel, para empezar. Puede ver enseguida en el rostro de su amiga que se encuentra complacida. Los viajeros que visitan el Edén, si bien amables y de fiar, con personas más bien de naturaleza rústica, un poco como la propia Mel. A pesar de lo cual suelen decir más a Natalya que Black Lestrange, en sus primeras visitas. Es la primera vez en mucho tiempo que Mel aprecia directamente la capacidad inglesa de reserva sin ridiculez de por medio. El chico resulta perfectamente educado y decente, sin decir, prácticamente nada de sí mismo.

 

—Mi nombre es Natalya —replica a su vez Talya, con voz amable y regular—. Ella, es una amiga, Melrose Moody —añade señalando hacia su lugar, por lo que Mel se obliga a inclinar la cabeza y a saludar con lo que considera la debida atención, aunque al lado de ambos se siente torpe.

 

Es raro escuchar su apellido de la boca de Natalya pero intenta no prestar atención a tales detalles y entra. Sin mayor espera, toma asiento en una de las sillas, frente a una mesa vacía. Pronto, la gemela de Talya se ha acercado con un pichel de jugo de frutas.

 

—Gracias, Tasia —replica Mel luego de dar un corto sorbo.

 

Luego, sólo escucha cómo Talya sigue hablándole al chico-todavía-desconocido mientras lo conduce a la misma mesa en donde se encuentra.

 

—Debo decir que no se ven muchos estadounidenses por aquí —dice, refiriéndose exclusivamente al Edén—. No sé por qué aunque como podrá ver, las visitas de por sí no son abundantes, aunque sí más de las que cabría esperar de un lugar que no posee una entrada como la de otros establecimientos —continúa—. Lo que me lleva a preguntar quizá... si la historia de su pasado queda para después ¿cómo es que dio con el Edén?

 

Mel, a pesar de sí misma, se encuentra escuchando con interés. Tasia por su parte, saluda con amabilidad y pregunta si hay algo que deseen.

 

@@Eobard Thawne

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Vaya, no había escuchado el apellido Moody en bastante tiempo.

 

El susurro del mago parecía más bien para sí mismo, aunque el confortable ambiente es la razón que le ha permitido abrirse un poco ante las presentes. Ubicaba el apellido inglés debido a aquel famoso auror del Ministerio de Magia, a quién quizá podría agradecerse que las celdas de Azkaban estuvieran tan repletas. Incluso los aurores del MACUSA le tenían en alta estima, siendo como su ejemplo a seguir. El castaño se preguntaba, en silencio, de qué forma estaría emparentada con dicho personaje.

 

La amabilidad con la que había sido recibido era sin duda algo que estaba disfrutando, pues no estaba acostumbrado a dicho trato. En los pocos establecimientos que había pisado, como civil, el trato se había limitado a encargado-cliente, y en aquellos que tuvo la oportunidad de arribar como empleado ministerial, se limitó a cumplir con la encomienda que le habían asignado. En aquel breve lapso, una tercera persona hizo acto de presencia en la posada. Poseía un parecido increíble con Natalya, por lo que Aldrich intuyó que se trataba de su hermana.

 

Creo que los norteamericanos de por sí somos bastante raros de avistar en Europa. comentó, ocupando una silla de la mesa que, segundos antes, Melrose había seleccionado para ocupar. Al igual que nuestros homólogos nomaj, la mayoría tiende a adoptar una actitud un tanto...¿aislacionista? Creo que por eso es que decidí alejarme un tiempo.

 

Esbozó una breve sonrisa ante su propio argumento, pues en realidad no había tenido el gusto de encontrarse con más connacionales. Eso, en parte, le daba tranquilidad, pues el toparse con alguna persona de su pasado normalmente conllevaba el meterse en problemas. Y la idea fundamental de haber elegido Reino Unido, era precisamente el empezar desde cero. O casi.

 

A decir verdad, me sorprende ser uno de los pocos visitantes el día de hoy. La vegetación es espléndida, ideal para despejar la mente, si es que uno en verdad requiere ahuyentar sus pensamientos. asintió suavemente, cerrando los ojos durante unos pocos segundos, para después continuar. Pensó una vez más en la fragancia que circulaba por el exterior, entre aquellos dos frondosos bosques.

 

Finalmente se encontró con la pregunta del cómo había localizado aquel lugar, que parecía más bien uno de los secretos mejores guardados del mundo mágico y no mágico; como un retiro secreto para aquellos lo suficientemente inteligentes para encontrarlo. Un Edén, precisamente, encajando a la par con la forma en la que Natalya se refirió al lugar en el que se encontraban. Si bien era cierto que el Black Lestrange no era muy crédulo que digamos, cuando se topaba con algo que se podía demostrar firmemente, aceptaba su veracidad. Al igual que ese momento, le costaba trabajo creer que un lugar tan natural aún pudiese existir en la Tierra.

 

De hecho, podríamos decir que la naturaleza de mi llegada al Edén y mi propia historia se hilan en cierto punto. concedió, deslizando sus dedos sobre el cabello de la frente para acomodarlo nuevamente y descubrir ésta. En algún momento, mantuve una peligrosa amistad con un vampiro de ascendencia francesa. Una mente bastante brillante, en ocasiones conflictiva.

 

Se detiene un momento para corresponder el saludo de la gemela, quien posteriormente pregunta si los presentes desean algo. Dedica una ligera reverencia a Melrose, cediéndole la palabra para realizar su pedido, para después posar sus ojos en la bebida contenida en el pichel, cuya tonalidad sugería que se trataba de algo fresco.

 

Me gustaría un poco del zumo que la señorita está consumiendo. comentó, refiriéndose a lo que deseaba. Había procurado ser muy simple a la hora de ordenar algo, pues de esa forma lograba distinguir y, por consiguiente, disfrutar aún más los sabores. Retomando la historia, hay una especie de rumor en Estados Unidos, sobre unos jardines secretos. Se plantea que, en tiempos adversos, la comunidad mágica construyó dichos santuarios como una forma de esconderse de los seres no mágicos. Similar al sistema que se ha construido en conjunto con los Ministerios de Magia.

 

La teoría, de inicio le había parecido descabellada, era como si Malcolm hubiera ingerido alguna sustancia que alterara su percepción del entorno. Pero, ahora que se encontraba allí, comenzaba a retractarse.

 

Ahora, Malcolm Reagan, nuestro querido vampiro, hizo un especie de triangulación, ubicando lugares de posibles jardines en todo el globo. Uno de ellos, precisamente, se supone que debía estar en Inglaterra, particularmente, los suburbios londinenses. Fui voluntario para tal empresa, y aunque sigo poniendo en tela de juicio toda esta historia, debo admitir que he quedado maravillado ante el lugar que, con algo de suerte, descubrí hace sólo unos minutos.

 

Sonrió con tranquilidad, entrelazando sus manos y colocándolas sobre la superficie de la mesa, habiendo considerado que había hablado lo suficiente y debía cederle la oportunidad de hablar a las presentes.

 

@Melrose

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El sólo hecho de que lo haya escuchado hace que Mel alce la vista. Ella misma había tardado en dar con su conexión con la familia pero es parte de ella ahora. Un hogar extraño, algo disfuncional y sumamente libre, un hogar que curiosamente no la restringe y en donde nadie parece querer reclamarle nada. Un hogar al fin y al cabo, que es justo lo que necesita, aunque extrañe inexplicablemente parte de el cuestionamiento y el hecho de que alguien le pida explicaciones.

¿O es sólo nostalgia por una época en dónde aún no era una licántropo? Todavía se encuentra en el proceso de adaptarse a eliminar los viejos prejuicios con los que fuera criada, así que es perfectamente posible.

A su vez, intentando seguir el hilo de la conversación, la palabra vampiro trae a ella recuerdos frescos, de una niña-mujer de cabello rubio. Evangeline. Había sido ella quien le había hablado del Edén y le había dado la contraseña para poder entrar, le había facilitado cada pedazo de información que había requerido para poder encontrarse en su posición actual, tan habituada ya al Edén como a su licantropía misma. Frunce la nariz un poco al recordarla, porque ahora el ochenta por ciento de las cosas apestan y por regla general no confía ni se lleva bien con los vampiros pero ella había sido distinta. Se pregunta, quizá, si Evangeline sabe algo acerca de lo que Black Lestrange dice. Lo de jardines ocultos suena realmente al Edén, aunque para Mel sea mucho más que un simple jardín. Aspira entonces con su naricilla el olor de Frondoso y Verde allí afuera. Sí, quizá jardín sea un buen término después de todo, un jardín salvaje.

No puede evitar preguntarse si es que Evangeline conocerá a Malcolm. Aún anda colgada de esa idea cuando cae en cuenta de lo que él acaba de decir.

—Es decir que fuiste capaz de averiguar la zona, la pared, el lugar exacto dónde golpear y la contraseña... ¡¿Todo por tu cuenta?!

 

La sorpresa en su voz es ineludible. No había pretendido que así fuese pero las palabras salen antes de que pueda detenerlas ¿cómo es posible, después de todo? El sólo intentar imaginarlo es para Mel extraño.

 

—¿Utilizaste alguna clase de sistema? —agrega con curiosidad, aliviada de notar que su voz se oye más sosegada— ¿Conseguiste o te dieron alguna idea o pista acerca de cómo o con qué empezar?

 

Le resulta cuanto menos intrigante, que la idea de la existencia del Edén circule en Estados Unidos a manera de rumor. Un rumor raro, cuanto menos, aunque interesante. ¿Por qué se habría avocado a los jardines? Los magos, americanos o europeos, solían dar mayor importancia a aquellas cosas que les aportaban una utilidad inmediata ¿Sería éste el caso y había algo que no le estaba diciendo? ¿O era genuino deseo de despertar y conocer un lugar como el Edén?

Editado por Melrose

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  • 3 semanas más tarde...

Nunca me he vanagloriado de mis habilidades...Pero, la pared de ladrillo era lo fácil. Santo y seña, por otra parte, me tomaron más tiempo.

 

Tras un lapsus, que consideró demasiado largo, contestó. Extrañamente, el hablar de su pasado le había resultado un tanto complicado de realizar, una vez comenzado. Sabía perfectamente que, un paso en falso, y tendría al MACUSA tras él de nueva cuenta. Y no sólo eso, a Malcolm también le buscarían, hecho que no le convenía. Al menos, mientras el vampiro no rompiera la alianza.

 

Sólo mi intuición. Nunca he sido un mago bastante brillante. bromeó el castaño, mirando a Melrose. Por alguna razón, parecía interesarle el cómo había logrado acceder al lugar en primer lugar. Digo, los indicios del vampiro, indicaban Londres. Del resto, debía encargarme yo. Cuestión de suerte, tal vez.

 

Encogió los hombros, intentando pensar cómo había logrado dar con la clave correcta. Sí, había sido cuestión de mera suerte. De hecho, no esperaba tal recibimiento. Cualquier cosa pudo haber resultado de su audaz intento por dar con aquel santuario secreto, que podría tener más años que Malcolm mismo. Y, a todo ello, ¿por qué el vampiro había aceptado su ofrecimiento? Dirigiendo el aquelarre más grande de Nueva Orleans, no debía tener problema en encontrar algún pobre incauto. Alguien dispuesto a sacrificarse por el bien mayor.

 

Por mera curiosidad, ¿qué puedes decirme de este Edén? Historias hay muchas, sí, pero ninguna se compara a lo real, lo tangible. Quizá se trate del lugar que Malcolm busca pero, estoy seguro de que este lugar tiene un propósito mayor que la preservación de la raza mágica.

 

Le parecía divertida la idea de mentirle a su eterno rival, sobre todo porque no sería la primera vez. En más de una ocasión, había tenido que mentir para escabullirse. Una pena que los aurores norteamericanos fueran la excepción. De haberlos eludido con éxito, lo más seguro es que ni siquiera hubiera vivido lo suficiente para retomar su vida, pues el vampiro habría descargado su ira con él.

 

Esbozó una amplia sonrisa, entrelazando los dedos de sus manos.

 

@Melrose

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Avery Harnois

 

Tras el hecho de que nuestra vida parecía intentar reorganizarse nuevamente, intentábamos buscar un hogar. Kathy ya había vuelto en sí, pero aún estaba débil y no podía hacerlo completamente, así que nuevamente era yo quien debía retomar las riendas. Ella no sabía nada de lo ocurrido, mucho menos sabía de mí, su otra personalidad con quien debía compartir un mismo cuerpo. Pero para su fortuna yo lo recordaba todo, o al menos gran parte de ello.

 

Tras los devastadores eventos que nos llevaron a la actual situación, nos vimos obligadas a deambular de arriba abajo por casi todo Londres en busca de una posada. Habíamos perdido a varios de nuestros conocidos y debíamos recobrar el rumbo.

 

Fue en una lluviosa tarde. Mientras vagaba por el callejón diagón, Kathy no se encontraba para nada bien. Se desmayó y perdió su conocimiento tras un sucio basurero de algún negocio de mala muerte. Menos mal ella podía contar conmigo, a lo que nuevamente salí al rescate y tomé el control. Como era costumbre, todos los transeúntes se giraban para ver a la extraña chica de cabellos dorados y ojos claros que vestía como si fuese una princesa salida de un cuento de hadas, pues en un lugar donde casi todos visten con largas túnicas no era muy común ver a alguien como yo que llevaba relucientes trajes bajo la lluvia. Finalmente, un buen samaritano se apiadó de nosotras, de mí, y me dio las indicaciones de un lugar que acababa de abrir sus puertas.

 

Hice caso al hombre, pues de todos modos no tenía muchas otras opciones para pasar la noche. Tras seguir las indicaciones y dar la contraseña que el sujeto me dijo, fue grande la sorpresa que me llevé. Nos habíamos acostumbrado a pasar las noches en moteles baratos donde la limpieza era tan solo un lujo que no nos podíamos dar a falta de dinero. Pero esto… era literalmente un edén. Vi el sol, algo que de vez en cuando suele preocuparme por que ante nuestra condición vampírica no se sabe a ciencia exacta cómo reaccionará nuestra piel, por eso escogimos Londres como asentamiento, llueve mucho aquí y muy pocas veces presenciamos esta deslumbrante estrella. Pero no había de qué preocuparse, con solo dar unos cuantos pasos dubitativos fue que me di cuenta de que no nos haría daño alguno, era inofensivo.

 

Avancé un poco más. Realmente no sabía hacia dónde ir. Yo buscaba una posada, pero me encontraba en medio de un inmenso jardín. Me detuve un momento a pensar. Sonreí. Me quité mis zapatos y comencé a andar sin rumbo fijo por ahí. Mi húmedo vestido blanco rosaba el suave césped que yacía bajo mis pies que corrían como si fuese una niña pequeña. Hacía tanto tiempo que no me sentía tan libre. Me sentía feliz.

 

@Melrose

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En aquella ocasión, fue Natalya quien contestó y no Melrose.

 

—Este lugar fue creado poco antes de las cazas de brujas —informó, sorprendiendo incluso a la propia Melrose, que a pesar de pasar tanto tiempo allí desconocía de sus orígenes—, a mediados del siglo XV. Por entonces, la población obviaba el "De strigis vero, quae non sunt, nulla quaestio fiat". Las mujeres débiles y los disidentes fueron los principales afectados, además de una cantidad minoritaria de brujas reales que sabían salir bien libradas del asunto.

 

>>No sabemos a ciencia cierta quién creó este lugar como tal y no conozco ninguna edificación parecida en la actualidad. Los conocimientos respecto a los métodos de creación utilizados se perdieron durante lo que los muggles llamaron el siglo de las luces<<.

 

Mel no sólo estaba ahora sorprendida si no también algo avergonzada. Ella jamás había hecho tales cuestionamientos a Natalya y por tanto, no había sido hasta entonces consciente del conocimiento al respecto que ella guardaba.

 

—No era un tema muy agradable por entonces —suspiró—. Más interesante por ahora me parece tu historia de cómo llegaste aquí ¿ya llevas mucho tiempo? ¿has tenido la oportunidad de observar a tu alrededor y ver cosas interesantes? —Talya miró de soslayo a Mel— No tengo muchas oportunidades de salir al exterior y la verdad es que no me entero de mucho...

 

Mel asintió, alzando su pichel en señal de consentimiento y consenso, para luego apurar otra parte de su jugo de frutas.

 

@@Eobard Thawne

 

Ah-Munh

Kneazle

La criatura se erizó cuando le llegó el tenue pero inconfundible olor de la sangre. Sus patas plantadas en la tierra arrancaron una parte de ella cuando echó a correr. El camino no se encontraba lejos pero el olor era tenue y parecía perderse por momentos. Aquella criatura no era un muggle pero tampoco un humano. Sus garras, clavándose en la tierra blanda a medida que avanzaba, le permitieron salvar la distancia con facilidad, sin hacerse daño.

 

Cuando llegó ante ella el kneazle clavó sus ojos grandes, de pupilas afiladas, con fijeza. El sol pegaba fuerte y eso hacía que apenas alcanzara a distinguirse la delgada iris. Sus ademanes no eran amigables pero era evidente que tampoco se lanzaría al ataque. Su dueña andaba cerca. Tampoco tenía permitido atacar allí a nadie. De hecho, no había en ella nada que le diese una excusa para atacarla pero siempre le gustaba investigar un poco. Antes no lo había hecho, su dueña había estado allí primero. Ahora ella se encontraba más adentro y Ah-munh tenía tiempo de investigar antes de que el olor llegara hasta Melrose.

 

Por supuesto, tal sucesión de acciones no se daba de manera racional en su cerebro. Simplemente se guiaba por el instinto de encontrar un elemento nuevo que interrumpía sus actividades y la curiosidad de no haber visto a ese visitante antes, al igual que había ocurrido con el primero, aunque a ésta última sí tuviera la oportunidad de analizar.

 

Dio un par de rodeos a un lado y al otro sin emitir sonido. Luego, un ligero gruñido que podría sonar un poco a ronroneo. Sin embargo, no se mostraba ni complaciente ni amigable. La llevaría con Melrose para que ella decidiera qué hacer. Eso, si conseguía que aquella muchacha lo siguiera; con un poco de suerte, tendría carne blanda para la cena.

 

@@Kathy Daray Van Halen

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